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El tiempo
Hace un par de años ya recuerdo una conversación a la que últimamente retorno. Uno de mis más grandes amigos y yo caminábamos por una avenida y en algún punto mi amigo me hablaba de lo importante que eran las calles de Lima para nosotros, para la historia, para la memoria colectiva. En aquel momento toda la cháchara me pareció demasiado grandilocuente para mí. Me decía para mis adentros: yo, que me suelo perder cada dos avenidas, no sé nada de Lima y no lo sabré incluso si vivo más de cien años en esta ciudad. Yo, que solo sueño con marcharme lo más lejos posible de aquí, no quiero tener nada que ver con esta ciudad llena de moho y tráfico y clacsons y humedad y semáforos malogrados y ese recordatorio constante de que sigues acá cuando tu lugar es en esa carretera muchísimo más lejos de aquí.
Vuelvo a esa conversación, porque en estas últimas semanas lamentablemente he tenido tiempo, quizá demasiado tiempo, para pensar en el mundo, en mí, en esa ruta de carretera hacia la nada. Me vi a mí misma tejiendo conversaciones diferentes de tiempos diferentes para responderme o quizá, sería más preciso decir, para darle un poco de valor al arte de perder el tiempo y a la modorra.
Hace unas semanas una de mis amigas me preguntó: ¿Qué es el tiempo para ti? Aquel día me quedé en blanco. Pensé automáticamente en citas de libros y me avergoncé un poco de mí misma, luego pensé en películas, en canciones y me quedé en la música por un buen rato. Ahora hay días en que me siento frente a la pc y me pregunto a mí misma: ¿qué es el tiempo para mí? Y lo graciosísimo del asunto es que no puedo dejar de pensar en estas citas de libros, en estas películas, en estas canciones relacionadas con una y otra calle de Lima. Pienso en el tiempo y pienso en la literatura también y en este arte ocioso y cansado y triste y desesperante, que para mí significa escribir poesía y pienso en escenas que ya no existen. Pienso en pedazos de conversaciones que quizá nunca existieron y mi cerebro las inventó para hacerme sentir un poquito mejor conmigo misma. No tengo una respuesta todavía, pero tengo un cúmulo de ideas y termino concluyendo que para mí la avenida universitaria tiene una memoria de un tiempo que ya no es, pero quizá en otra dimensión desconocida recién está sucediendo y cuando subo a los buses y veo las calles, me pasa eso de verme a mí misma caminando con tres, cuatro, cinco años menos. Me pasa seguido que entiendo la ciudad cada vez más como parte de esta construcción extraña que soy ahora y me entristece saber que cuando recorría cada parque, cada plaza y cada calle de madrugada años atrás no era consciente de que estaba dejando a cada paso un pedacito de mí misma, que me estaba haciendo una con ese tiempo que no llego a entender y estaba escribiendo algo parecido a un cadáver exquisito en esa ruta, que es y que luego será.  Y sí, al final no hay una respuesta real sobre el tiempo en estas letras, pero dejo esta idea de que de alguna forma el espacio, las letras y el tiempo tienen un hilo en común, quién sabe a dónde lleguen y si de verdad importa al final del día leer disertaciones intrascendentes como esta.
Y bueno, para darle algo de trascendencia real a este post, confieso, producto enteramente de la modorra y procastinación que pronto desaparecerá; les dejo un poema que escribí hace poco pensando en esto del tiempo, Lima y la vida.
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McNaught y el día que decidimos no pagar la renta
(Primer manifiesto)
·         Paso 1
Quise morir a los doce, caminé demasiadas cuadras hacia la escuela y el sol terminó por quemarme la piel. A los quince intenté repetir el acto, la sangre, la falda y los amores con cartas escritas a última hora. Entonces llegué a los veinte y no supe qué hacer. Mi nombre no combinó nunca con los dos dígitos; llegué arrastrándome mientras abría la boca, mis poros, mi vulva sucia y el centro eterno de mi ombligo:
 Me como las calles,
 Hambrienta
 De esa parte de Lima que nunca duerme,
 Con mis colmillos de vampira etílica
Que succionan  fluido tras fluido
                                      y muerden esta madrugada
de buses vacíos,
con sus estaciones y la cara de mi madre
Te muerdo el hombro
No a la cara
Para que me veas
Fracasar con más realismo.
  Hambrienta
de las caminatas  descalza por el puente Trujillo
 Me trago
                                  Tú, ellas, nosotras,
Nos
Tragamos,
 Mi tristeza de virgen desahuciada,
                           Sacamos la lampa
Empezamos a cavar
                                              Hay una fosa en el hostal  Versalles,
                                              A la mitad del tercer piso.
Hay una fosa abierta con tus manos tendidas, el blíster de oro de la sertralina de cien miligramos, para ti, el llanto de nuestros bebés y para ellos los poemas sobre la cura del papiloma humano y el cáncer de mama. Para ellos, mi alabaré con las faldas levantadas y esta pandereta que busca detener el tiempo antes de finalizar el ritual.
 Hay un cuerpo dentro de la fosa
 Hay un cuerpo que no comeré
 Hay un hambre que no calla mis intestinos
 Y
 Ya
 He lavado la pala
 Y
 Ya
 Quiero terminar de comerme los postes de luz, los empaques de chicles de las avenidas principales, ese cohete rumbo a la nada donde no pude hallar un lugar.
 Y luego de comérmelo todo,
 Yo
Solo
Quiero volar
 ·         Paso 2
 Soñé con mis láminas sobre el aparato nervioso para mi clase de biología de cuarto grado. Tenías un mechón sobre la frente y una mano alargada que combinaba con tu distintivo de delegada escolar. Soñé con una hermosa parálisis de sueño que me lanzaba el balón en medio del patio y yo miraba hacia el aula de clases petrificada. Entonces desperté y tú ya dormías el sueño de los prófugos.
                                   Me apena mirarte en medio de los caramelos
 Saber que cuando salga de esta
 -Esta nuestra intersección-
No volveré a comer los caramelos que explotan en tu boca
No tomaré las fotos con las cámaras de rollo Kodaks
No habrá una caminata rumbo a la tienda de CDS
 Me queda nuestra gastritis, la taquicardia, las depresiones que me abrazan hasta el fondo. Me queda ahora este aire de un domingo que me habla de tus dudas vocacionales.
 El pasado se ha arrastrado por mi estómago
Se abrió como una ameba
Se multiplicó en un parpadear de ojos
                                                                              De tus ojos sin córneas
 Se ha realizado una metástasis que se incrustó en mi pecho.
 Yo miro en las avenidas
 Nombre tras nombre
Hojas que se caen
Condominios que cambiaron de dueños
 El aquí y el ahora que tiene un nombre ficticio de una ciudad que no me reconoce, que no me entiende. Le ofrecí una cucharada de azúcar a la capital y me dijiste que bastaba con dos, que a los fantasmas les encanta el café amargo. Algo tenían ustedes en común. Algo a pesar de ese tabaco sin filtro y las pupilas dilatadas.
  Ahora rebobinemos nuestros VHS,
Sé que te irás al final de la película de fantasía.
Pero esta noche,
Dormimos los tres.
·         Paso 3
Si pudiera olvidarlo todo
Si pudiera sacarme el recuerdo de todos los pasos por las calles llenas de moho
Hoy ya no somos niñas pequeñas
Mil disculpas no bastan,
Mil disculpas no perdonan nuestras ofensas
Si pudiera decirle its all over a mis ilusiones que chocan hirviendo contra la tierra, o parten para volver en el minuto exacto.
Pero ya no somos esas niñas
La que te mira al espejo,
Yo, tengo el rostro de una eternidad que no puedes fotografiar con tus aparatitos del nuevo siglo. Me pides que abra la mano. Hay una línea larga que te dice que viviré para ver el fracaso y reinado de nuevas civilizaciones y mi elixir de la juventud eterna está en el medio de las doce uvas de la mesa de mi madre.
Pero yo no le creo a los hombres
Y
Ya
No
Soy esa niña
Hoy he renacido en este cuerpo que se refleja con la caída de las pieles y la muerte, la muerte de las células del nuevo mundo, la muerte de los incrédulos que prendieron fuegos artificiales para nuestro primer encuentro con los jinetes de túnicas negras.
Tengo la noticia del fin del mundo a flor de piel, como todas.
Las niñas que sobrevivieron al fin de siglo
Las niñas que vieron el final de la Edad Media
Las niñas que prendieron una Pentium cuatro, cuando querían darle la vuelta a su cassette en el walkman
Las niñas con ojos grandes que vieron el final de sus vidas a los veinticinco años.
¿Dime, qué me queda ahora?
A mí, cargada de caprichos.
Con la juventud derritiéndose al paso de la cera.
Con las voces de los cerdos diciéndome que solo me queda mirar fijo hacia ese punto y sonreír para la fotografía. Luego tocará taparse la boca, colocarse un esparadrapo para no hacer demasiado ruido, consumir la cantidad exacta de laxantes, matricularme en un gimnasio. Toca construirse un cuerpo nuevo que no ofenda la religión del nuevo Cristo.
Pero ya no soy esa niña
Te permito llevarme contigo
Este cuerpo
Esta vida
Este aire
Ya no lo quiero
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Final de temporada
                                                                                                        A Libertá
He terminado muchos amores. A distancia, por internet, en paraderos de buses, en la puerta del colegio parroquial y probablemente terminé más en el futuro. Pero, hay amores que a una la componen de una manera distinta. Hay un arte detrás de sentarse en el sofá con la mejor amiga y mirar hacia la ventana a la mitad de la noche contándose sus sueños en una casita pequeñita, con una arquitectura tan mala como las cabezas de las que la habitan. Y creo que a ese tipo de amores cuesta más cambiarles la ruta, como se le cambiaría a las relaciones.
Incluso el amor a la casita empieza a crecer con los días y en algún momento se siente como un ente vivo, donde comienzas por fin a ser adulta. Hasta que ya no lo haces.
Y en el camino inicialmente con luces encuentras una planta y la robas para tu nuevo hogar y encuentras un libro y lo robas para tu nuevo hogar. Con el tiempo terminas percatándote de que tienes una gran biblioteca e incluso en los días malos o inciertos, aprendes un nuevo vicio. Te sientas al lado del librero y prendes las luces mientras miras los libros, sin tocarlos, sin leerlos, los miras como una especie de botín de guerra y te imaginas luego a tu amiga y a ti como piratas de alguna serie mala de Netflix y luego te duermes en el sofá mientras miras el atardecer en esa casa tan diferente a la casa donde creciste, pero que sabes, porque lo sabes, te abraza con sus ramas invisibles. Hasta que ya no lo hace.
Y algo que aprendí al final del verano es que es que demasiado calor mata a las plantas, por mucho amor que les des y, pese a gustarme las películas de culto, la vida real es mucho más jodida que el cine o la poesía. Finalmente, es mejor pegar las cosas para decorar los primeros hogares con limpiatipo en vez de cinta de doble contacto, pese a la emoción de habitar un espacio nuevo, pese a las ganas de abrazar a la nueva casa; al final del día y de la tarde, te aseguro que antes de los 30 todas las cosas materiales son transitorias, pero el amor, el amor que no cabía dentro de la casa, el amor sentado en la silla verde mientras tu amiga te contaba sus dramas amorosos y tú terminabas trabajos a pedido, el amor escondido en el baño mientras tú le llorabas a tu amiga sobre lo feo feo feo que era crecer, el amor a diferencia de la cinta de doble contacto, se va contigo, sin rasgarse o romperse, hacia el otro nuevo hogar donde volverá a echar raíces, no demasiado profundas, en caso de que toque volver a partir luego.
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Días de tormenta
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Comentario Pavepavas
Si tuviera que describir la obra de Gonzalo del Rosario en una palabra, no me decidiría por escribir simplemente ganya, aunque  no niego que rondaría por unos minutos por mi cabeza; pero más que eso, considero que Pavepavas es un conjunto de cuentos interesantes por el tono de la narración y por su desparpajo frente al lector y la crítica. Y, sí, la palabra que resume el libro es simplemente desparpajo y todos sus sinónimos.  
 Hace exactamente dos años pude presentar junto a mi mejor amiga la reedición de Cuentos pakemarse y pese a que este comentario tenía como eje central disertar sobre los cuentos Pavepavas, me iré un poco por las ramas, como para hacerle homenaje a la prosa del Gonza. Mi punto, básicamente, es que, mientras empezaba a leer los primeros cuentos esperaba encontrarme con algo de la narrativa del absurdo, gore y fantástica que recorría Cuentos pakemarse, pero lo que me encontré fue algo bastante diferente. Desde mi perspectiva para bien, no eran cuentos sobre chicos que se transportaban con un bus entero a otra dimensión o parejas que comían chicharrones de bebés o personas que quedaban varadas en una isla; sino se abordaban temas de una cotidianidad no solo curiosa, sino, sí, voy a usar la palabra temida en el ámbito literario, eran cuentos divertidos (kill me now).
 Ahora comienzo con el comentario real. Además del tema de la ganya, sí, a lo largo de los cuentos encontrarán escenas de muchachos universitarios que tienen encuentros del tercer tipo con la policía; youngadults, que hartos de la rutina limeña lanzan de todas las formas posibles por las calles de Barranco; correctores de estilo que miran su trabajo como una condena perpetua y, principalmente, imágenes de personajes que viajan de Trujillo a Lima, pero no imágenes tristes, sino bastante graciosas. Creo que una de las que más se me quedó en la cabeza es la escena del joven corrector que sale a encontrarse con su dyler y lo terminan paseando por el “Mejor poeta joven de la generación del 2015” y un largo etc. Pero de nuevo, mi punto, es que los cuentos irán rompiendo con el género mismo hasta convertirse en relatos amorfos, desde mi lectura, muchos de ellos autoficciones, pero otros simplemente intentos de crónicas que parecen cuentos, pero parecen crónicas, pero parecen fragmentos de un diario o de un manual sobre: Cómo lanzar por diferentes partes del Perú y no ser atrapados por los tombos o Cómo sobrevivir en Lima lanzando como una chimenea.
 El otro punto que me gustaría abordar es la manera en que se relatan distintos registros a lo largo de los cuentos. De tal manera que, se trata de representar el habla cotidiana de los jóvenes “escritores”, pero también se intenta exponer literariamente otra imagen de diversas regiones bastante mitificadas en un millar de libros canónicos, regiones y el mismo círculo literario. Así, encontraremos a lo largo del libro a personajes cada uno más bagre que el otro, personajes como Jules, los amigos músicos con los que viaja, la descripción de Too boos y un pedacito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, los (CENSURA) editores, la otra cara del altiplano en el viaje por Puno, y la otra cara de la cultura de Cajamarca.
 Finalmente, algo que también sentí, y me pareció divertidísimo, fue la clara marca de referentes generacionales a lo largo de los cuentos. De alguna manera, mientras iba pasando página tras página, una partecita de mi cerebro me decía que los cuentos bien podrían comenzar con una intro que dijera: Solo válido para amantes de MTV, la literatura y la ganya de 1990 para arriba, abstenerse mayores o nacidos en el 2000. (Dios, siento que acabo de envejecer mil años escribiendo esto).
 Les dejo uno de los fragmentos más divertidos para mí:
 "De frente caer a espaldas de la Facultad de Letras, porque ahí se puede encontrar de todo: desde hierba hasta ácidos, pasando por coca, pasta, anfetas, éxtasis, clonas, hongos, cualquier cosa que busques, Too boss lo tiene y si no también puedes preguntar en los laboratorios de Farmacia y Bioquímica, si te interesa algo de diseño. Esto es avalado por la autonomía universitaria: no se permite el ingreso de la Policía Nacional y así la ciudad cuenta con un lugar donde la juventud rebelde es libre de reunirse, llevar su trago, sacarle a cualquiera de los dílers (no es uno, son y serán legión) y su el amor te llama, ubicarte detrás de los arbustos, para después volver y seguir divirtiéndote acabadas las clases.
A punto de las diecisiete horas y algo, Dino siempre se hará presente para beneplácito de sus fieles contribuyentes: poetastros y fanzineros, quilqueros frustrados y cachineros, todos clamando por un sobre o una bolsita con su rizla arrugadita ( de cortesía), cuyo único y puro propósito es hacer divertidas las clases a los estudiantes de Letras... Sigue tus sueños, decían, estudia Literatura-Filosofía-Arte, decían."
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Av. Arequipa
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La mitad de mi vida se pasa en el recorrido por las madrugadas de Lima. Conservo la memoria de los edificios celestes, poner mi rostro en el vidrio, pensar en la melancolía que no solo se come sino que embarra y abrazar en silencio algunos versos de T.S. Eliot me desarma como un cubo pero no mágico, no me queda nada de magia o poderes ocultos en sistema óseo, lo que sí conservo en demasía es esa necesidad de las patrañas y de eso no solo culpo a Catalina, ni a Fernando, sino también a los jaboncillos de hostales baratos que vengo coleccionando con algo de fruición desde el verano pasado.
Miro la ventana con el soundtrack de los versos de Eliot y por la Av. Salaverry cambio a la estación de Maldoror, que sin duda alguna se asemeja más a mi rutina diaria.
Ahora que mis quince años, que mirados de costado en realidad son veinticinco, se me acaban, la crueldad de los meses de abril es cada vez más latente. Los recorridos de los deportistas a las seis de la mañana son la dicotomía perfecta para mis rezagos de alcohol y la aventura casi mítica de recordar escenas de la noche pasada, que para mí, ahora mirando de espaldas al conductor del Uber le pertenecen a la otra Font.  
Llegar a mi destino y empezar de nuevo.
Entrar de puntillas.
Cambiar de estación.
La melancolía te pide abrir los labios un poco más. Para saciar la culpa una tiene que tomar aproximadamente dos litros de agua y una taza cargada de café. Cambio de estación por tercera vez, te aseguro que Watannabe es el mejor aliado para la resaca. Rebobinar.
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Remember, remember
Recordar mis primeras lecturas sobre feminismo es uno de los ejercicios que más me conmueve en estos días de confusión continua. Desde los periódicos de mujeres o para mujeres como el Álbum de Lima, Alborada o La bella limeña que leí al inicio casi por obligación en mi mítico curso de siglo XIX, allá por el hasta Peregrinaciones de una paria de Flora Tristán, pasando por todas las obras leídas y releídas en el 2014, hasta mi curso de Literatura escrita por mujeres a finales del 2013, donde conocí a mis primeras compañeras feministas y dónde aprendí; además de nuevos títulos para mi biblioteca mental, que era posible y necesario criticar y re/pensar mi posicionamiento y transitar por este mundo violento para nuestro género, para nosotras, solo por el hecho de ser mujeres y querer re/presentar/nos a través de la palabra. La literatura me llevó a diversas conferencias y talleres a los que asistía asustadiza y casi siempre con mucho miedo de errar al levantar la mano y hacer preguntar sobre una terminología que me encontraba recién aprendiendo, conociendo. Recuerdo con tanta ternura a las compañerxs y profesoras que conocí en el Círculo de Flora Tristán allá en 2014, a mis compañeras de Rikchary Warmi, cuyas reuniones con cafecito en el tercer piso de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas todavía recuerdo. Luego llegaría el EFLAC, luego llegaría la hora de tomar un posicionamiento, de salir del closet de la literatura y de la vida; conocería el lado político del feminismo: el activismo y el artivismo y conocería a mujeres con tanta pasión y amor dentro de sus corazones golpeados una y otra vez por este sistema. Mujeres con las que pude entablar las amistades más hermosas que hasta ahora conservo. Si tuviera un real giratiempo y me fuera posible retroceder mis pasos hasta el momento en el que debía decidir mis electivos, allá hace casi cuatro años atrás, tomaría las mismas decisiones una y otra vez. Sin importar lo duro que haya sido todo desde entonces, abrir los ojos a un mundo lleno de trenzas de opresiones, lo complicado que fue llenarme de dudas por conocer más el eje de nuestra desigualdad, la impotencia que genera no poder multiplicarme por mil para salvar y abrazar a todas las mujeres que sufren violencia de cualquier tipo en este mundo de mierda, lo volvería a hacer una y otra vez. Porque el feminismo me enseñó que existe una utopía de un mundo libre para todas y una serie de mujeres que antes que yo, antes que nosotras y antes que tú existiera/mos/ras; pusieron la letra, el puño y la cuerpa desde los espacios que concebían conocidos para que nosotras podamos salir y tomar el espacio público, la palabra, la poesía, el arte. A ellas les debemos tenerlas presentes cuando tengamos que construir las memorias de este proto movimiento/movimientos feminista que se vive actualmente en el Perú…
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Metropolitano 2018
Rodolfo me dijo que suba y yo no lo pensé más. Una vez adentro, en medio del mar de gente, empecé a reflexionar sobre lo extraño de nuestro encuentro. Él se sentó inmediatamente al lado de la ventana y yo lo seguí rápidamente. A su lado no podía dejar de sentir una seguridad extrema. Hinostroza tenía una mirada demasiado fija, me preguntó en primer lugar si también escribía, no sabía muy bien qué responderle y le dije que no.
-Deberías, muchacha-, fue su respuesta.
Me comentó entonces sobre una pelea entre poetas que había sucedido cuando vivía en Barcelona, todo había girado sobre una mala reseña que se habían hecho mutuamente y zas, uno sobre otro, una mesa rota y yo, me dijo, yo tomaba un vaso de vino de cada mesa. Al día siguiente empecé a teclear las primeras páginas de Fata Morgana.
Me preguntó, está vez mucho más juiciosamente, si la había leído. Le respondí que sí y me preguntó sobre mi opinión, intenté armar algo coherente, dado que una parte de mí sentía unas alas extrañas apoderarse de mi pecho, la sensación comenzó lentamente y luego fue súbito, algunos lo llamarán alegría, felicidad, para mí eran unas alas enormes, pero no alas de mariposas o de insectos, eran las puntiagudas, las negras, las velludas: alas de murciélago.
El metropolitano hizo la segunda parada y esta vez subió Cisneros, tenía un aura extraña. Por alguna razón lo imaginaba relacionado con un oso, por esa manía extraña que tenía por leer en voz alta Canto ceremonial contra un oso hormiguero cuando estaba totalmente ebria. Cisneros se acercó y saludó a Hinostroza, yo incliné la cabeza hacia un lado para que no notara mi entusiasmo. Cuando levanté la mirada para observarlo más detenidamente había salido del bus. Una lástima, hasta ahora me lo recrimino, pero mientras seguíamos en nuestro recorrido, Hisnotroza me contaba sus hazañas por las calles de Barranco, de hecho, guardaba un poema con cada una de ellas.
Estuve tan absorta pensando en la manera extraña en que su piel se iba volviendo más y más tersa mientras avanzábamos hacia la estación Matellini, que cuando llegamos a ella su rejuvenecimiento no me tomó tan desprevenida. Hinostroza para ese momento tenía la apariencia de un jovencito de 24 años, al igual que yo, pero su manera de hablar y sus palabras rebuscadas seguían siendo las mismas.
Caminamos una cuadra hacia la derecha de la estación y algo empezó a perder sentido, un miedo extraño empezó a aflorar dentro de mí. Cuando cruzamos la otra pista, Rodolfo me miró fijamente y me dijo que busquemos una cafetería, porque nos estaban buscando.
Lo seguí, nuevamente sin preguntar nada. Antes de entrar a la cafetería apareció una Van blanca frente de nosotros y se abrió la puerta de súbito.  
Mateo Díaz, ganador del copé de ensayo en el 2028 abrió la puerta con una escopeta en mano y nos dijo:
- Levanten las manos-. 
Yo sentía como se me salía el corazón por la boca, pero Hinostroza mostraba una seguridad increíble. Dijo: 
-Ya está, muchachito, nos rendimos-.
De la Van bajaron dos mujeres que no pude reconocer y el que manejaba aquel vehículo de refilón lucía como una versión vieja de Javier Heraud. Subí a la Van, me esposaron y continuamos otro camino está vez sin un rumbo fijo.
La mujer que parecía más joven me preguntó si escribía y todo empezó a tener menos sentido. Me temblaban las manos y tenía la cabeza totalmente sudada, le dije que sí.
Rodolfo me miró indignado, su rostro mostraba una tristeza extrema y no entendía el motivo.
-Me mentiste, muchachita-, fue todo lo que atinó a decir.
La mujer me dijo que se llamaba Blanca y sacó un intercomunicador: 
-Los tenemos. Confirmado-, eso fue todo.
El rostro de Rodolfo, de Blanca, de Javier Heraud armado hasta los dientes y el apacible Mateo con un pasamontaña es algo que, me dije, no podía olvidar jamás. Cuando desperté mi gata con una mirada sospechosa salió de mi cuarto y supe a ciencia cierta que todo aquello recién estaba por empezar.
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Los elefantes van a desaparecer
Estábamos en medio de la marea y admito que fue un momento, un instante, en el que volteé la cabeza y miré a los ojos a todas las personas detrás de nosotras y adelantes, con la ese al final y al lado. Me paré en medio del tumulto y había más que rabia, una necesidad de expresarse, un cúmulo de palabras que no se dirían, pero en la mirada eclosionaban letra por letra y al fondo, detrás de la banderola principal, mis ojos chocaron de frente con los elefantes.
Los había de todos los tamaños. Si bien en un inicio sentí miedo, luego en esos diez segundos que duró mi breve rito de reconocimiento la curiosidad empezó a aflorar. Fue como una bombilla que una vez encendida solo seguía prendiendo a las demás hasta iluminarlo todo. Los elefantes tenían botas negras, todxs estaban armados, pero en algunxs había un halo de perturbación. En un momento en el que nos empujábamos todxs pensé que quizá algunxs no quisieran realmente estar allí y la distancia que nos alcanzaba, esos colmillos amarillos empezaron a desdibujarse, pero una  entrenada por la violencia de las calles de Lima sabe que no puede llegar a domarse a ninguno, conoce de lo irascible de sus pieles plomas.
Puedes apreciarlo desde lejos o incluso acercarte un poco, pero nunca perder de vista los colmillos. En un segundo, cuando había vuelto a mi posición inicial los elefantes empezaron a lanzar la humareda. Una a una los postes de luz se apagaron y la dificultad para respirar me hacía pensar en los colmillos ahora rojizos de todos los elefantes, los que nos rodeaban, los que golpeaban a las que llevaban la banderola principal, los que se masticaban con saña a restos de nosotros como tiburones hambrientos y los vi traspasar el humo con un hado de fatalidad, luego recuerdo haber escupido en la pista al lado del Parque Universitario. Recuerdo que se me acababa el aire y los elefantes con sus botas negras se alejaban más inalcanzables que nunca, aquella noche mientras retomaba el camino a casa vi cómo se terminó de construir el muro que desde ahora me separa y me mantiene alerta de la manada de elefantes blancos, los más peligrosos de todos.
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La tendencia latinoamericana sigue vigente y con más fuerza que nunca. Sus testimonios son valiosos y potentes, incluso si todavía el sistema legal en algunos países continúa siendo precario y no procesa algunas denuncias. Incluso si tienes que soportar la burla y humillación pública por el simple hecho de decir la verdad, recuerda, hermana, siempre, que existen mujeres como tú, que creemos cada una de tus palabras. Recuerda, compañera, que no estás sola y que una vez que hables dudarán de ti mil veces, te dirán mil apelativos, crearán historias de universos distópicos para limpiar la honra y el nombre de sus sacrosantos agresores, pero estaremos nosotras, dispersas, pero esperando tu llamado para asesorarte en el proceso judicial y tomar tu mano cuando no sepas en quién creer o confiar. 
Denunciar a un agresor “conocido” es complicadísimo. En algún momento de este 2017 incluso llegué a pensar que por la salud mental de algunas personas no debería ser una opción para algunas, pero debemos parar la impunidad, en Perú, en Nicaragua, en República Dominicana, en Argentina, en Uruguay y en todos los países latinoamericanos y del mundo en donde se pisotean nuestro derecho a tener vidas dignas y nos revictimizan con un entramado de culpa, miedo y desesperación que se intercalan de manera casi natural en este sistema heteropatriarcal en el que vivimos.
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¿Por qué son tan difíciles de procesar las agresiones entre mujeres?
Hace dos semanas  que cruzamos miradas en Plaza San Martín y no he podido dejar de pensar  que, es uno de esos instantes que a una la marcan de alguna forma.
No nos conocemos, pero cuando ese sujeto, el cual espero de todo corazón ya no sea tu pareja, te jaloneaba  y tiraba tus cosas de la cartera; algo dentro de mí empezó a hervir.  Vivo con un miedo constante de cada una de mis acciones, pero luego de mirarte por un par de minutos no pude evitar caminar hacia donde estabas.  Me observaste dubitativa y cuando te pregunté si necesitabas ayuda, callaste. Ese sujeto, mucho más grande que yo,  se puso a gritarme. Recuerdo claramente la frase: “Lárgate, chola de mierda”.  Pese a que recién entonces tomé conciencia de la situación en la que me estaba metiendo, no pude evitar reírme por el apelativo tan ridículamente machista. Te mire nuevamente y te repetí  la frase: “¿Necesitas ayuda?”.
Sabes, yo no podía tirarle un puñete a ese sujeto y tomar tu mano para escapar corriendo, aunque lo hubiera deseado. Soy demasiado pequeña y torpe para acertar a la primera y me canso con demasiada facilidad. Ese día, había salido rápido de casa y no tenía el gas pimienta a la mano. Me quedé parada frente a ti y  el sujeto empezó a gritarte que no me hicieras caso y luego me dijo: “Lárgate, estúpida. Eres una chola, webonaza, nosotros estamos bien”. Tú callaste durante toda la escena. Te recuerdo con la mirada agacha y luego me dijiste que estabas bien. Lo miraste y le pediste que se calmara, ese sujeto te volvió a gritar que todo era mi culpa y te jaloneó a una esquina. Te dije que si querías podía llamar al serenazgo, pero preferiste  irte con él y repetirme que todo estaba muy bien entre ustedes. No te volví a ver más y probablemente nunca conoceremos nuestros nombres. Cuando llegué a casa tenía ese sentimiento de rabia e impotencia que suele invadirme el estómago cuando leo testimonios sobre violencia y me preguntaba, ya en mi sala, si huirías de ahí. Me puse a pensar también en cuántas situaciones de ese tipo una tiene una  que soportar para digerir que aquello tiene un nombre, una etiqueta de fábrica, que la violencia no está escrita con jeroglíficos, sino que se representa de manera clara.  No entendía, porque no le gritaste. Me decía mentalmente que debías tener muchos problemas para aceptar esa clase de amor; pero ahora lo entiendo un poco. No porque crea que nosotras debamos soportar ningún tipo de violencias, sino porque entenderla, digerirla; es un proceso personal  y lamentablemente nos han criado en un entorno lleno de imágenes de amor asociadas al apego, al servilismo y con píxeles de violencia en cada lado.
Hace poco tuve que confrontarme con una situación que me obligó a revivir tu rostro y cada una de tus facciones.  Horas después de aquel evento me quedé preguntándome a mí misma: ¿Por qué son tan difíciles de procesar las agresiones entre mujeres?, luego me pregunté con mucha más fuerza: ¿Cómo es posible que repitamos estos patrones entre nosotras?
Yo creo firmemente que nosotras compartimos una historia oculta, un pasado secreto que está latente desde antes de darnos “Seguir” en Tinder, antes de mandar un emoji salvaje por Facebook o coordinar una salida al cine. Antes de vernos las caras por primera vez, todas nosotras,  ya sabíamos lo jodida que estábamos y, fuera de todas las tonalidades que nos contornean y dibujan en cuadros totalmente disímiles, diversos y heterogéneos en cada caso; todas hemos vivido rodeadas de violencia desde que empezamos a llorar a todo pulmón en el hospital.  Hemos sobrevivido en un mundo que nos odiaba desde que nuestros padres vieron su primera ecografía y la que piense que estoy errada es porque todavía no ha mirado bien a su alrededor.
Por eso, repito mi pregunta: ¿Cómo puede una ser abiertamente violenta con alguien con quien comparte tanto? ¿Qué cosa puede pasar por la cabeza de una mujer que agrede a una compañera de cualquier manera? Yo sigo sin comprender la respuesta, pero estoy segura que estas tienen relación con el modo de vida al que nos ha expuesto este sistema.
Mi feminismo no nació de un libro de teoría, ni lo tomé de un jarabe con una receta detallada; el feminismo intuitivo e interseccional, que deconstruye mi modo de vida a cada paso y me ayuda a entender el mundo como un entramado de significantes que crean y recrean estructuras de poder y subalternidad en cualquier instante, también se aplica a mis relaciones interpersonales. Sin embargo, creer que somos robots y no es difícil alejarse de alguien a quien una quiere realmente, no tiene una pizca de humanidad ni empatía. Entre nosotras siempre existirá la sororidad, aunque algunas confundan esa palabrita con complicidad, pero parte de ella es apoyarnos, entender a nuestra compañera, y también saber que si sus acciones nos violentan directamente, de cualquier manera, una tiene el deber de correr por el bien de las dos. Correr por el sendero más corto que encuentre y ese trote irá a la velocidad que cada una decida, y estoy convencida de que nadie tiene la calidad moral, ética o de cualquier tipo a acelerarlo.
Muchas creen que el feminismo se toma como antigripal y que en  media hora te hace efecto, y  en un instante una ya es una chica superpoderosa con el poder de detectar todo tipo de machismo y salvar el mundo. Pero salvarnos a nosotras mismas y protegernos sin perder de vista nuestra vulnerabilidad es otra historia, una más oscura, con demasiadas intersecciones y pocos puntos y aparte.  Cuestionarnos nos hace humanas y aceptar que trasladar nuestro feminismo al ámbito de nuestros afectos es uno de los retos más grandes que existen también.  
Creo que no puedo encontrar una respuesta clara, al menos no para mí, a ninguna de mis dos preguntas iniciales. Puedo darme más dolores de cabeza y sopesar las posibles dos mil respuestas que se me ocurran, pero solo puedo concluir que el amor construido con ladrillos de agresiones y microviolencias nunca puede edificar nada bueno. Por mucho que una pueda necesitar o extrañar a otra persona, recordarnos a nosotras mismas que necesitamos un tipo de amor que no nos hiera de ninguna manera debería ser parte de nuestra meta diaria.
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A pocas personas les gusta admitir que son machistas, pero es necesario aceptar que estamos en un proceso de aprendizaje y desaprendizaje de todos aquellos hábitos que nos han sido impuestos por la cultura patriarcal, entre ellos estarían los famosos estereotipos relacionados a cada sexo :). 
Peeeeeeeroooooo
Hola, pues claro que hay igualdad y nosotras estamos tó locas y vemos machismo en todas partes pero si es lo mismo ser tío que tía, solo hay que verlo:
1. Cuando un tío dice que le gusta comer coños las tías, en general, sonreímos porque que nos coman el coña nos mola peeeeeeeerooooo cuando una tía dice que le gustar comer pollas los tíos no sonríen, la llaman puta, la repudian como si fuera algo que a ellos no les gustara. Y diréis los “listos” es que lo que nos gusta es que le guste comer MI polla, no pollas. Nos ha jodido mayo como si a nosotras nos gustara que vayáis comiendo coños que no son los nuestros. MÉH.
2. Cuando un tío sube a una red social una foto sin camiseta o en ropa interior como mucho se le llama chulo, entendido chulo como positivo peeeeeeeerooooooo cuando una tía sube a una red social una foto en tetas o en ropa interior se le censura la foto y se alude a su equilibrio emocional diciendo que tiene carencias afectivas y/o mucha necesidad de llamar la atención y que es una puta.
3. Cuando un tío lleva a sus hijos al colegio o los recoge es un padrazo y casi que hay que darle una galletita pero como es persona y no perro la galletita, en principio, se sustituye por alabanza peeeeeerooo cuando una tía lleva a sus hijos al colegio o los recoge no se dice ni mú porque es lo normal, algo que se da por hecho.
4. Cuando un tío liga/folla mucho es un fucker (adjetivo positivo) peeeerooo cuando una tía liga/folla mucho es una guarra, puta, zorra o todo junto (adjetivos negativos).
5. Cuando un tío va a hacer deporte y se pone unos roquis todo el mundo comprende que es para no pasar calor peeeeeroooo cuando una tía va a hacer deporte y se pone unos roquis es para lucirse, provocar y/o llamar la atención porque tiene carencias afectivas, sociales, muy poca autoestima y cero dignidad.
6. Cuando un tío no se afeita nadie pone en duda su higiene corporal es más si un tío huele ligeramente a sudao huele a hombre y hombre es siempre sinónimo de positivo peeeeeerooooo cuando una tía no se depila es una guarra, una descuidada de su aspecto físico que indica claramente que también de su higiene, seguro que no se lava el coño con gel para el coño y le olerá mal porque oler a mujer es mal, es oler a pescao.
7. Cuando un tío se sienta espatarrao es porque le pesan los huevos peeeeroooo cuando una tía se sienta y no junta las piernas es para que se le vean las bragas para lucirse, provocar y/o llamar la atención porque tiene carencias afectivas, sociales, muy poca autoestima y cero dignidad.
8. Cuando un tío se separa y tiene hijos, las tías, aún sin querer tener hijos propios, lo solemos aceptar peeeeeroooo cuando una tía se separa y tiene hijos , los tíos no lo suelen aceptar. Que sí, que todos conocemos a tíos que no les importa y a tías que sí PERO la mayoría es al revés y lo sabéis.
9. Cuando un tío es muy delgado es un tío muy delgado y ya no se especula sobre supuestas enfermedades peeeeerooo cuando una tía es muy delgada es una anoréxica que tiene carencias afectivas, sociales, muy poca autoestima, cero dignidad y necesita urgentemente un bocadillo y muchos cocidos pero sobre todo que hagamos bromis sobre ella no vaya a ser que esté enferma de verdad y no la ayudemos, debe ser.
10. Cuando un tío hace cosas, haga lo que haga, no deja de ser hombre peeeeerooo cuando una tía hace cosas, si esas cosas no son consideradas femeninas aka delicadas, sensuales y bellas, deja de ser mujer y pasa a ser una machorra o peor, una feminazi de esas.
Moraleja: Titis, claro que se ha conseguido mucho pero estamos a años luz de la igualdad y los machistas no son los otros, somos todos. Menos los unicornios. ^^
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Los estereotipos patriarcales  de las violaciones y el caso de Jazmín Herrera
Violación es una palabra muy fuerte para usar en estos días. En las conversaciones que la mayoría de chicas tienen, ya sea en los colegios, universidades, cafeterías etc. estoy casi segura que es una palabra que se disfraza hasta pasar desapercibida. Es común escuchar: “Estaba tan ebria que no recuerdo muy bien lo que pasó” o “Realmente no tenía ganas, pero ya sabes cómo es Juancito”. Pero existe una radical diferencia entre esas dos frases y decir abiertamente que una joven ha sufrido una agresión sexual.  
En la televisión se nos vende la idea de que las mujeres luego de ser violadas estamos totalmente seguras de nosotras mismas y a los cinco minutos tenemos la obligación de pasar por el médico legista. Sería perfecto que además el sistema en el que vivimos nos hubiera educado para eso; pero la realidad es que nos han educado para sentirnos culpables y pasar esos cinco minutos, horas, días, semanas o años pensando en qué fue lo que nosotras realizamos para que nuestro enamorado, compañero de trabajo, profesor universitario, el sujeto que nos gustaba o nuestro mejor amigo se comportara de la manera en que lo hizo. ¿Fue acaso la ropa que usamos? ¿Fue por culpa de vivir abiertamente nuestra sexualidad? ¿Fue por haber salido solas? Estas y otras preguntas son las que pasan por la cabeza de las mujeres que han sufrido una agresión sexual, quienes sin duda son muchas más que las que figuran en las estadísticas.
Por eso, el caso de mi compañera y amiga Jazmín Herrera me parece tan importante de visibilizar, con todos los elementos que pasaron desapercibidos por la prensa peruana y los famosos opinólogos de Facebook.
¿Qué tiene de controversial  el caso de Jazmín Herrera? Desde mi posición para  nada objetiva, aunque lo intente, pero desde los lentes que el feminismo me ha otorgado, puedo exponerles los tres estereotipos que el común de las personas en el Perú tiene todavía navegando entre sus neuronas y se desbaratan en un caso tan real como el de mi compañera.
1.       Los violadores son siempre personas de clase baja y realizan dicho acto en un callejón con poca luz
De acuerdo a lo que me comentó Jazmín, más allá del reportaje presentado en el canal dos con ganas de convertir todo en un drama novelesco. Claro, siempre con ansias de rating. A Jazmín la violaron en su centro de trabajo, pese a que le dijeron, como a todas, que debía cuidarse de los desconocidos, que debía cruzar por la calle de al frente cuando viera un grupo de varones; el 31 de diciembre el sujeto que la violentó sexualmente fue un compañero de trabajo. Por eso, me indigna que en el reportaje que se presentó en el canal dos se siga hablando de “supuestos”, cuando los hechos están del todo expuestos. Me da pena, además; leer comentarios donde acusan a Jazmín con mil improperios solo por denunciar a su agresor, lo cual es algo que muchas de las personas que hemos pasado por una violación somos incapaces de realizar. Es un acto valiente visibilizar un maltrato de ese nivel.
2.       Las víctimas de una violación realizan la denuncia minutos luego de ser ultrajadas.
En segundo lugar, los medios de comunicación y la prensa en general cree que aceptar un evento traumático como es una violación es algo que pasa en cinco minutos. Lo cual es completamente errado, las mujeres que han sufrido de violencia sexual, por el mundo patriarcal en el que viven prefieren darle mil nombres al evento sufrido y son poquísimas las que realmente van al médico legista “a tiempo” y realizan todos los trámites, que son realmente cansados y en algunos casos humillantes para la víctima. Es decir, sin tener en cuenta las estadísticas, yo estoy segura que casi todas las mujeres en el Perú hemos pasado por una agresión sexual, sin que haya llegado a ser una violación en muchos casos. Lo sé, porque muchas amigas cercanas me lo han revelado y me han explicado que por la relación cercana que tienen con su agresor es imposible que algún día lo denuncien. Lo sé, porque a mí me sucedió algo similar y asimilé la agresión años después.
Por eso, cuando Jazmín me escribió contándome lo que le había sucedido se me hirvió la sangre y solo pude responderle que denuncie lo antes posible. Lo gracioso del asunto es que ella fue al médico legista al día siguiente de que fuera violentada y aun así se pone en tela de juicio su versión. A pesar de tener la prueba médica, su violador sigue libre y declarando de manera cínica en medios de comunicación. La valentía de esta joven debería ser vista como algo positivo, pero para la prensa peruana si no lloras y terminas tirada en tu cama por la violación que sufriste, entonces es sospechoso.
3.       Luego de pasar por un trauma como sería una violación, las mujeres no pueden continuar sus vidas normales y tienen que pasar el resto de sus días llorando y tiradas en una cama abrazadas a una almohada.
Así llego al último punto y creo el más importante, la cultura popular nos ha presentado por diversas películas, reportajes y series, que la violación es el peor evento que puede pasarle a una persona y por ello, las que sobreviven a un hecho de este tipo tendrán la vida destruida. Deben llorar todos los días, ser incapaces de volver a tener relaciones sexuales y pasar por mil psicólogos y psiquiatras para tener una vida normal.
Pero, para todos aquellxs que no lo sabían, aquello es completamente falso. Existen muchas mujeres que superan el evento violento que pasaron y viven sus vidas normales, otras que en vez de victimizarse y pedir migajas, piden y exigen justicia, como es el caso de Jazmín. ¿Por qué luego de ser humillada y violentada debo dar lástima a los medios de comunicación y a las personas que me rodean para tener la justicia que merezco? ¿Es que además de denunciar ser víctima de una violación al médico legista, también tengo que probarlo a todas las personas que viven a mí alrededor para que me crean?
En pleno 2016 no podemos permitir que más personas tengan estos estereotipos metidos en la cabeza. Cuando una mujer violada busca justicia, lo hace como una sujeta y no como una víctima, porque el sistema le da la posibilidad de hacer ello. Luego de pasar por algo tan duro como una violación nadie tiene el tiempo ni las ganas de presentar en televisión un par de lágrimas para saciar a los morbosos. Algunas mujeres solo buscan justicia, reparación y lo que les corresponde por ley. Porque un sujeto nefasto como son todos los violadores no le borrará la sonrisa de la cara, ni las ganas de seguir luchando por otras causas, por otras mujeres que como ella han pasado por una situación de desigualdad e injusticia a nivel social como jurídica. Por eso te escribo este post para expresarte todo el aprecio que te tengo y la admiración que siento por tu lucha, que al fin de cuentas es la de muchas. Es jodido pasar por todo lo que has pasado y aumentarle a ello el escarnio social es realmente ridículo.
Por eso termino este post con una cita del texto controversial Teoría King Kong de Virgine Despentes, porque para mí, Jazmin, eres una gran guerrillera del heteropatriarcado:
“Camille Paglia es, sin duda, la más controvertida, de todas las feministas americanas. Propone pensar la violación como un riesgo inevitable, inherente a nuestra condición femenina. Una libertad increíble de des-dramatización. Sí, habíamos salido afuera, a un espacio que no era el nuestro. Sí, habíamos sobrevivido en lugar de haber muerto. Sí, estábamos en minifalda solas sin un tío que nos acompañara, de noche, sí, habíamos sido idiotas, y débiles como las niñas aprenden a serlo cuando las agreden. Sí, eso nos había ocurrido a nosotras, pero por primera vez comprendíamos lo que habíamos hecho: habíamos salido de casa, porque en casa de papá y mamá no pasaba nada interesante. Habíamos corrido el riesgo, habíamos pagado el precio (…)Paglia nos permitía imaginarnos como guerrilleras, no tanto responsables personalmente de algo que nos habíamos buscado, sino víctimas ordinarias de algo que podíamos esperar cuando se es mujer y se quiere correr el riesgo de salir al exterior”.
Una cita sin duda controversial y fuerte, pero que se actualiza cuando relacionamos lo que le pasó a Jazmín con las miles y miles de víctimas de violaciones en todo el mundo, con las mochileras que viajaron solas en Ecuador, donde la pregunta principal sobre sus casos fue sobre la ropa que llevaban puestas, ¿qué hacías trabajando hasta tan tarde? O simplemente ¿Qué hacías, como mujer, trabajando?
Espero que este pequeño post sirva como reflexión y para enviar todos mis buenos deseos y mi indignación guerrillera a mi compañera y amiga Jazmín. Porque ser visible no significa ser víctima y tú lo has demostrado mejor que nadie.
https://www.youtube.com/watch?v=q2pNbmNY8Ck
Los invito a sacar sus propias conclusiones…
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Today’s women’s history month post is about the French film Persepolis, released in 2007. The film is based on the critically acclaimed novel by Iranian artist and writer Marjane Satrapi.
The original comic, divided into two books and them combined into one (also called Persepolis), is a mostly autobiographical tale of a woman growing up in Iran in the latter half of the 20th century. It follows her life growing up with a family entrenched in the revolution, the time of the Shah, and the political climate. Later on, Marjane (or Marji as her book/film counterpart is known–Satrapi often separates herself from this version) is sent off to Europe to get a different education.
The film then follows the turbulence of the rest of her life–the struggles with identity, pride, politics, adolescence, and womanhood. It has a shared tone of both strong comedy and intense seriousness, and tells a story of the highs and lows of growing up with a political and cultural backdrop. 
The graphic novel is one of the most beloved contemporary comic works, and is often assigned in classes as a work of literature. It’s considered one of the major graphic novels that show the artistic power of the genre. The film, to match up with the style of the comic, is almost entirely in black and white. The film won the Jury Prize at the Cannes Film Festival, and Satrapi dedicated the award to all Iranians. It was nominated for the oscar for Best Animated Feature, but lost to Pixar’s Ratatouille.
An English dubbed version was released, with actors like Gena Rowlands starring. The film earned a 97% Fresh rating on review aggregator site Rotten Tomatoes, and MetaCritic has it rated as 90 out of 100. The Washington Post declared it the second best film of 2007, and was nominated for awards around the world. The film was directed by Satrapi herself, along with Vincent Parounnad. Satrapi also helped write the screenplay with Parounnad. 
Chiara Mastroianni plays Marjane in both the French and English versions of the film, as well as her real-life mother Catherine Devenue playing her mother. The French version also stars Danielle Darrieux and Simon Abkarian. 
You can watch the trailer here You can watch an interview with Marjane here You can watch a Making Of here
[This film is one of my favorites. I recommend both the book and the film.]
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Dentro del debate que actualmente se da sobre las nuevas masculinidades y paternidades más activa, presentamos una crítica y dolorosa carta de una lectora de nuestro blog: Rita Sheila Rodriguez Rocha
​Carta al hombre que me ayudó a convertirme en MADRE, pero a quien el rótulo de padre le queda grande
Hola, Erick, sé que llevamos más de un año sin vernos y sin hablarnos. Sé también que debes “odiarme” por haber decidido que te convertirías en PADRE, cuando, según tú, no estabas preparado para serlo.  Hace tiempo, cuando estábamos en esa academia con nombre de matemático  griego, un profesor me aconsejó, para sanar heridas, escribir todo lo que uno tiene guardado. Sí, aunque esta sea la última vez que me refiera a ti, voy a empezar por agradecer el hermoso milagro, a quien le puse por nombre Camila, que me ayudaste a crear. Sí, se llama Camila y fui yo SOLA quien decidió que así se llamara. Apostaría cualquier cosa a que no tienes idea de su nombre, edad, color de ojos o de la forma que tiene su pequeña nariz. No voy a reclamarte por dejarme sola en la primera ecografía, cuando apenas se podía notar un pequeño cúmulo de células que ya latían y sentían la desazón de haber sido procreada por un “padre” que quiso seguir viviendo la vida loca. Tampoco voy a insultarte porque no me acompañaste en el baby shower y fui yo quien terminó inflando los globos y haciendo la decoración, todo porque quería que mi hija tuviera de recuerdo una foto con todas las personas que, pese a no tener un lazo sanguíneo, como el que tú y ella tienen, estaban felices por su llegada. ¡Y el parto, Erick! ¡El parto fue otra historia! Otra historia en la que tampoco estuviste… No, no te voy a agradecer por dejarme sola, porque ninguna mujer lo merece, menos aún una mujer que lleva parte de ti en el vientre. Y no, el haberme dejado sola no me hizo más fuerte. Sí, soy más fuerte ahora, pero no es por ti ni por mí, es solo por nuestra hija Camila. Terminaré con algo que te dije hace mucho: “Que tú ya no me ames y que yo ya no te ame no quiere decir que no la ame a ella”.
Adiós, sé feliz con tus juergas, porque yo soy feliz entre pañales y biberones…
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El domingo por la mañana salí a montar bicicleta con una amiga también feminista y aprovechamos para dejar algunos stickers necesarios para finalizar el año, no con un sentimiento de derrota sino con ganas de seguir luchando por nuestros derechos. Los créditos de las fotos son de Melany Estrella Montecinos.
Este año sin duda ha dejado muchos sinsabores y momentos amargos para las personas que como yo se han iniciado o llevan años dentro del activismo feminista. Desde el archivamiento de la Unión civil hasta el doble archivamientos del proyecto de ley Déjala Decidir, el cual ni siquiera tuvo un debate medianamente decente.  
Muchas compañeras realizaron diversos actos de incidencia política, donde los que más destaco serían la marcha histórica a favor del aborto en el Perú, que contó con el apoyo de diversos Colectivos, Zonas, Centros de estudiantes e incluso grupos políticos que gritaron a una sola voz que las mujeres somos libres de decidir sobre nuestros cuerpos, que los proyectos de vida de una mujer adolescente o joven debería ser tomado en cuenta frente al grupo de células que se encontrarían creciendo en su útero. Una acción valiente que terminó con la llegada al Congreso y un grupo de policías intentando acallar nuestros gritos con tanques y agua helada.  Pero no pudo impedir que nos reuniéramos nuevamente en Plaza San Martín para abrazarnos, para disfrutar un poco de nuestra complicidad feminista y saber que cada vez somos más.
Luego de ello, vendría la marcha contra la violencia hacia la mujer. Ese día tenía que presentar una ponencia -feminismo letrado, como me dicen en broma algunas-, y apenas acabó me puse a seguir con una gran amiga un olor ya conocido para nosotras: olor a bombas lacrimógenas, al menos el humo que queda de ellas.  Al final de nuestro recorrido llegamos y ese día empecé con este pequeño proyecto de incidencia urbana, pegué algunos stickers sobre la violencia estatal contra las mujeres, principalmente contra las violadas y las esterilizadas de manera forzosa. Es por ello que, el primer sticker está dedicado enteramente al partido fujimorista por las esterilizaciones forzadas y por su participación retrógrada en los tres debates importantes que se realizaron este año: el de la Unión Civil, donde apelaron a términos biológicos y dejaron a la vista su poco conocimiento y raciocionio y los pseudo debates dados para archivar la ley ciudadana Déjala Decidir.
Este post es un poco desordenado, tal vez reflejando lo desordenada que ha sido mi vida este año tratando de buscar un tiempo para la universidad, para los trabajillos que llegaban de vez en cuando y para el activismo. En fin, el otro punto que me gustaría tratar es el del feminicidio, el cual viví de manera cercana este año. Una amiga a la que admiro sufrió diversos tipos de agresiones de parte de un sujeto nefasto y vi  cómo es el trato de los policías en las comisarías hacia ese tipo de casos. Si no cuentas con familiares con influencias te dicen que “es un problema de pareja” y te vas a tu casa hasta que te lleven a algún cementerio en un ataúd. Por ello, me indigna cuando veo cómo crean historias novelescas en los medios de comunicación y cuando le dan una portada a este tipo de casos  lo hacen periódicos como El chino o El trome, donde usan un lenguaje peyorativo para referirse a las víctimas. Porque las mujeres víctimas de abuso son tontas, son zorras, fáciles, salieron a tomar más de la cuenta, tenían muchas parejas y así es como son tildadas por los medios de comunicación, de tal manera que al día siguiente viene un nuevo caso similar y el anterior pasa a la historia.
Pero cuando un presentador de televisión confunde los nombres de la miss universo, entonces sí arde Troya. Los canales se dan el lujo de usar términos racistas para dicho sujeto y se pasan programa tras programa debatiendo sobre el error garrafal del pobre sujeto. Porque un certamen donde se actualiza el patriarcado en todas sus formas y se vende la idea de una mujer “Barbie”, es decir, perfecta, es muchísimo más importante que todas las víctimas de abuso doméstico y feminicidio, no solo en el Perú, sino en el mundo.
Es probable que mañana esté de viaje por eso me doy el lujo de publicar este post con anterioridad.  A todxs las personas que se han tomado la molestia de leer este post, les pido que el 31 mientras coman sus doce uvas, o estén bailando harto en alguna disco de moda, piensen un segundo que nuestra lucha por ser consideradas sujetas de derecho, ciudadanas sigue en pie. Y que las mujeres que realizan actos de incidencia política usando sus cuerpos, no son locas que quieren calatearse por un rato, son personas que sueñan con que en cincuenta años o menos podamos vivir en un país más justo. Donde el trabajo intelectual no sea devaluado por la identidad sexual de una persona o su género, donde las mujeres violadas tengan la oportunidad de decidir sobre sus úteros y dónde exista verdadera justicia para todas las que han sufrido, sufren actualmente o sufrirán violencia. El 2015 no fue un año de derrotas, fue un año que me ayudó a conocer gente maravillosa, luchadoras empedernidas y como le dije a un amigo hace poco, cuando intentaba burlarse del feminismo; he comprobado que el feminismo me salvó la vida de todas las formas en que se puede salvar a una persona: me hizo libre. Espero que el 2016 sea un año mucho mejor, porque al final de todo nosotrxs ganaremos!
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Para todas las que alguna vez hemos pensado que un hombre nos va a salvar de nuestros problemas y en un caballo blanco o un ferrari nos llevará a una nueva vida con nuevos proyectos y expectativas, que el nos dará. 
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