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Desmineralizar agua
Sólo recuerdo esperar una larga cola para que me validaran un pedido de una sustancia para desmineralizar un cubo de agua que tenía en Casarrubios, y que para hacerlo, presentaba tremendo fajo de billetes falsos como de juguete.
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Vaqueros
Esta noche viajé de nuevo a Casarrubios. Estuve cocinando con la abuela Paulina esos platos suyos que recuerdo saborear en mi infancia y que he recogido en el libro de recetas de mi vida.
La calle asfaltada fue durante muchos años un camino repleto de surcos creados por el agua de las luvias. Surcos que rellenaban a base de piedras para facilitar el paso de los coches.
En mi sueño seguía sin asfaltar, cosa que enojaba a los clientes de una tienda de vaqueros que he inventado en la mitad del camino. Yo estaba buscando algo que comprar, unos pantalones que tuvieran elástico en la cintura y no demasiado estrechos. Esos vaqueros que hoy busco para facilitar el trabajo de vestirme a mis cuidadoras, aunque en el sueño estaba sana. Voy a ver si me los trajeron los reyes magos.
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¿Toda la vida es sueño ?
De nuevo hoy tuve que ocuparme de la casa del pueblo. No porque fuera mi responsabilidad, o porque alguien me lo pidiera. Tengo la costumbre, desde bien pequeña, de ayudar a los demás o incluso sorprenderles. Puede que sea porque necesite la aprobación de la gente para combatir mi inseguridad y baja estime, o simplemente sea generosidad. El caso es que me dispuse a regar la huerta.
Estando allí, me pongo a buscar ropa para una actuación que tengo que hacer en un escenario, unos pantalones anchos azules oscuros y una camiseta lisa de color. Siento los nervios como si fuese real. No sé si sería capaz de actuar, lo que recuerdo es que salimos a tomar algo, y que nos encontramos con Elena, amiga que ayer pensé en escribir y que por eso está en mi sueño.
Leo esto y pienso que en la mayoría de mis sueños no estoy enferma, puedo moverme, hablar y bailar, y todo. Soy más libre durmiendo que despierta. ¿Y si como decía Calderón de la barca, toda la vida es sueño , y en algún momento me despertara de tal pesadilla? Amén.
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Prometo que hoy desperté recordando el sueño que tuve esta noche. Pero al no mantenerlo, al no escribirlo, y ocupar mis pensamientos en otras cosas mundanas, lo he olvidado. ¿Por qué se desvanecerán tan fácilmente?
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Mi estantería
Creo que mis sueños me recuerdan lo que tengo que hacer. Hoy soñé con la casa donde pasé mi infancia. Estábamos esperando un mueble que habíamos comprado, una de esas estanterías que ocupan la pared estera. Nos habían traído parte, y estábamos esperando el resto. Entretanto, decidíamos que hacer con todas las cosas del viejo mueble que íbamos a sustituir. Hoy voy a empezar a hacer lo mismo con mi estantería del salón, que falta le hace y creo que es el detonador de este sueño tan mundano.
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Casa de huéspedes
Otra vez el escenario recurrente en mis sueños, la casa de mis abuelos maternos en Casarrubios del Monte. Yo vivía allí, aunque también era anfitriona de la casa rural en la que la habíamos convertido.
De nuevo basura, esta vez en forma de hojarasca y plásticos arrastrados por el viento hasta la piscina que frecuentaban los huéspedes para mitigar el calor de esas tierras castellanas. Me dispuse a limpiar aquello mientras me lo agradecían parejas enamoradas, solteros ávidos de amor y una amiga de mi hija que agarraba fuerte un tablero de ajedrez.
Un nuevo huésped llama para reservar habitaciones. Es mi tía y sus amigas. Como estamos completos, quedo en deribarles a la casa de Maria Jesús, madre de mi tía, que en mis sueños ya varias veces sale viviendo en su casa mucho más señorial de lo que es en realidad. La única condición es que la limpiamos antes. Yo la visito y no considero que esté sucia, no tanto como para tener que limpiar. Y es que siempre lo mío está peor, porque conecta con mi ELA real.
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El primer sueño del año
He tenido que esperar a la primera siesta del año para recordar un nuevo sueño. Ni la última siesta del año ni la primera noche. Nada relevante, aunque sí hubo un hecho que podría tener conexión con la realidad o incluso ser premonitorio. Había un descampado junto a mi casa, un bloque de ocho pisos, gigante, imponente. Igual era yo antes, una mujer grande y fuerte, por dentro y por fuera. De repente veo que esa parcela, no sólo está seca, si no que además se está almacenando basura. Esto no lo puedo tolerar y me pongo manos a la obra para buscar responsables y que puedan limpiarlo. Creo que mi ELA puede ser causada por toxinas, hongos, metales pesados que hay que limpiar igualmente para recuperarme, o al menos parar esta degradación a la que estoy condenada.
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Ortodoxo
Lo de esta noche no voy a poder detallarlo. Es curioso, que en mis siete horas de sueño, parece que genero tres sueños distintos o tres escenas en un mismo sueño. En esta ocasión, recuerdo con detalle el último, tengo un boceto del segundo, y sé de la existencia de un primero, aunque en mi mente está completamente en blanco.
Esa primera parte dudo que la recuerde, pero no descarto que en el próximo sueño aparezca como un inicio de un nuevo viaje onírico (no sería la primera vez).
De la segunda parte, recuerdo que llegaba tarde a casa, e intentaba explicar a mis padres, con los que supuestamente vivía, que me costó mucho encontrar un taxi. Recuerdo que lo tuve que compartir con Rut, compañera de la universidad y amiga, que años después resultó ser mi vecina aunque justo cuando me mudé a otra casa. No sé qué pasó en el taxi, pero paramos en una farmacia donde me ayudaron a escapar, porque las intenciones de aquel personaje infiltrado no eran buenas.
Es en la tercera parte del sueño donde sí que tengo la claridad necesaria para contarlo. Yo iba a un concierto de Coque Malla. No era el típico concierto masivo en el que solo las primeras localidades te permiten disfrutar de la cercanía con el artista. Era un concierto íntimo en un teatro pequeño con unas pocas decenas de butacas. Al no ser entradas numeradas, en cuanto abrieron, tuve que espabilarme para encontrar un sitio cómodo y con buena acústica. Probé las últimas butacas, eran sillones negros de cuero negro y reclinables, perfecto para echar una buena siesta, pero no para escuchar el concierto puesto que apenas se percibía la música que provenía de los ensayos en el escenario. Me levanté y probé otras localidades; las de madera plegables demasiado incómodas, las forradas con terciopelo rojo fueron mis elegidas. En el escenario un camerino improvisado tras un biombo donde se preparaba el artista. Enfrente un aseo donde apenas quiso entrar y se topó con unas fans adolescentes que se ruborizaron y disculparon a la par que se apresuraban a tomar sus asientos puesto que el concierto iba a empezar.
Coque abrió el concierto con el tema ' Adiós papá ', aunque de mala gana sólo para satisfacer a sus fans adolescentes (aunque en realidad sería más bien para aquellos más maduritos). El segundo tema se llamaba 'Ortodoxo’, y subió a las butacas para dedicarsela a su novia, de pelo rizado, allí sentada emocionada. Acabo de buscar en Internet si Coque Malla tiene una canción con ese nombre y no, no descarto decirle que lo soñé por si quisiera ponerse manos a la obra.
Y hasta aquí. Mis cuidadoras no me han dejado disfrutar más del concierto al despertarme para ir a la ducha. Ojalá pueda continuar este sueño en la siesta, hoy tan necesaria para poder aguantar hasta medianoche y celebrar así la llegada del año nuevo 2025.
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Surrealista conexión entre sueños.
Esta noche sí he detectado continuidad en mis sueños, o sueño, según se mire.
Aparezco yo haciendo la Comunión en la iglesia de Casarrubios del Monte, pueblo donde vivieron mis abuelos cuando se jubilaron, y donde pasé largos veranos y numerosos fines de semana en los que cada domingo íbamos a cumplir con el precepto. Los padres de los niños unos bancos más atrás y mirándonos satisfechos. El cura cercano, dialogando con los niños intentando hacer ameno un rito que, a mi modo de ver, debería revisarse. Cuando finaliza la celebración, se ve a los padres extendiendo una factura de 0,50€. Unos la miran con incredulidad por lo barato, y otros por lo caro. ¿Debían pagar una misa cuando ya habían vaciado los bolsillos de calderilla en el no sé porqué llamamos cepillo?.
Detonador de esta parte del sueño: anteayer saqué el vestido de comunión de Sara para ver si le podemos dar una segunda vida.
Salimos de la Iglesia, y desde la escalera a la derecha con escalones gigantes que te dirigen a la calle, veo que hay un par de toros o vaquillas que nos frenan en nuestra idea.
Ya van dos veces que sueño con toros en este último mes. La vez anterior fue días antes del sorteo de la lotería de Navidad, lo cual me llevó a pensar que ganaría el premio gordo debido al tremendo tamaño del ganado. Esta vez no eran tan grandes, pero a mi me aterran por igual. Recuerdo una vez en el pueblo, que se escapó uno que trotaba en los encierros que hacen en fiestas; y no veía la hora de llegar a casa para sentirme segura. ¿O lo habré soñado?...
El caso es que en mi sueño había toros y me impedían salir a la calle. Y aquí viene lo Surrealista, cambia la escena, y me encuentro en una oficina viejuna y muy revuelta que se asume como mi lugar de trabajo. Estamos Ana y yo. Ana es la única persona con la que, después de una relación muy estrecha, un día dejó de hablarme y a pesar de intentar arreglarlo, nunca quiso hacerlo ni explicarme qué sucedió. Allí estábamos, pasando un programa almacenado en un diskette, por cada ordenador en nuestro habitáculo. Teniamos que hacerlo porque era la única forma de desactivar los toros y poder bajar a la calle. Qué fantasía, como recién salida de un episodio de Lost, serie que estoy volviendo a ver con mi hija Sara. De hecho, es el detonador de esta parte del sueño, porque horas antes estuvimos viendo aquel episodio en el que tienen que desactivar una alarma ejecutando una serie numérica en un ordenador de los 80.
Una vez conseguida la misión, ya me encuentro en el mismo habitáculo, con nuevos compañeros de un trabajo que no tengo ni idea de qué va. Y les pregunto a ver quién es mi responsable para poder hacer mi cometido más allá de desactivar los toros. Como no recibo más que respuestas imprecisas, se me ocurre recoger y limpiar aquello. Lo último que recuerdo es que parte lo recogí y me felicitaron, y que descubrí que me iba a encargar del centro de mensajes, plataforma que permite el servicio de mensajes cortos o SMS.
¡Y desperté!
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Una siesta da para soñar con mi ficus envarado y por tanto estiradito. Le pediré a los Reyes Magos una vara para hacerlo, no vaya a ser que se me estropee mi planta preferida con la misma edad que mi hija Sara.
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Personajes, reborn y elefantes imperiales
Esta noche me desperté varias veces al estar constipada y necesitar liberar mi traquea de secreciones. Esto, que normalmente es bastante molesto, me ha permitido disfrutar de distintos sueños inconexos, o no (no tengo la claridad que quisiera de todos ellos). Dónde sí he tenido nitidez, es para detectar los detalles, en los que entiendo cuales fueron los detonadores que los dispararon.
Me encuentro jugando a los personajes, ese juego en el que ridículamente te colocan el nombre de alguien o algo en la frente, y haciendo preguntas de sí o no, tienes que adivinarlo. El detonador fue que en Nochebuena jugamos a esto, al ser uno de los pocos juegos en los que no estoy en desventaja con los demás al no poder moverme ni comunicarme con agilidad. Estoy jugando con mi hermana y sus amigos (porque reconozco a Raúl), aunque en el sueño resultan ser compañeros de trabajo.
Ya no recuerdo qué más pasa, aunque creo que de su trabajo voy al mio porque reconozco a César, aquel jefe del pleistoceno que tuvo un bebé con menos de siete meses y salió adelante. Detonador: conversación ayer con mis amigos de los neonatos prematuros motivada por el muñeco que traía Marina, uno de esos reborn que, personalmente, dan más grima que ternura.
La parte mejor y más larga del sueño, no sé realmente a qué se debe, probablemente a un detonador televisivo, al ver ayer en el telediario las mejores fotos del año de la princesa Leonor. Entre edificios señoriales y siguiendo un camino de alfombra roja, voy buscando algo. Es toda una fantasía encontrar elefantes con sus cabezas adornadas con diademas doradas en una de las plazas que visito. Y me cruzo en una de ellas con David, aquel vecino de barrio con el que no crucé palabra alguna hasta que coincidimos en la Universidad cursando los mismos estudios; aquel que me hablaba de libros y sorprendía con comentarios más propios de una persona de más edad. Es que estaba muy leído.
No sé dónde iba y si llegué, tan solo sé que desperté. Prueba superada.
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