Tumgik
svetmulliganrp · 4 years
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Coming soon 🤟🏻
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svetmulliganrp · 4 years
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Tan cerca pero tan lejos
—Svet.
Le escuchó decir su nombre, pero aprovechó que tenía los cascos puestos para fingir no haberle oído. Aún así, Andy no se movió ni un ápice y siguió con sus ojos celestes bien clavados en el rostro del mayor.
—Svet —insistió.
Se escucharon de fondo los gritos de los gemelos, que parecían estar peleándose una vez más en el piso de arriba. Svet se quitó los cascos de las orejas con un suspiro y llevó los ojos a los de Andy. Era el más pequeño de todos los hermanos, tenía una cara llena de pecas que le daban el aspecto de un angelito, y siempre había demostrado un interés especial en Svet.
—¿Qué pasa?
—Quiero ser una cabra.
—¿Una cabra?
Andy asintió con fuerza y su flequillo rubio se removió sobre su frente.
—Vale, ¿y eso por qué? —enarcó una ceja. Los hombros de su hermano se encogieron con naturalidad.
—Si fuera una cabra, podrías abrazarme.
Asomado bajo el marco de la puerta abierta del salón, Vardaman se quedó mirando la escena que tenía lugar entre sus hermanos pequeños. Leyó el dolor que inundó en ese momento las pupilas de Svet, entremezclado con una capa evidente de angustia que podría ocultarle al resto del mundo, pero no a él, que le conocía desde bebé.
—Eh, vosotros dos —dijo, entrando en la habitación y caminando hacia Andy—. Ya está la comida, vamos. —Cogió al pequeño en brazos y se quedó mirando a Svet, que se había quedado absorto con la mirada clavada en el suelo—. Svet, vamos a comer.
Vio a su hermano guardarse con prisa los cascos en un bolsillo de sus pantalones y supo lo que iba a pasar. Aún así, intentó evitarlo, como siempre.
—Svet...
—He recordado que hoy entro pronto a trabajar. —Se puso en pie, cogió su mochila del suelo y se dirigió a la puerta del salón, sin mirar en ningún momento a los otros dos.
Andy quiso alargar una de sus pequeñas manos hacia él, pero no lo hizo porque tenía bien enseñado que no podía. Vardaman no añadió nada más. Se quedó allí, mirando con pena cómo su hermano desaparecía por el pasillo unos segundos antes de que se escuchase la puerta de la casa abriéndose y cerrándose.
Cuándo dejaría de convencerse de que aislarse del mundo era la solución.
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svetmulliganrp · 4 years
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“I'm as sick as all the secrets I keep.”
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svetmulliganrp · 4 years
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Demasiado tarde
» Noviembre de 2018 «
Caminaba rumbo al instituto con la misma parsimonia con que hacía siempre todo lo que no le despertaba ningún interés. De no haber sido por la promesa del señor Jenkin de que les diría las notas del examen de Física aquella mañana, se habría quedado en la cama hasta el mediodía, dándole vueltas a la mierda de noche que había tenido.
Pasaba frente a la panadería de Joe, su padre adoptivo con el que no vivía desde hacía ya unos meses, cuando sonó su teléfono móvil. Lo sacó del bolsillo y miró la pantalla con un resquicio de esperanza que se desvaneció tan pronto como vio el nombre de su hermano mayor, escrito en letras grandes que parpadeaban. Descolgó mecánicamente y se llevó el aparato a la oreja.
—Buenos días, Svet —saludó su hermano, ante el mutismo del menor.
Hubo algo en su voz que llamó la atención del adolescente, un temblor muy sutil que bien podría haberse debido al comienzo de un resfriado o a un despertar malhumorado. Pero Vardaman rara vez enfermaba, y nunca estaba de mal humor.
—¿Svet? ¿Estás ahí?
—Sí. Hola.
—¿Dónde estás?
—Yendo al instituto.
Hubo una pausa al otro lado del teléfono. A Svet le pareció que su hermano respiraba con dificultad.
—¿Puedes esperarme en la entrada en cuanto llegues? Me paso a recogerte con el coche.
—¿A recogerme?
No necesitó saber más para confirmar que algo iba mal. De nuevo, Vardaman titubeó antes de contestar, y el muchacho tuvo la corazonada de que no le gustaría oír la respuesta que estaba por llegar.
—Svet, mamá...
«Lo sabía» pensó, apretando los dedos con fuerza alrededor del teléfono. Quiso gritarle que dejase de hablar, pero se había quedado petrificado en medio de la calle y no encontraba el oxígeno necesario para decir nada. «No lo digas, no lo digas, no lo digas...»
—Mamá ha muerto...
Sintió un cosquilleo incómodo en la cabeza seguido de un mareo repentino. La vista se le nubló hasta que todo se volvió negro. Extendió un brazo a un lado en busca de algún apoyo, pero solo encontró el hombro de una mujer que le gritó algo que no llegó a entender para después marcharse apurando el paso. Tras varios parpadeos angustiados, el negro se fue diluyendo poco a poco hasta que la calle recobró su forma y colores.
—¿Svet? ¿Sigues ahí? ¿Estás bien?
La voz al otro lado le recordó que llevaba unos segundos sin apenas respirar. Inspiró profundamente todo el aire que fue capaz de recoger y lo expulsó por la boca muy despacio, notando cómo el equilibrio volvía poco a poco.
—Svet, no me asustes. ¿Estás...?
—Sigo aquí.
Vardaman respiró aliviado. Su voz temblaba más que al principio, y Svet estuvo seguro de que se estaba conteniendo las ganas de llorar.
—Escucha... Voy a buscarte ahora, ¿vale? Olvida lo del Instituto. Dime dónde estás y te recojo donde sea. Iremos a la granja y...
—Ya, es que no puedo —cortó, tajante, con una frialdad que a su hermano le resultó familiar—. Hoy tengo clases que no puedo saltarme, y por la tarde tengo mucho que estudiar.
—Svet, no hagas esto. Por favor. Si no vienes, te arrepentirás... y...
—Mejor hablamos mañana. O quizá pasado, porque mañana estoy liado con temas del curro.
Colgó antes de que Vardaman tuviese tiempo de réplica. Las fuerzas que le quedaban se agotaron cuando tocó el icono rojo en la pantalla. Dejó de sujetar el teléfono y este resbaló entre sus dedos hasta caer sobre el suelo empapado de la calle. Svet ni siquiera se percató. Tenía un nudo en la garganta que no le dejaba respirar bien y las lágrimas contenidas le quemaban en los ojos. Con brusquedad, se giró hacia la cristalera que se alzaba a su derecha, un escaparate de zapatos caros. Golpeó el cristal con las manos abiertas.
—¡JODER!
Quienes caminaban cerca de él se alejaron sorprendidos mientras desde el interior de la tienda, una mujer de gestos finos embutida en un vestido rojo muy elegante cogía el teléfono con gesto asustado, mirando al muchacho como si fuese un loco borracho a punto de atracar una zapatería. Antes de que marcase el primer dígito del número de la policía, Svet salió corriendo en dirección opuesta y desapareció entre el océano de gentes y paraguas.
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