C’est pas or
De la palabra al objeto
Esto no es oro
El poema “Oro” de Mathias Goeritz, es uno de los pocos que escribió (o más bien dispuso) dicho arquitecto y escultor alemán en su estancia en México. Éste poema se ha relacionado con la serie de cuadros Mensajes dorados, trabajados con hoja de oro, ya dispuesta sobre el marco, ya perforada, que produjo posteriormente el artista.
Ambas obras, creadas en la segunda mitad del siglo pasado, recrean el estilo e intenciones arquitectónicas de Goeritz, promotor de la arquitectura emocional, que postulaba que ésta debía, tal como las demás artes, provocar un estado de ánimo en el espectador. De esta manera, el arquitecto se enfrentaba a las ideas funcionalistas de la época.
En primer lugar, el poema se ha relacionado con la poesía concreta o concretista. Concebir al poema como un objeto físico, no sólo lingüístico. Como objeto físico, el poema tendrá una estructura (no solo la lingüística), unas dimensiones, un peso, una textura. ¿Quién mejor para manejar la lengua como un elemento arquitectónico que Goeritz?
El poema, dividido en doce cuadros, en los que se juega con la disposición de la palabra oro, repetida en muchas ocasiones, podría mostrar: un proceso de construcción o muchas realidades simultáneas, un catálogo de texturas y acabados, opciones, alternativas, soluciones.
El artista aprovecha que las letras remiten a sonidos, que se pueden formar palabras con ellas, (qué obviedad) y que las palabras que remiten a ideas, a imágenes en los sentidos, a valoraciones, a emociones. Tal puede ser el poder de las letras en el papel. La norma las usa de manera lineal, de izquierda a derecha. Arial 12, 1.5 de interlineado.
Pero Goeritz es arquitecto. A manera de columnas, ladrillos, vigas, puntos en un plano, líneas, engarces… las letras se encadenan de tantas maneras. Como si fueran objetos, dispone de las letras: entonces, yo imagino metálicas decoraciones, altas columnas, ventanales, vitrales, muros… Y, a la vez, leo: oro. Y luego, la repetición (el recurso más simple y más significativo): oro oro oro oro oro. Esta acumulación -de lectura incómoda- me parece, en la semántica, conocida:
El despilfarro, el derroche, el lujo, ese gusto tan extraño, permitido por el sistema y sus jerarquías; y que recuerda a una monarquía injusta, a una traición, nos sabe a robo (“se llevaron el oro y nos dejaron el oro”).
En el museo Soumaya, de arquitectura interesante, hay dentro un pequeño museo Soumaya de oro macizo. ¿Qué es el oro? ¿Cuál es su lugar en el arte? ¿Qué trae consigo al receptor el oro? Las cualidades de su color, su brillo, su peso. Pero también su presencia, su valor, el deseo, la riqueza, la avaricia, el poder, la belleza.
En Mensajes dorados, Goeritz cubre marcos con láminas de oro. Los dispone equilibradamente de tal manera que sus límites dibujen una cruz. Se exponen solos. Algunas láminas, están perforadas ya de manera regular, de forma neurótica. Agujereadas, las láminas recuerdan las os del poema. Pero también a agujeros de bala.
¿Qué hace uno con esto? Podríamos recordar la obra C’est pas une pipe:
Un juego que sirve para recordarnos que no hemos de confundir la palabra con la cosa. Que el pensamiento mágico, aquel que iguala palabra y cosa y que promete su dependencia (al manejar la palabra, controlas las cosas), se quedó en el Edén, es una promesa de la antigüedad, es una leyenda aplastada por la modernidad. No solo reconozcamos la diferencia entre palabra y cosa, dividámosla, distanciemos lo que antes estaba unido. No debemos olvidar que somos seres simbólicos, que vivimos, por completo, en nuestras interpretaciones del mundo “real”.
Qué más eficaz para recordarnos esa terrible diferencia que el oro: un entramado de letras formando una lámina de “oro”, no vale, por sí mismo, más que una verdadera lámina de oro. De oro oro.
C’est pas or.
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Écfrasis – El despertar de la Musmé (Acuarela de Kunisada) de Juan José Tablada
El texto de Tablada resulta interesante porque permite visualizar la acuarela de Kunisada a la vez que transmite las sensaciones y efectos que provocaría la imagen al verla. Esto lo logra gracias a la musicalidad de las palabras que elije y a que no sólo describe los elementos visuales, sino que los poetiza, los refiere mediante metáforas y comparaciones. Aunque el autor esté dibujando una imagen estática, el texto le da una vida interna muy poderosa, pues nos permite imaginar lo que está pensando la Musmé, lo que ésta sucediendo en los planos más alejados de nuestra visión, etc.
Si recuperáramos únicamente los elementos visuales (de color, disposición de los elementos en el espacio, perspectiva etc.) podríamos extraer lo siguiente:
Vemos una habitación de paredes de papel transparente, poco iluminada. Frente a ella hay un biombo azul donde se refleja una luz, que bien podría ser de la luna o de una lámpara. Está una mujer incorporándose después de sueño, vestida de sedas y sobre edredones. Ella tiene la piel blanquísima y el cabello negro, probablemente enredado. Tras el biombo azul, asoma una sirvienta que carga el té, las tazas y una pipa con tabaco.
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“Todo perece
por ley universal. Aun este mundo
tan bello y tan brillante que habitamos,
es el cadáver pálido y deforme
de otro mundo que fue”. J. M. de Heredia
Es un instinto buscar nuestro reflejo en los espejos donde nos conocimos, el fracaso es inevitable: siempre encontraremos la mirada del Otro.
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