#🕊️┊ VERSE 。( sing me a tale so beautiful that the stars will strain to hear )
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grccve · 4 months ago
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Su nueva amiga es silenciosa y precavida, como un gatito acorralado dispuesto a arañar ante la mínima provocación. La imagen de Jisu, cabello negro como el cielo nocturno, transformada en un felino, enternece el corazón de Ayame; quien, a decir verdad, no sabe por qué ese pensamiento ha cruzado su mente, pero tampoco es como si pensara en cosas muy lógicas cuando la emoción invade por completo su ser. No obstante, poco a poco regresa sus sentidos al momento, a los cambios de humor que se expresan en el bello rostro contrario. Y tanto ella como su lobo interno comienzan a preocuparse más de lo normal, de tan solo pensar en la clase de escenario que le es relatado escuetamente. Pero de todo esto, obtiene información crucial para entender el porqué encontró a ambos muchachos heridos en el bosque. Al venir de Ciudad Central, es obvio que desconocen el territorio y lo dificultoso que es poner un pie en las sagradas montañas que los aldeanos ocultos protegen de intrusos. Si a eso le sumas algunas trampas muy bien colocadas, hechizos de protección e incluso, por lo que escuchó una vez, ilusiones implantadas en los alrededores, un escape a través de estos bosques distantes y solitarios no suena como la opción más lógica a tomar. "Cuanto lo siento..." Alcanza a susurrar, una mano extendiéndose sobre su propio pecho y presionando suave en el corazón. Es realmente lamentable que lobos tan jóvenes pierdan no solo su manada, sino también a sus padres. Ayame se estremece al escucharlo, su mano libre apretando en un puño que descansa sobre su regazo. Es tan joven, tan llena de optimismo, que odia pensar en las cosas malas que existen allá afuera, cuando en su cabeza ha idealizado las pocas historias e información que recibe del exterior, estimulando su curiosidad y ansias de conocer ese mundo que siempre lució inalcanzable para ella. "No tenía idea de que Ciudad Central podía ser, ya sabes... ¿Un desastre?" Incapaz de encontrar forma adecuada de expresarse, mueve los brazos frenética, recuperando con ello cierta energía que la abandonó mientras esa tristeza la percibía con demasiada crudeza. "¡Pero no te preocupes, Jisu-chan! Quiero decir... Por supuesto que estás preocupada y además, herida. Me refería a que puedes descansar en esta aldea todo lo que sea necesario, ¿sí? Puede que no lo aparentemos, porque no estamos acostumbrados a recibir visitantes, pero este es un pueblo tranquilo y acogedor. Y cuando te sientas mejor, yo misma te mostraré los alrededores". La sonrisa regresa, llenando de luz el semblante oscurecida por la bruma. El sonido de su suave risa acompaña los siguientes actos, tomando de manos ajenas lo que queda del pastel herbal y depositándolo sobre la mesa de noche; así como acomodando los almohadones tras el cuerpo contrario y mejorando su postura. "Mira quién habla de chicas bonitas, teniendo ese rostro de muñeca". Siempre honesta, sin pelos en la lengua, la omega responde con naturalidad; no sin antes dejar en claro que el comentario hace efecto, cuando sus mejillas se colorean en rosa y el aroma del melocotón endulza la sala una vez más. "¿Te sientes hambrienta? Puedo buscar algo ligero para que cenes. Ah, si te estoy molestando, no dudes en comentarlo, ¿sí? Dicen que puedo ser un poco pesada, a veces".
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Ayame  es  muy  expresiva.  Es  el  primer  pensamiento  que  se  le  cruza  en  la  mente,  una  que  estaba  tormentosa  y  un  poco  a  la  defensiva  con  todo  lo  que  estaba  viviendo  ahora  luego  de  sobrevivir  a  un  ataque  que  pudo  matarla  si  efectivamente,  no  hubiese  estado  cerca  de  un  mago  de  vida,  un  sanador  o  un  curandero.  Jisu  también  piensa  que  la  castaña  es  muy  diferente  a  ella,  es  como  un  rayo  de  sol  muy  penetrante,  de  esos  que  hacen  doler  los  ojos  si  como  ella,  tonta  y  cabezona,  se  les  quedaba  viendo  demasiado.  A  pesar  de  que  Jisu  era  sombras  y  oscuridad,  por  un  momento  tiene  el  pensamiento  intrusivo  de  que  la  sombra  no  puede  existir  si  no  hay  luz.  El  pastle  ofrecido  le  hace  fruncir  el  ceño  y  la  nariz,  el  aroma  era  penetrante  y  honestamente,  por  su  cara  y  como  su  estómago  hace  un  movimiento  raro,  pero  no  de  hambre,  asume  que  no  le  va  a  gustar  mucho.  -  —Sin  ofender,  pero  tu  madre  cocina  un  poco…  muy  mal  —  -no  obstante,  que  la  otra  le  dijera  que  sabía  horrible  consigue  hacerle  reír  un  poco,  aunque  luego  se  queje  por  el  movimiento,  optando  por  dejar  de  respirar  cuando  da  el  primer  pellizco  al  pastel  y  se  lo  mete  en  la  boca.  Escucha,  como  nunca  lo  hace,  la  explicación  que  se  le  da  del  lugar  donde  estaban  y  hace  un  poco  de  sentido  puesto  que  Jisu  no  conocía  mucho  más  allá  que  la  Ciudad  Central  y  los  bosques  aledaños,  algunas  zonas  desérticas  aledañas  y  cuevas  húmedas,  pero  nunca  las  montañas.  Se  decía  que  había  de  todo,  desde  magos  poderosos  ancestrales  desterrados  de  sus  clanes,  hasta  aquellos  clanes  que  una  vez  fueron  desterrados  de  Ciudad  Central.  Recuerda  a  Sakmin,  el  hielo  y  la  nieve,  los  poderes  de  luz  propios  de  los  Generales  y  de  ahora  sus  herederos  que  atacaron  su  hogar,  su  manada,  a  toda  su  gente.  Se  muerde  el  interior  de  la  mejilla,  saliendo  de  cavilaciones  y  soltando  una  maldición  para  alcanzar  el  cuenco  de  agua,  pasando  el  sabor  del  hierro  con  un  trago.  -  —Nosotros  venimos  de  Ciudad  Central,  que  está  bajo  ataque  justo  ahora  por  los  antiguos  gobernantes,  por  los  antidemócratas  —  -opresores,  sexistas  y  mentirosos  escondidos  detrás  de  magias  puras  para  creerse  mejores  que  todos  los  demás.  No  sabe  si  aquellos  habitantes  de  la  Aldea  Kon  se  regían  por  las  mismas  normas  que  su  hogar,  pero  imagina  que  conoce  la  historia  y  como  la  opresión  volverá  a  buscar  tener  control  en  todos  los  clanes  y  todas  las  aldeas,  errores  del  pasado  volviendo  a  suceder.  No  le  dice  su  apellido  ni  su  casta,  porque  honestamente  cree  que  eso  es  ponerse  una  soga  al  cuello  ahora,  pero  tal  vez  después  pueda  hacerlo.  -  —Perdimos  a  nuestros  padres…  —  -su  esencia  se  vuelve  un  poco  más  agría,  apagada,  el  dolor  consumiéndole  las  venas  y  las  arterias.  Estaba  lejos  de  su  pequeña  manada,  de  sus  amigos,  de  su  soulmate  platónico  que  le  hacen  sentir  tan  sola,  notándose  en  como  al  parecer  quiere  hablar  con  alguien  que  no  sea  Eunho  porque  odiaría  cargarlo  con  sus  penas.  Ella  es  la  alfa,  la  mayor,  es  quien  debe  cargar  con  tod.  -  —Gracias  por  cuidar  de  mi  hermano,  y  evidentemente  de  mí,  aunque  siento  que  tu  madre  quiere  matarme  con  este  panqué  —  -trata  de  aliviar  un  poco  la  tensión  que  está  segura  volvió  a  colocar,  echando  un  vistazo  a  la  castaña  para  sonreírle  suavemente.  Algo  en  su  interior  da  un  brinco,  un  éxtasis  que  no  conoce  y  un  ronroneo  no  propio  de  si  misma  vibra  sutil  en  su  pecho.  -  —El  universo  es  sabio,  me  ha  puesto  una  chica  bonita  y  no  un  hombre,  es  exactamente  el  tratamiento  que  deseaba.    
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grccve · 10 months ago
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Cuando el aroma a cerezas, aunque tenue, se libera lentamente en el ambiente, el corazón de Ayame da un brinquito de emoción. No entender nada, no saber nada, es una realidad que tiene presente desde el momento en que encontró al par de alfas en el bosque. No preguntar más allá de los límites de cortesía permitidos es otra realidad a la que se aferró; no porque la situación deje de interesarle o provocar su curiosidad, sino porque no tiene el derecho a cuestionar. Y aun así, incluso cuando la distancia que debería imponer es más clara que el agua, la omega no puede dejar de entrometerse, sutil y dulce, camuflando las dudas y mil preguntas dentro de la cabeza con sonrisas. Es por eso que aprecia el perfume de la cereza, lo considera su pequeña victoria personal, pues ha sido ella quien consiguió (aunque sea mínima) forjar cierta comodidad entre ella y la misteriosa chica que no abandona sus pensamientos. “Soy Ayame”. Responde en el acto, sin ápice de recelo para revelar su preciado nombre. Si hay algo que la define a la perfección es su extroversión. Adora conocer personas nuevas, forjar vínculos y, en resumen, ser amiga de cuanta criatura pueda. Un primer paso, no proveniente de sí misma, la entusiasma; si un halo de luz pudiera formarse alrededor de su rostro, seguramente resplandecería en cálido amarillo, iluminando también la sonrisa de oreja a oreja que porta. La castaña rebusca en los bolsillos del viejo delantal que usa, extrae un objeto pequeño en forma cuadrada que es revelado tras desenvolverlo de la tela protectora. Es un pastel herbal, opaco y con bordes irregulares, de coloración verde oliva y tintes pardos, el fuerte olor a plantas medicinales revela sus características aromáticas, aunque eso no lo convierte en un bocado apetecible. “Primero, come esto”. La medicina es colocada en el regazo ajeno, una mirada de aliento le es dedicada a Jisu, como indicándole que se lo lleve a la boca lo antes posible. “Mamá dijo que te lo entregara en caso de que despiertes. Tiene un sabor horrible, pero te hará sentir mejor”. Los ���pasteles energéticos’ de su madre son realmente apreciados por la comunidad, nadie sabe a ciencia cierta la combinación exacta de plantas (ni la cantidad a usar), pero funcionan y eso es lo importante. Tras rellenar el cuenco con agua, consciente de que la foránea lo necesitará para que esa masa de hierbas resbale mejor por la garganta, regresa al taburete en el que estaba, procurando no hostigar más a la paciente herida. “Bienvenida a la aldea Kon, en las estribaciones de la cordillera del Norte. Las personas normalmente no han escuchado de este lugar, podríamos decir que es un poblado ¿secreto? ¿oculto entre las montañas? Hay muchos médicos por aquí, así que quizás el universo sabía lo que hacía cuando te encontramos, y a Eunho-kun también. ¡Es el lugar perfecto para recibir tratamiento médico exprés!” Orgullosa de su explicación, infla un poco el pecho, luciendo como un pajarito a punto de piar.   
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El  dolor  es  constante  y  punzante,  honestamente  desea  volver  a  dormir  para  no  sentirse  como  si  estuviese  siendo  apuñalada  cada  que  respira,  pero  también  debería  estar  agradecida  de  que  sigue  con  vida.  Nunca  se  había  separado  de  su  grupo  de  amigos,  con  quienes  creció  y  entrenó  durante  años,  pero  ahora  que  sus  caminos  se  separaron  y  sus  ideales  cambiaron,  no  podía  seguir  dependiendo  de  ellos.  Ella  siempre  ha  sido  de  las  más  fuertes  entre  todos,  ¿cómo  estarán  ellos  si  ella  se  encuentra  en  tan  deplorable  situación?  No  quiere  pensar  en  la  muerte  de  ninguno  de  ellos,  porque  viene  la  culpa  y  solo  amarga  aun  más  el  sabor  de  su  boca,  aquella  que  se  siente  como  hierro  y  tiene  que  obligarse  a  cerrar  los  parpados  para  dejar  de  pensar.  Se  concentra  mejor  en  una  dulce  voz,  que,  acompañada  de  un  agradable  aroma,  le  relajan  y  le  tranquilizan,  obligándose  a  abrir  los  parpados  de  nuevo  para  fijarse  en  la  muchacha.  -  —¿Jisu-chan?  —  -repite,  ladeando  un  poco  la  cabeza  en  cuestión.  Si  había  conseguido  su  nombre,  quería  decir  que  se  ganó  la  confianza  de  Eunho  y  aunque  Jisu  lo  sobreprotegía,  el  otro  era  un  alfa  que  se  estaba  aclimatando  a  una  guerra  y  sabía  cuando  y  cuando  no,  confiar  en  alguien  nuevo.  Que  no  estuviese  ni  él  u  Orza,  indicaban  que  ambos  confiaban  en  la  muchacha  como  para  dejarla  sola  con  ella.  Está  cansada  de  pensar  cada  movimiento  por  lo  que  se  relaja,  neutralizando  su  esencia  amenazante  y  dejándola  en  la  buena  combinación  de  caoba  y  cerezas  dulces,  menos  acidas  que  las  anteriores.  -  —Está  bien,  me  has  salvado  la  vida,  creo  que  es  lo  de  menos  un  nombre  —  -no  comenta  más  sobre  la  clara  imagen  de  vergüenza  en  las  facciones  redondeadas,  porque  a  pesar  de  sentirse  agobiada  por  lo  que  dijo,  no  deja  de  cuidarla  y  pensar  en  su  bienestar  conforme  sigue  enumerando  cosas  que  podrían  hacer,  que  debería  hacer.  Debe  lucir  asquerosa,  tal  vez  una  ducha  no  sonaba  tan  mal  si  solo  le  habían  dando  baños  de  esponja,  no  tiene  hambre,  aunque  sabe  bien  que  debería  probar  bocado.  Levanta  una  mano  para  detener  el  tren  de  pensamientos  y  vocablos  de  la  otra,  negando  con  la  cabeza.  -  —Tengo  más  curiosidad  que  cualquiera  de  las  otras  cosas,  estoy  en  desventaja  contigo  porque  desconozco  tu  nombre…  —  -hace  una  pregunta  implícita,  queriendo  ahora  entablar  conversación,  aunque  ella  no  fuese  muy  sociable.  -  —Y  también  me  gustaría  saber  dónde  estamos.
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grccve · 10 months ago
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La visión ante sus ojos no es tan desastrosa como creía. Incluso con raspones y golpes que dejan marcas de color sobre la piel, a pesar de la profunda herida encajada a un costado, la paciente ha despertado; y ante todo, esas son muy buenas noticias, maravillosas. Sinceramente, Ayame temió haber llegado demasiado tarde. Cuando el rojo de la sangre cubrió el suelo y percibió la angustia latente en el pequeño Eunho, creyó que no podrían salvarlos a ambos. Pero su madre es una médico de admirables habilidades y una férrea determinación, quien atendió a la joven herida en un santiamén, tomándose toda la noche hasta estabilizarla. El resto fue esperar, uñas mordisqueadas por la ansiedad que presionaba en su pecho, sonrisas gentiles que se tambaleaban, pero intentaban infundirle confianza y seguridad al menor de los alfas, quien tampoco se despegaba del lado de su hermana. Y ahora, finalmente, puede saludar a la pelinegra, su mirada recuperando poco a poco el brillo con cada palabra pronunciada por la contraria; se siente en mucha sincronía con su loba, ambas desbordantes de emoción frente a la tan ansiada situación, el aroma de las flores y duraznos tiernos emanando naturalmente de Ayame, quien apenas se percata de su propia condición. “¿Cuatro o cinco días? Pero se sintió como una eternidad”. Asegura, reacomodando las almohadas para favorecer una postura adecuada, de ese modo, el cuerpo no resbalará y tampoco dolerá demasiado una vez se acostumbre a la nueva posición. El agua del cuenco es rellenada nuevamente, esforzándose por atender todas las necesidades de la muchacha y haciendo gala de lo buena enfermera que puede llegar a ser. “Mi mamá dijo que podría tomarte más tiempo el despertar. Una semana, dos… ¡Pero, vaya que eres increíble, Jisu-chan!” Es la primera vez que pronuncia ese nombre y su corazón se acelera, encantado con un detalle tan simple. Por supuesto, esa información también la consiguió gracias a Eunho, con la excusa de que no estaba bien desconocer lo más básico de una paciente. Sin embargo, no es más que una mentira piadosa, pues la muy curiosa Ayame nunca sintió una necesidad tan inmensa, casi insoportable, que aquella aquejándola en el desconocimiento. Quizá habría disfrutado más de ese momento si el aroma que percibe a continuación fuera la ácida cereza que encantó sus sentidos; al contrario, el fuerte olor a ébano altera su tren de pensamiento y la criatura en su interior se siente igual de consternada, casi puede imaginar como gimotea al no comprender. “¡Perdón! Qué malos modales, llamarte por tu nombre de pila sin permiso”. El sonido de una risa forzada e incómoda hace eco en la pequeña habitación. Nunca se consideró una jovencita fácil de avergonzar, mas sus mejillas redonditas se encienden en carmín, recordando la voz de su madre al decirle que lucen como un par de manzanas. Voltea hacia un lado, intentando pasar desapercibida, pero primero, acomoda las mantas sobre las piernas ajenas para que no pierda el calor que la cobijaba al dormir. “¿Tienes hambre? Puedo pedir que te preparen algo ligero. ¿Sed? ¿Estás cómoda? ¿Quieres asearte?”
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Jisu  es  como  un  animal  herido,  uno  que  fue  apaleado  y  dejado  a  su  suerte  a  morir  en  medio  de  la  nada,  por  ende,  observa  cada  movimiento  y  detalle  de  la  otra  muchacha  con  un  ojo  tan  clínico  que  pareciera  que  pronto,  saldrán  cuchillas  de  sus  ojos  negros  y  apuñalan  a  cualquiera  cerca.  No  alcanza  a  ver  demasiado  bien  porque  se  limpia  la  cara,  pero  asume  que  es  polvo  o  simplemente  el  descontento  de  ella  con  respecto  a  la  esencia  que  apenas  nota,  está  dejando  soltar.  Atenúa  su  olor,  la  cereza  se  esconde  completamente  y  solo  deja  el  ébano  al  alcance,  queriendo  lucir  más  amenazante  que  dócil.  Sus  hombros  dejan  de  estar  tiesos  como  lapidas  cuando  escucha  que  Eunho  está  bien,  que  no  le  ha  pasado  nada.  Podía  olerlo,  podía  sentir  su  estrés  por  medio  del  vinculo  de  hermanos  que  tenían,  pero  asumía  que  era  por  haberla  visto  dormir  por  quien  sabe  cuanto  tiempo.   No  estaba  tampoco  muerto,  así  que  se  da  por  bien  servida  y  confía  un  poco  más  en  la  otra  cuando  se  acerca  para  ayudarla  a  ponerse  más  recta.  Jisu  se  queja  inicialmente,  cerrando  los  parpados  con  fuerza  ante  el  dolor  y  se  muerde  la  parte  interna  de  la  mejilla  para  no  ser  vocal,  apretando  la  zurda  en  torno  a  las  sabanas  donde  descansaba  y  casi  puede  sentir  la  tela  desgarrándose  como  lo  hizo  su  piel,  quizá  hasta  un  órgano,  cuando  la  espada  de  aquel  soldado  de  la  luz  atravesó  su  cuerpo.  -  —Gracias  —  -alcanza  a  pronunciar,  puesto  que  recuerda  a  su  padre  Ryeohee  que  le  decía  que  no  tenía  modales,  que  debía  ser  agradecida  con  los  que  le  ayudasen.  Podía  casi  escuchar  su  voz  y  eso  fragmenta  su  corazón,  la  pesadilla  no  se  detenía  ni  siquiera  despierta.  Jisu  se  observa,  las  piernas  desnudas  muestran  raspones  y  moretones,  al  igual  que  los  nudillos  de  sus  dedos  están  lastimados,  el  torso  completamente  vendado  por  la  herida.  -  —Me  han  cuidado  —  -asume  por  lo  que  ve,  girando  la  cabeza  hacia  donde  estaba  la  otra  y  con  cuidado,  se  inclina  para  olfatear  sutilmente  el  agua  ofrecida  y  bebe,  sintiendo  el  primer  trago  como  manantial  fresco  y  luego,  como  hombre  famélico,  toma  con  ansias  hasta  que  una  pequeña  tos  le  detiene  y  se  desploma  de  nuevo  contra  las  almohadas.  -  —¿Cuánto  tiempo  ha  pasado?  —  -Jisu  era  directa,  atacando  los  temas  de  importancia  antes  que  cualquier  otra  cosa.  Observa  de  nuevo  a  la  castaña  por  el  rabillo  del  ojo,  sin  detectar  hostilidad  o  un  deseo  de  venderla  a  los  soldados  de  la  luz,  por  ende,  asume  que  no  la  conoce  o  simplemente  no  tiene  interés  en  eso.  Era  bueno,  era  excelente,  podrían  ocultarse  un  tiempo  y  luego  escabullirse  en  las  sombras  cuando  estuviese  mas  sana  y  partir  sin  decir  adiós.  El  pensamiento  parece  despertar  a  la  bestia  en  su  interior,  que  se  queja  y  reniega  ante  la  idea  de  simplemente  marcharse  y  Jisu  frunce  el  ceño,  ¿qué  mierda  le  pasaba?   
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grccve · 10 months ago
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Mientras el sol cae en el horizonte y la hora de cenar se aproxima, Ayame se ofrece a cambiar de turno temporalmente con el joven que conoció hace poco. Un cargamento de medicinas, vendajes e incienso es lo que trae consigo, tras haberle realizado una visita a su madre, la médico a cargo en esta inusual situación. Una sonrisa enternecida se forma al ver salir de la habitación al muchacho, le llama por su nombre, Eunho; uno que se esforzó mucho por descubrir y así, poder entrar en cordial confianza, la suficiente como para recordarle que tanto él como su inconsciente hermana no tienen nada que temer en esta lejana y olvidada aldea, que su única intención es verlos sanos y salvos. Intenta captar su atención ofreciéndole una manzana que tomó del huerto, roja y brillante, dulce y lustrosa, perfecta para levantar el ánimo; aprovecha para recordarle que debe llenar el estómago con algo nutritivo, pan recién horneado, té de hierbas y sopa caliente de verduras que, al husmear en la cocina, se enteró que preparaban. La castaña le promete que ella cuidará a la pelinegra en su ausencia y luego de recibir una respuesta positiva, su característica sonrisa no hace más que ampliarse, asegurándole nuevamente que esperará por su regreso. La alta figura se pierde al girar el pasillo, mientras ella, con delicadeza, ingresa en la silenciosa habitación, sólo para encontrar la misma triste imagen de todos los días. Con mirada entristecida escanea el cuerpo que yace inmóvil, pero mientras respire y la herida no presente signos de infección, todo estará bien; después de todo, el enfrentamiento parecer haber sido frenético, tiene claros indicios de ello.
Hace un par de lunas, el viento trajo consigo una caótica variedad de sonidos, dos voces comunicándose en murmullos, el frío metal de lanzas y espadas chocando entre sí, la sinfonía de pasos presurosos pisoteando hojas y hierbas. Curiosa como siempre, Ayame desobedeció las órdenes de su madre, envió a Tsuruko a investigar; más las noticias que la grulla trajo consigo no auguraban nada bueno. De pronto, el aroma en el aire cambió, hierro, tierra y sangre, bandadas de aves volaron lejos del peligro y ni el más prudente de los sabios fue capaz de fingir que no pasaba nada; menos aun cuando, apresurada como un rayo, la castaña se precipitó hacia el bosque, guiada por su acompañante espiritual, obligando a unos cuantos a seguirla.
La diestra se dirige hacia la frente ajena, buscando tomar su temperatura mas se detiene a mitad de camino, en seco. Su corazón se estruja ante el gruñido y lo siente palpitar de nuevo cuando claras señales de movimientos voluntarios aparecen. Ha visto a la joven sufrir en sueños, no es difícil deducirlo; aunque intentó cantar para ella día tras día, cada canción surtía menos efecto que la anterior, incapaz de alejar esa mente de cualquier pesadilla acongojándola. Es natural, entonces, sentir alegría con algo tan simple como el fruncimiento de su nariz al respirar o los párpados que se separan de par en par. Es natural, repite, aunque por una extraña razón, siente que es ella quien podría conmoverse hasta las lágrimas al ver a una enferma levantar cabeza. Un sutil escozor le pica en la punta de la nariz, mirada se nubla ante dos inminentes gotas de agua que planean escaparse y su pecho se contrae con fuerza, en angustia y dicha al mismo tiempo. ¡No puede esperar a contarle a Eunho!, curiosamente, sus piernas no hacen el esfuerzo por levantarse y sentada en la butaca, como si estuviera pegada a ella, su lobo testarudo ni siquiera contempla la opción de moverse un solo centímetro del lado ajeno, disfrutando en demasía la calidez del olor amaderado, la marcada acidez de la cereza que se mezcla a la perfección con su contraparte endulzada. “Hola…” Saluda como una boba, odiándose un poco tras esas escuetas palabras, pero aprovechando el momento para fregarse los ojos con puño cerrado, apartando cualquier señal de lágrimas. “No temas, tu hermanito se encuentra en perfectas condiciones. Ahora está cenando, pero volverá apenas termine”. Haz algo, Ayame, ¡algo coherente! Como impulsada por un resorte, se levanta, dirigiéndose hacia la jarra de agua fresca que siempre dejan sobre la mesa; entonces sirve un cuenco entero, ofreciéndoselo a la pelinegra. “¡Oh, lo siento! Primero debes sentarte un poco. Yo te ayudo”. Cada palabra es más afectuosa que la otra, y tras depositar el cuenco de regreso en la mesita de noche, la castaña acomoda una pila de almohadas contra la cabecera de la cama, con la esperanza de que su invitada pueda incorporarse lo suficiente.
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La  oscuridad  era  su  amiga,  es  la  primera  enseñanza  que  le  dieron  cuando  sus  poderes  se  manifestaron  en  una  rabieta  cuando  tenía  apenas  cinco  años,  refunfuñando  y  desobedeciendo;  escondiéndose  en  esas  mismas  sombras  hasta  que  fue  localizada  por  su  padre  y  traía  de  nuevo  a  la  luz.   La  oscuridad  era  una  aliada  y  lo  había  visto,  puesto  que  todas  las  semanas  posteriores  a  haberse  separado  del  resto  de  sus  amigos  y  comenzar  su  travesía  en  búsqueda  de  los  monjes  de  sombras  que  la  entrenaron  no  hace  mucho  tiempo,  solo  la  noche  les  ayudaba  tanto  a  ella  como  a  Eunho  para  camuflarse,  esconderse  y  no  perderse.  La  magia  negra  era  más  poderosa  en  ese  momento,  tanto  la  Shadow  Walker  como  el  nigromante,  habían  logrado  sobrevivir  de  soldados  de  la  luz  y  personas  que  les  estaban  persiguiendo  por  sus  poderes.  Pero  Jisu  deseaba  más  que  nada,  poder  volver  a  ver  la  luz,  que  Taehwa  le  sacara  de  las  sombras  y  le  llevase  de  regreso  a  los  brazos  de  su  padre  Ryeohee,  que  le  acunara  entre  ellos  y  el  dulce  aroma  a  menta  combinado  con  frutos  del  bosque,  le  durmiera.  Pero  eso  no  iba  a  pasar,  no  cuando  la  pesadilla  se  repita  una  y  otra  vez  cada  que  cierra  los  ojos,  como  la  tierra  se  abrió,  grandes  y  esqueléticos  brazos  salieron  del  abismo  y  se  tragaron  a  sus  padres  y  tíos,  desapareciendo  frente  a  sus  ojos  y  el  lazo  que  los  unía  como  familia  se  cortó.  No  podía  sentirlos,  no  podía  percibirlos  más,  estaban  muertos. 
Una  lagrima  escapa  de  la  comisura  de  sus  ojos  y  el  cuerpo  tendido  de  la  muchacha  se  estremece  en  sueños,  las  costillas  le  duelen  y  está  segura  de  que  ha  sido  magullada  por  una  pelea,  una  donde  salió  victoriosa  si  estaba  viva  pero  no  puede  asegurar  si  su  hermano  estaba  bien  y  completo.  Su  cuerpo  no  responde  y  reniega,  gruñendo  como  lo  hacen  los  de  su  clase  e  intenta  concentrarse  en  otro  de  sus  sentidos,  el  olfato.  Siente  la  tenue  esencia  de  eucalipto  con  ébano  y  puede  respirar  tranquila,  Eunho  está  bien  y  estaba  no  hace  mucho,  ahí  a  su  lado.  No  obstante,  son  otros  aromas  desconocidos  los  que  le  hacen  enfocarse  en  el  dulzor  de  las  flores  y  las  frutas,  algunos  aromas  fuertes  como  antisépticos  y  pócimas  alcoholizadas.  Recuerda  a  su  tío  Taeim,  quien  curaba  sus  raspones  con  el  solo  soplido  de  su  magia  rosada  y  blanca,  el  mismo  aroma  del  cuidado  y  la  delicadez  que  estaba  percibiendo  ahora.  Inspira  más  fuerte,  llevándose  un  golpe  directo  a  todos  los  sentidos  gracias  a  la  flor  de  iris  y  el  dulzor  exquisito  del  durazno,  puede  prácticamente  saborear  la  fruta  en  su  boca  como  si  estuviese  clavando  los  colmillos  en  ella,  su  cuerpo  reacciona  por  fin  y  los  parpados  se  abren  para  dejar  entrever  un  par  de  pupilar  rojizas,  un  impulso  meramente  salvaje  del  animal  que  habitaba  en  su  interior,  tal  vez  intentando  lucir  atemorizante,  tal  vez  y  simplemente,  una  reacción  natural  de  un  alfa  hacia  un  omega  de  espectacular  aroma.  Está  desconcertada,  se  nota  en  lo  frenético  de  su  vista  tragándose  cada  cosa  que  ve,  el  lugar  desconocido,  una  cama  que  no  le  pertenece,  el  sonido  de  personas  y  risas  en  el  exterior  hasta  caer  en  la  muchacha  que  estaba  al  costado  de  su  lecho.  El  corazón  le  martilla  ridículamente  en  el  centro  del  pecho  y  no  es  por  miedo,  es  por  algo  que  no  puede  ponerle  nombre  y  es  entonces  que  el  golpe  de  realidad  vuelve  a  azotarle  la  mente  cuando  un  oleaje  del  mismo  aroma  vuelve  a  calarle  en  la  nariz.  Recuerda  a  su  enemigo,  una  espada  encajada  en  su  costillar,  el  grito  de  Eunho  y  el  descontrol  completo  de  su  instinto  abriendo  un  agujero  negro  en  el  piso,  tragándose  al  soldado  de  luz  para  llevárselo  a  dios-sabe-donde,  salvándolos.  Jisu  se  desplomó  en  un  paramo  verde  e  iluminado  por  la  luna,  cayendo  de  rodillas  alcanzando  solo  a  levantar  la  vista  cuando  lo  que  parece  una  ninfa,  un  hada  o  una  criatura  mágica  hermosa  aparece  en  su  campo  de  visión.  El  mismo  aroma  de  durazno  y  flor  de  iris  estrujándole  el  alma  antes  de  caer  en  un  profundo  sueño,  su  cuerpo  cayendo  rendido  cuando  sintió  que  podía  confiar  en  aquel  extraño  ente.  -  —Fuiste  tu  —  -menciona,  las  cuerdas  vocales  apretadas  y  secas  hacen  que  su  voz  salga  grave  y  apenas  audible  por  el  desuso,  ¿cuánto  tiempo  estuvo  dormida?  Jisu  traga  saliva,  incomoda  por  la  sensación,  pero  vuelve  a  hablar.  -  —Fuiste  tu  quien  apareció  ahí…  ¿dónde  está  mi  hermano?  ¿está  bien?
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