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TÁCTICA Y ESTRATEGIA
Mi táctica es mirarte aprender como sos quererte como sos mi táctica es hablarte y escucharte construir con palabras un puente indestructible mi táctica es quedarme en tu recuerdo no sé cómo ni sé con qué pretexto pero quedarme en vos mi táctica es ser franco y saber que sos franca y que no nos vendamos simulacros para que entre los dos no haya telón ni abismos mi estrategia es en cambio más profunda y más simple
mi estrategia es que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites
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AMOR
Mi manera de amarte es sencilla: te aprieto a mí como si hubiera un poco de justicia en mi corazón y yo te la pudiese dar con el cuerpo. Cuando revuelvo tus cabellos algo hermoso se forma entre mis manos. Y casi no sé más. Yo sólo aspiro a estar contigo en paz y a estar en paz con un deber desconocido que a veces pesa también en mi corazón.
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[TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE]
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje que da su nota blanca al azul de la fuente; él pasea su gracia no más, pero no siente el alma de las cosas ni la voz del paisaje. Huye de toda forma y de todo lenguaje que no vayan acordes con el ritmo latente de la vida profunda. . .y adora intensamente la vida, y que la vida comprenda tu homenaje. Mira al sapiente búho cómo tiende las alas desde el Olimpo, deja el regazo de Palas y posa en aquel árbol el vuelo taciturno. . . El no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta pupila, que se clava en al sombra, interpreta el misterioso libro del silencio nocturno.
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ESPERA
Y tú me dices que tienes los pechos vencidos de esperarme, que te duelen los ojos de tenerlos vacíos de mi cuerpo, que has perdido hasta el tacto de tus manos de palpar esta ausencia por el aire, que olvidas el tamaño caliente de mi boca. Y tú me lo dices que sabes que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre, de golpear mis labios con la sed de tenerte, de darle a mi memoria, registrándola a ciegas, una nueva manera de rescatarte en besos desde la ausencia en la que tú me gritas que me estás esperando. Y tú me lo dices que estás tan hecha a este deshabitado ocio de mi carne que apenas sí tu sombra se delata, que apenas sí eres cierta en esta oscuridad que la distancia pone entre tu cuerpo y el mío.
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ODA A WALT WHITMAN
Por el East River y el Bronx los muchachos cantaban enseñando sus cinturas, con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo. Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas y los niños dibujaban escaleras y perspectivas. Pero ninguno se dormía, ninguno quería ser el río, ninguno amaba las hojas grandes, ninguno la lengua azul de la playa. Por el East River y el Queensborough los muchachos luchaban con la industria, y los judíos vendían al fauno del río la rosa de la circuncisión y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados manadas de bisontes empujadas por el viento. Pero ninguno se detenía, ninguno quería ser nube, ninguno buscaba los helechos ni la rueda amarilla del tamboril. Cuando la luna salga las poleas rodarán para tumbar el cielo; un límite de agujas cercará la memoria y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan. Nueva York de cieno, Nueva York de alambres y de muerte. ¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla? ¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo? ¿Quién el sueño terrible de sus anémonas manchadas? Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman, he dejado de ver tu barba llena de mariposas, ni tus hombros de pana gastados por la luna, ni tus muslos de Apolo virginal, ni tu voz como una columna de ceniza; anciano hermoso como la niebla que gemías igual que un pájaro con el sexo atravesado por una aguja, enemigo del sátiro, enemigo de la vid y amante de los cuerpos bajo la burda tela. Ni un solo momento, hermosura viril que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles, soñabas ser un río y dormir como un río con aquel camarada que pondría en tu pecho un pequeño dolor de ignorante leopardo. Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho, hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman, porque por las azoteas, agrupados en los bares, saliendo en racimos de las alcantarillas, temblando entre las piernas de los chauffeurs o girando en las plataformas del ajenjo, los maricas, Walt Whitman, te soñaban. ¡También ese! ¡También! Y se despeñan sobre tu barba luminosa y casta, rubios del norte, negros de la arena, muchedumbres de gritos y ademanes, como gatos y como las serpientes, los maricas, Walt Whitman, los maricas turbios de lágrimas, carne para fusta, bota o mordisco de los domadores. ¡También ése! ¡También! Dedos teñidos apuntan a la orilla de tu sueño cuando el amigo come tu manzana con un leve sabor de gasolina y el sol canta por los ombligos de los muchachos que juegan bajo los puentes. Pero tú no buscabas los ojos arañados, ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños, ni la saliva helada, ni las curvas heridas como panza de sapo que llevan los maricas en coches y terrazas mientras la luna los azota por las esquinas del terror. Tú buscabas un desnudo que fuera como un río, toro y sueño que junte la rueda con el alga, padre de tu agonía, camelia de tu muerte, y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto. Porque es justo que el hombre no busque su deleite en la selva de sangre de la mañana próxima. El cielo tiene playas donde evitar la vida y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora. Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño. Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía. Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades, la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises, los ricos dan a sus queridas pequeños moribundos iluminados, y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada. Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo por vena de coral o celeste desnudo. Mañana los amores serán rocas y el Tiempo una brisa que viene dormida por las ramas. Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman, contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada, ni contra el muchacho que se viste de novia en la oscuridad del ropero, ni contra los solitarios de los casinos que beben con asco el agua de la prostitución, ni contra los hombres de mirada verde que aman al hombre y queman sus labios en silencio. Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades, de carne tumefacta y pensamiento inmundo, madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño del Amor que reparte coronas de alegría. Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos gotas de sucia muerte con amargo veneno. Contra vosotros siempre, Faeries de Norteamérica, Pájaros de la Habana, Jotos de Méjico, Sarasas de Cádiz, Ápios de Sevilla, Cancos de Madrid, Floras de Alicante, Adelaidas de Portugal. ¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas! Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores, abiertos en las plazas con fiebre de abanico o emboscadas en yertos paisajes de cicuta. ¡No haya cuartel! La muerte mana de vuestros ojos y agrupa flores grises en la orilla del cieno. ¡No haya cuartel! ¡Alerta! Que los confundidos, los puros, los clásicos, los señalados, los suplicantes os cierren las puertas de la bacanal. Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson con la barba hacia el polo y las manos abiertas. Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando camaradas que velen tu gacela sin cuerpo. Duerme, no queda nada. Una danza de muros agita las praderas y América se anega de máquinas y llanto. Quiero que el aire fuerte de la noche más honda quite flores y letras del arco donde duermes y un niño negro anuncie a los blancos del oro la llegada del reino de la espiga.
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LA HORA DE PELEAR
no digas que no. Sí puedes cambiar el mundo. sólo precisas un brazo una mano piedras. estas son las mías: llevo el pelo largo. me salto los semáforos en verde. me enfrento en duelos de miradas siempre que la autoridad competente me desafía. en el autobús, le cedo el asiento a los niños: los mayores ya tuvieron su oportunidad y no supieron, o no quisieron, aprovecharla. no uso gafas de sol: no me avergüenzo de mis lágrimas, y cuando hablo con alguien le hablo a los ojos. no miro a nadie por encima del hombro y eso que mido 1 metro 85 centímetros. no hablo de lo que no sé. no hablo. escribo. escribo poemas. estas son mis piedras, parte de ellas. piensa en las tuyas, y recuerda: brazo mano piedras. pero, sobre todo, el gesto
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PANDÉMICA Y CELESTE
quam magnus numerus Libyssae arenae ................................................................ aut quam sidera multa, cum tacet nox, furtiuos hominum uident amores. Catulo, VII Imagínate ahora que tú y yo muy tarde ya en la noche hablemos hombre a hombre, finalmente. Imagínatelo, en una de esas noches memorables de rara comunión, con la botella medio vacía, los ceniceros sucios, y después de agotado el tema de la vida. Que te voy a enseñar un corazón, un corazón infiel, desnudo de cintura para abajo, hipócrita lector -mon semblable,-mon frère! Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo quien me tira del cuerpo a otros cuerpos a ser posiblemente jóvenes: yo persigo también el dulce amor, el tierno amor para dormir al lado y que alegre mi cama al despertarse, cercano como un pájaro. ¡Si yo no puedo desnudarme nunca, si jamás he podido entrar en unos brazos sin sentir -aunque sea nada más que un momento- igual deslumbramiento que a los veinte años ! Para saber de amor, para aprenderle, haber estado solo es necesario. Y es necesario en cuatrocientas noches -con cuatrocientos cuerpos diferentes- haber hecho el amor. Que sus misterios, como dijo el poeta, son del alma, pero un cuerpo es el libro en que se leen. Y por eso me alegro de haberme revolcado sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos, mientras buscaba ese tendón del hombro. Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones... Aquella carretera de montaña y los bien empleados abrazos furtivos y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo, pegados a la tapia, cegados por las luces. O aquel atardecer cerca del río desnudos y riéndonos, de yedra coronados. O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino. Y recuerdos de caras y ciudades apenas conocidas, de cuerpos entrevistos, de escaleras sin luz, de camarotes, de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos, y de infinitas casetas de baños, de fosos de un castillo. Recuerdos de vosotras, sobre todo, oh noches en hoteles de una noche, definitivas noches en pensiones sórdidas, en cuartos recién fríos, noches que devolvéis a vuestros huéspedes un olvidado sabor a sí mismos! La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota, de la langueur goûtée à ce mal d'être deux. Sin despreciar -alegres como fiesta entre semana- las experiencias de promiscuidad. Aunque sepa que nada me valdrían trabajos de amor disperso si no existiese el verdadero amor. Mi amor, íntegra imagen de mi vida, sol de las noches mismas que le robo. Su juventud, la mía, -música de mi fondo- sonríe aún en la imprecisa gracia de cada cuerpo joven, en cada encuentro anónimo, iluminándolo. Dándole un alma. Y no hay muslos hermosos que no me hagan pensar en sus hermosos muslos cuando nos conocimos, antes de ir a la cama. Ni pasión de una noche de dormida que pueda compararla con la pasión que da el conocimiento, los años de experiencia de nuestro amor. Porque en amor también es importante el tiempo, y dulce, de algún modo, verificar con mano melancólica su perceptible paso por un cuerpo -mientras que basta un gesto familiar en los labios, o la ligera palpitación de un miembro, para hacerme sentir la maravilla de aquella gracia antigua, fugaz como un reflejo. Sobre su piel borrosa, cuando pasen más años y al final estemos, quiero aplastar los labios invocando la imagen de su cuerpo y de todos los cuerpos que una vez amé aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo. Para pedir la fuerza de poder vivir sin belleza, sin fuerza y sin deseo, mientras seguimos juntos hasta morir en paz, los dos, como dicen que mueren los que han amado mucho.
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AUNQUE TÚ NO LO SEPAS
Como la luz de un sueño, que no raya en el mundo pero existe, así he vivido yo iluminando esa parte de ti que no conoces, la vida que has llevado junto a mis pensamientos. Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto cruzar la puerta sin decir que no, pedirme un cenicero, curiosear los libros, responder al deseo de mis labios con tus labios de whisky, seguir mis pasos hasta el dormitorio. También hemos hablado en la cama, sin prisa, muchas tardes esta cama de amor que no conoces, la misma que se queda fría cuanto te marchas. Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo, hicimos mil proyectos, paseamos por todas las ciudades que te gustan, recordamos canciones, elegimos renuncias, aprendiendo los dos a convivir entre la realidad y el pensamiento. Espiada a la sombra de tu horario o en la noche de un bar por mi sorpresa. Así he vivido yo, como la luz del sueño que no recuerdas cuando te despiertas.
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AHÍ MISMO
Te he conocido por la luz de ahora, tan silenciosa y limpia, al entrar en tu cuerpo, en su secreto, en la caverna que es altar y arcilla, y erosión. Me modela la niebla redentora, el humo ciego ahí, donde nada oscurece. Qué trasparencia ahí dentro, luz de abril, en este cáliz que es cal y granito, mármol, sílice yagua. Ahí, en el sexo, donde la arena niña, tan desnuda, donde las grietas, donde los estratos, el relieve calcáreo, los labios crudos, tan arrasadores como el cierzo, que antes era brisa, ahí, en el pulso seco, en la celda del sueño, en la hoja trémula iluminada y traspasada a fondo por la pureza de la amanecida. Donde se besa a oscuras, a ciegas, como besan los niños, bajo la honda ternura de esta bóveda, de esta caverna abierta al resplandor donde te doy mi vida. Ahí mismo: en la oscura inocencia.
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SIEMPRE LO QUE QUIERAS
Cuando tengas dinero regálame un anillo, cuando no tengas nada dame una esquina de tu boca, cuando no sepas qué hacer vente conmigo -pero luego no digas que no sabes lo que haces. Haces haces de leña en las mañanas y se te vuelven flores en los brazos. Yo te sostengo asida por los pétalos, como te muevas te arrancaré el aroma. Pero ya te lo dije: cuando quieras marcharte ésta es la puerta: se llama Ángel y conduce al llanto.
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VI
El traje que vestí mañana no lo ha lavado mi lavandera: lo lavaba en sus venas otilinas, en el chorro de su corazón, y hoy no he de preguntarme si yo dejaba el traje turbio de injusticia.
A hora que no hay quien vaya a las aguas, en mis falsillas encañona el lienzo para emplumar, y todas las cosas del velador de tánto qué será de mí, todas no están mías a mi lado. Quedaron de su propiedad, fratesadas, selladas con su trigueña bondad.
Y si supiera si ha de volver; y si supiera qué mañana entrará a entregarme las ropas lavadas, mi aquella lavandera del alma. Que mañana entrará satisfecha, capulí de obrería, dichosa de probar que sí sabe, que sí puede ¡CÓMO NO VA A PODER! azular y planchar todos los caos.
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[TE AMO CON UN AMOR INALTERABLE]
Te amo con un amor inalterable, mientras tantos amores humanos no son más que espejismos. Te consagro un amor puro y sin mácula: en mis entrañas está visiblemente grabado y escrito tu cariño. Si en mi espíritu hubiese otra cosa que tú, la arrancaría y desgarraría con mis propias manos. No quiero de ti otra cosa que amor; fuera de él no te pido nada. Si lo consigo, la Tierra entera y la Humanidad serán para mí como motas de polvo y los habitantes del país, insectos.
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[Y, SIN EMBARGO, AMOR]
Y, sin embargo, amor, a través de las lágrimas, yo sabía que al fin iba a quedarme desnudo en la ribera de la risa. Aquí, hoy, digo: siempre recordaré tu desnudez entre mis manos, tu olor a disfrutada madera de sándalo clavada junto al sol de la mañana; tu risa de muchacha, o de arroyo, o de pájaro; tus manos largas y amantes como un lirio traidor a tus antiguos colores; tu voz, tus ojos, lo de abarcable en ti que entre mis pasos pensaba sostener con las palabras. Pero ya no habrá tiempo de llorar. ha terminado la hora de la ceniza para mi corazón: Hace frío sin ti, pero se vive.
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