robertafreya
con el aura azul clarito,
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ME VOY DIRECTA A LA DUAT
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robertafreya · 9 months ago
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Hace casi una semana, Eva me preguntó: “¿Qué buscas tú en una relación de pareja?”
En seguida me puse en plan: “Eva, pero si tú ya sabes perfectamente que no busco a nadie, que estoy centrada en mi crecimiento personal, que fluyo con los acontecimientos que se me presentan al azar, que mi única prioridad actual es mantener mi paz interior…” y bla-bla-bla. A menudo parezco un pódcast.
Me calló y me dijo: “Sí Roberta, vale. Esto ya lo sé y me parece maravilloso, ¿pero te has parado alguna vez a imaginar cómo te gustaría que fuese tu vida si escogieses compartirla con alguien? ¿A qué no?
Tómate tu tiempo y escribe una descripción de la que sería tu mujer ideal.
Esto no quiere decir que luego tengas que vivir en busca de esta utópica persona que la respete a rajatabla. Piensa que probablemente esta persona no existe. Yo te deseo que sí, pero lo más probable es que no. Y tampoco a raíz de esto tienes que empezar a relacionarte con las chicas que conozcas desde una expectativa quimérica e irreal del amor.
No. Mantén los pies en la Tierra.
Pero teniendo aún más claro cuáles son tus necesidades y a qué no estás dispuesta a renunciar para la construcción de un proyecto de vida conjunto en el que puedas ser felizmente TÚ, te aseguro que aprenderías a reconocer fácilmente a las personas con una visión de futuro a largo plazo muy distinta a la tuya y dejarías de vincularte a ellas”.
Le hice caso.
Mi mujer ideal es una semidiosa.
Y lo de ‘semi’ no lo digo porque carezca de los atributos necesarios para meterse en el bolsillo al Asgard, al Olimpo, al Hanan Pacha o al Nun enteritos; sino porque prescindir de lo carnal y tangible que la práctica terrenal ofrece, afortunadamente, no está dentro de sus planes.
Es una mujer muy segura de sí misma. Disciplinada y un tanto vanidosa, pero no engreída. Le importa cero el juicio ajeno y sabe bien como guiarme de vuelta al orbe de lo esencial cuando la presión social me supera.
Aunque no le guste admitirlo, es un poco celosa. Celosa lo justo, diría yo. Celosa en la medida que a mí me gusta, añadiría.
Mi extroversión no la intimida: “Lo que es mío se cuida solo”, dice.
Tampoco la perturban las periódicas y huidizas buceadas a ciegas que suelo dar por mis adentros; quizás porque siempre acabo compartiendo devotamente con ella todos los ‘hallazgos’ existenciales que recojo por ahí.
Es una mujer aparentemente indomable y fría, pero mucho más honesta y tierna que la mayoría de empalagosas sin sentido que abundan por acá. La que se inclina hacia lo empalagoso y sin sentido, entre las dos, sin lugar a dudas, soy yo.
En cada momento acierta en qué fase se encuentra la luna y no puede evitar hablarle a todo el mundo de mí como si hubiese descubierto una galaxia. Tal vez por eso, esté donde esté, no pierde la oportunidad de mirar hacia arriba y buscar a Orión; que mágicamente siempre termina apareciendo de sorpresa cerca del mar.
Oh, y el mar. El mar ejerce sobre ella un encanto ineludible. Sospecho que tenga branquias o cola. De momento, ni me lo confirma ni me lo desmiente. Y está bien, todo a su debido tiempo.
Es una mujer jodidamente curiosa e inteligente, pero habla de una forma que hasta los niños entienden. Ambiciosa, proactiva, ordenada, carismática y cabezona. Podría pasarme días conversando ininterrumpidamente con ella. Podría y, de hecho, lo hago.
Ovnis, psicología, prensa rosa, ciencia, misticismo, filosofía, moda, psicología, deporte, política, arte, rarezas, antropología, teorías conspirativas, brujería, cinema, historia, etcétera; no importa qué tema haya encima o debajo de la mesa: ella nunca sabe suficiente.
Confieso que durante muchos de nuestros debates, su lenguaje corporal me resulta más elocuente que sus palabras. Observar cómo se expresa, como se toca el pelo al hacerlo, sentir su mirada tan firmemente enganchada a la mía, me pone… ehm, ¿necesito decirlo?
“Lo siento bebé, el mío es un TDAH selectivo.”, le digo con una sonrisita cuando se da cuenta de que estoy a punto de poner la materia gris en modo avión, para luego calladamente otorgarle el permiso de volver a examinar de cerca, una y otra vez, todos y cada uno de los poros de mi piel.
Es una mujer leal y empática, que acepta a las personas como son, pero que las coloca donde pertenecen.
No sé si es rubia o morena, pero su aura seguramente es de color azul tanzanita. Azul Bombay Sapphire. Creo que es lo que más me atrajo de ella la primera vez que la vi.
No recuerdo dónde fue. Puede que en Lemuria, puede que en Atlántida. En Persia o en la Isla de Pascua.
Tengo suerte de que compartamos el mismo sentido de la amistad. Esta noche hemos quedado a las 21 h para picar algo, ravalear e ir a todos esos pequeños círculos de actuaciones a las que tanto nos gusta asistir; y si le llamara a las 20:50 h diciéndole “Mi amor, lo siento, no voy a poder ir. Mi amigo está muy mal y necesita que vaya a verle.”, ni me preguntaría qué le pasa, solo me contestaría “¡Corre!”.
Es una mujer creativa, empoderada, inventora, analítica. Muy Hipatia de Alejandría.
No tiene tiempo para los lloriqueos ni tiempo que perder; y si hay algo que la enciende más que alcanzar una de su sin fin de metas, es la música.
Canta igual de mal que yo y, definitivamente, ir al karaoke es uno de nuestros planes favoritos. Siempre saca de la manga la canción perfecta para cada ocasión y toquetea muchos instrumentos, aunque ninguno como a mí.
A veces me quedo embobada mirándola bailar, reír y olvidarse precisamente de lo efímero que es su valioso tiempo volador; mientras los focos de las discotecas, oscureciendo su rostro cada equis segundos, se encargan de que yo no pierda la cordura: si no pudiera contar con ‘ciertos aliados inanimados’, estoy segura de que habría abandonado este plano hace mucho.
Es una mujer sexualmente depravada y con un inagotable abanico de fantasías; y no concibe la idea de tener que morirse sin haberlas experimentado todas.
La RAE cambiaría su obsoleta definición de ‘pasión’ si desgraciadamente uno de sus sabios ratones de biblioteca se tropezara con ella; así como ella, día tras día, cambia constantemente el concepto de la mía.
Si algo despierta sus instintos, se la refanfinfla de que estemos visitando las catacumbas de San Gennaro, recorriendo el camino de Santiago, buscando setas o tomando un poleo menta con su bisabuela; ella activa en mi mente – en todo mi cuerpo y en mi espíritu – una especie de alarma ancestral que me repite como un giradiscos roto “¡Ahora o nunca más!”.
No sé cómo se lo tomaría si algún día no captara su infrasónica señal. Bueno, tampoco sé por cuál descabellada razón me estoy haciendo un planteamiento tan grosero.
Es una mujer ‘eco-sensible’. Los animales se le acercan solos, los atardeceres le saquean lágrimas, la nieve la pone tontorrona y las plantas sencillamente le encantan.
Si por ella fuera, tendríamos tantas que podríamos ganarnos la vida ofreciendo excursiones por la selva de nuestro hogar. Eso sí, guiadas; para que las cacofónicas voces de los visitantes no molesten a sus reinas reinando.
Cuida de este planeta y respeta todas las formas de vida que lo cohabitan. Dice que es por miedo a reencarnar en un saltamontes; o en un sapo de los Simpson, si le pilla de humor al señor Universo.
Es una mujer extremadamente humilde, educada, agradecida y altruista. No adorna oídos, ni busca halagos y elogios.
El postureo la irrita, y las frivolidades la ponen de mala leche. No considero exagerado afirmar que su reacción al decirle, qué sé yo, que el miércoles nos vamos a tomar quintos con los camellos del barrio o a cenar junto a la mismísima Megan Fox, sería inmutable. Pensándolo bien, su prototipo se asemeja más a Blake Lively. Así que, por si acaso, es mejor que use el ejemplo de Megan; no vaya a ser que la rubiaca me la intente arrebatar.
Le cuesta un poco frenar la lengua, pero de su boca nunca escapa una palabra fuera de lugar. Ayer, la escuché decir "gracias" 33 veces: cuatro a la cajera del Ametller por haberle cobrado; tres al perro por no haberle destrozado los zapatos nuevos que, despistadamente, dejó a su alcance; dos a su madre por haberle preguntado por el resfriado que tuvimos hace tres semanas; cinco al camarero que nos sirvió los cafés equivocados; otras cinco al sin techo de la esquina por haberle guardado un sitio para el coche; seis a mi amiga por habernos traído de Sídney un horrible imán de nevera con un canguro de ojos saltones; y ocho a mí por ningún motivo aparente. Y eso que apenas salimos de casa unas cuatro horas aproximadamente.
Es una mujer de izquierda, feminista, activista; una Némesis. Una muy sexi Némesis moderna. Bajo sus narices, jamás podría ocurrir una injusticia sin que rápidamente interviniera.
Entiende de distancias y unidades de medida, pero le cuesta aceptar que aún no es su oficio el de establecer las leyes del cosmos.
En mi opinión, vive demasiado preocupada: por ella, por su querido sin techo de la esquina, por el cambio climático, por el dolor de cabeza con el que yo he salido de casa esta mañana, por la subida del precio del arroz que afectará a la vecina, por su familia, por las cigüeñas negras en peligro de extinción y por las hostias que, más pronto que tarde, se pegarán nuestros hijos haciendo bungee jumping de un rincón a otro de nuestra pequeña y bien amueblada selva metropolitana.
Es una mujer comilona, con unos gustos un tanto raros, aventurera, bromista y con un sentido del humor más único que raro.
Aunque mañana tengamos trabajo, no dudaría en acompañarme a Nápoles con unos billetes de ida y vuelta el mismo día si a mi tía hoy le diera por preparar mi plato favorito. Nunca antes había conocido a alguien dispuesto a hacer cualquier cosa por los hidratos de carbono como yo.
Las chicas le gustan un pelín empalagosas, la carne poco hecha, las conchas alargadas como la de mi tatuaje y las cicatrices bien a la vista.
Un domingo de esos de resaca, mirando ‘Basic Instinct’ en el sofá con un Glovo por millonésima vez, me soltó de la nada que no podemos dejarlo hasta que no hayamos visitado juntas todas ‘Las Maravillas’ del mundo. Yo, despeinada como un oso polar recién salido de la hibernación y con el rímel corrido, me puse ingenuamente a explicarle que "No solo existen las maravillas del mundo contemporáneo, que además cambian cada año; también las hay naturales y del mundo antiguo, y de este último solo queda en pie la pirámide de Guiza". Me sonrió complaciente, me dio un largo beso en la frente y me dijo: "Chica lista, a ver si lo pillas".
“No sé Eva.
Antes de su llegada todo era distinto. El verde era verde. El norte estaba al norte. Venecia tenía sus góndolas e Isis era la diosa de todos los dioses.
Tú ya sabes perfectamente que no busco a nadie, que estoy centrada en mi crecimiento personal, que fluyo con los acontecimientos que se me presentan al azar, que mi única prioridad actual es mantener mi paz interior… pero, ¿te imaginas que esta mujer me encuentre?”
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robertafreya · 1 year ago
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Me hace mucha gracia escuchar a las personas definirse "difíciles, complicadas y complejas", creyendo parecer así más chulas e interesantes - uuuuhhh - a los ojos ajenos.
¡Qué pereza!
Si lo más bonito de este mundo son las personas fáciles de llevar. Esas que sonrien, ayudan a Ixs demás, interactúan cómodamente y serenamente, prefieren tener paz al tener razón, te alivian la cotidianidad con su mera presencia - física o no - flexibles, transparentes, serviciales (no serviles) y cuyo apoyo hace que sientas poder con absolutamente todo.
Si quieres coger miel, no pegues puntapiés a la colmena: relacionarse nunca debería requerir un sobreesfuerzo.
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robertafreya · 1 year ago
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Al igual que el sol nunca se comparará con la luna, nunca compares tu viaje con las formas en las que floreces.
Vive. Aprende. Evoluciona.
Sé hambrientx de conexiones.
Muévete. Amorátate. Agradece.
Cuanto más agradecidx seas, más belleza captarás a tu alrededor.
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robertafreya · 1 year ago
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“Recordar que vas a morir es la mejor forma de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder.”
Desde pequeñita, existencialista y absurdista a la vez, siempre me pregunté por qué estamos aquí, en la tierra, y por qué somos tan diferentes al resto de los animales y seres vivos. También por qué conocemos a las personas: ¿por qué nos cruzamos con tanta gente a la que después no volvemos ni a ver?
He transcurrido por lo menos tres cuartos de mi vida consciente buscando dar un propósito a mi existencia, sintiéndome inadecuada y mendigando por ahí el amor que nunca me enseñaron a dar y recibir.
Como he escrito ya varias veces anteriormente, Platón definió al hombre como un animal bípedo y temerario de uñas amplias; pero dio otra definición muchísimo mejor: “un ser en busca de significado”.
Y solo ahora entiendo que no todxs fuimos arrojadxs al mundo con un sentido preciso del propósito – de lo que entendemos y definimos como propósito – pero que hay personas que nacen con una gran cruz a su espalda y ni siquiera lo saben.
Vienen a esta vida a no disfrutar de ella todo lo que deberían. Tienen el privilegio de servir a lxs demás: tienen la facultad de dar, de ayudar, para asimismo purificar y purificarse.
[El ascenso por encima de nuestra naturaleza egoísta innata para descubrir la plenitud de la naturaleza, es el significado más completo de convertirse en ser humano].
Y aunque muchos de ellos caminen por el linaje de sus ancestros, carentes del más mínimo sentido de pertenencia a esta sociedad del ‘deseo disfrutar a expensas de cualquier persona o cosa fuera de mí mismx”, son individuos que crean su propio destino, buscando y negociando paz.
En ellos radica la fuerza de poder salvar a otras personas… almas. Y no hace falta que sean muchas para que su paso por este mundo adquiera significado.
Y sí, lo más probable es que haya momentos en los que se sientan agotadxs a lo largo del camino. Pero con suerte – y por suerte – se encontrarán con otros seres destinadxs a ellxs, que viajan a través de los tiempos para recordarles que no están solxs.
Su aspecto es diferente, por supuesto, pero su corazón no. La conexión que tienen con ellos es lo que le da sentido al no tan preciso propósito que tienen.
El problema no es morir.
El problema es que la muerte nos agarre desprevenidxs ante la ingrata sorpresa de no haber acabado todos nuestros pendientes en vida. Así que no esperemos a que algo realmente terrible nos pase para cambiar.
Blanqueémonos un poquito el alma cada día, conectemos con las personas que encontramos a diario. Armonicemos los aspectos discordantes de nuestras vidas: todo está conectado.
Elevemos nuestra frecuencia y generemos sentido de la vida en la tierra: dejemos huellas significativas y no moriremos nunca.
Mark Twain dijo una vez que “los dos días más importantes de la vida son el día en el que naces y el día en el que descubres por qué”…
…¡y no seré yo quien le lleve la contraria!
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robertafreya · 2 years ago
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Todxs somos intensxs de fábrica, todxs tenemos una forma de pensar y sentir única. Pero después nos comportamos para ser aceptadxs socialmente.
Lo que necesitamos es más sinceridad, más humildad y transparencia. Más individualidad. La sociedad nos ha metido en la cabeza desde bien pequeñitxs que expresar lo que se siente no es conveniente, no está bien.
No está bien llevarle la contraria a tu jefx, no está bien estar en desacuerdo con el pensamiento común, no está bien buscar el éxito por caminos distintos a los establecidos (fama, dinero, poder).
Ser rebelde no está bien. Ser diferente no está bien. Ser auténticx, por lo general, nunca está bien.
En cambio sí está bien querer encajar a toda costa, compartir con las masas jergas, hacer las cosas por compromiso, seguir las modas y ser aburridamente parte de este gigante rebaño que es el mundo.
Lo que se nos pide es “vivir” a gusto en la despersonalización, tolerar actitudes que nos incomodan, callar toda clase de sentimientos que nos puedan hacer parecer menos “fuertes y guay” y más “débiles” a los ojos de lxs demás.
Y me pregunto:
¿Habrá algo peor que sentir y comportarse como si no se sintiera? ¿Cuánta energía se derrocha conformándose y contentando pasivamente las expectativas ajenas?
Toda la energía que brota en nuestro interior cuando nuestros sentidos reciben una información del exterior, necesita ser bien administrada, no reprimida. En la represión está el germen de todo malestar emocional.
Y ya que nos diferenciamos de los animales por la capacidad de hablar, podemos y debemos hacer uso de la palabra para no morir de la inhibición.
Sé asertivx, afírmate, di lo que sientes, comenta tu opinión, da ideas, di que no, siéntete libre. Abandona todo lo postizo.
Si no decimos lo que sentimos, se crea una incoherencia muy grande entre lo que somos y lo que estamos mostrando de nosotrxs mismxs. Sin embargo, cuando aprendemos a verbalizar lo que nos preocupa, alcanzamos la coherencia entre nuestro interior y nuestro exterior.
Todxs necesitamos hablar y ser escuchadxs. Y vivir la vida sintiéndola plenamente nos otorga la capacidad de expresarnos sin prejuicios ni exigencias.
Así que sí: todxs somos intensxs de fábrica.
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robertafreya · 2 years ago
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¡EL ARTE SALVÓ A LOS GRIEGOS!
Apolo: dios de la luz y de la medida, de la razón, del orden y la armonía, modelo de las formas e ideas más perfectas.
Dioniso: dios de la exuberancia, la potencia, la desmesura, la fuerza vital, las pasiones y los impulsos.
Afirmar la vida con todas sus contradicciones es lo que enaltece la tragedia griega.
Esas dos divinidades generaron una serie de ideas que se van plasmando como fuerzas antagónicas y complementarias: lo apolíneo y lo dionisíaco.
Representan la dinámica de la existencia humana y una manera distinta de ver el arte como un instrumento que salva al hombre.
El instinto apolíneo trata de contener y de embellecer toda la tragedia de la existencia. Encuentra su mejor expresión en las artes figurativas, en la escultura, en el lenguaje y en la dialéctica. No sería posible comprender la vida sin este recurso de la apariencia, de la belleza y del “engaño”.
El instinto dionisíaco es el principio cósmico y existencial que representa lo instintivo, lo incontrolable, la demanda de actividad de la vida, la marcha ciega. Encuentra su representación en la danza y la música como liberación del espíritu vital. Es el conocimiento que obliga al hombre a enfrentarse consigo mismo, con su animalidad, con la cruda realidad de una naturaleza compleja que lo rodea y lo constituye.
Sí, el arte salvó a los griegos.
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robertafreya · 2 years ago
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Yo alucino con el ser humano.
Una maldita obra de arte.
Un misterio queriendo resolverse a sí mismo.
Es impresionante.
La riqueza de esto es inabarcable.
O sea, cómo nos las ingeniamos para poder con todo lo que podemos. Para alojar nuestra historia, tan repleta de informaciones y vivencias.
Cómo somos capaces de desear una cosa y la contraria. Capaces de silenciar partes de nosotrxs, al día siguiente darles voz, al día siguiente olvidarlas de nuevo. Capaces de querer alejarnos y acercarnos, apegarnos y desapegarnos de las mismas personas.
Cómo nos atrae la autoridad y cómo nos queremos rebelar a partes iguales ante ella.
Cómo nuestro cuerpo crea síntomas en búsqueda del equilibrio, y cómo nos toca descifrar ese lenguaje que nadie nos enseñó. Cómo nuestro psiquismo trabaja solo creando piezas maestras, dignas del más exquisito compositor.
Es como para estar orgullosx de ser humanx.
Es suficiente como para confiar en unx mismx, por el simple hecho de seguir vivx.
Es para tenerse mucho respeto.
Es para dejar de machacarse y empezar a ponerse las cosas fáciles.
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robertafreya · 2 years ago
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¿Sabes cual es el tema de este fresco perdido de Raffaello?
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robertafreya · 2 years ago
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Esperar menos.
Ser espontánex.
Consentirse un día sí y otro también.
Atreverse.
Disfrutar(se).
Tener ganas.
Sí, ganas. ¿No te hacen sentir vivx las ganas?
Cuando tienes ganas todo adquiere sentido, trascendencia, armonía.
Y es tan difícil sentir ganas en un mundo que nos anima siempre más a asumir una actitud pasiva y dependiente. Pero cuando las tienes la vida cambia de color, de sabor, de textura.
¿y qué es lo que nos hace sentirlas, según tú?
Dicen lxs científicxs, estxs señorxs sabixs que se pasan la vida estudiando – y estudiándonos –encerradxs en sus despachos, que las responsables de este maravilloso ‘fenómeno’ son las emociones positivas.
Yo no soy científica, sino más bien una tía que de la vida ha aprendido mucho a base de hostias rápidas y bien dadas, pero creo que algo de razón tienen.
Bien, ahora te pregunto:
¿Cuáles son las emociones positivas que más GANAS de comerte el mundo te hacen sentir?
Venga, si te apetece seguirme el rollo, te ayudo con las mías: serenidad, gratitud, interés, esperanza, inspiración, amor, admiración, orgullo y diversión.
Una vez que tengas tu listado de ‘súper emociones’ hecho, ¿sabes que deberías hacer con ellas?
Entrenarlas.
Sí, las emociones se entrenan, así como se entrena nuestra forma de pensar e interpretar.
Están tan relacionadas con nuestro cuerpo y nuestra mente que no nos damos ni cuenta de que forman parte de un todo.
La mente desea seguir aprendiendo, sentir el impulso de explorar y saber más.
El cuerpo desea chispear, la respiración detenerse, los ojos abrirse, las pupilas dilatarse.
¿Y las emociones?
Las emociones guían a ambos como buenas (o malas) profesoras de vida.
¿Y las ganas?
Las ganas no son más que el resultado de unas emociones positivas bien entrenadas y de unas negativas bien transmutadas.
Esto no significa que no tengas derecho a sentir emociones negativas, pero recuerda:
El paradigma de la inteligencia emocional consiste en identificarlas y cambiarlas de forma consciente.
Que nadie, ni nada, te quite las GANAS de vivir como te da la GANA.
El secreto parece estar siempre en las GANAS… ¡y en no quedarte con las GANAS!
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robertafreya · 2 years ago
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VIDA TRAS VIDA
Sensaciones nuevas,
sensaciones viejas:
salvé mi alma de la quiebra.
Maldije bajito,
abrí las jaulas.
Jaulas abiertas, ¿y ahora qué?
Ciencia de la conducta,
te echaba de menos.
Cuánto me gusta,
no quiero actuar.
Personas nuevas,
personas viejas:
palabras como barcos,
qué ganas de hablar.
Noches insomnes,
templo de la calma.
Puestas de sol, semillas del bien:
no seas cursi, tú no.
Brújulas desviadas, ¿y ahora qué?
Todo es un juego,
es tu día de suerte.
No me canso de hablar.
No quiero actuar.
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