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Conocer lugares, eso da la vida.
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Lisboa
Levántate temprano para una próxima parada.
“Next stop, Lisboa, connected to Évora and Sintra”
Arrancamos el coche para una escapada más después de recorrer toda Sevilla, con su Feria, su calor y sus preciosos rincones. No llegó ni la media mañana cuando pasamos la frontera y nuestro reloj cambio, volvíamos a tener una hora más de vida, llegamos a Évora, precioso nombre para un pueblo. Allí se encontraba la Capilla de los Huesos (Capela dos Ossos), un lugar extraño para gustos raros, era bonito, con un lema que ponía la carne de gallina: “NOS OSSOS QUE AQUÍ ESTAMOS PELOS VOSSOS ESPERAMOS”. Al salir de la Capilla decidimos conocer un poquito de Évora, y nos encontramos con un derruido, pero magnífico, Templo de Diana, donde había unas vistas del pueblo extraordinarias.
Volvimos a la carretera, disfrutando del paisaje, del magnífico Río Guadiana, y como olvidarnos de MONTEMOR, algún día lo buscaremos.
Por fin llegamos a Lisboa, viendo de primeras un inmenso Santuario Nacional de Cristo Rei. Entramos por el Puente del 25 de Abril, pero no sin antes pagar un peaje, hermosa unión de una orilla a otra del Tajo. Comenzamos a ver los edificios, calles pobres llenas de grafitis y coloridas fachadas. Cuando llegamos a la Alfama, era día de mercadillo, suerte encontrar un sitio por allí. Carga las maletas y todo lo que traíamos, y ponte a subir y bajar cuestas hasta llegar a la Rúa de Sao Pedro. Subimos por unas estrechas y empinadas escaleras que sonaban por todas partes las pisadas. En el segundo piso nos espera un pequeño piso con lo necesario: una cama grande, una pequeña cocina y un pequeño baño. Vamos a prepararnos y dar una vuelta a conocer el lugar.
Lo primero fue ir a comer a un clásico bar de la zona donde el camarero tenía un humor muy arisco “Vienes de España para pedir bacón?”. Después nos dirigimos a la Plaza del Comercio con su Gran Arco que llevaba a una calle peatonal símil a Preciados. No era raro dar dos pasos y que se te acercara alguien a ofrecerte drogas. Una inmensa Plaza de Rossi que si la ves con vista aérea recuerda a un circo romano. Tenía ganas de ver el Convento de Carmo, sin techo, pero bello, con un pequeño museo arqueológico en su interior. Al salir descubrimos el Elevador de Santa Justa, que no podía dejar de recordar al mismo material que la Torre Eiffel, para que pagar por subir cuando al lado tenias un pequeño rincón donde tenias unas vistas del Castillo de San Jorge y de fondo un chico joven que tocaba la guitarra de una forma original.
“¿Vamos a ver el castillo?” ¡Vamos!
Cuestas, escaleras y las piernas que no podían mas, que desembocó en la gran idea de coger una moto eléctrica para volver a bajar. Locura de tráfico portugués. Nos quedamos de nuevo en la Plaza del Comercio viendo de fondo el puente, sentados a orillas del rio mientras una niña jugaba con las olas. Regresamos al piso sin energía, nos tumbamos en la cama y hasta el día siguiente.
Menos mal que no hicimos caso a aquel encantador casero. Rumbo Sintra. De lejos, en lo alto de una montaña se veía un colorido Palacio. Subimos entre curvas y un extenso bosque verde que dejaba penetrar los rayos del Sol, hasta llegar a la entrada donde había gente esperando a su apertura. ¡Abrió! Ahora toca subir andando, ojeando los alrededores. Girar una curva y ver el Palacio de Pena, amarillos, azules, rojos, propio del Parque Güell de Barcelona con esa arquitectura. Unas espectaculares vistas al Parque Nacional y el Océano Atlántico de fondo. Nos recorrimos esquinas, puentes, casas, lagos llenos de peces, cisnes y patos, una pequeña granja con unos monumentales caballos percherones.
La 1 del medio día, habrá que comer algo. Paramos en un centro comercial de camino a Belém.
Date bien de crema que el Sol aprieta. “Pues no se lleva tanto con la del Parque Europa”, MENTIRA. Inmensa y bonita es aquella torre, la Torre de Belém, a las orillas del Tajo. No pude evitar meter los pies en esa agua. Donde seguimos con la discusión interminable del viaje: ¿rio o mar? “Prueba el agua”, la probé, esa agua era medio salada. Después de aquello nos dirigíamos a ver el Monumento a los Descubrimientos, pero ocurrió algo, ese mar/rio embraveció y empapó a un grupo de turistas asiáticos con una ola enorme que chocó en el muro y subió, subió, subió.
Vamos a prepararnos, ponernos más guapos de los que somos y a cenar. Hard Rock Café, media hora de espera, vamos a la tienda mientras a comprar unas baquetas de recuerdo. Cosas que tiene la vida, en esa tienda donde conocimos a una nueva persona que al decir que éramos de Madrid se le abrieron los ojos. Intercambio de números y a cenar, con un autógrafo del camarero al terminar. Subimos al Barrio Alto por una enorme cuesta, hasta llegar a un mirador donde se veía Lisboa nocturna muy hermosa.
Último día, toca relax después de tanto andar, vamos a la playa. Toda la mañana como lagartos bajo el Sol, pisando la orilla del mar frio. Compramos suvenires y nos vamos a comer al piso, prepararnos y volver a retomar el ritmo. Aquella noche fuimos a cenar con el chico del Hard Rock y su novia a un restaurante típico de Lisboa, carne, patatas y cerveza. Aquel chico no dejaba de socializarse. Nos fuismos de nuevo al barrio alto, y se nos unió el camarero de aquel restaurante. Jose e Inés nos llevaron a un bar en el sexto piso de un garaje, escondido, con vistas y buena música.
“¡Vamos al casino!”
“Mañana tenemos que madrugar, a la próxima”
Puente Vasco de Gama
Nos vemos en Madrid. Hasta pronto.
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Siempre hay lugares donde te quedarias observando un rato más.
There are always places where you would be observing a while longer.
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MARTES 19
Feliz Martes. Feliz Día del Padre. Feliz San José.
Un martes productivo, lleno de ideas que tienen que salir poco a poco. A creer en uno mismos, crecer y seguir sumando.
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Bienvenida, bienvenidos.
Un lugar dedicado a la fotografía, donde podré compartir mi pasión, los lugares visitados, las imágenes creadas...
Y también de vez en cuando a mi vida perruna con Coco, mi pequeño salchicha.
Una pasión para enseñar.
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