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Las  noches  en  vela,  la  falta  de  tiempo  para  el  trabajo  y  para  ellos  mismos  era  una  de  las  muchas  consecuencias  —si  se  le  podía  llamar  de  esa  forma—  de  tener  un  hijo.  Yong  Sanjun  nació  sano  y  fuerte,  cabello  negro  como  la  noche,  pero  un  par  de  rubies  en  sus  iris  que  asemejaban  a  los  de  su  padre  alfa,  dándole  la  razón  a  Hanbin  de  que  Sanjun  sería  una  copia  física  de  él.  El  emperador  agradecía  que  el  pequeño,  hasta  ahora,  demostraba  tener  una  personalidad  simpática  y  risueña  como  su  padre  omega,  gracias  a  ello  es  que  lo  habían  puesto  a  dormir  no  hace  mucho  y  estaba  seguro  dormiría  durante  la  gran  mayoría  de  la  noche.  -  —Es  bien  portado,  nos  dará  la  noche  para  nosotros…  —  -comenta,  abrazando  al  otro  por  la  espalda  y  hundiéndose  en  el  cuello  donde  una  marca  descansaba,  donde  la  esencia  del  otro  emanaba  de  manera  más  profunda.  -  —Eres  mío  por  ahora,  mi  rey  —  -Hanbin  no  había  recuperado  del  todo  su  figura,  pero  Junseong  lo  seguía  encontrando  abrumadoramente  sensual,  hermoso,  cada  curva  de  su  cuerpo  es  suave  y  gentil  gracias  al  proceso  de  tener  un  hijo.  Sus  ojos  color  rojizos  se  alzan  hasta  el  espejo  delante  de  ellos  para  ver  sus  reflejos,  las  grandes  manos  del  alfa  se  pasean  por  la  cadera  ligeramente  más  ensanchada,  por  la  cintura  que  seguía  siendo  estrecha  y  ascienden  solo  para  rozar  los  botones  en  su  pecho,  sonriéndose  de  forma  maquiavélica  sabiendo  que  estaba  sensible  al  tacto.  -  —Me  has  hechizado  en  cuerpo  y  alma  mi  amor,  ¿te  lo  he  dicho  hoy?

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Percibe  el  sutil  cambio  de  su  esencia,  quizá  porque  está  obsesionado  con  ella  desde  que  están  esperando  un  bebé,  o  simplemente  porque  le  encanta  prestar  atención  a  cualquier  cosa  que  se  trata  de  Minjun  y  su  comodidad,  pero  detecta  la  nostalgia  en  él.  Sus  ojos  más  brillantes,  confirman  que  estaba  en  un  estado  sensible,  no  dice  más,  lo  deja  hablar  a  él.  -  —De  nada  mi  amor,  es  un  trabajo  que  decidí  hacer  por  el  resto  de  mi  vida  y  estoy  feliz  de  hacerlo  —  -le  permite  hundirse  en  su  pecho,  rodeándolo  para  abrazarlo  contra  este  y  besar  la  coronilla  de  su  cabeza.  -  —Aigo,  ¿qué  tiene  de  malo  que  sea  adicto  a  los  dulces?  Demuestra  que  es  mi  cachorro  —  -pellizca  suavemente  el  costillar  del  otro,  riéndose  despacio  cuando  se  separan  lo  justo  para  observar  la  zona  donde  crecía  la  pequeña  criatura,  Seoja  tocando  con  la  palma  completa  la  pancita.  -  —¿Has  pensando  en  un  nombre?  Quiero  que  lleve  el  hanga  de  mar,  así  que  “Hae”  es  mi  primera  opción…   

De pequeño ha sido criticado por sentir más fuerte que los demás, alterarse en cosa de segundos cuando algo le disgustaba, negándose a comer cuando su plato tenía más vegetales de los que anhelaba y lo más común, ser comparado con el resto de jóvenes príncipes que ya demostraban rasgos de líderes, especialmente con los presentados como alfas, sus dos mejores amigos incluidos. Odiaba admitirlo pero buscaba, en el fondo, la aprobación de sus padres que jamás, ahora solo recuerda sus miradas de terror y rabia antes de morir. Es por eso y mucho más que cuando Seoja le habla con tanta ternura, afecto y sobre todo, con el apellido que ahora compartían, que siente cómo sus orbes comienzan a picar. “Gracias por amarme y recordarme quién soy, mi lobito, incluso cuando yo mismo tengo dificultades para verlo." Minjun se ríe suavemente, un sonido que se entremezcla con ambas esencias pero presta total atención a la del alfa, escondiendo el rostro sobre el pecho de este. “Eso no cambiará que debo cuidar mi alimentación o terminará adicto a los dulces como cierta criatura, pero dudo que mini Seoja esté de acuerdo con esto.” comenta, mirando de reojo su pancita.

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El jardín jamás había resplandecido tanto como ahora, donde la suave brisa del viendo balanceaba las enredaderas y plantas que hizo crecer exclusivamente ese día, todas con flores del mismo color que los iris del emperador. Los felinos como siempre le hacían compañía, aunque ahora preferían estar bajo la sombra y ver cómo el humano iba de acá para allá, acomodando sobre las hojas decoraciones que consiguió con ayuda de los sirvientes o los amigos más cercanos a Junseong, el mismo que aún no terminaba una reunión. Dicen que el tiempo sana las heridas y en este caso así fue: Hanbin logró tocar el del corazón y alma ajena después de meses de reencontrarse, de platicar sobre sus flores favoritas o enseñarle a cómo plantar una con sus propias manos y brindarlo los cuidados básicos, muchas veces terminando con tierra sobre sus ropas de seda o cara, las risas brotando de ambos pares de labios y que se unían en una lluvia de besos gentiles. El dolor y angustia, las noches separados y el dolor en el pecho cuando cruzaban las miradas sin querer ahora son cosa del pasado, uno que no podía ser borrado y lo sabía, su amor no podía cambiar los actos de Junseong ni traer de regreso las vidas que perdió, pero aprendió a recordarlas con cariño, atesorar su vida día a día, a crear nuevos recuerdos con la persona que ama y ahora comprende, que le dejó ser mayores miedos y que le han atormentado durante años.  ‘Había una vez, un niño con el mundo en la palma de sus manos, deslumbrante y fuerte como una estrella pero que quemó todo lo que tenía’ así comenzó el relato a su pequeña rosa, cuando su propio corazón comenzó a sanar y a sonreír genuinamente. ‘Arriesgó su vida en las batallas, buscando más y más poder. La emoción de lo alto fue una larga, cruel y dolorosa caída en desgracia… pero si escuchas de cerca, aún puedes oír al niño en el hombre’ un pequeño e inocente niño, que conoció el sufrimiento en lugar de amor y que poco a poco, comenzaba a nacer mediante la linda sonrisa que el dragón poseía, o cuando sus mejillas se coloreaban levemente ante un tímido besito en la mejilla y los iris parecía brillar aún más. La imagen de Junseong le hace tararear, colocando el pastel en el centro del jardín, en una mesa decorada con cinabrios y cuarzos rosados y una cajita sorpresa, en su interior se ocultaba una pulsera que hecha por él mismo, con dijes de las piedras que los caracterizaban y uno con forma de corazón, que en interior tenía ambos colores juntos. Unos pasos lo alertan, toman el presente y escondiéndole en su espalda, echando un último vistazo a la rosa que relucía contenta junto a las demás flores. “Feliz cumpleaños, mi amor. Me gustaría decir que te regalaría el mundo entero… pero tú lo eres para mí.” Las mejillas se sonrojan y la esencia a jazmín aparece, dando los últimos pasos hasta quedar frente al alto, alzando la mirada por la diferencia de estatura y que el alfa pudiese apreciar sus perlas rosadas llenas de vida otra vez, una que le gustaría compartir a su lado. “Así que por favor, acepta este presente.” Extiende el obsequio con timidez para luego ponerse de puntillas y dejar un beso sobre los suaves y preciosos labios del menor, quedándose cerca del rostro para volver a expresar las palabras que han ido creciendo en su frágil corazón. “Te amo aquí, ahora y lo seguiré haciendo hasta el último de mis días, mi dulce y gentil dragón.”

Su  cumpleaños  nunca  fue  una  fecha  importante,  su  padre  omega  desde  el  primer  momento  en  que  lloró  en  el  mundo  lo  repudió  como  si  fuese  culpable  de  todas  las  fechorías  de  su  padre  alfa  y  este  último,  no  creía  en  celebrar  esa  fecha  de  forma  familiar.  Todas  las  fiestas  que  tuvo  de  cumpleaños  fueron  acercamientos  políticos  con  otros  reinos,  todas  sus  fiestas  fueron  hechas  para  los  adultos  desde  que  tiene  memoria,  desde  que  recuerda  a  su  padre  lastimándolo  más  que  otros  días  luego  de  las  celebraciones  solo  para  que  nadie  pudiese  ver  los  moretones  y  las  heridas  en  su  carne  tierna  e  infantil.  Por  ende,  inclusive  cuando  tomó  control  absoluto  del  reino  y  aledaños,  no  esperaba  felicitaciones  de  ninguno  de  sus  dos  mejores  amigos,  tampoco  de  otros  príncipes  y  reyes  de  reinos  que  se  sentían  más  asustados  por  su  presencia  que  felices  de  que  siga  vivo,  por  ello  es  que  ahora  en  aquella  reunión  solo  hablan  sobre  guerra  y  avances  politos,  sobre  la  retención  de  los  golpes  civiles  y  todas  las  bajas  humanas  que  han  experimentado  en  todos  esos  meses.  Junseong  escucha  y  asiente,  dando  ordenes  y  obligando  a  los  demás  a  retirarse  de  su  vista  porque  tenía  una  cita,  con  la  única  persona  que  alguna  vez  ha  visto  todas  sus  caras  y  lo  ha  adorado  en  cada  una  de  ellas.

Las  botas  resuenan  sobre  el  mármol  de  los  pasillos,  llegando  al  jardín  del  Edén  donde  los  dos  habían  ya  compartido  muchísimas  horas  juntos,  riéndose  de  forma  suave  y  disfrutando  de  la  compañía  del  otro  una  vez  más.  La  angustia  de  los  intentos  de  suicidio,  de  su  propia  violencia  tomando  control  de  él  con  sus  otros  amantes  gracias  a  la  frustración  que  sentía  de  no  poderse  acercar  a  Hanbin,  el  dolor  supurante  y  latente  de  haber  perdido  a  su  primer  cachorro…  todo  eso  parecía  haber  quedado  atrás.  La  pantera  es  la  primera  en  acercarse  a  él,  ronroneando  y  pegando  su  gran  cabeza  contra  el  hombro  del  emperador,  Junseong  lo  acaricia  y  una  sonrisa  suave  se  dibuja  en  sus  labios  cuando  captura  con  sus  ojos  carmín  todo  el  escenario,  las  decoraciones,  el  pastel,  pero  sobre  todo  la  belleza  deslumbrante  del  príncipe  del  cuarzo.  -  —¿Qué  es  todo  esto?  —  -el  ébano  brota  de  él  naturalmente,  sus  manos  antes  de  caer  en  la  cintura  del  otro  van  hasta  el  obsequio  que  le  extiende  y  con  cuidado,  busca  deshacerse  de  las  ataduras  y  observar  la  joyería,  escuchando  la  felicitación  desde  los  labios  del  mayor.  Genuinamente,  debía  esperar  eso  de  Hanbin,  un  chico  que  tuvo  una  infancia  feliz  y  que  seguramente  sus  cumpleaños  eran  lo  más  importante  para  sus  padres.  Junseong  siente  una  opresión  en  el  pecho,  no  era  tristeza,  sino  otra  cosa  que  le  robaba  el  aliento  cuando  vuelve  a  alzar  los  rubies  hasta  los  orbes  rosados,  levantando  la  diestra  para  sostener  su  rostro  y  descender  para  dejar  un  beso.  -  —Tu  eres  el  único  regalo  que  siempre  había  deseado,  lo  que  más  había  querido  en  todo  el  mundo…  —  -no  carece  de  verdad,  porque  lo  raptó  a  él  justamente  por  esa  obsesión  que  sentía.  Pero  Hanbin  realmente  era  todo  lo  que  había  deseado,  amor  sincero,  un  poco  de  atención  genuina,  una  caricia  suave  y  un  beso  de  buenas  noches.  -  —Te  amo  Hanbin…  —  -toca  sus  frentes  juntas,  rozando  su  nariz  con  la  contraria  de  forma  suave,  como  los  lobos  compartían  sus  esencias  en  el  pasado.  -  —Gracias,  mi  rosa,  mi  tesoro  más  grande,  el  amor  de  mi  vida. 

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El  hombre  frente  a  él  se  retuerce,  los  gritos  de  dolor  son  camuflados  gracias  a  la  cuerda  que  rodea  su  boca  y  le  impedía  morderse  la  lengua  en  cada  momento  donde  Youngdae  infringía  dolor  en  su  persona.  Debe  sentirse  como  una  quemadura,  imagina,  el  choque  de  la  electricidad  en  su  piel  que  se  distribuye  sin  encontrar  tierra  en  aquella  sala  de  torturar  diseñada  exactamente  para  tres  elementos  diferentes.  Observa  el  cuerpo,  como  se  convulsiona  como  si  estuviese  detenido  en  un  momento  en  el  espacio.  -  —Basta  —  -ordena,  exigiendo  a  su  General  que  parase.  Escucha  el  sonido  del  llanto,  seguramente  pidiendo  piedad  entre  cada  sollozo  que  lo  hacía  lucir  patético.  La  guerra  parecía  ser  juego  de  niños,  pero  todos  esos  generales  y  reyes  nunca  conocieron  el  dolor  verdadero  que  forjaba  la  personalidad  fuerte  y  dura,  al  menos  no  un  dolor  como  el  suyo.  Youngdae  lo  experimentó  de  su  mano,  la  perdida  y  la  humillación  pública,  moldeándolo  en  un  hombre  sanguinario  como  él.  Su  mano  enguantada  se  enreda  en  los  cabellos  del  general  que  estaba  inclinado  sobre  su  presa,  acariciando  el  cuero  cabelludo  como  si  fuese  un  can  a  quien  hay  que  domesticar.  -  —¿Lo  recuerdas,  Youngdae?  Fue  uno  de  los  muchos  que  se  aprovecharon  de  que  estabas  caído  para  patearte,  queriéndose  robar  tus  colonias.  ¿Deberíamos  divertirnos  con  el  general  hasta  que  nos  diga  donde  está  su  rey? 

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Aun  podía  sentir  la  adrenalina  y  el  calor  de  la  batalla,  aunque  seguramente  se  tratase  del  sudor  y  la  sangre  de  sus  enemigas.  Kimah  no  atacaba  para  matar  cuando  se  trataba  de  peleas  entre  Amazonas,  pero  si  atacaba  para  hacer  ver  que  podría  matar.  Entre  sus  dedos  lleva  una  copa  de  vino,  mientras  subía  los  escalones  hasta  el  podio  principal  y  el  trono  de  la  reina  de  oro.  -  —Si  no  quitas  tu  trasero  de  mi  pedestal,  el  siguiente  serás  tu  —  -comenta,  con  una  sonrisa  adornando  rápidamente  sus  labios  y  sin  darle  mucho  tiempo  al  príncipe  de  la  aventurina  de  quitarse  del  lugar,  Kimah  se  sienta  sobre  sus  piernas  y  besa  su  boca.  -  —Me  preguntaba  cuando  tu  monarca  te  iba  a  dejar  venir  a  verme,  mi  príncipe  oscuro. 

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Junseong  no  es  una  persona  sociable,  era  algo  que  sabía  perfectamente  bien  todo  el  mundo,  de  hecho,  ahora  entre  menos  vieran  su  cara,  las  personas  mejor  se  sentían  puesto  que  su  rostro  era  el  rostro  de  un  genocida  solo  por  poder.  Por  ende,  un  recibimiento  tan  cálido  y  tan  desinteresado  como  el  que  Solji  le  da,  es  un  parche  frío  sobre  una  herida  caliente.  La  confianza  que  la  muchacha  le  demuestra  es  algo  que  seguramente  no  le  permitiría  a  nadie  que  no  fuese  ella,  devolviéndole  un  poco  el  afecto  con  un  abrazo  sutil  desde  la  cintura.  -  —He  estado  ocupado  —  -no  mentía  para  salvarse  de  la  ira  femenina,  porque  lo  que  estaba  haciendo  ahora  le  consumía  día  y  noche,  entre  campos  de  batalla  y  lamerse  las  heridas  en  la  oscuridad.  El  chico  le  dedica  una  pequeña  sonrisa  ante  su  berrinche,  negando.  -  —No  le  debes  nada  a  esas  dos  naciones  y  sus  ejércitos,  por  eso  es  que  estoy  aquí  —  -la  sigue  porque  le  obliga  a  hacerlo  con  sus  manos  juntas,  sentándose  en  la  silla  que  asume  es  suya  y  aguarda  hasta  que  la  servidumbre  sirva  las  tazas  de  té  para  dar  un  trago  al  liquido  caliente.  -  —Tu  padre  ha  firmado  el  tratado  de  aliados,  así  que  me  prestará  a  tu  ejercito  para  avanzar  en  la  conquista.  Fue  sencillo  convencerlo,  parecía  algo  asustado  —  -comenta,  alzando  los  ocelos  rojos  hasta  la  muchacha,  esperando  ver  sus  reacciones  ante  lo  que  exponía. 

La radiante sonrisa de la princesa se hace más grande apenas observa quien pasaba por las puertas que daban al jardín, donde las flores de tres colores eran perfectamente cuidadas por ella y las personas de la jardinería. No duda en alcanzarlo, abrazándolo por el cuello de inmediato y dejando un beso sobre su mejilla. ❝ No sabía cuándo vendrías a verme, mi rey ❞ Expresa, notablemente emocionada de ver al instigador de la Guerra de los Cuarzos. Sabía que tenía a la Guardia Diamante de su lado (por ende, a Minjun) y también conquistó al Ejercito de las Sombras, era cuestión de tiempo que viniese a buscar el apoyo de Tricoismo. ❝ Estaba comenzando a ofenderme el hecho de que no vinieras a pedirnos ayuda, ¿Qué tenía el Zafiro y la Aventurina Negra que no tuviese yo? ❞ Le tomas las manos, jalándolo al quiosco central donde una mesa y unas tazas de té aguardan. Las enredaderas y las flores hacían lucir todo más lindo, al igual que su mejor vestido formaba su cuerpo y el collar de cinabrio le daba el toque. Estaba lista para ser su reina. / @mikrokosmcs

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chang kimah  -  humana  -  23 años  -  17 de agosto del 2000  -  leo  -  reina del reino del oro  -  fc:  kim chaewon

tw: violencia, asesinato, golpes de Estado.

Su nombre deriva de “Chang” que significa luz del sol, y “Kim” que significa oro.

El Reino del Oro es uno de los reinos más prósperos en el Kingdom Quartz, siendo uno de los más ricos en cuando a moneda se refiere, también de los reinos más admirados por sus jerarquías y maneras de gobernar. Tienen grandes depósitos del metal precioso, llevándolo siempre en sus cuerpos como joyería, también en sus ropas como hilos de oro u ornamentos que engrandezcan sus cualidades como uno de los reinos más grandes, aunque no en tamaño, pero si en popularidad y deseos de ser conquistados.

Proviene de un matriarcado, que como las abejas, las reinas son quienes tienen las ultimas decisiones al igual que el hombre en su hogar tiene un papel mínimo o diminuto. Nació de una relación entre una mujer alfa y una mujer omega, teniendo un hermano mayor y dos hermanas menores.

Kimah aunque fuese una princesa y la futura reina, admiraba a la fuerza guerrera del Reino del Oro, las Amazonas. Por ende, y a pesar de que sus madres no querían que se involucrara en una actividad tan peligrosa, le permitieron el entrenarse como una. La Amazonas eran gladiadoras que se batían en fuertes duelos en coliseos enormes llenos de toda la gente del reino del Oro, comúnmente eran duelos amistosos, pero había ocasiones donde la ultima que quedase en pie era la ganadora absoluta.

Ella y su hermano mayor eran inseparables, él era quien estaba más que dispuesto a convertirse en su grillo en el hombro, aconsejándola siempre para que pudiese hacer bien sus deberes como futura reina y monarca, pero también alentándola a siempre seguir sus sueños para convertirse en la Amazona más poderosa.

Kimah sufrió un golpe de Estado por parte de su hermano mayor, el cual se negaba a aceptar que la corona se le fuese arrebatada inclusive cuando era más grande que su hermana, siendo todos esos años un circo que él organizó con la finalidad de matarla a ella en el momento menos esperado. En ese atentado interno, fue donde sus dos madres murieron en manos del rufián egoísta y deseoso de poder, Kimah solo tenía quince años.

Despertó como una alfa durante la guerra interna del Reino del Oro, logrando luego de varios años hacerse con la cabeza de quien una vez fue su consejero y el hombre que más amo. Fue coronada como reina, tomando posesión de todo lo que sus madres dejaron para ella, negándose a contraer nupcias con quien sea hasta que decida quien es la persona correcta.

Gobierna solemne en un trono de oro y diamantes, rodeada de un bosque de colores oro, plata y bronce, teniendo a sus dos reinos hermanos rodeándola completamente, siendo su reino el centro de los tres. El Reino de la Plata se extiende a su derecha, enorme y basto siendo el metal más basto del mundo, el Reino del Bronce se extiende a su izquierda, siendo un reino conjugado por pequeños reinos y teniendo una de las poblaciones más ricas en razas.

Gobierna sobre el reino de la Pirita, el Latón dorado y el Bronce dorado.

No mucho tiempo puesto de su coronación, explotó la guerra de los cuarzos, la cual no podía quitarle menos el sueño al saber que si el Dragón del Cinabrio se atrevía a siquiera acercarse a sus colonias o sus reinos hermanos, ella misma tomaría su cabeza entre sus garras. Se mantuvo como neutral en el conflicto, dejando que el Rey del Cinabrio hiciera lo que quisiera con los demás, siempre y cuando no entrase en su espacio seguro.

Rechazó la oferta de matrimonio entre el Emperador del Cinabrio, Junseong, inclusive si ambos eran alfas, Kimah sabía que ninguno de los dos podría encontrar felicidad uno con el otro y mucho menos, encontrar maneras de liderear y gobernar que fuesen compatibles.

Tiene una gran relación con Minjun, el príncipe del zafiro, juntándose siempre a hablar mal de Junseong y poder reírse de sus derrotas porque consideran que se las merece por ser tan cabezón.

Ha dormido con Youngdae, el príncipe de la aventurina negra, es de los pocos hombres que encuentra atractivo como para hacerlo.

Tiene una personalidad enérgica y algo infantil, parece más tonta de lo que es realmente pero solo porque es como quiere ser vista. Es creativa, extrovertida, ambiciosa, valiente, independiente y segura de si misma. No por nada tanto el oro como los leones, son los reyes de sus respectivos reinos, se comporta como si fuese la persona más valiosa en una sala. De fuerte temperamento si se le tocan los nervios, vanidosa y engreída, no dudará en responder con sarcasmo o de la forma más hiriente posible.

Kimah es experta en cualquier tipo de arma, pero su favorita es el arco. Se le atribuyen habilidades “curativas” ya que todo lo que toca, puede ser convertido en oro, por ende, puede sanar heridas con facilidad y componer un hueso quebrado. Pero como tiene esa habilidad, también tiene la de llevar enfermedad con el solo movimiento de su arco, al igual que levantar las plagas más devastadoras contra sus enemigos.

La música y el arte, a pesar de ser una persona inclinada a la guerra, son de sus cosas favoritas. Puede disfrutar de grandes espectáculos, creando fiestas cada fin de semana o en ocasiones que ni siquiera requieren una celebración. Es sociable, seguramente invitará a todos los reinos que conoce a sus festividades, como tampoco teme a la invasión, duerme tranquilamente.

Es más violenta que inteligente, prefiere atacar y luego preguntar razones.

Tiene un león dorado como mascota, llamado Apollo.

Es una alfa, su esencia es la de rosas y romero.

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seok  dambi   -   humana   -   22   años   -   8  de  octubre  del  2001   -   libra   -   shaman  y  vidente  (princesa  exiliada  del  reino  del  rubí)   -   fc:   huh  yunjin

Seok significa “roca” y “mineral”, mientras que su nombre se compone de Dam que significa “para expresar” y “Bi” que significa “grande, glorioso”. Su nombre literalmente significa “poder para expresar la gloria”

Creció en el Reino de la Plata, siendo criada por tres ninfas encargadas cada una de cuidar y preservar el Bosque mágico tricolor, que tiene poderes curativos, de dar vida y de destruirla. Son guardianas de la trifuerza de metal, el Oro, Plata y Bronce.

Tiene capacidad de comunicación con las criaturas sobrenaturales, especialmente los Dragones.

Tiene un dragón con la capacidad de hacerse pequeño o grande dependiendo de sus necesidades, Ryu fue quien consiguió salvar a la princesa del rubí cuando fueron invadidos por el Reino del Cinabrio. La llevó en su lastimada espalda, hasta que sus alas perdieron fuerza y cayó en el bosque del bronce. Fueron encontrados, limpiados y sanados por las ninfas protectoras.

Dambi no recuerda mucho de aquella noche, siendo un recuerdo bloqueado por su inconsciente e intenta no pensarse como una princesa. Solo tiene un collar de rubí, un regalo de sus padres antes de morir.

Su reino fue invadido en su cumpleaños número cinco.

Tiene habilidades como shaman, cuidando espiritualmente a la Reina del Oro y las princesas de Plata y Bronce. Suele “sacar” sus preocupaciones de sus cabezas, como pequeños hilos de colores que ahoga en una fuente donde deja que estos se pierdan, también les ayuda a conservarse cuerdas y funcionales a pesar de todas las responsabilidades que tienen. Es consejera y toma decisiones en pos de los tres reinos, no le gusta la guerra, pero no dudará en ir a esta si es por ellas.

Dambi tiene visiones premonitoras, puede ver el futuro, pero no es tan nítido como para conseguir interferir puesto que solo entiende la visión hasta que está sucediendo en tiempo real. También puede “absorber” las memorias de ciertos objetos, viviéndolas en primera persona dependiendo de a quién perteneció el objeto. Es más un problema para ella, que una bendición.

Es conocida por ser irreverente y no seguir las reglas, impulsiva y una persona algo coqueta y entrometida. No obstante, también se le conoce por su corazón de oro y como suele querer siempre tomar la mejor decisión, equilibrada, para todos los involucrados. No juzga sin conocer, prefiere indagar internamente que solo irse por la portada

No es una ninfa como sus cuidadoras, sino más como una bruja que crea pócimas, tiene grimorios y puede utilizar magia negra como blanca.

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Estaba  en  su  sangre  la  aventura,  Yeongji  creía  que  no  podría  ser  un  rey  como  tal  si  alguna  vez  se  le  pedía  quedarse  presente  en  el  reino  o  bien,  se  casaba  con  un  omega  que  fuese  un  príncipe  también.  No  aspiraba  a  esas  cosas,  por  ello  atribuye  la  sensación  de  incomodidad  en  su  estomago  cuando  piensa  en  un  omega  sin  rostro,  siendo  su  esposa  o  esposo.  -  —Fue  una  misión  de  reconocimiento  también,  pude  ver  a  la  cara  a  nuestra  gente,  conocer  sus  inquietudes,  hablar  con  ellos  sobre  como  mejorar  las  cosas.  Debería  venir  un  día  Sanjun,  conocer  a  la  gente  que  vas  a  gobernar  te  ayudará  a  no  cometer  errores  —  -había  gente  inconforme  con  un  emperador,  con  alguien  sumamente  poderoso  y  sanguinaria  como  fue  Junseong  y  claro,  su  propio  padre.  Yeongji  quería  cambiar  esa  visión  que  tenía  el  pueblo,  hacerles  ver  que  eran  diferentes.  -  —Me  alegro  de  que  te  haya  gustado,  ponlo  en  tu  habitación  donde  golpea  el  sol  todas  las  mañanas  y  verás  como  florecerá  —  -recibe  su  beso  y  es  el  mejor  regalo  que  podría  darle,  su  esencia  golpea  su  nariz  y  tiene  que  soltar  un  pequeño  gruñido  en  forma  de  suspiro,  apoyando  la  mejilla  sobre  el  hombro  del  otro  y  observar  la  planta.  -  —¿Qué  clase  de  nombre  aburrido  es  Mini  Yeongji?  —  -  no  puede  evitar  reírse,  mordiendo  el  hombro  del  omega  suavemente  para  alejarse  muy  ligeramente,  acariciando  cuidadosamente  las  espinas  con  una  de  sus  manos.  -  —¿Qué  tal  JiSan?  Es  la  combinación  de  nuestros  nombres.

Está acostumbrado a ser rodeado por el aroma de quien posee el título de ‘mejor amigo’ y la suya a tulipán rojo aparece con timidez cuando ambos cuerpos se rozan levemente. Yeongji era distinto a él, un príncipe extrovertido que lograba hacer amigos a donde sea y con nuevas historias que contar en cada reencuentro, por otro lado Sanjun solo podía presentarle la nueva flora que ha cuidado con esmero o alguna anécdota divertida junto a su Jimin, así que no es sorpresa que sus orbes rojos brillen ante las palabras. “Oí a mi padre hablar sobre eso, una parte de mi sospechaba que te uniste a la misión.” Lo raro es que Myeongji no le acompañase sabiendo que son inseparables. La atención ahora se posa sobre el presente mencionado, sujetando la caja con cuidado de no dejarla caer, apreciando la hermosa planta  y las espinas que quiere tocar. “Papá me ha hablado de cactus.” Pero jamás ha crecido uno, prefiriendo un jardín más colorido y donde los felinos no puedan lastimarse por sentir curiosidad. “Es adorable, muchas gracias Yeongji.” Sonríe de oreja a oreja y pronto el rostro se colorea cuando las miradas se cruzan y se apresura para dejar un tímido beso sobre la mejilla ajena. No tiene ahora un regalo para él, pero se asegurará de conseguir algo para la próxima reunión. “Puedo ayudarlo a crecer con mi poder, me gustaría tenerlo en mi habitación o llevarlo por el castillo, también debo colocarle un nombre… ¿Tienes una sugerencia? O le pondré Mini Yeongji.”

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Sabe  que  está  siendo  completa  y  absolutamente  manipulado  por  Hanbin,  porque  entiende  que  tanto  él  como  el  bebé  desearán  sentirse  cuidados  por  su  padre  alfa  una  vez  la  criatura  esté  entre  sus  brazos.  Debe  estar  cerca,  debe  llenarlos  de  su  esencia  y  mantener  a  cualquier  intruso  lejos  de  ellos.  -  —Papá  es  listo,  prometo  que  haré  tiempo  para  que  estén  conmigo.  Puedo  traer  trabajo  a  la  habitación,  o  pueden  ir  conmigo  a  la  oficina…  cualquier  viaje  de  negocios,  vendrán  —  -ya  estaba  pensando  cómo  resolver  los  problemas  de  Hanbin,  mientras  seguía  sintiendo  los  suaves  movimientos  de  Sanjun  dentro  del  vientre,  su  boca  regalando  pequeños  besos  a  la  zona  y  no  puede  sentir  más  amor  en  ese  momento,  en  ese  preciso  instante  donde  todo  lo  que  adora  estaba  en  el  mismo  lugar.  -  —Tu  papá  omega  siempre  tendrá  la  razón,  mi  pequeño  príncipe.  Es  la  primera  regla  en  esta  casa  —  -su  risa  es  algo  poco  normal,  pero  en  ese  momento  no  puede  evitar  que  el  vibrar  de  la  misma  llegue  hasta  el  pequeño,  quien  se  mueve  encantado  no  solo  por  su  voz,  sino  por  la  flor  que  es  colocada  cerca,  Junseong  sintiendo  la  otra  sobre  su  oreja.  -  —Estas  más  caprichoso  que  de  costumbre,  mi  amor.  Me  encantas,  me  fascinas. 

“Pues tendrás que planear algo, porque estoy seguro que una vez nazca querrá seguirte a todos lados, no querrás que el bebé llore porque su padre alfa está ocupado con tanto papeleo, ¿Verdad?.” Arruga ligeramente la nariz al sentir los dientes del menor sobre su piel pero no le duele, solo vuelve a reír y acariciar los cabellos del alfa que tanto ama. Sabe que no pueden tenerlo para ellos y es algo que le recuerda a diario al pequeño, habían momentos donde sus palabras eran comprendidas y otras donde Sanjun se quedaba quietecito hasta que volvía a escuchar la voz del más alto. Era un curioso y lindo detalle que el vínculo entre ambos dragones fuese irrompible desde ya. “Es agradable verlos con mejor humor, espero que de mayor obedezcas a papá, mi tulipán.” La diestra se mueve de manera elegante por el aire en círculos y alrededor de ellos crecen margaritas, Hanbin arranca con cuidado dos en específico, eran de color rojo. “Ya tengo poder sobre ti, mi amor, solo falta que el dragoncito aprenda que mamá siempre tiene la razón.” Deja una sobre su pancita, cerca del ombligo y la otra va parar entre las hebras de su esposo. “O de lo contrario se quedarán sin flores por una temporada, ¿Me oyeron?”

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El  rompecabezas  delante  de  él  parecía  algo  olvidado  conforme  esperaba  a  que  Sayuri  volviera  de  la  cocina,  a  pesar  de  contar  con  sirvientes,  su  madre  no  dejaba  de  ser  una  persona  dedicada  en  atenderlo  directamente  cuando  estaba  en  casa.  Su  voz  suave  y  la  forma  en  que  parece  un  poco  preocupada,  es  lo  que  le  hace  levantar  la  vista  y  regalarle  una  suave  sonrisa.  -  —No  es  nada  malo,  ma  —  -asegura,  tomando  su  taza  de  infusión  y  dando  un  sorbito.  -  —O  al  menos  no  pienso  que  sea  demasiado…  terrible  —  -imagina  que  nadie  quiere  verse  envuelto  con  el  hijo  omega  de  Junseong,  un  sujeto  que  imponía  y  daba  miedo  inclusive  si  lo  ha  conocido  desde  toda  la  vida.  Sabía  su  historia,  sabía  lo  herida  que  estaba  aun  la  gente  anciana  de  la  Aventurina  Negra,  reino  que  estaban  trabajando  por  reconstruir,  acerca  de  que  el  Cinabrio  los  haya  destrozado  de  la  manera  en  que  lo  hizo.  -  —¿Cómo  supiste  que  querías  casarte  con  papá?

"¿Sucede algo, cariño?" pregunta con una voz preocupada, sirviendo una infusión de hierbas endulzadas con miel para acompañar las galletas de chocolate que horneó hace unas horas y que ahora lucían sobre la mesa y bajo las luces de la sala del estar. La sensación que algo rondaba en la cabeza de su hijo mayor durante los últimos días era inquietante pero este no dejaba de recorrer el reino o los alrededores junto a su padre o gemelo, así que no desaprovechó la oportunidad cuando están a solas. "Sabes que puedes confiar en mi."

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-  —Honestamente,  el  verdadero  aliado  es  el  tío  Minjun.  Si  tengo  al  mar  y  al  tío  conmigo,  quién  contra  mi  —  -ha  visto  como  se  ha  puesto  ojo  con  ojo  con  el  Emperador  de  la  lava.

"Tienes el apoyo del reino entero y del tío Minjun, estarás bien"

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Junseon  carecía  de  amistades,  eso  era  un  hecho  desde  que  comenzó  con  aquella  invasión  para  tomar  reinos  que  conocieron  la  paz  por  mucho  tiempo.  No  le  importaba  si  tenían  pecados  que  saldar  o  no,  no  era  Dios  para  juzgarlo  en  base  a  sus  fechorías  o  situaciones  morales,  pero  si  se  estaba  convirtiendo  en  un  emperador  en  tierra,  alguien  que  demostraba  que  su  poder  e  intelecto  fueron  un  regalo  divino  para  conquistar.  Por  ende,  cuidaba  las  pocas  amistades  que  le  quedaban,  entre  ellos  y  curiosamente,  estaba  Minjun.  Hablaron  por  horas  frente  a  una  taza  de  té,  dejando  que  las  palabras  y  ciertas  emociones  emanaran,  Junseong  hablando  sobre  la  experiencia  de  sentirse  cómodo  con  una  persona  románticamente  después  de  mucho  tiempo.  Pero  al  parecer  la  felicidad  nunca  era  una  constante  para  las  personas  como  ellos,  porque  desde  que  escuchó  que  el  Rey  del  Zafiro  quería  ver  al  príncipe,  supo  que  se  venían  malas  noticias. 

Los  minutos  pasaban,  podía  verlo  en  el  gran  reloj  en  la  pared,  por  ello  es  que  toma  sus  guantes  de  cuero  y  los  coloca  sobre  sus  manos,  abandonando  la  sala  de  estar  solo  para  escuchar  el  huracán  que  parecía  formarse  en  aquel  mar  que  los  rodeaba.  Sus  pasos  saben  a  donde  dirigirlo,  inclusive  si  era  inapropiado  par  aun  alfa  estar  en  la  habitación  de  un  omega,  nadie  podría  detenerlo  ni  llamar  su  atención,  el  rey  del  zafiro  demasiado  cobarde  como  para  ello.  Sus  tropas  oscuras  se  topan  con  las  más  claras  del  Jade,  el  emperador  del  cinabrio  extiende  su  esencia  como  un  mar  de  vino  que  ahogase  a  cualquiera,  incluido  el  alfa  frente  a  él,  sometiéndolo  a  su  presencia  superior.  -  —Es  inapropiado  que  lo  persigas  hasta  el  ala  de  sus  aposentos,  príncipe  del  Jade.  Vete,  no  tienes  nada  que  hacer  aquí  —  -sabe  que  el  otro  alberga  odio  y  humillación  en  un  nudo  en  la  garganta,  pero  Junseong  era  un  objeto  inamovible,  como  una  roca,  y  no  se  precipita  hasta  que  el  otro  desaparece  completamente  de  su  espacio  y  su  vista.  Aguarda  hasta  que  su  esencia  vuelve  a  la  normalidad,  no  queriendo  enfadar  más  a  Minjun  cuando  ingresa  en  su  habitación,  en  su  área  personal,  donde  más  percibía  el  dulce  aroma  a  miel  y  canela.  -  —Me  dejaste,  así  que  tuve  que  venir  a  ver  que  sucedía.  Tu  pretendiente  estaba  afuera…  —  -la  única  razón  por  la  cual  el  otro  estaría  ahí,  tan  cerca,  tan  libre  paseándose  por  el  palacio  del  zafiro,  solo  podía  significar  una  cosa.  Lo  habían  comprometido. 

Tener de visita al dragón del Cinabrio podía significar dos cosas: la primera es que requería nuevamente a su ejército para añadir otro reino a su colección y la segunda que tenían algún tema importante que platicar, pero sea cual sea la razón siempre terminaban discutiendo de manera amistosa. En este caso Junseong estaba poniéndole al tanto de las últimas novedades con el príncipe del Cuarzo Rosado, sin hacer mucho énfasis en los detalles y Minjun tenía esa sonrisa de maldad en su rostro, recordando detalles para molestarlo cuando pueda encontrarse con el joven de ojos rosados y comentar lo enamorado que se encuentra su querida lagartija de él. No obstante lo que parecía ser un momento agradable entre ambos fue irrumpido por un guardia, comunicándole que su padre tenía una importante noticia para él y como siempre, se encamina de mala gana e intentando controlar su impulso de no romper el juego de té que acompañaba a los amigos, indicándole al emperador que volverá pronto, pues nunca presta demasiada atención a lo que quiere su padre. Debió sospechar cuando, al llegar a la sala del trono, se encontraba una de las personas más desagradables que ha conocido con una sonrisa de oreja a oreja y que comenta estar feliz de verlo. El zafiro rueda los ojos con los brazos cruzados, molesto al ser interrumpido y antes que pueda preguntar, el Rey comunica la alegre e importante noticia que ha sido oficialmente comprometido al príncipe del Jade y por el bien de ambos reinos, deben fortalecer su relación con citas recurrentes. Por supuesto que a Minjun no le agrada la noticia, sintiendo la cara enrojecer de la rabia al ser una pieza en el tablero de su padre, sus orbes se tornan azules y el agua en los floreros abandona los recipientes, yendo directamente a quien anhelaba desposarlo en un futuro. Grita con todas sus fuerzas que ni muerto se casará con un estúpido que cree que por un alfa puede someterlo, huyendo a su habitación antes de recibir una reprimenda por sus padres.

Ahora en las cuatro paredes decoradas de azul y pinturas de olas y estrellas es que mira a través de la ventana, las tropas del Jade retirándose del reino y a lo lejos, el mar alterado, seguramente siente el dolor de su joven príncipe y anhela llegar hasta él para reconfortarlo. Escucha unos golpes en la puerta que prefiere ignorar, no tiene energías para otra charla y la forma que tiembla demuestra que tampoco sería capaz de mantener su poder bajo control. El sonido cesa pero en cosa de segundos escucha unos pasos hacía él, obligándolo a voltear y reencontrarse con su amigo, a quién había olvidado en medio del caos. “¿Qué quieres, Junseong?” se expresa con una pizca de agresividad aunque no esté molesto con él, son sus emociones hablando más de la cuenta, las mismas que deseaba controlar hasta poder reencontrarse con Seoja y buscar cobijo en los brazos de quien ama y quien lo entiende.

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Ryu  lucía  gracioso,  como  un  gato  panzón  y  obeso  recargado  en  las  piernas  de  la  princesa  de  la  plata,  siendo  mimado  como  un  completo  y  absoluto  animal  domesticado.  -  —Suena  difícil,  tener  que  leer  tantas  cartas  tontas  en  poco  tiempo  —  -no  entiende  de  donde  viene  el  deseo  de  casar  a  la  muchacha,  cuando  una  guerra  estaba  llevándose  a  cabo  en  los  reinos  de  piedras  preciosas.  El  metal  por  ahora  estaba  tranquilo,  pero  Dambi  no  tenía  ni  idea  de  cuanto  tiempo  sería  así.  -  —No  te  prometo  nada,  la  señora  Kimah  podría  hacerte  un  favor  —  -se  ríe  suavemente,  dándole  un  golpecito  con  el  hombro  a  la  pelinegra.  -  —Anímate,  quien  sabe,  tal  vez  el  amor  de  tu  vida  está  oculto  entre  esos  sonetos  ridículos  y  esa  poesía  barata.   

"No sé cuántas cartas he rechazado en la semana..." dice, las manos recorriendo la panza del dragón que se hizo pequeño para que pudiese acurrucarlo, sentada al lado de su compañera favorita y la persona en quien confía todos sus miedos y secretos. Según sus padres, Miyu ya se encuentra en edad de contraer matrimonio y no por búsqueda de alianzas, pues los tres reinos hermanos se mantienen bajo la protección del Oro, sino por expandir el linaje y dar un heredero en medio de la guerra. "Por favor evita comentarle esto a Kimah, no quiero que atraviese algún príncipe o princesa con sus flechas."

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Sabe  que  ha  creado  un  monstruo  cuando  el  otro  no  parece  demostrar  ni  remordimiento  ni  culpas  sobre  lo  que  estaba  haciendo,  aunque  justas  razones  tenían,  no  dejaba  de  ser  una  característica  de  insanidad  el  disfrutar  del  dolor  ajeno.  Sonríe  cuando  vuelve  a  escuchar  el  dolor  de  su  presa  al  sentir  un  dedo  en  la  mejilla  y  la  electricidad  quemando,  Junseong  aprieta  la  diestra  para  que  las  cadenas  en  los  tobillos  del  general  se  aprieten  y  puede  escuchar  los  huesos  crujir  bajo  su  fuerza,  los  alaridos  del  más  puro  de  los  dolores  volviendo  a  salir  del  sujeto.  -  —Me  encantaría  someterlo  a  tortura  publica,  pero  no  creo  que  sobreviva  demasiado  luego  de  ti…  —  -observa  con  ese  par  de  rubies  como  el  otro  limpia  la  sangre  de  su  cara,  solo  para  lamerla  como  un  perro  saboreando  la  carne.  La  diestra  del  emperador  se  eleva,  sosteniendo  del  mentón  a  Youngdae  para  atraerlo  a  él  y  dejar  que  su  propia  lengua  limpie  la  comisura  de  sus  labios,  ambos  sintiendo  el  hierro  del  liquido  vital  en  sus  papilas  gustativas.  -  —Juguemos  con  él,  si  pierde  miembros  irán  a  su  familia,  quien  lo  mate,  perderá  el  juego  entre  tu  y  yo  —  -el  pulgar  enguantado  se  pasea  por  el  fino  labio  inferior  del  otro,  soltándolo  para  comenzar  a  rodear  a  su  presa  indefensa.  -  —Quien  gane,  puede  pedirle  lo  que  sea  al  perdedor. 

Youngdae encuentra fascinante como el corazón podía revivir utilizando choques eléctricos, pero también como podría detenerse completamente si es que eran demasiados. Suponía que en el exceso venían las consecuencias, y él, había dejado de recibirlas desde que su alianza con Junseong se volvió tan fuerte que eran temidos por donde sea que pasaran y se salían con la suya. A veces se encontraban con sujetos como estos, Generales de guerra que no conocían el dolor ni la perdida, no como él; que merecían cada una de las torturas. Detiene su poder cuando el otro lo exige, separándose ligeramente de la silla de madera donde estaba su rehén y siente unos dedos manchados de sangre sobre sus hebras oscuras, como si fuese un perro fiel, un can que merecía el tacto gentil del genocida. ❝ ¿Y cómo quieres divertirte, Junseong? ¿Debemos quemarlo poco a poco? ❞ Su índice toca su mejilla, mandando un choque eléctrico gracias a la salinidad de sus lágrimas, riéndose despacio. ❝ ¿Cortarle un par de dedos para entregárselos a sus familiares? ❞ Se incorpora a su altura completa, observando al hombre a su costado y limpia una mancha de sangre de su mejilla, llevándose los dedos enguantados hasta la boca y sentir el hierro. ❝ Que quieres, Majestad. ❞

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No  puede  evitar  reírse  cuando  lo  escucha  despotricar  sobre  su  físico,  sobre  como  lucía  ahora  que  estaba  esperando  un  bebé.  Seoja  cree  que  luce  muchísimo  más  hermoso,  pero  seguramente  eran  sus  propias  hormonas  hablando  sobre  el  omega  que  portaba  una  marca  en  el  cuello  echa  por  sus  dientes  y  el  cachorro  producto  de  su  amor.  -  —Aunque  te  vuelvas  viejo,  o  se  te  acabe  la  juventud  en  el  rostro  y  cada  línea  de  tu  cara  se  vuelve  arrugada  —  -alza  la  diestra  para  acaricia  la  piel  perfecta  de  su  cara,  luego  un  mechón  de  cabello  que  caía  cerca  de  sus  ojos.  -  —Siempre  voy  a  amarte,  mi  rey,  su  majestad  —  -toma  sus  dos  manos,  llevándolas  hasta  la  boca  para  besar  los  nudillos  con  devoción  y  cariño.  -  —Mi  zafiro,  Gyeong  Minjun  —  -comenta  con  gracia  el  apellido  que  le  encantaba  como  sonaba  con  el  nombre  de  su  esposo.  Todos  decían  que  él  era  la  persona  más  afortunada,  pasando  de  ser  nadie  a  ser  un  rey  consorte,  pero  él  conocía  la  verdad  más  que  todos  los  demás,  Minjun  se  sentía  la  persona  más  amada  por  su  familia  humilde,  por  su  genética  inferior  y  el  frío  rey  de  zafiro  conoció  lo  que  era  una  familia  con  Seoja. 

"¡Y porque estoy comiendo mucho! Se acabó, desde mañana solo cenaré frutas y verduras." lo rápido que se altera es una clara señal que no se rendirá en esta discusión y su poca parte racional, aquella que se mantiene escondida, dice que exagera. Minjun ha tenido una figura hermosa desde que se presentó como omega, donde su pequeña cintura resaltaba más con los corsets que solía llevar, aquellos que ahora están guardados en un rincón, esperando el día que el Rey del Zafiro pueda usarlos nuevamente. La miel de su esencia brota cuando oye los halagos, mezclándose con la de su esposo y quería responder que sabe que es atractivo, siendo deseado por príncipe y reyes desde que entró en la adolescencia, pero es aquel gesto y la forma en que las manos de Seoja quedan tan bien sobre su piel que lo silencian por unos instantes. "¿Siempre seré tu zafiro? ¿Aunque mi cuerpo cambie?"