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El silencio es la conversación de las personas que se quieren. Lo que cuenta no es lo que se dice, sino lo que no es necesario decir. — Albert Camus
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Venus desnuda
Con arco y flechas
Tracé las pecas en su hombro, suaves como la tierra y salpicado de tonalidades de oro, para dibujar como senderos las palabras con que la sostengo a través de un atlas marcado por cicatrices y por sangre.
Y dejo que su boca fructífera se cruce por esta lujuria, que cicatriza como llamas, mientras su cabello que huele al jazmín envuelve mi rostro.
Mis ojos, una vez cegados, ahora abiertos a su toque y gracia inmoral.
Aunque nosotros, que rodilla con rodilla y palma a palma ensangrentada se entrelazan, marca con dientes y garras la carne histórica que compartimos en el desierto bestial, oscuro como el sueño que acecha los rincones más oscuros de esta jaula.
Este buque batido de la noche que besado con una boca de luz extraña y repentina, revela una bandada de voces que se elevan hacia arriba.
Enrojeciendo en esta hora de ira, la sangre de su sangre ahora cálida como una rosa, infundido en la rama de la corteza de mi alma.
Y aquí, dentro de este bosque primitivo donde nuestros corazones destrozados residen, un suave anticipo de sangre abandona un gemido de labios entreabiertos.
Dónde un grito de la misma estrella donde nosotros existimos reside dentro de estos huesos.
Y me he visto aquí, soñando de cosas moradas, oscuras y doradas mientras mojada por la lluvia, la seda empapada, el lila salvaje y marchito de su pecho.
Ahora sin aliento mientras el viento grita su nombre.
¿Dónde caen estos dedos afortunados? a su rostro, su cuerpo lleno de fluidos, un universo que revienta dentro de mi boca y empapa las venas siendo despertado a flamas que lamen y ahogan los hilos que parten la fruta sobre sus muslos.
En una oscuridad acelerada que profundiza el tacto de sus ojos.
Porque no hay guardianes de este reino de la lujuria, sin embargo, aquí reina la regla de los corazones palpitantes.
Las líneas de la tierra que se marchitan con el calor, las muñecas nerviosas comienzan desvanecerse, y en su lugar algunos nuevos garabatos rebeldes aparecen, con huellas de una luna a medias.
Sobre la piel donde el sabor es dulce, donde todo los nervios se iluminan desde el pecho hasta la espalda como un puto neón electrificado y cuando las voces se rompen...
Marte sin armas
El amor y la guerra
Y entonces trazo las pecas en su hombro, ahora estrellas entre estas galaxias de magulladuras, una tormenta de respiraciones frescas desde la nuca al cuello hasta el ombligo, de la lengua y el tacto en ciernes, su forma temblorosa.
Acosado por un ansioso jadeo como un cachorro herido.
La garganta late un pulso rápido y febril que se atraganta para hacer música en su sexo.
Ella llora un río de notas que aúllan, mientras bebo su desnudez, tragada entera como vino de oro.
Sus vocales sombreadas ascendiendo, estrellando con violencia fundida su corazón que baila salvaje en medio de esta tormenta de suspiros.
Como la mía, pero se enciende y cae entre sus muslos.
Así que escribo de ella con palabras que aúllan a la luz de la luna, que resuenan contra sus cerros y valles desnudos.
Y con sílabas silenciosas estallan las estrellas infinitas de sus ojos.
Que cantan, con los pulmones en llamas, y arder sin ser atemperado por la niebla del tiempo.
Hasta que todas, salvo cicatrices, estas palabras y ella permanezcan.
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Tengo un pensamiento.
Por cada estrella en el cielo.
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Y perdón si no hablo acerca de cómo me siento, es que ni siquiera yo encuentro las palabras adecuadas para hacerlo.
Lo lamento; Y.
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