slhades
S.L. Hades
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Mi tercer espacio para compartir mis fanfics o relatos originales. Pueden hallarme en Wattpad o en AO3.
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slhades · 6 years ago
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Títulos nobiliarios ¿mayúscula o no mayúscula?
“ 6.9. Los títulos, cargos y nombres de dignidad como rey, papa, duque, presidente, ministro, etc., se escriben con minúscula cuando aparecen acompañados del nombre propio de la persona que los posee, o del lugar o ámbito al que corresponden (el rey Felipe IV, el papa Juan Pablo II, el presidente de Nicaragua, el ministro de Trabajo), o cuando están usados en sentido genérico (El papa, el rey, el duque están sujetos a morir, como lo está cualquier otro hombre). Existen casos, sin embargo, en que estas palabras pueden escribirse con mayúsculas (→ 4.31). 4.31. Los títulos, cargos y nombres de dignidad, como rey, papa, duque, presidente, ministro, etc., que normalmente se escriben con minúscula (→ 6.9), pueden aparecer en determinados casos escritos con mayúscula. Así, es frecuente, aunque no obligatorio, que estas palabras se escriban con mayúscula cuando se emplean referidas a una persona concreta, sin mención expresa de su nombre propio: El Rey inaugurará la nueva biblioteca; El Papa visitará la India en su próximo viaje. Por otra parte, por razones de respeto, los títulos de los miembros de la familia reinante en España suelen escribirse con mayúscula, aunque vayan seguidos del nombre propio de la persona que los posee, al igual que los tratamientos de don y doña a ellos referidos: el Rey Don Juan Carlos, el Príncipe Felipe, la Infanta Doña Cristina. También es costumbre particular de las leyes, decretos y documentos oficiales, por razones de solemnidad, escribir con mayúsculas las palabras de este tipo: el Rey de España, el Jefe del Estado, el Presidente del Gobierno, el Secretario de Estado de Comercio. Por último, es muy frecuente que los cargos de cierta categoría se escriban con mayúscula en el encabezamiento de las cartas dirigidas a las personas que los ocupan.“ Se los comparto directito de la RAE, por si alguien tenía la duda sobre si los titulos nobiliarios se escriben con mayúscula o no y en qué oportunidades.
Sauce: http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=BapzSnotjD6n0vZiTp
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slhades · 6 years ago
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Pop goes my heart
Este es probablemente el fic más oscuro que eh escrito... quizás para muchos no sea la gran cosa XD pero si lo comparan con el resto de los fics que eh subido, pues si que se nota xD. Laughing Jack x Glitchy Red.
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"¡Red! ¡Deberías tomar un descanso rápido!" entonces, toda fuente de luz desaparecería por algunos segundos. "¡Oh, bien! Tú y tus pokémon lucen muy bien ¡Ahora, cuídate!" y ella se quedaría mirándole fijamente, sin moverse, sin pestañear. No importaba a dónde fuera, o mejor dicho, no importaba a dónde hiciera que esa persona le dirigiera, nunca se hacía de noche, las personas le decían lo mismo una y otra vez, y los pokémon salvajes aparecieran con una cierta frecuencia dependiendo del tipo y lugar, al igual que el nivel que poseían. Todo estaba programado.
En una oportunidad, sin embargo, esa persona apagó la consola portátil y él se dedicó a deambular por ahí. Entre paso y paso, no se dio cuenta y acabó en la zona safari. Como el aparato estaba apagado, no se vio en la obligación de pagar para entrar y ningún pokémon salvaje se le aparecería. Nuevamente perdido en sus pensamientos, de notar que al ser el único en ese juego que poseía voluntad se encontraba muy solo, tardó en notar que llegó a una zona que desconocía. De la nada comenzó a sentir frio. Sabía lo que era, pero nunca hasta ese momento lo había experimentado, por lo que se sorprendió. Siguió caminando y al ver hacia arriba pudo ver la noche. Se quedó un momento pasmado, observando el firmamento nocturno. Nuevamente, sabía cómo lucía, tenía una imagen de ello en su mente, pero jamás lo había visto realmente.
Escuchó entonces algo moverse entre la hierba. Dirigió su mirada carmesí hacia el lugar por donde provenía el sonido. No podía ver con claridad de qué se trataba, porque aquello ciertamente, no era humano. Notaba solo un par de orbes que lo miraban de forma penetrante y extraña. Miedo. Otra vez, una sensación que sabía de qué trataba, pero en ese instante, era la primera vez que lo sentía en carne propia. "Corre" se dijo, pero sus piernas no respondían. "¡Corre!" se gritó esta vez, mas solo atinó a obedecerse cuando aquella extraña criatura humanoide osó en salir de su escondite. Corría a todo lo que daban sus piernas y más. Cansancio, primera experiencia real, pero no dejó de correr hasta que se vio fuera de aquel bosque y ya bastante lejos. Se detuvo a recuperar el aire, cosa que nunca antes le había faltado. Se volteó. Ya no sentía, ni escuchaba, ni veía la presencia de aquella criatura. Sabiendo que volver por sus pasos sería una mala idea por un tiempo, decidió seguir avanzando.
Se vio en un barrio de casas alineadas y casi idénticas unas de otras. Caminó y caminó sin detenerse. El cansancio siguió invadiéndole, lo que se le hizo bastante molesto. Cuando sus pies ya no dieron más, se sentó en una banca cercana. Red se hallaba solo en la calle. Ni un alma se pasaba por ahí, todas las luces de las casas estaban apagadas, indicando que sus habitantes dormían y ni siquiera un auto o taxi se pasaban por la calle. Algo apareció en su estómago, una vez se estuvo quieto en aquella banca. Hambre. ¿Qué rayos estaba pasando? Nunca antes había tenido la necesidad de comer, después de todo, solo era el protagonista de un juego de vídeo, uno incapaz de hacer realmente su propia historia. Suspiró.
Escuchó entonces una risa juguetona y alegre. Miró a todos lados, pero allí no había nada ni nadie que pudiese reproducir tal sonido. La risa entonces volvió a aparecer y Red de nuevo se puso a observar a su alrededor, pero nada, nadie. La risa aparecía cada vez más frecuente y cada vez más cercana, provocando un efecto tétrico en aquel sonido.
- ¡Vaya, vaya! – exclamó de la nada una voz jovial y animada. Red se giró bruscamente y vio ante sí mismo, de pie, un payaso monocromático, blanco y negro en sus ropas, piel y ojos, llamándole la atención su nariz cónica, con anillos de esos dos mismos tonos - ¿Pero qué tenemos aquí a estas horas?
Red le observó. Aún con solo trece años no era ningún ingenuo, y es que más allá del aspecto de aquel payaso, algo le decía que no era humano, después de todo ¿Cómo apareció ahí de la nada? Más importante aún, ese instinto le decía que aquel ser no pretendía nada bueno, recordándole a aquella criatura a la que se encontró en el bosque. Sin embargo, esta vez, por algún motivo, no quería huir.
- ¿Eras tú quien se reía de esa forma?
Ante la pregunta del menor, el payaso pareció descolocarse. Su modus operandi consistía en ganarse la confianza de los niños, volverse su más fiel amigo imaginario, incitarlos a hacer cosas ligeramente indebidas, darles pistas extrañas a los padres, para luego cometer el delicioso y ansiado crimen. Pero acostumbraba a que los niños, tras la primera impresión, se asustaran, por lo que la reacción de este niño de ojos carmesí le sorprendió bastante.
- ... ¿Ah? – fue todo lo que Jack, el payaso, atinó a responder.
- hace un momento, un par de risas ¿Eras tú? – Red seguía mirándole, aún sin saber muy bien qué estaba pasando.
- ¿Acaso no vas a asustarte? – Jack le vio pestañear un par de veces, confundido.
- ¿Asustarme?
- ¡así no tiene gracia! – exclamó con hastío el payaso. Escuchó entonces un sonido, como gruñido. Provenía del estómago del menor, el cual, al sentir el retortijón en su zona abdominal, se llevó ambos brazos a aquel lugar, como si de esa forma fuera a evitar que le invadiera el hambre, y se tumbó en la banca.
- ¿Eres acaso un violador o un asesino? – le preguntó desde su nueva posición – no serías el primero con el que me topo. En el bosque había un monstruo horrible, me persiguió por horas...
- soy de ambos, en realidad – le respondió. Tras masacrar a sus víctimas, era prácticamente imposible probar que, antes del terrible homicidio, había abusado sexualmente de ellos, pero era un pequeño placer del que gustaba bastante – así que, escapaste de The Rake.
- ¿Así se llama? – Red seguía sin inmutarse y con aquella información, Jack lo supo. Ese pequeño era uno de "ellos" – pues preferiría no volverlo a ver – Jack rió con ganas.
- es lo más gracioso que hay – le dijo aún entre risas. Una vez se hubo calmado, se dedicó a observarlo por unos momentos. Era pequeño, menudo, de tez muy blanca haciendo resaltar su cabello negro de manera adorable. Sus ojos rojos centelleaban con algo que no podía identificar. Fuerza, voluntad tal vez. Acto seguido, se acercó lentamente al menor – hueles delicioso, me dan ganas de violarte, pero ¿sabes? Me caes bien.
Red no pudo evitar un sonrojo. Sabía que el payaso monocromático no pretendía nada bueno, pero aún sabiéndose en la mira de aquel ser claramente malévolo, no se sentía amenazado. Simplemente no podía encender la llama de la precaución en su interior. No entendía por qué. Y no le importaba.
- si –respondió mientras se acercaba más al menor – ven, pareces hambriento – dicho esto, lo tomó por la cintura y acto seguido lo cargó en su espalda. Red, sintiéndose a gusto con el contacto, rodeó suavemente el blanco cuello con sus brazos.
- ...nunca antes había sentido hambre o frio – le dijo -, es decir, si se lo que son, puedo identificarlas ahora que las siento, pero supongo que de donde provengo no era posible sentir algo.
- siempre hay una primera vez – le dijo pícaramente mientras comenzaba a caminar calle arriba -. Aún así, eso es curioso ¿de dónde vienes? – preguntó entre risas, las cuales aumentaron cuando escuchó la respuesta.
- de un videojuego - dijo. No le importó que el payaso riera con más ganas, le parecía en cierto modo una forma más optimista de ver su existencia -. Soy el protagonista, pero aun así, dependo de alguien que no es yo, que no piensa como yo, para escribir mi historia. Y siempre es la misma, una y otra vez, con solo ligeros cambios. Siempre obtengo las mismas respuestas de todas las personas con las que hablo y esas personas siempre son las mismas, siempre en los mismos lugares. Hace mucho que de alguna manera comencé a darme cuenta de esto – Red no quiso mencionárselo, pero el solo hecho de poderle contar todas esas cosas, aunque se tratara de un perfecto desconocido que además no tenía buenas intenciones, le había hecho sentir muy bien. Escuchar nuevas palabras, le había hecho sentir increíble.
- así que un protagonista fuera de su juego – resumió el más alto mientras seguía caminando, con el menor sobre su espalda – eres como un "error" ¿no? – Jack rió - ¿Cómo te llamas?
- mi nombre es Red – le respondió - ¿Y tú?
- Jack – contestó – algunos me llaman Laughing Jack – el pequeño rio.
- es un buen nombre – le comentó – después de todo, tu risa es muy característica.
- tal vez – dijo el payaso sin prestar mucha atención a la conversación. Reparaba más en el calor que el pequeño cuerpo sobre su espalda despedía. Tan cálido y tan pequeño, tan lleno de vida. Si movía un poco sus manos podía sentir sin mucho problema las piernas del niño y esos esbeltos brazos que rodeaban su cuello con tanta confianza, lo estaban volviendo loco - ¿qué tal si te llamo Glitchy? – le preguntó en un intento de distraerse de aquellas sensaciones tan envolventes. Con todo lo que Jack había vivido y hecho, nunca antes había tenido relaciones con seres "como él", particularmente, porque nunca antes había tenido el deseo. Incluso si se dejaba llevar, por algún motivo, temía acabar con la vida del pequeño – creo que Glitchy Red te queda mejor.
El pequeño de cabellos color ébano y ojos carmesí aun se sentía en la boca del lobo, ya solo hacía falta que la bestia tragara. Pero con todo y esa sensación de que su integridad física pendía de un hilo, sonrió y aceptó, argumentando que el nombre le gustaba. Lo distinguía. Lo hacía distinto. Lo hacía único. Le daba pertenencia.
- ten, come esto en lo que llegamos – como pudo (y con sus instintos a flor de piel) le dio a Glitchy uno de sus dulces. El agasajado no dudó en comerlo, pero sabía que se hundía cada vez más y más en las garras del payaso.
Eventualmente, luego de internarse en lo que se convirtió en un tétrico bosque, llegaron a una mansión enorme. Dentro, Glitchy conoció a otros como él y como Jack, entre otros, a un tocayo del payaso, quien básicamente era un espíritu corpóreo que en vida fue despojado de sus ojos. Ben, un muchacho que se le hacía conocido pero que estaba seguro de no haberlo visto antes, le dio de comer junto con otros más.
En medio de la comida, Jack no pudo contenerse más. Sin mucho preámbulo, le dio otro dulce a Glitchy, quien nuevamente, no dudó en aceptarlo y lo comió sin cuestionamiento. Un par de horas más tarde, el joven maestro pokémon ya tenía una habitación asignada, comprendió un poco más sobre su situación y la esclerótica de sus ojos comenzaba a ennegrecerse, resaltando aún más sus vibrantes ojos rojos, un nuevo detalle que a Jack encendió aún más. Ya cuando Jeff, Toby, y prácticamente toda la mansión, comenzaban a dormirse dada la hora, el payaso guió a Glitchy a su nueva habitación, pero a mitad de camino, ya pasada la gran escalera, se detuvieron.
- J-Jack... - llamó el menor en un jadeo, que estremeció al aludido.
- ¿Si? – preguntó con falsa inocencia, que el otro no pudo distinguir.
- me siento... extraño – respondió tras una pausa, con sus mejillas sonrojadas -, s-siento que mi cuerpo arde – le confesó mientras comenzaba a percibir como el solo hecho de que su ropa lo rozara, lo hacían temblar y jadear de un extraño placer. Jack sonrió con malicia.
- pues ven – le dijo, con una voz aterciopelada que recorrió completamente, sin necesidad de forma física, el cuerpo del pequeño como una suave caricia, que en su actual estado, solo aumentó el calor que lo invadía – te haré sentir mejor.
Sin mayor preámbulo, lo llevó a su propia habitación, cerró la puerta con seguro y asaltó vorazmente la boca del niño con la suya propia, para luego arrojarlo sobre la cama y despojarlo de cada una de sus ropas. En una sola noche, como en otras tantas desde que había matado a Isaac , Jack sació su lujuria todo cuanto quiso, de las formas que quiso, sin restricción alguna. Pero esta vez había sido diferente. No hubo llantos, ni gritos desgarradores o desesperados, ni miedo. Glitchy nunca le tuvo miedo, ni aun cuando embestía contra su pequeño cuerpo como un animal en celo mientras le sostenía las manos contra la cama. Glitchy nunca se resistió, al contrario, se dejó hacer y deshacer a gusto y placer de Jack. Gemía, jadeaba y disfrutaba a la par de quien lo marcaba y hacía suyo sin preocuparle si le hacía daño o no. Como a sus otras víctimas, Jack le había dado un afrodisíaco, y uno muy fuerte, pero aun así todos los demás siempre se aferraban al miedo, al dolor y a la desesperación. Glitchy no. Glitchy era diferente. Glitchy lo encendía como ningún otro. Lo deseaba para él, pero no solo su cuerpo, sino todo él.
Ya para poco después del amanecer, el pequeño cuerpo del menor se encontraba hecho un ovillo desmayado en la cama del payaso. Respiraba de forma tranquila y con normalidad. Jack le observaba, recostado desnudo a su lado. Había algo que no entendía del todo sobre aquel pequeño. A diferencia de los otros, luego de verlo llegar al orgasmo múltiples veces, no sintió esos fuertes deseos de abrirlo con una navaja. Tal vez porque Glitchy era uno de "ellos". Tal vez porque Glitchy era algo más. El de ojos blancos tembló, pues comenzaba a hacer frio. Se abrigó con las frazadas, acomodándose más en la cama y miró a su compañero, con su pequeño cuerpo desnudo siendo acariciado por el frio aire de la mañana. Lo deseaba para él, pero no solo su cuerpo, sino todo él. Con eso mente, lo envolvió entre sus brazos, arropándolo con las frazadas. No entendió muy bien el por qué, pero sonrió cuando sintió a Glitchy acurrucarse inconscientemente en su abrazo y lo sostuvo con más fuerte, como si no quisiera que el maestro pokémon se alejara de su lado, y beso nuevamente esos pequeños labios, no con voracidad como la noche recién pasada, sino de una forma más suave, como una caricia.
Para cuando Glitchy despertó, sus escleróticas ya estaban completamente negras, y no recordaba nada. Jack no le dio mucha importancia, puesto que de hacerlo, no sabría cómo explicarle a nadie ni a si mismo las extrañas sensaciones que lo invadían cuando Glitchy estaba cerca de él, cosa que era muy frecuente. Luego de aquella noche, Jack lo tomó como su protegido y solo se separaban cuando al payaso le daban ganas por trabajar en una nueva víctima, cuando a Glitchy le daba por volver a ese insípido mundo suyo para darse cuenta de que lo único que extrañaba era sentir el miedo y el control que podía ejercer en el jugador, o esporádicamente en la mansión. Jack le enseñaba el mundo que no conocía, bromeaban y reían juntos. Incluso Glitchy se había encargado de volver a Jack una leyenda urbana mucho más conocida que antes, esta vez, por medio del Internet.
Tres años y algo más pasaron desde la noche en que se conocieron y desde que Jack lo hizo suyo. Glitchy se había enamorado de él y quien se lo preguntaba, él no lo negaba. Fingía que tenía malos sueños, frio o malestares para colarse en la habitación, en la cama y hasta en los brazos del payaso. Pero no se atrevía a confesarle sus sentimientos, pues en el último tiempo había percibido a Jack algo reacio con él. No lo despreciaba, pero no se sentía bien cuando le daba la espalda y no lo miraba directamente a los ojos. Jack por su parte no sabía muy bien como descifrar sus propios sentimientos por el de ojos rojos, pero ciertamente algo muy fuerte le pasaba con él, pues tras esa noche, nunca más volvió a violar a ninguna de sus víctimas. Glitchy había crecido, era un poco más alto aunque seguía teniendo esa belleza infantil que lo enloquecía.
Un día, dando vueltas por ahí, vio a Jeff y Ben sentados no muy lejos de la mansión. Los vio besarse, los vio acariciarse, abrazarse y los escuchó decirse "te amo". Se dedicó a deambular por el tétrico bosque pensando en lo que vio y en lo que sentía por Glitchy. No supo cuanto tiempo estuvo caminando sin rumbo fijo hasta que se encontró a Sally. La miró y no con buena cara, después de todo, no le agradaba que Glitchy le leyera cuentos por las noches.
- Glitchy salió a buscarte hace rato – le dijo la pequeña – The Rake está cerca. Él no puede hacernos a daño a los que somos como tú y yo, pero a Glitchy si...
Sally no pretendía decir mucho más, pero eso a Jack lo tuvo sin cuidado puesto que comenzó a correr en busca del de ojos rojos, de su niño. No pasó mucho tiempo hasta que lo vio corriendo no muy lejos de donde él mismo estaba, huyendo de la criatura que hacía tres años también lo había acechado. No lo pensó dos veces y emprendió nuevamente una carrera hacia el chico de gorra roja y lo sacó de la vista de The Rake, jalándolo hacia sí mismo de un brazo, contra su pecho, aunque, por la fuerza ejercida por el payaso, los dos cayeron por un barranco. Jack reaccionó instantáneamente y aferró al menor contra su pecho, para que no se lastimara.
- ¿Jack...? – el menor le miró, aún algo asustado por la reciente persecución.
- Glitchy – el payaso lo ayudó a reincorporarse y le miró - ¿estás bien? ¿Te lastimaste?
El aludido negó con la cabeza y lo abrazó con fuerza, temblando, invadido de un miedo que poco a poco se iba de su sistema, gracias a la presencia del otro. Jack correspondió su abrazo fuertemente y acarició la cabeza del ojirrojo. Sin poderse contener más, lo acorraló contra un árbol y engulló sus labios en un profundo beso. Glitchy, sorprendido y cautivado a la vez, se dejó hacer con docilidad, sintiendo las caricias que Jack dejaba en su mejilla, su cuello y su cintura. Finalmente, el aire se hizo necesario entre ambos y se separaron jadeando. Jack no perdió el tiempo, lo tomó de la quijada algo de brusquedad y lo miró directamente a los ojos.
- te amo – le dijo finalmente. Y fue más que suficiente para que el menor se derritiera en los brazos del mayor,"yo también te amo, Jack. Solo puedo pensar en ti". Con eso dicho, Jack volvió a besarlo hasta quitarle el aire y dejarle en claro que desde ese momento le pertenecía. Glitchy solo sonrió y lo abrazó con fuerza. No quería estar lejos de Jack nunca y Jack no lo quería lejos de sí mismo.
Es así como estos dos seres, desde aquellos eventos, han aprendido juntos el significado de la palabra "amor" en su más oscura pero cálida sombra.
Fin.
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slhades · 6 years ago
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Surname~ Handsy
Última parte de Surname, ubicado meses después del primero.
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El coqueteo era casi grosero. A palabras de Suigetsu, solo les faltaba llevar a cabo el acto del dulce amor y ya. Sasuke, por su lado, le mandaba un zape cada vez que decía eso. Y es que llevaban siete meses desde aquel encuentro en el metro, lo que provocó que al día siguiente Sasuke fuera y le hablara sobre la situación. Luego de eso, la mitad de la tienda departamental se enteró que, por fin, el Uchiha fue y le habló al rubio. Al final del día, el asunto del metro burbujeaba como soda entra los involucrados. Lo del metro había sido una suerte de logro para el moreno y no se lo comentó a nadie hasta después de haber caminado directamente a la zona de tecnología, tocarle el hombro al rubio y agradecer y disculparse al mismo tiempo por haberle caído encima en el tren, aunque no haya sido su culpa, de hecho...
Desgraciadamente, esto provocó que Itachi se enterara por Suigetsu y Neji al mismo tiempo... y una visita relámpago a la tienda (a alguien no le tocó postre esa noche).
La amistad se fue haciendo cada vez más y más grande. Hablaban practicamente todos los días, a través de facebook. Se daban los buenos días, las buenas noches, los comentarios en medio del día sobre cosas cotidianas de ser un estudiante universitario no podían faltar... en más de una ocasión almorzaban juntos los fines de semana, días en que ambos trabajaban. Sasuke aprendió que el rubio vivía con su abuelo, que estudiaba artes y que los videojuegos no le eran para nada ajenos. Por su parte, el moreno le había compartido que solo vivía con su hermano mayor, estudiaba ingenieria comercial, y con respecto a los videojuegos, no era un gran fan pero si que los disfrutaba de vez en vez. Finalmente, el dato más notorio resultaba ser aquel con respecto a la puntualidad: Naruto no era bueno para madrugar, menos para el simple hecho de levantarse, por lo que tendía a llegar tarde a casi todos lados, incluyendo la universidad; para Sasuke, la puntualidad no era un verdadero problema y le gustaba llegar a buena hora a donde sea que tuviera ir.
Habían salido un par de veces, fuera del trabajo. Al cine, a un museo, a por un helado... fue probablemente en la segunda ida al cine donde el primer contacto fisico tomó lugar (o más bien, tal vez el segundo...). Habían ido a ver una película de comedia y se rieron todo lo que quisieron, aunque la mayoría de las risas del moreno provenían de la gracia que le causaban las cosas de las que el rubio se reía más que las situaciónes en si, ya que al parecer Naruto era mucho más risueño. Cuando dio la hora de irse, ambos se subieron al mismo tren, ya que vivían cerca de la misma línea, con una diferencia de dos o tres estaciones. Sasuke se bajaba primero y le llamó la atención que Naruto también lo haya hecho solo para despedirse.
- la pasé muy bien hoy - le dijo el rubio, mirándole -, gracias.
- también yo - no fue solo la mirada, sino también el tono de voz en que le dio las gracias lo que llamó la atención del de ojos negros, pero prifirió no decir nada al respecto -. Entonces ¿te veo el sábado?
- si, seguro - le respondió, para luego abrazarlo firme contra su pecho. Un gesto que sorprendió de sobre manera al moreno, pero que claramente no le molestaba, pero para nada. Casi había olvidado lo fuerte y cálido que el ojiazul era, después de todo, para aquel momento el suceso del metro cuando intercambiaron palabras por primera vez había sido hace poco más de un mes. Sasuke devolvió el gesto sin dudarlo -. Cuidate ¿si?
- cla-claro - respondió. Podía sentir cómo sus mejillas ardían debido al reciente contacto, el que lo dejó con aún más dudas. Con esto en mente, acercó lentamente su mano y le acarició la mejilla con suavidad -... ¿estás bien?
-... - el rubio se tomó un momento para responder. El moreno pudo notar en su mirada algo confuso, como el mar en medio de una tormenta, con las aguas oscuras y pensó que con aquella caricia (espontánea, de hecho, porque no solía reacciónar así de la nada) lograría disiparla. Antes de la ansiada respuesta, consiguió una de sus tipicas sonrisas tan brillantes como el sol mismo - descuida, solo tengo un montón de cosas en la cabeza, pero nada de lo que debas preocuparte. Entonces, hasta el sábado.
Acto seguido, Naruto tomó la mano de Sasuke de su mejilla, le besó el dorso y rápidamente entró al tren que se hallaba en estación justo antes de que las puertas cerraran. Pasmado, el de ojos negros se quedó quieto por unos segundos, hasta que su cabeza se enfrió y revivió toda la escena en su cabeza. Sus mejillas volvieron a incendiarse y murmurando un rápido "usoratonkachi", salió de la estación y caminó de regreso a su casa.
Cuando Suigetsu se enteró de esto, se puso a organizar la boda. Sasuke lo mandó a estudiar.
Luego de aquella primera salida, Naruto siempre lo saludaba y se despedía de él con un abrazo. El moreno, por supuesto, respondía el gesto con otro abrazo. En una oportunidad, iban bajando por la escalera mecánica, a Naruto le llegó un mensaje urgente de su abuelo por lo que tuvo que irse antes de tiempo; por supuesto, no se iría sin despedirse del moreno. Ahí mismo en la escalera, se inclinó para besarle la mejilla, y lo hizo... aunque acabó por besarle la comisura de los labios, por un mal movimiento de la escalera. Ninguno de los dos dijo nada y el rubio solo se fue raudo. Tras eso, y un par de charlas por facebook, Naruto pareció tomarse la licencia de morderle suavemente la mejilla cada vez que lo abrazaba para despedirse.
Suigetsu le dijo que un día lo vería con un tremendo chupetón en el cuello. Sasuke lo mandó a revisar los trajes para ver si estaban o no de oferta.
Los manoseos aumentaron desde abrazos y mordiscos, a caricias en la cintura y a abrazos de oso que ninguno de los dos querian que acabaran.
Sin embargo, no todo podía ser miel sobre ojuelas veganas. Para la mitad de la tienda departamental, las apuestas sobre cuando Sasuke, de la zona de trajes y Naruto, de la zona de tecnología, se volverían pareja oficial corrían en voz baja como polvora. La historia de esos dos se les antojaba adorable y una especie de cuentos de hadas moderna. Esto llevó a que un millar de comentarios sobre que una rubia platinada, también de la zona de tecnología andaba muy cerca del Uzumaki le llovieran al Uchiha.
Por una parte, dicha información no le pasó por alto. Naruto le gustaba. Le gustaba mucho. Eran diferentes en varios niveles, pero esas diferencias, al parecer, lejos de desagradar al uno del otro, los hacían acercarse má, como aquella vez en el cine. Discutian mucho, aunque siempre en buen plan. Pero eso solo los ayudaba a aprender más del otro, y como solo son amigos, no había presión alguna. Podrían haber dejado de hablar hace mucho y volverse unos simples conocidos. Pero no. Ambos escogieron seguir comunicándose y ahora no había quien pudiera pararlos en ese aspecto. Debido a esto, Sasuke odiaba la idea de que una cualquiera salida de la nada se pusiera a coquetearle de forma tan descarada. Él cuanto menos comenzó con una charla, con una amistad.
Por otro lado, Naruto no era su novio. Que Sasuke ya estuviera colado hasta los huesos por el rubio de incriebles ojos azules, y que media tienda lo supiera, no significara que ambos fueran algo más que amigos. Los demás no tenían por qué decirle lo que Naruto hacía o dejaba de hacer... o de sucederle. Además, él no le había comentado nada, o al menos, no gran cosa. Eso era una buena señal ¿verdad?
- te lo van a levantar, compadre - le dijo, una vez más, Suigetsu.
- Yo que tu, iría y marcaría territorio delante de ella - le dijo Itachi, quien estaba ahí en la tienda, con la excusa barata (y falsa) de comprar una corbata.
- Yo creo - comenzó el menor de los Uchiha - que tú deberias deberías ponerte a atender la caja y tú deberias irte a estudiar.
- oh chin! es verdad! - Suigetsu corrió a atender la caja.
- agh, esta bien, pero ni creas que esto se acaba aqui - le dijo su hermano para luego irse.
Pero sus palabras no cayeron en oídos sordos. Después de todo, Sasuke admiraba mucho a su hermano mayor. Con eso en mente, terminó de arreglar y colgar los trajes y caminó hacia la zona de tecología, donde vio, en primera instancia, a Naruto. Estaba limpiando los notebooks junto con un chico moreno de piel muy muy pálida (gracias a conversaciones previas, sabía que dicho moreno era Sai, mejor amigo de Naruto y compañero de universidad, y además, era el crush de Neji, su primo, pero eso solo se lo dijo al rubio en confidencia). Y un poco más allá estaba... esa. Notó que miraba de vez en vez a Naruto.
Sasuke caminó hacia el rubio, pero el chico estaba de espaldas a él, por lo que al acercarse, le tocó el brazo, por sobre el codo, para llamar su atención. Lo saludó, dándole los buenos días, y su plan era seguir de lado, fingiendo que tenía que ir a algún otro lugar. Sin embargo, cuando Naruto lo vio y le devolvió el saludo, lo detuvo tomándolo de la mano y lo jaló hacia si mismo para darle un abrazo rápido. El rostro de irritación de la rubia, rodeada de cámaras, no le pasó por alto a Sasuke.
El colmo del asunto tomó lugar en la hora del almuerzo. El rubio de intensos ojos azules le había mandado un mensaje invitándole a almorzar juntos, a lo que el moreno obviamente aceptó (sabía de antemano que Suigetsu se sentaría en una mesa cercana junto con, muy probablemente, Neji para así no perder detalle de nada). Sin embargo, cuando Sasuke lo esperaba sentado a una mesa, lo vio llegar por la escalera mecánica. Sonrió al notar que lo buscaba con la mirada entre todas las mesas y las personas que ahí habían.
- oh santa madre del señor... - exclamó Suigetsu cuando el evento tomó lugar y vio la cara de su mejor amigo.
- alguien llame a la policía, porque va a morir alguien - le siguió Neji.
Cuando aquella rubia platinada salió de la nada y abrazó por la espalda a Naruto de sorpresa, Sasuke colocó una cara de poker instantáneamente. Pero sus ojos... oh, sus ojos. Brillaban con furia. Si las miradas mataran, la chica se habría vuelto polvo ahí mismo. Condenada mujer descarada, pensó.
Afortunadamente, su ira se convirtió en una muy sensual sonrisa de satisfacción cuando notó que Naruto se la quitaba de encima, claramente molesto.
Ah, el almuerzo fue de lo más encantador. Pero las cosas no se quedarían así. No señor.
El siguiente fin de semana resultó ser un feriado largo, por lo que muchos habían salido de la ciudad. Esto significaba que no habrían tantas personas en la tienda departamental, lo que favorecía el plan del moreno. Le había robado una caja de pockys a Itachi esa mañana, así que, llegado el momento, se puso en marcha.
Caminó hacia los notebooks y ahí estaba el rubio, y solo. Más allá, la rubia esa. Naruto y Sasuke comenzaron a charlar y luego este último le ofreció un par de pockys como agradecimiento por haberle enseñado un cuadro que estaba pintando para una de sus clases de la universidad. Naruto de por si era de buen comer, por lo que no se negó. Cuando el rubio estaba a pocos mordiscos de llegar al final de la galleta, de un movimiento rápido Sasuke logró robarle aquella última parte. Necesitó de todas sus fuerzas para no derretirse ahí mismo cuando rozó sutilmente los labios del otro, sin querer. Al parecer Naruto no notó aquel detalle, o quizás decidió pasarlo por alto. De cualquier modo, el moreno solo le dio una sonrisa traviesa.
- me dio hambre - le dijo simplemente. Naruto le sonrió de vuelta.
- te apuesto que puedo llegar al medio de la galleta más rápido que tú - lo retó.
Y se armó. Se acabaron el paquete en menos de lo que pensaron y es que ambos podían llegar a ser muy competitivos el uno contra el otro. Sus labios no volvieron a rosarse, pero todo valió la pena. Aquel reto tan travieso (el que Sasuke ganó) y ver, aunque fuera por el rabillo del ojo, a esa rubia ponerse verde de envidia.
- Ese es mi hermano - le dijo Itachi con una enorme sonrisa cuando regresó a su zona de trabajo, mientras sonreía hinchado de orgullo. Al parecer se había teletransportado a la tienda departamental en cuanto notó que sus pockys habían desaparecido.
- Si, si, todo muy lindo y lo que quieran ¡pero ya ayúdame con estos de aqui! - le resongó Suigetsu en cuanto regreso.
Aquel había sido el mejor de fin de semana en mucho tiempo.
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slhades · 6 years ago
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Surname~ capítulo extra: Rocklets
Segunda parte o más bien, un 1.5 de Surname
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- ¿Dónde estabas? - le preguntó el moreno al peliblanco, mientras abría unas cajas con los nuevos productos que acaban de llegar y a los que tenían que ponerles el precio y las alarmas. Aquel era un trabajo que resultaba mucho más productivo hacerlo entre al menos dos personas, y el moreno no pensaba hacerlo una vez más sin la ayuda de su escapista compañero - revisa si estas cosas están con descuento.
- Voy - le respondió escuetamente el otro mientras se acercaba. Sin embargo, le colocó enfrente un paquete de rocklets al otro - si sacas rojo tienes que ir a hablarle.
El moreno se vio tomado por sorpresa unos momentos, pero luego lo miró casi con hastío.
- ¿Es en serio? - le preguntó. Suigetsu retrocedió un par de pasos al ver que el otro tenía un cutter en la mano - ¿Fuiste a comprar chocolate en medio de tu turno?
- Se me antojó un buen - le respondió, pero insistió con el dichoso paquete y dio un par de saltos- ¡venga, vamos! si sacas rojo vas y le hablas.
Sasuke decidió darle por su lado y metió los dedos dentro del pequeño mar de dulces. Si con eso se quitaba al ojilila de encima, pues ya que. ¿Resultado? amarillo.
- ¡Ugh, maldito! - fue su reacción, para luego meterse al rededor de diez dulces de una a la boca y continuar con su trabajo, cosa que Sasuke agradeció, mientras dejaba que el pequeño amarillo se derritiera en su boca.
Cuando acabaron con eso, Sasuke se hallaba juntando los sacos con los pantalones, cuando nuevamente el peliblanco se le apareció con la bolsa de plástico. Esta vez, le dijo que si sacaba uno de color naranjo, tendría que ir a hablarle a aquel guapo rubio de la sección de tecnología. El de mirada obsidiana rodó los ojos y nuevamente sacó un chocolate... amarillo. Suigetsu se dio un facepalm directo y tan fuerte que se dejó la mano marcada.
Pero no se dio por vencido. Con paquete en mano, le dijo a su compañero que iría al baño (Sasuke, por supuesto, no le creyó) y se dirigió con paso seguro hacia la sección de damas, particularmente: lencería. En aquel lugar, con una cara de ultratumba, se hallaba Zabuza-senpai quien lucía contentísimo estando a cargo de esa zona. El peliblanco se rio para sus adentros y se acercó.
- ¡Zabuza-senpai! - llamó de forma cantarina, caminando hacia su objetivo.
- ¿Qué haces aquí? - le dijo sin voltear a verlo - vete a trabajar.
- ¡Uff! vamos, senpai, no soy Haku pero no hay que poner esa cara - le respondió entre risas y señaló su paquete de rocklets -. Necesito pedirte un favor. Si sacas uno rojo, Sasuke tiene que ir a hablarle a Naruto.
- ¿Todavía no le habla? - preguntó. Al parecer era tal su sorpresa que esta vez sí se giró a ver al peliblanco - No me gusta el chocolate.
- Puedes dárselo a Haku despué~s - Suigetsu movió el paquete, haciendo sonar los chocolates.
-... esto es tan infantil de tu parte- el mayor sacó uno de los dulces, sin dudar y sin movimientos innecesarios -. Es  amarillo.
- ¡Nooooo! - el menor se agarró los cabellos, desesperado, haciendo una pequeña rabieta para luego irse, como niño amurrado.
Suigetsu no lo supo, pero momentos después de irse, Zabuza caminó con seguridad y firmeza a la sección de deportes, se puso el pequeño chocolate en la boca y se lo dio de un beso a un muy desprevenido Haku, su novio, quien respondió con sorpresa y agrado la fugaz caricia y comió el dulce sin chistar. Asintió con la cabeza cuando el mayor, al irse, le dijo "te veo a la salida".
Más tarde, el moreno se hallaba colgando los trajes cuando le salió, de entre medio de los colgadores, la cabeza llena de cabellos blancos y lacios, una vez más, con el santo paquete...
- ¡Suigetsu, ya! - exclamó el moreno hastíado con el asunto - ¡El destino no quiere que hable con él!
- ¡vengaaaaaa! - le dijo mientras daba saltitos - ¡una vez más! ¡si sacas azul le hablas!
- ¿¿Aún no le hablas?? - aquella última pregunta provino de un moreno más alto que Sasuke y con el cabello más largo, atado en una coleta baja. Su hermano mayor, Itachi. El menor suspiró con cansancio. Hubiera preferido que su hermano no se enterara de este asunto, puesto que el mayor tiene la mala costumbre de dárselas de celestino desde que su adorado hermano menor terminó con "aquella".
- ¿Qué haces aquí, Itachi? - le preguntó el más bajo - ¿No tienes nada mejor que hacer a esta hora?
- Eh, claramente no, hermanito - le respondió con calma mientras saboreaba un lollipop de fresa - ¿Qué haces, Sui?
- Quiero que saque un color y le vaya a hablar - le dijo - ¡eso es lo que quiero!
- ¡Ya se! - exclamó el Uchiha mayor - Si saco... amarillo, Sasuke va y le habla.
- ¡Hecho! - ante tal respuesta del peliblanco, Sasuke se llevó el rostro a las manos, hastíado. Itachi metió sus dedos entre los pequeños dulces, revolvió y saco un... rojo. Suigetsu no estaba feliz.
- ¿Listos, ya, ahora sí? - cuestionó Sasuke - ¿van a dejarme en paz con esto?
- ¡NUNCA! - su hermano mayor agarró el paquete, que aun contenía una buena cantidad de dulces y caminó por los pasillos en dirección a la seccion de tecnología. Las mejillas del menor se encendieron hasta más no poder cuando vio a su hermano frente al susodicho rubio de ojos azules - Disculpa, ¿tú eres Naruto, verdad?
- Ahm - el aludido lo miró confundido, después de todo, no era usual que los clientes se acercaran tan directamente y sobre todo, preguntando por su nombre - si, soy yo - le respondió - ¿en qué puedo ayudarle?
- Ten - Itachi le acercó el paquete de rocklets para luego añadir -, si sacas azul, alguien vendrá a hablarte.
-... ok - el de ojos azules no entendía qué era lo que estaba pasando, pero decidió seguirle el juego al más alto y sacar uno de los chocolates. ¿Resultado? Naranja.
- ¡¡Maldición!! - el más alto dio un pisotón al suelo y se fue tan Diva como había llegado.
Sasuke se escondió en la bodega el resto del día. Otra vez.
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slhades · 6 years ago
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Surname
Pequeño one-shot Narusasu basado en un hecho real.
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Se hallaba colgando los trajes que habían llegado hace poco. Los negros los había ordenado él mismo y estaba seguro de que serían una gran venta, después de todo, los clientes habían estado esperando lo nuevo de esta marca. Sin embargo, lo que más le importaba en ese momento, no eran los trajes, sino él. Podía verlo perfectamente desde donde estaba, ya que la zona en donde trabajaba quedaba cerca de la zona de tecnología. En diagonal a su actual posición estaban los notebook, lugar exacto donde se encontraba él.
Naruto.
Sasuke no estaba seguro desde hace cuanto que Naruto trabajaba ahí, pero fue hace más o menos un mes que lo vio por primera vez. No era tan extraño, ya que trabajaban en sectores distintos. Pero apenas vio esos ojos azules tan imposiblemente azules, no lo pudo olvidar. Mucho menos pasar por alto. Luego se dio cuenta de que podía verlo desde su zona, y es que su cabello rubio alborotado era bastante llamativo, aunque no tanto como su brillante sonrisa. Sumándole a esto su piel ligeramente morena, Sasuke podía decir que lo hallaba muy atractivo.
- Muy atractivo - recalcó Suigetsu, su compañero de trabajo, de universidad y su mejor amigo - ¿No sabes su nombre? Para buscarlo en facebook...
- no, ni idea - le respondió -. Como te dije, apenas y lo eh visto ¿Para qué quieres buscarlo en face?
- Para desearle feliz cumpleaños, Sasuke - le miro el peliblanco con expresión de obviedad - ¿¿cómo que para qué?? ¡para saber si está en una relación o no!
- Ni siquiera eh cruzado palabra con é...
- ¿Y a qué esperas, galán? ¡ve y pregúntale tu mismo!
Sasuke lo había considerado en su momento, pero la verdad es que no iría únicamente a preguntar su nombre sólo porque el chico se le hacía atractivo. El moreno sabía lo que pasaba por la mente del peliblanco, sin embargo, Sasuke no estaba interesado en tener una relación en quel momento. Suigetsu le regañaba y le decía "¡Terminaste con esa desgraciada del mal hace ya un año! Ya es hora de que vuelvas al mercado", pero el Uchiha quería gozar de su soltería. Luego de su rompimiento, le costó volver a sentirse "normal", volver a adquirir su tiempo para sí mismo. Acostumbrarse de nuevo a compartir su tiempo si no va a durar, sino va a valer la pena, porque solo le parece atractivo sería demasiado desgastante.
- ¡Ugh, basta! Iré yo mismo - le dijo su amigo - ¡podría ser el amor de tu vida y lo dejarás pasar con esa forma de pensar!
- te prohíbo terminantemente que te le acerques - le espetó el moreno -. Te conozco y acabarás por ponerme en evidencia.
- Aguafiestas.... ¡Ya se, Haku! - saltó de la nada - ¡mandemos a Haku!
Dicho y hecho, Suigetsu se agenció a Haku, uno de los chicos de la sección de deportes, a que fuera a preguntarle su nombre a aquel atractivo muchacho de piel morena, rubio como la luz del sol y de ojos azules como el mar, porque el tímido de Sasuke quería saber (luego de esto, Suigetsu recibió una amenaza de muerte por parte del moreno). Haku no tardó en llevar a cabo su pequeña tarea y para antes de la hora de almuerzo, obtuvo resultados.
- ¿Pero no te dijo su apellido? - preguntó el peliblanco, ya con su celular en mano buscando al susodicho en facebook.
- No - respondió Haku - pero dijo que vendría a darse una vuelta.
Y entonces a Sasuke se le cayó el mundo encima. Lo tomó de los hombros, sarandeandolo liegeramente y le exigió que le dijera qué había sucedido. Sencilla y llanamente, se acercó, preguntó su nombre y cuando iba a irse, el rubio le preguntó que a qué se debía la pregunta, a lo que Haku le respondió que "un moreno del otro lado estaba interesado". Dicho moreno quería morir. Haku insistió en que debía dejar de ser tan tímido.
El resto del día Sasuke se escondió dentro de la bodega.
A un mes de aquel suceso, el moreno ya solo se dedicad a verlo desde lejos y a desviar la mirada cada vez que el rubio volteaba hacia su lado. No se da cuenta, pero cuando esto sucede, las blancas mejillas del moreno se tornan algo rojas. Y seguía sin saber su apellido. En una oportunidad, le pidieron que fuera a ayudar al sector de celulares, por lo que aprovechó de preguntarle a su primo, Neji, si sabía su apellido.
- Pues no, ni idea- le dijo-, Ni siquiera sé su nombre. Solo eh visto en la bodega y lo saludo, pero de ahí en más, pues nada.
- Rayos, solo sé su nombre, pero Suigetsu no lo ha hallado por face.
- oh... ¿Y cómo se llama? - le preguntó el mayor - ¿Y por qué quieres saber, ahora que lo pienso?.
- ... - Sasuke dudó si contarle o no, después de todo, no es como si tuvieran una relación muy cercana. Finalmente, optó por hacerlo ya que, quién sabe, una de esas, Neji podría llegar a obtener la tan preciada información - lo vi la otra vez y creo que es lindo. Suigetsu cree que debería hablarle y quiere hallar su facebook. Si me preguntas, no estoy seguro con eso de hablarle, ya sabes...
- Entiendo, después de todo, tu rompimiento no fue fácil - el Hyuuga dejó unas cajas sobre un mesón y volteó a verle nuevamente -. Bueno, si me entero te lo haré saber. Y si pasa algo más, quiero los detalles.
El aludido se sorprendió por la actitud cotilla tan poco usual de su primo, pero prometió contarle si alguna novedad ocurría. Suigetsu aun se ofrecía a ir a preguntar, pero Sasuke se negaba. Sería muy obvio e insistía en que realmente no estaba interesado en una relación, por lo que ir y hablarle de la nada se le antojaba innecesario.
Un día, mientras almorzaban, Naruto se sentó detrás de ellos en el restorán y el moreno se sorprendió de que el rubio no se diera cuenta de la situación, porque Suigetsu era todo menos sutil. Luego de aquella situación que ambos catalogaron como "fracaso", se regresaron a trabajar. Y del apellido, pues nada.
Pasadas unas semanas, decidieron dejar el tema por la paz. Suigetsu ya no lo molestaba, ni se ofrecía a obtener la información por cuenta propia. Sasuke seguía mirándolo desde lejos, y es que es tan guapo. Poco sabía el moreno, que un día, en medio de la semana, cuando estaba en el tren del metro camino a casa, sumido en pensamientos relacionados con la universidad, los apuntes, la leche que debía comprar y que su hermano no pasaría la noche en casa, el destino le tendría una pequeña sorpresa.
En una estación, cuando un montón de gente entró, el moreno fue empujado bruscamente y casi cae al suelo, directo a darse un costalazo de lo más doloroso y humillante. Sin embargo, algo firme y cálido lo sostuvo por la espalda, justo antes de caer. Inmediatamente, Sasuke levantó la mirada y no pudo evitar el sonrojo que se le presentó en sus pálidas mejillas al ver (y sentir) a Naruto detrás de él, sonriéndole.
- ¡oh, cuidado! - exclamó cuando alcanzó a sostenerlo, para luego mirarlo a los ojos y sonreírle con una sonrisa amable - ¿Estás bien?
-... si, gracias - fue todo lo que atinó a decir antes de incorporarse -, lo lamento.
- Descuida, la gente puede ser muy brusca cuando entra así al tren - el rubio se sostuvo de un pasamos y volvió a verle -. Soy NAruto Uzumaki ¿tú eres el que está en la sección de trajes, verdad? A veces alcanzo a verte desde la parte de tecnología.
Uzumaki.
Aquello era todo lo que resonaba en sus oídos en esos momentos. Tanto tiempo para tan solo una palabra. Uzumaki.
- Si - le respondió -, soy Sasuke Uchiha...
Suigetsu no iba a dejarlo en paz el resto de la vida, y seguramente su hermano mayor tampoco. Pero al fin tenía, no sólo el tan ansiado apellido, sino además el motivo perfecto para acercarse y hablarle, sin parecer un desesperado.
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slhades · 6 years ago
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De gustos y decisiones
One-shot HoroHoroxRen
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La distancia desde Hokkaido a Tokio no era poca, y eso, HoroHoro lo sabía muy bien. No era la primera vez que realizaba el viaje, el que consistía en irse a dedo con camioneros o turistas. Toda una experiencia que no siempre se le hacía demasiado grata, después de todo, no le agradaba ver su querida naturaleza desapareciendo cada vez que se acercaba a la ciudad. Pero siempre había algo que lo mantenía sonriendo en el trayecto y eso era la emoción de volver a ver a sus amigos.
Durante algún tiempo se estuvieron reuniendo para los cumpleaños y año nuevo. Pero después, Chocolove terminó en prisión, Ren se inmiscuyó en sus estudios para heredar el apellido y todo lo que ello conllevaba, Ryu fue a vivir a la mansión Asakura como aprendiz de Mikihisa, Fausto regresó a su ciudad natal para continuar su carrera como médico y el mismo HoroHoro tenía sus problemas con cuidar a su amada naturaleza con ayuda de su hermana. De Yoh, Anna y Manta no supo mucho, pero supuso que Anna seguiría haciendo entrenar a Yoh hasta la muerte y esclavizando a Manta. Debido a todo esto, dejaron de reunirse, pero la amistad que los había hecho conocerse y el camino que recorrieron juntos durante el extenuante torneo los seguía uniendo con la misma fuerza.
Y luego de mucho caminar, con su bolso a un hombro, llegó a la residencia Asakura. Lucia igual, como si estuviera abandonada. Y tal vez demasiado silenciosa. Meh, el ruido ya había llegado.
- ¡Yoh! ¡Anna! – el peliazul entró más ancho que pancho, dejando sus zapatos en el recibidor. Se sorprendió de no tener a la niña demonio enfrente alegándole cualquier cosa, como que hacía mucho ruido, que estaba ensuciando todo o de plano, que se pusiera a barrer o si pretendía esta vez pagar alguna renta- que extraño. ¡¿Manta?!
Y en lo que buscaba por todas las habitaciones del primer piso, no escuchó los pasos de cierta persona bajando las escaleras, con calma y sutileza, como un tigre que pretende hallar el lugar perfecto para descansar luego de su cena.  Al recién llegado se le pasó por la cabeza, sólo por un momento, el pensar que Anna realmente había matado a Yoh de tanto entrenar y a Manta de tanto hacerlo limpiar y se puso histérico buscando los cadáveres.
- ¡¡No puede ser!! ¡¡Yoh, Manta!! ¡¿Dónde están?! ¡¡No se preocupen, yo los salvaré!! – se disponía a buscar en el jardín por si Anna los había enterrado allí, cuando escuchó esa voz.
- es increíble cómo a pesar de los años, sigues haciendo tanto escándalo por nada – aquella altanería y elegancia juntas en una misma voz, como si se tratara de un felino. Y esa voz solo podía pertenecer a una sola persona.
-…- Horo observó muy bien al sujeto que tenia ahora adelante. Cabello violeta, largo hasta la cintura, arreglado con tres características puntas por detrás. Vestía una yukata con un abrigo ligero sobre los hombros. Y ojos dorados. Jamás olvidaría esos ojos tan similares a los de un tigre salvaje, pero por supuesto no podía faltar… - ¿Jun? ¿Te teñiste el pelo? ¡Se te ve muy bien de violeta!
Rápidamente, una vena se hinchó en la frente del otro y una gran molestia se apareció en sus ojos. Clásica escena de estos dos, después de todo, aquella era su mejor forma de comunicarse, la mejor manera de entenderse y de conocerse mutuamente.
- ¡eres un idiota! ¡¿Qué demonios haces aquí?!
- ¡¿Qué demonios haces TÚ aquí en primer lugar?!
- vine a visitar a Yoh.
- ¡Pues yo también!
- pues ya te largas – el pelivioleta lo observó con algo de desánimo, algo muy poco característico de su parte -, llegué aquí hace tres días y la casa estaba vacía y descuidada.
- ¿Descuidada? No suena propio de Anna – Horo pensaba en qué podría haber pasado hasta que de pronto se dio cuenta que ya no estaba discutiendo con el otro. Lo observó más detenidamente. No lucía muy animado, y no es que Ren Tao fuera el alma de las fiestas, pero carecía en aquel momento de cierto brillo. Además ¿Qué hacia ahí? Si no había nadie en casa ¿Por qué no regresó a China? -… oye Ren.
- ¿Qué quieres?
- ¿Estás bien?
Aquella pregunta no se la esperaba, por lo que apenas la procesó, se giró entrando de nuevo a la casa, diciéndole que se apresurara, que el almuerzo ya estaba casi listo. Sorprendido y a la vez no, murmuró que era un amargado y se dirigió al interior del recinto. Típica actitud del chino.
Comida china. Por supuesto. ¿Qué más iba a hacer? Por esta vez, decidió no alegar nada, después de todo, había llegado de improviso. Mientras ambos comían, uno más vorazmente que el otro (no importaba la comida, si Horo tenía hambre, comería y si que la tenía), Ren le comentaba lo que había sucedido con los casi tres habitantes de la casa.
- me enteré que hace seis u ocho meses Anna falleció y… ¡Contrólate, caray!- le espetó cuando el de cabellos azules escupió lo que sea que estuviera comiendo al escuchar la noticia tan de golpe.
- ¡¿Es una broma?! ¿¿Cómo que Anna murió, cuándo, por qué, qué pasó, por qué no supe, qué acaso mhhpphh?? – el de ojos color del trueno tuvo que estamparle un pan en la boca para poder responder al menos una de las preguntas que salían sin parar.
- yo también me enteré hace poco – le respondió -. Al parecer Yoh se lo contó a Chocolove al leer una carta que le mandó hace tiempo y de ahí él me llamó a mí desde la cárcel. Creo que también habló con Fausto y Manta.
- hmm bueno, allá en mi tierra no consiguen llegar las líneas telefónicas y ni hablar de costearnos un celular – comentó el Ainu mientras regresaba a comer, esta vez a un ritmo más tranquilo, aun digiriendo la noticia sobre la itako -. Y Ryu… tal vez no lo halló debido algún entrenamiento.
- sí, lo mismo pensé – dijo el violáceo mientras jugaba taciturnamente con la comida, bajo la mirada del otro guerrero que no de escrutarlo, intentando hallar aquello que no le encajaba -. De Manta no eh sabido mucho, salvo que le va bien en los estudios. La última vez que hablamos yo le llamé para saber de Anna.
- ¡no me digas! – exclamó el shaman de hielo mientras seguía comiendo - ¿y qué más, Hao sale con un sicario?
- bueno, no exactamente, pero…
- ¡vale, vale, vale! Ya entendí. ¿Qué más te dijo?
- que Yoh y Hanna estaban bien, seguían viajando y que pretendían regresar a Tokyo eventualmente… - el chino, aún sin saberlo, seguía bajo los ojos del otro mas no podía notarlo debido a que no conseguía ordenar bien sus pensamientos a la vez que debía juntar coherentemente las palabras para poner al peliazul al tanto de las cosas.
- ¿y es por eso que estás aquí? – ya harto de buscarle la mirada, el más alto tomó el mentón del extranjero y lo vio directamente a los ojos - ¿esperabas encontrar a Yoh aquí?
HoroHoro dejó de comer en cuanto vio la tristeza que se podía ver en los ojos dorados de Ren al momento en que ambas miradas se hallaron. Algo muy grande debía estar ocurriendo para que Ren Tao estuviera así. Aquello ya se estaba saliendo del solo hecho de ser “poco común”. Quería decir algo, quería saber qué es lo que pasaba con el chino para que estuviera así… claro, y siendo el Usui de quien estamos hablando, un poco más y lo grita.
- ¿Ren, qué es lo que sucede?
El violáceo no se esperaba una pregunta tan directa y mucho menos en ese tono tan serio ni con esa mirada tan penetrante. Pero, por supuesto, ni siquiera se esperaba ver al shaman de hielo en ese lugar. Con todos sus problemas internos, era al último que quería ver.
- ah… - y ahora no sabía que contestar. Fantástico. – solo me estoy tomando un descanso y este lugar me pareció idóneo, aún sin Yoh aquí.
Por esa respuesta, Horo sabía que Ren estaba mintiendo, pero decidió no insistir. Por ahora. Luego de que acabaran de cenar comenzaron a discutir sobre quien lavaría los platos. Luego de un montón de insultos, juegos de azar inventados y discusiones fuera de lugar, el peliazul se hizo cargo. Una vez la vajilla estuvo impecable, fue a tomar una siesta en una de las habitaciones del segundo piso.
Ren por su parte decidió salir. Caminó sin rumbo, sin saber en qué ocupar su mente, pues por ella rondaban su padre, su hermana, sus estudios, su aventura junto a los demás en norte América, en aquella fiesta de navidad de hace unos años, en Horo, en lo bien que se veía sin la vincha en su frente, lo fuerte que se había vuelto, sus hombros, sus brazos, su…
-…- se dio un golpe en la cara cuando notó el rumbo que sus pensamientos habían tomado. Se sentó en la banca de un parque y maldijo a Horo por aparecerse en el momento menos indicado, con sus sentimientos sin ordenar. Hacía mucho que había aceptado que estaba enamorado de él, pero ante ello se le presentaba su familia y el hecho de que, incluso si lo dejaba todo, existía la posibilidad de que el otro no correspondiera sus sentimientos. Temía que si se declaraba y las cosas resultaban así, no volviera a ser el mismo, que su desempeño bajara por saber que Horo no volvería a tratarlo del mismo modo que antes de saber sus sentimientos por él. Por eso fue que volvió a Japón en busca del Asakura. Tenía la esperanza de que la simpleza, el optimismo y la honestidad de Yoh pudieran ayudarlo, aunque fuera un poco. Pero no solo tuvo que desechar esa opción, sino que también el Usui se le ocurrió la maravillosa idea de aparecerse ahí mismo también.
Cuando alzó la mirada, vio que en poco comenzaría a atardecer. Supuso que el shaman de hielo seguiría durmiendo o haciendo el vago. De cualquier forma, se puso de pie y fue a hacer las compras necesarias para la cena. Sabía que esta vez tendría que comprar mucho más.
Gracias al cielo y Ren decidió apiadarse de él. Había preparado comida mexicana. Durante la cena no hablaron mucho, tan solo se dedicaron a contarse anécdotas de sus vidas mientras veían un programa de televisión. HoroHoro aun quería averiguar la verdad tras el violáceo, pero este no parecía tener muchos ánimos de hablar sobre sí mismo.
Siempre había sido así. El Tao siempre fue muy reservado. Recordó cómo lo habían encontrado en su propia mansión junto a su hermana, ambos lastimados, sus prendas rotas, encarcelados en mazmorras, esposados a las paredes. Supuso que de ahí vendría el hecho de que fuera tan poco expresivo y tan agresivo, debido a cómo su padre, En Tao, lo había criado, con puño de hierro y al rojo vivo, todo con tal de que su hijo se volviera el shaman King.
Pero en aquel momento, ni siquiera parecía tener ánimos de pelear. Reñir del modo en que lo hacían desde el día en que se conocieron, era todo un mecanismo, toda una estrategia entre ellos dos que surgió naturalmente aquella ocasión y cuyas reglas se fueron ensamblando lenta y silenciosamente. Cuando pelean, Ren se desahoga y Horo intenta romper esa desagradable muralla de hielo que el violáceo ah tenido que construir. Cuando pelean, Horo se da cuenta de que es el único capaz de sacar de quicio a esos niveles al otro shaman y Ren nota como le hierve la sangre al darse cuenta de que cae redondo ante las provocaciones del ojinegro y le hierve aún más al percatarse de que realmente no quiere zafarse de ellas.
- Ren – habló el peliazul ya atorándose con el postre – tú nunca quisiste volverte el shaman King ¿Verdad?
- ¿De qué estás hablando?
- todos luchábamos por algo ¿por qué luchabas tú?
- mi padre me entrenó para eso, para volverme el rey de los shamanes – sus ojos dorados miraron a los orbes negros pertenecientes a su compañero de armas.
- eso está bien para tu padre y para tu familia, pero ¿qué hay de ti? Incluso en mi tribu, todos consideraban que mi sueño era absurdo e ingenuo. Puede que lo sea, pero no por eso me voy a rendir.
- supongo que… en realidad no hay nada.
Y nada más dijeron. Nuevamente, de alguna forma, Horo volvió a calar profundo en él y eso era lo que acabó por enamorarlo, que el shaman de hielo siempre daba justo en el clavo. Y era verdad. Él realmente no había tenido ningún motivo para tomar aquel importante trono, salvo el deseo de su padre. Tras conocer a Yoh, HoroHoro y los demás, aprendió que debía ver por él mismo y forjarse su propio camino, no el de su padre. Tenía las herramientas, pero ningún sueño como el de sus nuevos amigos. Su vida no tenía motivación y eso lo angustiaba. Por supuesto, no era algo que demostrara conscientemente y mucho menos algo que dijera en voz alta a nadie, pero ahí iba el peliazul, que si bien no sabía la causa exacta de lo que sea que lo molestara, conseguía distraerlo: discutiendo. Pero le hacía tan bien, la mayor parte del tiempo.
El violáceo lavó los platos y se fue a su habitación. El peliazul decidió tomarse un baño en las aguas termales. Precisamente por el de cabellos violetas era que había realizado aquel viaje. Tenía una duda sobre qué le pasaba con el chino. Llevaba meses en que no podía evitar llevarlo a su mente o sacarlo a colación en las conversaciones. Su hermana, Pilika, decía que estaba enamorado. Pero ¿Realmente sería eso? Es decir, de entre todas las personas, tenía que ser el chino. Y no negaba que le agradaba discutir con él. Le gustaba saber que cuando se proferían insultos o cualquier cosa, Ren solo pensaba en él. ¿El solo hecho de querer llegar a más que solo las discusiones, le hacía estar enamorado de él? Le gustaba no únicamente discutir, sino pelear. Porque de esa manera podía tocarlo, podía rosar esa piel exótica, tan suave y tersa, y también podía ver más de cerca esos fieros e hipnóticos ojos color trueno, que lo hacían querer más y más.
Con una toalla alrededor de su cuello y ya completamente vestido, subió las escaleras al segundo piso, con intenciones de ir a dormir. Pensó en darle las buenas noches al chino y se acercó a la puerta de su habitación. Decidió no tocar y solo echar un vistazo, pues sabía que se podría ganar una enorme paliza si despertaba al más joven. Cuando entreabrió la puerta, vio a Ren sentado en la ventana, viendo hacia afuera. Su cabello suelto, aquella mirada melancólica y la luz de la luna dándole de lleno, hacían resaltar esa belleza exótica que inconscientemente poseía. Pero no quería que hubiera tanto dolor en sus ojos, en sus bellos ojos. La toalla se deslizó por su cuello hasta el suelo, en el momento en que, sin despegar la mirada del menor, abrió la puerta y caminó hacia él, llamando su atención.
- Horo ¿Qué estas…? – sin ni una palabra, el mayor lo había envuelto entre sus firmes brazos, de forma suave y cálida sobre su pecho. Ren podía escuchar los latidos de su corazón. Pensó en discutirle, pero se sentía demasiado bien. Cerró los ojos cuando sintió una mano ajena pasearse en su cabeza y por su cabello, depositando dulces caricias. En unos pocos segundos, lo había derretido por completo.
- Ren.
- hm? – cuando alzó la mirada para encararlo, sus labios se vieron atrapados por los del peliazul. Ya estaba demasiado embriagado por la situación, por lo que, dejándose llevar, le correspondió. No quería que aquello acabara. Quería estar entre sus brazos y besando sus labios hasta que el mundo decidiera acabarse.
Horo lo besaba con cierta avidez. No es como si tuviera mucha experiencia, pero cuando lo vio ahí sentado con aquella mirada, lo supo. Supo que efectivamente se había enamorado del Tao. No estaba pensando en lo que hacía en esos momentos, pero antes de que se diera cuenta ya estaba abrazándolo y besándole. Con el esbelto cuerpo de Ren entre sus brazos, se sentía tan completo y en paz, que no quería soltarlo, ni aunque todo estuviera en llamas.
- ya me estás diciendo qué es lo que te tiene así, Ren – en algún momento, ambos necesitaban aire. El mayor aprovechó aquel momento en que se separaron para asaltarle con la pregunta. El aludido lo miró a los ojos. Dorado y negro se encontraron en un instante que pareció ser eterno. Ren pudo ver en aquellos oscuros ojos que lo que había sucedido hace apenas unos segundos había sido real y sincero. Se le llenaron los ojos de lágrimas y abrazó con fuerza al peliazul quien no dudó en corresponder al gesto -. Hey, tranquilo, sshhh… aquí estoy, Ren, todo está bien.
- si… - respondió temblorosamente el de cabellos largos, ya completamente con la guardia caída – todo siempre está bien, de alguna forma, cuando tú estás cerca.
Horo sonrió y abrazó aquel cuerpo temblante con más fuerza. Ren por su parte, decidió dejarse querer. Ya estaba cansado de hacerse el fuerte, de demostrar que todo estaba bien y bajo control, cuando era más que obvio para el peliazul que eso no tenía una pizca de verdad. Y decidió decírselo. Decírselo todo.
-... y fue por eso que decidí venir aqui - dijo, ya finalizando su historia - porque te... amo y no sé cómo lidiar con todo esto. Todos esperan gran cosa de mi y siento que no puedo decepcionarlos otra vez...
- pero tambien debes ver por ti, Ren - le interrumpió acariciando su mejilla - ¿qué es lo que quieres? - Horo lo miró y rozó sus labios con los de él, sin dejar de ver aquellas orbes doradas siempre tan fuertes, pero que en aquel momento lucían tan débiles y flaqueantes - ¿Quieres que vaya a China contigo? ¿Quieres ir a Hokkaido conmigo?
Ver por él mismo era algo que le habían enseñado después de ser derrotado por el Asakura, pero que no pudo aprender. Durante el torneo, estuvieron demasiado ocupados en detener a Hao y por su parte, Ren no tuvo tiempo para decidir qué quería o quién era en realidad.
-... no podría pedirte que abandonaras tu hogar - respondió, con un gran sonrojo sobre sus mejillas, dada la cercanía con el otro- sería egoista y...
- déjame a mi decidir eso - le dijo, mirándole fijamente a los ojos y acariciando esa suave mejilla - ahora respóndeme - le exigió ansioso.
Era la primera vez que Ren sentía todo su cuerpo temblar por culpa del shaman de hielo y sin poder evitarlo, como si se derritiera aún más con solo estar cerca de él. Le respondió lo más firme que pudo, sin mentirle ni a él ni a si mismo. Quería irse con él. Vivir su vida con él. Horo sonrió y lo sostuvo nuevamente entre sus brazos, prometiéndole que todo estaría bien. Que Pilika y todo el pueblo estarían felices de recibirlo. Ren sonrió, tan sinceramente como nunca lo había hecho antes.
Al cabo de un mes, Ren ya se había enfrentado a su padre. Encontró apoyo, como siempre, en su hermana quien decidió heredar directamente las responsabilidades empresariales de la familia. Finalmente, En Tao no quedó muy satisfecho con las decisiones de sus hijos, pero decidió dejarlos libres. Varios días después, cuando todo asunto legal estuvo resuelto, el más joven de la dinastía Tao no dudó en viajar directamente a Hokkaido, donde cierto peliazul lo recibió con un fuerte abrazo, un profundo beso...
... y la noche más larga que Ren podrá recordar.
Fin
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slhades · 6 years ago
Text
Obsesión
Un one-shot MiloxCamus de Saint Seiya/Caballeros del zodiaco, en un AU crossfic con Pet shop of horrors.
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Mencionar el nombre de Milo Scorpio, era hablar de uno de los actores más grandes del cine internacional. Miles de mujeres suspiraban por él y los hombres que no lo odiaban por ser comparados todo el tiempo por sus mujeres, hijas, hermanas o novias, eran muy bien versados en el cine. Conocía más idiomas de los que podía recordar, no los dominaba todos, pero se desenvolvía con cierta facilidad; esto debido a que no se centraba únicamente en el cine estadounidense y gracias a esto muchos directores alrededor del mundo le tenían un profundo respeto por darlos a conocer. Siempre se preocupaba por tener una imagen pública honesta consigo mismo pero nunca escandalosa. Siempre se preocupó de sus fans por todo el mundo. Había ganado un Oscar por mejor actor en una película francesa, y la dedicó a sus fans y a la paciencia de todos los involucrados por tenerle aguante con su francés. Tenía un atractivo incomparable, como el fuego griego.
Pero luego de un tiempo, su vida glamorosa ya parecía no serle suficiente. Estudiar libretos, ser cargado en maquillaje, actuar, vestir distintos estilos y conocer nuevas personas lo llenaban y aprovechaba el máximo el día a día, pero llegar a su enorme loft y no encontrar a nada ni a nadie que le espere, lo hacían sentirse muy solo.
“Tal vez si vas al barrio chino” le dijo Kanon, el hermano gemelo de Saga, su manager, “quizás en la tienda de mascotas del Conde D, encuentres algo interesante” y le guiñó un ojo. Kanon podía tener el mismo rostro de su hermano mayor (por diez minutos) pero era una persona totalmente poco convencional, como si un aura de aventura secreta lo rodeara. Una mascota, se dijo. No era la primera vez que se le pasaba por la cabeza, pero con todo lo que tenía que hacer, se le hacía bastante difícil concebir la idea. Se convenció finalmente cuando Saga apoyó la idea de su hermano, cosa bastante difícil. Le comentó que Kanon había adquirido un curioso reptil alado y dorado, que no se atrevía a describirle por completo, pero que desde que lo tenía, Kanon había dejado de ser tan descarriado con su vida. No es como si el menor de los gemelos fuera un total irresponsable, pero daba la impresión de que no tenía suelo fijo que pisar. Desde el reptil, le dijo su manager y mejor amigo, cuando hablaba con su hermano menor, era como hablar con alguien maduro pero arriesgado. Y eso le hacía tenerle más confianza.
Finalmente, luego del último día de grabación de su última película, se dirigió al barrio chino. Se olvidó por completo de pedir referencias a Kanon antes de ir, pero sorprendentemente, y sin que se diera cuenta, ya había entrado en uno de los locales. Dentro podía sentir un dulce aroma a incienso, y supo que estaba en una tienda de mascotas al ver distintas aves en grandes y hermosas jaulas, perros, gatos y conejos por ahí. La tienda tenía como base un color oscuro, que hacia resaltar los vividos colores de los diseños tribales que la adornaban.
- ¡Señor detective! – Escuchó decir en un tono de voz bastante molesto - ¡le recuerdo que esta no es una cafetería! ¿Es que no tiene nada mejor que hacer?
- ¡No me iré de aquí hasta saber qué tipo de mercancía ilegal vendes aquí! – Tras asomarse un poco más, pudo ver que quien decía eso se trataba de un hombre joven y rubio - ¿Qué es, eh? ¿Drogas, esclavos?
Milo pensó seriamente en huir de ahí y decirle a Saga que su hermano compraba animales en una tienda de por sí muy sospechosa.
- ¡deje de decir tonterías de una vez, por favor! – Fue entonces que el actor pudo ver acercarse a un joven chino de corto y lacio cabello vistiendo un lindo cheongsam negro y violeta, contrastando con sus exóticos ojos dorados - ¡oh por todos los cielos! ¿Es usted Milo Scorpio, el famoso actor?
El mencionado asintió con humildad. Le sorprendió la forma de reaccionar del singular chino, normalmente la gente se le abalanzaba sobre él. Justo como el detective que antes estaba sentado a la mesita de café comiendo pasteles, y ahora lo miraba con ojos incrédulos. El chino no perdió el tiempo de pedirle su autógrafo educadamente y tampoco el detective, que de hecho le pidió dos, uno para él y otro para su pequeño hermano Chris. Misteriosamente, el tema de las drogas y la trata de blancas se fueron volando por la puerta.
- y dígame Señor Scorpio – le dijo el chino, llamando su atención, mientras el detective de nombre Leon Orcot, miraba maravillado los autógrafos - ¿En qué puedo servirle?
- este… - comenzó algo cohibido el actor -  busco al Conde D ¿Es esta su tienda?
- efectivamente, Señor Scorpio – le respondió con una sonrisa. Pudo notar cómo el detective escudriñaba en esa sonrisa, como queriendo averiguar algo– sin embargo, desafortunadamente, el Conde D, mi abuelo, se encuentra en un viaje de negocios en busca de nueva mercancía. Yo soy el asistente encargado.
- pues, en ese caso… en realidad, no sé que busco exactamente. Me recomendó Kanon, me parece que usted le vendió un reptil alado – le comentó.
- ¡oh si! El señor Gemini viene frecuentemente a comprar la comida para su preciada mascota – el chino pareció emocionarse al recordar a la criatura -, es una serpiente con mucho carácter, pero puede llegar a ser muy cariñoso.
- pues si, Kanon ah cambiado mucho desde que lo tiene – pensó con una sonrisa -. Me recomendó su tienda porque pues… verá, me siento muy solo al llegar a casa. Nunca hay nadie con quien pueda hablar, ni pasar el tiempo.
- hmm… - el joven pareció meditabundo por un momento, pero en menos de lo que canta un gallo por el amanecer, su rostro se iluminó. El detective no parecía querer dejar de mirarlo - ¡eso es, se perfectamente lo que busca! Solo permítame un momento.
- hey – llamó Leon por lo bajo mientras el Conde buscaba algo en unos cajones – Ese amigo tuyo… ¿Está bien de verdad?
- pues… si, perfectamente. Se ah vuelto alguien más centrado desde que vino aquí.
- hmm… pues yo que tú, me quedaría con un ojo abierto ¿Eh?
- ¡Señor detective! – Llamó con reprimenda el Conde, acercándose de vuelta con un incienso en las manos – la voy a pedir de favor que deje de asustar a mis clientes.
Leon se encogió de hombros y se escudó tras un pastel que aun había en la mesita de café.
- sígame Señor Scorpio.
El Conde lo guió por la enorme trastienda, lo que sorprendió a Milo de sobre manera, pues la tienda no lucía tan grande (sino es que enorme) por fuera. Finalmente, llegaron frente a una puerta que el Conde abrió. “Entre despacio, por favor” le dijo con calma, y Milo obedeció. Más de ese dulce incienso provino del cuarto, entonces el Conde encendió la luz, proveniente de las esquinas de la habitación, dando una iluminación tenue a la estancia, fue entonces que Milo pudo distinguir que dentro de ese lugar estaba lleno de…
- ¡¿Personas?! – exclamó con asombro.
- Por favor, le pido que observe con cuidado – le dijo mientras caminaba entre ellos -, estos de aquí son gatos.
Incrédulo, prestó más atención, pues ahí vio chicos y chicas muy bellos recostados en los muebles, sentados en el suelo, incluso sobre los libreros. Pero al observar detenidamente, pudo notar que los ojos que ellos poseían, eran afilados y penetrantes. Efectivamente, eran…
- le recomiendo esta raza de aquí – señaló el Conde -, son hogareños y tranquilos, poco sociables, pero con el tiempo pueden llegar a ser una gran compañía. Son originarios de Francia, una raza muy poco común en estos días.
Gatos. La habitación estaba repleta de gatos. Se acercó a donde el Conde le señaló. Entonces, uno de ellos, de pelaje muy suave y de un tono verde azulado, se le acercó. Milo observó sus ojos felinos, de un profundo y hermoso color azul. Quiso acariciarlo, pero la criatura se hizo a un lado, alzando su cola, muy digno y caminando un par de pasos lejos de él. Milo sonrió con encanto.
- parece que le agrada – dijo el Conde – si alguien no le interesa, simplemente no se acerca.
- me lo llevo – dijo cuando finalmente, el felino le permitió acariciarle detrás de las orejas, ronroneando gustoso.
- ¡Perfecto!
El Conde le hizo firmar un contrato en el que se estipulaban tres condiciones: Número uno, debía darle de comer pescado fresco tres veces al día, de preferencia atún o salmón; Número dos, debe tenerle un rascador y un lugar cómodo donde dormir; y finalmente y muy importante el Número tres; no rodearlo de más de tres personas además del cliente en una misma habitación; le especificó encarecidamente que si rompía cualquiera de estas clausulas, la tienda no se hacía responsable por nada que pudiera sucederle al cliente o a la mascota. Y para concluir, el precio…
- cincuenta pasteles de chirimoya, ochenta bollos de fresa y treinta pastelillos de frutos silvestres de Madame C – el joven chino dijo todo esto con una enorme sonrisa en los labios. Kanon no había mencionado la forma tan excéntrica de cobrar, pero prometió que los enviaría a la tienda el día siguiente.
Le compró al Conde el rascador y la cama, además el joven chino le obsequió un poco del incienso para que el felino se acostumbrara más rápido a su nuevo hogar. Mientras conducía, lo escuchó gruñir en su jaula. Quisquilloso, pensó. Decidió nombrarlo Camus, como el escritor francés Albert Camus, autor del “El extranjero”, cuya película vio y estudió para aprender tanto el idioma como el cine local. Le había fascinado, tanto, que leyó el libro.
Horas más tarde, mientras decidía en donde colocar la gran y mullida cama de seda china, observó como Camus se paseaba por el loft a sus anchas, observando todo curioso, con un semblante estoico. Cuando se acercó al ventanal y salió al balcón, por un segundó pensó que se podría escapar, pero el felino solo observó la calle y el paisaje, apoyando sus blancos y estilizados brazos en la baranda. Comprendió que nunca escaparía. Pronto decidió que era muy ruidoso y volvió a meterse, caminando con tranquilidad. Tenía todo el tiempo del mundo, el que quisiera y más.
- Camus – le llamó. El aludido solo le miró - ¿Dónde te gustaría tu cama?
Como respuesta, el felino solo se acostó en el sofá, frotándose en los cojines de terciopelo. Milo sonrió. Le dejó el rascador cerca y colocó la cama en su habitación, al lado de su propia cama y cerca de la ventana. Pronto el citófono sonó. Le informaron que su pedido había llegado. Avisó a Camus de que no tardaría, pero él solo se dignó a afilar sus garras en su rascador, sacando todo el estrés que le significó su cambio de hogar.
Cuando Milo regresó con una hielera en manos, en la puerta Camus lo recibió con un abrazo y ronroneando. Le acaricio tras el oído y besó su frente, pero sabía que Camus quería su pescado. Decidió mimarlo por ser su primer día y le dejó disfrutar su atún a sus anchas.
Por la noche, vio cómo Camus dormía plácidamente en su cama hecho bolita. Aun podía sentirse algo del incienso, pero no le molestaba. Al día siguiente, cuando Milo despertó, no quería levantarse de buenas a primeras y decidió dormir un poco más. Al darse la vuelta, vio que no estaba solo en la cama. Camus estaba dormido a su lado, muy cerca de él. Milo acarició su mejilla, él comenzó a ronronear. Lo arropó y al poco rato, entre sueños, lo abrazó.
Y entonces la vida de Milo cambió. Por las mañanas y las noches lo alimentaba él mismo y en las tardes, cuando se encontraba en los estudios de grabación, le pedía a Kanon que fuera a alimentarlo, y en una oportunidad, le comentó que era un gato muy hermoso, aunque muy orgulloso, a lo que Milo rió. Si, Camus podía ser muy orgulloso, pero con el paso de los días, se había vuelto muy cariñoso. Amanecía con Camus a su lado, sin falta; cuando comía, Camus reposaba en sus piernas o en su pecho, abrazándole con sus blancos brazos. Cuando lo acariciaba, él ronroneaba y le sonreía. Para el actor, esa sonrisa era la más hermosa de todas. Cuando llegaba de los estudios, Camus lo recibía con un abrazo, quería que lo cargara, que lo mimara y le besaba la mejilla con sus labios rosados. Le había comprado infinidad de juguetes y collares con gemas finas, siempre haciendo juego con su sedoso cabello, sus hermosos ojos o su suave piel. Milo solo podía hablar de Camus.
Más tarde, ya cuando el felino de profundos ojos azules le miraba con tristeza cada vez que se iba, el corazón de Milo ya no pudo soportarlo más. Decidió llevarlo a los estudios, en su jaula, y luego lo dejaba en su camerino designado. Le llevaba su cama y su rascador y como el pescado se lo llevaban a domicilio, pidió que durante la tarde se lo llevaran a los estudios (le salía un poco más caro por la inconveniencia, pero eso a él no le importaba en lo absoluto) y comía con él, para luego, en el atardecer, regresar ambos a casa. No existía inconveniente alguno cuando de su querido Camus se trataba. Llegada la temporada, Milo fue nominado a un Oscar, nuevamente por mejor actor. Lo ganó, pero él no asistió al evento. Saga recibió el premio por él, argumentando que estaba enfermo: una gran mentira, pero ¿Qué más podía decir? Cuando fue a dejarle el premio, le preguntó por su ausencia. Milo no mintió, pero a Saga se le hacía que era mucho mimar a aquel exótico felino el no querer dejarlo solo por unas horas, ya que fácilmente podía llamar a Kanon para que le hiciera compañía, pero decidió dejarlo por la paz, ya que notó como su amigo se había vuelto mucho más feliz y alegre desde que Camus estaba en su vida. A los pocos días, Milo subió un video a sus redes sociales dando una disculpa pública a sus fans, a todos los involucrados con los Oscares, a los otros actores y a quienes trabajaron en la película por la que ganó el premio por su ausencia, explicó sus motivos, siguiendo el argumento de Saga y ofreció sus más sinceras disculpas.
Sin embargo, todos los medios se enteraron de la relación casi obsesiva que tenia con su singular gato Camus, el día en que entraron a robar a su departamento y fueron encontrados cinco cuerpos en un charco de sangre enorme. Ese día, Milo salió para discutir y firmar los términos de un nuevo contrato y de vuelta pasaría a comprarle un nuevo juguete a su felino (a Camus le encantaba perseguir ratones de goma). Cuando regresó, vio la cerradura forzada. Inmediatamente entró, gritando el nombre de Camus, temiendo que se lo hubieran llevado. En vez de eso, vio los cadáveres, el enorme charco de sangre expandiéndose por todos lados y a Camus, sentado en el suelo sobre sus delicadas piernas, con sus delicadas manos y sus delicados dedos cubiertos de sangre, al igual que sus dulces labios, parte de su suave rostro y su pecho. Le miraba suplicante, no quería que lo regañara por el desastre que había armado. A Milo se le derritió el corazón y estiró los brazos para recibirlo en su regazo.
- Tranquilo, Camus, no fue tu culpa cariño – al cargarlo se ensució de la sangre de aquellos granujas, pero no le importó y camino al baño -. Aw no tiembles, yo te quiero mucho, no voy a regañarte pequeño, tú estarás conmigo siempre ¿Vamos a lavarte, si? – Camus ronroneó y se dejó atender, calmándose. Todo su miedo desapareció cuando sintió las amables caricias de su querido Milo – eso es, tu tranquilo. Eres mi bello y tierno Camus, nadie va a separarte de mí. A veces pienso que te eh mimado demasiado, pero soy incapaz de negarte nada, mira qué lindo ojos, eres tan hermoso. Eso es, sonríe, nadie sonríe como tú. Te quiero tanto Camus, nadie ni nada podría reemplazarte, nunca. No temas, nadie te hará daño.
Cuando dio aviso a la policía, no permitió bajo ningún concepto (y hasta amenazó con demandar al departamento de policía) que entraran al loft más de tres oficiales y aun así, él y Camus quedaron en su cuarto con la puerta cerrada. Leon Orcot, el detective que estaba en la tienda del Conde D el día en que obtuvo a Camus, fue uno de los que entraron y revisó la escena y los cadáveres. Cuando quiso interrogar a Milo, el actor dejó que solo y únicamente Leon entrara a la recamara, absolutamente nadie más. No mintió en su declaración: el llegó y vio los cadáveres en la sala, en medio de ese charco de sangre ¿Ah, las manchas en su ropa? Camus se ensució cuando fue a recibirlo al llegar y el mismo se manchó al cargarlo para llevarlo a limpiar. Leon observó detenidamente al felino en los brazos del otro hombre. No era más grande que cualquier gato casero y con sus pequeñas garras era improbable, sino es que imposible, que fuera el culpable de los profundos y enormes zarpazos que habían rasgado la carne de los difuntos infractores. Leon no perdió el tiempo y fue de volada al barrio chino a esa condenada tienda de mascotas que ya lo tenía harto.
Finalmente, el caso se cerró por falta de pruebas en contra de nadie. A Milo no le importaba, ni siquiera le importaba que los medios comentaran todo el asunto. No solo el asesinato era extraño de por sí, sino la actitud de Milo de no dejar entrar salvo a tres policías y más que durante todo el proceso estuviera encerrado en su habitación con su gato.
Pero a Milo solo le importaba el bienestar de Camus.
 - ¿Qué rayos le vendió a Milo Scorpio? – demandó saber Leon.
- Señor detective – comenzó el Conde, con profunda calma como siempre– tiene usted no solo buen tino para llegar justo a la hora del té, sino además, una muy buena imaginación – el chino le sonrió de forma inocente y encantadora, muy propio de él -. Yo solo le vendí un gato francés ¡y esta vez usted es mi testigo!
-… para ti siempre es la maldita hora del té, D – le contestó refunfuñando como niño pequeño mientras tomaba su té negro y zampaba un bollo de fresa.
Fin
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slhades · 6 years ago
Text
Be there for you
Un one-shot GoldxSilver de Pokémon.
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Su mano temblaba ligeramente con el pokegear en ella. Observaba la pequeña pantalla con aquel nombre seleccionado, ansioso por presionar el botón, pero un cierto miedo se lo evitaba. Temía que si lo hacía, él no volviera a contestarle nunca más. Y eso era algo que no podría soportar, ya que llevaba meses sin verlo y escuchar su voz era su único consuelo y si lo arruinaba…
Click.
-… mierda – dijo instintivamente. Su piel se volvió más pálida en segundos y sus pupilas se habían contraído. Debía presionar el botón de cortar la llamada antes de que contestaran, pero sus manos, de la pura impresión por lo que había hecho inconscientemente, no se movían, es más, no lograba reaccionar para nada.
- ¿Hola? – escuchó de pronto. Estaba seguro de que había mandado todo al mismísimo caño.
- ah, hola! – se apresuró a responder – ahm, lindo día ¿no?
- son las cinco de la mañana, Gold – precisamente el motivo de su mano temblante y de su consecuente palidez - ¿estás bien? No sueles llamar a esta hora.
- Sí, sí, estoy bien… ¿Y tú? Contestaste más rápido de lo que pensé ¿Qué haces despierto a esta hora?
- huh… nada, solo revisaba unas cosas - ¿Acaso… escuchó algo de nerviosismo en su voz? - entonces ¿qué necesitas?
- verte, para empezar.
- te recuerdo la hora, no puedo viajar ahora mismo a New Bark Town, además estoy ocupado.
Sí, claro, pensó. Siempre que le preguntaba, Silver estaba ocupado ¿en qué? Quizás solo Arceus lo sabe. Aun así, sin importar la hora, él siempre respondía y esto llamaba poderosamente la atención de Gold.
- lo sé, solo bromeo. Lo cierto es que no puedo dormir… y me acordé de ti.
- ni creas que voy a cantarte una canción de cuna por el pokegear – Gold rió con ganas cuando escuchó aquello.
- no se me había ocurrido, tendré que pedírtelo algún día. ¿Y qué revisas?
-... cosas.
- ¿Te molesto?
- …no – Gold sonrió.
La conversación entre ambos entrenadores duró una media hora más, hasta que el de ojos dorados se quedó dormido sin darse cuenta. Él nunca lo supo, pero Silver al darse cuenta le deseó buenas noches en vez de simplemente cortar de buenas a primeras.
Aquella noche, Gold la había pasado solo en su casa, puesto que su madre había ido a Cherrygrove city a visitar a una amiga. En la tarde, cuando abrió la puerta, agradeció internamente haberse despedido de ella con un “te quiero, má, que te vaya bien”.
-… lamento informarle de que su madre falleció en un accidente…
El oficial siguió hablando, pero tras esas palabras, Gold no escuchaba nada más. Gracias al apoyo y ayuda del profesor Elm, Red y Green, consiguió arreglar todos los asuntos para el velorio y el entierro. En todo momento tuvo en sus manos su pokegear, con aquel nombre seleccionado, sin atreverse a tocar el botón. Quiero verlo, se repetía, pero no conseguía el valor suficiente para llamarlo.
El día del funeral, mientras él seguía ahí parado frente a la lápida, el sol caía por el horizonte, dando paso al atardecer. El viento soplaba y sin esperárselo para nada, su pokegear sonó. Sorprendido, pero sin poder quitarse la parsimonia, contestó.
- luces terrible ¿sabes? – Reconoció al instante aquella voz, sorprendiéndose aun más – tanto negro no te viene.
Y no solo reconoció la voz, sino que además la escuchaba como si él estuviera ahí mismo. Con el latente pensamiento de que se estaba volviendo loco debido a la desesperación, se dio la vuelta. Y ahí estaba. Su rojo cabello, más largo desde la última vez, se confundía con los colores del cielo de aquella hora. Vestía de negro, un Montgomery con un cuello aterciopelado, para ser más específicos.
-… ¿Qué haces aquí?
- dijiste que necesitabas verme.
Gold quería responderle como siempre hacía, con intenciones de hacerlo enfadar, porque cuando lo conseguía, Silver no podía verse más adorable. Pero en aquellos momentos podía ver la preocupación en los ojos plateados del otro. Silver lo observó. Sabía que el pelinegro estaba casi en su límite, por lo que se acercó caminando y al estar solo a unos centímetros, extendió sus brazos hacía él. Fue Gold quien acortó distancias, abrazándolo con fuerza y llorando todo lo que no consiguió desahogar en tres días. Fue correspondido por brazos que no estaban acostumbrados a dar cariño, pero en esos momentos hacían un gran y no vano esfuerzo.
-… - Silver no sabía qué decir. No estaba acostumbrado a tratar con personas. No sabía bien cómo brindar apoyo o palabras de ánimos, por lo que simplemente acarició la espalda y el cabello de aquel que tenía entre sus brazos.
Al día siguiente, Gold despertó apoyado en el hombro de Silver, quien dormía plácidamente a su lado, sosteniéndole, además, una mano. Esa noche, cuando llegaron a casa del de ojos dorados, Silver le colocó una toalla húmeda y fresca sobre la frente y los ojos, para aliviar un poco su pesadez por su pérdida y deshinchar sus ojos debido al reciente llanto. A petición de Gold acabó por quedarse a su lado. “Me está costando conciliar el sueño” le dijo el moreno, luego de varios minutos de estar tranquilo y quieto en el regazo del pelirrojo, por lo que Silver, con las mejillas totalmente sonrojadas, accedió a cantarle una nana. No fue sino hasta las seis de la mañana, cuando el sol hacia amago de querer asomarse por el horizonte, que el de ojos plateados decidió dormir también, tras haberse asegurado que Gold no se despertara durante la noche.
Era la primera vez que veía una expresión tan pacífica y despreocupada en el blanco rostro del pelirrojo. Parecía una persona completamente diferente, en especial considerando que estaban juntos en la misma cama, es decir, meses atrás, Silver habría pulverizado a Gold con la mirada, sino es que con otros métodos, si le hubiera siquiera insinuado semejante petición de pasar juntos la noche. Y ni hablar de la canción de cuna que le tarareó para ayudarlo a relajarse.
Decidió levantarse con intenciones de preparar el desayuno, pero en medio de eso, un montón de recipientes de plástico se le cayeron encima mientras intentaba sacar algo del mueble.
- ¡rayos, rayos! – murmuraba mientras recogía el desastre a velocidad rayo.
- ¿Estás bien, qué sucedió? – preguntó Silver, quien se despertó debido al escándalo, entrando por la puerta.
- se me cayeron estas cosas cuando quise agarrar la harina – le respondió – pero descuida, estoy… - levantó la mirada y notó que el pelirrojo se le acercaba. También notó la oscura camiseta con el cuello y parte de los hombros cortada a tijera por el mismo Silver, podía decirlo gracias a las pocas hilachas que sobresalían, haciendo contraste con la blanca piel de su pecho, junto con los bóxers azul marino que traía. De no ser porque aun estaba deprimido, le enseñaba ahí mismo donde estaba parado quien mandaba – mu~y bien.
- ¿Seguro? Déjame ayudarte – tomó los recipientes y poco tuvo que estirarse para colocarlos en su lugar - ¿Por qué no me despertaste? – Fue en ese momento que Gold lo tomó de un brazo, le dio una vuelta y lo acorraló contra una pared cercana, mirándole directamente a los ojos - ¿Q-Qué haces? Gold…
El mencionado no dejaba de mirar a su presa. Por cada segundo que pasaba, sin que el pelinegro no dijera una palabra y se mantuviera viéndole de esa forma tan penetrante, el sonrojo en las mejillas de Silver aumentaba, al igual que su nerviosismo. Se veía incapaz de sostenerle la mirada por mucho tiempo y eso, Gold podía notarlo. Tomó el blanco mentón del pelirrojo y lo obligó a encararlo.
- siempre contestas mis llamadas – le dijo sin dejar de verle – pero jamás me dejas verte ¿Por qué?
- G-Gold, yo…
- dímelo… por favor, dímelo…
- porque… yo quiero estar ahí para ti, cuando necesites algo, pero - su voz se quebró ligeramente. Por un lado, temía decírselo y no poder controlar lo que sucedería en base a lo que dijera, pero por otro lado, sabía que no podría ocultarlo mucho más – cuando estoy contigo, soy incapaz de ocultar mis sentimientos. Soy incapaz de negarte algo y hasta las palabras se me escapan y no sé bien que ¡Ah! – el pelinegro no necesitaba escuchar mucho más. Rápidamente apresó la cintura del otro con un brazo, de modo que ambos sintieran el calor del cuerpo del otro, mientras que con su mano libre continuaba cerrándole el paso. Por instinto, el de ojos plateados apoyó las manos en el pecho de su captor; no intentaba apartarlo, pero era lo único que el poco, sino es que nulo, espacio que le quedaba, le permitía.
- y sin embargo ahora estas aquí. Viniste, a pesar de no saber qué hacer contigo mismo cuando estas conmigo– Silver bajó su mirada. Se sentía avergonzado de sí mismo, pues él jamás había sido así. Él jamás había lidiado con ningún sentimiento semejante.
- yo no sé lo que es tener una madre, mucho menos perder una – respondió -. Y tal vez no te conozco tan bien como otras personas más cercanas a ti, pero si sé que no ibas a llorar junto a cualquier persona y tu no lloras cuando estas a solas. Sabía que necesitarías desahogarte… y sabía que te desahogarías conmigo, porque tú me dejaste llorar en tu hombro cuando todo mi mundo se derrumbó.
- jaja… - apoyó la mirada en el cuello del pelirrojo haciendo que éste se estremeciera – Silver, me traes loco por ti. No te vayas, no me dejes sin ti.
-… no, no me iré – consiguió mover sus brazos y volver a abrazarlo. Desde el momento en que decidió ir con él, sabía que ya no podría volver alejarse.
- dímelo – dijo nuevamente, esta vez encarándolo nuevamente, rosando sus labios con los del otro – dime que te quedarás conmigo.
- me quedaré – repitió, sus palabras viniendo no desde su razón, sino desde su corazón –, a tu lado, a donde sea que… - y ya no pudo seguir hablando, pues el beso tan profundo y desesperado en el que se vio envuelto, le impidió seguir pensando. En esos segundos, tan largos y placenteros, solo pudo sentir.
-… te amo – le dijo entre jadeos el de ojos dorados, juntando su frente con el de aquel que aun sostenía entre sus brazos.
- y yo a ti – respondió Silver, recuperando el aliento y acariciando suavemente la mejilla de su pareja -. Gold, siempre estaré ahí para ti.
  Fin
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