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3.
Llevo días encerrada en casa. Los gatos pequeños dan más faena de la que esperaba, pero estoy feliz de tenerlos por fin en casa. Además, Bralex y Fig les cuidan muy bien. Debo pensar nombres para los dos nuevos, pero no se me ocurren y no quiero hacerlo sola. Cuando tengo algo de tiempo libre, aprovecho para leer libros y buscar información que vaya a servirme en el nuevo trabajo. Como aún no nos hemos mudado, he pensado en ir a Barcelona por mi cuenta e instalarme en un hotel hasta que mi futuro marido termine de arreglar el que será nuestro nuevo hogar. Apenas hemos podido hablar, pues la diferencia horaria y el estar ocupados nos mantiene algo distanciados, pero no me preocupa porque sé que próximamente me dará una dirección a la que acudir. Pero aún estoy en Brooklyn, así que intento despedirme de mi ciudad natal tomándome mi tiempo. Por un lado estoy contenta de dejarla atrás, pues allí hay demasiados recuerdos tortuosos: el accidente de coche, mi adolescencia, mis padres, el tiempo en el que mantuvieron secuestrado a Bran... Hay tanto dolor que me cuesta recordar lo bueno cuando realmente necesito acordarme de ello. Pero estoy encerrada en casa, sin salir, sin apenas alimentarme. Temo poner en peligro la vida de los gatos, así que decido salir por la noche. Tomaría alguna copa, me alimentaría y saldría de fiesta, no necesariamente en ése orden.
Así que me pongo un body negro con un escote de vértigo, y los vaqueros azules más ajustados que tengo. Unos tacones de aguja, y un maquillaje que resalta mucho mis ojos. Finalmente decido salir de casa deseando que los gatos pudiesen estar bien, pues es la primera vez que les dejo solos en casa. Camino por las calles más concurridas de la ciudad, si alguien me reconocía, solo debería borrarle la memoria. No me preocupaba, ni quería preocuparme. Ésta noche es solo y tan solo mía. Así que decido ir a una discoteca, a la más conocida de la ciudad. Dicen que tiene alcohol del bueno, y no pinchan regetón. Así que tras andar varias horas bajo la luz de la luna y sin rumbo alguno, decido encaminarme hacia ésa discoteca. Llego sobre las dos de la madrugada, pero no me importa. La fiesta parece estar en su momento más álgido, así que nada más entrar en la gran sala, empiezo a contonearme. Me voy al centro de la pista, donde todo son cuerpos apretados, sudor y baile. Está sonando algo de dubstep que jamás había escuchado. Así que bailar es fácil, pues solo hay que moverse rítmicamente. Dejo que mi pelo se mueva libremente, que se pose sobre mi rostro o que se deslice hacia un lado, me da igual. Un chico empieza a bailar conmigo, y porqué no, le sigo un poco el rollo pero siempre controlando que no se arrime más de la cuenta o no ponga sus manos donde no deba. Pero no se propasa, está detrás de mi, así que no le veo el rostro. Pasan unos diez minutos en los que sigo bailando con el chaval, sin mirarle. Estoy cómoda porque no habla, ni toca. Pero finalmente abre la boca y la caga.
— ¿Quieres una copa, preciosa?
Pongo los ojos en blanco. ¿Porqué? ¿No podía solo mantenerse un rato así, bailando en el anonimato? Ahora estoy obligada a girarme y tener que hablar con un extraño. Pero entonces se me ocurre algo, le enseño la mano derecha, y le muestro el dedo anular donde descansa mi anillo de compromiso.
— Lo siento, pero estoy comprometida.
— No creo que a Bran vaya a importarle.
Me quedo petrificada un instante, pero segundos más tarde me doy la vuelta. Detrás de mi hay un hombre joven, aparenta treinta y pocos, y es moreno. No le he visto en mi vida. Entonces hago un esfuerzo en centrarme en su corazón, "apagando" así el sonido de todo lo demás que hay en la sala. Está tranquilo, y no parece que vaya a atacarme, pero sé que no debo fiarme. Asiento mirándole y empiezo a caminar hacia la barra. Su olor no es humano. Tampoco vampiro. Huele a perro. Sé que los hombre-lobo existen, y que su veneno es mortal para los vampiros, así que decido no hacer ninguna estupidez como enfrentarme a él. Pues sigo siendo una vampiro joven, y no creo que tuviese posibilidad alguna de proclamarme vencedora en una pelea contra ése ser. Al llegar a la barra me pido una copa de wishky y él se pide otra. Me siento en el taburete y me cruzo de piernas. El tío empieza a mirarme con descaro, centrándose en mi escote. Yo le ignoro y recuerdo unas palabras de Bran, años atrás, en la pizzería cuando yo solía celarme de la camarera. << "Pueden mirar todo lo que quieran, que solo me iré a la cama contigo" >>. Intento refugiarme en ése pensamiento, pero me pongo nerviosa y eso llama a mi impaciencia.
— Quién coño eres.
Él ríe y bebe de su copa retirando la vista de mi cuerpo. Entonces me mira a los ojos, y veo un destello color oro en sus ojos, a la vez que ésos mismos se oscurecen. Quiere hacerme saber cuál es su naturaleza. Pero su tufo me lo ha revelado antes. Gilipollas... Yo alzo una ceja con ironía y me cruzo de brazos, a la espera de una explicación, una presentación... algo. Él sigue haciéndose el interesante y poniendo a juego la poca paciencia que me queda, sacando un pitillo y poniéndose a fumar. Me escupe el humo y noto como pierdo el control. Le muestro los colmillos. Él se ríe y asiente.
— Quieta, fiera. Mi nombre es Frederick. Pero las bellezas como tú pueden llamarme Fred. Es más informal. — ¿Y exactamente de qué conoces a mi prometido, Frederick? — Directa al grano, ¡me gusta! Bran es un hombre afortunado, sin duda. Una mujer sexy y valiente. Sí señor, no le tenía con un hombre con buen gusto.
Cierro el puño sobre la mesa. Joder, estoy apenas sin comer. Y el imbécil éste me está impacientando. Acabaré perdiendo el control, puedo sentirlo, si la situación sigue de ésta forma.
— Soy uno de los captores de Bran. Ya sabes, supongo que te lo habrá contado. Le encerramos y le hicimos tener pesadillas.
Y ahí está. Todos mis esquemas hechos trizas. Toda la calma y la serenidad, echados por la borda. En un segundo me he puesto delante de él y le he cogido del cuello. Le estampo la cabeza contra la barra y le aprieto contra la misma. Me acerco a él y le susurro "hijo de puta", antes de soltarle. Cojo aire, y empieza a reírse.
— ¿Sabes? Tuvo suerte de que una bruja le ayudase. Nuestro plan era llevarlo más allá... La tortura psicológica solo era el principio. Luego acabaríamos distorsionando su realidad hasta el punto en el que él no supiese diferenciar los sueños de la vida real. Luego le daríamos un propósito: acabar con vuestra asquerosa raza. Sería el final de los vampiros. Pero entonces las heridas que le causábamos no le debilitaban... Y supimos que había magia de por medio. Intentamos rastrear a la bruja, y fue en vano, debo daros el mérito por ello, pues no es fácil eludir nuestros métodos.
— Lo de Bran no funcionó. Y a nuestra bruja no la pudisteis localizar. ¿Seguro que vuestros métodos son de fiar?
Él ríe.
— Exactamente eso nos planteamos. Entonces decidimos cambiar de estrategia. Crear un... plan B. Algo que fuese a funcionar. Como comprenderás, no nos gusta perder. Ni que nos tomen por imbéciles. Así que inventamos ésta preciosa joya. —Mientras habla, mete su mano en el bolsillo de su chaqueta y saca una aguja.— Es un veneno que no hiere físicamente. Pero te muestra lo que más miedo puede darte. ¡Y el efecto es eterno, eso es lo mejor! Visiones continuamente. Es... otro modo rápido de distorsionar la realidad. Al final, acabas sin saber qué es real y qué no lo es. — Es una buena arma, debo reconocerlo. Pero con esto no podréis matar vampiros, no os da tiempo de darles un propósito si no los encarceláis antes. — ¿Entonces para qué os sirve? — Nuestro plan es sencillo, Alexia. Te lo inyectamos y dejamos que tus visiones te destrocen. Bran volverá con nosotros para conseguir el antídoto. Nosotros nos haremos con él, y tu vivirás. Por lo menos hasta que él vaya a matarte, claro.
En ése mismo instante, sé que estoy jodida. La sala empieza a tener una fuerte olor a chucho. Éste cabrón no estaba solo, por lo menos había venido con otros tres. Me levanto del taburete, y usando la velocidad vampírica intento huir. Pero la sala está tan llena de gente, que es difícil esquivar a todos los humanos, así que voy dejado un rastro de personas que caen al suelo. Pero logro salir de la discoteca, y yo misma me quedo sorprendida de ello. Echo a correr a toda velocidad. No podía ir a casa, no podía conducirles hacia allí. Me pondría en peligro a mi y a los gatos y no estaba dispuesta a ello. Corro hasta que encuentro el mar. Y sé que me persiguen, oigo los pasos. Corro hacia un acantilado y no dudo en saltar éste de cabeza. Nado bordeando la costa hasta encontrar una cueva oculta entre unas rocas. Esperaba que el agua bloquease mi olor, y poder refugiarme allí. Pero nada más entrar en la cueva, siento un pinchazo en el lateral de mi cuello. Frederick me clavaba el veneno. El cabrón me había conducido hacía él con la ayuda de sus esbirros.
— Te voy a matar.— Logro murmurar justo antes de caer redonda al suelo.
Al despertar la cabeza me da vueltas. Alguien a mi lado respira angustiosamente. Ya no huele a perro. Al ver quién hay a mi lado, me quedo petrificada. Es mi padre, tiene la cabeza reventada, el rostro lleno de moretones, y varios cristales clavados. Exactamente igual que el día en el que murió. Yo me levanto para acercarme a él, y al estar suficientemente cerca muerdo mi muñeca e intento darle de mi sangre. Pero justo cuando le toco, desaparece y reaparece detrás de mi. Pero ahora está limpio, sin heridas, vestido de blanco y muy serio. Su voz es fría.
— Eres una decepción. Debiste morir conmigo.
Entonces vuelve a desaparecer. Noto como me quedo sin aire en los pulmones, y jadeo reiteradas veces en busca de aire. Me tiembla todo el cuerpo. Cojo el teléfono. Debo avisar a Bran. Tengo un mensaje suyo. Lo abro con rapidez: "No voy a volver. Ya no te quiero." Noto cómo mi cuerpo entero se queda rígido. ¿Esto era una visión? ¿Era real? Prefiero llamarle, por si acaso. Tecleo rápido su número, el que me sé de memoria. Pero no responde. Vuelvo a llamar y su voz es fría como el hielo.
— ¿No te ha quedado claro? Que me dejes en paz.* — Sé que esto no es real... No puede serlo. — Déjame en paz.* — N-no, Bran. No puedo. — Muérete.*
Tras escuchar eso, cuelgo la llamada. Sabía que Bran jamás me diría algo así. Pero tampoco me iba a torturar a mi misma escuchando ésas cosas. Decido salir de la cueva e ir a casa. El cielo está completamente gris y encapotado. Hay mucha tormenta. Vuelvo a casa a paso rápido, pues noto las miradas de la gente sobre mi. ¿Será porque estoy chorreando todavía? Quizá tengo una pinta horrible, o estoy tiritando demasiado. No estoy ni segura. Me apresuro a llegar a casa, y en seguida me encierro dentro. Echo la llave, la cadena, y apoyo la frente sobre la puerta. En casa estaría a salvo. O eso pienso justo antes de percibir un olor muy fuerte a sangre. Me giro rápidamente y veo a los cuatro gatos troceados en el suelo. Hay sangre por todos lados. Al verlo grito tan fuerte que noto cómo me duele hasta la garganta. Corro hacia donde está uno de los trozos más grandes, intentando socorrer -como si fuese a ser posible- mientras mis ojos no dejan de llorar. Al tocar a uno de esos trozos, la sangre, los trozos, y la peste a muerto desaparece. Y en mis manos tengo a Fig, quién me mira asustado. No puedo evitar echarme a llorar y besarle repetidas veces.
Me levanto y me doy cuenta de algo: me estoy volviendo loca. Me han inyectado el veneno y estoy teniendo alucinaciones. Vuelvo a coger el teléfono, y vuelvo a llamar a Bran. Él empieza a hablar, pero no le escucho.
— ¿Sabes? No voy a escuchar más mierda de ésa. Ahora me vas a escuchar tú a mi. Me estoy volviendo loca, ¡literalmente! Me han inyectado algo. Los cabrones que te retuvieron. ¡Son putos lobos! Y yo me voy a volver loca. Se me está yendo la pinza, cariño. No sé lo que es real y lo que no lo es.
Cuelgo sin decir nada más. Me siento en el sofá e intento calmarme. Apesto, y necesito una ducha. Así que no dudo en subir al piso de arriba, meterme en el baño y desnudarme. Me meto en la ducha y le doy al agua calienta. Suspiro al encontrar algo de paz en el agua calienta. Pero al poco rato empiezo a notar que el agua tiene una textura diferente, es más espesa. Alzo la vista y veo que no cae agua, cae sangre. Observo mi cuerpo, lleno de sangre e intento limpiarme con las manos, pero solo logro mancharme más de rojo. Salgo de la ducha corriendo y me pongo unas bragas limpias y na camiseta ancha. Sé que la sangre es una visión, porque no tiene lógica alguna. Pero aún apesto. Con el paso de los minutos la sangre en mi cuerpo desaparece y descubro que estoy mojada, sí, pero en agua. Asiento lentamente. Y me miro en el espejo. Estaba mucho más pálida de lo normal, y tenía unas ojeras azuladas muy remarcadas y los ojos rojos. Decido que me tengo que meter en la cama y probar de dormir un poco, por lo que corro hacia mi habitación, donde cierro ventanas, y la puerta, hasta quedar totalmente encerrada. Me tiro a la cama y me cubro con la manta. Estoy temblando violentamente. Cierro los ojos unos instantes y entonces siento como alguien me aprieta el cuello.
— Te he dicho que me dejes en paz. No me llames. Estás muerta para mi.
Bran está a mi lado. Me coge del cuello y tiene una mirada de odio que jamás había visto antes. No puedo respirar. Noto como se me rasgan los músculos del cuello por la fuerza que hace. Decido defenderme y darle un puñetazo en la nariz y salir corriendo. Me dirijo corriendo hacia la puerta principal, la que me cuesta abrir porque estaba muy bien cerrada. Bran me persigue, y ahora lleva consigo una estaca de madera. Tardo en abrir la puerta, así que finalmente decido romperla. Corro descalza por la calle, y la lluvia me cala en seguida. La ropa se me pega a la piel y se me transparenta todo el cuerpo, pero me da igual. Finalmente acabo en una plaza, la gente me mira mal, y murmuran que estoy loca y qué poca vergüenza ir con ésas pintas por la calle. Entonces vuelvo a oír la voz de Bran.
— Si no desapareces tú, lo haré yo.
Me giro para mirarle. Tiene la estaca contra el pecho, amenazando con clavársela, y me mira sonriente. Corro hacia él e intento quitarle la estaca de las manos, pero no es inútil, tiene más fuerza que yo. Intento quitársela con todas mis fuerzas, pero él se la va clavando poco a poco en el pecho, hasta que en un momento dado, su piel empieza a desecarse y cae al suelo. Le toco, le puedo palpar. Si es una visión, no es como las otras. Me pongo a gritar, desesperada. La gente empieza a acercarse a mi, pero en mi subconsciente todos llevan consigo estacas y me amenazan. Así que empiezo a degollarles uno a uno y no me doy cuenta hasta que ya no queda nadie vivo. Me acompañan ocho cadáveres, y ésta vez sí estoy totalmente ensangrentada. Al darme cuenta de lo que he hecho, vuelvo a temblar. Tengo mucho frío, pero no quiero volver a casa. No quiero ir a ninguna parte, porque vaya donde vaya, sé lo que va a pasar. Así que me me escondo entre varios arbustos. Siento cómo mi mente se satura tanto, que no soy capaz de ni reaccionar a unos bichos que empiezan a subirme por las piernas, parecen cucarachas y gusanos. No he apagado la humanidad, pero soy incapaz de moverme. Entro en shock. Entonces me doy cuenta de que si no consigo ayuda... estoy muerta.
*** La conversación telefónica se da realmente, pero lo señalado con el asterisco es lo que Alexia escucha.
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2.
Hoy ha sido un día excepcional, y no porque sea el último día del año precisamente. ¡Todo me ha salido de lujo! Estaba preocupada por qué camino seguir una vez nos hayamos mudado a Barcelona, a qué dedicarme y en qué trabajar. Si algo he tenido claro desde el principio, es que quiero algo totalmente nuevo y a poder ser, artístico. He encontrado trabajo en una nueva galería de arte que abrirán próximamente en el Barrio Gótico. Me he pasado toda la mañana hablando por teléfono de cuadros famosos y sus artistas con el que será mi jefe. La urraca de Claude Monet, Allá cuelga mi vestido de Frida Khalo, El beso de Gustav Klimt, El jardín inglés de Wassily Kandinsky, y no podía faltar (siendo que se trata de una galería de arte en Barcelona) hemos hablado del famosísimo La persistencia del tiempo de Salvador Dalí. Hacía tiempo que no mantenía una conversación tan inspiradora con un desconocido, y me da que mi nuevo jefe y yo vamos a llevarnos bastante bien. Mis obligaciones en el trabajo serán atender a clientes, preparar exposiciones, llevar el recuento de cuadros y el cuidado de los mismos, y encargarme de la compraventa. Es un lugar refinado, así que tendré que mostrar una actitud y una vestimenta estrictamente formal. Como tengo experiencia en la fotografía, veo éste nuevo proyecto como una ampliación de mis conocimientos, que nunca viene mal.
Al llegar a casa me sorprende una extraña olor a sangre. Así que cierro rápidamente la puerta y llamo a Bran en voz alta. No, él no estaba en casa a ésas horas y justamente éstos días estaba en Barcelona preparándolo todo para la mudanza. Entonces, ¿qué había pasado? Oigo maullidos, uno es el inconfundible de Fígaro, el segundo maullido es de una dulzura corrompida por una agonía, y oigo un tercero que apenas tiene fuerza. ¿Bralexia ha dado a luz? Sus voces me llevan debajo de la mesa principal. Hay un charco enorme de sangre y yo no sé si es normal. La gata está limpiando a una criatura que todavía no se ha desprendido del saco amniótico, mientras por debajo de la cola, le cuelga una cabeza que está empapada en sangre. Fígaro está dando vueltas por el comedor con cierto nervio y yo sé que algo no va bien. Así que mi primera reacción es coger mi móvil y llamar a Charlotte, mi veterinaria.
— Charlotte, necesito que vengas a mi casa. Es urgente. — ¿Alexia? ¿Pero tú no estabas..? ¿Qué narices está pasando aquí? — Por favor, te lo explicaré todo. Pero tienes que darte prisa, la gata está dando a luz y hay mucha sangre. ¡No sé qué hacer! — Dame diez minutos.
Y cuelgo. Leí que debo ayudar a la gata si a ésta no le da tiempo a limpiar a los cachorros, así que con la velocidad de vampiro subo al baño y cojo un par de toallas que empapo en agua calentita y un rollo de hilo dental. Vuelvo bajo la mesa y limpio cuidadosamente el saco amniótico del primer cachorro, y con ayuda de hilo dental rompo el cordón umbilical. Entonces el gatito empieza a maullar con más fuerza y más vida, proclamándose vivo. Suena el timbre. "¡Está abierto!" Grito. Charlotte tarda poco en aparecerse y sentarse a mi lado. Al principio me mira con sorpresa, y yo la sonrío forzadamente. Pero le cuesta pocos segundos centrarse en Bralexia. Saca un estetoscopio y la ausculta. Asiente. Le palpa el vientre, y le alza un poco la cola para ver la cabecita del nuevo cachorro que lleva atascada ahí a saber desde hace cuánto.
— Ya me extrañaba que no le creciese demasiado el vientre. Es una camada muy pequeña, solo son dos. — ¿Pero está bien? ¿Porqué no sale el segundo? ¿Y la sangre? — Puede tardar una media hora... La sangre es normal, Alexia. Está dando a luz, y el cachorro al nacer de cabeza posiblemente haya rozado algún capilar. — Menos mal..
Suspiro largamente. Bralexia lame a su hijo, que se parece a Fígaro. Es anaranjado, pero tiene unos preciosos ojos azules. Es una hembra que busca un constante calor materno. Bralexia vuelve a maullar y se pone tensa, entonces vemos como salen las dos patitas delanteras de debajo de la cola de la madre. Casi aúlla, la pobre, de dolor. Yo acaricio su cabecita y ella me lame la mano durante un corto segundo para volver a su hija. Sonrío ampliamente mirando la escena. Charlotte está pendiente de que el segundo cachorro esté bien colocado, y salga bien. Y entonces ahí está. Bralexia se pone tensa y de un empujón más el cachorro está fuera, y segundos después, su placenta. Mi amiga veterinaria sonríe y yo entiendo que ya ha terminado, que todo está bien. Suspiro suavemente, con alivio. Bralexia empieza a lamer al segundo cachorro, un macho con sus características: negro y de ojos azules. No me atrevo a tocarles, pues son lo que parecen: dos seres tremendamente frágiles.
— Deja que se ocupe la madre. Estará unos días dándoles calor y amamatándoles. Podrás tocarles cuando ellos mismos decidan alejarse de ella. Hasta entonces son totalmente dependientes. — Vale... ¿Seguro que están bien? — Lo están, ambos respiran bien.
Sonrío aliviada, y las dos nos levantamos de la mesa. Ella me mira, esperando una explicación. Yo voy en busca de la cama de mi gata para que ella y sus dos predecesores tengan un lugar más cómodo. Luego cojo una fregona y limpio bajo la mesa, deseando por un segundo que Charlotte se fuese sin hacer preguntas. Siempre supe que podía confiar en ella. ¿Pero sería capaz de vivir con un secreto tan grande? No. No iba a arriesgar su vida, no cuando era una plena y satisfactoria. Además, un segundo latido se ocultaba en su vientre. Cuando termino con la fregona, ella está detrás de mi, cruzándose de brazos.
— Por favor, siéntate. — No. Fui a tu funeral... ¿Porqué has hecho esto? ¿Fingir tu muerte? ¿Por qué? ¡La empresa te iba genial! — Lo sé, Char. La empresa iba bien, pero yo no. Bran... desapareció. Así que decidí que no quería vivir una vida sin él. Simplemente porque no se le podría llamar vida. — ¿Intentaste suicidarte..? ¿Qué estás diciendo? — Charlotte, hay cosas que es mejor que no sepas. — Soy tu amiga. Siempre nos lo hemos contado todo... — Soy un vampiro. — ¿Estás de broma? — Una amiga bruja me indució a una especie de sueño eterno del que solo Bran podía despertarme. Así que os hice creer a todos que morí en un... infarto. Y te cedí la empresa, porque eres la mejor veterinaria que he conocido. — Un vampiro... Claro. Y una bruja, y seguro que tu novio también es vampiro. Mira... no me tomes el pelo.
Entonces no veo otra salida que cerrar los ojos durante unos instantes y hacer que de debajo mis ojos aparezcan las venas vampíricas que acostumbran a salir cuando perdemos el control. Abro la boca, y dejo que observe como mis colmillos se afilen delante de ella. Charlotte abre los ojos como platos e intenta salir corriendo. Pero la cojo de la muñeca y hago que me mire.
— ¿Crees que soy una mala persona? Tú... me conoces. Lo sabes prácticamente todo de mi. Solo mírame a los ojos... Y dime si crees que te haría daño. — N-no... Tú eres una buena persona. Pero...¡Eres un vampiro!—Susurra, como si hubiese alguien más que pudiese descubrir mi secreto— ¿como es posible? — Es una larga, larga historia... — Dios mío, pero... Tú.. Entonces, tú... ¿Matas gente?
Al escuchar ésa pregunta, cierro los ojos un instante, con amargura. Es cierto que había llegado a matar.
— Intento no hacerlo. No es tan..fácil como debes pensar. — ¿Has querido matarme... a mi? — Por Dios, claro que no. Eres mi amiga... Y... — ¿Y..? — Y no quiero que tu vida cambie, Charlotte. — Mi vida ya ha cambiado... ¡Eres un vampiro! — Estás embarazada. — ¿Qué..? — Oigo ése segundo latido en tu interior... No puedes formar parte de ésta vida. Tú mereces una vida humana, feliz, con tu marido, la empresa y tu bebé... — Bueno, pero eso ya es imposible... Ahora sé que existen los vampiros y... — Lo sé... Es por eso que necesito que me mires a los ojos.
Charlotte me mira, sin entender. Su rostro está lleno de pánico, y cierto miedo en la mirada. Pero sé que confía en mi, pues su pulso indica tranquilidad.
— Quiero que olvides que hoy te he llamado. Quiero que vivas tu vida de la forma más intensa que puedas, que disfrutes, que vivas, que sueñes, que logres lo que te propongas... Que dentro de nueve meses cuides a ése niño que tanta alegría va a traer a tu vida. En definitiva, quiero que seas feliz y no vivas con miedo. Los vampiros no existen... Solo son personajes de la literatura y la ciencia ficción.
Char recibe la orden, y sonríe a medida que mis palabras avanzan. Cuando he terminado de usar la compulsión, ella recoge sus cosas y se va de casa. Sé que no volveré a verla. Estoy feliz por ella, pues sé que viviría bien y cumpliría todos sus sueños, empezando por ésa maternidad que tanto tiempo llevaba buscando. Su marido es un buen hombre que sin duda la hará feliz, ella tiene un muy buen trabajo y es buena persona. Sería feliz, y viviría. Nada me hace más feliz que saber que tendrá el futuro que ella tanto desea, y yo lo tendré también junto con Bran, Bralex, Fíg, y los dos nuevos y pequeños miembros de la familia. Sé que seré dueña de mi vida y volveré a empezar en Barcelona. Sé que el tiempo que estaré con el hombre al que amo no podrá medirse con tiempo. Y nada puede hacerme más feliz que eso.
Sin duda ha sido un día de lo más intenso, por lo que decido tirarme al sofá y observar cómo los gatos cuidan de sus cachorros. Sonrío ampliamente mirando la dulce escena, y cojo el teléfono y les hago una foto que seguidamente envío a Bran por sms junto con el mensaje "se ha ampliado la familia". Me quedo esperando una respuesta en el teléfono, pero antes me quedo profundamente dormida en el sofá.
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1.
Ésta es la primera noche que hemos vuelto a pasar juntos. Él duerme plácidamente tapándose con las sábanas de seda. He tenido que fingir quedarme dormida para que él pudiese descansar, pues sabía que se quedaría velando por mi hasta que entrase en la fase rem. Pero en cuanto su respiración me indica su total inconsciencia, salgo de la cama. Necesito darme una ducha para evitar pensar y también poder refrescarme un poco. El salón está hecho un desastre y empiezo a darme cuenta de lo poco que me gusta vivir aquí. Tal vez debería buscar un ático, siempre me han gustado las alturas, y dejar éste piso a la beneficiencia. Dejo ésa idea aparte cuando entro en el baño; el agua fría me ayuda a despejar la cabeza de pensamientos banales, y me ayuda también a centrar mi atención en aquello que realmente me importa. ¿Dónde había estado él todo éste tiempo? No le había preguntado, pero sabía que no había sido algo bueno. ¿Debería sacarle el tema, o esperar a que él me lo contase? Quizá era difícil para él hablar del asunto. Y le conozco lo suficiente como saber que su única preocupación en éste momento soy yo. "Ha vuelto, Alexia. Está durmiendo en tu cama." Me digo a mi misma, y cuando me lo creo, sonrío con dulzura. Había vuelto, y con él la felicidad, la dicha, la pasión, la aventura y el peligro. Salgo del baño con el pelo mojado y únicamente vestida con unas braguitas de encaje negro. Vuelvo a la habitación y recojo la chaqueta del chándal de Bran. Me la pongo y me va enorme, me encanta porque huele a él. Necesito fumar, y tal vez, una copa. Así que voy al salón y del mueble bar saco una botella del wishky más antiguo de la casa. Ésa botella tiene historia: era de un soldado de la segunda guerra mundial que conoció a mi abuelo, y la botella pasaba de generación en generación siendo también una ayuda en caso de ausencia monetaria. Qué más daba eso ahora, el dinero no era un problema. No dudo en coger un vaso y llenarlo hasta la mitad, y agarrar también el paquete de tabaco y el mechero. Salgo a la terraza, no hay otros apartamentos cerca así que mi desnudez seguiría siendo solo suya. Me bebo el wishkyde un solo trago y no puedo evitar poner una mueca, maldita sea, probablemente es el más fuerte que haya probado nunca. Al terminar dejo el vaso sobre la mesita de la terraza y me apoyo en la barandilla para observar las lejanas luces de Brooklyn. Pongo el cigarro entre mis labios y lo enciendo, el humo inunda mis pulmones y hasta cierto punto siento como los nervios se mantienen a raya. No tengo sueño y si me llegase a dormir, probablemente no descansaría. Debo cerciorarme de que él va a seguir en la cama cuando salga el sol. ¿Y si decide irse? ¿Y si solo es un espejismo? No estoy tranquila, necesito saborear la realidad que se encuentra en sus labios. Necesito el calor carnal de su abrazo, o el que me proporciona cuando noto su cuerpo desnudo contra el mío. Tengo que comprobar que cada partícula de él sigue aquí, es la única forma de que me lo crea. Entonces, y con ayuda de mis agudizados oídos, escucho que su respiración se acelera y el corazón se le desborda. Inmediatamente empieza a llamarme a gritos, y su voz se presenta horrorizada y cargada de terror. "No puede haber sido otra pesadilla. Era real... ¡Era real!." Murmura con cierta y notoria agonía. Yo tiro el cigarro a la calle y corro por las escaleras hasta llegar a nuestra habitación. Está sudando, agarrándose la cabeza y hundiendo la misma entre sus manos. Salto sobre la cama y agarro su melena con ambas manos para hacer que me mire. Él me mira con cierta sorpresa y sonríe ligeramente, y siento cómo en su rostro se evapora el miedo, y se muestra el alivio. "Estoy aquí. Estoy aquí. Tócame, soy real". Le murmuro mirándole. Y ambos nos fundimos en un beso. Terminamos tumbados y con la sábana enroscada entre nuestros cuerpos. Tengo la chaqueta descolocada, pero me da totalmente igual, porque sus labios sobre los míos logran centrar toda mi atención. Él hunde la cabeza sobre mi cuello, y noto como respira mi aroma, y siento su sonrisa en mi cuello. Yo sonrío también, al enredar mis dedos entre su cabello y sentir la calidez y el peso de su cuerpo sobre le mío. Y así él vuelve a quedarse dormido, y así yo me convenzo de que realmente ha vuelto. Y de que soy suya, y él mío.
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