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“El Ser no reconocido, el reconocimiento del Ser” Parte Tres
SEGUNDA PARADA: Isla del Sol- Bolivia
“De la soledad al sol”
Empaco mis cosas, armo mi mochila, hago una vista panorámica a la habitación que me acobijó por tres días y tres noches, miro en dirección al lago, extendiendo mi mirada hacia las lejanías donde se encuentra la Isla del Sol, y pienso: ¡Allá voy!
Caminando hacia el puerto, desde donde salen las embarcaciones, voy pensando si sacar boleto para la parte norte o la parte sur de la isla. Incertidumbre en mí.
-Isla del Sol, Isla del Sol- grita un vendedor de pasajes. -Seño, ¿cuánto hasta la isla?- Le pregunto, acercándome - 20 bolivianos hasta el sur, y B/25 al norte- -¿Y si me deja a 20 bolivianos hasta la parte norte?- le ofrezco en mi intento de regatearle -Ia, ia, B/20- dice el señor de expresión seria extendiéndome un pasaje.
Todavía falta una hora para embarcar. Me siento en una piedra a orillas del lago, y rodeándome de su magia, penetro en el sin tiempo de la escritura. Con duda en mi interior sobre hacia que parte había comprado boleto. “Me da igual” pienso, y sigo escribiendo.
Alegría de los pies a la cabeza, estoy en el barco que me acerca a los rayos del sol. Mi energía se dirige hacia el exterior, dispuesta a compartir con los que me rodean. Sentados al lado mío están ellos: una pareja de jubilados viajeros. Ella chilena, él boliviano radicado en argentina. Hablamos de todo un poco; de qué siento al viajar sola, de las costumbres argentinas, bolivianas y chilenas. Les cuento de lugares maravillosos por las cercanías de Copacabana que pueden visitar. Su escucha es atenta, y la conversación va haciéndose más etérica.
-Una ciudad de luz yace bajo las aguas del lago Titi Caca, una ciudad que está en otra dimensión. Tal vez no la podemos ver, pero sí percibirla con nuestros otros sentidos, podríamos decir, con el “sexto sentido”- les digo mirando sus caras de incredulidad y curiosidad a la vez- Todos los nativos saben estas cosas, las cuentan a modo de leyendas, pero eso no quiere decir que no sean reales. Las leyendas son las encargadas de preservar la magia, transmitiéndola de generación en generación-
Al decir estas palabras, una mujer, que al juzgar por los rasgos de su cara parecía ser boliviana, sentada a escasos metros mío, se da vuelta y me mira con sus penetrantes ojos. Dándome cuenta de que estoy siendo escuchada por más personas dentro de ese barco, me inunda la vergüenza, y junto con ella, un debate interior: ¿callar o seguir hablando?. Las palabras continúan saliendo por mi boca, sin saber porque lo estoy haciendo, sigo con mi relato:
-Este es un punto del planeta en donde se unen la energía masculina y la femenina. Ambas energías conviven, se complementan y chocan adentro nuestro. Estar acá es una oportunidad para sentir con mayor fuerza ese choque-complemento que nos ocurre a cada instante, y tomar esa fuerza para integrarnos. Estar acá es una oportunidad para cargarnos con la energía vital del sol y de aprender del silencio profundo de la luna-
-Estamos por llegar a la parte sur de la isla, agarren sus pertenencias y desciendan con cuidado. Tienen dos horas para recorrer las ruinas arqueológicas, y luego emprendemos la vuelva hacia Copacabana. Para los que se quedan a dormir, subiendo las escalinatas, pasando por las tres fuentes de la eterna juventud, está el pueblo, allí hay varios alojamientos- aparece avisando un empleado del barco. -Disculpe señor- lo llamo- yo voy hacia la parte norte, ¿en qué momento vamos hacia allá?- -Este barco viene solo al sur, solo al sur- me responde trayéndome la respuesta de cual era mi mejor opción. Definitivamente tenía que ir al sur, un encuentro especial me estaba esperando.
-Yo también me quedo a dormir en la isla, busquemos dónde- dice pasando a mi lado la mujer de ojos penetrantes, tras escuchar mi conversación con el señor del barco.
Uno, dos, tres, cuatro, veinte, treinta escalones cuesta arriba. el pueblo se encuentra muy alto, y yo muy débil. Llevo varias horas sin comer, la altura que me quita el aire, la mochila que parece pesar toneladas y mi luna, mi período, mi menstruación que acaba de llegar... despliegan el escenario perfecto para que no pueda dar ni un paso más. Me detengo reposando sobre una vieja piedra. Cierro los ojos, “No puedo más, ¡¡¡Ayuda!!!” digo para mis adentros. Y al abrir los ojos, el pedido ya se había materializado. -¿Querés que te suba la mochila?- pregunta en castellano con acento francés, un hermoso hombre con mirada compasiva. Mirándolo, bacilo unos instantes, -”Lo pediste, ahora aceptá la ayuda”- escucho en mi oído interno. -La verdad que sí, por favor. Gracias infinitas, estoy muy cansada- le respondo, soltando toda imagen de mí misma o concepto omnipotente “de que lo puedo todo”.
Cuarenta escalones hacia el cielo, una hermosa posada nos abre sus puertas. Y allí estoy, de golpe y porrazo, compartiendo el cuarto con la mujer y sus penetrantes ojos. Ojos que pronto serían el acceso directo a su corazón.
-Falta poco para que caiga el sol, vamos a buscar un sitio en donde se pueda ver bien el atardecer- me invita Hanna, luego de una larga conversación en la que íbamos descubriendo que compartíamos la misma visión del mundo y que hablábamos el mismo lenguaje.
Ella, con sus rasgos bolivianos, era oriunda de La Paz, pero hacía varios años que vivía en Coroico, las yungas bolivianas. Con sus 45 años, y sus penetrantes ojos, veía la magia, la respetaba y trabajaba con ella, haciendo temazcales en las yungas. Era una bruja, no de esas con narices largas y verrugas, sino una bella bruja que conoce la puerta que te conduce al mundo invisible. Mundo en el que se despliegan los poderes psíquicos y uno ve, no con “los” sino con “el” ojo, el que se encuentra en el centro de la frente.
Fueron tres días de convivencias, tres días de largas caminatas bajo los rayos del sol nutriéndonos del habla, tres noches de tormentas, donde el cielo lloraba infinitas lágrimas que regaban los suelos secos de la isla. Lluvia que con su canto nos mecía, trayéndonos hermosos sueños, soñar dormidas para soñar despiertas. Hanna fue para mí en esos días soleados y en esas noches mojadas, una inmensa compañía, y yo fui también eso para ella. Cuando nos despedimos, sintiendo que ya había llegado la hora de que yo continuara ascendiendo sola, sentí mucha gratitud por haberla encontrado. Y en nuestro abrazo se sello aquello que no se logra transmitir con las palabras. Hanna realizó conmigo la peregrinación del héroe. Una extensa caminata realizada con un propósito, que fue nuestro motor que nos impulso a superar cualquier traba, dolor, peso o cansancio. Todas las señales indicaban que debíamos hacer esa caminata, desde la parte sur hacia el norte de la isla, que debíamos hacerla con todo nuestras mochilas, con todas las pertenencias que nos pertenecían, aunque sea por un tiempo. Nada debíamos dejar del otro lado de la isla, o tal mucho. Y mucho fue lo que se quedo allá, lo que se purificó con el riego de las nubes y con los rayos del sol, que quemaron mi vieja piel hasta convertirla en cenizas.
Cuando mis labios se partían y mi piel se resquebrajaba, cuando mi pasado se desvanecía y mi sonrisa se extendía por todos los confines de la galaxia, yo andaba simplemente caminando. En un movimiento constante de subidas y bajadas que el terreno nos regalaba, y nosotras le ofrendábamos nuestros miedos, angustias, perezas, ansiedades y negatividades propias y heredadas.
-Le pediste tanto a la serpiente que te enseñe a dejar atrás la vieja piel del pasado, que mirate, estás completamente quemada, tenés la piel en carne viva"- dice Hanna en un momento de la larga caminata mirando mi rostro y riendo. Y riendo le respondo -"es verdad... tendría que haber aclarado en mis peticiones que no era literal sino simbólico"-
En una de las paradas de la peregrinación, y mientras mi cuerpo descansaba, escribí:
"Apus, espíritus de las montañas, denme la fuerza que necesito para realizar este camino, denme el coraje para liberarme de las limitaciones". Camino por la montaña y entre subidas y bajadas descubro la fuerza que habita en mi interior. Sanando las heridas de mi pecho voy conectando con mi voluntad, esa fuerza inagotable que me lleva a elevarme. Seres alados acompañan mis pasos ayudándome a avanzar, Alas mullticolores se despliegan de par en par, uniendo múltiples dimensiones; SOY, SOY, SOY. Parada en el medio del camino, a mi izquierda: el sur, a mi derecha: el norte. Miro a mi izquierda y veo la historia de mi vida a través de los recuerdos, abriendo mis manos se los entrego al viento; ¡vivan en libertad!. Sonriéndole a los desafíos y oportunidades que la vida me da, camino por este sendero en la dirección de mis ancestros, para liberar las represiones honrando la sangre que corre por mi cuerpo. Amando a mis padres biológicos voy naciendo en inmensidad, re-conectando con mis padres eternos. Los que siempre lo han sido: El Padre Cielo y La Madre Tierra. Ellos me sostienen, me nutren y me acompañan, mientras yo recupero las memorias de quien soy.
Luego de seis extensas horas de caminata, atravesamos la puerta del sol. Cruzamos el portal, y entramos en las ruinas arqueológicas del norte de la isla. Un escenario impactante se despliega ante nosotras. Ahí está la famosa "mesa del sacrificio" construida por los Incas. Al verla me doy cuenta que toda esta caminata fue un sacrificio, sacrificar lo que no soy para ser yo, y puliendome a mi misma, Ser Yo por Yo Ser. El mando de la esencia sobre la personalidad.
Parada adentro del círculo de la mesa del sacrificio recibo el siguiente mensaje de mis guías: "Se destrabaron tus alas, estás lista para realizar el vuelo del renacimiento".
Mensaje que minutos más tardes entendería con la razón.
-Hanna, ¿me esperas?- le pregunto mientras revuelvo las cosas de mi mochila hasta sacar una piedra pulida de color rojo oscuro. -¿Qué vas a hacer?- -Esta es la piedra de mis ancestros. Es una larga historia, que más tarde te contare, una larga y maravillosa historia de como llegó esta piedra a mi mano. Hace tiempo que me acompaña y representa para mí aquello que me transmiten mis ancestras femeninas. Deseo que se quede acá, en este sitio sagrado. Quiero ofrendarla a modo de agradecimiento por todo el camino recorrido por ellas, entregando sus represiones, y tomando de ellas solamente la fuerza, la fuerza ancestral, para continuar con mi propia manera de desplazarme por el mundo-
-Yo también quiero ofrendar algo- dice casi en un susurro mientras camina hacia su mochila.
Estamos absolutamente cansadas físicamente, y absolutamente contentas. Miramos hacia arriba. Aparece volando un águila, y aparece otro más. Dos águilas que vuelan sobre nosotras, a escasos metros. Gratitud, gratitud, gratitud. Nos miramos sonriendo, comprendemos la señal... nuestra ofrenda, nuestros pedidos fueron recibidos y aceptados. Estamos en un gran proceso de transformación, depurando el ego, conectando con el espíritu.
Las águilas son aves de gran longevidad, que pueden llegar a vivir hasta 70 años. Pero para poder vivir hasta esa edad, tienen un secreto. Alrededor de los 40 años sus uñas ya están demasiado flexibles y no les sirven para agarrar a las presas, el pico se les alarga y cae sobre el pecho, sus plumas están pesadas y gastadas... ya casi no pueden volar. Es entonces cuando tienen que tomar una ardua decisión: morir o enfrentar un intenso proceso de mutación. Así, se retiran a una cueva oculta en las montañas, en total soledad. Golpean su pico contra las paredes, hasta que se desprende. Luego viene el tiempo de esperar a que nazca uno nuevo. Cuando esto ocurre, arrancan las uñas de sus garras. Y al crecer las nuevas, desprenden una a una las plumas de su cuerpo. Al pasar los 150 días, aproximadamente, ya están listas, y han ganado 30 años más para vivir con todas sus fuerzas. Entonces salen a la luz del sol e inician el vuelo del Renacimiento, un vuelo triunfal al sol.
Al cuarto día de convivencia se me escucha decir...
-Hanna, me voy. Ya saque mi boleto de regreso a Copacabana, sale a la 13 Hs. Faltan dos horas todavía, me voy a meter en el lago, aunque esté helado, no quiero irme sin bañarme en estas aguas. ¿Venís?- La invito sonriente -Siiii, dale- acota entusiasmada- ¿A dónde te vas después de acá?- -Cuando llegue a Copacabana, averiguaré directamente por un pasaje a Cusco, ya tengo ganas de pisar tierras peruanas...
TERCER PARADA: Cusco- Perú
"Mareas emocionales"
Viviendo es que descubro que hay tres maneras de transitar las emociones, nuestros motores siendo humanos, que nos motivan a buscar, a realizar aquella misión, a desplegar el color, la nota musical que vinimos a plasmar como chispas divinas que somos. Emociones, caudales de agua que nos llevan a desplazarnos o que nos pasan por arriba como un tsunami, cuando decidimos quedarnos quietos y no avanzar.
Tres maneras de transitar el mar emocional: por encima, nadándolo o por debajo.
Por encima, es elevándose más allá de la emoción, como si tuvieras una tabla de surf con la que te montas a la ola. Elevarse por encima es comprender, saber y experimentar que uno es mucho más que la emoción de turno. Elevarse por encima es ser el observador y desplazarse manteniendo el estado de alerta y la consciencia expandida para que la ola-emoción sea realmente un impulso. Elevarse por encima es vivir en Cuerpo, Alma y Espíritu. Comprendiendo el juego del tejido de la vida, sorteando los desafíos que se nos van presentando. Tenemos que ser los surfers de nuestras propias mareas emocionales.
Vivir al mismo nivel que las emociones, nadando con ellas, es vivir en las mareas. Ser llevado por la ola que aparezca, y muchas veces, aparecen varias corrientes a la misma vez. Cuándo eso pasa… ¿para dónde ir? ¿Qué corriente seguir? Al movernos en este nivel, estamos confundidos, sin saber que es lo que realmente sentimos, ya que sentimos tantas cosas simultáneamente; sin saber del todo que es lo que queremos. Nuestros ojos se encuentran borrosos, empañados de emoción. Ojos que han perdido la capacidad de discernir. Discernir es elegir no con el intelecto sino con el corazón. Nadar el mar emocional es una tarea intensa. Hay que ser un experto nadador para no caer en los remolinos de las olas. Remolinos que marean y ahogan. Vivir a este nivel es ser Cuerpo y Alma. Un Alma que al perder conexión con el Espíritu, ha perdido la dirección, ha perdido la objetividad de porque se le presentan los obstáculos en la vida. Al perder la guía del espíritu, el alma, puede quedar atrapada, adicta, a ciertas circunstancias que le hacen daño. Y la persona se queda atrapada en un remolino que la ahoga, sin saber como salir de ahí. Girando y girando hasta que baje la marea, y tomar la decisión de salir del obstáculo que genera sufrimiento.
Tener al elemento agua en nuestra vida es fundamental, pero siempre tiene que estar equilibrado con fuego, tierra y aire. Exceso de emoción, de agua, nos ahoga, nos deja atrapados en los remolinos. Escasez de agua, nos vuelve fríos, insensibles. Hay que encontrar el punto medio, el equilibro.
Ir por debajo del mar o río emocional es apagarse, desconectarse de lo que realmente se siente. Hacemos esto, generalmente, para “no sufrir”, engañados por la ilusión de que si algo no lo sentimos, entonces no está ocurriendo. Pero la verdad es que sí ocurre, sólo que nosotros estamos por debajo de las sensaciones. Falsa ilusión es desconectarnos de nuestro sentir para “no sufrir”, sufrimos al no sentir, la desconexión causa sufrimiento, es vivir apagado, medio dormido- medio despierto. La indiferencia guía el rumbo de la vida, y ¿qué más da para alguien indiferente? Los colores de la vida pierden su intensidad, y el placer de estar vivo pasa por al lado sin poderte tocar. La persona mira al mundo, y el mundo es un lugar gris, oscuro, frío. Son los propios ojos los que han perdido brillo. La indiferencia es cruda, nada ni nadie te importa demasiado. Te has convertido en un metal que ha dejado de ser precioso. Eres un alquimista que ha olvidado como transformar el plomo en oro. Y es en el plomo, los obstáculos de la vida, donde se encuentra el potencial de luz: el oro.
La vida misma nos lleva siempre a mostrarnos, a que recordemos que transformando los desafíos en oportunidades es como nos transformamos a nosotros mismos, de seres que sobreviven a seres que viven; del animal racional al Ser Humano; del Humano al Super Hombre: a ser DIOSES. Eso es lo que somos: dioses en potencia. La magia, la alquimia es lo que tenemos que recuperar. Dejar atrás la vida de plomo y vivir en el brillo del oro.
Dichas estas palabras, ese fue mi aprendizaje en el pueblo de Lares. Pueblo en medio de las montañas del Valle Sagrado de los Incas, a unas cuatro horas (si recuerdo bien) de la ciudad de Cusco. Pruebas y más pruebas para ver si me elevaba por encima de mis emociones, emociones cargadas de tristeza y melancolía. Desafíos que me ponía mi destino para ver si hacía las mismas elecciones del pasado, o si abrazaba las nuevas aventuras.
Cansada estaba de volverme indiferente ante la tristeza, comprobado estaba en mi experiencia, que si de algo sufría era de volverme una piedra, de amurallar mi sensible corazón. Sensibilidad que conduce a admirar la belleza, a emborracharte de pasión. La frialdad ya no es mi elección de vida, tal vez nunca la había sido, pero envuelta por los velos de la ilusión, automáticamente hacia ella iba, y en ella me “protegía”. “¡Basta ya!” dije un día, basta ya de encerrarme en esta coraza, que más que protegerme me separa. La sensibilidad nos hacer ser vulnerables, y es en la vulnerabilidad donde se encuentra la fortaleza. Pienso que la vida se trata de aprender a amar. Y, ¿cómo podemos amar sin ser vulnerables? El amor atraviesa, y es ahí cuando aprendemos a ser flexibles por fuera y fuertes por dentro. Con mi muralla hago justo lo inverso, me muestro fuerte por fuera y por dentro, más que flexible, débil. Debilidad que trae lo que se contiene, lo que se guarda, lo que se oculta. Pero... como dice el dicho “tarde o temprano las mentiras salen a la luz”, al igual que con las mentiras, ocurre con las emociones que se contienen. Pujan y pujan para liberarse.
Lares, sus montañas sagradas, sus aguas termales y los recuerdos allí vividos, abrieron en mí la compuerta de las emociones.
Mareada por las vueltas de la carretera, respirando profundamente para no vomitar, llegué al pueblo blanca como la nieve, revuelta por dentro y por fuera. Sin saber que hacer y apurada por las gotas de lluvia que descendían, fui directo al hostel que conocía. Casita de campo, que entre roedores y polvo, vivía un amable señor, con el cual no nos entendíamos demasiado con el habla, pero nos comunicábamos con el lenguaje de la humildad y la aceptación. Fuertes historias había vivido en esa casita, diez meses atrás, en el viaje por el Perú con mi anterior pareja. Recuerdo de amor, de bienvenidas y de despedidas habíamos plasmado sobre esas paredes, esas montañas y esos baños termales. Que ahora me limpiaban, llevándome al encuentro con el dolor acumulado en mi pecho, por estar despidiéndome de él, al que desde el primer momento en que lo conocí apodé "Ojos de Viento". Hermoso hombre al que extrañaba, como extraña el árbol a las hojas en invierno, como extraña la luna llena hacer el amor con el sol. Así lo extrañaba yo a él, de a poquito y en cantidades. Sus ojos se los había llevado el rocío de la noche, la que nos dijimos adiós entre abrazos y lágrimas que simulaban ser océanos. Mirándonos nos tiramos encima bellas bendiciones, las que vienen de la mano del agradecimiento; gracias por lo vivido, gracias por todo lo compartido. Tres semanas atrás había visto sus brillosos ojos por última vez, y cuando entré en ellos, vi nuestros destinos separados por el viento. El mismo viento que a mí me conduciría al norte, y a él a las tierras del este. Cuando la puerta se cerró tras él aquella noche, tras esa puerta se marchó nuestro compañerismo. Era el final, un final que por apego, por miedo o por costumbre uno tiende a postergar. Llevábamos dos meses de encuentros casuales, que culminaban casualmente en caricias y miradas de amor. El mismo amor que ahora nos impulsaba a despedirnos, a tomar el sendero colorido que a cada uno más le vibrase. Ambos habíamos elegido continuar separados, volando cada uno a ritmo y a su tiempo. Decisión un tanto sabia otro tanto cobarde. Ni él ni yo estábamos listos para aceptarnos tal cual eramos, y por eso nos enfrentábamos.
En Lares estaba nuevamente, en el pueblo donde nos sinceramos los dos. En la misma casa de campo en la que ahora mis pies pisaban, nos habíamos encendido de furia y de pasión. Si algo generaba nuestra unión era aumentar la llama de la intensidad, y de esa forma vivíamos todo: intensamente. Siendo espejos en donde mirarnos, siendo reflejos de nuestras partes luminosas, como también, de las fragmentadas. Cuánta angustia nos inundaba cuando no eramos capaces de aceptar lo que veíamos. Fue exactamente en este lugar, diez meses atrás, cuando dude de tejer mi vida junto a Ojos de Viento. Tanta intensidad me abrumaba. Fue aquí mismo cuando me liberé de las medias tintas, y me entregué a la pasión. Es la pasión la que enciende nuestra llama vital, la que nos mantiene vivos. Esa llama nunca debe apagarse, y es cada uno el responsable de alimentarla, a no ser que quiera andar como zombie por la vida. Como muchas de las personas que suelo ver, arrastrándose por las calles con sus ojos opacados y sus caras descoloridas, con sus sonrisas desdibujadas y sus auras ennegrecidas.
Saludé al viejo señor de la humilde casita de campo, Don Luis, quien me preguntó por “mi acompañante”. Al contarle que nos habíamos separados comenzó a relatarme un fragmento de la biblia, entre palabras españolas y quechuas, lo único que llegué a entender con nitidez fue: “María y José nunca se separaron”. -”Ia, ia, Don Luis”- le respondí con un acento un tanto porteño otro tanto peruano- “Clarito está que nosotros no somos ni María ni José”- y entre sonrisas subimos las pequeñas escaleras que conducían a mi futura habitación. Su rodilla lastimada, su andar despacito, dieron el espacio para que en el trayecto me contara que su mujer estaba mal de salud, que estaba internada. Con ella se había ido toda posibilidad de higiene y limpieza, supe instantes después cuando abrió la puerta de la habitación. A juzgar por el olor a encierro, hacía mucho tiempo que esa puerta no se abría.
Al quedarme sola, rodeada de esas cuatro paredes, sorprendentemente comencé a llorar. Un llanto que expresaba “¡Esto no me gusta! el olor, los vidrios rotos, la densidad que se respiraba, los recuerdos y Ojos de Viento que no estaba. El mareo físico, a causa de la altura era casi igual al del emocional. Tenía tristeza y hasta miedo de quedarme sola ahí. Y aunque podía escuchar bien nítido el sonido celestial, transmitiéndome que no estaba sola, la escena era tétrica. Puse mis mejores intenciones para darle vida al espacio, sabía que en mí radicaba la llave para anclar la luz sea donde sea. Abrí puertas y ventanas. Prendí una vela, invitando a toda entidad a que ascendiera; prendí un sahumerio y palo santo, limpiando e invitando a los ángeles a venir. Me senté en la cama, me sequé las lágrimas y vino la pregunta: “¿Querés estar acá?” -”Nooo”- me auto respondí casi gritando- “Me merezco algo mejor, me merezco un lugar que huela bien, me merezco unas sábanas limpias. Sé que puedo transformar la energía de este lugar, pero... ¿eso es lo que tengo ganas de hacer o prefiero destinarla en otra cosa?”-. Instintivamente me levanté, baje las escaleras y salí en busca de un nuevo sitio para descansar. Una mejor opción apareció dos cuadras más arriba. Lo que daba lugar a un nuevo desafío: decirle a Don Luis que me iba. Me daba "cosa por él". La duda vio la oportunidad, y vino... -”¿Y si me quedo solo una noche, y mañana me voy al otro lado?”- se le escucho decir a la voz que siempre busca complacer a los otros. -”No”- gritó otra voz, la cual dictaminó con certeza- “Te vas ahora"- Juntando valor, recogí mis cosas, fui a despedirme de Don Luis, agradeciéndole. Y salí prácticamente corriendo del lugar y de mis condicionamientos de “el que dirán”, viniendo atrás mío o de frente una radiante alegría, de aquella que se expande por todo el cuerpo cuando sabés que hiciste lo mejor por vos mismo. La alegría que viene a nuestro encuentro cuando tenemos la astucia de esquivar un desafío en vez de chocar con él.
Instalada en mi nueva morada, comprendería con mayor claridad porqué estaba en este pueblo, y porqué había sido importante irme de aquel lugar,
-“Nati, podés decir NO con el corazón abierto, y sin culpa”- me dijo mi parte sabia- “Podés correrte de lo que no te gusta. No siempre se trata en transformar las situaciones, muchas veces, el aprendizaje está en rechazarlas, en decir NO, de la misma forma en que se dice SI. El aprendizaje está en los límites, en encontrar la firmeza que pone el límite ante lo que no se desea vivir más”-.
Escritos del cuaderno
Lares, Perú- 13/12/16
Estando en este sitio, en este punto en el mundo, experimenté lo que es estar por encima del mar emocional, también por debajo y a la misma altura. En estas verdes montañas plasmé cantos y risas, leí y fui una con el agua. Anduve en moto y tomé jugos de mango, intercambié cortas conversaciones con los dueños de mi alojamiento y me adentré en el silencio de mi habitación. Probé todos los queques (budines) del pueblo en la frustrante búsqueda de la pastelería argentina, hasta que comprendí que era en vano, y que tenía que dejar de comparar, gastronómicamente hablando. Pasé hambre y cené miel de la zona.
Hasta que amanecí un día, y decidí regresar a Cusco.
"Cita con la sacerdotisa"
Amaneciendo de vuelta en la ciudad cuzqueña. Sentada en mi plaza favorita, llevo horas escribiendo. Me siento bien, muy bien. Ayer fue un día duro, el mareo físico volvió, estuve inmersa completamente en un huracán. Algo deseaba salir de mí, ataduras que ardían en mi plexo solar a la altura del estómago. Puntadas que me retorcían de dolor mientras el autobús iba por la carretera tomando curvas y más curvas, descendiendo desde las alturas donde se encuentra el pueblo de Lares hasta la ciudad de Cusco. Creí que no iba a pasar esa aventura sin vomitar, pero lo cierto es que lo logré. Teniendo el poder sanador del universo en mis manos, el reiki me fue curando, y al llegar a la ciudad, mi cara blanca como la nieve fue recuperando su color. Si bien estaba mejor, no tuve ganas de comer, ni de caminar, ni de moverme por el resto del día. Necesitaba descansar, y así lo hice.
Para amanecer hoy radiante de energía y con muchas ganas de vivir este día y en esta ciudad, la "que lo tiene todo", y a la cual están decorando con adornos navideños. Lo que me recuerda que se acerca la navidad.
Amanecí sabiendo que tendría una cita en las montañas. No puedo describir como es que me llegó esta información, simplemente sé que tengo que ir al "templo de la luna" situado a unos pocos kilómetros del centro, que allí me encontraré con las sacerdotisas.
Estar en la ciudad me da la facilidad de estar en contacto con mi familia, poder comunicarme a través del Wi-Fi, de las redes sociales. Gracias a ello recibí lo que tanto necesitaba escuchar.
Prendo el celular después de varios días y me sorprenden audios de mi madre, contándome las nuevas novedades. Mi mamá es una gran buscadora, y una gran encontradora, si es que existe la palabra. Es una luz en mi camino, y en el camino de muchos. Compartimos la cosmovisión del mundo y un gran deseo de libertad.
En sus audios me cuenta que se ha hecho una carta natal con una hermosa y sabia mujer a la cual ambas apreciamos.
"Nata, se confirmaron nuestras sospechas. Teníamos razón. Tu bisabuelo no es el que todos creen, sino otro. Es muy importante para la historia de nuestra familia, para nuestro árbol genealógico que se reconozca al verdadero. Aquel secreto, ese no reconocimiento de la verdadera paternidad, generó en tú abuelo que no terminara de encontrar cual era su lugar, su sitio como hombre dentro de la familia, ya que su imagen del masculino estaba en sombra. Mientras el verdadero padre no sea reconocido y aceptado, el papel del masculino estará dudoso. Necesitamos que el árbol genealógico se reconstruya como realmente es, para que el mago y la maga puedan encontrarse, y así el masculino sagrado y el femenino sagrado emerjan del inconsciente".
Hacía tiempo que estaba esperando escuchar esa verdad, las palabras justas que me liberaban de la duda, para tener la certeza y poder unir todas las piezas del rompecabezas ancestral. Hacía unos años que había recordado que en esta encarnación, siendo Natalí, me había comprometido con este árbol genealógico a a abrir la compuerta del mundo emocional y liberar las memorias de "lo que no se puede decir", de "lo que ha estado contenido". Y ahora, siguiendo la senda por el camino del norte, me topaba con mis ancestros, para liberar aquellas memorias opresoras, que nos mantenían inmersos en mentiras.
"Por eso el dolor en el plexo solar" pienso uniendo las piezas. Ese es el sitio donde reconocemos quienes somos, el espacio donde yace la identidad. Mi identidad, mi identidad familiar estaba reajustándose, reubicándose. De golpe la imagen de quien era mi bisabuelo se desvanecía y otro hombre, con otra historia y otra familia aparecía en su lugar.
Es importante tener una identidad, una sólida, un Yo sólido. Poder definirnos. Para después superar esa identidad y fundirse en la impersonalidad del todo. En donde no dejas de existir, sino que formas parte de todo lo que tiene nombre, y de lo que no se puede nombrar. La identidad es la puerta que conduce a la divinidad. Primero se es alguien para luego tan solo ser. Ese es el cambio frecuencial de Soy Yo por Yo Soy; el cambio de el Ser no reconocido por el reconocimiento del Ser. Cuando el ser es reconocido y se vive conforme a su voluntad, te das cuenta que el estar separado es tan solo una creencia, una ilusión. Porque en realidad sos la existencia. Cuando el tiempo horizontal (pasado, presente, futuro) se une con el tiempo vertical (la eternidad), se ha creado la gran unión mágica en la que se encuentran el creador y la criatura.
Majestuoso compartiendo su calor estaba el sol montado en el escenario del cielo. Comienzo a caminar hacia el Templo de la Luna (ruinas incaicas). Sé que no está lejos, pero no sé exactamente en que dirección tengo que ir.
-"Es arriba, seguí las gradas"- Me indica un señor del lugar. Como si hubiese entendido su indicación, le respondo - Ia, ia, gracias- pensando para mis adentros que el "arriba" era muy amplio, y que no divisaba en el panorama ningunas gradas. De todas formas sigo andando, camino por las típicas callesitas angostas, doblo aquí, doblo allá, camino cuesta arriba, hasta que veo las famosas gradas. Envuelta en sudor voy subiendo uno a uno los tantísimos escalones que separan al templo de la luna de mí. Tenía una cita con las sacerdotisas y no me la iba a perder.
Las gradas finalizan y aparezco en una carretera de la que sale un sendero que atravesando un bosquecito vas entrando en la montaña. Guiada por un orden mayor, camino con la certeza de que estoy yendo en la dirección correcta. Y cuando estoy por llegar y veo de lejos al templo de la luna, instantáneamente lo reconozco. Ese es el lugar que me estaba llamando. Sorprendida de lo que veía, la ciudad y sus ruidos quedaban atrás, y en pocos metros me encontraba en pleno corazón de la montaña, invitada a penetrar en su magnetismo cósmico.
Asciendo la montaña-Templo de la Luna, y al llegar a la cima busco un lugar para hacer el contacto interdimensional. Cierro los ojos, para ver con el alma, entro más y más en mí misma hasta llegar al espacio donde habita el universo entero
La veo venir desde lejos, no son muchas sino una, camina en dirección a mí, en cada paso irradia desde su cuerpo un brillo encantador. Es magnética. Es ella, es la sacerdotisa con la que tenía pactado un encuentro. Es una guardiana de la magia del cielo, una maga, una alquimista. Se acerca aún más, encandilándome con su brillo. Se detiene justo delante de mí, y cuando mis ojos se ajustan a la claridad, nos miramos... Ella es yo, yo soy ella. No doy crédito a lo que veo, es mi propio ser de luz, mi ser sin condiciones desplegando su mayor potencialidad. Sus ojos, mis ojos, son brillo puro, que irradian confianza, tranquilidad, seguridad. No habla, extendiéndome su mano me invita a ir a otro espacio/dimensión. Le doy mi mano y caminamos juntas hacia luminosos horizontes. Mientras recibo el siguiente mensaje, que podría reproducirse muy vagamente así:
-"El encuentro con las sacerdotisas, era con una sola y esa sos vos. Vos sos una sacerdotisa. Recordá como es tu ser de luz y no lo olvides. En tú sangre se encuentra la memoria de los tiempos, de los tiempos que no conocen de oscuridad. Conectá con ella, la sangre, y activala, activando en tú ADN los recuerdos. En el ADN está la impronta por la que podés acceder a registros más amplios que esta vida que estás teniendo. En esos registros encontrarás las respuestas a quien sos y a dónde vas. Todo comienza y continúa con la activación del ADN, en la integración de la genética, de una genética que es tan extensa como la historia de la humanidad"- Tomada de la mano de mi ser de luz, estando en un mundo paralelo, y siguiendo con una de las leyes fundamentales del universo: "no hay respuestas para las preguntas no formuladas", hago mi pregunta y espero en silencio mi respuesta.
-¿Por qué me dicen por un lado que lo importante en esta vida es que sane mi árbol genealógico , y por otro lado, que lo que importa es que recuerde mucho más allá de esta encarnación, reconociendo a los padres del origen de la humanidad?-
-“Porque es importante activar toda tu genética. Te desplazas desde lo personal hacia lo impersonal. Empieza por esta encarnacion, integrando a tus padres, abuelos, etc… aceptándolos, y se continúa integrando a los padres y abuelos de tu genetica, es decir, la genética humana. Reconocer y aceptar a las distintas razas que aportaron los dones-atributos que tienen los humanos. Su propia sangre está en un proceso de reconocimiento y de asimilación, es por eso que los Seres Humanos se encuentran con tanta revolución interna. En este tiempo-espacio siendo mujer, es fundamental que re-conectes con el valor que tiene tu sangrado. En la menstruación de cada mujer están las memorias de las sacerdotisas. Allí habitan dones que se tienen que recuperar para que la energía magnética (femenina) se restablezca en la humanidad. Se acaban los tiempos de patriarcados. Comienzan los tiempos de igualdad, ni machistas ni feministas, sino pares. Serán las mujeres quienes deban reconectarse con su femenino de luz, para acompañar a los hombres a que se reencuentren con su propio femenino. Serán los hombres quienes deban rescatar de las sombras a su masculino, para guiar a las mujeres a reconectar con su masculino de luz”-
Espirales dorados descienden del cielo, rodeado mi cuerpo. Espirales que plasman los mensajes en mis células.
Necesito que mi árbol genealógico este completo, pienso, y en con ese mismo pensamiento invoco al espíritu de mi verdadero bisabuelo. Mi consciencia se desplaza hacia otro foco, dejo de ver a mi ser de luz, aunque percibo su impacto en todo mi cuerpo.
Siento, siento, siento con la inmensidad de la sensibilidad al espíritu de Él, el señor desconocido y tan familiar. Le pregunto si quiere decirme algo. No escucho nada, pero percibo que me quiere entregar algo. Levanto mis manos sin levantarlas, agarro lo que me esta dando. Es una perla. "Te entrego el don del mago, el don de la energia creativa: EXPRESATE, EXPANDETE, ENTREGATE. Sé arte"- dice sin labios.
Es difícil describir lo que en ese momento estoy sintiendo, todo intento de plasmar ese momento en palabras es en vano. Mi cuerpo vibra completamente, mis ojos arden de pura vida, y cuando siento que ya es el momento de volver a abrirlos, lo hago. Vuelvo a ver la tercera dimensión y las verdes montañas que me rodean, pero no son las mismas, están absolutamente vivas, como siempre estuvieron solo que yo no podía verlas. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS le expreso a los huecos, a los eucaliptos y a las cinco palomas que levantan vuelo.
Extasiada de dicha... comienzo a sacarme fotos con nadie, o más bien, con todo lo que tiene vida. Caminando montaña abajo, envuelta en una esfera de luz regreso al caos-armónico del centro de la ciudad, deseando disfrutar de los placeres de la materia. Quiero comer algo bien rico, saborearlo y celebrar las bendiciones del cuerpo. "Soy todo esto", me digo a mi misma en silencio y muy contenta. "La espiritualidad es ser completo".
Tiempo después toda aquella información decantaría, impulsándome a escribir:
Mientras las mujeres sigamos viendo a nuestra menstruación como “una desventaja biológica”, seguirá habiendo dominación de género; mientras los hombres sigan alimentando la heredada y muy absurda creencia de que “los hombres no lloran”, seguirá habiendo lucha de género. Mientras las mujeres no sanemos nuestra matriz creativa, seguirán habiendo abusos y violaciones. Mientras los hombres rechacen su sensibilidad, su ternura y su videncia, seguirán habiendo abusos y violaciones. Mientras las mujeres no comprendamos que somos cíclicas, y que eso es una maravilla, no habrá comprensión de género. Mientras los hombres no comprendan que son lineales, y que eso es una maravilla, no habrá comprensión de género. Cuando las mujeres tomemos consciencia de nuestro ciclo menstrual, que no es solamente los días de sangrado, sino todo el mes, recordaremos que somos cuatro en una. Que al igual que la luna, pasamos por cuatro fases. Recordaremos que nuestra naturaleza es ser doncellas, madres, brujas y hechiceras. Y que en ello radica la belleza de ser mujer. Cuando las mujeres aceptemos nuestra naturaleza le devolveremos a la energía destructiva el valor que se merece. La destrucción y la creación están unidas en una misma energía creativa. Cuando las mujeres nos hagamos cargo de nuestro poder femenino, seremos aquellas copas sagradas que siempre hemos sido. Creadoras, capaces de recibir y de manifestar luz en la Tierra. Cuando los hombres se hagan cargo de su poder masculino, serán aquellos canales de luz que siempre han sido. Conductores, capaces de transmitir la energía del Cielo a la Tierra. Cuando los hombres dejen de ser egoístas, aprenderán a dar más luz. Cuando las mujeres nos liberemos del “no merecimiento de la abundancia”, aprenderemos a recibir más luz. Y juntos seremos capaces de manifestar todos los nacimientos, inclusive el de una nueva humanidad.
"Encuentro con el Diablo"
Escrito de mi cuaderno 18/12/16
Sonidos de desconexión, olor que hiere mis sentidos. Volando en un cometa de metal soy parte de este circo vulgar. Cansada de las máscaras descoloridas, cansada ya de las mentiras. ¿Dónde estoy? Dando vueltas en el laberinto de las buenas intensiones, muchas ofertas que me desvían de mi misión. Ahí estás vos, la roja tentación. Te han nombrado con muchos nombres, te han rechazado, te han venerado y te han temido. Pero...¿Quién eres bajo la luz del día? una cruda voz que no da lugar a la hipocresía. No llamo a la puerta de tu morada, pero sé que te puedo encontrar bajo vestidos de damas. Miles de formas adquieren tu mirada, y la tentación siempre ha sido tu dulce artimaña. Estoy enojada, ardiente y furiosa... y es ese calor el que te llama. Soy un rayo que atraviesa mi cielo, pero no he olvidado que soy más que eso. Te escuché al despertar, o estando dormida en mi cama. Reconozco tu voz, ardiente y filosa como una daga. ¿A dónde me quierés llevar? No caeré por tu escalera de obsidiana. Si desciendo los peldaños hacia el mundo de las sombras, lo haré con un farol en mi mano. Voy sola, pero bien acompañada. La consciencia es mi faro que llama a los ahogados, a mis partes perdidas que andan naufragando por los ríos subterráneos.
Y Él, el ángel caído, habló...
Te libero de toda falsa necesidad de agradarle a los demás. De ser "buena, educada y amable", te libero de tu moral. Adorada torre de un falso señor. No hay estructura más ridícula que la moral, me río de ella y de los que la adoran. Torre construida donde viven los príncipes ciegos, los creyentes de dogmas obsoletos, los predicadores de falsas leyes. Me río de todos ellos, y de los que se regocijan en la culpa. Atrapados quedan en los muros de los lamentos. Aquí estoy para mostrarles lo que ustedes mismos crean constantemente con sus pensamientos negativos. Aquí estoy reflejándoles lo que solo hay en el interior de cada uno. Por eso no quieren verme, por eso huyen de mí. Cobardes que no son capaces de reconocer como viven: ovejas de un rebaño llamado "sistema". Quien tenga la valentía de quitarse el disfraz de oveja, y aspire a vivir como un león, me mirará a los ojos, y se enfrentará con el propio reflejo de su sombra. Solo aquel que no se asuste, tomará mi inmenso poder, el poder del fuego, de la llama viva, para reducirse a cenizas, y nacer nuevamente. Resucitar.
A Él le contesto...
Que tu sinceridad me ayude para quitar los velos, que tu tentación me muestre todo aquello que no es verdadero. En tus múltiples espejos veré a mi ego. En tu sonrisa diabólica quemaré mis enojos, riendo, riendo, riendo hasta evaporar el rencor.Con tu lengua filosa cortaré con la seriedad con la que juzgo al mundo. Jugaré este juego de ser niños que se convierten en adolescentes, disfrutando del sexo mientras asciende la serpiente. Que tú ardiente energía no me quede, sino que me transmute.
Un faro que ilumina, una escalera que desciende al mundo de los rechazados... Mis partes perdidas, atrapadas en la oscuridad... ¿dónde están? Las llamo, vengan a mí, las necesito para seguir. Las partes olvidadas de la historia de la humanidad... ¿dónde están? las llamamos, vengan a nosotros, es momento de recordar.
¿Quienes somos? Unamos nuestras memorias. Re-cordemos, unamos las cuerdas para formar la red. La red que todos somos. Recordando la ignorancia se desvanece, y el reino de colores emerge de las aguas. La ciudad de luz nos abre sus puertas, la llave está en el corazón, se entra con el corazón abierto. Lo que una vez fue una profecía puede convertirse en realidad. Entremos en el paraíso, el que está justo acá. Que el Cielo descienda a la Tierra, que la Tierra ascienda al Cielo. Las semillas de luz están germinando, ese tiempo llegará cuando la fruta verde madure. Siete son las perlas blancas de sabiduría, abramos nuestras manos y ampliemos nuestra percepción que todo el poder del Padre-Madre descienda aquí y ahora, para que los designios del espíritu se hagan realidad. Vivir en la espiritualidad que todos somos es ser la sagrada trinidad: Padre, Madre e Hijo; Sonido, luz y forma; Espíritu, Alma y Cuerpo.
(En el Templo de la Luna)
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Parte Dos- Comienzo del Viaje
PRIMER PARADA: Copacabana- Bolivia
"Llegar, Entrar, Subir"
Veo el lago sagrado, me nutro de la vibración de sus azuladas aguas, cambiantes de color según la posición del sol. He viajado no sé cuantos kilómetros para llegar hasta acá. Después de tres días de subidas y bajadas de autobuses, por fin llegué.
Copacabana es el gran pueblo-ciudad que prende sus luces a orillas del lado Titi Caca. Aguas de altura, de misterio, de leyendas. Aguas espirituales, que me abrazan y me tranquilizan.
Sentada en su orilla me refresco con la brisa que me regala ráfagas de magia. Me gusta estar acá, no es la primera vez, para ser exacta, es la tercera vez que piso este suelo, que veo estas aguas, que siento esta brisa. Si es la primera vez que vengo sola, físicamente hablando. Así tenía que ser, para llegar a las profundidades de mí misma, reconociendo los misterios, que como el lago, habitan dentro de mí.
Desde esta orilla, desde este puerto se va hacia la conocida Isla del Sol. Amada por los viajeros, por los aventureros que se trasladan desde todas partes del mundo para pisar la tierra guardiana de memorias ancestrales. Rodeada por el lago Titi Caca no podría ser otra cosa que una isla radiante. Anclaje de la energía del Padre Sol, de la energía masculina. Cerca de la Isla del Sol, se eleva sobre las aguas la Isla de la Luna. Punto energético de la energía de la Madre Luna, de la energía femenina.
Estoy en un punto vibracional planetario de suma importancia. Donde se unen múltiples dimensiones, donde se encuentran la energía masculina y femenina. Lugar para estar activo y pasivo, para accionar y para contemplar. Para conocer el arte de ser tiempo y de ser espacio. Lugar para integrarse, descubrirse, experimentarse.
El afuera refleja el adentro, mostrándome lo que necesito ver. Soy femenina, soy masculino; soy cisne y águila a la vez; agua y fuego. Danzo con ambas energías generando la integración. El Cielo y la Tierra se unen en mí, soy el hijo, la creación. Soy la sagrada trinidad que ha tomado forma. Pero también soy luz, y sonido. Soy una de las tantas expresiones de este universo.
Desde que llegué a Copacabana, territorio Boliviano, estoy en un proceso de discernimiento de las voces que escucho en mi interior. Son muchas, heredadas y tienen distintos nombres. Una particularmente se está haciendo escuchar: La voz del miedo.
Llevo aquí tres días, tres noches en donde aparecieron distintos miedos, tres días de oportunidades para elevarme por encima de ellos. Si tendría que hacer un resumen diría:
Día Uno: Miedo a las energías oscuras Día Dos: Miedo a mi propio poder personal Día Tres: Miedos que vienen de la infancia (miedo a las tormentas y a lo que se derrumba)
Tres días que me conducen a la confianza, hacia la mayor de las confianzas: La que se tiene con la luz. Luz portadora de la llama divina. Confianza que no es una creencia sino una convicción en donde no existe la duda. La FE, no en un dogma, no en una religión. FE en la divinidad misma: la creación. Cuando la luz se prende, la oscuridad desaparece, no caben las dos.
El miedo es oscuridad, ausencia de amor, y el amor es luz. Cada miedo que me invade, puede ser alquimizado con la fuerza del amor. ¿Cómo? primero reconociéndolo, escuchándolo. Después, no alimentándolo más, reduciéndolo a algo mínimo, haciendo que se vea ridículo. Aceptándolo, y en la aceptación vive la liberación.
La oscuridad se cree poderosa, como cualquier cosa, ser o entidad que está desconectada de la totalidad. De la misma manera, se cree poderosa mi voz del Miedo, hasta que es escuchada. Escucharme a mi misma es fundamental en este proceso de reconocimiento. Una escucha profunda que va discriminando las voces, los múltiples personajes que tengo.
En el silencio exterior me abro camino al silencio que viene del corazón.
Escrito de mi cuaderno
2/12/2016
Ya estoy en Copacabana, instalada en un ecológico hostal. Pasan tantas cosas por día que no sé como haré para tomar registro de ellas.
En este instante siento como si no hubiese existido una vida anterior a estar acá, como si mi realidad actual fuera la única existente. Durante el día vienen muy pocos pensamientos del pasado. Mi vida en Buenos Aires, lo que hacía, las personas, se siente tan lejos. Todo se encuentra tan lejos, excepto el amor. El amor que les tengo hace que estén tan dentro mío. Voy haciendo un hogar del lugar a donde vaya. Tengo todo lo que necesito, porque me tengo a mí, y la conexión crece cada día, a medida que entro más y más en mí interior. Me siento muy acompañada.
Esto de escribir es un desafío, ¿realmente me animaré a publicarlo? desde arriba y desde adentro me dijeron que lo tenía que hacer, y por eso es que lo hago. Pero a decir verdad, me da un poco de fiaca, es un arduo trabajo poner las vivencias en palabras.
Es muy gracioso como experimento a la voz del ego y a la de mi ser hablando. Está bien claro en estos días quien tuvo el mando. Cada vez las identifico con mayor precisión; a la voz del miedo, a la de la pereza, a la voz de la sociedad, por nombrar algunas, y a mi voz esencial.
Recién escuché a la voz del miedo, toda temerosa apareció hablando bajito, ocultándose. Pero al reconocerla y nombrarla, comenzó a desvanecerse.. La voz de la pereza quiere dejar de escribir. No sé qué cosa mejor tendrá para hacer, seguramente nada. De eso mismo se trata, nunca quiere que haga nada. Ese estado de quietud adormecida (muy distinto de la contemplación) me detiene, me estanca.
Pero hay otra voz, que habla claro y transparente, una que la siento tan adentro mío que por eso la llamo "mi voz interior". Podría decirle también la voz de mi "gemelo consciente", que conoce lo que es ser impersonal. Hay veces que hasta se dirige a mí como en tercera persona. Voz que viene de arriba y de adentro.
Es cierto, el universo yace adentro nuestro. Reconozco las voces conscientes por la vibración que emanan, por su certeza al hablar, por la ausencia de duda. A veces no sé como nombrarlas, y en realidad tampoco importa demasiado. Si decir que son diferentes espíritus, seres o entidades los que me transmiten los mensajes, o decir que siempre es el mismo (mi Yo Superior), de todas formas todos se unen en el Gran Espíritu. Lo que me importa es la vibración alta que circula y el mensaje que me ayuda a evolucionar.
Hoy a la mañana contemplando el lago Titi Caca entré en un estado de profunda ensoñación. Una voz que desde adentro y desde arriba escucho decir: -"Mira hacia el horizonte. Hacia ese lugar tienes que posar tú cuello y tú mirada. Eso es lo que sos: un punto de unión entre Cielo y Tierra. Ese es tú lugar: el de hija. Sin mirar hacia arriba ni hacia abajo. No te coloques por encima ni por debajo de las personas. Sé un par y míralos como tales. Te dejará de doler el cuello cuando mires el punto medio. Que tú cabeza se rinda ante tú corazón"-
Siento que me tengo que descalzar, que mis pies salgan de un zapato limitante.
-"Que desde la planta de tus pies salgan hilos invisibles que entren al agua, a lo profundo, hasta el corazón del lago"-
Percibo como los hilos invisibles son luces que me limpian energéticamente, llevándose toda mi densidad. Especialmente en el cuello, los riñones y el vientre. Le pregunto a la entidad que me está hablando cómo se llama, ya que la sentía venir de afuera.
-"Wiñay"- me responde - "Relájate, que no entre tú mente controladora". Y agrega- "Estás atravesando en este lugar sagrado la parte femenina que hay en vos. Pasiva, receptiva, no te olvides de ser magnética. En una profunda relajación atrae con fuerza y determinación lo que realmente quieres para tú vida. Atrae abundancia infinita"-
Relajándome, la respiración desciende aún más profundo, el aire redondea mi panza, y junto al aire desciendo yo hacia otro mundo. Uno más etérico, en donde veo arañas, gigantescas arañas.
-Veo arañas, Wiñay- digo sin decir -Sí, están activando en vos el poder de la tejedora. Teje a través de tus semillas de luz. ¿Cuántas arañas son?- responde -Son ocho arañas, sé que cada una teje una virtud diferente, las cuales me están transmitiendo: Consciencia, amor, paz, armonía, luz. (No recuerdo las demás).
Antes de que llegue el atardecer, voy a caminar en busca de un bonito sitio para meditar. El sol desciende mientras que sus rayos siguen calentando con intensidad. Camino por la orilla del lago, en la dirección donde no se ven ni casas ni personas.
-Camina mirando el horizonte, como te dijeron hoy. Esa es la marcha de poder. Busca el sitio que te llame la atención y ahí detente- Se le escucha decir a mi voz interior con mucha nitidez.
Mientras camino me doy cuenta que estoy hablando mucho conmigo misma. - Y claro- reflexiono, llevo todo el día sin hablar con nadie. La conversación se fue hacia adentro. Es la misma energía, la del quinto chakra (rueda energética localizada en la garganta) con la boca hablamos, con los oídos escuchamos. Al callar, se escucha más. Al estar muchas horas sin hablar ni escuchar humanos, me estoy purificando de la contaminación sonora, mi escucha se está amplificando, haciéndome más sensible a sonidos, a voces, que en otras circunstancias pasarían desapercibidas.
Al frenar el barullo mental, se escucha con el tercer oído, se percibe la voz del Yo Superior.
Caminando mirando el horizonte, los ojos se me desenfocan, viendo más allá o más acá. Veo la luz que sale del lago, la luz que desciende del cielo, la luz (a la que llamo aura) que contornea a los árboles. Veo la luz que rodea a todo lo que tiene vida. Y eso me genera un poco de susto o impresión, y en la impresión mis ojos cambian de foco, generando que la luz desaparezca. Cuando el susto se va, los ojos vuelven a ver, y la luz regresa de la fuente.
Deteniéndose mi paso, me doy cuenta que tengo miedo de seguir andando. Consultando con mi corazón, me pregunto por qué tengo miedo.
-"Por que este es un sitio de poder, y vos le tenés miedo a la intensidad de tú poder, por eso te genera eso este lugar"-
Sintiendo temor por la energía que percibía, me invaden las ganas de irme de allí, de meditar en la habitación del hostal, calentita y protegida rodeada de cuatro paredes. Sale a flote la voz del miedo.
De eso se trata este viaje, de salir afuera, de empoderarme... pienso, dándome cuenta por primera vez, que todo el viaje serán desafíos que probaran mi poder, mi flexibilidad, mi confianza y mi capacidad de iluminar.
Dos sitios que cautivan mi atención, uno más luminoso que el otro.
- Ese- susurra mi percepción- Señalando el más "oscuro". - Pero es el oscuro- me quejo. - Hoy es ese- determina mi parte sabia.
Sin poner objeciones, abro mi espacio sagrado en el sitio indicado. Abriendo las siete direcciones. Deteniéndome, finalmente, en posición hacia el oeste, recibiendo su energía. Pongo la intención en el elemento Tierra.
La Tierra en nosotros es nuestro cuerpo, así como el agua son las emociones, la tierra es nuestro hacer, nuestro accionar en el mundo. Si le pedimos... el espíritu del agua nos ayuda a lavar nuestras emociones débiles; si le pedimos... el espíritu de la tierra nos ayuda a limpiar nuestra energía, la energía densa, absorbiéndola, alimentándose de ella.
Le pido a "Jalpamama", espíritu de la tierra, que limpie mi "jucha" (energía densa) y que me enseñe el "sano apego". Invoco a los animales de poder que tienen que ver con la tierra: al espíritu del otorongo, del puma, del jaguar, para que sean ellos quienes me enseñen a caminar con gracia y destreza por todos los caminos del mundo.
Con los ojos cerrados, mirando hacia adentro, bostezo sin parar. Bostezos que limpian, bostezos que me sutilizan.
Siendo el pedido escuchado, percibo que conmigo se encuentra el espíritu del leopardo. Sé que está para que despierte a mi parte felina, para activar en mis ojos la visión cazadora: aquella que va tras lo que desea.
-"Basta ya de la sumisa, la víctima. Muestra tú parte felina"- Me transmite su presencia-
Soy impulsada a caminar como una de ellos, como un otorongo, como un leopardo, con destreza y elegancia. A correr como lo hacen ellos. Me invitan a convertirme en un felino. Dudo por una milésima de segundo, -¿Esto es real?-
-"Lo es si vos lo crees, lo es en la medida en que vos quieras"- Son las palabras que me dan la fuerza necesaria para no racionalizar, y darle rienda sueltas a la visualización. La imaginación es la puerta que conduce hacia la visión, herramienta de los poderes psíquicos.
Soy un felino que corre por la selva, primero despacito, después con mayor velocidad. Hasta llegar a un árbol, treparlo y descansar en él, en un estado de completa alerta. Mientras se plasmaban en mí la vibración del siguiente mensaje:
"Ve tras lo que quieras sin dudar, con firmeza y determinación. No te postergues, no te escondas. Suelta el concepto de amabilidad, no seas amable sino espontánea. Suelta la búsqueda incansable de la aceptación ajena, ahí pierdes tú poder. No pretendas caerle bien a todo el mundo. No siempre son bienvenidas las sonrisas, que se combinen con la determinación de una cara seria. Vive intensamente, vive completamente. Ama la diferencia. Honra tú estilo, tú propósito, no hace falta que los demás lo entiendan. Sos como una mariposa en fase de transformación, hazte consciente de que es lo que debe mutar, y no dudes en hacerlo"
Se corta la conexión, llegando el momento de recuperar la visión de mis dos ojos físicos, y con ellos contemplar la belleza que me rodea. Siendo, siendo, siendo.
La tercer noche en Copacabana, viví una de las tormentas más grandes en mi registro de experiencia. Lluvia, granizo, truenos y rayos. Techo de chapa encima mío, amplificando el sonido del agua. No recordaba tenerle literalmente miedo a las tormentas, hasta que se te presenta el escenario en donde llegás a pensar, y con total convicción, de que se me viene el techo encima. Un ruidoso trueno que me despierta de un sobre salto. Lluvia, lluvia, lluvia, rayos y más rayos que iluminan la oscuridad de mi inconsciente. Aflorando desde aquel espacio subterráneo, pujan por salir los recuerdos almacenados. Viene a mi mente un recuerdo, especialmente uno, que coloniza toda mi atención hasta cobrar vida... algo quiere mostrarme.
Este recuerdo en mi interior se almacenó como: "La gran tormenta en la playa"
Tengo cuatro o cinco años, estoy de vacaciones en Brasil con mi familia. Estoy en la playa con mi mamá, mi papá y mis dos hermanas mayores. El cielo está absolutamente negro, el mar revuelto, la gente comienza a irse. Yo también me quiero ir, pero mi familia está relajada sacándose fotos con el exótico cielo negro. Me pongo impaciente, siento miedo. Les advierto del peligro, no me dan bola. Se desata un viento muy fuerte, vuelan sombrillas. La arena vuela por todos lados. Nos vamos todos corriendo de la playa, yo corro por la calle junto a mi hermana mayor. Vuela mucha arena, tenemos que cerrar los ojos, y correr sin mirar. Corro hacia adelante sin saber quienes de mi familia vienen conmigo. Corro hasta llegar a nuestro departamento alquilado que está a cuatro cuadras de la playa. Al llegar descubro que junto a mí están mi mamá y mi hermana mayor. Falta mi papá y mi otra hermana, no vienen, y siento miedo, no vienen y tengo más miedo, no vienen. Hasta que aparecen los dos juntos.
Veo todo ese recuerdo de lejos, cargado de miedo. Me pregunto que tengo que sanar de ese hecho. Una voz en mi interior me dice: "sanar la creencia de que las tormentas son tenebrosas. De la misma forma le temes a tus propias tormentas, a tus propios rayos. La ira y el enojo, son en tu interior, como rayos en el cielo. Esas tormentas son necesarias, el enojo es necesario, es un rayo transformador que ilumina tú cielo". Cubro de luz todo ese recuerdo, reparando la creencia limitante de que a las tormentas hay que escaparles, porque de esa misma manera, le escapo yo a mis enojos, quedando en un estado de indiferencia. Me auto digo que "las tormentas son rayos transformadores necesarios".
Poco a poco, voy volviendo al mundo de los sueños, mientras pido para mis adentros que por favor no se caiga sobre mí el techo. Sabiendo aún con mayor convicción, de que en algún momento voy a tener que derrumbarlo si es que quiero ver la inmensidad del cielo.
Tercer parada: Cusco- Perú
"¿Qué estoy haciendo acá?"
Miro a mi al rededor, estoy en un país tan diferente del que me crié, por primera vez en once días me doy cuenta que estoy sola. No conozco a casi nadie en esta ciudad, solo a un chico, a un alma amiga a la cual aún no vi. Estoy sentada en mi favorita plaza cuzqueña.
Sentada en un banco bajo el amparo de un viejo árbol escucho a una pareja de extranjeros hablar en ingles, señora nativa que pasa vendiendo comida amasada por sus propias manos. Hombres que caminan hablando en quechua, antigua lengua de la zona andina que permanece viva, transmitiéndose de generación en generación. Lengua que recuerda las rojas raíces de sangre ancestral, que conectan con el corazón de la Tierra.
Observo lo que me rodea, a pesar de la conquista española, este pueblo a decidido no olvidar quienes eran sus originarios habitantes. El llamado "descubrimiento de América", más que un descubrimiento fue una matanza, un robo, una triste historia que aún hay que sanar. Y para sanarla, hay que comenzar reconociendo la verdad de lo ocurrido, corriéndose del papel de victimas y victimarios.
La historia de esta humanidad carga con mucha pena y dolor, pero después de tantos años de oscuridad, por fin llegó la luz. Así tenía que ser, así iba a ser, y así está siendo. Aunque solemos ilusionarnos con que el tiempo es lineal, al ampliar nuestra percepción recordamos que todo es cíclico, que nos movemos en una espiral en constante movimiento, y que ese movimiento es transformación.
Después de la noche, llega el amanecer, y llega luego de alcanzar el mayor punto de oscuridad del cielo. Cuando se toca el punto máximo de descenso, solo queda comenzar a subir. Así mismo estamos como humanidad, luego de haber alcanzado el máximo punto de desconexión, de haber transitado la noche, comienzan a sentirse con mayor intensidad los rayos del sol, de la consciencia de la luz.
Hemos realizado actos penosos: muertes, abusos, maltratos y sufrimientos innecesarios. Los que solo ocurren en manos de gente dormida. Todos esos registros quedan archivados en nuestra memoria colectiva. Es el momento de liberar los recuerdos que oprimen el alma global, sanando las heridas del pasado que es simultáneamente presente y futuro.
Estamos en el comienzo del amanecer galáctico. Nuestro planeta empieza a recibir mayor luz. Se terminan los tiempos de oscuridad, y poquito a poquito empezamos a despertar del extenso sueño en el que estábamos, humanamente, inmersos. Comenzamos a abrir los ojos, para ver con los ojos del alma.
Aunque muchas personas anden diciendo por ahí que el mundo es un desastre, que estamos en el peor momento de la historia. Yo opino que es muy relativo, dependiendo de los ojos que lo miran. Contemplo a mi al rededor y veo belleza.
Cusco es una ciudad que lo tiene todo: mucha luz y mucha densidad; abundante espiritualidad y abundante materia (consumismo); mucha consciencia y recuerdo de lo que es vivir en comunión con la tierra, y mucha desconexión y drogas mal usadas; mucha naturaleza y muchas construcciones. Se puede percibir el silencio que emanan las sagradas montañas, y la ansiedad de la gente yendo apurada hacia todos lados, queriendo que las cosas sean para ya, o peor, para ayer.
Percibo la dualidad misma, la ciudad de luz y la ciudad en sombra conviviendo juntas, y juntas equilibrándose. Es mi elección decidir en cual de esos dos polos deseo vibrar, y es esa elección la que determina cual mundo es el que me abre sus puertas. La felicidad y la abundancia en mis manos, o la carencia y el dolor.
Por primera vez, me doy cuenta que estoy sola. Nadie me conoce, yo no conozco a nadie. Todo es desconocido y tan familiar, tan diferente y tan similar. La sensación que recorre por mis entrañas es tan ambigua como la vida misma. Estoy sola, y me suelo sentir constantemente acompañada. La compañía a través del amor de mis seres queridos, acompañada de los seres etéricos, sintiendo la presencia del universo en sus múltiples formas.
Una fuente de agua enfrente mio, hace que me pregunte el origen de este viaje, las razones por las que estoy en Perú. Fui traída por un impulso interior. Días y más días pasaron guiados por mi voz interior, y yo sin pedir demasiadas explicaciones, seguí, fui y plasmé. Ahora mi YO, mi parte construida, se pregunta por qué lo deje todo en Buenos Aires, por qué la necesidad de zambullirme en una nueva aventura desconocida. Silencio, no puedo responder esa pregunta. Justamente no con ella. Mis construcciones se están desmoronando como castillos de arena arrasados por el mar.
Un mes y media atrás cuando escuché que debía caminar por nuevas sendas, fue clara la pauta que debía respetar. Que el mando de mi vida lo debería tener mi Ser, mi alma, quien hablaría a través de la voz interior. Ya que sería el alma quien escucharía los sagrados mensajes del espíritu, parte no condicionada por las leyes de la materia. Chispa divina unida a la totalidad, al GRAN ESPÍRITU, al DIOS/DIOSA/ todo lo que es. Siguiendo con la única pauta importante en esta aventura, mi Yo (Ego) y mi esencia (Alma) acordaron las reglas del juego en este gran juego, al que solemos llamar "vida".
-"Todo estará bien, no tengas miedo- Es lo único que en silencio le escucho decir al gemelo consciente. No estoy muy conectada con mi esencia en este momento, por eso abundan las preguntas. Preguntas, preguntas y más preguntas que reclaman respuestas concretas. ¿Qué hacer? ¿A dónde ir? ¿en quién confiar? ¿qué agarrar, qué soltar? ¿estoy lista para amar? Nubes cubren mi cielo, aunque arriba radiante se halle el sol. Nubes mentales a las que les digo adiós.
-"Confia, Nati, confia. Nada de lo que realmente necesites te va a faltar. Hace ahora lo que tenés que hacer, no te preocupes, no quieras controlarlo todo, en el caos también se encuentra la perfección- Me tranquiliza su voz luminosa -Pero qué es lo que ahora tengo que hacer- pienso confundida -"Ya lo sabés"- me dice firmemente- y luego se explaya- "Escribir lo que sientes, plasma todas tus emociones, hasta que se vayan cristalizando. Eleva tu vibración, no permitas que nada haga que descienda. Elévate por encima del miedo. ¡Mujer Elévate por encima de tus limitaciones! No le entregues tu felicidad a nada ni a nadie. Abre más y más tú corazón, y cuando las cosas no salgan como esperabas, no te desilusiones, se flexible, moldeable por fuera, y mantente impermeable, que nada te hiera por dentro, porque esencialmente nada se hiere. No apresures las situaciones, aprende el arte de la paciencia, todo llega en el oportuno momento"- Y aún con mayor firmeza- "Ábrete al amor universal; ábrete al amor propio; ábrete al amor romántico, el que es humano"-
-¡Qué así sea!- decreté levantándome del banco, y comencé a caminar de regreso al hostal donde efímeramente estaba parando. Dispuesta a elevarme por encima de mis fantasmas, dispuesta a amar. A amarme y a amar a un hombre con toda mi presencia y dedicación, con mi ternura y sutileza.
En la cocina del hostal, me encuentro con él y sus bigotes blancos. Me mira, lo miro, nos miramos. Se esconde. Sus movimientos, veloces y precisos son cómicos. No siento asco, sino sorpresa, es un pequeño ratoncito que me tiene miedo, pero que desea mi alimento. Le tiro un puñado de los cereales que estaba comiendo, se detiene, duda, observa, se acerca, los agarra y sale disparado como un rayo hacia su escondite. Vuelve a salir, le tiro otro puñado, duda, se acerca veloz, y con mayor velocidad desaparece por debajo de la alacena.
El miedo a morir hace que esté en constante alerta, en presencia. Al verlo comprendí que el miedo es una emoción necesaria para sobrevivir, ya que nos pone en estado de alerta. Pero, y si uno no buscara solo sobrevivir, sino que quisiera realmente vivir.
Cuando sobrevivimos, vemos al mundo como un lugar en el que constantemente estamos en peligro, y en donde todo ser vivo es una amenaza. Lo que nos lleva a defendernos y atacarnos. Al sobrevivir estamos gobernados por los instintos, los cuales nunca se satisfacen. Esta vida es la búsqueda incansable del placer, y donde abunda la preocupación de "no llegar a fin de mes". En cambio, cuando VIVIMOS, no nos pre-ocupamos, sino que nos ocupamos de nuestra economía y de nuestra vida. Convirtiéndonos en el amo de nuestro propio destino. Quien elije y se hace responsable de las elecciones que toma, liberándose de la victimización de ser esclavos de un sistema social. Quien elije vivir reconoce, primero, que tiene cadenas que lo amarran, y luego decide hacer lo necesario para quitárselas. Para poder desplegar las alas de la libertad que reposan en su espalda, que por derecho de nacimiento le pertenecen. Esta vida es la búsqueda constante de la libertad, de la felicidad, de la plenitud.
-Yo no quiero sobrevivir, yo quiero realmente vivir- dije desde el corazón, co-creando que en mi vida abundara la magia, la risa, el amor.
¿Cómo querés que sea la tuya?
Buenos Aires- Argentina. Mes de noviembre
-Diario de meditación- "El comienzo del auto-reconocimiento"
Manta en el suelo, sentada en el centro de ella, voy abriendo mi espacio sagrado, penetrando en mi propio centro.
Sentí al espíritu del agua, el espíritu de "Unumama" como se dice en quechua, habló conmigo. Al poner mis manos en ella, en una fuente, hilos transparentes comenzaron a salir conectándose con mi cuerpo. Hilos de luz me fueron limpiando, llevándose de mí la energía densa, estancada. Cada vez eran más filamentos de luz, que como tentáculos generaban un puente entre la fuente de agua y mis puntos energéticos. A la misma vez que telepáticamente, su espíritu, me transmitía:
-"Hay algo que te quiero mostrar. Relájate, relájate aún más. No pienses, solo sé relajación y yo te conduciré"-
Deje que los pensamientos pasaran uno a uno como nubes, hasta que el cielo quedó azul. Y en la inmensidad del azul, su voz volvió a resonar, pidiéndome que abriera los ojos y que vea mi reflejo en ella. Lo hice, y me miré en la fuente de agua. No había un reflejo sino dos. Podía ver dos caras: una fija en el centro, la cual percibía con nitidez; y otra que giraba por los costados.
-"Ese que gira es tú falso reflejo. El que solés creer que sos, la imagen que le mostrás a las personas. Centrá tú atención en el otro reflejo, en el que permanece inmutable"- dijo el espíritu del agua
Al hacerlo, "el falso reflejo" se desvaneció, quedando un solo rostro: MI ROSTRO.
-¿Qué ves?- me preguntó Unumama. Yo no quería aceptar lo que veía. -¿Qué ves?- volvió a preguntar -"Vos ya lo sabés, sí es eso. ¿Qué ves?- insistió por tercera vez.
Hasta que finalmente lo reconocí. -"Me estoy viendo extraterrestre, un ser diferente, algo estelar, no sé como llamarlo"- -"Estás viendo tus orígenes, eso es lo que sos, caminante del Cielo. Tenés que llevar la sacerdotisa a la tierra, es el momento"-
Luego me pide que lave mi rostro tres veces con esa agua, y que lleve esa sanación a la parte del cuerpo que necesite. Pongo las manos en mi pecho, a la altura del corazón...
-"No tenés que sanar tu corazón, tenés que sanar tus creencias. Tú corazón no necesita sanación, solo necesita que lo abras"- Mis manos descendieron hasta posarse a la altura de mi estómago, del plexo solar.
-"Te entrego esta perla dorada de sabiduría. Está ahí junto a tú sol. Reconocete, reconocé quien sos y muéstraselo al mundo. Eso no es soberbia. No hacerlo es ocultar quien eres en realidad"-
Ganas incontrolables de moverme, de gritar, de sacudir todo mi cuerpo y de reírme descontroladamente me invadieron. Respetándolas comencé a reir, elevando con la risa a toda la habitación. Agradeciendo con cada parte de mi cuerpo, agradeciendo no con palabras sino con el movimiento, con una danza de expresión, manifestando de adentro hacia afuera la inmensidad de mis sentires. "Gracias" fueron las palabras que se escucharon al cerrar mi espacio sagrado, marcando nuevamente cada una de las siete direcciones.
Todo mi campo electro-magnético se estaba activando a través del propio reconocimiento, de recordar cuales son mis orígenes, y el de la humanidad. Nuestro cuerpo es terrestre, es materia, creado por la Tierra, pero nuestro espíritu es de origen estelar. Somos polvo de estrellas, venimos de las estrellas, y somos parte de ellas. Ser Humano es ser un horizonte, esa fina línea en donde se unen el Cielo y la Tierra. Ser Humano es ser canal de las energías sutiles y densas. Ser Humano es llegar a recordar que somos Espíritu, Alma y Cuerpo; es decir, Sonido, Luz y Forma. Mi aura se expandía al recordar y reconocer que en las estrellas había hecho un pacto, y que cada vez más estaba comenzando a recordarlo. Ese pacto era "la misión" ha desplegar en la Tierra siendo Humana, siendo Natalí.
Tiempo después me preguntaría: ¿Qué es abrir el corazón? Abrir el corazón es no tener más miedo. Los miedos son la ausencia del amor. Son las partes nuestras que esperan ser amadas, aceptadas, y en la aceptación se integran a la luz. Es liberarse del gran miedo a errar. Nada de lo que ocurre es un fracaso, siempre se gana. Se gana aprendizaje. Aprendiendo más altas y bellas formas de expandirse por esta Tierra multicolor. Es hacer espacio, vaciar la copa para que sea luego colmada de consciencia, de amor, de divinidad.
Cuando abrís el corazón, la consciencia llega sola.
-La ciudad de Cusco desde mi ventana-
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“El ser no reconocido, el reconocimiento del Ser”
Escribo estas páguinas para compartir un poco de mi fragancia, de mi color. Motivada por las ganas de darme a conocer en mayor profundidad, publico lo que realmente siento, piendo y como veo al mundo que me atraviesa constantemente. Los invito a que hagan este viaje conmigo, un viaje que se expande por las cuatro direcciones: hacia afuera y hacia adentro; hacia arriba y hacia las profundidades de uno mismo, revelando quien realmente soy. Avanzaré y retrocederé en el tiempo infinitas veces, siendo lo que penetr�� en el tiempo vertical, en la eternidad del aprendizaje del alma, el mayor interés a compartir.
PARTE 1:
El 29/11/2016 emprendí un viaje. Salí de mi ciudad, de mis calles porteñas conocidas y me fui por la ruta hacia el norte. Con mochila sobre los hombros, dispuesta a hacerla cada vez más liviana, a medida que me libero de los pesos innecesarios que me atan.
Mi nombre es Natalí San Miguel, nací en Argentina, pero pertenezco al mundo entero. Tengo 23 años, aunque mis recuerdos recorren otros tiempos y dimensiones. Amo vivir en la Tierra, a pesar de que muchas veces, extraño la vida en las estrellas.
¿Por qué este viaje? Por que así lo dijo mi voz interior.
Un mes antes: Buenos Aires- Argentina
Escritos de principios de noviembre 2016
Me levanté de la cama con una decisión interna de basta ya. Basta ya con esa nube negra emocional que me mantiene presa en las inagotables repeticiones que nunca acaban, y que acaba siempre en la sensación de sentirme miserable. Una decision contundente lo puede cambiar todo, y acá estoy yo ante una de esas situaciones de la vida en donde se da el salto hacia otro nivel frecuencial, o acaba uno sintiendose muerto en vida.
Hace días que mi alegría se ha esfumado, que ha sido aplastada por la sensacion de insaciable vacío, de aliada destrucción compulsiva. Y sí, definitivamente, algo tiene que morir en mi interior, pero no es aniquilando mi existencia, no es odiándome a mí misma, como estaba haciendo.
Se ha despertado una energía destructiva en mi interior que es como una llama viva que quema y transmuta. Que da muerte a lo que tiene que morir, para hacer espacio para que nazca lo nuevo. Pero aún sostengo lo insostenible, y la llama viva se está convirtiendo en un fuego que me autodestruye. Estoy ante las dos caras del fuego.
A veces doy muchas vueltas, pero al final de cuentas, gana siempre mi maestro interior. Después de varias horas de estar tirada en la cama, me levanté decidiendo soltar los viejos valores, las viejas conductas automáticas que me atan. Cuántos son los duelos que tengo que transitar, cuántas son las muertes que se viven en una misma vida. Muertes que vamos viviendo mientras nos sacamos, como la serpiente, la piel del pasado, transformándonos. Naciendo, muriendo y re-naciendo una e incontables veces.
Me levanté dispuesta a sentir la angustia que había en mi pecho por estar despidiendome de un amor. Ya no me es útil hacerme la indiferente, si todos mis cuerpos, el físico y los etéricos, están cargados de tristeza, entonces lo mejor es que la viva, que dance con ella.
Acabo de comprender que para volar tengo que estar liviana; que ya no tengo que escuchar a mi moral, sino a mi corazón; que para amar tengo que dejar de ser egoísta"
Tengo bien en claro lo que no quiero más para mí, y ahora tengo en la mesita de luz de mi actual hogar, el papel que me recuerda a quien tengo que recuperar, a quien tengo que rescatar para que la magia vuelva a ser parte de cada uno de mis días. Un papel en mis manos, me recuerda mi inocencia. La muestra de quien era cuando tenía tres años. Quien era, es aún quien soy en esencia. En ese papel esta el informe de la niña de tres años, en su sala maternal.
“ Año 1996- Alumna: Natalí San Miguel
Área Socio-Afectiva: Es una nena muy independiente. Conversadora, observadora y dulce. Con sus compañeros es muy comprensiva, si ve que alguien llora lo consuela, o puede llegar a darle lo que tiene en sus manos (galletita, juguete, etc) para calmarlo, mientras lo acaricia y besa. Reconoce los peligros y advierte a lo demás de ellos. No le gusta que la persigan, ni que le repitan las mismas cosas, ya que si eso sucede contesta fastidiosa: "Ya escuché”. En el Juego: Se integra en el de los demás y permite que se integren en el suyo. Se observa que por momentos dirije y propone nuevas actividades. Tiene un desplazamiento seguro y mucha destreza física.“
Este papel había llegado a mis manos tres días atrás, gracias a una limpieza que se estaba llevando a cabo en la casa de mis padres. Por suerte habían decidido pintar toda la casa, y eso dió el impulso para deshacerse de todas aquellas cosas que sobraban.
La "Nati” de tres años era fiel a su esencia, y no cargaba con ningún peso de actuar conforme a ello. Individualista y compañera; observadora y comunicativa; con su propio liderazgo y acatando las reglas de los otros. Está claro que en esta vida, que en esta encarnación, vengo a experimentar la dualidad, a vivirla e integrarla. Encontrar ese punto de fusión entre yo y los otros, entre mis deseos y el de los demás.
Veinte años después, la “Nati” de 23 años, sigue viviendo guiada conforme a su esencia, a lo que dicta su voz interior, pero muchas veces cargando con culpa de actuar de determinadas formas. “Formas” que no son las esperadas según los mandatos de la sociedad, formas que desestructuran la estructura familiar. La culpa, compañera innecesaria, pesa por dentro. Para liberarme de ese peso es necesario que recupe a la niña inocente, y con consciencia transformar su inocencia en sabiduría.
En este instante decreto el cambio, decreto aqui y ahora dejar de buscar la aceptación en los ojos ajenos, y comenzar yo misma a reconocer mi ser. La tarea lo requiere todo, estoy ante una de esas grandes transformaciones, donde uno deja atrás la forma cuadrada de la prisión, y se anima a saltar al abismo, el que te lleva a ser uno mismo; al re-encuentro con tú propia luz. Si en esta vida, siendo Natalí, tengo que aprender de la dualidad, entonces es necesario que vaya a los orígenes, a la raíz misma.
Fue con el sol que se creó la primer experiencia universal de la dualidad. El sol es la mayor luz que crea o el mayor fuego que destruye. Dos caras de una misma energía, dos caras de un mismo sol, que ahora me invita a reencontrarme con mi propio sol interno.
Cerré lo ojos y comencé a entrar más y más en mí misma, en mi propio cuerpo. Toda mi atención se centró en la boca de mi estómago, donde se encuentra el plexo solar: el sol interior. Conecté con él y con su calor. Cada uno de sus rayos eran como filamentos de luz que me unían a la existencia, a la fuente misma de la creación; con cada uno de sus rayos yo volvía a sentirme en casa y se disolvía toda creencia de estar separada del todo, del uno, del Dios/ Diosa. Allí mismo, debajo de mi gran sol interno había un muro de ladrillos. Comencé a subirlo, como si fuera un juego de niños, subí, subí más, subí aún más, hasta que finalmente, salté al otro lado del muro. Del otro lado del muro, ahí estaba él, esperándome. Esperando a que me animara a saltar. “Él” era mi gemelo, mi gemelo consciente. Eramos dos reflejos de un mismo ser que se estaba reconociendo a sí mismo. Al sentir su luz lo supe, al envolverme en ella comprendí que nunca había estado incompleta, y cuando sus ojos y los míos se re-encontraron, inmediatamente le entregué el mando, el poder de mi vida, que sea él, mi parte consciente, quien me guíe por todos los caminos del mundo.
-¿Qué tanto buscabas afuera?- Me preguntó- y sin dejarme responder, agregó: "Para ya de correr, sé como la serpiente y deja aquí mismo tú vieja piel. Todo tú pasado puede ser en este instante transmutado. Borra tú historia personal, vuelvete impredecible ante los ojos de los demás. Alégrate, si ven en tú rostro que algo ha cambiado; alégrate si te duele el corazón, significa que te entregaste al amor. Quien ama está vivo. Alégrate si estás cansada de repetir siempre los mismo patrones, estás lista para saltar a una nueva rueda de la vida y de la muerte. Que esa rueda sea tu fortuna, girala con tú propia fuerza esencial. Da las gracias cada día por haber despertado, estar vivo es un milagro. Hoy aparecen ante ti nuevas aventuras”.
Mirando mi cara me preguntó: -¿estás dispuesta a realizar el viaje del héroe?- -Sí- Le contesté con los ojos como dos cometas a punto de chocar, y generar un caos que lo genera todo. -Permiteme guiarte por el reino del espíritu y por el mundo de la magia. ¿Estás dispuesta a emprender tal viaje?, ¿estás dispuesta a realizar el viaje en donde guíe tu consciencia?- Volvió a preguntarme. -Sí- Volví a responder, y esta vez en voz alta, reafirmando mi decisión, plasmando toda aquella vibración en el aire, plasmando aquella intención en la materia. Determinando que así iba a ser, y que así sería. -Emprenderemos un viaje hacia afuera y hacia las profundidades de vos misma. Veintidós son las estaciones que te esperan. Tienes un mes para “cerrar” tus cosas acá, en tú ciudad natal, y despedirte de tus seres queridos. Algo importante, durante este mes, deberás asumir el mayor de los compromisos: EL QUE SE TIENE CON UNO MISMO. Comprometete cada día con vos misma, meditando, entrando en el universo que hay en tu interior. Cuánto más entres, más escucharás a cada ser hablar. Porque el universo tiene miles de lenguas, pero ningún lenguaje. Pon cada día la intención en calentar tus semillas de luz, aquellas que habitan en tu Alma, esas semillas serán las futuras flores por las que compartirás tu fragancia al mundo. Empieza meditando con el agua. ¡La fé es nuestra estrella, la magia está por comenzar, y comienza por el norte!
Tras escuchar esa frase en mi interior, se corta la conexión , abro los ojos y estoy en mi departamento en Buenos Aires, con mi recuerdo de los tres años aún titilando en el aire, y con un profundo deseo de incertidumbre. Comprendo el mensaje de aquel luminoso ser. Había leido sobre “el viaje del héroe”, que es el viaje que emprende nuestra heroína, la consciencia, en el momento de encarnar siendo humanos. La consciencia va experimentando distintos aspectos del DIOS/DIOSA, llamados “estaciones”, para integrarse y expandirse. El viaje del héroe nos lleva a recordar quienes somos, de donde venimos y a donde regresaremos. Comprendo la simbología del Tarot de Marcella narrando dicho viaje por las 22 cartas (estaciones) de los arcanos mayores. Quienes a través de los símbolos, le hablan a nuestro inconsciente actuando como espejos de nosotros mismos, y ayudándonos a RECORDAR y ACTIVARNOS. Conozco eso, pero que cobre vida en mi interior uno de los personajes de esas sabias cartas, que cobre vida en mi interior el “gemelito consciente” del arcano XVIIII del tarot, de la carta del SOL, invitándome a realizar el viaje, es más de lo que puedo esperar. Sin duda que al misterio solo se le puede agradecer, nunca entender.
Amante de los misterios y de la magia, estoy dispuesta a zambullirme en las aguas de lo desconocido, con todo el miedo que eso conlleva. Porque si de algo estoy segura, es que no tengo la menor idea de hacia adonde me conducirá esa estrella, solo sé que va hacia el norte.
Esa misma noche supe algo más… Las señales vinieron a través de un sueño multicolor y muy vívido.
Un colibrí apareció en el ventanal de mi departamento, transmitiéndome el siguiente mensaje telepático:
“Bebiendo el nectar de cada flor, me empodero con las fragancias dulces tanto como con las amargas. He aprendido a sacar lo positivo de cada situación. Con mi pequeño cuerpo y mis pequeñas alas realizo el viaje que pocos hacen, voy del sur al norte siguiendo la dirección del viento, purificando los pensamientos. Es en esa dirección en la que te encontrarás con tus ancestros”.
Siguiendo las instrucciones de mi “gemelo consciente”, meditaré con el Agua.
Los elementos que vemos en la naturaleza, habitan adentro nuestro. El agua en nosotros son las emociones. E-moción: energía en movimiento. Las emociones son el caudal de energia que nos impulsan a realizar nuestra misión de vida. El problema ocurre cuando las emociones se estancan, y toda agua estancada, se pudre. Es ahí cuando hay que limpiarla, purificarla, liberar esa agua para que sigue fluyendo.
El agua, es un espíritu vivo de la naturaleza, que nos puede ayudar a limpiar nuestras emociones.
-Diario de Meditación-
Entregar la tristeza: “Nudos de amor”
Narraré acá lo que descubro en mi propio universo interno. ¿Cómo?, entrando en él.
Pongo una manta en el suelo, ella representa mi universo. El que armo y desarmo cada día, con cada nacimiento y muerte del sol. Me pregunto qué quiero poner hoy en él. Pongo una olla con abundante agua pura, mi pluma blanca, mi piedra de poder, un almohadón, y con maraca en mano me coloco en el centro de la manta, en el centro de mi propio universo. Comienzo a abrir mi espacio sagrado, abriendo las cuatro direcciones: el sur, el oeste, el norte y el este. Abro la dirección de arriba, la que me conecta con el Padre Cielo; la dirección de abajo, la que me conecta con la Madre Tierra. Y finalmente abro la septima direccion: la de mi corazon, la de mi Alma. Cuando el espacio sagrado está abierto, me siento en el almohadon con la manos adentro de la olla con agua, a la cual comienzo a percibir como una inmensa fuente. Le pido al espiritu del agua, que lave la angustia que siento en mi garganta, aún sin saber que nombre tiene esa tristeza, pero sí sabiendo profundamente que el cuerpo usa como mensajeros a las dolencias y enfermedades, para avisarnos por donde la energía se encuentra estancada, bloqueada o en exceso.
Cierro los ojos respirando lenta y profundamente, respirando profundamente, respirando profundamente… hasta que escucho al espíritu del agua expresarse…
-“No te voy a sacar tú tristeza, vos me la tenés que entregar. ¿Estás dispuesta a sacrificar tu absurda manera de sufrir?”-
Al escuchar eso todo mi cuerpo templó. “Y claro”- me dije comprendiendo que era mi voluntad, que tenía que primero yo querer soltar esa tristeza con nombre y apellido, en vez de guardarla como un preciado tesoro. Giro mis manos en la fuente de agua, poniendolas en posición de entrega. Estaba entregando mi dolor.
Como si estuviera viendo una pelicula, vienen a mi mente muchas imágenes, una tras otra van pasando en cámara rápida. Son todos recuerdos vividos con mi pareja de años atrás, un gran amor que me marcó profundamente. Las ventanas de mi alma se humedecen, y en forma de gotas sale aquel dolor atesorado. La nostalgia de los momentos compartidos inundan la habitación, y la ausencia de los mismos comienzan a desprenderse de mi pecho. Lloro las lágrimas que antes no me había permitido derramar, lloro sin controlar.
Una voz que adentro me dice: -“invoca a su espíritu. Dile a él todo lo que quisieras. Muchas veces no es necesario hablar con las personas, no a nivel de la personalidad, pero siempre podemos comunicarnos con su espíritu. Expresarle puramente todo lo que sentimos”-
Sin racionalizar e impulsada por esa energía de limpieza, invoqué al espíritu de “El Gaucho”. Expresándole las palabras que habían quedado comprimidas en mi garganta, expresandole mi amor, mi respeto hacia él, ya no como compañero sino de alma a alma. Mientras las lágrimas regaban mi mejilla.
-“Estás sintiendo el dolor del duelo. Cuando él dejó de ser tu pareja se llevó una parte tuya, el reflejo de tu parte masculina. Despedirlo a él, es despedir también a una parte tuya. Duele como cualquier muerte. Cada persona es única e irremplazable. El amor que sentís por él es eterno, en el eterno ahora”- “Lo que tenés que liberar no es el amor, sino el vinculo, el lazo como compañero de vida, ese espacio debe vaciarse. Sino ningún otro hombre lo podrá ocupar. No caben dos personas en el mismo sitio”- son las sutiles palabras de mi voz interior.
Cuando siento que ya debe finalizar la meditación, dando las gracias al agua, cierro el espacio sagrado, y con lo ojos limpios y radiantes de vida escribo en un cuaderno: “En el eterno ahora sigo amando al gaucho, pero hay un espacio en mi que él ya no debe ocupar más. Eso es lo que despido, hago espacio para que lo pueda ocupar completamente un nuevo amor, un nuevo compañero, un compañero espiritual”.
En temas del amor lo deseo todo, sin medias tintas. Deseo un amor en libertad, en el cual amor y desapego caminen de la mano. Le pido al cielo… Un hombre que me vea como una rosa, única entre tantas rosas, que admire mi belleza, que huela y disfrute mi fragancia. Que me cuide, que me dedique su tiempo y que me riegue con su amor. Un hombre que nunca pero nunca intente poseerme, porque en el instante en que corte mis raices, verá marchitarse mi belleza. Pero en cambio, si se queda a mi lado con aire y libertad, permanecere radiante compartiendole el perfume de mi existencia.
Cuando hay ataduras el amor se encoje, pero con libertad, se expande.
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