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pepsipezfics · 6 years ago
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Gesta de la Hechicera y el Gaijin
¡Saludos, internautas!
Les traigo nuevo de paquete el primer capítulo de esta historia.
Y por cierto, debo hacer una pequeña introducción: sé que muchos de ustedes, por el tipo de afición que nos une, son buenos conocedores de algunos aspectos de la cultura japonesa, sin embargo, en algunos capítulos encontrarán notas aclaratorias sobre algunas palabras o situaciones marcadas con la leyenda "NdeA:" en negritas, me hubiera gustado que dichas notas estuvieran al pie de página, pero el sitio no cuenta con esa herramienta de formato.
Sin otra cosa que introducir, los dejo con el capítulo. ¡Disfrútenlo!
Capítulo 1.
Los Héroes Fortuitos.
Haciendo un rápido recuento, todo había cambiado en sólo unos minutos. No más de una hora antes, Sakura y Xiao-Lang habían estado disfrutando de un festival nocturno de otoño. Se habían despedido como era habitual, habían ido a casa y preparado sus alarmas para llegar a la escuela al día siguiente y volver a verse, comer juntos, jugar el emocionante juego de las insinuaciones, quizás hablar de un poco de magia y trivialidades, escuchar con resignación a Tomoyo hablando de los nuevos trajes o de algún nuevo gadget… pero el misterio alrededor de las cartas transparentes se desenmascaró de forma súbita.
Literalmente no habían tenido oportunidad de cambiarse de ropa cuando fueron convocados en el templo Tsukimine. No había sido otro que el mismísimo Eriol Hiiragizawa quien los había llamado, revelando que finalmente, El Momento había llegado.
Y después de eso, todo pasó muy rápido. La nueva amiga de Sakura, Akiho, estaba involucrada aunque de forma inconsciente, a diferencia de su enigmático mayordomo, un hechicero poderoso y carismático, pero de ética cuestionable.
Los detalles ya no eran relevantes, hubo una contienda mágica de proporciones titánicas, y viéndose superado, Kaito, su recién revelado contrincante, activo una magia antigua, difícil de controlar y cuyos resultados podían ser peligrosamente aleatorios.
El resultado término por afectar a la maestra de cartas y al futuro heredero del Clan Li, y si bien los había mantenido con vida, el precio había sido llevarlos hasta el lugar actual: frente a un templo Tsukimine que a pesar de ser irreconocible, no dejaba lugar a dudas que era el mismo en que habían estado desde el principio, con algo muy parecido a una guerra llegando rápidamente hasta ellos, temerosos y confundidos, preguntándose si cuando fueran alcanzados tendrían una forma de negociar.
La víspera fue breve: para sorpresa de ambos, no fue un ejército el que los abordó, de hecho, el ejército sonaba varios cientos de metros más lejos.
Fue magia. Un dragón más grande que una casa se abrió paso entre los árboles, derribando algunos a su paso e incendiando las copas de otros tantos con sus garras. La bestia era como Xiao-Lang los recordaba de la mitología de su natal China: un reptil alargado ligeramente parecido a una serpiente, cuadrúpedo, sólo que el que tenía enfrente estaba completamente formado de fuego, con crines y bigotes parecidos a los de un bagre resplandecientes en llamas cian. A pesar de que el monstruo estaba aún a una distancia razonable de ellos, el calor que emitía era ya abrasador.
El ser, sin embargo, no prestó la mínima atención a la pareja, su objetivo parecía ser el templo. Reptó hacia el arco Torii dejando huellas al rojo vivo en la tierra, y pasando de largo a un lado de ellos.
El primer impulso de Xiao-Lang fue dejarlo pasar nada más, llevándose a Sakura a buscar refugio y esperar a que todo terminara, pero algo dentro de sí no se lo permitió. A su lado, la chica puso una mueca de frustración. Ella tenía su cetro, pero no tenía ninguna carta, así que no podía hacer nada, pero coincidía con su acompañante en que un impulso casi orgánico la exhortaba a proteger el templo.
Ver al monstruo abrirse paso chamuscando parcialmente el arco fue la última señal para él, sintió en sus entrañas que si aquella bestia llegaba al templo algo terriblemente malo pasaría. Tomó uno de sus talismanes y luego de conjurar, un relámpago impactó el costado del dragón, tomándolo por sorpresa y haciendo que sus patas flaquearan. Fue un gran impacto, por desgracia, eso hizo que finalmente la bestia notara su presencia.
Aun enfrentando a cartas, seres mágicos u otros hechiceros, nunca habían estado en presencia de una amenaza semejante. El dragón dejó de gruñir y a través de sus ojos incandescentes estudió a los chicos, Xiao-Lang se puso en guardia mientras preparaba un segundo talismán y Sakura se apostó a su lado, aún sin saber de qué forma podría ayudarlo.
—No podemos dejarte pasar…— dijo el chico más para sí mismo que para el dragón. Acto seguido, lanzó un segundo trueno directo a la cabeza de la bestia, pero pasó de largo sin impactarlo.
El monstruo se había disuelto en el aire, dos figuras cayeron al suelo en su lugar: un jovencito alto de cabellera lisa, corta y negra enfundado en un elegante traje tradicional de iridiscente amarillo, si bien el atuendo les pareció lejanamente familiar, lo cierto es que no era chino y definitivamente tampoco japonés. A su lado, una niña de cabello obscuro a la cintura sostenía una espada Je Dok (muy similar a una katana), enfundada en un traje similar de tonos turquesa.
Por interminables segundos se miraron los cuatro sin mover un músculo. Luego, la chica sonrió y susurró algo ininteligible a su acompañante sin dejar de ver a la pareja de Tomoeda. Él asintió y le devolvió el gesto con la confianza de quien se sabe superior. Ninguno de los dos pareció sorprendido o conmovido de como Xiao-Lang había conjurado un relámpago, aunque sería tonto asumir que se sorprenderían luego de que ellos mismos habían formado parte de un dragón sólo unos segundos atrás. Por mucho que a la maestra de cartas o a su acompañante les hubiera gustado seguir pensando en lo último, no tuvieron oportunidad. Sin darles tiempo de reaccionar, ambos recién llegados pasaron a las hostilidades y libraron la distancia con ellos en un santiamén.
Xiao-Lang apenas pudo interponer la hoja de su espada al momento que el filo de la chica se encaminaba hacia su cabeza. El choque fue mucho más potente de lo que Li calculó considerando la estatura y la complexión de la chiquilla, chispas saltaron del acero y la fiel espada del chico hizo un par de fisuras donde fue impactada, mientras su dueño retrocedió forzadamente un par de pasos, sorprendido.
El otro muchacho ya estaba frente a frente a la maestra de cartas, y susurraba alguna especie de mantra que Sakura no comprendía (nunca había escuchado el idioma en el que era recitado), pero mientras eso pasaba, un miedo hasta entonces desconocido para ella comenzó a invadirla, e inevitablemente comenzó a retroceder. El jovencito estiró sus delicadas manos hacia Sakura, y sólo un momento después, la magia que mantenía al cetro en su tamaño real comenzó a decaer. Ella lo notó, y de inmediato trató de no perder la concentración, peleando contra su temor, y tratando a su vez de evitar que aquél desconocido se acercara más.
A unos metros de ellos, el duelo de espadachines hacía que Li diera todo lo que tenía. Él había estudiado esgrima chino desde muy pequeño, y todos sus instructores coincidían en que era un practicante muy competente; la chica frente a él, sin embargo, no daba tiempo siquiera de admirarla, era más talentosa, rápida, certera y fuerte que él, de tal suerte que Li no tuvo en todo el combate la oportunidad de contraatacar una sola vez. Lucharon duramente por un par de minutos hasta que finalmente, en un movimiento desafortunado, ella arrancó la espada de las manos del chico, que cayó varios metros fuera de su alcance.
Sakura trataba con toda su fuerza mental de mantener el cetro, su intuición le decía que si se convertía en llave la perdería para siempre. Su oponente, cada vez más cercano y confiado, parecía regodearse en los pensamientos de Sakura, como si pudiera escucharlos o sentirlos, y dicha condición empeoró cuando ella notó que Xiao-Lang estaba desarmado y a merced de su contrincante.
La chiquilla de la espada miró jubilosa a su oponente, que agotado ponía una rodilla al suelo, respirando con dificultad. Ella sonrió con desdén y se preparó para dar el golpe final.
—¡NO!— Gritó Sakura con toda su fuerza al percatarse de lo que estaba a punto de pasar.
Su grito cambió algo. No a nivel auditivo, sino a nivel mágico. El cetro de la estrella dejó de pelear contra ella, consolidándose y resplandeciendo, y de sentir su aplomó, ella lo abanicó contra quien la asediaba. Una de las puntas de la estrella metálica hizo un corte profundo en la sien y ceja izquierda del acosador, que trastabilló mientras retrocedía, dando un lamento ahogado.
A pesar de eso, la desconocida tomó impulso y con una fuerza temible lanzó la estocada apuntando al torso de Xiao-Lang.
Sakura estuvo a punto de desmayarse, por eternos segundos los cuatro se quedaron quietos y en silencio, hasta que finalmente, el pequeño lobo levantó la vista, devolviéndole el aliento a Sakura, y mostrando que había logrado interceptar la hoja con sus palmas juntas a unos milímetros de que tocará su estómago. Aunque la prensión no había sido perfecta, pudo evitar una muerte segura, pero las manos le comenzaban a sangrar copiosamente.
Haciendo acopio de sus últimas fuerzas y de su kung-fu, desvió la trayectoria de la hoja y se acercó acuclillado, tratando de patear las piernas de la espadachina para derribarla y desarmarla; sin embargo, ella había superado ya la sorpresa inicial y se alejó de él de un salto a unos metros de distancia, donde el otro muchachito, cubriéndose la mitad del rostro donde Sakura lo había golpeado ya la esperaba.
Sakura se plantó a un lado de Li, ante la mirada hostil de aquellos guerreros desconocidos, pensando que era una de las únicas veces que alguien intentaba de forma seria e inescrupulosa hacerles daño. A ella al menos la inquietaba mucho, en especial porque no conocía siquiera a ese par, y de buenas a primeras habían intentado (y casi logrado) herir de gravedad a uno de ellos.
El sonido de cascos de varias decenas de caballos se hizo muy fuerte desde las afueras del templo, mientras que desde el templo mismo se pudieron ver varias lámparas de aceite colgadas de bambúes, llevadas ahí por una comitiva pequeña a paso presuroso.
Los dos desconocidos tomaron eso como una señal y se tomaron de la mano. Él lanzó una amarga sonrisa a Sakura, al tiempo que la otra niña apunto amenazante con su sable a Xiao-Lang. El dragón se formó una vez más, haciendo que los cazadores de cartas se cubrieran el rostro para protegerse de la llamarada inicial, y al siguiente momento, el dragón hizo camino hacia el cénit, agregando "heridos" a la larga lista de dolencias que ya arrastraban para ese momento.
Los primeros rayos de sol comenzaron a dar algo de claridad al lugar, revelando una espesa vegetación. El rocío estaba combatiendo con sorpresiva efectividad los incendios que la bestia había provocado.
Aún con la mente nublada por la impresión y el reciente combate, Sakura sintió que lo mejor sería que su cetro se volviera llave, y así lo hizo, no hubiera sido fácil explicar a las personas qué era y para qué servía, al final, para ella el secretismo respecto a su magia era una práctica común.
El grupo de jinetes que habían escuchado antes los alcanzó primero. Sin haber detenido a los animales, la vanguardia de la comitiva saltó a tierra desenvainando sus daitos y yaris (1) apuntando a la pareja con ellos.
NdeA (1): El Daito es la espada larga del juego normal de dos espadas que solía llevar un samurái. La Yari es una lanza, podían ser simples o de hasta tres puntas, de largo entre uno y siete metros.
Entre el intrincado compendio de sinsentidos que seguían siendo los últimos acontecimientos, era más que evidente la vestimenta y usanza de aquellos hombres en armaduras tradicionales. Samuráis, todos ellos, casi medio centenar, todos muy airados mientras terminaban de desmontar y rodeaban a los chicos con cautela, como si cualquiera de los lastimados adolescentes fuera a saltar sobre ellos de un momento a otro.
—¡Gaijin (2)!— Gritó el más cercano, señalando con vehemencia a Xiao-Lang.
NdeA (2): Manera informal de llamar a un extranjero.
Él sabía que en algún círculo de la sociedad japonesa (por fortuna cada vez más pequeño gracias a la modernidad), los extranjeros no eran bien vistos. En épocas antiguas se les daba el apelativo con el que él mismo estaba siendo llamado, y podía resultar bastante ofensivo dependiendo de quién lo dijera y en qué contexto se estuviera. Si bien su vestimenta era tradicional de Japón, su ascendencia china era más que evidente, lo que sólo fue ratificado cuando uno de los soldados tomó su maltrecha espada del suelo.
—La espada del gaijin, general. Él es uno de los hechiceros—. Dijo el hombre de forma incriminatoria, dirigiéndose al único que se mantenía sobre su caballo.
El sujeto en cuestión, un hombre mayor, miró con suspicacia a un maltrecho jovencito extranjero sentado en el suelo y a una muchachita temerosa a su lado, examinó la espada sin emitir palabra por unos segundos.
—Una hermosa espada Jian… lástima que se haya estropeado—. Dijo al fin el hombre después de la inspección, y asegurando la espada ceremonial de los Li en las alforjas de su caballo. —Dejen a la chica al cuidado de la gente del templo, tomen al muchacho, seguramente tendrá una gran historia que contarnos.
Xiao-Lang no se inmutó, permitió de hecho que un par de soldados lo levantaran de los brazos para tomarlo en custodia, no habría sido inteligente resistirse estando cansado, desarmado y en semejante desventaja numérica. Sakura, por otro lado, estando al borde del llanto que había soportado desde que llegaron a dónde sea que estuvieran, se abrazó de su cuello y se resistió a soltarlo. No iba a permitir que se lo llevaran, si querían hacerlo, tendrían que cargar con ella también.
—Creo que está cometiendo un error, general—. Se escuchó en una melódica voz femenina a unos pasos de donde la escena se desarrollaba. La familiaridad de la voz hizo que Sakura diera un respingo y buscara a su dueña.
En el acto la mayor parte de los soldados en el lugar hicieron respetuosas reverencias y mantuvieron la frente baja. No así el anciano en la montura, que si bien mantuvo una actitud sosegada, pareció mostrar cierto fastidio.
—¿Y qué la hace pensar eso, sacerdotisa?
Antes de que esa pregunta fuera formulada, los soldados habían soltado ya al chico, y él y su acompañante pudieron finalmente ver a quien hablaba… o al menos algo parecido. La docena de personas llegadas del templo eran exclusivamente mujeres, la mayoría ataviadas con hakamas y kimonos, y espadas sin desenvainar en los cintos, excepto por las dos mujeres al frente. La más alta de las últimas, de largo y lacio cabello violáceo llevaba un bonito haori (3) sobre sus hombros, al parecer demostrando un rango superior. A su lado, una mujer un poco más pequeña y menuda vestía un atuendo blanquísimo que sin lugar a dudas correspondía al de una sacerdotisa, era ella quien había hablado, sin embargo, su rostro estaba oculto bajo un velo igualmente blanco que hacía imposible ver sus facciones. Ella respondió con suavidad:
—Porque estuve presente durante la batalla, estos chicos no son sus enemigos.
—¿En serio? Porque no me pareció verla por aquí…
NdeA (3): Un Hakama era un atuendo común de los samurái cuando no llevaban encima una armadura. Consistente en pantalones divididos amplios y normalmente iban en combo con un kimono. El Haori era un abrigo ligero que podía o no acompañar al conjunto de hakama y kimono.
Antes de que el anciano pudiera continuar, la jovencita levantó la mano. A su señal, un hombre bajó de un salto desde la copa de un árbol cercano, sorprendiendo a todos los presentes, pues nadie notó su presencia sino hasta ese momento. El sujeto estaba vestido con una armadura completa hasta el rostro, dejando sólo visibles sus ojos marrón encendido, acercándose al rojo.
—Tengo ojos en todos lados, general—. Dijo con un matiz solemne la sacerdotisa, haciendo que el anciano lanzara un casi imperceptible suspiro de resignación.
—Bien… ¿Sabe qué pasa con estos jovencitos?— Preguntó el viejo al recién llegado, aparentemente habituado a este tipo de escenas.
—Por supuesto, general—. Respondió altivo y con una voz profunda, mientras se quitaba el casco y la máscara, dejando al descubierto unas facciones duras, pero demasiado juveniles. No debía tener más de dieciséis el samurái aquél—. El gaijin fue un prisionero de guerra, perdoné su vida a cambio de que se volviera mi sirviente, por eso es que sabe utilizar una espada, no es más que un campesino con entrenamiento militar que trabaja para mí. No iba a mandar a un soldado de verdad como primera línea de defensa contra esa cosa.
—Bien…— Dijo el viejo después de reflexionarlo un poco, considerando que visto de esa manera, no parecía un disparate—. ¿Qué hay de la chica?
Le tomó una fracción de segundo a Xiao-Lang decidirse por entrar a la discusión. Sin lugar a dudas, el hombre que por razones desconocidas parecía defenderlos tenía una muy buena mentira preparada para la situación, pero quizás el resultado de dicha mentira no le gustaría, y al menos por ese día, estaba harto de pagar por malas decisiones ajenas. Apretó los puños y tomó todo el aire que pudo, y dijo con toda la seguridad que pudo:
—Es mi esposa.
No fue sino hasta que la afirmación salió de su boca que tomó conciencia de las dimensiones de sus palabras. Luego del silencio inicial, esperó a que cualquiera comenzara a reír, creyéndolo una broma. Es decir… ¿en qué estaba pensando?, ¡tenía catorce años…! Pero las risas no llegaron (4).
NdeA (4): Como ocurría en buena parte del mundo antes del s. XIX, a veces los matrimonios arreglados se llevaban a cabo entre personas muy jóvenes, y no necesariamente con su consentimiento o con consideración a sus deseos. En épocas más antiguas y dependiendo de la cultura, una mujer podía ser madre desde los doce o trece años y esto era visto con normalidad.
—¡Pues eso resuelve el misterio!— Dijo con cierto alivio el general, aparentemente contento de ahorrarse un interrogatorio—. Le sugeriría que no enviara hombres tan jóvenes al frente de batalla, sin importar cuan buenos guerreros sean o si son japoneses o no, eso resulta cruel incluso para mí. Y tú, muchacho…— Dijo dirigiéndose a Xiao-Lang—…instruye a tu mujer para que no te siga a todos lados.
—Ímpetus juveniles—. Ironizó la sacerdotisa para cerrar la conversación—. Gracias por su ayuda, general. Ahora debemos atender los daños al templo y curar las heridas de estos sirvientes.
—No le importa que conserve la espada, ¿verdad?, de cualquier manera, no puede ya usarse en combate.
—En absoluto. Es suya.
La primera compañía bajó la guardia y volviendo a sus monturas comenzaron a deshacer lo andado con destino desconocido, ante la mirada de desazón de Xiao-Lang, observando como su fiel espada le era retirada, quizás para siempre. Pasados unos minutos, la sacerdotisa se levantó el velo, haciendo que por enésima vez en esa jornada, Sakura estuviera a punto de desmayarse.
—¿Están heridos?— Preguntó con amabilidad, pero solemnemente.
—¿¡Tomoyo!?— Gritó la maestra de cartas.
La joven puso un gesto de desconcierto, todos de hecho. Luego de reflexionar un poco, sonrió mientras escrutaba a la pareja con curiosidad para preguntar:
—¿Cómo es que sabes mi nombre?
Nunca antes alguno de los dos había estado al interior del templo. Esta vez, sin embargo, pasaron del piso principal de culto y fueron conducidos por un pasillo hasta una sala muy espaciosa que parecía ser un dormitorio o una sala de reposo. A pesar de ser un lugar amplio, el tener a casi una veintena de personas juntas ahí se antojaba como una muchedumbre. Sólo cuatro se sentaron en la pequeña mesa ubicada cerca de una gran ventana: de un lado, la sacerdotisa junto con la chica de largo cabello que parecía ser su escolta en jefe, y del otro lado, Sakura y Xiao-Lang. El muchacho que había intervenido por ellos se fue más cerca del muro y sin ningún tipo de atención a que la mayor parte de los presentes eran mujeres, comenzó a quitarse la armadura, para luego sentarse recargado sobre la pared, mientras usaba una ramita como mondadientes.
—Déjennos—. Ordenó la samurái, y a su comando el resto de la compañía abandonó el lugar cerrando tras ellas.
Quedando sólo ellos cinco, la sacerdotisa dio rienda suelta a su curiosidad:
—Empecemos por lo obvio: ¿Quiénes son ustedes y cómo es que aparecieron afuera del templo justo cuando estaba bajo ataque? —Preguntó sin rodeos. Había tratado de sonar lo más seria y dominante posible, pero incluso Sakura, tan distraída como era pudo notar que más que precaución había un brillo juguetón en sus ojos.
—Soy Xiao-Lang Li—. Comenzó el chico mientras cerraba sus aún sangrantes palmas sobre una de las orillas de su kimono—. Vengo de Hong-Kong, y llevo unos años viviendo en Tomoeda.
—Y yo soy Sakura…— Dudó por un momento, pero al final llegó a la conclusión que era mejor respaldar la historia que el chico había iniciado—. Li… Sakura Li. Soy originaria de Tomoeda.
—Disculpen la descortesía, ¿Qué pasa conmigo?—Dijo la sacerdotisa con preocupación auténtica al reparar en que las lesiones de Li seguían sin tratamiento. —Arashi, ¿Podrías traer algo de agua y vendajes?
La samurái se levantó en el acto y sólo unos momentos después regresó con varios utensilios de curación y algo de agua. Estaba por comenzar con los remedios cuando Sakura agradeció su atención, indicando que ella se haría cargo.
—No tienes que hacerlo, vas a mancharte de sangre…—Susurró Xiao-Lang, apenado.
Sakura sólo negó con la cabeza, mirándolo a los ojos por un instante y dedicándole una sonrisa sutil, pero cargada de una inmensa ternura, y comenzó a lavar sus manos con delicadeza. Por decirlo en términos simples, sus ojos estaban llenos de ella, por unos segundos hizo desaparecer su dolor, mientras esas mismas manos que habían detenido la hoja de una espada, ahora eran tratadas con el mismo afecto con el que se trata a un niño pequeño. La mirada de gratitud de Li era difícil de describir con palabras.
La sacerdotisa, entre divertida e incómoda por la escena se aclaró la garganta, rompiendo parte del encanto. Algo cambió en ese momento en la muchachita de blanco, de pronto ese aire de solemne aristocracia desapareció ante el brillo de unos ojos curiosos y alegres, y bajo el peso de una actitud relajada y cordial que ambos adolescentes agradecieron. Ella comenzó las presentaciones:
—La joven a mi lado es la Gunso asignada al templo, Arashi Arisugawa—. De escuchar su nombre, Arashi hizo una reverencia—. El cretino junto al muro es Kurogane, es el dueño de la villa de Tomoeda, y por tanto, señor de este templo—. El muchacho hizo un mohín—. Y por último, aunque sorprendentemente parece que ya lo sabían: soy Tomoyo Amamiya Tsukuyomi, soy la kekkai (5) del feudo y una de las siete kekkai que protegen Edo. Y ya que dicen ser de Tomoeda… no recuerdo haberlos visto antes, y créanme, yo conozco a todo el mundo por aquí.
NdeA (5): Un Gunso sería el equivalente a un sargento, podía comandar a un pelotón de 50 a 200 soldados. La palabra "Kekkai" hace referencia a la figura mítica de una barrera espiritual que protegía de los malos espíritus o del destino mismo a una región o un grupo de personas.
—¿Entonces esto es Tomoeda …?— Preguntó Sakura en un susurro.
—¿Y este es el templo Tsukimine…?— Secundó Xiao-Lang.
—Sí, uno de los feudos que protegen Edo—. Repitió la autoproclamada Tomoyo, poniéndose de pie e invitando a los muchachos a mirar por la ventana.
El templo se ubicaba sobre una colina, y la ventana en cuestión apuntaba hacia Tokio. Cuando la pareja echó un vistazo no eran visibles los emblemáticos titanes de acero y hormigón de la capital nipona. Había en su lugar extensos terrenos de cultivo y ganado, algunas casas aglutinadas cerca del centro urbano y varios castillos dominaban el paisaje bajo cielos limpios que permitían ver el horizonte sin ningún tipo de oposición.
Sakura sintió un mareo cuando la lógica comenzó a ganar terreno sobre su situación, había perdido ya la cuenta de cuántas veces estuvo a punto de desmayarse ese día.
Xiao-Lang sintió también un vuelco en el estómago, y tratando de no mostrar debilidad, fue el que se atrevió a confirmar sus sospechas con una pregunta:
—¿Podría decirme que año es este, señora Amamiya?
—Uh, ¡Qué formal! ¡Y qué preguntas tan raras hacen ustedes!— Respondió ella cada vez más alegre, no por otra cosa sino porque los recién llegados le causaban un gran interés. —Es el año nueve del emperador Yasuhito, ¿Cuál es el año en el calendario de los extranjeros?—Preguntó dirigiéndose a Arashi, a la que parecía tratar más como una amiga cercana que como a una sirviente o soldado.
—Mil setecientos dieciocho—. Respondió ella sin dudar.
Los cazadores de cartas se miraron por un momento y luego nuevamente al horizonte, la expresión en sus ojos estaba entre la sorpresa y el pánico… ¿Qué les había hecho Kaito?
—¿Mil setecientos…?— comenzó Xiao-Lang en un hilo de voz.
—¿Dieciocho…?— Concluyó ella en el mismo tono.
El emblemático "Hoe" de Sakura fue tan fuerte y tan prolongado que cada guardia dentro del templo dio un respingo al escucharlo.
Capítulo 1.
Fin.
Es así como arrancamos formalmente el arco de esta historia. Si tienen alguna duda, no dejen de hacérmela saber, al igual que sus opiniones al respecto, son muy importantes para mí.
Por último, quiero agradecer a quienes se tomaron la molestia de dejarme un review, espero que la historia les esté gustando y los invito a estar al pendiente, haré mi mejor esfuerzo por actualizar pronto.
¡Saludos y hasta la actualización!
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pepsipezfics · 6 years ago
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Redención.
Visto desde la perspectiva y narrado por Jinora.
Redención.
Tengo que admitir que me hizo sentir muy importante que papá me consultara una decisión tan delicada. Era la confirmación de que me veía al fin como a una igual, como a una Maestra de Aire Control plena, respetando en toda su extensión a los tatuajes. En un principio tuve que meditar mucho para confirmar que la corazonada de papá era correcta, que era la decisión más acertada, y después de recurrir a muchas opiniones tanto entre las personas que conozco como a espíritus, llegamos a la conclusión de que deberíamos hacerlo. El sol caía en el horizonte cuando llegamos a la prisión.
—Sigo pensando que es una terrible idea. —Dijo de la nada la jefa Beifong sin volverse a vernos mientras cruzaba los brazos, esperando a que el ascensor llegara a su destino con nosotros adentro, ante el mutismo de los guardias del Loto Blanco.
—No lo es, Lin. Tenemos la certeza que el mundo en el futuro agradecerá estas acciones. —Le responde papá sin inmutarse y también sin volverse a verla, acariciando su larga y puntiaguda barba con la derecha.
Ella responde bufando y el par de minutos más de viaje los pasamos en silencio. El pesado mecanismo de apertura de la puerta que mantiene la prisión ajena al contacto con el exterior resuena provocando eco. Ignoro a que profundidad estamos, pero me siento un poco incomoda al respecto, deben ser mis genes de Maestra Aire actuando a través de mí, supongo, y trato de corregir mi intranquilidad distrayéndome con los minerales fluorescentes que iluminan la estancia. La celda finalmente se abre y cinco personas entramos. Un par de guardias del Loto Blanco se quedan dentro cuando la puerta cierra detrás nuestro, pero no nos siguen. Y entonces lo vemos.
Zaheer flota en postura de loto, con los ojos cerrados, aparentemente meditando. Según nos dijera Korra, él le contó que pasaba buena parte del tiempo en el Mundo de los Espíritus, así que no era de sorprenderse que nuestra llegada se diera en una de esas "salidas". La jefa Beifong se apostó a espaldas del hombre mientras que papá y yo nos sentamos frente a él a unos metros fuera del círculo de seguridad en que sus muñecas se unían al suelo por pesados grilletes, y tuvimos que esperar sólo unos minutos para que el anarquista aquél reparara en nosotros.
—Vaya, pero si es todo el magisterio de la nueva Nación del Aire. ¿A qué debe el honor un criminal común de recibir tan distinguidas visitas? —Dijo con un tono un poco displicente mientras deshacía la postura y bajaba flotando lentamente posando sus pies en el suelo… no pude evitar cierto sentimiento de admiración: la capacidad de volar era una habilidad única entre Maestros Aire que se había tomado por legendaria dada su rareza, y yo tenía enfrente al primero en lograrlo en cerca de cuatro milenios desde el Gurú Laghima.
Papá y yo nos pusimos de pie y ambos saludamos a la usanza de los antiguos nómades Aire, uniendo los puños frente al pecho mientras hacíamos una reverencia, Zaheer la correspondió sin dejar de mirarnos con extrañeza.
—¿Te? —Preguntó papá desconcertando aún más a nuestro anfitrión mientras extraía de su capa tres pequeñas tazas y algunos sobres de te marca "El Dragón Jazmín" que se traía sobre pedido desde Ba Sing Se, y un termo con agua caliente.
Zaheer asintió con algo de desconfianza luego de pensárselo unos segundos, y seleccionó uno de los sobres. Servidas las bebidas, papá comenzó:
—"Criminal común" es un título modesto, ¿no crees? Has hecho cosas atroces. Desconocemos muchas de las fechorías que has cometido a lo largo de tu vida además de haber intentado secuestrar al Avatar y posteriormente tratado de asesinarla y terminar con ello el ciclo del Avatar, las incontables personas a las que tú y tus aliados hirieron, muchos de ellos familiares míos… yo mismo fui sometido cuatro a uno hace unos años, y por supuesto, el regicidio de la Reina Tierra. Todos ellos son crímenes por los que deberás pagar, quizás para toda tu vida.
—Un tribunal se encargó hace años de dejar muy en claro el tipo de escoria que soy por el hecho de luchar por la libertad. Pero no es por eso por lo que está aquí, ¿me equivoco, Maestro Tenzin?
Papá oscureció un poco el gesto, recordando sin lugar a dudas los peores momentos a los que el Loto Rojo nos expuso años atrás, por un momento incluso pensé que estaba reconsiderando su decisión de venir, pero se recompuso de inmediato, y con una seña me cedió la palabra.
—Antes de comenzar, me gustaría leer una carta que tengo para ti, ¿podría?
—¿Una carta para mí? —Preguntó aún más extrañado ante mis palabras y comenzando a parecer inquieto de verdad. —¿Una carta de quién?
—Del Avatar Korra.
Esta vez no le bastó con escrutarnos a mí y a papá, incluso intercambió una mirada con la Jefa Beifong a sus espaldas, y ella le correspondió encogiéndose de hombros sin quitar el gesto de pocos amigos que le dedicó desde el principio. Convencido a medias me hizo un asentimiento, indicándome que procediera. Yo abrí el sobre y extraje el papel escrito a mano con la inconfundible y firme letra de Korra.
Sé que podrá resultarte extraño que te escriba. Honestamente a mí misma me resulta muy rara la necesidad de escribirte estas palabras después de todo lo que ha pasado, pero creo que es un paso definitivo para llevar el equilibrio al mundo, que es la misión de mi vida, y aun cuando tú no lo veas así, también es tu destino.
Hablando sólo de mi parte, no como miembro de la Tribu Agua del Sur ni como Avatar, sino simplemente como Korra, te ofrezco una disculpa por lo que haya hecho en el pasado en tu contra, lamento que tus amigos hayan tenido que dar la vida en aras de lo que consideraban correcto, y espero que puedas encontrar la paz en un futuro no muy lejano. Aun cuando no lo creas, hay mucho de mí en ti, ambos estuvimos dispuestos en llegar hasta las últimas consecuencias defendiendo aquello en que creíamos y a quienes amamos, yo misma acabo de tomar una decisión personal que muchos podrían considerar subversiva y escandalizará a otros tantos, pero que al igual que tú, estoy dispuesta a dejar la vida en proteger mi libertad y a quien se aventuró a compartirla conmigo.
Tu determinación y compromiso son inigualables, y aun cuando no respaldo de ninguna manera el homicidio, que es la principal causa de tu encierro, creo que el mundo perdería un aporte valiosísimo de no conocer tu legado y cosmovisión.
Avatar Korra
Terminada la lectura, el preso me pidió el papel y lo releyó varias veces, le dio la vuelta buscando un hipotético texto que aclarara que era una broma, pero al no encontrarlo se limitó a suspirar, mirando aquel trozo de papel que ni en sus más salvajes sueños podría existir.
—¿Qué significa todo esto? —Preguntó con voz seria y baja varios minutos después.
—Significa que recurriendo a conocimientos milenarios de los Nómades Aire, haremos efectivo en ti uno de los más representativos actos que nuestra cultura y creencias nos demandan: te ofreceremos el perdón y la acogida como parte de la Nueva Nación del Aire… claro, si tú estás de acuerdo… —Respondí, viendo como su rostro repleto de cicatrices se llenaba cada vez más de incredulidad.
—¿Entonces… seré libre…?
—No. —Intervino la Jefa Beifong, determinante. —No sólo has cometido crímenes contra la Nueva Nación del Aire, sino contra el Reino Tierra y la República Unida de Naciones. Ni con toda la indulgencia del Avatar o de los Nómades Aire alcanzaría para darte la libertad, y por supuesto, yo no lo permitiría.
—Entonces no comprendo nada…
Papá se puso de pie y llevó sus manos a su espalda por debajo de la capa como acostumbraba, y comenzó a caminar alrededor del presidiario, mientras que éste se elevaba unos centímetros del suelo y seguía a papá con la mirada. Él comenzó a explicar:
—Aún con el nacimiento de la Nueva Nación del Aire, hemos perdido miles de años de cultura y conocimientos de los que tenemos sólo libros y anécdotas, la historia de nuestra gente está inmersa en el silencio, y de alguna forma sigue en peligro de extinción. Tú, Zaheer, no sólo alcanzaste niveles de conocimiento propios de los más grandes gurús de la historia, sino que defendiste, aún cuando los medios no fueron los más correctos, uno de los postulados fundamentales de la cultura de los Nómades Aire a lo largo de la historia: la libertad. —Se detuvo unos momentos, como seleccionando las palabras más adecuadas a decir a continuación: —Jamás podré perdonarte por amenazar a mi familia y a los Maestros y Acólitos Aire durante el asedio del templo del Norte… eso es peor aún dado que dicho templo fue totalmente destruido por uno de tus correligionarios… por otro lado, si las cosas hubieran sido diferentes, el mundo no sería lo que es ahora, así que de alguna manera, tú contribuiste a que el mundo haya llegado al estado de equilibrio que está comenzando justo ahora, por ese lado, creo que jamás podríamos agradecerte. Y no vine hasta aquí sólo para reconocer tu participación, sino para pedirte aún más en nombre de la nacionalidad que el destino te ha dado.
Zaheer escuchó esas palabras con la boca ligeramente abierta, y tardó un rato en asimilar que la última oración era más bien una solicitud. Cuando finalmente cayó en cuenta, preguntó:
—Pero… ¿Qué podría aportar yo…? ¿Cómo podría hacer cualquier cosa desde aquí adentro?
—Tu visión del mundo y tus conocimientos de Aire-Control son invaluables. Y queremos que los compartas con los Maestros y Acólitos Aire en entrenamiento. Queremos que seas parte del magisterio desde aquí. Uno de los principales errores que ha cometido la historia de la humanidad es ofrecer sólo la visión de los ganadores a las generaciones futuras… creemos firmemente que la historia que nosotros forjaremos desde ahora no puede ser fundamentada en mentiras, o en las simples creencias de lo que nosotros consideramos correcto. Incluso el Avatar Korra cree en ti al haber sido tú quien la ayudó directamente a que pudiera volver a ponerse en contacto con su lado espiritual. Dime, Zaheer… ¿Podrías con la responsabilidad de formar parte activa en la formación de la Nueva Nación del Aire?
El criminal recuperó la seriedad después de unos instantes. El gesto de incertidumbre y sorpresa en su rostro eran legítimos, y luego de dar varias vueltas en su área de seguridad, rascar su cabeza por debajo de su larga cabellera e incluso hacer un par de ininteligibles soliloquios, miró a papá con un brillo en sus ojos que nunca había visto antes.
—Yo… yo acepto.
—Me alegra escuchar eso. —Respondió papá sonriente, e hizo un asentimiento a la Jefa Beifong, ella dio un bufido y los guardias del Loto Blanco se retiraron. —Espero que te hayas alimentado bien, porque nos espera una larga noche.
Unos minutos más tarde, seis personas más se nos unían. Cuatro eran policías Metal-Control, el quinto era un Acólito Aire armado con una gran navaja de afeitar y tijeras, y el último cargaba un pesado maletín del que extrajo muchos utensilios, ese último era, por supuesto, el tatuador.
Las próximas horas, el acólito rapó al preso, pero atendió a su solicitud de sólo recortar un poco su barba. El tatuador, luego de retirar los grilletes a Zaheer, comenzó su trabajo, que llevó hasta el amanecer, ante la atenta mirada de los guardias que custodiaban la escena y los ojos rapaces de la jefa de policía. Al final, tomó un baño detrás de un biombo llevado justo para la ocasión, papá le suministró una toga tradicional de Maestro Aire en tonos amarillos y grises, con la que se vistió de inmediato, y yo di un paso al frente para completar su atavío:
—Creo que tú podrías cuidar bien de esto. —Coloqué en sus manos el dije que él había robado años atrás en la Isla Templo del Aire, aquél de oro con el grabado de un pensamiento de Gurú Laghima.
Me miró con gratitud y un segundo después colgó la pieza a su cuello.
—Maestro Tenzin… Maestra Jinora… —Dijo poniendo nuevamente sus puños uno contra otro frente a su pecho, haciendo que las flechas recién tatuadas a los dorsos de sus manos se apuntaran la una a la otra, y permitiendo que uno de los guardias volviera a poner los grilletes en su lugar.
—Bienvenido a la Nueva Nación del Aire, Gurú Zaheer.
—Entonces, ¿traerán ustedes aquí a los estudiantes?, ¿cuándo he de comenzar…?
—Este sería un gran momento. —Le dije justo cuando las puertas de roca se abrieron una vez más, dejando pasar a varias decenas de acólitos, que en pocos segundos tomaron asiento alrededor del área de seguridad del preso, que nuevamente parecía tomado por sorpresa.
—Estamos listos, Gurú Zaheer, ilumínenos. —Exclamó papá sonriente, con la mirada de quien ha perdonado y olvidado de verdad, haciendo que yo me admire y quiera ser cada vez más como él.
Y luego de unos segundos de silencio, recuperándose al fin del estupor, el gesto de Zaheer se iluminó con la torcida sonrisa taimada y confiada de antaño, y se elevó tanto como los grilletes se lo permitían del suelo.
—Hermanos nómades… hoy hablaremos sobre la libertad.
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pepsipezfics · 6 years ago
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Gesta de la Hechicera y el Gaijin.
Hace muchos años, casi por accidente, viendo la TV abierta buscando algo remotamente parecido a Saint Seiya, animé que me definió de muchas formas, me encontré con Card Captor Sakura. Mucho de mí cambió entonces, y eso fue en mi temprana adolescencia, la serie y sus matices me siguieron por muchos años, y aun cuando me hice un adulto, la seguía disfrutando como la primera vez. Y casi veinte años después, siendo ya un hombre con estudios y jefe de familia, con un empleo de verdad y siendo que no me considero un otaku, nos anuncian que la serie continuaría, y mi niñez volvió.
Independientemente de lo que cada quien opine sobre la secuela (que en lo personal me pareció bastante mala), al menos a mí me dio inspiración. No es mi primer trabajo en este mundillo del fanfiction, a decir verdad hice uno bastante fumado hace muchos años sobre esta misma serie (el primero en mi haber a decir verdad), pero esta será la primera vez que haga un trabajo serio al respecto.
Pero no pretendo abrumarlos con mis pensamientos, vine a presentarles una historia y se las dejo a continuación, esperando la disfruten tanto como yo. Trataré de actualizar en la medida de las posibilidades de mi tiempo, y para quien me haya seguido de otro fandom, ¡gracias por volver a darme la oportunidad de dejarles una nueva historia! Si es la primera vez que me lees, bienvenido, espero que te guste, y si es así, házmelo saber a través de un review.
P. S.: Sólo como nota aclaratoria, nos ubicamos un par de años después de los eventos de "La Carta Sellada", y se consideran los eventos del arco "Clear Card".
Sin más, los dejo con la obra.
Gesta de la Hechicera y el Gaijin.
Prólogo.
Distrito de Tomoeda, prefectura de Tokio, Japón. Finales del otoño, en la actualidad.
Llegar al punto en que estaban los hizo hacerse la pregunta: ¿Era realmente necesaria esta confrontación?
El estar ante la incertidumbre, no necesariamente ante la muerte o la pérdida del ser amado, la hacía, al menos a ella, replantear su papel y la necesidad de estar en medio de todo ese conflicto en primer lugar. No era como si pudiera simplemente darle la espalda a todo, como si rechazar el compromiso que hizo con las cartas fuera una alternativa, así que de momento, la suerte estaba echada.
Él, por otro lado, sentía que su responsabilidad aumentaba a cada segundo mientras que la situación salía cada vez más de su control, y maldijo su propia debilidad y cuan mala había sido la elección de no confiar en ella.
Entre el remolino de colores azarosos y sonidos sin sentido, ella puede ver a su mejor amiga aferrarse con terror a su inseparable cámara de vídeo, y a su guardián, majestuosa bestia, gritando su nombre con impotencia.
Él mira con desdén al causante de su desgracia, que conserva un gesto estoico mientras su inseparable reloj de bolsillo se pulveriza; y a su mentor y amigo gastando en vano los conocimientos de sus dos vidas en tratar de detener lo inevitable.
Al final se miran. El esmeralda y el ópalo coinciden, y de alguna manera saben que su única esperanza está en mantenerse unidos a ese ser especial y amado, que aún hoy, después de tanto tiempo, no han logrado concretar que son ellos mismos el uno del otro.
Ella aferra su cetro con una mano y extiende la otra hacia él. Él aumenta la fuerza de la mano que sostiene su espada y extiende la otra hacia ella.
El vendaval amenaza con separarlos definitivamente y sólo un grito de guerra es lo que podría hacer posible que permanezcan juntos a pesar de todo, así que sin dudarlo, ambos lo profieren al unísono:
—¡Sakura!
—¡Xiao-Lang!
El milagro se da. Al menos parcialmente. Contra todo pronóstico, logran tomarse de la mano, lo que los alivia a ellos, pero consterna a sus amigos, que con incredulidad los ven desaparecer sin dejar huella junto con el espectáculo de luces en el que estaban inmersos.
El británico, agotado, es el primero en reaccionar. Apunta con ira su báculo solar hacia el responsable de su tragedia. El fuego consume el asfalto, los árboles y postes de luz, pero es tarde ya. Kaito se ha marchado. Como en una película Eriol grita su nombre, colérico. Tomoyo lo toma del brazo, tratando de calmarlo.
Ellos no están, no importa cuánto los buscaran sus amigos. La magia de tiempo es de lo más poderosa, pero también es impredecible y temperamental. El hechizo final pudo haberlos dejado en un eterno bucle temporal, pudo haberlos hecho envejecer hasta desaparecer, pudo haberlos llevado a otra época… es difícil saber.
El inglés tiembla de ira, pero más de miedo. Ningún desafío que él les hubiera hecho pasar los hubiera puesto en peligro de verdad, siempre eran riesgos calculados, a tal grado que no debía preocuparse por lastimarlos ni física ni emocionalmente. Ahora era diferente, porque no sabía si habían sido llevados a otro lugar o si simplemente habían dejado de existir ahí mismo, ante sus ojos. El miedo era por ellos, pero la ira era principalmente contra sí mismo. Debió haberlos entrenado mejor, debió prevenirlos y no sólo asumir que podrían hacerse cargo, desafiarlos para que conocieran el miedo de verdad, pero al menos de momento era tarde.
—¿Hiiragizawa…? ¿Qué ha pasado con ellos…?— Pregunta la otra jovencita luego de unos segundos de silencio, bajando la cámara como quien sabe que ha grabado un evento tan infame que nadie debería verlo de nuevo.
—¡Eriol! ¡Di algo! ¡Explica qué ha pasado!— Le increpa Cerberus, que de pronto le pareció más grande y amenazador que nunca.
—No lo sé—. Responde el hechicero al fin, derrotado, gesticulando dubitativamente. Cualquiera que lo hubiera conocido en esta vida o la anterior sabía que era una persona que nunca dudaba—. Pero aunque débil, puedo sentir la presencia de ambos todavía…
Después de eso, el silencio sepulta el templo Tsukimine, donde tuvo lugar el combate y su actual conclusión, a la luz de la luna del otoño.
Cuando todo termina, él escucha su nombre a la distancia, como en un sueño, mientras la obscuridad lentamente empieza a ceder. Siente un par de palmadas ligeras en las mejillas, y al abrir los ojos, siente que no pudo haber pedido algo mejor como primera imagen al despertar.
Sakura da un suspiro de alivio al verlo reaccionar, ella misma no tenía más de unos segundos de haber despertado, estaba adolorida y la cabeza le daba vueltas. Sonríe con precaución pues la aterraba la idea de enfrentar sola aquella extraña situación. En un impulso, lo estrecha entre sus brazos, él se deja hacer y corresponde a la delicada muestra de afecto con una igual.
—¿Estás herida? ¿Te hiciste daño?— Pregunta él en un susurro, mientras que el buscar una hipotética herida le sirve de pretexto para acariciar su espalda.
—Creo que no. ¿Y tú?
—Tampoco… ¿Qué fue lo que sucedió?
—No estoy segura… —Diciendo eso, hace un barrido visual alrededor de dónde están. En su mente hace un recuento: el templo Tsukimine, Eriol finalmente llega desde Europa, Yuna D. Kaito se revela como antagonista mostrando un poder hasta entonces desconocido para ellos, Tomoyo le confecciona un hermoso kimono, puesto que era noche de festival, Xiao-Lang viste uno también cortesía de ella, y no el nuevo traje.
Él muchacho hace un tipo de análisis diferente. El aire se siente extraño, el aroma es distinto, en parte porque su batalla se llevó a cabo en una fría noche de finales de otoño, y el color del cielo y el clima actual coinciden más con una muy cálida madrugada de verano.
Xiao-Lang había tenido una vida dedicada y rodeada de magia. Sus entonces catorce años de vida habían sido conjuros y artes marciales, además de educación adicional y una agenda demasiado rigurosa aún para un adulto. Sólo unos años atrás descubrió que la vida era algo más que eso, al encontrar guía en unos ojos verdes repletos de vida, una sonrisa contagiosa y una amabilidad que no parecía conocer límites, cualidades desconocidas para él que rivalizaban sólo con el inmenso potencial mágico de su dueña.
Sakura tuvo una niñez de felicidad a pesar de la tragedia. Huérfana de madre en su temprana infancia, tuvo la fortuna de una familia buena y amorosa a pesar de la ausencia, y una vida tranquila sin muchos sobresaltos. Luego descubrió sus capacidades mágicas, sin embargo no fue la magia por sí misma la que cambió su vida, sino la seria actitud de un rival en quién pudo admirar la determinación y la disciplina, los cautivadores contrastes de una personalidad tímida y huraña, pero valiente y confiable, y la cortesía de un caballero ante cuyos encantos no se pudo resistir.
Él fue el primero en admitir que su corazón no le pertenecía más, que era de ella. Ella no lo admitió antes, no por orgullo o vanidad, sino porque era despistada, y no pudo darse cuenta en primer lugar.
Y a pesar de estos catorce de edad en la vida de ambos, de una larga ausencia que jubilosamente pudieron remediar, de aventuras y desventuras juntos, de confesiones sinceras y dramáticas, con todo y eso, son sólo dos adolescentes… no hay experiencia en el amor romántico que los lleve por un camino claro de como actuar. Amor puro e inocente, gigantesco pero torpe, maravilloso y causante de una gran felicidad, pero abrumador.
Sakura buscaba en su móvil alguna pista, pero no había señal, el reloj digital de la pantalla seguía marcando unos minutos antes de la media noche.
—Esto está mal… —Susurra el chico luego de caminar unos pasos y deteniéndose abruptamente. El arco Torii ante él era tan revelador como confuso.
—¿Qué sucede? —Pregunta ella, a su lado.
Casi todo alrededor del arco es distinto a cómo lo recordaban, la calle asfaltada detrás de ellos ya no estaba, en su lugar había un largo camino de tierra y adoquines rústicos, y el desnivel antes cubierto de concreto era una colina desnuda y repleta de vegetación. Al fondo, el templo era apenas reconocible.
—Este lugar…
—Es el templo Tsukimine… pero… ¿cómo…?
La pregunta estaba sustentada en la simple lógica: Tomoeda es un suburbio muy cercano a la capital, en las noches puede verse a la distancia la Torre de Tokio siempre iluminada, sin embargo, mirando hacia donde dicho edificio debía estar, sólo era observable Venus, confirmando que el alba llegaría de un momento a otro.
No tuvieron posibilidad de reflexionar más. El azul profundo comenzó a dar paso al índigo que en pocos segundos se convertirían en el amanecer, más allá de eso, ocurrió algo realmente preocupante. La tierra se sacudió por sólo un momento, pero con la suficiente fuerza como para hacerlos agacharse mientras se tomaban de la mano, asustados. A no mucha distancia, el grito de guerreros volvió aún más desconcertante el cuadro, y una nube de humo iluminada por lo que parecía un gran incendio se hizo visible sobre la copa de los árboles no muy lejos de ellos, opacando la salida del sol.
Sin poder reponerse a la sorpresa, el ambiente se llenó de ruido de metal chocando y el silbido de saetas que cortaban el aire, cascos de caballo y olor a quemado. Había un conflicto armado, muy cercano a ellos, lo que sea que hubiera pasado los había llevado a uno de los peores lugares posibles: un campo de batalla.
Sakura se quedó clavada al piso, se aferró a su báculo mirando hacia donde el sonido le indicaba que era el origen de la pelea, irremediablemente comenzó a temblar y sus ojos se humedecieron.
Xiao-Lang sentía algo parecido, pero sumado a ello estaba la ira de verla temerosa y no poder darle al menos el consuelo de hacerla sentir segura. Con todo el aplomo que su incertidumbre le permitió, se puso delante de ella y empuñó su espada, expectante.
Prólogo.
Fin.
Y así comenzamos esta aventura. Espero que nos veamos muy pronto, y no se olviden de dejarme su opinión al respecto. ¡Saludos!
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pepsipezfics · 6 years ago
Photo
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Intricate attire for a court nyobo (lady-in-waiting), seen on
OP states that in last picture they tried to mimic shikko pose (a way of moving by sliding on one’s knees, used when in presence of high-ranking people)​
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pepsipezfics · 6 years ago
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Un nuevo escaparate.
Pues bien, ha llegado la hora de integrarme a otra plataforma electrónica para la distribución de mis escritos de ficción. Espero que los disfruten y me hagan saber su opinión al respecto.
¡Comenzaré a subir el trabajo en breve!
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