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Palabras rotas
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Yo quería ser escritor. 
Don't wanna be here? Send us removal request.
palabrasr · 2 years ago
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Siempre estarás aquí
Love of my life, you’ve hurt me
You’ve broken my heart, and now you leave me…
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Ilustración: @vigosketchbook
Ale:
Ha pasado mucho tiempo desde que me senté a hacer este ejercicio de catarsis. La adultez me ha arrebatado talento (si es que hubo alguna vez) y uno que otro sueño; de esos de los que con frecuencia solía hablarte en las calles de suba profunda. Pero está bien, ahora soy más consciente de que eran simplemente eso, sueños. He aprendido a aceptar mi vida, mi tiempo, a mí… ahora debo hacerlo con tu partida.  
Este es un débil intento para expresarte lo mucho que me duele como todo terminó. Lo siento tanto por no haber estado ahí en tu dolor, en tu soledad, en tu oscuridad. “La vida es una constante lista de pendientes” y no priorizamos lo que verdaderamente importa. No dejo de pensar que quizás si no hubiera sido una figura ausente, una foto de la universidad, un recuerdo lejano, estaríamos teniendo una conversación donde podría darte un abrazo y decirte lo mucho que significas para mí. Pero ya es tarde. Te has ido, y estoy aquí pensando en ese primer beso donde terminé con Trocipollo en la ropa. En que te dije que serías esa persona con la que me habría gustado tener hijos, con total convicción de ser un gay que te amaba y te deseó como mujer alguna vez. Espero que supieras que fuiste mi primer amor; que siempre admiré tu autenticidad, incluidos tus gustos musicales y políticos.
“La vida es física”, leí el año pasado. El dolor también es eso: lo físico. No poder abrazarte de nuevo en silencio y complicidad, escuchar tu risa a carcajadas, ver tus ojitos color brillo, encontrarte con un nuevo tinte y corte de pelo, tomarte de la mano y caminar por esas calles grises y lejanas. Me habría encantado compartir contigo toda la vida, envejecer juntos y seguir hablando de todo y llegar a nada.
En medio de la tristeza, encuentro un poco de ti en esos tuits que escribiste con tantas referencias de los Simpson, en las letras de esas canciones de vallenato o de la Shaki que tanto te gustaban, en las fotos donde aún no habíamos florecido en la universidad y aquellas donde el tiempo y la distancia ya había separado nuestros caminos, en mis ganas de quedarme dormido rápido a fin de, ojalá, soñar contigo, en la profesión que tanto nos apasionba, en el abismo de mi tristeza y el estallido de mi risa.
¿Recuerdas que solía preguntarte si había algo después de la muerte? Tú me respondías que te daba ansiedad tan solo pensar en ello. Supongo que ahora lo sabes. Solo espero que si hay algo más allá de todo este absurdo pueda tener la oportunidad, aunque sea tan solo un instante, de decirte que te amo y pedirte perdón por no haber estado para ti.
Gracias por haber creído en mí. Por haber estado y sido desde que nos conocimos. Por haberme visitado en mi momento de más profunda ruina y soledad. Por haberte acercado a mí en la universidad por el tierno hecho de que yo te gustaba. Porque siempre fuimos y seremos cómplices. Ojalá cuando pensaras en mí tuvieras total convicción que siempre serías parte de mí. Te voy a amar hasta morir.
P.D.: Alles wird gut.
…Bring it back, bring it back, don’t take it away from me
Because you don’t know what it means to me…
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palabrasr · 6 years ago
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Angustia
...Don't leave me again...
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Ilustración:  xhxix
—Estoy cansado.
—¿De qué?
—De todo.
—¿De mí también?
—No sé… de esta puta ansiedad, de no saber cuál es el motivo de todo esto, de sentirme así, de llorar sin saber exactamente por qué, de cocinar y lavar los platos solo, de despertarme más triste que el día anterior, pero no más que el siguiente… supongo que sí.
—Bueno, el motivo es el que tú le quieras dar. Ese es un comienzo.
—Antes eras tú, pero ya no estás.  
—Pues acá estoy.
—Tan solo eres un visitante… un fantasma con el que me topo de vez en cuando en un rincón de mi alma… un nostálgico placebo al que recurro cuando todo se va a la mierda. En realidad, tú no eres más que un recuerdo que me destruye de a poquitos… sé que ya no estás más a mi lado.
—Sí, pero yo me fui porque tú querías que me fuera.
—Lo sé, lo lamento tanto. No sé en qué putas estaba pensando, ojalá pudiera cambiarlo todo… siempre pienso que pude hacer más por nosotros.
—Pero no lo hiciste. A pesar de que tuviste muchas oportunidades, yo estuve ahí para ti cuando más me necesitaste, no como tú, que pudiste irte con facilidad en mis peores momentos, fue ahí cuando todo se marchitó. Todo lo que hiciste fue por ti, en nombre de tu maldito e insaciable ego. Y es muy tarde para lamentarse o sentirse culpable.
—Todos los días quisiera volver el tiempo atrás para no perderte, para evitar todo el daño que te hice, para mirar esos ojitos marrones una vez más. Ojalá pudieras perdonarme.
—Hace mucho tiempo que te perdoné. Ahora tienes que seguir adelante; porque también perderás a otros y otros te perderán. Así es la vida, así es el amor: devastador, brutal y visceral, y, sobre todo, temporal. Yo lo sé muy bien porque tú me enseñaste eso.
—De veras siento que jamás lo voy a superar, como si me hubiera quedado estancado aquí, como un barco roto que no se hunde, solo que no avanza, y en realidad preferiría que se hundiera, profundamente y hecho añicos. Tengo tanta rabia. Quisiera gritar y que se escuchara a lo lejos, aunque todos estén sordos. Asfixiado por lugares en los que solíamos estar. Disfrazando lágrimas con sonrisas, pero ya no puedo. Derrotado, sin ganas de tragar más palabras de aliento. No quiero abrir más ventanas, quiero cerrarlo todo y perder la llave para siempre.  
—Algún día vas a salir de ahí, así como yo lo hice. Ahora soy feliz, así que tienes que serlo tú también, y por ti, porque ya no me importa tu felicidad. Simplemente quiero que no me vuelvas a buscar y me dejes en paz.
—Eso es lo que más me duele, ¿por qué pudiste ser feliz después de todo y por qué yo no puedo serlo? ¿Por qué soy el único de los dos que aún sufre?
—Porque me propuse olvidarte; no fue fácil, pero lo hice. Así que no me pienses más, olvida ya esas promesas que nunca cumplimos, los besos que no nos dimos, los malos momentos que no vivimos, la familia que nunca tuvimos; deja de pensar en m�� antes de acostarte, deja de imaginarme cuando oyes mi nombre, no voy a regresar nunca más, deja de tener esa estúpida esperanza. ¡Basta! Deja de hacerte daño.
—Yo pensé que iba a ser capaz de olvidarte, pero el amor fue más fuerte que yo.
—No es el amor lo que es más fuerte que tú, es la tristeza.
—¿Por qué no me das otra oportunidad? Por favor, te lo suplico; te juro que ya no soy el mismo.
—Yo tampoco.
Me contaron que se ahorcó con el cordón de sus tenis en el baño, duró ahí 3 días; no sirvieron de nada los medicamentos, ni tampoco el llanto ni las súplicas de su mamá; todo el tiempo y el dinero invertido en los psiquiatras fue en vano. Los escuché decir “qué cagada, era tan joven” y luego hubo un silencio que se mezcló con el frío y el humo de los cigarrillos, con sus miradas tristes y fijas en la nada, como para evitar seguir hablando del tema. No era ni siquiera la medianoche, pero sentí el peso de mil noches en mi espalda. Miré al cielo y no vi ninguna nube. Terminé mi cerveza y dije: “ya vengo, voy al baño”.
...Don't let me make the same mistake again...
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palabrasr · 6 years ago
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4:48
…Yo tengo para ti mi buen amigo…
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Ilustración: @buhomero
A las 4:48 se suicidó mi mejor amigo. Tenía 27 años y una barba roja que yo envidiaba en secreto. En realidad, hay un montón de cosas que todavía le envidio: su exactitud para categorizar a la gente y sus básicos comportamientos, su indiferencia por las causas perdidas de nuestra estúpida generación, su vasto conocimiento sobre libros, su aguante para ingerir alcohol todas las noches, su resignación a la esperanza como un puto cuento de hadas para prolongar un poco más nuestra absurda existencia, y, sobre todo, que lo haya hecho primero, pues ahora va a parecer que solo imito su desesperación, mientras disfrazo mi vergüenza con el aroma de la muerte y el sabor de las lágrimas. Nadie fue mucho más interesante que yo.
Día 506, ya ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi. Recuerdo que no hubo muchas palabras de despedida, aunque, no sé por qué, ambos sabíamos que esa sería la última noche de música, escritores y cervezas.
La música como siempre dijo todo lo que nosotros no pudimos decir; cada canción era un mensaje que debíamos instalar en nuestro álbum de recuerdos para escucharla en momentos de soledad u oscuridad, para esos momentos en que todo parece estar completamente jodido y no habría forma de empeorar, pues simplemente ya no puede ser peor. Dicen que quien se va la pasa mejor porque vive nuevas experiencias y no queda atado en los mismos lugares, como si toda nuestra realidad tan solo fuese una ciudad embrujada repleta de fantasmas deambulando por las mismas putas calles y los mismos putos bares, que entre cerveza y cerveza esperan hallar un escape a su condena eterna o alguien con quien pasarla bien por un rato.
Es verdad que yo me fui, y lo hice con la plena intención de no regresar jamás. Pero una que otra noche cierro los ojos y pienso en esos paisajes fríos y grises, y nos imagino allí de nuevo, hablando de nadie y nada al mismo tiempo. Me gusta pensar que yo era su refugio y él me necesitaba, pero en realidad era yo quien necesitaba de todo eso para fingir que todo estaba bien y, en especial, que nosotros estábamos bien. Porque nadie cambia cuando solo tiene nada para seguir viviendo o vivir fingiendo.
Y no te equivoques al leer esto, no estoy triste o enojado, en este estado nadie piensa mucho pero siente nada. Es que me cuesta no poder dejar de pensar que el corazón es la parte más dura de la piña. Y probablemente tú también estás muerto, siempre lo hemos estado, y estoy escribiendo todo esto que no sé qué significa en vano, y tal vez no lo hago por ti sino por mí, para evitar la culpa o para aliviar mi pena. Igual, ya no importa. En todo caso nunca nadie escucha, pero nadie sí lee. Y nadie está allí, a la sombra de un árbol, pensando en los labios de su amada o en las tetas de la vecina o en la golpiza que le dio su padre a su madre, pero nunca nadie piensa en ti o en mí, pero siempre nadie piensa en eso que alguna vez fue, pero nunca más será. Y nadie se comió el corazón envenenado por nada.
Y no es que me queje, yo agradezco todo eso porque nadie me enseñó a vivir, pero también me enseñó a morir, envejeciendo cada día, solo y repleto de compañía, con comida entre los dientes y aguantando hambre… palabra tras palabra, mordisco tras mordisco… ñam, ñaaam.
Tú has matado el último romántico y no deberías avergonzarte por ello. La muerte los liberó de nadie y de nada, pero en especial de ti. Nadie y nada se amaban profundamente hasta que se dieron cuenta que el amor no existe. Y tú sin saberlo fuiste capaz de infligir el mayor dolor inimaginable a aquel que te dio hasta su vida y tú ni siquiera lo sabías; lo dejaste reducido a nada. Y nadie merece eso. Nada me recuerda a nadie y nadie olvida nada.
Pasamos tanto tiempo pensando que esa maldita sensación iba a desaparecer en algún momento, pero en realidad nosotros somos esa sensación.
Silencio por favor, nadie necesita escuchar el sonido incesante del reloj… no hay nada.
…Y un consejo, no te encuentres conmigo…
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palabrasr · 6 years ago
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La bruma
... yo ando por el mundo divirtiendo gente y llorando por teléfono...
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Ilustración: Óscar Arcila - ascorart.wixsite.com/ascorart 
Cuando yo salí del closet, tenía un montón de miedo. Tenía miedo de que mi mamá no me quisiera más, tenía miedo de la reacción de mis hermanos mayores, tenía miedo de perder a mis amigos de antaño, en fin, estaba acorralado en mi soledad con ese montón de miedos. Es que a decir verdad yo fui criado en un ambiente bien hetero, ya hasta tirando a lo machista. Recuerdo que cuando niño escuchaba con frecuencia de mis tíos o mis hermanos (no me acuerdo bien) que había miles de cosas que te podían hacer marica, como el simple hecho de llorar. Y en ese entonces me di cuenta que ser marica era algo muy malo, incluso sin saber con exactitud qué era ser marica, es más, hoy en día todavía no lo tengo del todo claro.
También me acuerdo bien de que siempre hubo algo que me contuvo de ser quien era completamente, yo intentaba con fuerza reprimir la parte marica en mí porque eso era algo malo para todo el mundo e incluso para mí también, en especial por los comentarios hirientes que van de aquí a allá y se instalan dentro de uno, y que día tras día como una enfermedad te empiezan a hacer mucho daño. Pero hoy puedo decir con total seguridad: ¿qué tiene de malo ser diferente?
Con el paso de los años y el sabor agridulce de las experiencias de mi vida, tomé la decisión de contarle a un par de amigas súper bonitas: porque me parece que las chicas siempre son más abiertas con el tema, supongo que tiene relación con el hecho de tener mayor conexión con el lado femenino y amoroso de la vida, porque incluso un hombre enamorado todavía en esta sociedad suena un poco marica. Obviamente por ese amor femenino y de hermanas la reacción fue increíble, de apoyo total e incondicional; nunca olvidaré eso, mamacitas.
Cuando yo le conté a mi familia estaba bien enamorado, creo que eso fue lo que en realidad me motivó a hacerlo. La cosa fue bien dramática, mi mamá lloró un montón y me dejó de hablar por un tiempo, y por una serie de eventos que se venían gestando desde hace rato, me quedé sin un hogar donde vivir. Por fortuna mía, mi hermano mayor, todo bonito, me dijo que podía vivir con él, que todo bien, y eso fue tremendo apoyo porque yo no tenía dinero ni mucho menos un plan de emergencia para casos como ese. Yo hasta pensé que mi mamá me había dejado de querer, pero qué va, yo creo que nunca me ha dejado de querer, ni un solo día a pesar de que le he sacado un montón de canas. A mi otro hermano la cosa le dio duro también, yo creo que en este momento de su vida todavía tiene sus tabúes al respecto, pero como me dijo una vez borracho: “familia es familia y cariño es cariño”. Y ahí entendí un dicho que mi mamá me decía desde niño: “mijito, es que la sangre jala”, me decía toda bonita mientras cocinaba y me hablaba del mundo como si yo entendiera la vida o tuviera una respuesta para sus problemas.
Luego, vino la salida del closet ante los amigos medio machistas y homofóbicos, ahí sí yo me dije, jueputa, acá fue, pero que pase lo que tenga que pasar. Y para mi sorpresa la reacción fue súper bonita, de veras, hasta chistes alrededor del tema y demás. Para ser honesto, jamás esperé una reacción así de bonita, creo que de las mejores cosas que me ha pasado en la vida son mis amigos, tremendo parche, desde la cuna hasta la tumba… espero.
En este momento de mi vida, a pesar de lo difícil que puede llegar a serlo, me siento súper orgulloso de ser marica. Sin embargo, quiero aclarar a quien pueda interesar esta carreta que no es el único adjetivo que puede utilizar para describirme, pues creo que soy un montón de cosas más y no merezco una etiqueta que me encasille o me defina, ni mucho menos que me margine; ser alguien es mucho más complejo que un adjetivo que puede ser peyorativo.
Hoy soy un profesor de español para extranjeros colombiano, marica, de clase trabajadora, con ínfulas de escritor clandestino, y demás descripciones que podría agregar para alargar mi monólogo de perro con bozal; esto me ha permitido conocer un montón de personas con unas historias súper bonitas que me han enseñado muchísimo, pero lo mejor de todo esto es que esto me ha permitido dejar huella en mucha gente de diferentes países, razas, religiones, creencias, orientaciones sexuales, etc… es que la educación es una herramienta re bonita para cambiar al mundo y dejar huella y camino. Y si bien mi espíritu de adolescente eterno me ha hecho renegar ante un montón de cosas que he vivido, sufrido y reído, hoy me siento totalmente agradecido con todas las personas que se han convertido en mi familia y que de una u otra forma han aportado a construir todo lo que soy, aparte de ser marica.
Esto es tan tuyo como mío, gracias.
... conozco el lado oscuro y por eso presto atención a mis amigos...
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palabrasr · 7 years ago
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Un día
…And then dance and drink and screw because there's nothing else to do…
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Ilustración: @buhomero
Un día conoces a alguien y te enamoras. Te das cuenta que has contraído esa enfermedad en el preciso instante en que te dan ganas de amarlo y no amar a nadie más, nunca más. Piensas en él por las mañanas y por las noches; al medio día piensas en comida. Quieres sumergirte en su mundo, conocer sus historias de tragos y calles, que te cuente el porqué de cada cicatriz, cuál es su rodilla buena y cuál es la jodida; a lo que le teme, el nombre de la persona que ama, que obviamente no eres tú.
Empiezas a tener sueños con él porque en tu mente es el único lugar en donde están juntos y él te dice que te ama, y pasan esas cosas bonitas que en tu vida no te pasan. Relacionas cada momento con un recuerdo de él: un chiste muy malo del que nadie se ríe o una palabra que no sabes bien qué significa.
Día tras día buscas una excusa para estar a su lado, para rozar tu mano con la suya, para cruzar las miradas y sonreír porque ahora que estás enamorado eres un idiota a quien le da pena hablar, pero a veces hablas y en cada conversación lo amas más porque él es la mejor persona que has conocido y no es que hayas conocido muchas, o tal vez sí, mas no piensas en ellas cuando estás junto a él. Te pierdes en sus ojos negros, en la forma como te mira, en la forma en que sujeta el cigarrillo entre sus dedos y cada bocanada de humo suya viaja al cielo y se convierte en nubes que se desdibujan a lo lejos, en la forma que habla de la música; cuando estás con él todo se vuelve música que te hace latir el corazón y mover las piernas.
Noche tras noche los síntomas empeoran, las risas huelen a alcohol y promesas rotas. Lo comparas con las personas del bar, pero nadie tiene mejor barba que él, nadie bailar mejor que él, nadie te abraza mejor que él, nadie tiene mejor cocaína que él; sus besos saben a cocaína y quieres más de eso porque nunca antes lo habías probado. Ahí todo se vuelve más frenético. Te conviertes en un adicto de ese saborcito. Y no es que sientas mariposas en el estómago, más bien sientes una euforia tremenda que proviene de tu pecho, como un montón de caballos de carrera que salen de tu corazón y se escapan por las palabras que vuelan por el aire. Cierras los ojos y bailas y cantas, y cantas y bailas, pero a su lado, una descarga de adrenalina que te hace olvidar las penas. Abres los ojos y te sientes parte de una película de Almodóvar donde tú y él son los protagonistas sumergidos en una ciudad repleta de vicio y putas.
Un día te enamoras de él y le dices que lo amas, y él sonríe mientras prende un cigarrillo; y un día te das cuenta que no hay cura y escribes sobre él en un débil intento por aliviar los síntomas, repasando cada detalle de esa noche de viernes 13. Un día te das cuenta que se ha ido, que no volverá y quizás él ni siquiera te recordará; que ha dejado en ti un par de canciones con un montón de libido que escuchas mientras buscas en el calendario cuándo es viernes 13.
...I want to live with common people like you…
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palabrasr · 7 years ago
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Los sonidos de la muerte
...Desde que te has ido mi vida ha sido control y descontrol...
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Ilustración: Pinterest. 
No recuerdo con exactitud cómo llegué acá. Tengo un montón de heridas por todo lado que aún sangran. Lo último que recuerdo es el sonido de los disparos penetrando mi cuerpo; pum, pum, pum: tres balazos en mi corazón de piña, y pum: uno en la cabeza, para estar seguro que el trabajo estuviera completo y bien hecho.
Qué cagada la chaqueta de parches que tanto me gustaba, debió quedar muy manchada con tanta sangre y con tanta melancolía. Me imagino que antes de fugarse de la escena del crimen tomó mi billetera y con lo que había en ella se tomaría un par de cervezas. Luego bailaría toda la noche pensando en el sonido de la muerte; solo aquellos que conocemos tremendo sonido sabemos el éxtasis y la tranquilidad que se produce en aquel preciso instante.
Yo creo que es por el sonido de la muerte que uno se vuelve adicto a matar, ni siquiera es por la plata, ni las promesas, ni las mentiras, al final todo eso son excusas; es ese sonido tenue que se gesta por el aire, mientras se quiere decir mucho, pero solo se dice unos leves quejidos acompañados de unas miradas rápidas que van y vienen de aquí a allá como buscando misericordia o venganza, un beso o una que otra lagrimita.
Mi mejor amigo fue el que me enseñó a matar. Nunca vi a nadie con tanto talento como el suyo. Nos conocimos en la universidad en una clase de historia del arte. Tenía un montón de respeto por el arte y la muerte que hacía que las dos cosas parecieran lo mismo. Pero también tenía un montón de desprecio por la academia, algo que compartimos con el paso del tiempo. Amanecíamos tomando cuanto licor barato encontrábamos y hablando sobre el significado del arte y la vida, y si estos debían ser eternos o efímeros. Él nunca mató a una mujer que no lo haya amado. Amar y matar son cosas hechas para artistas, no cualquiera puede hacerlas, y si tratan de hacerlas no son una obra de arte. Él me enseñó de todo para este arte, pero nunca me enseñó a vivir con la pérdida de la gente que uno ama, y en ese sentido, siendo lo más grave, no me enseñó a vivir sin él. Yo no pensé que alguien fuera capaz de matarlo, pues no había nadie con más destreza para burlar la muerte que él. Pero una mañana de noviembre amaneció muerto, y ese día aprendí que el amor también mata. Así que supe que si decidía amar también iba a morir. Yo nunca me recuperé de eso, es como si una parte de uno mismo se muriera con esa persona y la enterraran junto ella, y de un momento a otro esa persona no está y uno la busca por todo lado, la ve en todas partes, pero se ha ido, y se ha ido con lo mejor de uno y uno queda como un náufrago por ahí sin saber a dónde ir, cómo o para qué seguir; tratando de averiguar entre calles y noches la diferencia entre estar vivo y sentirse vivo.
La primera vez que maté a alguien fue muy triste. Ella tenía ojos verdes, eso era lo que más me gustaba de ella. Recuerdo con exactitud cómo esos ojitos verdes se perdieron para siempre bajo la lluvia bogotana que es bien fría. Tenía un vestidito de flores y un libro de esos que le gustaba leer cuando estaba rota y sola. Obviamente, el libro se lo robé después de matarla, pero nunca fui capaz de leerlo, me daba mucha tristeza incluso intentarlo. Con el tiempo uno pierde la cuenta y todo se vuelve más mecánico. Sin embargo, hay asesinatos de los que nunca podré hablar porque todavía me duelen un montón y también mataron gran parte de mí.
Yo tuve la suerte de rodearme de asesinos que me ayudaron a lidiar con todas las heridas que jamás puede sanar, porque estar herido llevaba a una depresión cosa hijueputa. Por ejemplo, El Profe., un asesino que conocí en una noche de Navidad, me habló de canciones para matar, y eso me encantó. Ahí empezamos a trabajar juntos. Antes de matar a alguien, estudiábamos su perfil para conocer su intimidad, porque para matar hay que ser bien intrusivos, es necesario conocer los temores, los sueños y las inseguridades de la persona a matar; luego, escuchábamos un montón de música hasta dar con la canción precisa, y esa era la canción que sonaba todo el día, hasta la bailábamos para que nos quedara bien metida, para poderla tararear en la mente mientras yo apretaba el gatillo y el aceleraba la moto. Una vez más el sonido se hacía poema en el viento con olor a pólvora.
Y esa era mi vida hasta que me enamoré de él, ese día supe que en algún momento iba a morir. El hombre de corazón de cristal. Por un instante en mi vida quise cambiar quién era para ser una mejor persona, para construir un hogar, para tener una familia, para tener una tarjeta de crédito, para comprar vasos iguales, para comprar afiches para decorar una pared, para regarle papas picantes a pesar que las odiaba, para soportar la música que no soportaba y escuchar la música que él no soportaba, para tener tatuajes iguales, para despertar abrazado junto alguien que te decía te amo en las mañanas y te odio en las noches, para tener fotos en lugares bonitos al lado de la persona que amas, para un montón de cosas con las que no puedo soñar nunca más.
Ahora que ya estoy muerto puedo ver con claridad que en realidad no fue una relación romántica como aquellas que vemos en las películas empalagosas, más bien fue muy humana, dos seres con miles de defectos tratando de amarse y perdonarse día tras día, noche tras noche… trataron, pero no lo lograron. Siento nostalgia al pensar en su cariño y paciencia ausentes, pues sé que soy caos, pero él también lo era, quizás por eso nos enamoramos perdidamente; hicimos y vivimos cosas que solo los dos entenderemos… ¿o tal vez no? Hay días en que pienso que ojalá no lo hubiera conocido… de ser así quizás seguiría vivo, y es probable que él piense lo mismo… pero gracias a él conocí la diferencia entre estar vivo y sentirse vivo. Trato de entender por qué lo hizo, pero ya no tiene sentido.
Echo de menos la montaña roja en la que vivía antes. Ahora paso mis días al final de un valle lleno de flores esperando con resignación cada anochecer. A veces cuando sale el sol lo veo caminando y sonríe desde lo lejos… parece como si tratara de decirme algo, pero no lo escucho, ya ni siquiera me acuerdo de su voz… Me pregunto cuál es mi canción, ojalá me hubiera dicho cuál era la mía antes de matarme.
...Porque esta casa ya no es un hogar desde que te fuiste sola y triste...
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palabrasr · 7 years ago
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Tácticas para que ella se enamore de mí
… I've been looking so long at these pictures of you…
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Ilustración: Las ventajas de ser invisible. 
No estoy seguro si esta es la primera o la última carta que te escribiré. No sé si la leerás o no sé si la terminaré. No lo sé. Solo estoy seguro del amor que siento por ti y la distancia que nos separa cuando más te necesito. He contado los kilómetros y he contado los pasos que debo dar para estar junto a ti. La cantidad de agua y comida mínima que debería ingerir para poder lograrlo o no morir en el intento. He roto mi alcancía. Empaqué la mejor ropa que tengo y arreglé mi barba. Lo tenía todo preparado hasta que salí de mi casa y pensé que tal vez no me quieres ver; es probable que yo sea un fantasma del pasado que debe quedarse allí, incluso cabe la pequeña posibilidad de que me ames, pero amar también implica decir adiós cuando es necesario, un adiós que sea para siempre, no aquel que es intermitente y conveniente. Así que qué más da. Mejor una carta que alguien pueda leer alguna vez, alguien que pueda ser tú o yo, o alguien como nosotros. Es más, tú y yo siempre suma nosotros. Pero ahora tengo que restarle el tú y queda el yo, yo a la deriva y a la intemperie en medio de Ciudad Fantasma donde ya no hay rosas en el cementerio.
Me acuerdo de verte todas las mañanas en el colegio y todas las tardes en mis pensamientos. Desde la primera vez que escuché tu voz me sentí perturbadamente enamorado de ti. No porque fuera un capricho pasajero, sino porque presentía que era un amor que jamás se iba a extinguir, que nadie lograría apagar. Intenté averiguar tu nombre, todos me decían uno diferente. Entonces llegué a la conclusión de que no tenías uno. Y eso extrañamente me convenía, porque cuando alguien me preguntara cómo se llamaba la persona que me gustaba yo no tendría un nombre que decir, solo un rostro en el cual pensar, el tuyo. El que hoy me es confuso y lejano.
Los primeros días imaginé en mi mente cómo haría para hablarte, cómo haría para salir del anonimato y convertirme en alguien en tu vida. En mi cuarto, mientras escuchaba baladas de rock de los 80’s,  escribía en una libreta con la imagen de Janis Joplin las ingenuas tácticas para ocasionar nuestra primera conversación y las formas en que yo me vería como un tipo interesante, aunque no fuera tu tipo. De las que recuerdo, porque extravié la libreta, están estas:
Número 13: Caminar por el patio del colegio a su lado como quien no quiere la cosa, con excusas vagas de ir a no sé dónde por un no sé qué solo con la inocente intención de que quizás cruzaríamos las miradas y ella me diría hola. Yo le responderé (con calma y tranquilo, es muy importante no demostrar nervios o parecer un idiota) hola, ¿cómo va tu día? Ella me responderá y yo la escucharé con atención. Le diré que estoy muy ocupado, no mejor un poco, si digo muy suena a alguien egocéntrico, mejor responderé un tanto ocupado, que qué le parece si nos vemos luego de clases. Ella me dirá que le parece bien. Entonces la invitaré a un bar, yo pondré Soda Stereo en la rocola y tomaremos cerveza mientras hablamos de escritores y artistas…pero ¡mierda!, somos menores de edad. ��Y si le digo que vayamos a mi casa? No, eso suena típico de un acosador. Pareceré un completo imbécil si digo eso, mejor pienso en otra cosa.
Número 22: Le enviaré chocolates y rosas cada mañana con su amiga, así ella se interesara por saber quién le envió los regalos, su amiga probablemente diga quién lo hizo, así que ella dará el primer paso para iniciar una conversación, al principio lo negaré, pero luego le diré que sí, que estoy enamorado, ella me confesará que también lo está, entonces nos besaremos y tendremos una bonita historia de amor como esas que salen en las películas  que ahora sé que le gustan. Pero ¿qué tal si no le gustan los chocolates? ¿O qué tal si su amiga se los come todos? ¿O le dice que se los envío otra persona, alguien que quizás a ella sí le guste? No, esta no, mejor otra.
Número 52: Me meteré al equipo de fútbol del salón, como el mío compite contra el suyo mañana, haré un gol en la última jugada del partido y tendré en una camisa su nombre debajo de mi chaqueta, al celebrarlo ella sabrá que lo hice porque la amo, así ella se enamorará de mí, digo, ¿quién no ama a los deportistas que triunfan?, ¿acaso no son ellos los chicos populares mientras que los que queremos ser escritores somos invisibles?... mierda, no sé su nombre y su amiga tampoco quiere decírmelo. Además soy pésimo deportista… pero ¿qué tal si soy el chico torpe del partido que la hace reír? Eso quizá pueda funcionar… ahora que recuerdo los del equipo seguramente dirán que no porque la última vez que jugué con ellos fui el arquero y nos golearon 12-4; dos de ellos por autogol.
Antes de que nos graduáramos del colegio, conseguí tu número en la carpeta del observador cuando estuve en coordinación porque no usaba bien el uniforme y me reía cuando nos llevaban a misa. Ahí supe tu nombre y robe tu foto. La tengo todavía en mi billetera. Está arrugada y vieja, como lo estaremos algún día. Calculé el tiempo que tardabas en llegar a tu casa para llamarte. Adicionaba unos minutos más por si entrabas al baño o te quitabas el uniforme al entrar a tu habitación. Luego te llamaba, rogaba que no me contestara tu papá. Por fortuna, la semana en la que te llame siempre contestó tu mamá. Preguntaba por ti con naturalidad, al fin sabía tu nombre, pero al oír tu voz quedaba completamente paralizado, intentaba articular alguna palabra brillante y lo único que escuchaba al otro lado de la línea era “¿por qué no coge oficio más bien?” o “ay, otra vez el mudito llamando”. Me sentía avergonzado y me aturdía el tono que indicaba el fin de la llamada.
Pasaron los años y jamás pude olvidarte. Tus amigas ahora eran mías y yo sabía de tu vida y tus aventuras por ellas. Y me conformé con eso. Con tener un amor platónico con el que nunca me tropezaría. Sin embargo, el día de mi cumpleaños, entré al bar que me habían recomendado y te vi. Más hermosa que nunca sentada en la barra, la chica encargada de poner la mejor música para el mejor momento. Así que di media vuelta y me quise marchar. Pero mis amigos me convencieron de quedarme allí. Me hice en un ángulo opuesto al tuyo para no tener que verte. Traté de ignorar tu presencia, pero el aroma de rosas estaba impreso por todo el bar. La cerveza me sabía a malta con rosas, y cada vez que volteaba para ver si aún seguías ahí, creía ver un arreglo floral que adornaba las canciones de amor. Ante la llegada de la madrugada, me prepare para irme empacando otro recuerdo tuyo y arrojarlo al baúl de mi corazón hasta que sentí un hola que me supo a droga en la efervescencia de la noche. Di media vuelta y estabas allí, diciéndome feliz cumpleaños y abrazándome como si nos conociéramos de mucho tiempo atrás. No dije nada, solo te abrace como si fuera la única oportunidad en que podría hacerlo. Al principio creí que todo había sido un sueño, hasta que uno de mis amigos me preguntó quién era la chica que me había abrazado, a lo que yo respondí preguntando si él también había soñado lo mismo.
A los pocos días volví al bar y gracias a los efectos del alcohol empecé a entablar breves charlas contigo. Iba solo para causar un poco de lástima. Me extasiaba con la prosa de tus labios. Me hice adicto a tus palabras en el frío del silencio. Sé que fueron pocas noches, pero fueron las mejores de mi vida. Hablábamos de libros, de canciones, de amores. Era curioso darnos cuenta que había muchas personas y lugares en común en nuestras vidas, pero nunca habíamos estado frente a frente, corazón a corazón, espina a espina. Una noche llena de bruma y estrellas te conté acerca de mis tácticas en aquella libreta adolescente. Me dijiste que una táctica romántica hubiera sido escribirte poemas a puño y letra y meterlos en tu maleta sin que te dieras cuenta. Debo decir que jamás se me hubiera ocurrido algo tan bonito. Y es que todo lo que viene de ti tiene ese toque de escena perfecta que enamora, desde tu sonrisa blanca y perfumada hasta la forma en que sujetas el cigarrillo y el humo baila alrededor.
Hasta que llegó el día en que supe te ibas y no sabías si ibas a regresar. Y es raro pensar lo feliz que me hizo eso, porque sabía que ibas a volar. Aun cuando yo me iba a quedar de nuevo solo en mi habitación escuchando al viento para en él encontrar mi propia historia de amor. Así que la última noche que estuve a tu lado te regalé mi libro favorito para que me recordaras cuando lo agarraras con tus manitos rosaditas. Esa noche también te abrí mi corazón para que lo leyeras y conocieras qué había detrás de mi nombre, fui capaz de decirte que te amaba y que eso nunca iba a cambiar. A cambio me diste un par de alas para colorear y una historia en donde yo tendría que elegir entre amar o volar. Ahora lo único que deseo es una noche más... una noche ebria y con notas de blues donde tú y yo, aunque sea por tan solo un instante, puedan sumar nosotros.  Espero que esta nueva táctica haga que te enamores de mí, o que por lo menos no me olvides.
… And you finally found all your courage to let it all go…
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palabrasr · 8 years ago
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Contraluz
…She said: you can never be free, you can never be like me…
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Ilustración:  @buhomero
Espere que Lucía se va a morir, saqué el cuchillo de su vientre, abra los ojos y mire lo que ha hecho, tírelo lejos para que no lo vea, controle sus manos temblorosas, observe cómo ella lentamente pierde el equilibro y la conciencia, agárrela, que no se vaya a lastimar en la caída, sosténgale la cabeza y haga presión en la herida, cójala suave y dulcemente, espere que Lucia se va a morir, escuche el dulce sonido de su agonía, grite de rabia y desesperación, arrepiéntase, siéntase impotente, pida ayuda, suplíquele a Dios para que no lo aparte de su lado, venda su alma al diablo para que ella no se muera, deje de mirar a todas partes y concéntrese en ella, mire la forma en que sale la sangre de su cuerpo como si por la herida se le salieran las promesas rotas, vuelva a pedir ayuda y dese cuenta que nadie vendrá, que siempre han estado solos y así morirán, espere que Lucia se va a morir, límpiele sus lagrimitas con la lengua, miéntale, prométale que va a estar bien, que mañana se estarán riendo de todo esto, que usted va a cambiar, dígale que la ama, que es con la única mujer que quiere estar toda la vida, que ella hizo de su vida una experiencia algo menos miserable, pídale que no lo abandone en la oscuridad de sus aburridos días, espere que Lucia se va a morir, su sonrisa ya no nos va a alegrar la noche, su piel será más fría que este silencio, bese sus téticas lindas una vez más, hágale el amor mientras la luz de su vida se esfuma poco a poco, espere que Lucia se va a morir, piense en el bar donde la conoció, en el vestido negro que llevaba puesto ese día, en el primer beso que le dio mientras caminaban por calles grises con color a orines, en la noche donde no tenían a dónde ir, en su canción favorita, en las noches sin luna donde ella bailaba desnuda mientras usted, recostado en su cama, veía como el humo del cigarrillo recorría  la silueta de su piel desnuda, acuérdese de lo mucho que le teme a los rayos, ¿qué hará de ahora en adelante cuando tenga lluvia, sangre y tristeza mezclada entre sus manos?, ¿qué hará cuando sus besos se conviertan en recuerdos que se deslizan entre sus dedos, mientras usted en un inútil esfuerzo intenta atraparlos para siempre? ¿qué hará cuando su olor lo persiga hasta llevarlo a la demencia?, espere que Lucia se va a morir, su ausencia será un agujero que se tragará todo a su paso, no sin antes desmembrarlo mordisco tras mordisco para engullirlo por completo, espere que Lucia se va a morir, recuerde su lugar favorito, donde ella le dijo que usted era el amor de su vida, la primera vez que ella le dijo que lo amaba, piense en su palabra favorita, esa que sacó de un libro de poetas que se suicidaron, acuérdese de su persona favorita, que pese a todo el dañó hecho probablemente sigue siendo usted, espere que Lucía se va a morir, tome su mano, bésela y sosténgala contra su pecho, mire la inocencia de su sonrisa, no olvide que ella le dijo que lo iba a amar por el resto de su vida, por corta y desventurada que fuese, recuérdela, lo mínimo que se merece es que no la olvide, espere que Lucía se va a morir, susúrrele al oído que es su amor verdadero, prométale que en su piel áspera y seca llevará su nombre tatuado adornado por rosas sangrientas, ese será su funeral, pregúntele cuál es su último deseo, espere que Lucía se va a morir, usted fue su maldita condena, bésela por última vez, levante su cuerpo, dese cuenta que sigue siendo tan hermosa como aquel último día de primavera en que la conoció, cierre los ojos y sosténgala contra su pecho mientras bailan una triste canción de amor, eso sí, que no se dé cuenta que sin ella todos vamos a sentirnos muertos.
…All the words become my hands; cold and broken on the floor…
Carlitos.
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palabrasr · 8 years ago
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Obituario de tu olvido
...She knows it's too late as we're walking on by…
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Ilustración: Pinterest
Gato abrió su único ojo y miró al cielo. Sentía las ráfagas de aire como afiladas cuchillas que cortaban su piel. A lo lejos, sobre las montañas que rodean todo lo que su corta vista alcanza, una nube con forma de barco le hizo sentir completamente vacío. Estaba acongojado y harto  de buscar con desesperación entre libros o canciones lo que él creía que necesitaba encontrar, aunque presentía que jamás lo haría. Había olvidado el nombre del sabor que tanto disfrutaba al lamer sus bigotes. Un sabor que ahora pertenecía al pasado. Así que, abrumado por el peso de las palabras ausentes, salió de casa para escabullirse por los techos y las calles destrozadas de Ciudad Fantasma para hallar lo de siempre, ruido, polución, confusión y uno que otro corazón roto; como si aquella ciudad fuera víctima de una maldición gitana.
Caminó con sus zapatos rotos y su pelo grasoso sin saber hacia dónde ir. Al llegar al parque central, detuvo su charla para visitar un viejo amigo, Pino. Un árbol que quiso florecer en el mar, pero le tocó conformarse con echar raíces en el pavimento, donde todo lo que veía a su alrededor era simplemente un paisaje frío y gris. Pino soñaba despierto con la vida de marinero que había anhelado desde que era tan sólo una semilla. A los 10 años su madre murió. A los 11 años aprendió a hacer barcos de papel. A los 12 años dio su primer beso. A los 13 años tomó su primera cerveza. A los 14 años se emborrachó por primera vez. A los 15 años fue abusado sexualmente. A los 16 años probó cinco tipos de drogas. A los 17 años conoció las delicias del sexo oral. A los 18 años se tatuó en su espalda la ruta que recorrería, los lugares que conocería y los amores que abandonaría. A los 19 años abandonó a su abuela para recorrer el mundo acuático que lo llamaba con el canto de sirena. A los 20 años creyó encontrar el amor verdadero. A los 21 años sintió el dolor del desamor. A los 22 perdió la noción de hacía donde iba y por qué lo hacía. A los 23 siguió sintiendo el dolor del desamor. A los 24 años juró nunca más volver a creer en el amor. A los 25 años murió de amor.
—Hola, Pino. ¿Todo bien? —preguntó Gato mientras saludaba con la mano desde el suelo—.
—Hola, Gato. Todo igual que ayer e igual que mañana —respondió él—.
—¿Quieres ir por unas cervezas al centro?
—No. Más tarde vienen los niños de la escuela, les ayudaré con su tarea de geografía.
—Vale. ¿Tienes lo mío?
—Sí. Sube a mi rama más alta y ahí está.
—¿Te molesta si fumo?
—No. Pero date prisa antes de que lleguen los niños.
 Gato subió a la rama más alta de Pino y sacó su cigarrillo de yerbabuena. Tomó la primera bocanada y sin soltar el humo le preguntó:
 —Pino, ¿qué es el arte?
—¿Qué? —respondió Pino absorto por la pregunta—.
—Sí. ¿Qué es arte? ¿O qué no lo es?
—Es lo que sientas que es arte.
—¿Lo que yo sienta?
—Sí. Es igual que el amor. Habrá quien te diga que eso que sientes no es amor, pero si tú lo sientes, no dejará de serlo sólo porque alguien te diga que no lo es. Basta con que tú lo sepas.  
—Yo no sé qué es el amor.
—Yo tampoco. Pero sé que todos lo hemos sentido alguna vez. El amor es arte.
Gato se quedó pensando en las palabras de Pino, en las hojas que caían sobre los trenes y en el olor de la yerbabuena quemándose lentamente. Cerró su ojo y se dedicó a disfrutar cada bocanada como si fuera la última que probaría. Bajó por las ramas y luego por el tronco.
—Después nos vemos —dijo Gato mientras se despedía con sus manos temblorosas—.
—No hay después para nosotros…
—… ¿Alguna vez lo hubo?
—… Tú ojo siempre me recuerda al mar, al olor de la madera en el agua, a perder la noción de tiempo, a enamorase cada día, a todo lo que siempre quise ser y nunca fui— le dijo Pino—. Luego cerró sus ojos y se acomodó para dormir una siesta.  
—Algún día serás un barco ebrio navegando los siete mares –le gritó Gato desde la distancia, aunque no supo si sus palabras ya eran muy lejanas.
Gato siguió caminando por toda la ciudad. Se sentó en las escaleras de una estación del tren para encender otro cigarrillo. Por unos instantes se fugó de la realidad mientras contemplaba el trabajo de un pintor callejero. De repente, escuchó un sonido atronador que hizo elevar el vuelo de varias aves. Un tren bajó del cielo y se detuvo en aquella estación. Segundos después, vio que sólo salía una persona por la puerta de ingreso y, mientras ésta descendía por las escalaras, su rostro se le hizo familiar. Era una mujer llena de palabras y cerveza. Se sentó a su lado y le dijo que se alegraba de verlo, pero sentía que su ojo reflejaba el cansancio de los años. Gato intentó recordar quién era aquella chica que olía tan peculiar. Estaba seguro de haberla visto en algún sitio, tenía esa misma sensación de déjà-vu al caminar sobre huellas confusas y polvorientas que son iguales a las nuestras. La miró fijamente a los ojos e intercambiaron sonrisas. Tras un silencio cómodo, ambos se levantaron sin pronunciar palabra y empezaron a caminar lentamente. Sabían con exactitud, sin explicación aparente, a dónde debían dirigirse.
Al cabo de un rato, llegaron a un bar colorido y amoblado con hamacas aterciopeladas y sillas de mimbre. Atravesaron con cautela la puerta que tenía la imagen de dos ángeles negros besándose con pasión. Era un lugar pequeño, y era eso lo que le daba un aire acogedor e íntimo. Se sentaron, pidieron un par de cervezas y una botella de tequila. Rieron toda la noche como viejos amigos. Ella habló de sus amores fallidos y él habló de su miedo a envejecer. Ella habló de Patti Smith y él de David Bowie. Ella habló de su florestería y él habló de su novela aún no escrita. Ella pintó sus labios con un tono lila y él aspiró cocaína.
Pasada la media noche, una corriente de aire entró por todo el lugar esparciendo un aroma inolvidable, así que pudo recordar su nombre; era el nombre de un sabor, de un color, de un olor, de un pasado, de un recuerdo latiente, de aquello que fue suyo y siempre lo será: Canela. En ese instante, saltó hacia ella con rapidez y se recostó sobre su pecho.
—Por fin te acordaste de mí —le susurró ella con lágrimas en sus mejillas—. Gato, no le dijo nada por un largo rato, simplemente la abrazó con fuerza, como si alguien se la fuera a arrebatar de nuevo, y esta vez para siempre.
—¿Dónde has estado todo este tiempo? —preguntó Gato, rompiendo el silencio del momento.
—Muerta —respondió ella con un aire de melancolía—. Pero hoy tenía un día libre y vine a visitarte.  
Gato le pidió que no se marchara y que si lo iba a hacer lo llevara como parte de su equipaje de mano, entre sus brazos, en su cálido regazo. No había razón para que él se quedara allí, envejeciendo solo y triste. Ella lo besó, y él sintió una vez más el sabor de sus lágrimas y sus labios. Gato, meciendo su cabeza contra su cuerpo, le dijo que quería contarle muchas cosas, que había muerto un par de veces, pero por fortuna los gatos tienen siete vidas. Ella le preguntó besando sus mejillas cuántas muertes habían sido por amor. Él ignoró su pregunta. Se limitó a contemplar sus ojos verdes y creyó en el fondo de su corazón felino que también estaba muerto, así que se sintió muy feliz por eso. Sin embargo, ella le dijo que aún le quedaban un par de vidas más, que las aprovechara e hiciera que valieran la pena, que viviera por ella y por todos los que ya no podían.
En la oscuridad acechante, sin previo aviso, ella lo separó con delicadeza de su cuerpo y se levantó. Miró a través de la ventana y sonrió. Él la beso y una chispa estalló en muy adentro de Canela y todo en ella prendió fuego. Gato quedó estupefacto y se sintió impotente. Mientras su vida se consumía y su cuerpo se tornaba en humo, ella le dijo:
–Me haces mucha falta, Gato. Extraño salir contigo en las noches y recorrer los basureros. Echo de menos jugar por el cementerio donde nos conocimos. Me hace falta leer tus poemas nocturnos escritos en la piel de la música que se esconde en nuestro olvido. Ojalá pronto nos podamos ver. Pronto volverás a amar y sentirte amado; tengo la esperanza de que así será y ambos seremos felices con eso. Espero que no me olvides. Aunque si lo haces, yo jamás podré hacer lo mismo, no cabe la menor duda de eso. Me voy… nunca dejes de mirar al cielo porque allí en un pequeño rinconcito es donde yo vivo y donde nuestras miradas se cruzan sin que ninguno de los dos lo sepa.
—¿Por qué te marchas de nuevo? —preguntó Gato mientras la miraba fijamente con su ojo—.
—Prefiero morir de amor que fingir que no lo necesito —dijo ella con su último aliento.  
Él ni siquiera lloró, tampoco se despidió de ella o hizo promesas en su lecho de muerte. Simplemente cerró su ojo y disfrutó el olor a Canela que se había impregnado por todo el lugar, por todos sus días, por todas sus noches, por todos sus recuerdos. Sacó de su bolsillo el barco de papel que Pino le había hecho y tomó la decisión de buscar el mar para poder ahogar su tristeza. Una vez más había enterrado su recuerdo y esperaba que fuera para siempre.
La chica de mis cuentos se hubiera quedado, pero tú te fuiste.
…Her soul slides away, but don't look back in anger...
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palabrasr · 8 years ago
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El Síndrome de Charlotte
If you're feeling down depressed and lonely, I know a place where we can go…
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Ilustración: @buhomero
No sé si se llamaba Charlotte o si ese era el nombre artístico que utilizaba como prostituta. Yo conocía todos los burdeles de la ciudad, había pasado los mejores momentos de mi vida en ellos, pero sólo uno tenía una mujer de su calibre. Ella era pólvora que estallaba con cada beso, era una llama envuelta en negro carmesí que incineraba todo a su paso, era una rosa sangrienta llena de espinas que dejaba cicatrices. No había una parte de ella que no fuera perfecta ni combinara con la otra; nadie podía compararse con ella. Yo solía perder el interés por cualquier mujer con la que había estado. Luego de tres o cuatro noches le veía mil defectos y hasta su presencia me llegaba a producir asco, pero con Charlotte era diferente. Era como si un escritor ebrio y solitario la hubiera imaginado. Parecía mentira que alguien como ella estuviese en un lugar como ese. Y no siento ningún remordimiento al aceptar que me enamoré de ella desde la primera noche que probé el delirante sabor de sus dulces labios.
Mi vida, antes de conocerla, era una constante alegoría a la depresión y el suicidio. De día, envuelto en corbatas y sonrisas falsas, de noche, envuelto en bocanadas de cigarrillos y pechos descubiertos. No tenía amigos y si los tenía me eran indiferentes; como las mujeres me aburrían después de un tiempo, yo no era un hombre idóneo para las relaciones. Las prostitutas eran el único refugio de una realidad que no quería enfrentar: una vida carente de sentido alguno. El camino lento e inerte hacia mi muerte seguía su curso sin novedad hasta esa tarde gris y polvorienta de abril.
Al cruzarme con algunos compañeros de la oficina en el baño, escuché acerca de un nuevo burdel en el centro de la ciudad, Sodoma y Gomorra. Así que, tras varios días de trabajo tedioso, pensé que un par de tragos y un par de piernas sería lo único que podría llegar a dibujar una sonrisa en mi rostro. Entonces decidí ir a aquel lugar del que había escuchado rumores entre orinadas y bostezos. Cuando llegué allí constaté que todos eran ciertos. Además, Sodoma y Gomorra tenía las mejores mujeres que el dinero de un trabajador ordinario pudiera comprar. Me deleité con los senos firmes y grandes que iban y venían. Los cabellos de mil colores y mil formas que se movían al ritmo de la música y los sorbos de trago. Bebí durante casi cuatro horas. Iba a pagar por una morena de sonrisa blanca que me había cautivado, hasta que fijé mi vista en una mujer que iba bajando por las escaleras, Charlotte. Ella se sentó en la barra, pidió una margarita y me convencí de que quería compartir con ella las últimas horas de esa fría noche. Al principio dudé si era una prostituta más, pero la forma candente de mirarme me impulsó a preguntarle un mesero. Al confirmar, me acerqué a ella, le pregunté su nombre y le invité otra margarita. Fue una de las mejores noches de mi vida, hablamos de tantas cosas que sería imposible recordarlas todas, sólo tengo su imagen a mi lado entre copas y risas. La primera vez jamás se olvida; el recuerdo, que permanece indeleble como una fotografía a prueba del paso del tiempo, es un incendio que no se extingue.  
Sin embargo, yo no era el único que se había encaprichado con tal enigmática mujer incandescente. Noche tras noche, todo tipo de hombres tomaban un par de billetes y los dejaban en la barra junto a un papel que tenía escrito su nombre para darle un mordisco la fruta jugosa que estaba escondida entre el rincón más oscuro de su piel. No importaba la experiencia previa del cliente, todos, sin excepción alguna, afirmaban que haberla tenido bajo sus carnales deseos era probar el néctar de los dioses, era jugar a ser ángeles y demonios, era subir al cielo con una caricia y descender al infierno con otra, era encontrar el amor verdadero en el sexo perfecto; y sin duda alguna lo era.
De ella se contaban mil historias, pero nunca nadie supo quién era y mucho menos lo que sentía. Una vez escuché que una viuda había pagado por estar con ella entre sus sábanas por todo un fin de semana. Supongo que le debió costar mucho. Según lo que escuché, aquella mujer sabía de la existencia de Charlotte porque, gracias a la ayuda de un detective, descubrió que su difunto esposo la frecuentaba en las noches de cada miércoles. Pensé que era simplemente un rumor más que haría parte del diario su vida, pero supe que algo de esto era cierto una noche en la que vi a una mujer, envuelta en trajes elegantes y arrugas tapadas con maquillaje, salir de su habitación con un desdén de satisfacción que generaba envidia; era miércoles y en mi reloj faltaban dos minutos para la medianoche. Es parte de nuestra identidad cobarde; escondidos tras un telón, manipulamos los hilos de verdad y mentira de cada historia sin percatarnos que, en ocasiones, somos los títeres de nuestro propio circo.
Charlotte tenía una ligera cicatriz debajo de su ojo izquierdo. Una noche, desnudos y sosegados, le pregunté el origen de ésta. Ella me respondió que tenía esa cicatriz porque al llorar sólo lo hacía por un ojo, así que su piel se resintió por el peso de sus penas y se transformó poco a poco en un riel por el cual transitaban sus lágrimas hasta llegar a sus labios para humedecerlos y refrescarlos, porque sus besos sabían un poco a mar o un poco a luna. No obstante, otra prostituta me había contado una semana atrás su versión de la cicatriz. Fue una noche en la que Charlotte se peleó con Ámber, una joven que recién llegaba a trabajar al burdel. Ámber, pese a las advertencias de Charlotte, le había quitado un cliente que le dejaba generosas propinas. Entonces Charlotte decidió dejarle claro cómo funcionaban las cosas allí. Le invitó unos tragos y le preguntó cómo había llegado a este trabajo, si tenía hijos, si tenía padres, si alguna vez se había enamorado, si alguna vez había asesinado. Tras una conversación tensa, Ámber, queriendo tomar ventaja del primer golpe, sacó una navaja de su liguero y la atacó directo a la cara. Charlotte, en su defensa, le rompió una botella de whiskey en la cabeza y con el trozo de vidrio más grande de la misma laceró su rostro y sus exquisitas facciones femeninas. La pequeña Ámber nunca más regresó a trabajar. Y así era siempre, no se sabía cuál era la verdad acerca de su vida, pero para cada pregunta siempre había una respuesta en forma de poema que adornaba su cuerpo finamente elaborado. No había forma de saber los secretos que resguardaba con recelo bajo esa figura que parecía la llama de una vela púrpura danzando en la oscuridad.
Cuando Charlotte desapareció, las historias se gestaron como el humo que sale del tabaco. Aquellos que las contaban, en su mayoría los que añoraban su compañía, contaban con licor en su aliento que la habían secuestrado los extraterrestres, que se había pegado un tiro con una pistola que guardaba bajo su almohada, que se había ido a otro país en busca de hombres con riquezas, que tenía dos hijas y por fin se había decidido a velar por ellas, que había contraído una enfermedad sexual y ya nadie más podría tocarla, que era una bruja y que el cura de una iglesia la había espantando con rezos y oraciones, que uno de sus amantes la había acuchillado una noche en que ella se rehusó a sus caricias… tal vez algunas tenían algo de cierto. Pero por primera vez yo sabía la verdad sobre la mujer que inspiraba estos relatos. Su mente había abandonado su cuerpo el día en que vio salir del cuarto de otra prostituta al único hombre que había amado. Al niño con el que creció y al hombre del que se enamoró. Él había vuelto de la guerra, pero ni siquiera la reconoció cuando ella lo saludó y él, con palabras empapadas a alcohol y olvido, le susurró al oído que más tarde pagaría por estar con ella, que lo dejara tomarse otra botella de vodka y después de eso subiría a enseñarle las destrezas de un soldado, que iba a ser la puta más complacida y adolorida que jamás haya existido, que en adelante sería ella la que pagaría por estar con él. Ella quedó absorta, no pudo pronunciar palabra alguna, lo miró a los ojos y recordó con melancolía la tarde en la que lo despidió y él le prometió que volvería y que jamás la olvidaría. Y fue justo ese momento en que algo dentro de ella se quebró para siempre. Se sintió tan miserable al haberse puesto un valor para tener dinero suficiente a su regreso y que nunca más nadie ni nada los pudiera volver a separar. No soportó tener que asimilar que la razón por la que se levantaba con una sonrisa cada mañana y por la que no se quitaba la vida cada noche era tan sólo una mentira que ella creyó verdad.  
Al encontrar su paradero, la visité algunos fines de semana. Charlotte se encontraba recluida en un manicomio donde ya no tenía que pagar para poder amarla. Pero ya no era ella, o quizás sí, en realidad nunca supe quién era. Los doctores del lugar me informaron que había inventado esa historia debido a los vacíos emocionales que desde niña tenía; según sus análisis, nada de aquella historia era real. Charlotte, según los informes médicos, era hija de unos campesinos que fueron asesinados por la guerrilla. Al quedar huérfana, fue violada por un grupo de soldados que más tarde la llevaron al convento de su pueblo. A los 16 años escapó de allí junto con su enamorado y se dirigieron a la ciudad. Yo no sabía quién decía la verdad. Cualquiera que haya escuchado la forma tan emotiva en la que ella hablaba de él, le creería. Su voz se quebraba y estallaba en llanto cada vez que me contaba la misma historia. Yo trataba de hallar alguna mentira o alguna incoherencia en el relato, pero me era imposible. Era la historia de una mujer que había sido destruida para siempre por culpa de un amor maldito.
Así transcurrían los días, entre manicomios, doctores, oficinistas, borrachos y una que otra puta. En todo caso yo sentía que Charlotte era el amor de mi vida y nada me hacía más feliz que dormir desnudo junto a ella sobre el césped. Y fui feliz con eso y nunca le pedí más a la vida sin importar el tiempo que duró. Y aunque soy la persona que compartió sus más íntimos secretos y sus últimos días, siento que nunca tuve de ella lo que en el fondo realmente quería. Y no sé si su vida misma era verdad o mentira, pero amarla fue lo mejor que me pasó en toda la vida. Es por eso que entiendo su dolor, porque noche tras noche, entre los dolores de cabeza y las alucinaciones causadas por los medicamentos, pienso que todos necesitamos encontrar una razón que nos dé sentido a nuestras vidas, no importa si nos lleva a la locura. Ahora, cobijado por estas paredes blancas y frías, le pregunto a la soledad y el silencio si en realidad existió aquella mujer que nunca fue mía. 
...You can tell her that you know me, and you might even get it free…
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palabrasr · 8 years ago
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Canción de amor
…No seas imbécil, te mereces lo mejor…
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Ilustración: Pepe Badsun.  
El sol se había escondido por completo. Lo supe por el aroma con sabor a luna que se filtraba lentamente a través de mi ventana. Así que hice lo de siempre, me puse mi chaqueta verde de parches y llegué hasta el borde del tejado para acostarme a ver las estrellas desdibujadas en el cielo. El viento mecía mis bigotes. Las gatas empezaban a recorrer las calles en busca de romances salvajes. Los perros iban en pandillas ocasionando destrozos de esquina a esquina. Las aves ya dormían acurrucadas en sus nidos y las flores danzaban descalzas sobre el prado.
Cerré los ojos y contemplé el sonido del silencio. Pero poco a poco empecé a escuchar unas notas azucaradas que venían desde la montaña. Una melodía nocturna que sin saber por qué me hacía sonreír como un idiota enamorado. Tuve miedo y pensé quedarme allí, como siempre lo hago. Tal vez se trataba de una trampa de los perros para corretearme y burlarse de mí, como ya antes había pasado. Quizás era mi imaginación o de pronto el efecto de las pepas de esta mañana. De todas formas, jamás había escuchado algo tan primaveral en estos tristes avernos de cemento.
Entonces tragué saliva y me armé de valor para buscar el origen de esas notas. Caminé sigilosamente por medio de techos y balcones. Entre más me alejaba de casa, más podía escuchar ese lalala. Me abrí paso por la maleza de la montaña. Al principio le pregunté a los árboles si sabían hacia dónde debía dirigirme. Me dijeron que no jodiera, que dejara dormir. Me oriné en sus patas y decidí que la música fuera mi mapa y mi camino. Caminé por un par de horas hasta que me topé con él. Lo primero que noté al verlo fueron sus ojitos marrones y su sonrisita morena. Él no me dijo nada. Tampoco fue necesario. Fumé hierbabuena mientras el tiempo se detuvo con su voz. Desde ese día Pepe Grillo saltó a mi corazón y cada vez que llega la noche escucho su canción de amor.
…Pero, sin embargo, esto es una canción de amor…
Carlitos
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palabrasr · 8 years ago
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Génesis del pecado
Él es como el mar, ella es como la luna…
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Ilustración: @buhomero
En el principio Dios no quiso crear ni mierda. Se sentía a gusto con su soledad y su soltería. Vivía en completa tranquilidad en In-A-Gadda-Da-Vida. Una espléndida casa quinta que le había obsequiado su padre, un traficante de drogas sintéticas muy respetado por la calidad de las metanfetaminas que comerciaba, las mejores que se podían encontrar en el mercado. De su madre, una despampanante actriz de apellido Monroe, heredó unos rasgos tan finos y delicados en todo su cuerpo que lo hacían el joven más apuesto en aquella árida tierra repleta de mundanos y paganos.  
Era feliz. Amado por todos. Desbordaba alegría a donde quiera que llegase. Era un amante de la noche. Trasnochaba e iba de bar en bar enamorando a cuanta mujer se le diera la puta gana. Rubias, pelinegras, de piel trigueña, con rasgos asiáticos, de ojos verdes, de bustos firmes, de caderas anchas, con un gran trasero, con labios rojos, la que se le antojara. Aquella cuyo sabor en sus labios era aún una intriga o un capricho de una noche etílica; aunque su debilidad eran las pelirrojas, se dice en las calles que una vez se enamoró de una prostituta de cabello tan rojo como la sangre de una virgen a la que conoció en el burdel Sodoma y Gomorra. Un día le pidió que hiciera las maletas y se fuera a vivir con él. La cosa no fue así. A los pocos días tras la proposición, fue brutalmente asesinada por la policía, ya que un par de semanas atrás había marchado a lo largo de la plaza principal junto con sus colegas para exigir derechos laborales, las garantías que el gobierno mezquino se negaba a otorgarles. Un trágico hecho que fragmentó su alma en tres partes.
No obstante, Dios tenía su lado oscuro, en donde la prepotencia regía su juicio. Le gustaba tenerlo todo bajo control y, sobre todo, que nadie lo jodiera. El rey de reyes. El señor de los señores. Nadie se atrevía a meterse en su camino. Cuando era niño discutió con su mejor amigo por el resultado de un partido de fútbol. Nadie jamás podrá olvidar el desenlace de esa simple discusión, él mismo se encargó de que todos conocieran la historia para temerle. Primero le dijo que todo estaba bien, que él era una persona llena de misericordia y amor, así que no guardaba ninguna clase de rencor. Luego lo llevó a su casa y le brindó una cerveza en la cual había puesto una sutil pero poderosa cantidad de sedante. Al ver que su amigo se encontraba inconsciente en el piso, sujetó la Lanza de Longinos —un objeto con el cual su padre solía torturar a los que se interponían en sus negocios ilícitos—, rasgó sus vestiduras, le cortó las alas y lo apuñaló varias veces en la espalda para luego escribirle traidor en la frente con su propia sangre. Poco se conoce del paradero de este personaje. Algunas viejas murmuran desde el silencio de sus casas que ahora vive en las tinieblas y representa el odio por las buenas costumbres. Que en el resto de su existencia se ha empeñado en difamar la imagen de Dios y crear adeptos para que lo odien tanto como él lo hace.
Su vida era perfecta, o por lo menos eso era lo que él pensaba. Sin embargo, un día despertó con una resaca que lo hacía sudar frío, con un dolor de cabeza que le hizo pensar en volársela. Se metió un par de líneas y fue directo a la ducha. Al mirarse al espejo, desnudo y atónito, se dio cuenta que su mayor temor empezaba a ser cierto. Había envejecido. Su piel estaba arrugada y sus cabellos dorados ya no tenían brillo. Había pelos en lugares donde no los había, y donde los había, ahora solamente se podía apreciar su piel seca y llena de manchas. Su andar se hacía torpe y lento. Fue así que pensó que era hora de sentar cabeza, no más noches de sexo casual o chuteo desenfrenado, era el momento indicado de crear unas mascotas a su imagen y semejanza.
Creó a la mujer y al hombre a su joven imagen y semejanza. Dos humanos provistos de belleza sin igual y libre albedrio: Violeta y Rojo. Ni los ángeles se asemejaban a estas criaturas. Todos se maravillaron con esta impecable y celestial creación. Al primer signo de vida de estos humanos, Dios les advirtió que únicamente eran un par de mascotas cuyo propósito sería adorarlo para hacerlo sentir importante, para levantarle el ánimo en los días tristes y sombríos, para que le cantaran salmos mientras ��l fumaba porro. Y eso fue lo que hicieron, vivir para agradarle a Dios, no para agradarse a sí mismos.  
Así trascurrían los días. Dios les daba de comer y velaba por ellos, empezaba a entender el carácter de sus personalidades. Se hacían compañía y jugaban por todo el jardín. Dios se perdía con total parsimonia entre los chistes de Violeta y las ideas brillantes de Rojo. Nunca antes se había sentido tan alabado, se sentía omnipotente, se sentía como un padre, se sentía como un dios. Ya ni siquiera salía a robar con su pandilla Los Doce Verdugos. Pensaba que todo aquello ya había quedado crucificado en el pasado. Por fin se sentía completo.  
Una tarde de primavera todo colapsó. Dios regresaba de comprar algunos víveres en el mercado y se sorprendió al percatarse de que sus mascotas no lo habían venido a saludar con rapidez moviendo el rabo de un lado a otro. De inmediato, supuso que algo estaba sucediendo, entró con sigilo a la casa, recorrió con intriga cada parte de ella hasta llegar a su habitación. Entonces quedó petrificado, lleno de ira y rencor, al ver que Violeta y Rojo habían probado el fruto prohibido. Su respiración era agitada y sus rostros expresaban una felicidad mayor que las caminatas domingueras o las caricias que él les brindaba mientras veía la televisión. Y lo peor de todo, en sus ojos no había rastros de arrepentimiento o vergüenza. Su furia fue inminente, los desterró para siempre de In-A-Gadda-Da-Vida, los maldijo, los obligó a aguantar hambre y enfermedades, a padecer por desiertos y mares, les dijo que el fruto de su vientre estaría maldito y los hijos de sus hijos nunca conocerían el perdón.
Con el paso del tiempo, una tristeza infinita se apoderó de él. Se sentía más solo de lo que había estado en toda su vida. No paraba de llorar y lamentarse. Entonces decidió empaparse de gasolina e incendiar toda su casa. Ardió por horas, pero no se inmutó, permaneció tendido y con los brazos extendidos al frente de la chimenea. Pero resucitó al tercer día, lleno de vida y juventud, luego fue a casa de su padre: una hacienda llamada El Paraíso que quedaba al sur del país.
Desde aquel entonces, los humanos cargan con la cruz del pecado en sus espaldas, en su código genético, en las venas y las arterias de sus corazones, en cada diminuto fragmento de sus huesos, en cada poro de su delicada piel. Pero, extrañamente, Violeta y Rojo ahora eran dioses, así es, porque Dios es amor, se habían convertido en una especie sin igual de mártires, unos héroes sin capa ni súper poderes que le habían demostrado al mundo que todos son libres, no hay razón por la cual portar cadenas o ataduras de ninguna clase. En realidad ya no importa el sufrimiento en el infierno, ya no interesa que sus almas sean torturadas por mil demonios, que por toda la eternidad el fuego sea su alimento y la ceniza se confunda con sus ojos, que su carne putrefacta refleje las consecuencias de sus actos. Ellos le dieron al mundo la lección más grande: el amor entre humanos es la más sublime expresión de arte, la droga más placentera, el ingrediente más exquisito, la mejor sensación en su corta existencia, el arcoíris que cubre el universo entero, aunque sea fugaz, imperfecto, incierto, ambiguo, frágil, aunque sólo por una noche sea.
y en las noches de luna llena hacen el amor…
Carlitos
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palabrasr · 8 years ago
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La luna floresta
Cae la noche y amanece en París, en el día en que todo ocurrió…
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Ilustración: Sergio Giovanny Arcos
La bruma nocturna cristalizaba sus recuerdos. Resquebrajado por el paso bestial del tiempo y aturdido por la perplejidad del mañana, detuvo su andar debido al agotamiento que sentía en sus patas. Se acostó en el prado de cemento y abrió la última lata de cerveza que tenía en su chaqueta rota. Pensó por un rato cuáles eran los ingredientes de la cerveza hasta que se acordó de una clase en el colegio donde le habían dicho que el maíz era uno de ellos. Es curioso, pensó. Los dioses, tras haber fracasado creando hombres y mujeres de madera y arcilla, crearon al humano de maíz. A fin de cuenta eso somos, concluyó. Una semilla que crece, da frutos, y, finalmente, perece. Pero lo más significativo en estos procesos es el amor que florece en cada uno de ellos. Si él tenía algo de humanidad en su vagabundo corazón, algún día iba ser parte del ingrediente para una cerveza; así llegaría a ser ingerido por otros con tristeza maleza dentro de su indomable corazón en una noche tan fatídica como esta. Saboreó hasta la última gota de cada sorbo y pensó en los nombres de aquellos humanos que estaban sumergidos en su cerveza. Luego pensó en los nombres de los lobos de su manada, cada uno tan diferente y estridente. En su mente sonaron las canciones con las cuales había recorrido los senderos de la infancia y la juventud. Se levantó y encendió un cigarrillo. Siguió caminando por un rato sin la firme voluntad de querer hacerlo hasta que llegó a un risco en el centro de la ciudad. El olor a botellas vacías y borrachos lo mareó un poco. Pero nada, absolutamente nada, podía arrancarle su recuerdo esta noche; sólo estaba presente ella, buscaba en lo recóndito de su alma canina sus palabras, el dulce tono de su voz, la forma de criarlo, la comida tan sabrosa que cazaba para él, los regaños, y, sobre todo, los arrumacos. En la última bocanada, las lágrimas transitaron por su rostro como trenes destartalados, gritó con rabia y lanzó mil maldiciones y preguntas al aire.
De repente, la noche se iluminó más de lo habitual, la luz de la luna se abrió paso por entre las nubes y se posó en su pálido hocico, en sus labios secos y sus colmillos afilados. Lobo, en ese preciso instante, comprendió que su madre estaba allí, sonriente y resplandeciente. Había estado cada noche: en la noche que dio su primer beso, en la noche que por primera vez probó el néctar de otro cuerpo, en la noche que enfermó, en la noche que se embriagó, en la noche que encontró a su manada, en la noche que se enamoró, en la noche que los policías lo llevaron a un calabozo por su salvaje comportamiento, en la noche donde danzó en el ritual de apareamiento, en la noche en que fumó la pipa de la paz, en la noche en que tocó la tambora para un teatro de ensueño, en la noche que defendió a los suyos de los otros, en la noche que asistió al concierto de Metallica, en la noche que no sonrió, en la noche que sí lo hizo, en todas las noches donde la luna estaba cuidándolo fervorosa y amorosamente, donde por siempre lo cuidaría desde el cielo y ella tan sólo esperaría un aullido suyo de vez en cuando que se podría traducir como un te amo o un jamás te olvidaré. Entonces supo que quería estar con su manada el tiempo que resta para convertirse en una estrella y llegar al firmamento, para estar de nuevo con su madre donde el universo será su casa, él un cachorro juguetón y ella su bellísima flor eterna.
…Lobo hombre en París.
Carlitos
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palabrasr · 9 years ago
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Ícaro
…Soy un pajarito, te quiero no me olvides…
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Ilustración: Child. 
- Doctora, ¿entonces qué es lo que tengo?
-          No sabemos. Sus exámenes no indican alguna enfermedad o anomalía. Nunca antes había visto un caso así.
-          ¿O sea que ya me puedo ir?
-          No señor. Sus signos vitales aún son muy débiles y los días que ha estado acá no ha presentado ninguna mejoría. Sus alas aún están muy dañadas, no puede emprender vuelo. Haremos otra prueba de sangre.
-          Creo que se me drenó toda la sangre. La noche pasada soñé con él de nuevo y tal vez fue ahí cuando me desangré.
-          Es probable. Algunos estudios científicos han observado esos síntomas en pacientes jóvenes como usted. Conocen a alguien, se enamoran, se dejan y luego su vida se esfuma lenta y letalmente. De todas formas, usted junto con todas las decisiones que ha tomado son factores de riesgo que aceleran el deterioro devastador de su cuerpo. Con tan solo ver su mirada pensativa y sus ojeras es fácil dar un diagnóstico; usted tiene una enfermedad, solo que aún no conocemos cuál es. Voy a intentar sacarle una muestra. Mire por la ventana y piense en algo bonito. Piense que pronto va a salir de aquí. Trate de relajarse.
-          Me duele.
-          ¿La aguja penetrando su piel?
-          No. No es eso. Siento que me duele algo por dentro, en el pecho, como si me hubieran quemado algo por allá. Un ardor constante que me hace entumecer. Como si todo fuera cenizas y escombros. No sé si me entienda.
-          Bueno, tiene que tranquilizarse o si no le receto más medicamentos. ¿Es eso lo que quiere? No, ¿cierto? Si sigue así lo voy a tener que trasladar al pabellón de psiquiatría.
-          Yo no quiero estar así, yo no quiero estar aquí. Pero si no sabe lo que tengo cómo me voy a curar.
-          Tenga paciencia joven, usted no es el único que ha llegado a este hospital estos días. En esta época del año a muchos jóvenes les da por enfermarse, por enamorarse, por morirse. Además, mire que está ardiendo en fiebre, ¿no se tomó la dosis esta mañana?
-          Sí.
-          ¿Ha tenido algún otro síntoma?
-          No estoy seguro. Esta mañana lo vi desde la ventana. Aunque estaba lejos lo reconocí desde la blanca inmensidad de esta fría habitación. Una persona así jamás se olvida, un amor así tampoco. Los vi tan felices, sonriendo, caminaban tomados de la mano bajo el manto amarillo de un día soleado. Desde hace muchos días yo ya no recibo esos rayos flameantes, por eso quizá estoy más pálido que de costumbre. Es como si la vida se burlara de mí. Justo en la sombra de un árbol se detuvieron, lo miró a los ojos, igual que solía mirarme: como si el mundo entero se detuviera y el aroma putrefacto de la ciudad se transformara en pajaritos de colores que vuelan por doquier. Luego un beso, uno que tardó varios segundos, uno íntimo, uno real, lo supe por los ángulos de sus brazos alrededor de su cuerpo. Pero está bien. Yo soy un tipo acostumbrado a la renuncia, a la derrota. Yo soy un tipo que ve todo desde la lejanía. Yo soy un tipo que nunca dice lo que siente. Yo soy un tipo en una postal arrugada y amarillenta con frases en francés. Yo no soy su tipo. Eso ya lo sé. Tranquila, todo está bien. Él es feliz. Yo algún día lo seré.
-          Su pulso está disminuyendo. Voy a llevarlo a cuidados intensivos de inmediato.
-          No, doctora, por favor, déjeme aquí. Me gusta la vista que tengo desde la ventana. Quisiera pedirle algo, prométame que cuando me muera se va a comprar un pajarito de ojos marrones, alas azures y plumas aterciopeladas, y que le va a poner mi nombre; pero no lo vaya a poner en una jaula, porque una prisión, aunque parezca un palacio, sigue siendo una prisión.
-          Se lo prometo. Pero prométame que usted se va a recuperar. Siento mucha pena al verlo así.
-          Listo. Y una última cosa, deje la ventana abierta por si el pajarito quiere salir volando hacía el sol… o por si otro pajarito llega volando para visitarlo.
-          Es una promesa. Cierre los ojos y piense en pajaritos de colores; le abriré la ventana.
…vuelve te pido, vuelve te quiero, vuelve te pido, sálvame.
Carlitos
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palabrasr · 9 years ago
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El Palacio de Flores y Fuego
…Ella quiso saberlo todo de mí, pero no hubo palabras…
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Ilustración: GOVA 
Jade abrió sus ojos, retiró el cabello de su cara y pasó sus manos por sus senos. Supo de inmediato que no tenía ni idea de dónde estaba ni por qué estaba allí, así que era una mañana igual que las demás; el dolor de cabeza acompañándola, tan intacto y puntual como siempre. Nada había cambiado aún, la sensación de estar completamente extraviada en la vida seguía presente, y aquello que le era ajeno, también le era íntimo y, de forma extraña, acogedor. 
Salió de la habitación y empezó a caminar. Se dio cuenta de que estaba en un palacio hecho de flores, las más hermosas que pudiera haber visto en toda su vida. Reconoció algunas de ellas, las que le habían sido obsequiadas en sus mejores días. Y lo que más le gustó fue que todas las flores parecían eternas, cada una de ellas lucía como si jamás fueran a marchitarse, jamás perderían su divinidad, jamás permitirían ser deshojadas, lo que despertó su envidia, ya que ella era una florecita marchita que había permitido eso con su cuerpo y sus sentimientos. El sol irradiaba calidez y alegría por todo el lugar, hacía fotosíntesis en cada rincón de su exquisita piel. Miró al cielo con una sonrisa infantil y no encontró ni una sola nube, todo era azul, todo era luz, todo era perfume floral. Pensó que quizás el palacio estaba construido sobre una nube, una nube con forma de oveja posada en lo alto de la inmensidad del mar. 
Siguió caminando hasta llegar al jardín y quedó maravillada al ver una estatua de Kali, su madre. Contempló estupefacta todas las joyas que adornaban su celestial figura y luego entendió de dónde había heredado esa implacable belleza que era parte de los ingredientes de su propia receta, de un perfecto desastre. Se sentó a conversar con ella, le preguntó si la muerte era el sentido de la vida o si la vida era el sentido de la muerte, si la muerte era lo mismo que el final despiadado del amor, si la muerte era el fin o tan solo el inicio. También le dijo que tenía el corazón roto y que tal vez ese era el primer síntoma de la muerte o de la vida. Se quedó un rato mirando los ojos de su madre y pensó que probablemente ella había vivido lo mismo en algún punto de su vida, por eso ahora era fuerte y soportaba su vida, y todo lo que allí se escondía, con más ímpetu que nunca. Después se levantó y le dio un beso en la mejilla, tomó el collar de jade con forma de calavera que colgaba en su cuello. Lo puso en el suyo y le agradeció a su madre por su trabajo; gracias a ella los humanos tendrían que aprender a adorar la vida antes que a la muerte. También comprendió que destruir es un paso ineludible para crear. Es un ciclo, la metamorfosis incesante de nuestra existencia. Es por ello que cuando nos destruyen por dentro, algo también allí germina, aunque no sepamos con claridad qué es. 
Se despidió de su madre y escuchó el sonido del agua proveniente de una fuente. Se acercó con el fin de ver su rostro reflejado en el agua, mas solo vio trozos de cartas y fotografías, botellas vacías y colillas de cigarrillos. Al estar ahí, percibió un olor nauseabundo que penetraba sus vísceras. Observó detenidamente y notó que en el fondo del agua verdosa se encontraban dos cabezas con marcas de besos hechos con labial negro, estaban siendo devoradas por gusanos. Aguantó las ganas de vomitar e introdujo sus manitos en la fuente. Al sacarlas, tenía en su mano derecha la cabeza de Lobo, en la izquierda, su propia cabeza. Arrojó su cabeza de nuevo a la fuente y miró la cabeza de Lobo. Admiró sus ojos, sus labios, la barba que tanto le gustaba, el tatuaje de una pequeña catrina que tenía detrás de su oreja izquierda. Aún estaba perdidamente enamorada de él. Sin pensarlo dos veces lo besó igual que la primera vez y le dijo: —tengo los sesos deliberadamente perturbados por tus falsas palabras —. Lanzó con rabia la cabeza de Lobo a la fuente con la esperanza de que así pudiese estar junto a la suya por toda la eternidad, o por toda la fugacidad que el amor implica. Metió la mano en su bolsillo y halló un par de billetes arrugados. Entonces decidió salir de aquel lugar en busca de una cerveza negra y helada, no sin antes prenderle fuego a todo el palacio para no volver a toparse con él otra mañana incierta y secreta, porque cada encuentro canino le dejaba una marca imborrable en lo profundo de su alma, en la levedad de su ser. 
…Y le dije buena suerte y hasta luego, y nunca más la volveré a ver, o tal vez sea en algún tiempo.
Carlitos
http://www.elespectador.com/noticias/cultura/el-palacio-de-flores-y-fuego-articulo-636229
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palabrasr · 9 years ago
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Sensaciones
Recuerdo cuando dije que este invierno sería menos frío que el anterior y aquí estoy, congelándome… 
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Ilustración: Carlos Andrés Pérez
Yo, cuyo nombre no interesa, identificado con un número que no recuerdo porque lo anoté en un papelito y se me cayó del bolsillo de mi chaqueta rota y vieja, redacto esta notificación para dar constancia escrita de mi deseo de renunciar a ti. Mi renuncia se debe a que no me siento con la capacidad emocional de cumplir con los requerimientos de tus caprichos… a pesar de que desee hacerlo, puesto que ya me siento agotado.
Estar tendido mirando al techo con este sabor de incertidumbre es una constante que se ha filtrado por los rayos de sol, por la oscuridad y el silencio del día, a través de la niebla densa que nos hace abrazarnos a nosotros mismos para que no se nos hielen los dedos, los pensamientos y los besos. Analizar cada momento, cada palabra, cada mirada, para en ella tratar de encontrar alguna esperanza, alguna razón para seguir adelante, una excusa que justifique cada detalle evidente que nos golpea en los recuerdos, en la cara, en los sueños, pero que incluso así queremos justificar; es inútil, lo sé muy bien, no lo puedo cambiar, es una parte que conforma la mecánica de mi cuerpo, la anatomía de mi alma, un programa que me instalaron en una borrachera, en una lluvia donde se me mojaron las palabras que se convirtieron en poemas húmedos y frágiles. Creo que en realidad siempre lo supe. A pesar del temor y la ansiedad que me producía esta debilidad latente. Perdí el control, mi cuerpo era impulsado por los sentimientos que crecían en un árbol bajo el otoño amarillo de la música que llevamos tatuada en nuestras cicatrices.
Desde el inicio quise detenerlo, quise detenerme, pero fui más fuerte, mis sueños son mucho más poderosos que mi razón, el anhelo inocente de encontrar a esa persona con la cual compartir un momento sentados en un parque viendo al cielo, compartiendo las diferencias, tomarnos de las manos y comparar el tamaño de las mismas, hablar de las canciones favoritas, de aquellos momentos que rasgaron nuestra vida y marchitaron nuestra piel, mirarnos directamente a los ojos y decir miles de cosas sin pronunciar palabra alguna, sin emitir algún sonido, disfrutar el aroma del momento y buscar un nombre con el que se pueda asociar, escoger una escena de una película para fotografiar en ella nuestro primer beso.
Todas esas ridiculeces que no puedo manejar. Todo aquello que tanto detestas, porque no es lo que esperas, no es lo que quieres, porque te excusas a ti misma, te das golpes en la espalda recordándote que me harás daño, que no tienes nada que ofrecerme. Pero es una total farsa, porque nadie se lastima más que tú, vives con un corazón seco, lleno de arena, lleno de cenizas, lleno de polvo, tan vacío y hueco.
Es cierto, puede que a mí me vayan a lastimar, que me ilusiono con cada palabra, que espero mucho de poco, que el romanticismo no sirve de nada en una sociedad donde el individualismo triunfó sobre cualquier idea relacionada con el amor. Hoy estoy completamente seguro de ello, tienes toda la razón, siempre la has tenido. Pero, ¿sabes? Mil veces prefiero tener esta sensación, estar confundido, disfrutar esa emoción que embriaga y distorsiona nuestro criterio, nuestra vida, todo aquello que fingimos al usar una máscara para no contrariar a las reglas sociales, para no despertar sospechas de que nos atrevimos a ser diferentes, a ser quienes queríamos ser y no quienes debíamos ser, siempre lo elegiría, aunque por las noches en mi soledad me envenene el alma y me pudra el corazón día a día, poema a poema, canción a canción, porque no podría ser como tú, me odiaría por eso, me repugna tan sólo pensarlo, aunque tenga el control de mis emociones, aunque sepa el final del libro sin siquiera leerlo o buscar frasecitas para escribirlas en la pared, aunque sepa el final de la película sin disfrutar sus imágenes o la actuación de cada personaje para sentirme identificado con uno, o quizás varios, aunque sea yo el que sonría ante las lágrimas ajenas, aunque hoy me quemen estas palabras, aunque me congele la frustración cuando recuerde que tenías razón.
Así es, lo elegiría sin dudarlo, porque no podría vivir resignado a no encontrar el amor, porque mi vida misma representa el amor que alguna vez hubo entre dos personas, porque cada nota que escribo, porque cada palabra que escucho es amor, y es por eso que hoy no puedo evitar sentirme mal, sentirme avergonzado e invadido por los interrogantes, pero, sobre todo, te tengo lástima, porque estás vacía por dentro, porque perdiste la ilusión, porque tus lágrimas se secaron y ahora es parte del maquillaje que usas para agradar a los demás, porque sé que te rasgará el alma recordar, en algún momento, cuando no estés rodeada de atención ni halagos, que hubo alguien que estuvo dispuesto a darte amor, a amarte, y tú preferiste dejarlo ir, preferiste ser quien no saliera lastimada, ser la ganadora de una batalla que nunca empezó. Eso es algo que yo jamás me perdonaría, espero que tú si puedas hacerlo, y espero, de todo corazón, que algún día encuentres el amor.
Te deseo muchísimos éxitos en todos tus proyectos.Agradezco tu atención.Con el corazón en la mano,Alguien más que pasó por tu vida, cuyo nombre olvidarás tan pronto como conozcas a alguien más.
...Nunca pensé que justo este invierno sería el más frío que he visto pasar, yo no sirvo para amar.
Carlitos
http://www.elespectador.com/noticias/cultura/sensaciones-articulo-609838
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palabrasr · 9 years ago
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Canela
… Is there anybody in there? Just nod if you can hear me. Is there anyone home?...
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Ilustración: ISTOCK
Lamentablemente, todas las historias que son reales no tienen un final feliz, un amor que se convierte en leyenda, un punto en el cual tu vida se convierte en una serie de sucesos donde te embriaga la felicidad y el éxtasis de sentirte vivo. Un príncipe heroico que batalla día y noche por la mujer que ama, una princesa que mira a la luna con lágrimas en sus mejillas, sabiendo que muy pronto todo va a estar bien, que todo su dolor habrá valido la pena, una canción que sella un beso como si se tratase de un pacto de amor inquebrantable, un recuerdo que no se consume por el tiempo, un atardecer que fue testigo de la pasión desbordada de la piel y la saliva de dos amantes destinados a encontrase, ni mucho menos un patético “y fueron felices por siempre”. Esta es una de ellas, es la historia de mi vida. Así que no esperen que estas palabras que voy a narrar les deje una moraleja, un suspiro que les recordará a alguien, una foto firmada con un “te amaré por siempre”, tampoco una sonrisa en el rostro; o bueno, quizás sí, todo depende de la perspectiva que tengan frente a las estupideces que hacen parte de nuestra monotonía, y me refiero a aquellas que tanto odiamos y amamos, pero que al fin y al cabo hacen parte de nuestra idiosincrasia humana, e incluso animal: el amor, la vida, y por qué no, siendo la más importante e imponente, la muerte.
Mi nombre es Canela. Mis besos saben a canela. La vida entera es un clavo. Un clavo atravesado en mi corazón. Un clavo de canela. Color canela son mis ojos, dos esferitas que me sirven para distorsionar la realidad, para imaginarme los mejores paisajes jamás fotografiados, para llorar cuando la soledad es la única que está junto a mí cuando necesito hablar con alguien, para ver a las parejas que se toman de la mano mientras atraviesan la calle que está al frente de mi decrépita casa, para añorar el poder cumplir todos los sueños que de niña me propuse, para mirarme al espejo desnuda y sentir que no soy un fantasma, que aún soy de carne y hueso, para mirar al cielo y maldecir a Dios para luego suplicar su ayuda.
Soy una mujer sencilla… bueno tal vez no, no creo que esta sea una ocasión para aparentar lo que no soy. Ya estoy harta de mentir. No me gusta conformarme con las cosas simples y triviales que transcurren a lo largo de la vida. Me gusta alucinar con la poesía y suspirar cada vez que me siento al lado de mi ventana a ver el amanecer mientras los recuerdos de mi pasado llegan a mí en una secuencia desordenada, lo que me hace dudar de si se trata de mí, o si tan sólo es alguien más que vive mi vida, convirtiéndome en un recipiente que fue elaborado en Taiwán por niños explotados.
Solía caminar bajo la lluvia para sentir esas goticas frías como diminutos besos por todo mi cuerpo. Disfrutaba saltar de charco en charco y ver cómo mi pelo se mecía como si estuviera danzando conmigo, al tiempo que el viento helaba mis mejillas. Me encantaba fumar y creer que el humo ascendía al cielo y se convertía en nubes con las formas más sorprendentes e inimaginables. Bebía en exceso y sin remordimiento para entonces sentir que yo era un barquito estropeado que navegaba por una ciudad destruida y abandonada. Disfrutaba subir al máximo el volumen de la música y cantar las canciones que me recordaban, de una u otra forma, a cada persona que fue un pincelazo más en mí, una marca más en este cuerpo que es un lienzo de tela rota y desteñida. Siempre tenía en mi bolsillo una tiza y escribía frases de amor en las esquinas para aquellos que cargan la tristeza sobre sus ojos pudieran sonreír o simplemente recordar al ver tan pintorescos y artesanales mensajes.
No se imaginan lo feliz que era cuando hacía cada una de estas tonterías. Pero cuando tienes cáncer y estás a punto de morir, debes cuidar cada cosa que haces en tu vida, desde el qué comes hasta el cómo lo comes… y ojalá estuviera diciendo esto con doble sentido.
Alguna vez amé. Sí, amé. Amé intensamente, de eso no cabe la menor duda. Nadie puede refutarlo. Pero estaba más sola cuando estaba con él, que cuando tenía la certeza de estar absolutamente sin nadie a mi alrededor.
¿Alguno se ha puesto a pensar qué es el amor o para qué putas sirve? Pues bien, creo que es una pregunta interesante y destructiva. Todos afirman que aman, han amado o darían todo por amar, pero nadie sabe con exactitud y precisión qué significa o qué implica tan común palabra que ha sido prostituida al límite por esta sociedad consumista, una sociedad que ha eyaculado y luego fecundado en nuestra mente pensamientos y comportamientos pre-apocalípticos.
No traten de llegar a una respuesta, y si lo hacen, no pretendan engañarse a sí mismos fingiendo que aquella respuesta es una verdad absoluta. Un día alguien me dijo que en esta vida no se podía desperdiciar el tiempo pensando, únicamente, disfrutando. Así que amen, arriesguen todo por esa persona que los hace sentir vivos. Besen como si fuera el último beso. Díganle a esa persona especial todo lo que significa en su vida. Luego odien, arrepiéntanse por haber dado tanto y haber recibido tan poco. Lloren y laméntense por haber permitido que alguien haya destruido todo, y en especial a ustedes, en tan sólo un instante. Pero recuerden, de esto se trata, es un ciclo constante de alegrías y decepciones que nos abrazan para después escupirnos, ¡directo en la cara, en tu pálida y melancólica cara!
Hoy creo que ya estoy muerta. No respiro el aroma de mamá haciendo un chocolate con pan, no escucho los gritos de papá frente a la TV, no percibo los ronroneos de Lana ni sus saltos alrededor de mi habitación, no puedo fijar mi vista en el afiche de Janis Joplin que yace en mi pared. Sólo lo veo a él, su rostro que se desdibuja lentamente en la niebla. He intentado levantarme, pero no lo consigo. De todas formas, el día está muy frío, así que prefiero quedarme otro ratico en mis cobijas. Lamento no haber llamado antes a ese imbécil y decirle lo mucho que lo amaba, lo mucho que lo extrañaba, lo mucho que lo necesitaba. Quizá le hubiera dicho que lo perdonaba, que todo iba a estar bien, que compráramos tequila y fuéramos al parque, a los columpios donde lo conocí, con la única condición de que no me dejará marchitar en la oscuridad y la soledad de esta prisión. Me hubiera gustado pasar más tiempo con todos… me hubiera gustado tener más tiempo…o por lo menos, no malgastarlo.
Lo malo de morirse es que es para toda la vida, de resto no es algo tan trágico como nos lo hacen ver. Lo que sí detesto es tener que despedirme de todos, eso es lo peor, odio las despedidas. Ahora puedo afirmar con seguridad que al fin me di cuenta que lo único que en el fondo queremos lograr, es intentar escapar de nuestra propia realidad, que las mentiras son los cimientos más sólidos de nuestra vida, porque al enfrentarla, nos damos cuenta que no hay nada que valga la pena, nada por lo cual permanecer, ni mucho menos regresar.
...The child is grown, The dream is gone. I have become comfortably numb.
Carlitos
http://www.elespectador.com/noticias/cultura/canela-articulo-569042
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