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La gente cambia. Estamos en el 77. Esta sociedad valora más mi libertad que su hipocresía.
Zahara en "La mala educación". Pedro Almodóvar.
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Allí donde las clases populares, reducidas a los bienes y virtudes de «primera necesidad», reivindican la limpieza y la comodidad, las clases medias, ya más liberadas de la urgencia, desean un hogar cálido, íntimo, confortable y cuidado, o un vestido a la moda y original. Valores estos que las clases privilegiadas relegan a un segundo plano, porque los tienen desde hace mucho tiempo y, por consiguiente, les parecen completamente naturales: al acceder a unas intenciones socialmente reconocidas como estéticas, como pueden ser la búsqueda de la armonía y de la composición, estas clases no pueden identificar su distinción con unas propiedades, unas prácticas o unas «virtudes» que no tienen ya por qué ser reivindicadas o que, al haberse hecho comunes, no pueden ya serlo, puesto que, al conservar su valor de uso, pierden su valor distintivo.
Pierre Bourdieu
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Yo, imperturbable, a gusto en la Naturaleza, amo de todo o amante de todo, aplomo en medio de cosas irracionales, compenetrado como ellas, pasivo, receptivo, silencioso como ellas, encuentro mis ocupaciones, pobreza, notoriedad, flaquezas, delitos, menos importantes de lo que pensaba; yo, hacia el mar mexicano o en Mannahatta o en el Tennessee, o bien al norte o tierra adentro, un hombre de río, o un hombre de los bosques o de cualquier tipo de vida campestre en estos Estados o en esta costa, o los lagos o Kanada, yo, donde sea que viva mi vida, ¡ser un hombre balanceado para las contingencias, para afrontar la noche, las tormentas, el hambre, el ridículo, los accidentes, los desplantes, como lo hacen los árboles y los animales!
Walt Whitman
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En primer lugar, la neutralidad de la escuela es una falsa neutralidad. En efecto, para que allí sean favorecidos los más favorecidos y desfavorecidos los más desfavorecidos, es necesario y suficiente que la escuela ignore en el contenido de la enseñanza transmitido, en los métodos y en las técnicas de transmisión y en los criterios de juicio, las desigualdades culturales que separan a los niños de las diferentes clases sociales. [...] Los niños tienen tanto más éxito en la escuela cuanto más favorecido económicamente y, sobre todo, culturalmente es el medio al cual pertenecen. [...] En segundo lugar, la escuela consagra las desigualdades, es decir, las sanciona y las legitima. Transforma desigualdades de hecho en desigualdades de mérito. [...] En tercer lugar, la escuela tiene una función mistificadora. Por una parte, persuade a quienes son eliminados de que deben su destino social -muy estrechamente ligado a su destino escolar-, es decir, su profesión, sus ingresos, su rango social, su naturaleza individual, a su carencia de dones, y así contribuye a impedirles descubrir que su destino individual es un caso particular d eun destino colectivo, en el que pesa sobre todos los miembros de su clase y que revelan las estadísticas de acceso a la enseñanza superior. A veces, vemos que el éxito excepcional de algunos individuos que escapan al destino colectivo puede dar una apariencia de legitimidad a la selección escolar y por eso contribuir a acreditar el mito de la escuela liberadora ante aquellos mismos que han sufrido la eliminación, haciéndoles creer que el éxito no es un asunto sino de trabajo y de dones. Menos a menudo, vemos que los que la escuela ha liberado son más proclives que los demás a creer en la escuela liberadora, porque la escuela conservadora todavía puede más sobre ellos. Alienados por su liberación, deben pagar con la fe en la escuela liberadura su éxito en la escuela, que no ha podido hacer otra cosa que redoblar su fe en la escuela, responsable -al menos en parte- de su éxito. ponen su fe en la escuela liberadora al servicio de la escuela conservadora que debe al mito de la escuela liberadora una parte de su poder de conservación.
Pierre Bourdieu
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Proust precisa: «La verdadera vida, la vida por fin descubierta y aclarada, la única vida, por consiguiente, plenamente vivida, es la literatura». Insisto en estas palabras, la vida descubierta y aclarada, porque me parecen esenciales. Si tuviera que dar una definición de la escritura sería esta: descubrir al escribir lo que es imposible descubrir de otra manera, con palabras, viajes, espectáculos, etcétera. Ni siquiera mediante la reflexión. Descubrir algo que no estaba ahí antes de la escritura. En eso consiste el goce —y el espanto— de la escritura, no saber lo que, gracias a ella, llega, adviene.
Annie Ernaux
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O valor dos nosos argumentos dependerá da súa capacidade para mostrar até que punto certas prácticas alternativas, que ben poderiamos denominar biopoéticas, son quen de liberar a noción de vida do estrito dominio da xestión económica e político-admisitrativa do Estado.
María do Cebreiro
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Llamo «analítico-analítico-analítico» al pensamiento que se desarrolla bajo la mala alucinación de que puede ser puramente analítico. Olvidado de su raíz y de su nimbo de emocionalidad, sensorialidad y naturaleza histórica (olvidado de que estos posos y estas emanaciones no impiden el conocimiento sino que lo sitúan, le dan lugar) resulta en paranoia.
Berta García Faet
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En la fragilidad que esta conciencia despierta cabe la tentación de protegerse en el agujero de la habitación conectada, arropados de estímulos y pantallas, evitar tocar o que te toquen, caer o que algo te caiga, infectar o que te infecten, pero es la socialidad lo que hace humana la vida, una socialidad con cuerpos adjuntos y frágiles, que enferman o padecen y neesitan la mano y la espalda del otro. Es en la necesidad solidaria de los otros donde la fragilidad se hace costura comunitaria, en la vulnerabilidad reconocida que el sujeto se obliga a frenar y a sostenerse en los que están cerca.
Remedios Zafra
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En la historia de la psiquiatría, la extención de la noción de disforia coincide con la reforma neoliberal del sistema de salud pública y la privatización de los regímenes de seguro médico en Estados Unidos e Inglaterra. La modernidad disciplinaria era histérica; el fordismo, heredero de las secuelas de la violencia de las dos guerras mundiales sobre el psiquismo, era, como Deleuze y Guattari pusieron de manifiesto, esquizofrénico; el neoliberalismo cibernético y farmacopornográfico es disfórico. La llegada al poder de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher respectivamente supuso el recorte de los fondos para el tratamiento institucional de «enfermedades mentales» consideradas como crónicas y favoreció las terapias químicas y comportamentales frente a las terapias de la palabra, los talleres de grupo y todas aquellas práticas en las que el supuesto enfermo y su voz (pero también su encierro y su brutalización) estaban implicados de forma directa. Como señala el historiador de la psiquiatría Jacques Hochmann, «con el objetivo de llevar a cabo las evaluaciones que reclamaban las compañías de seguros y los laboratorios farmacéuticos, los psiquiatras americanos establecieron, después de largas negociaciones, un nuevo sistema de diagnóstico conocido como el DSM». [...] Los síndromes o estados que son registrados en el actual DSM como disforia y trastorno permiten hacer un archivo de la fabricación/destrucción necropolítica del alma en la modernidad, pero también dibujar una cartografía de posibles prácticas de emancipación. [...] Es preciso entender la dysphoria mundi como una condición somatopolítica general, el dolor que produce la gestión necropolítica de la subjetividad, al mismo tiempo que señala la potencia (no el poder) de los cuerpos vivos del planeta (incluido el propio planeta como cuerpo vido) de extraerse de la genealogía capitalista, patriarcal y colonial a través de prácticas de inadecuación, de disidencia y de desidentificación.
Paul B. Preciado
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Necesario, por outra banda, distinguir: tamén «os sorprentes milagres do momento, tampouco son eles os que enxendran o duradeiro que fai feliz, o duradeiro no seu tranquilo poder».
Peter Handke, Poema á duración
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se non tedes sachos traémolos nós arados de ferro e kalashnikovs
Fuxan os ventos
Labregos do tempo dos Sputniks
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