Tumgik
nerina-hana-blog · 6 years
Note
Que tienen de malo las relaciones insestuosas entre adultos sin una diferencia de edad significativa?
No se me ocurre qué argumentar pero no me parece bien. No sé, no creo que la familia sea para tener sexo o relacionarse románticamente.
0 notes
nerina-hana-blog · 6 years
Note
Gracias a ti ya no siento miedo❤
Gracias
0 notes
nerina-hana-blog · 6 years
Photo
Tumblr media
Don’t Let Life Get You Down
4K notes · View notes
nerina-hana-blog · 6 years
Text
Flores de mis ojos
No sé por qué, se me ocurrió escribirte. Nunca apareció en mis planes mediatos o inmediatos sentir la necesidad imperiosa de hablarte, pero súbitamente sentí que tenía que escribirte. De nuevo, te digo, no sé por qué, estaba sentada mirando y sin observar nada en especial, lo estaba escuchando a él. Él cantaba, como siempre y yo lo escuchaba y sin mirarlo con los ojos, sentí que empecé a mirarlo con el alma, tal y como siempre decía Antoine. No sé si alguna vez te habrá pasado, pero cuando mirás con esos ojos, aquellos que no se encuentran en el rostro, sino en lo más profundo del alma, todo adquiere un significado diferente, más real, más comprometido con lo que nuestras almas desean comunicar desde lo más profundo. Te digo entonces, que no puedo dejar de pensarte. No dejo de hacer preguntas y de especular si alguna vez, será posible conocer una respuesta.  
Me pregunto cómo serías, cuál sería el sonido de tu voz, cuál sería tu nombre. Seguro te llamarías como una flor, porque para mí, todo el amor y todas las estrellas se manifiestan a través de las flores. No te voy a mentir, soy un poco ansiosa y ya me tomé la libertad de construir una respuesta, sabiendo que no puedo ni nadie ha podido nunca controlar el destino. Te imagino con el color de mis ojos y mi mirada, casi idéntica, pero más brillante, más inocente y menos triste. Tu nariz y tu boca, ligeramente semejantes a mí, pero infinitamente más agraciados, sea lo que fuera que significa eso. No logro decidir si tu piel sería tan pálida como la mía o más como él, un poco más bañada por el sol y del color del atardecer en el otoño en Buenos Aires. Imagino tu pelo castaño y muy oscuro, casi negro, largo y poblado de rulos abundantes. Imagino especialmente tu voz, radicalmente diferente a la mía, grave, suave, melódica -de nuevo, sea lo que sea que eso signifique- y te imagino cantando como una alondra en mi pecho, igual que él. Vos serías como un ruiseñor y yo sería la rosa que se hace cada vez más roja con tu canto dulce y puro. Te imagino con una sonrisa hecha de rayos de sol y con hoyuelos al reír. Te imagino tranquila, como yo, pero divertida, como él. Te imagino brillante, pero con alma de artista, te imagino talentosa, te imagino como una cascada de sentimientos bellos y reales de toda verdad, como flores y pétalos de cerezo. Te imagino en una primavera eterna, porque para mí, vos sos todo eso. Sos flores y resplandor, sos el calor del sol y la frescura de la brisa, sos todo lo que la primavera encarna en mi piel y en nosotros dos, sos flores de cerezo y te imagino hecha de amor, solamente de amor. Porque te lo aseguro, amor es lo que siempre tendrías.
Si estuviéramos las dos ahora, sentadas en la mesa que da a la ventana hacia la calle Rincón, en el Café de los Angelitos, vos serías predominantemente igual a mí al momento de pedir. Estoy segura de que te gustaría más lo dulce que lo salado y jamás pedirías una medialuna de grasa en mi presencia. Sé que, en la mesa, habría dos submarinos y medialunas de manteca, sin excepción. Él estaría con nosotras y te juro que puedo verlo en este instante, sentado en el medio, sonriendo con esa sonrisa tan suya y tan hermosa que espero fuera igual a la tuya y no la mía. Vos nos mirarías con tus ojos profundos e interminables como el Amazonas y nos tomarías las manos entre las tuyas, pequeñas y regordetas. Casi puedo sentir tus hoyuelos con el dorso de mi mano y el olor de tu pelo, suave y enrulado, igual que él. Igual a mí, igual a nosotros dos. Vos serías la flor más hermosa de nuestro jardín, te cuidaríamos y florecerías con nosotros, con nuestro amor, en este barrio, en esta vida, juntos.  
Yo te escribo todo esto ahora, en la servilleta que acompaña mi café con leche y que me apenas se entiende de tantas manchas de lápiz labial, café y lágrimas. La gente me mira como una loca, pero eso es algo que tenés que saber de mí, siempre me conduzco de esta forma. No sé qué me hizo escribirte tan intempestivamente, si las medialunas eran muy dulces o si es el viento y la lluvia que ahora soplan con una tristeza dulce que me hace añorarte. Acá estoy, llorando y mojando de lágrimas la mesa, mientras el mozo me pregunta consternado y abriendo mucho los ojos, si necesito que llamen a alguien. Es cierto, sé que quiero que llamen a alguien, quisiera que te llamen y que pudieras materializarte desde donde sea que estés, acá, conmigo y con el café y las medialunas, para contarte que qué lindo estaba cantando él la otra vez y que por eso me acordé de vos. ¿Podría ser que vos, flor de todos los jardines y toda la belleza, seas el ángel que le falta al famoso Café de los Angelitos? ¿Podría ser que vos, seas el ángel que necesito yo?    
1 note · View note
nerina-hana-blog · 7 years
Text
Ramiro
¿Cómo se llama aquello que es tan enorme, tan apabullante, que casi no puede plasmarse con palabras? Ramiro, me tenés hecha una desquiciada, no puedo dormir si no estoy con vos porque me obsesiona ponerle nombre a esto que siento. Ya lo sé, ya lo sé, vos siempre me decís que tengo que dejar que las cosas sigan su curso natural, que no tengo que pensarlo tanto y una parte de mí quiere creer que tenés razón. Probablemente la tengas, Ramiro, pero entendeme, esto que siento no parece natural. Se siente como algo enorme que me ocupa todo el pecho y se extiende como un río furioso por mis venas, me ahoga, me atrapa y se mueve como si quisiera escaparse, por eso a veces te miro y me quedo muda, es como si se quedara atrapado en mi garganta y que solamente se escapa un poquito a través de las lágrimas. No sé qué es, Ramiro, pero te juro que me corta la respiración y las palabras y los pensamientos racionales me abandonan por completo, tampoco escucho, solamente me quedan los ojos que forzadamente se clavan en tu figura, observando cada detalle, como si fueras un sueño y estuviera por despertarme. Si fuera así, si todo esto no fuera más que un sueño, no quiero despertarme nunca, Ramiro y si tuviera que despertarme, sé que no podría olvidarme de tu rostro, tus manos y tus besos, aunque quisieran borrarme la memoria. No sé ni lo que escribo, Ramiro, me hacés perder la cordura, todo rastro de mesura y compostura me abandonan cuando tus ojos aparecen en mi mente y casi puedo sentir como tu barba me hace cosquillas mientras me besás muy, muy despacito, casi imperceptiblemente, la comisura izquierda de mis labios. Sabés, cuando te veo, cuando te miro, no sólo puedo ver las cosas que me enamoran de tu ser, es como si fueras transparente, como si pudiera leerte y leer tu pasado solamente mirándote, es casi como si pudiera ver tu alma. No pensé ni por un segundo, mi amor, que tal cosa fuera posible, sé que dicen que los ojos son la ventana del alma pero esto que veo cada vez que te miro, nunca lo habría imaginado. Me inspirás algo extraño que pocas veces pude reconocer en mi vida, no sé cómo ni por qué, cuando te miro a los ojos, siento certeza. Es algo extraño, porque algo me da la impresión que tal vez, cuando ves mis ojos, podés ver lo mismo, siento tu mirada penetrando lo más profundo y destruyendo a su paso toda la verguenza que me rodea. ¿No te parece que es casi como hablar con los ojos? Ramiro, me gustás tanto, tanto, que en mi corazón no creo que haya suficiente espacio ni en mi boca palabras que puedan expresarlo. Siempre necesito de las palabras, Ramiro, necesito nombrar, denominar, definir, expresar, especificar y con vos, tengo que esforzarme para poder transmitirte por lo menos un poco de lo que me hacés sentir y cuando siento que lo logro, me doy cuenta que tampoco alcanza. No sé cómo escribir lo mucho que te quiero. No sé cómo escribir la luz, los colores, la calma, el viento o tu piel. ¿Te darás cuenta...o es otra de esas cosas que simplemente hacés sin darte cuenta?  ¿Te das cuenta que brillás, Ramiro, te das cuenta que sos como una luz en un lienzo oscuro? Siempre me preguntás de dónde salí, yo me pregunto cómo es posible que no me diera cuenta de que te estuve esperando, todo este tiempo. ¿Acaso, será posible que vos también estuvieras esperando encontrarme? Ramiro, Ramiro, Ramiro, te quiero tanto, tanto me gustás que hasta tu nombre es de mis cosas predilectas. Ramiro, te quiero.
Tumblr media
21 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Text
Me llamo Nerina y me violaron dos veces
Me llamo Nerina, tengo diecinueve años, soy estudiante de abogacía, vivo en Buenos Aires, Argentina y me violaron dos veces. 
¿Por qué necesito escribir esto ahora? Probablemente, porque sólo algunas personas lo saben. Tengo miedo. Tengo miedo de escribir esto tal y como lo siento, tal y como pasó, que quede en mí algo más que un estigma o una condena, algo como una marca imborrable... Víctima. Una de las definiciones de la R.A.E para víctima es la siguiente: ''Persona que padece las consecuencias dañosas de un delito''. Otra similar es esta: ''Persona que padece daño por culpa ajena o causa fortuita''. Nunca se siente correcta, en mi opinión. Claro que estas definiciones se amoldan bien para ciertas víctimas. Víctimas de hurtos o robos, por ejemplo, víctimas de eventos ‘’genuinamente’’ fortuitos y desafortunados, como un atentado. Pero existe una categoría de víctimas fuera de lo ordinario, si nos guiamos por estas definiciones. Existe una clase de víctima que la R.A.E no puede definir. Hay un tipo de víctima que, en el común de la gente, en el imaginario social, no es tan víctima como las otras. Esto es así por dos razones: las circunstancias que la posicionaron en el lugar de víctima y otro aún más determinante, su condición de identidad femenina y/o fuera del espectro binario del género. Estas víctimas, a diferencia de las otras, son apartadas, segregadas y privadas de cualquier tipo de ''empatía social'', si es que tal cosa existe. Se las trata como si pertenecieran a un grupo sub-humano, como si se tratara de entes carentes de sentir. Cuando una identidad femenina, sea cis-género o trans, se encuentra en el lugar de una víctima, el tratamiento es radicalmente diferente a las otras víctimas, las ''buenas víctimas''. Las identidades femeninas, las identidades trans y no binarias, pasan al círculo de la ‘’mala víctima’’, aquella que merece ser juzgada y denigrada. Hoy, quiero escribir sobre lo único que conozco, que es mi propia experiencia. 
Me llamo Nerina, tengo diecinueve años, soy estudiante de abogacía, vivo en Buenos Aires, Argentina y me violaron dos veces. Solamente escribiendo esto, siento sudor frío en el cuerpo y el corazón me late como si quisiera escaparse de mi pecho. Me violaron dos veces y me da mucha vergüenza. Siento una vergüenza aplastante, porque no sólo me paso una, sino dos veces. Uno pensaría, (o al menos eso solía creer yo), que, si algo así te pasa una vez, deberías ser capaz de prevenirlo en el futuro. Me equivoqué. No pude anticiparme, no pude hacer nada. Dos veces, no pude hacer nada. Eso también, me llena de vergüenza. La primera vez, tenía quince años. También fue mi primera vez. El agresor era mi amigo y mi vecino. En ese momento, no tenía en mi vida al feminismo ni otra fuente de información alternativa para entender lo que era un abuso. La idea que tenía de lo que era una violación estaba ampliamente sugestionada por las películas y programas de televisión. Creía que una violación era lo que me mostraban esas ficciones y nada más. Una violación, para mí, sólo podía ser una cosa: un rostro desconocido en una esquina desolada. El agresor, por supuesto, tiene cara de agresor, la cara que los medios asocian y retratan como un agresor, como una especie de lógica lombrosiana. El agresor da miedo sólo con verlo, porque naturalmente, el mal, debe tener un rostro. La víctima, por supuesto, es una ''buena víctima''. No usa minifalda, es puritana y mojigata, no usa drogas ni está borracha, tampoco sale de un boliche ni de un hotel alojamiento. Por todo eso, nunca me habría podido imaginar que un amigo, una persona que conocía y en la cual confiaba, me podía violar. Ni siquiera reconocí que lo que me sucedió fue una agresión, hasta que mi psicóloga me lo dijo. Recuerdo que le conté, varios meses después, que me sentía mal por algo, pero que no entendía por qué. Le dije que había tenido sexo y que no me había gustado. Le dije, que había sido en contra de mi voluntad como algo normal, no entendía las implicancias de esas palabras, todavía. Ella me miró estupefacta y abrió mucho los ojos. Me dijo: ''Eso no es normal, Nerina''. Yo le respondí: ''Ah, ¿no?''.
 Después de esa sesión, todo fue mucho más oscuro para mí. Quería entender, pero no quería hablar de eso bajo ningún concepto. Nunca contemplé la idea de contárselo a mi familia ni a mis amigos. Varios meses después, se lo pude decir a una amiga, pero seguía sin ser liberador, no podía decir la palabra, se me quedaba atascada en la garganta como una piedra. La palabra sola me mortificaba, me daba miedo, no quería que nadie me mirara con lástima. Era tan difícil para mí hablarlo, que me enredaba y usaba cualquier eufemismo que se me ocurría, entonces no sentía que realmente estaba hablando de eso, sino que era otra forma de evitarlo. Siempre pensé que, por esa razón, el otro quizás no era capaz de procesar la magnitud de lo que yo estaba intentando comunicar. No obstante, los años pasaron y pude hacer grandes avances, pude decir la palabra, pude hablarlo libremente y pude aceptar que me había pasado. No fue un proceso de un día para el otro, por supuesto, ni tampoco estuvo libre de momentos muy dolorosos. Lo que me pasó tuvo un precio para mí, afectó mucho mi forma de entender las relaciones sexuales y mi interacción con los hombres. Sabía que seguía teniendo miedo, pero necesitaba a toda costa mostrarme valiente, corajuda, necesitaba que los demás vean que me la podía bancar. Por dentro, todavía tenía pesadillas interminables donde todo volvía a pasar una y otra vez, todavía tenía recuerdos horribles que me asaltaban cuando tenía relaciones. Todavía tenía mucho miedo y me costó muchísimo volver a sentirme ''normal''. Ahora, corremos el telón a mis diecisiete años, estaba a dos meses de cumplir dieciocho y me sentía muy bien. Había terminado el colegio y estaba por arrancar el CBC, tenía trabajo y estaba feliz. Por supuesto, el machismo iba a plantarse ante mí de nuevo, pero yo nunca me habría esperado el desenlace. Un hombre que no conocía empezó a aparecer en mi barrio, siempre muy cerca de mi casa y desde la primera vez que lo noté y quiso agredirme, nunca más me olvidé su rostro. Me interceptó dos veces y la segunda fue peor, quiso tocarme, no quería mi celular ni mi mochila en ninguna ocasión, quería tocarme, llevarme. Esa segunda vez, ya lo había reconocido y pude correr con todas mis fuerzas. A los días, fui a la comisaría a intentar hacer la denuncia. Me dijeron que como no sabía ni su nombre ni donde vivía, podía hacer la denuncia pero que no iba a servir de mucho sin ningún dato. Me fui, decidí que no iba a perder mi tiempo en una denuncia que no me iba a llevar a ningún lado. Estaba dejando la comisaría, en el trayecto hacia mi casa y de repente, escuché una voz masculina que me gritaba: ‘’Eh, flaca’’. Me quedé petrificada y la voz volvió a hablar: ‘’Sí, vos’’. Empecé a correr, pensando que era el hombre que me acosaba, pero cuando miré hacia atrás, vi que era el policía que me había atendido. Me detuve, me explicó que quería mantenerse en contacto, que si necesitaba ayuda me la iba a brindar, a pesar de no hacer la denuncia. Me gustó, lo reconozco, me gustó, por eso, cuando me pidió mi número, no sentí que fuera algo malo. Me parecía atractivo, amable, me había gustado la forma en la que se dirigió a mí, intenté, pero no percibí nada nocivo en él. Confié en mi instinto. 
Empezamos a hablar por WhatsApp, todo transcurría de forma normal, era como cualquier otro chico que hubiera conocido en un bar o en Tinder. Por fin, un día, concertamos lugar y hora para encontrarnos. Fuimos a tomar algo a un bar cerca de mi casa, me sentía feliz, emocionada, intrigada, un poquito nerviosa, lo que se puede sentir cuando se conoce a alguien por primera vez. Conversamos bastante y durante esa charla, ya no me parecía tan intrigante, pero lo seguía viendo muy atractivo y simpático, no vi nada de malo en continuar con la cita, al fin y al cabo, lo estaba pasando bien. Decidimos ir a un hotel. Yo me sentía bien, sentía que estaba en control de la situación, estaba relajada, tranquila, lo que no sabía, es que toda esa sensación de control se iba a evaporar en apenas unos minutos. Él quiso comprarse una petaca en el camino, tenía ganas de seguir bebiendo y de nuevo, yo no le vi nada malo, habíamos tomado uno o dos tragos y todo marchaba perfectamente, no obstante, eso no iba a durar. Tomaba y a cada sorbo de su bebida, su comportamiento comenzaba a tornarse errático, se comportaba arrogante y grosero. En ese tramo hacia el hotel, con un tono que me daba miedo, me dijo que no pensaba usar preservativo y que mejor que estuviera depilada. Me quedé muda al principio, no sabía qué decir. Sin embargo, incluso en ese momento, no sentí que perdiera el control. Claro que no me había gustado lo que dijo, pero no contemplé la opción de irme porque no sabía cómo podía terminar eso, entonces preferí ‘’aguantármela’’ e ir al hotel de todos modos. Pensé que no podía ser peor que un par de comentarios idiotas. Me equivoqué.
 Apenas empezamos a tener relaciones, un dolor punzante me recorría todo el cuerpo, cuando se lo manifesté, comenzó a reírse, me dijo que aguante, que me tenía que acostumbrar, que yo era muy ‘’jovencita’’ y por eso me dolía. Esas palabras me sacudieron, me convencí de que tenía razón e inmediatamente empecé a sentir culpa. Era yo la que inhibía el placer de la relación sexual, era mi cuerpo el que no sabía cómo disfrutar y era él el que sí sabía. Sus palabras tenían tanto efecto en mi cuerpo y mente inexpertos que lo único que pude pensar es que, en efecto, él tenía razón. El dolor no se iba y yo no sabía cómo disimular las expresiones de incomodidad que nacían en mi rostro. Él, no se inmutaba para nada, no me prestaba atención, usaba mi cuerpo como si se encontrara en otro mundo ajeno a lo que me pasaba. Traté, con cada fibra de mi cuerpo de resistir, pero no pude, mi cuerpo se estaba rindiendo. Mis extremidades estaban cansadas y doloridas de soportar su peso y el dolor en mis genitales se esparcía como un río por todo mi cuerpo. Una vez más, pese a eso, él no dio señales de percatarse y no quería parar. Me dio la vuelta y me colocó boca abajo en el colchón, se posicionó sobre mí y continuó penetrándome. Yo lloraba, le dije que no aguantaba más, que me dolía demasiado, que por favor paremos. Él…él siguió. Apoyó todo el peso de su cuerpo sobre el mío y me agarró de los brazos mientras continuaba penetrándome, me decía que siga aguantando, que necesitaba terminar. En ese momento, lo único que pude hacer fue agarrar muy fuerte el borde de la cama y tratar de calmar el pánico que me estaba asaltando. Repetí en mi mente como un mantra: ‘’Lo estoy consintiendo, lo estoy consintiendo, lo estoy consintiendo’’. Inclusive en ese momento, sé que la parte racional de mi ser no se dejó engañar por eso, pero no pudo sobreponerse sobre el miedo que estaba sintiendo. Lo único que podía pensar mientras me violaba, era que no podía vivir conmigo misma sabiendo que había dejado que me pase una, sino dos veces. Me sentí como un objeto descartable, usado, ultrajado y sin valor. Más que el dolor de la violación en sí misma, en ese instante, me dolía mucho más la vergüenza de haber sido violada dos veces. No pude verlo a tiempo, no pude darme cuenta, simplemente no pude y cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, tampoco pude hacer nada, solamente lloré. 
Hoy, me pregunto, si la violación comenzó cuando le pedí que pare y no lo hizo, o cuando incómoda y presionada cedí, aunque quería irme. 
El título de este escrito puede ser confuso, tal vez, da la impresión equivocada, como si las agresiones sexuales que sufrí fueran parte de mi identidad, al igual que mi nombre. Escribo esto porque quiero decir alto y claro: no soy una víctima. Ni todo el dolor, ni toda la vergüenza y la humillación pueden posicionarme en ese lugar. Me llamo Nerina y soy una sobreviviente. Me llamo Nerina y sobreviví todos estos años. Los sobrevivientes no son víctimas, la víctima no es una identidad, no es una característica, no es definitorio de nada, es un estado temporal. En cambio, la supervivencia, la fuerza, sí que es una parte de la identidad. No puedo decir que lo que me pasó no sea parte de quién soy, pero definitivamente, no soy una víctima. Sé que elegí sobrevivir a pesar del miedo cuando resistí de la única forma que me fue posible en ese momento: calmar el terror irrefrenable que sentía, para poder salir viva. Estoy viva. 
Tengo miedo escribiendo esto, le temo a los juicios de valor, al machismo, temo que la misoginia pudiera llegar a doblegar mi voluntad. Le temo al calvario que atraviesan los sobrevivientes cuando comparten sus testimonios. Temo que la misoginia, como un monstruo indestructible sea capaz de sumirme en el escarnio y la humillación. Tengo mucho, mucho miedo. Y, de todas formas, me creo valiente, porque la valentía no es la ausencia del miedo, la valentía es hacer lo que es correcto a pesar del miedo. Yo siento que es correcto y necesario que escriba esto, por más que no sea una acusación formal. La interpelación es necesaria, para que los sobrevivientes tengamos una voz. En todo este desastre lleno de violencia y sufrimiento, sigo creyendo que puedo hallar algo parecido a la Justicia, cualquiera que fuera. Pensé que nunca iba a poder hablar sobre lo que me pasó, mucho menos escribirlo y compartirlo con el mundo y acá estoy. Supongo que hay dos factores elementales que me empujaron a abrir mi corazón y exponer mi debilidad y fortaleza de una sola vez. El primero, fue la necesidad de liberación de mi alma. En mi modesto pensamiento, liberar el sufrimiento a través de las necesidades literarias es un acto de revolución y de sanación al mismo tiempo. El segundo, lo descubrí sin querer, cursando en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. No esperaba sentir semejante inspiración y súbitamente, esta persona vino a cambiarme completamente. Tuve a una docente maravillosa, tan maravillosa que me impulsó y me inspiró a escribir esto buscando un sentido de Justicia. Lorena Tocci fue mi segundo pilar y lo agradezco. Me enseñó tantas cosas útiles, pero más importantes que la organización de las Cámaras del Congreso o la parte dogmática de la Constitución Nacional, me enseñó a decir lo que pienso. Lorena es valentía y fuerza, yo la miraba embobada sin creer que semejante seguridad y confianza eran posibles. Lorena, docente comprometida, feminista, me dio la herramienta para poner mi dolor en palabras, me dio valor.  Espero que la persona que lea esto, pueda llevarse consigo algo que le sea útil. 
Espero haber podido dar una intervención que sea merecedora, espero que contribuya a destruir el mito más horrible que nos afecta a las personas sobrevivientes, que es ser percibidas como víctimas sin nombre. Ser sobreviviente es una parte de nuestra identidad y por eso es necesario reivindicarla, porque ser sobreviviente implica un acto revolucionario en sí mismo: estamos vivos en un sistema que nos quiere silenciados y abstraídos en la vergüenza para siempre. Sobrevivir también es justicia. 
Me llamo Nerina y estoy viva.
Foto x Nacho Yuchark
Tumblr media
400 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Text
Recuerdo
Te extraño. Sé que en mi vida empecé docenas de cartas de esta forma. Me encariño fácil, me resulta natural extrañar. Siempre añoré, no estoy muy segura qué, pero sé que siempre sentí la ausencia de algo. Siempre me pregunto qué. Pero con vos, siento algo extraño. Tal vez, es porque en el fondo sé que no está bien anhelarte. Lo que siento por vos, tan inusual para mí, sé que va en contra de todo lo que creo. El sentimiento de extrañarte va en dirección contraria a todas mis convicciones más profundas y arraigadas. O quizás, resulta que no eran tan profundas... Siempre sentí que podía ser honesta con vos, aunque al principio tus ojos me miraban apáticos, torvos, fríos. Toda tu postura y tus gestos exudaban desconfianza, cada vez que me acercaba. Recuerdo que me sentía como un ciervo indefenso y torpe en tu presencia. No sabía cómo hablarte, cómo mirarte, me sentía intimidada porque eras tan diferente a todos los demás. Sin embargo, de algún modo, cuando realmente me miraste, ahí empecé a conocerte. Y me refiero a que esa fue la primera vez que me miraste en serio. Tengo esa primera mirada tuya como una foto, no sé cómo pasó, fue repentina e intensa pero nunca la borré de mi mente. Me miraste, serio, como siempre, pero me miraste como si entendieras. En ese instante, sentí que solamente vos y yo existimos. Me encantó tu mirada desde el primer día. Siempre me gustó que cuando tus ojos miraban algo, no sólo miraban, observaban atentamente, sin perder detalle. Siempre te percibí así, minucioso. Por eso me gustás tanto. Supongo que también es eso, quería contárselo a alguien, aunque sea a este cuaderno. Me encantás, me gustás, pienso en vos. Eso me hace sentir una culpa aplastante. Recuerdo perfectamente, también, esa vez que me pediste que te muestre mi tatuaje del brazo derecho. Lo viste detenidamente, como era tu costumbre. Recuerdo, recuerdo... Recuerdo todo y un sentimiento pecaminoso, una sensación espesa y pegajosa me abunda, sé muy bien que es el remordimiento y me retuerzo en él, pero no puedo dejar de evocarte. Recuerdo a la perfección tus dedos fríos y húmedos tocando cada trazo. En ese momento, descubrí que el hielo también podía quemar. Ese día, me fui y por la noche, todavía podía sentir cada milímetro de tus yemas recorriendo mi brazo. No podía pensar en nada más. No quería pensar en nada más. Porque todo lo que siento por vos, está prohibido. Incluso tu nombre.
Tumblr media
1 note · View note
nerina-hana-blog · 7 years
Photo
Tumblr media
SUNSET AND WARMTH
Make up by @nerina-hana
4 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Photo
Tumblr media Tumblr media
MAKE UR XMAS WARM TONED 🎄🎄🎄 Make up by @nerina-hana
6 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Photo
Tumblr media
IT’S XMAS MOOD!
In DesBIadas we LOVE the #JaclynHillxMorphe Palette for this holiday season! ❤ 🎄 / En DesBIadas AMAMOS la paleta de #JaclynHill en colaboración con #Morphe para esta temporada de festividades ❤🎄
Make up by @nerina-hana Photos by @alejadadelavida
3 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Photo
Tumblr media Tumblr media
Make up by @nerina-hana las_desbiadas en Instagram 😁
2 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Photo
Tumblr media
XMAS BABE
Make up by @nerina-hana
3 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Photo
Tumblr media
XMAS BABE
Make up by @nerina-hana
3 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Photo
Tumblr media
Make up by @nerina-hana
4 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Photo
Tumblr media
FIREY AND SMOKEY!
Make up by @nerina-hana
4 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Photo
Tumblr media
WARM TONED BABE
Make up by @nerina-hana
Find us in Instagram at @las_desbiadas
4 notes · View notes
nerina-hana-blog · 7 years
Photo
Tumblr media
CHERRY BLOSSOM BABE
Fotografía por @alejadadelavida
Maquillaje por @nerina-hana
En Instagram somos @las_desbiadas 
4 notes · View notes