colombiana🇨🇴, estudiante de psicología, Amor a los Libros y a la poesía💫 loca por los planetas
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Para ustedes que están leyendo esto:
Te deseo toda la fuerza que necesita para superar los difíciles días.
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“Para mí tú fuiste más de lo que creí merecer. En ocasiones sentía que tú no deberías estar conmigo, me preguntaba qué había hecho yo para ganarme la oportunidad de estar con alguien como tú. Eramos tan diferentes e iguales a la vez y te amé como jamás creí podría amar a alguien.”
—
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(via bohemiofilosofico)
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Que empieza con P y termina con ENE? Claro, PANTENE, ¿qué esperabas?¿una groseria? Pues no, hay que madurar.
Usa pantene y notaras la diferencia.
Kiki majens tu maiself
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“Soy una persona sencilla; ver películas y leer un libro me hace inmensamente feliz, disfruto de las cosas que me rodean, aunque sean tan insignificantes para las personas pero para mí, es lo necesario para vivir. Me gusta escuchar reír a las personas, porque sé que a pesar de la tristeza que oculten, siempre habrá una razón para sonreír. Amo mirar las estrellas y de alguna manera, me hacen sentir menos sola, cada vez que las veo sé que para llegar a brillar de tal manera como lo hacen, tengo que dar todo de mí. Así soy, sencilla, sin nada, pero con un deseo incontrolable de tenerlo todo.”
— Tercer día (100).
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El amor es una experiencia peligrosa y atractiva, eventualmente dolorosa y sensorialmente encantadora.
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Déjense contagiar por la gente que tiene ganas de cambiar el mundo.
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“Hoy no he venido aquí a decirte que se me rompió el corazón en mil pedazos y no termino de encontrarlos todos, ni vine a culparte de que la mitad de mis sueños ahora sean como los granitos de sal que quedan olvidados fuera de tu plato, no. Vine a despedirme, a dejarte lo último que me queda para por fin dejarte ir. Las despedidas siempre me han costado un poco de trabajo, la típica frase con la que todos los finales comienzan no es suficiente para poder desprenderme de ti, sacarte de mi corazón sin hacerte daño, porque es lo más importante. Despedirme es como si me golpearan múltiples veces en el costado para dejarme sin una palabra en la boca, se siente como si el mundo hubiera decidido plantarme en tierra seca y nunca dejarme crecer; las manos me tiemblan y apenas puedo escribir algo que sea coherente sin que tu nombre deje de retumbarme en la cabeza, sin que todos los recuerdos me atormenten por la desidia de todas tus acciones. Maldita locura la que llevo dentro; es la que me has ocasionado por tanto cariño que te he brindado y no recibir ni una sola caricia de regreso. Sé que eres de esas personas que no necesitan alguien a su lado para ser más fuertes, y que una carta de despedida no servirá para unas rodillas ya lastimadas de tanto romper a llorar en medio de la carretera, sin un seguro de paracaídas y el vacío que probablemente dejó mi partida. Que sé que no te dolió ni la mitad de lo que me perforó a mí, que nuestro adiós no te dejo con las costillas sangrando y con la garganta irritada; que la distancia que hoy nos grita, tú no la percibes y que a veces cambiar de rutinas es lo que a ti te parece perfecto. No vengo a reclamarte, a reprocharte ni mucho menos a llorarte; no vengo a rogarte que regresemos a ser lo que hace mucho dejamos en el olvido, no vengo a pedirte que ahora seas la persona que siempre necesité después de un maratón de pesadillas, ni mucho menos a mendigar caricias que hace tiempo que ya pertenecen a alguien más. Quiero que sepas que te perdono, amor. Te libero de la culpa de haberme dañado. Te absuelvo de un baile que no tiene regreso. Te eximo por completo de mis sentimientos. Te perdono y te dejo ir con todo el amor que he sentido siempre por ti, y del que estoy segura que siempre sentiré. Te perdono por tu ternura a cuentagotas, por las cartas que no me escribiste, los besos que no me diste, las flores que no me regalaste. Te perdono por haberme dejado sola con todo el amor que te tuve, por haber matado las mariposas que sentía en el estómago, por haber soplado fuerte a la última velita que me quedaba para ti. Te perdono por no dedicarme ni un solo poema aunque te lo pidiera, por creer que el verdadero amor sí existía, solo que se encontraba demasiado escondido como para que yo lo encontrara. Te perdono por las heridas que ahora me dejas, por las balas que me disparé al no encontrar la sutileza suficiente de sentirme querida. Te perdono por no dejarme ser la bailarina de todas mis canciones, por no decirme en el oído que me veo guapa con mi sonrisa de todos los días y que te encanta cuando me veo valiente, cuando enfrento mis miedos desnuda y con los pies descalzos. Te perdono por culparme de todos tus engaños, de tus mentiras a media racha, por echarme de tu cama y no de tu vida. Te perdono porque siempre nos buscaremos a tientas en otros cuerpos, o por lo menos, eso haré yo, intentaré sentir con otros labios lo que se sentía contigo. Te perdono por la esperanza que dejaste marchar, por la dulzura que amargaste, por romper tus promesas, por el miedo y la soledad que sentiré en cuanto me dé la vuelta. Te perdono por los te quiero que estamos dejando ir, por las incontables lágrimas que ahora te lloro, por todos los escritos que hago y deshago al no hacerte justicia entre letras. Te perdono por el mensaje que nunca enviaste, por las interferencias, por las caídas, por destrozarlo todo con una palabra, por la última mirada. Te perdono por no permitirte ser mío, por guardar esperanzas rotas. Te perdono por no intentarlo, por no esforzarte, por no poner la parte de amor que te correspondía. Te perdono por entregar solo partes de amores no correspondidos. Te perdono por las mañanas en las que despertaré sin ti, por las tardes que llegarán a su fin sin que yo haya escuchado tu voz, por las cosas que ya no sucederán. Te perdono porque nunca llamaste, por ser aquello que nunca esperé que fueras, por dejarme ir sin detenerme como yo creía. Te perdono por tener una maldita sonrisa que paraliza semáforos y escandaliza faldas, por dejarme llamarte amor después de ser nosotros. Te perdono todo, mi cielo, y te dejo con todo esto que a mí me pesa, no lo quiero conmigo. Te perdono y te dejo al fin abrir las alas para volar lejos de mí. Te perdono y dejo que vueles en otro cielo. Llévate todo lo que no me pertenece, déjame vacía y al final de todo, gracias.”
— Paulina Mora, colaboración con Karen Amezcua.
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Soy fan de la gente sencilla, la que se equivoca y lo reconoce, la que no le importa andar a pie o carro, la gente que si te quiere lo dice.
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La gente dice "nunca te rindas", pero a veces rendirte es la mejor opción porque te das cuenta de que estás perdiendo el tiempo.
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Vivimos constantemente en una sociedad que les importa más aparentar lo que no son, para encajar en la sociedad. No tienes que aparentar ser lo que no eres para encajar, tienes que ser tu mismo y aceptar la realidad. No tienes que agradar a todo el mundo, la gente te tiene que aceptar como eres, pero el primer paso es aceptarte tu mismo. Amarte a ti mismo.
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Se acerca el último mes del año.
El más bonito, el más triste y simplemente otro mes para algunos, es el momento donde recuerdas todo lo que pasó en los 11 meses y descubres que no eres la misma persona que al inicio, que pasaron muchas personas por tu vida y muy pocas se quedaron, algunas personas fueron estrellas fugaces que sólo llegaron a tu vida para hacerte más fuerte, más dura o más feliz y se van, dejando muchas enseñanzas y tienes muy en claro lo que no volverías a hacer.
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Comparto tantas cosas que parece que tengo novio, el corazón roto, que me gusta alguien, que estoy súper soltera, que extraño a mi ex y que estoy enamorada, perdón por tenerlos tan confundidos.
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A mi también me dijeron que era la mejor persona que habían conocido y que no me cambiaban por nada, y me terminaron dejando igual.
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Supongo que sólo eras una de esas pruebas que Dios puso en mi camino para decirme: “Toma, para que se quite lo pendeja”.
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