#Aquí cerramos un capítulo de la historia de Asier y Unai
Explore tagged Tumblr posts
Photo
( La hora de la verdad. ) ft Unai.
No haber sido obediente había tenido sus represalias. El negarse a comer había sido algo que día tras día, era motivo de lucha. Por mucho que fingiesen que les daba igual si comía o no, Asier sabía que necesitaban que comiese porque a medida que iba pasando el tiempo, perdía la conciencia más rápido en los experimentos. Y eso les enfadaba, así que aumentaban la dosis en las inyecciones, la carga en las descargas, le despertaban a base de golpes. Estaba mucho más delgado de lo que había entrado y en su cuerpo se veían de manera evidente las señales de la tortura.
Mientras había estado encerrado, había pensado lo que la mayoría de los secuestrados seguramente habían pensado, que aquel era el fin. Que no podría hacer nada más al respecto, que moriría allí. Y en su mente no estaba él mismo cómo máxima preocupación, si no Unai. Unai no paraba de estar en su cabeza, en lo enfadado que estaría si se enterase de lo poco obediente que había sido, en que si moría, el nunca sabía por qué realmente o si al final lo descubría, sería porque alguien se lo había contado. Alguien, no él. Él nunca le habría contado la verdad: quien era, por qué habían pasado seis meses separados, qué significaban todos esos cuadros que pintaba dónde aparecían ocho personas y una larga lista de mentiras que había utilizado para cubrir su verdadera naturaleza.
También había pensado en qué serían esas últimas cosas que ocuparían su mente antes de morir, cuales serían esos últimos momentos que reviviría antes de irse a dormir eternamente. Su primer beso con un chico, el día que se fue de casa, Unai y él despertando abrazados en un colchón en el suelo en una casa medio vacía el primer día de mudanza, la primera conexión, él día de su boda... Una serie de imágenes que marcaron su vida, los momentos más importantes, los más dolorosos, pero también los más bellos. Hasta llegar al último pensamiento antes del aliento final: Unai no sabía su verdad. Y luego ya está, moriría. Fin del asunto.
Pero aquel no había sido el fin. En aquella sala blanca, dónde el único sonido a destacar era la monitorización de sus latidos, se encontraba Asier postrado en la cama, una versión demacrada del vasco, pero no dejaba de ser él. Aun así, Unai sería capaz de reconocerle diese igual su estado.
La palabra preocupado se quedaba corta para todo lo que el policía había sentido al encontrarse en la situación de no saber dónde estaba su marido durante semanas, de que la única información que tenía era que había estado en Amsterdam antes de desaparecer sin dejar pista y que aunque quiso e intentó ponerse en contacto con la Embajada de España en los Países Bajos, esta no fue de mucha ayuda. No saber qué hacer, por dónde empezar a buscar, no conocer las razones de su desaparición o aún peor, no ser capaz de imaginar una razón lógica para ello, lo había estado consumiendo ¿Un secuestro? ¿Con qué fin? Nadie había pedido una recompensa por él, ¿Le había abandonado? Ni si quiera se lo planteaba cómo una opción realmente, conocía a Asier. Las noches se las había pasado en vela, mirando el teléfono, con la esperanza de tener novedades, novedades que no parecían llegar nunca. El móvil apagado, ni un solo movimiento del dinero en la tarjeta, ni una comunicación con nadie de su círculo.
Había algo raro en todo aquello, Unai lo sabía desde hacía meses, no era tonto, pero se lo había estado haciendo. Había preferido ver hacia dónde llegaba todo aquello, confiar en su marido, pero los últimos eventos comenzaron a ser un límite para él. La muerte de aquella chica, los viajes, sobretodo aquellos en los que Asier volvía con los brazos llenos de magulladuras, la desaparición previa de Laia que ni ella había sido capaz de explicar...
Eran las tres de la tarde y estaba dando vueltas a la comida que llevaba en el tupper en el trabajo cuando recibió esa llamada. Su marido había aparecido y estaba hospitalizado. En otro país. A la vez que hablaba con su jefe para que le dejase salir del trabajo y cogerse unos días, avisaba a uno de sus cuñados, no esperaba que nadie de su familia fuese a coger un vuelo para ir a verle, pero su deber era avisar.
Un vuelo a las 5 de la madrugada, una maleta mal hecha, el miedo clavado en la garganta.
Sus manos temblaban ligeramente y tenía los labios cortados de tanto mordérselos mientras esperaba en la entrada del hospital que comprobasen quien era para dejarle entrar. Aquello era algo que aumentaba sus nervios también, el hecho de que pareciese que todo estaba bajo protección, ¿Por qué la iba a necesitar? ¿Dónde se había metido que le había llevado a todo esto? Con una acreditación que le permitía el paso a esa zona del hospital y guiado por un hombre, fue a parar a un pasillo lleno de habitaciones, una tras otra. Pararon justo enfrente de una puerta, la de la habitación 2020, cerrada. Llamó a la puerta con cuidado y una voz que reconocería perfectamente a kilómetros de distancia le respondió. —Adelante.—
Cuando la cabeza de Unai apareció a través de la puerta, Asier pareció recuperar años de vida a través de una sonrisa que minutos antes, parecía imposible que alguien fuese capaz de sacarle. —Unai...— Masculló, mientras hacía todos sus esfuerzos en sentarse en aquella cama, pero los brazos y todo el cuerpo en general, le fallaba. Estaba demasiado débil para cualquier cosa que no fuese reposo, así que ese intento quedó en un fallo. El policía se puso rápidamente en alerta y cruzó la habitación en dos zancadas antes de encontrarse justo a su lado en aquella cama de habitación. —No sabes el susto que me has dado.— Fue lo primero que expresó, antes de acercar sus labios a los suyos para dejar un beso que expresaba a la perfección la desesperación y el miedo por perderle que había tenido durante todo ese tiempo. Su mano agarraba la bata de hospital cómo si soltarle fuese a hacer que desapareciese y cuando se separaron, Asier lo vio en sus ojos también, el terror en la mirada que se paseaba por su rostro, su cuello, sus brazos... analizando los golpes que estaban en su piel al descubierto. Pareció estar a punto de decir algo, pero nada salió de sus labios, tan solo fue capaz de volver a mirarle a los ojos y de volver a besarle.
Fue Asier el que tuvo que romper el hielo cuando volvieron a separarse. —Te ves horrible, que lo sepas.— Dijo, haciendo referencia a la barba de Unai, que parecía no haberse cuidado en días. No era muy normal que Asier bromease, aquello era algo más de Unai en su relación, pero podía ver claramente que su marido no sería capaz de hacer ninguna broma, así que tuvo que tomar el relevo. El vasco pestañeó un par de veces y sin ser capaz ni de reír, llevó una mano a la mejilla de Asier y tomando una respiración, unió sus frentes y cerró los ojos. —Dijiste que te irías un par de días, no te llevaste ni maleta, tan solo una mochila con un par de cosas para cambiarte...— Recordó en un susurro, cómo “un par de días” se volvieron 5 sin saber nada de él y 5, 6 y luego una semana, luego dos... —Es que el plan era ir a un museo, ver la colección de rembrandt y luego volverme...— Ni si quiera había aceptado la invitación para el cumpleaños Komorebi, simplemente había aceptado la de ir al rijksmuseum y había acabado un la boca del lobo. —¿Entonces cómo has acabado así?— El dolor desgarrador de sus palabras era tan perfectamente audible que no necesitaba abrir los ojos, podía mantenerlos cerrados mientras sus frentes seguían juntas que seguiría sintiendo su desesperación. La tortura no había acabado, lo que antes eran inyecciones ahora eran palabras en la boca de su marido, impregnadas de dolor.
No dio respuesta, no sabía por dónde empezar, no estaba preparado para aquello y quizá eso lo notó Unai, porque tras unos segundos, volvió a hablar mientras recolocaba sus manos y llevaba una detrás de su nuca, dónde con sus dedos, comenzaba a acariciarle con cuidado. —Soy yo el que es policía, se supone que yo soy el que algún día tiene que salir herido y tu quien vienes a visitarme. En qué momento esto ha cambiado...— “Mucho antes de lo que tú crees” Pensó el sensate, mientras tomaba una bocanada de aire. —Se que hay algo que me estar ocultando y siempre he querido confiar en ti y no meterme en tus asuntos, pero... estás en un hospital, Asier, no puedo fingir que no pasa nada...—
Su familia no estaba allí. Su familia lleva sin estar para él durante años. Su familia nunca había estado del todo para él realmente, tan solo su hermano mayor se salvaba de aquello, porque hubo un tiempo que le acogió, pero al final del día, él tampoco estaba en ese hospital y no esperaba más que un mensaje de “espero que estés bien, pásate cuando quieras” en su whatsapp por su parte. Su familia realmente eran las personas que él había elegido: Unai, Amy, Reagan, Laia, Irune y Gorka, sin olvidar a Lily, a quien creía muerta y a Jaidev, Ethan, Ciara y Guðjon. Había perdido a su familia de sangre por contar quién era realmente y sabía qué podía pasar si le contaba a Unai quien era realmente, porque había vivido de cerca el rechazo, el miedo, el asco, de personas que se suponía que daba igual las circunstancias, siempre estarían para él. Así que contarle a Unai la verdad, implicaba arriesgarse a perderle para siempre, a que su compañero de vida le soltase la mano a mitad del camino y huyese. Cualquier persona que conociese a Asier sabría que lo que sentía por su pareja era puro, era real, era algo que a pesar de los años, de las dificultades, de las discusiones, no se había desgastado ni un poquito porque encajaban perfectamente, como piezas de un puzzle. Pero no todo son problemas económicos o desacuerdos sobre política o comportamientos que no llegan a cuadran en la personalidad del otro, ahora estaban hablando de algo completamente distinto, hablaban de un secreto, un secreto que había guardado incluso el día de su boda, cuando sus 8 compañeros estaban a su lado a través de una conexión en el momento que daba los votos matrimoniales.
En el momento en el que abrió los ojos y vio a simples centímetros los de su marido, suplicándole una explicación, supo que las siguientes horas serían críticas para su relación. Que todo podría romperse con tan solo contar algo de manera equivocada, o que quizá todo podría romperse si se negaba a explicar nada, porque sabía que aquella situación les estaba dejando en un ultimátum. Ya no había excusas, nada podía justificar aquellos golpes, no podía inventarse nada, tan solo podía ir con la verdad por delante.
—Por favor...— Suplicó.
Podía echarle las culpas a Whispers por haberle llevado hacia aquel ultimátum, pero realmente ya era la hora de la verdad. Quizá llevaba tiempo siendo la hora de la verdad. Porque estaba arrastrando a la persona que más quería en el mundo a un dolor agravado por la incertidumbre que no le correspondía sufrir.
—Quizás prefieras sentarte para oír todo esto.— Dijo finalmente Asier, preparándose para contarle todo aquello que ya no podía esconder. No estaba preparado, pero seguramente nunca lo estaría, tan solo le quedaba confiar en aquello que se prometieron y en que Unai no fallaría a esa promesa.
❝ Prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida. ❞
#( selfpara. )#( unai. )#todo está maaaaal con este selfpara#no me gusta para nada#pero tenía que hacerlo#porque tenía que ocurrir esto#y tenía que dejarlo escrito para dejar constancia#Aquí cerramos un capítulo de la historia de Asier y Unai#y en realidad me hace muy feliz poder desarrollar el siguiente#¿Consideramos a Unai ya un personaje del rp también?#¿Puedo hacerle cuenta?#ahno#adios#ESO SI#LO CUTRE QUE ME HA QUEDADO EL EDIT#LO SIENTO#NO ESTOY CON EL MOOD DE PHOTOSHOP#SORRY
6 notes
·
View notes