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soymagrax-blog · 5 years
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LA HOSTIA
Tras la aprobación del Real Decreto 14/188 y la ratificación por referéndum de La Hostia, la banda sonora de nuestras calles ha incorporado el “PLAS” como sonido recurrente.
Año 5 D.H. (Después de la Hostia).
Acababa de dar comienzo un nuevo año y ya estaba hasta los cojones. Todavía me quedaba por delante el día de reyes y solo pensarlo me daba dolor de cabeza. Ahí estaba yo, sentado en la barra de un bar de la calle Victoria, rumiando mi malestar mientras observaba embobado los lamparones de mi camisa. De camino había parado en un bar nuevo de la calle Mayor donde me sirvieron un vino blanco muy fresquito y unos boquerones en vinagre que sabían fuerte y que chorreaban un denso y verdoso aceite con el que adorné mi camisa. Gracias a que no me detuve en ningún otro sitio, llegué con hambre suficiente para almorzar. El bar de la calle Victoria ofrecía un menú de lo mas ajustado en relación calidad/precio. Me pareció correcto. Antes de liquidar la cerveza (bien tirada por  cierto) que me estaba metiendo entre pecho y espalda, y tras comerme el segundo cacahuete rancio de los cuatro cacahuetes que ya me había comido, le pregunté a la camarera si me podía sentar en una mesa a comer. Ella me dijo que por supuesto y me señaló una mesita que tenia detrás. Ágilmente salté de mi taburete y me senté en la mesa de cara hacia el resto de comensales, los cuales ya rumiaban su comida. Como decía, el año había empezado de puto culo para mí y las navidades estaban siendo un suplicio. Os pongo en situación:
Hombre de treinta y siete años, casado, trabajo estable, hipoteca, dos hijos; se presenta en casa de suegra con su familia para la cena de nochebuena. Efectivamente, como supongo os habréis imaginado, el hombre de  treinta y siete años soy yo. He de decir que me conservo bien y que soy razonablemente atractivo, por eso me permito el lujo de ligotear, por ejemplo, con mis compañeras de trabajo divorciadas o con señoras a las que con cualquier pretexto ofrezco mi ayuda en el supermercado. Lo reconozco, es patético, pero es lo que hay. Volviendo a la cena de nochebuena; resulta que durante el segundo plato (unas cocochas de bacalao al pil-pil deliciosas) y mientras degustaba un Rioja variedad 75% tempranillo y 25% garnacha con crianza de 15 meses en barrica de roble que previamente había seleccionado en el súper de la vuelta de la esquina; no se me ocurre otra cosa que sacar a relucir desenfadadamente una anécdota acaecida ya hace la tira de años durante un verano en la playa, siendo yo aun novio de mi mujer, y mientras pasábamos unos días en el apartamento que mis suegros alquilaban todos los veranos en la manga del mar menor; pues resulta que una de mis cuñadas, la mediana, se estaba duchando en una caseta que había en la terraza interior del apartamento cuando de repente, la otra hermana, la más pequeña, tuvo la genial ocurrencia de abrir la puerta mientras yo pasaba casualmente por allí. Como resultado, mi cuñada (que por aquel entonces rondaba los 18 años) se giró sorprendida por el chirriar de la puerta y dejó a mi vista sus turgentes pechos. Rápidamente ella misma cerró la puerta y se encargó, después de salir de la ducha y secarse, de darle a su hermana una buena tunda de hostias. Yo quedé turbado con la imagen y aun hoy en día en ocasiones la recuerdo con regocijo. El incidente quedó entre nosotros y nunca se mencionó, ni siquiera se lo conté a mi mujer. Pues bien, en la cena de nochebuena, convine (incuestionablemente espoleado por los efectos del alcohol) que sería divertido sacarlo a relucir y adornarlo con una más que notable interpretación de los hechos. Achaco el desliz, insisto, a que iba borracho como una cuba y a que quizá, no tener delante una figura como la del suegro (muerto) o del cuñado (con otra), provocó que me envalentonara más de lo debido y no fuera capaz de controlar mi verborrea. Cuando finalicé el relato, que concluía con la recreación gestual de mi cuñada tapándose los senos, empecé a partirme el culo de risa. Después miré a mi alrededor y comprobé que:
a) Mi mujer me miraba como me mira cuando las cosas están a punto de ponerse feas para mí. b) Mi cuñada, la protagonista de la historia, miraba hacia el plato negando con la cabeza y jugueteando con una miga de pan. c) Mi suegra estaba lenvantandose de la mesa y se llevaba a mis hijos a la cocina engatusados con alguna falsa promesa. d) Mi otra cuñada, la que se llevó la manta de ostias, no estaba porque había salido de marcha.
El resto de la velada transcurrió con algo de tensión en el ambiente, pero yo seguí a lo mio y me dediqué toda la noche a beber gin-tonics y a cantar y bailar por Raphael.
Volviendo al bar de la calle Victoria, como iba diciendo, me senté en la mesa que la camarera tan amablemente me había ofrecido e hice una batida visual hacia el resto de comensales. En una de las mesas había un matrimonio joven con aspecto demacrado compartiendo mesa y mantel con sus tres hijos. Los niños se portaban, sorprendentemente, bastante bien para su edad. Eran niños de entre cuatro y ocho años. Una edad complicada. Estaban sentados en la mesa formalmente sin hacer el animal. “Igualito que los míos”, pensé. Supuse que conseguir tal hazaña (el magnifico comportamiento de las criaturas) es lo que había dejado tan demacrado al matrimonio. Un trabajo extenuante. En otra mesa había una anciano comiéndose una fabada, con bastante buena pinta por cierto, y empujándose una botella de vinacho de la casa mientras miraba atento las noticias en la tele. En último lugar calé a una pareja de mediana edad (entiéndase como mediana edad los 50 aproximadamente) que consultaba el menú mientras debatían en animada conversación. Él parecía un poco más mayor que ella y desde el primer momento me cayó gordo. Llevaba colgadas al cuello una de esas putas gafas con un imán en la montura, entre los cristales. Hay que ser mamarracho para tener unas gafas así. El tipo también se caracterizaba por su horripilante gusto vistiendo. Que conste que no soy un erudito de la moda ni es uno de mis puntos fuertes, pero es que ¡joder!, el tipo parecía que se había vestido con la luz apagada. Un cuadro. Os ahorraré detalles. En cuanto a ella, bueno, ella es el motivo por el que ahora estáis leyendo esto.
Pero antes de entrar en materia, me gustaría comentaros un poco por encima como fue la cena de nochevieja. Tocaba en casa de mis padres, y gracias a que soy hijo único pudimos librarnos de anécdotas sobre cuñadas o cuñados desnudos. Eso no quitó para que mi mujer, que seguía enfadada (aun me obligaba a dormir en el sofá), consiguiera a base de mantener una actitud distante hacia mi, que mis padres se preocuparan y que estuvieran toda la noche lanzándome reproches y cuestionando mi figura como padre y esposo. “No se como te aguanta todavía”, “Ya se te veía desde pequeño que eras un cerdo”, “Que habrás hecho para que la chica tenga ese disgusto”, “Te tenia que haber metido dos hostias a tiempo”, “Menos mal que la niña ha salido a la madre”; son solo un ejemplo de las numerosas lindezas que mis progenitores me fueron soltando a lo largo de toda la velada. Mi mujer estaba disfrutando como una enana y cuando nadie la miraba, aprovechaba para sacarme la lengua y estirar su dedo corazón hacia mí. Yo aguanté el chaparrón lo mejor que pude y en cuanto Noche de Fiesta dio paso al primer corte publicitario, ordené recoger el chiringuito; al fin y al cabo estábamos en casa de mis padres y yo partía el bacalao sobre cuando íbamos o veníamos. Al llegar a casa acostamos a los niños y estuvimos un rato más viendo Noche de Fiesta. Yo busqué la reconciliación por todos los medios, pero tras zambullirnos en un debate sobre los infaustos derroteros que estaba tomando la industria de la música actual, que finalmente derivó en una cháchara sobre el vestuario de los asistentes al evento televisivo, terminé mencionando el culo de la vecina del tercero (no me preguntéis como pudo pasar) y la jodí. A seguir en el sofá.
Esta serie de desatinos me llevó a estar hoy  aquí, en el bar de la calle Victoria, a punto de elegir un primero y un segundo. Mi mujer sigue gravemente enfadada y se ha ido con los niños a comer a Madrid. Al centro. Con sus hermanas. De puta madre. Dios aprieta pero no ahoga. La mujer que acompañaba al gilipollas de las gafas con imán tenia un poco mas de gusto vistiendo que él (menos era imposible), pero tampoco era un derroche de elegancia. Tenía cara de no ir bien al baño y albergaba la curiosa manía de oler todo constantemente. Olía los cubiertos, la servilleta, el vaso, la carta del menú, e incluso sus manos. Me estaba poniendo muy nervioso la parejita de marras. Ellos ya habían ordenado su primero, mientras yo, aun me debatía entre el revuelto de espárragos trigueros y los espaguetis a la carbonara. El segundo lo tenía claro desde el principio, merluza a la donostiarra. Cuando ya me hube decidido, busqué a la camarera para pedir mi menú, pero no la encontré. En ese momento sentí aflicción y me vino a la cabeza el día de reyes que tenía a la vista. Comencé a rascarme la perilla mirando hacia la nada y las cartas de los reyes magos, tanto de la nena como del enano, empezaron a pasar frente a mis ojos como la vida de un resucitado pasa por delante de sus ojos. Putos zombis. Las cartas eran interminables. Si todavía se hubieran portado bien este año pasado, sería casi capaz de comprarles la mitad de la lista con gusto, pero eran unos demonios y su lista era enorme.
“¿Ha elegido ya?, ¿ha elegido ya?, ¿ha elegido ya?” La camarera me sacó del trance solicitando mi comanda. “De primero revuelto de espárragos trigueros y de segundo merluza a la donostiarra”, pedí. Cuando la chica me tomó nota y se marchó, continúe observando a mis vecinos de salón. Los demacrados comían una hamburguesa por cabeza. El padre la regaba con una enorme jarra de cerveza y la madre con un pelotazo de ron. Los niños seguían super-tranquilos. El más pequeño parecía haberse quedado dormido encima del pan y tenía pepitas de sésamo clavadas en la frente. Por un momento se me pasó por la cabeza la idea de que quizá aquellos demacrados padres habían drogado a su hijos. Nunca se sabe. El anciano de la fabada estaba ahora comiéndose una ensalada de ahumados. ¿De segundo? Pues si. Con esa misma cara me quedé yo cuando lo vi, pero así era. A la pareja de esperpentos les acababan de llevar sus primeros platos. Él, huevos rellenos y ella, revuelto de espárragos trigueros. Me entró repelús cuando comprobé que compartía gustos con semejante tipeja. Olisqueó el revuelto; puso peor cara de la que ya tenía de serie; le dijo algo a él. Alain Delon juntó los imanes de sus putas gafas y miró de cerca el plato. Se inició una fluida conversación entre ambos. “Olorcitos” no dejaba de negar con la cabeza señalando el plato mientras Humphrey Bogart daba cuenta de sus huevos rellenos y continuaba con su quita y pon de gafas. La sangre me estaba comenzando a hervir. Se me estaba juntando todo y estaba poniéndome de muy mala leche. La “Señora Sniff” levantó la mano y llamó a la camarera. Cuando esta llegó a la mesa comenzaron a conversar hasta que finalmente la chica le retiró el plato. “Oso hormiguero” había variado su rictus de no ir bien al baño por uno de indignación aun mas desagradable. Sentí calor subiendo  por mi pecho hasta llegar a mis orejas. Traté de calmarme pensando en que quizá el revuelto les había salido malo. Intenté comprender que sería lógico que un comensal rechazara un plato que, por algún motivo accidental, se había estropeado. Esperé a que trajeran mi revuelto para sacar una conclusión definitiva. Cuando llegó mi plato, agradecí a la camarera el servicio e inhalé su aroma; el del plato, no el de la camarera. Olía bien; bueno, todo lo bien que puede oler un revuelto de espárragos trigueros. El aspecto era bueno. Lo probé. Estaba de puta madre; bueno, todo lo de puta madre que puede estar un revuelto de espárragos trigueros. A la tiparraca en cuestión le presentaron su segundo plato. Parecía ser que ya no quería más primeros. Le puso mala cara a la chica y empezó a olerlo con cara de asco. Mientras rumiaba mis tiernos espárragos y contemplaba semejante estampa fui consciente de que a pesar de que acababa de comenzar el año, iba a verme obligado a utilizar La Hostia. Saqué mi smartphone, accedí a la aplicación de la página web oficial del Ministerio del Interior y enlacé desde allí con mi cuenta de usuario. Actualmente todos los ciudadanos mayores de dieciséis años estábamos obligados a tener una cuenta activa de La Hostia. Si había algún problema con el teléfono móvil (se rompía o se quedaba sin batería) y alguien reclamaba La Hostia hacia tu persona, podías ser denunciado y multado con 10.000€. Pulsé el botón del localizador y apunté disimuladamente hacia “Naricitas”. Tras proceder con el escaneo de identidad correspondiente, la aplicación me contesto: “Identificado sujeto. Espere notificación de acceso para ejecución”. La di una pinchada mas a mi plato de revuelto y me remangué. Ella sintió vibrar su teléfono y se aferró a él. Tras un breve toqueteo de pantalla su gesto se desencajó y empezó a mirar nerviosa hacia todos lados. En ese momento me levanté. Ella miró hacia mi y yo le enseñé la pantalla de mi smartphone con sus datos de identificación y el acceso disponible para utilizar La Hostia contra ella. “Cara de culo” se levantó y se quedó quieta frente a mi como correspondía al ser elegido como receptor de La Hostia. El tontolapolla de las gafas de imán bajó la cabeza y la cubrió con sus manos. No quería mirar. Los camareros miraban todos. Los demacrados tapaban los ojos a sus hijos (a los que aun no se habían dormido encima de la hamburguesa) y el abuelo de la fabada se servia el ultimo vaso de vinacho para, según interpreté, dedicarme un brindis después de la ejecución. Sin vacilar y consciente de que me quedaría sin La Hostia a las primeras de cambio (solo se disponía de una al año), extendí mi brazo, lo eché hacia atrás, abrí la mano (como mandaban los cánones) y lancé una potente hostia con mi mano derecha que se estrelló sobre el lado izquierdo de la cara de la mujer. Esta salió despedida hacia atrás y su cabezota impactó contra el vidrio del ventanal que tenía a su espalda. Sentí paz. Pulsé el botón de “Hecho” en mi smartphone y sin intercambiar palabra alguna con ella (como dicta el protocolo de La Hostia) volví a mi mesa y reanudé el ataque sobre mi delicioso plato de revuelto de espárragos trigueros. Ella se levantó mareada y salió corriendo del bar. Rodolfo Valentino corrió tras ella.
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soymagrax-blog · 6 years
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soymagrax-blog · 6 years
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Claudia speech.
- Supongo que ahora no me dirás: “¡Eh, venga Claudita, era una broma!” Imagino que eso no es lo que vas a decir. Supongo que ahora no vamos a empezar a troncharnos de risa mientras me dices: “Deberías haber visto la cara que has puesto”. No es eso lo que va a pasar, ¿verdad? Te conozco lo suficiente como para saber que lo que me acabas de contar, aunque me cueste creerlo, es cierto -Claudia hablaba mirando a través del cristal de la ventana sin ver el trasiego de personas que iban de una lado para otro; sin ver las persianas bajadas del bloque de enfrente; sin ver las ventanas abiertas en cuyo interior un hombre o una mujer se afanaba, escoba en mano, en recoger las pelusas del suelo; no veía el color verde de las copas de los árboles bamboleándose a merced del viento. Sin pestañear, impertérrita, Claudia solo veía lo que parecía ser el marco de un mundo nuevo, un mundo distinto al que conocía hasta ese momento.
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soymagrax-blog · 6 years
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soymagrax-blog · 6 years
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Carta a mi no-lector
Estimado no-lector:
Antes de nada quisiera expresar mi deseo de que no estés leyendo estas lineas porque en caso de que así sea querrá decir que ya no eres mi no-lector y por lo tanto esta comunicación perdería sentido. Por otro lado, y aludiendo en este caso a mis lectores, si alguno de vosotros lo está leyendo, abandonad, os estáis metiendo donde no os llaman.
Apreciado no-lector, te estarás preguntando el por qué de escribirte una carta ¿verdad?. The point is que el otro día me encontraba tomando unas mirindas con un grupo de amigos lectores míos (para los que no va dirigida esta carta), y entre mirinda y mirinda salió a relucir el asunto de mis no-lectores. Uno de los contertulios (probablemente el que mas mirindas había tomado) sugirió que sería una buena idea escribir un carta para aquellas personas que nunca me habían leído y que por lo tanto eran unos auténticos no-lectores míos. Al principio me tomé la sugerencia como la típica coña marinera que uno suelta cuando está de mirindas y anda sumergido en ese ambiente jocoso y distendido que habitualmente se genera, pero ya de vuelta a casa mientras caminaba por una calle desierta mirándome la punta de los pies, reflexioné sobre el topic y decidí que lo iba a hacer. Porque no. Después del jijiji-jajaja inicial que suscitó la propuesta, una vez la reflexioné en frio, consideré que era una idea brillante. Al día siguiente me armé de valor y tras coger papel y boli bajé de casa y me dirigí al bar de cereales más próximo; me senté frente a un tazón gigante de leche azul rebosante de Cheerios y me dispuse a escribir estas lineas.
Quiero dirigirme a ti, mi querido no-lector, a través de esta carta (aunque si fueras un autentico no-lector mío no estarías leyéndola) con la finalidad de hacer un poco de terapia conjunta y, por que no, limar asperezas. Probablemente te encuentres incluido en alguno de los perfiles que a continuación voy a detallar: A ver si te identificas. Comenzamos.
Diferentes motivos por los que no me has leído:
-Sólo leo lo que me gusta. Eres un tipo de no-lector muy interesante por varios aspectos. Está claro que si solo lees lo que te gusta es porque tienes muy claro de antemano lo que te gusta y lo que no, y eso es algo bueno; es algo que habla en positivo de ti. Por contra, este aspecto podría conllevar también connotaciones negativas. Si resulta que a estas alturas aun no eres consciente de que lo que te gusta y lo que no, viene impuesto por factores invisibles externos, tenemos un problema. Deja que me aventure a pronosticar (cual jabato) que géneros son a los que aludes cuando te refieres a que solamente lees lo que te gusta. ¿Puede ser que uno sea el género novelesco erótico-festivo? (más festivo que erótico, todo sea dicho), o ¿cabría la posibilidad de que otro de tus géneros favoritos sea el de los libros de autoayuda? (R-E-S-P-E-C-T si la necesitas), o ¿quizá tiras más por la ficción histórica rollo Ken Follett o Dan Brown? Si te paras a pensar (siempre se piensa mejor parado), todos estos géneros ¡oh casualidad! están de moda en este momento (Just for the record: estamos en 2018). Con esta reflexión solo pretendo verbalizar que lo que nos gusta o no depende muy poquito de nosotros y que lamento profundamente que quien mueve los hilos nunca fomente la lectura narrativa psicológica como la de Dostoyevski o las novelas de autores existencialistas como Ernesto Sabato o Henry Miller. Independientemente a todo esto, he de reconocer que Dualiti (mi libro, dicho sea de paso) tiene una difícil inclusión en alguno de los géneros ya predeterminados, cosa que supongo dice poco de mí porque debería de haber sido yo el encargado de situarlo en alguna etiqueta que permitiera el consumo a cholón. Reconozco ser el máximo responsable (como un entrenador de fútbol) de que no puedas identificar a Dualiti en un género reconocible. By the way; me gustaría apostillar que, como es lo más probable, si algún día nos encontramos casualmente en una sala de cine viendo el estreno del blockbuster del momento o comprando esas zapatillas que durante ciertas temporadas atemporales viste y calza el 90% de la población sureuropea caucásica mileurista; si coincidimos por ahí y no te reconozco, no me lo tengas en cuenta (espero comprendas la dificultad de identificar a un no-lector de perfil en la penumbra de una sala de cine o sentado y doblado hacia adelante mientras se ata los cordones) y espero que seas tú quien me salude para así tener la oportunidad de estrecharte entre mis brazos.
-No tengo tiempo para leer. Eres un no-lector con poco tiempo, eso salta a la vista. Sin querer sonar a tópico en mis observaciones, he de reconocer que hoy en día sufrimos, por norma general, un ritmo de vida vertiginoso. Tenemos horarios laborales tiranos y un sinfín de obligaciones con las que cumplir para poder formar parte, sin ser sospechoso, de este entramado diabólico al que nos han sometido casi sin darnos cuenta llamado “Sociedad Contemporánea” (vuelvo a recordar que estamos en 2018; sobre todo por si algún no-lector se anima a leerme dentro de 20 años, que oye, como dice el refrán: “Nunca es tarde si la dicha es buena”). Bajo este argumento es difícil reprocharle nada al sufrido no-lector, que si además es usuario habitual de vehículo para desplazarse a trabajar o a donde el viento le lleve, bastante tiene con aguantar el tráfico y las búsquedas de aparcamiento. Hasta donde yo sé, no se puede conducir leyendo (bueno, poder ser puede, pero creo que te quitan puntos) así que; entre los itinerarios sobre el asfalto, el tiempo que se pierde en ir a echar gasolina y en comprobar el estado de los neumáticos, la propia jornada laboral, las actividades extraescolares (ya bien sea de uno mismo o de algún vástago), el ponerse al día con los resultados deportivos, cagarse en Dios o en el politicucho de turno, consultar los movimientos bancarios, ojear el catalogo del super buscando ofertones,  esperar la cola de la charcutería o del estanco y pillar un take away de última hora para hacer una cena que sirva al día siguiente también como desayuno; es imposible sacar un rato para leer un libro. La salvedad (que confirma la regla) la podríamos encontrar en los no-lectores que van a trabajar en transporte público. Aquí ya podríamos encontrar un perfil de no-lector con más opciones de convertirse en lector (y por lo tanto no estar leyendo esto), exceptuando si el sujeto en cuestión viaja en tren y tiene como pasatiempo favorito contar graffitis (esta práctica impide dedicarse a otra cosa durante el viaje). Sin nada que reprochar, un sonoro beso para este no-lector.
-Me da pereza leerte. Eres un admirable no-lector y te profeso el máximo respeto. Eres una persona que abre su pecho y que desde lo más profundo de su corazón admite, sin temblarle el pulso, que su pecado capital es la pereza. Fíjense, tanto no-lectores (que no deberíais estar leyendo esto), como lectores (sois unos intrusos) que el acto de leer es algo que se puede hacer sentado y ¡atención! incluso tumbado. No exige un estado de forma envidiable ni impide que nadie (exceptuando personas con problemas de vista cansada, visión reducida o ceguera) pueda llevarla a cabo con normalidad. Si bien es cierto que es una actividad que no cansa (en condiciones normales), tiende en muy contadas ocasiones a convertirse en el hobby al que recurrimos obviando en su favor el resto de estímulos que tenemos a nuestro alcance y que habitualmente se llevan la palma. Me excedería en palabras si tuviera que enumerar cada uno de esos traviesos estímulos que nos separan del noble arte de leerme, así que no lo haré y me ceñiré solamente a alguno de ellos. Tenemos la televisión amigos; y cuando digo la televisión digo todo aquello que se puede videar desde el monitor de un reproductor ya sea de televisión al uso, smart TV (al loro con esto), PC, lap-top, cinemascope, realidad virtual (seguid así jóvenes creadores y desarrolladores de RV, lo estáis haciendo genial; pronto encontrareis allí lo que todos estamos esperando). Solamente con esta lista ya tenemos una oferta mayor de lo podríamos necesitar para tener ocupadas 1.000 vidas (siempre y cuando nos reencarnáramos en humano una y otra vez y no en alguna otra especie). Por lo tanto, quedándonos sólo con esto y si me apuráis, sumando algún que otro inofensivo pasatiempo más como la masturbación, sacarse mocos, emborracharse, drogarse, cagarse en Dios o en el politicucho de turno (si, ya sé que ya lo he mencionado antes, pero es que vale para los dos casos), follar (el que pueda), hacer puzzles y el cubo de rubik, ya no tenemos tiempo físico para nada más.
-Me caes mal. Eres mi no-lector favorito. Estoy totalmente de acuerdo contigo; yo también me caigo mal a mí mismo, y no sólo por mi carácter huraño y mal despertar, me caigo mal porque soy escritor y los escritores somos unos imbéciles totales. Somos estúpidos, eso es un hecho, por lo tanto entiendo a la perfección que te caiga mal y que no me quieras leer. Los escritores nos creemos muy listos por hacer lo que a los niños de más tierna edad ya enseñan a hacer en el colegio. Escribir. Menuda heroicidad. Por alguna extraña razón a los escritores nos brota de repente una especie de aura con tufo a superdotadillo sabihondo de tres al cuarto que da ganas de vomitar. Por este motivo reconozco que ni me caigo bien a mí mismo ni me cae bien ningún escritor; te entiendo perfectamente cuando afirmas que te caigo mal. En el caso de que, querido no-lector, hubieras sido tú el que hubiera escrito un libro (por cierto el mio se llama Dualiti, no sé si lo había dicho ya), ten clarinete que no lo leería porque pensaría que eres un gilipollas integral. La verdad es que es una lástima que no estés leyendo esto (recuerda que eres mi no-lector, no lo estarás leyendo ¿verdad?), porque como habrías podido comprobar, tenemos muchas cosas en común.
Queridos no-lectores y también lectores (estoy seguro de que algún lector se ha pasado por el forro la advertencia inicial y lo ha leído) esto era todo lo que quería expresaros. No anhelo ningún feedback, porque no contemplo la posibilidad de que hayáis leído esta carta, pero he de decir que el escribirla me ha sido muy útil por varias razones (que en este caso no voy a enumerar de una en una como hice antes, menos mal ¿no?). Lo resumo en que debería salir más de mirindas y en que los bares de cereales son comodísimos para escribir gracias a sus grandes mesas y a sus confortables sillones.
Con cariño
MAGRAX
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soymagrax-blog · 6 years
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Estoy pensando en Psicosis.
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soymagrax-blog · 6 years
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Romero escucha esta canción durante el Capítulo1 de DUALITI2.
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soymagrax-blog · 6 years
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Francis irrumpe con fuerza en el Tempo durante el Capítulo 8.
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soymagrax-blog · 6 years
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Lorenzo le da vueltas a la cabeza escuchando esta canción en el Capítulo 7.
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soymagrax-blog · 6 years
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Siempre hay alguien mirando en el Capítulo 4.
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soymagrax-blog · 6 years
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DUALITI presente!!!!!!
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soymagrax-blog · 6 years
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soymagrax-blog · 6 years
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Satur escucha esta canción mientras conduce a través del Capítulo 13.
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soymagrax-blog · 6 years
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“Una emocionante novela etílico-romántica de ficción contemporánea”
Disponible en Amazon en versión electrónica y física.
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soymagrax-blog · 6 years
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El problema de todas las historias es que se cuentan después de que hayan pasado.
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soymagrax-blog · 6 years
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Lorenzo escucha esta canción y comienza su particular fiesta en el Capítulo 10.
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soymagrax-blog · 7 years
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Lluvia escucha esta canción consagrada como ser pleno durante el Capítulo 9.
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