Don't wanna be here? Send us removal request.
Text
Muerte, el pasaje en el bolsillo
Lo abrumador de la muerte es la imperceptible (e inmensamente inesperada aunque sea una obviedad) separación del cuerpo y el alma. Ese cuerpo que yace sin vida pero que aún mantiene todas las características exteriores que recuerdan a una persona viva es como un objeto preciado y amado al cuál ya no se puede acceder. Lo podemos tocar, mirar, hablar, pero este cuerpo no va a reaccionar. Lo que lo mantenía con vida ya no está, ese sistema perfecto de órganos sincronizados que mantuvo su corazón latiendo por años ya no funciona. Pero el cuerpo sigue ahí, con las mismas facciones, el mismo rostro, las mismas formas, pero sin esa autonomía propia, sin poder hablar, escuchar o hacer lo que era característico en esa persona.
Por otro lado ese sentido que hacía a esa persona única, querible, especial y recordable: el alma, ya no se encuentra. Y no podemos percibir cuando y cómo se fue a otro plano o se desvaneció. No es como la sangre que cae al piso y hace que los organos dejen de funcionar, generando un desperfecto que conduce a la muerte. El alma de un momento a otro ya no está, se va sin avisar, sin dejar huellas, sin decirnos a dónde. Y deja un cuerpo vacío, sin persona, como una cáscara seca y limitada.
La muerte llega a mí como un pasaje de un viaje guardado en mi bolsillo. Este viaje tiene un destino incierto. Su fecha y hora tampoco se saben. Pero lo llevo siempre en mi bolsillo, vaya a donde vaya. A veces me olvido que lo llevo conmigo, muchas otras veces me da curiosidad la información de este pasaje misterioso, entonces lo observo y examino buscando respuestas pero no comprendo su naturaleza. La vida me llevó a despedir a muchos afectos en diferentes estaciones, seres amados que tuvieron que partir sorpresivamente. Los he despedido a cada uno, inesperada y consciente que mi pasaje está en mi bolsillo, que algún día llegará mi momento. Ese día sabré que es la fecha y la hora indicada para embarcar. Sacaré el pasaje y podré leer el destino claramente. Y me iré de viaje, deseando encuentrarme con algunos seres queridos, quizás, o con un paisaje anhelado o familiar. Dejaré otros afectos detrás, en esa estación. Seguro alguno recordará, junto con mi despedida, que todos tenemos este pasaje en el bolsillo, y que ese dia llegará, incierto, y podremos volver a encontrarnos.
0 notes
Text
Día de la madre o como imponer una imagen imposible.
Este día de la madre me dejó pensando. Es para analizar y criticar el rol de la mujer en nuestra sociedad, dentro de los muchos mandatos sociales que debemos afrontar (y contra los cuales debemos luchar) podemos encontrar el ser madre: impoluta, luchadora, amorosa. Sea deseado o no, el ser madre debe ser la mejor experiencia de la vida. Debe ser la vivencia que completa a la persona como MUJER. María, embarazada sin su consentimiento por el espíritu santo, virgen, madre, santa. El embarazo para muchas es un momento hermoso de primera conexión con su bebé; para otras, una pesadilla que dura meses y de la cual nunca pueden recuperarse. Nadie habla de esto, nadie lo quiere aceptar. Ser madre puede ser una tortura.
Para quienes son madres, cargar con el peso del “deber ser” como un personaje inalcanzable debe ser agotador. Ese ideal del inconsciente colectivo argentino: “la vieja”, intocable, incorruptible, la cual todo lo banca, todo lo perdona, todo lo supera. Debe ser ama de casa, cocinera, maestra, psicóloga, chofer, madre, padre, todo. ¿Todos esos conceptos suenan familiar? También me suenan a que los impusieron hombres, los cuales por lo general son malcriados por esas madres, quienes sin querer forman hijos del patriarcado. La mesa la levantan las mujeres mientras los hombres charlan, la limpieza de la casa, el cuidado de otros hermanes, la cocina, entre otras tareas, todas a cargo de las mujeres de la casa. No importa la edad, las mujeres deben aprender desde chiquitas a trabajar en el hogar. Los hombres, mientras tanto, aprender a aprovecharse de esto.
Y esta triste realidad de la madre sufrida pero “feliz” aún hoy se la representa con humor en los medios de comunicación, con publicidades que ríen del “síndrome del nido lleno” y muestran una madre que no puede más con todos los quehaceres del hogar y por supuesto, no tiene ayuda de nadie, ni hablemos de un padre. Esa madre frustrada que no puede atender ni una video llamada del trabajo porque sus hijes no la dejan en paz, todo se le pasa gracias al “poder del amor” cuando ve un cartelito hecho por sus bendiciones: “te queremos, feliz día”. Ella suspira y sonríe, chau problemas. ¿Es así de simple?
Pero, ¿qué pasa cuando no tenemos una madre como la de la publicidad? ¿Qué pasa con nuestro inconsciente cuando nuestra madre no fue esa figura de lucha y desgaste? Tu mamá puede haber muerto, puede haberte dejado para hacer su vida (¿una mamá puede dejar a su hije a cargo del papá?), puede haber sido una profesional que estaba todo el día trabajando (una madre ausente y mala, por supuesto), puede haber sido todo menos amorosa, puede haber sido una persona REAL con problemas. ¿Dónde se meten aquelles que no tienen ese modelo de madre? Creo que somos muchos, la mayoría, los cuales tenemos o tuvimos madres reales que poco se asemejan a la de la publicidad.
Basta de romantizar la maternidad. No es justo para todas aquellas que no la pasan bien con esta experiencia y para les que sufrieron como hijes. Que la maternidad sea deseada o no sea, sería un buen comienzo para terminar con este estereotipo.
2 notes
·
View notes