munsonsfate
really fast, really evil.
1 post
27.
Don't wanna be here? Send us removal request.
munsonsfate · 2 years ago
Text
Aftertaste.
Tumblr media
eddie munson x fem!reader
sumario: cuando la roomie de Eddie tiene una cita con el barman de The Hideout, no puede evitar sentirse celoso. Aquél hombre estaba a punto de robarle lo que él más deseaba.
advertencias: 18+, material sexual explĂ­cito.
wordcount: 7.8k
~
Oh, ella estaba enojada.
Realmente estaba muy, muy enojada.
Era notorio a simple vista como sus ojos se hundĂ­an al mismo tiempo que su entrecejo se fruncĂ­a.
Era palpable por la vena que resaltaba en su frente que sĂłlo hacĂ­a acto de presencia en ocasiones sumamente frustrantes. Y esta era una de ellas.
Resoplando con una toalla envuelta en su cuerpo y el cabello escurriendo, tomó la botella vacía de acondicionador y salió del baño a pasos agigantados hasta estar frente a la puerta adornada con las palabras “Corroded Coffin” con pintura en aerosol barata. Die With Your Boots On de Iron Maiden retumbaba por todo el pequeño departamento proveniente de aquella habitación que parecía que en cualquier momento derribaría esa puerta.
—¡Eddie! —gritó, golpeando con el puño la puerta varias veces, su voz opacada por la música— ¡Eddie, maldito idiota apaga esa mierda! —grito con todo el aire en sus pulmones, golpeando de nuevo con toda esa ira contenida la puerta una y otra vez.
La música paró de golpe, haciendo que la joven de cabello mojado cruzara los brazos, las botas pesadas de Eddie se escucharon en la habitación acercándose. Abrió la puerta de golpe, provocando una pequeña ola de viento que hizo revolotear su melena frizada.
Miró a su roomie que parecía querérselo comer con la mirada, sus grandes ojos cafés la observaron de arriba abajo y cuando estos volvieron a los entreabiertos de ella, una sonrisa se dibujó en su rostro, marcando los hoyuelos en sus mejillas.
—Hey, bonita—saludó. Ella puso los ojos en blanco, era odioso. Él y su perfecta sonrisa lo eran.
—Has estado usando mi acondicionador extra hidratante—lanzó la botella vacía contra su pecho. —¡te lo acabaste!
—¡Auch! —exageró una mueca de dolor, sobando su pecho. —Sí, es que esa mierda deja mi cabello muy suave. Las chicas lo aman. —levantó las cejas, ampliando su sonrisa como si supiera algo que ella no.
La chica suspirĂł negando con la cabeza, apretĂł el nudo que amarraba la toalla a su cuerpo desnudo contra su pecho mientras que con la otra mano le apuntĂł con el dedo Ă­ndice hacia el pecho, avanzando un paso hacĂ­a Ă©l.
—Quiero que vayas al supermercado en este momento y me compres uno nuevo. ¿Entendiste?
Eddie sacudiĂł su melena rizada, haciendo un saludo militar.
—Si, señora. —ambos se quedaron en silencio unos segundos, inmóviles. —Por cierto, ¿Saldrás esta noche? Porque traeré a una chica y tú sabes, va a ser ruidosa. —arrugó la nariz, haciendo puchero.
Ella suspirĂł.
Ser roomie de Eddie Munson no era particularmente una tarea fácil, si bien era un buen chico, divertido, responsable con su parte de la renta y para sorpresa de ambos, buen cocinero, también tenía mil defectos. Después de todo era un hombre de 21 años, siempre dejaba la pasta dental abierta, jamás bajaba la tapa del inodoro, dejaba colillas de cigarro por toda el departamento y su ruidosa música hacía que los vecinos del edificio llenaran el buzón de quejas semanalmente.  
Pero la parte más desagradable para la joven de 20 años era el sin fin de mujeres que desfilaban por el pequeño departamento.
Eddie Munson era atractivo, de ojos grandes y oscuros que podían descifrar cada pensamiento encriptado en ti con tan sólo sostener la mirada unos segundos, adornados con pestañas rizadas y espesas. Labios gruesos y rosados de donde salían un sinfín de tonterías que provocaban las más honestas carcajadas de la chica, pero también frases filosóficas que sólo tenían sentido para él mismo.
Su cabello largo y rizado le llegaba a las clavículas, añadiendo un despeinado fleco que cubría toda su frente. Sin duda su estilo era peculiar, pero más lo era su innegable carisma y magnetismo algo que era tan natural en él como respirar.
Incluso cuando la gente lo consideraba “raro” no era necesariamente algo malo, tampoco era difícil de comprender su encanto y por qué le era tan fácil conseguir a cualquier chica que quisiese.
Bueno casi cualquier chica.
—¿A qué hora puedo regresar y no encontrar algo que me pueda traumar de por vida?
Eddie soltĂł una carcajada ronca.
—Para que veas que soy muy considerado a la 1 AM ya no estará ella aquí.
Ella mordió su labio inferior, insegura a lo que aquel chico de ojos grandes le decía. Recordando como apenas hacía dos semanas, había entrado al departamento sólo para encontrar a una rubia cabalgando a Eddie en el sillón reclinable perteneciente al metalero, emitiendo los gemidos más exagerados que había escuchado en su vida.
InclinĂł la cabeza hacia un lado.
—Promételo Munson, no quiero volver a ver lo que vi el otro día.
—Lo juro—puso la mano derecha sobre su pecho mientras elevaba la otra en símbolo de juramento— por Ozzy. Oh, ¡espera!
Dio media vuelta, regresando a su habitación, se escuchaba como buscaba entre los cajones algo. Regresó rápidamente, enseñándole una bolsa ziploc con un poco de hierba.
—Como ofrenda de paz y una disculpa por haberme terminado tu acondicionador—sacudió la bolsa frente al rostro de ella—De la mejor calidad, la mejor mierda en todo Hawkins.
La tomĂł, poniendo los ojos en blanco a lo que Eddie contestĂł de nuevo con una sonrisa.
Sin más que decir, Eddie tomó las llaves de su van y se dirigió al supermercado antes que su roomie le pateara el trasero.
~
—Ese chico de ahí se te queda viendo, deberías ir con él—le murmuró al oído.
Ella giró su cabeza para ver de quién hablaba su amiga, cuando logró localizar al hombre hizo una mueca de disgusto, regresando su atención a la cerveza que estaba tomando.
—Se ve como de cuarenta, se parece a mi papá.
Su amiga puso los ojos en blanco.
—Bueno entonces si no te interesa iré por él.
—Por favor, adelante—hizo una reverencia con la mano y ambas rieron.
Dejándola sola en la barra de aquel bar, ella comenzaba a arrepentirse de incluso haber venido a The Hideout y no era que le disgustaba el lugar, de hecho, lo frecuentaba bastante ya que era el bar donde Eddie tocaba con su banda cada martes.
Simplemente no estaba de humor, hubiese preferido quedarse en el departamento viendo televisiĂłn, aunque esa no era una opciĂłn, no cuando sabĂ­a que probablemente Eddie estaba con una chica haciendo cosas que ni siquiera querĂ­a imaginar.
—¿Quieres otra? —el barman la sacó de sus pensamientos volviéndola a la realidad, levantó la mirada para verlo. Era joven, de prominente mandíbula, cabello negro y ojos verdes.
—Lo siento, ¿Qué?
El chico sonrió, señalando la botella vacía de Pabst Blue Ribbon que sostenía la chica en su mano.
—Oh, sí. Por favor.
Él asintió, regresando en segundos con una nueva cerveza, destapándole enfrente de ella. La chica sacó su billetera.
—No, va de mi parte. De hecho, mi turno termina en diez minutos, ¿puedo invitarte un par más y platicar? No quiero ofenderte o hacerte sentir incómoda, pero eres muy bonita.
Sonrió avergonzada, encogiéndose de hombros. Él era guapo y no se veía viejo como el otro sujeto.
—Seguro, ¿por qué no?
AsintiĂł sonriendo.
~
—Soy Greg, por cierto.
—Vienes muy seguido, ¿cierto? Te he visto varias veces por aquí. —dijo después de darle un sorbo a su cerveza.
—Sí, usualmente estoy aquí los martes, para ver tocar a Corroded Coffin.
—Oh, sí. Son buenos. No te ves cómo alguien que le guste el metal.
—No me gusta, no mucho. Quizás alguna que otra canción, sólo vengo por Eddie.
—¿El de cabello largo que se cree superior a todos? —arrugó la frente, había un ligero tono de broma a lo que ella carcajeó asintiendo con la cabeza. —¿Es tu novio?
—No, no. Es mi roomate, compartimos departamento y hemos sido amigos por varios años.
—Ya veo.
Hablaron por un par de horas, de música, películas, futuro laboral. Tenían bastante en común, tanto que la sorprendió ya que para ella era difícil poder hacer clic con alguien, por eso llevaba tres años soltera, había citas pero no pasaban de una, perdía el interés tan rápido que no había segunda cita.
El tiempo pasó rápido, vio como el bar estaba casi vació, los meseros limpiaban las mesas, se alarmó mirando la hora en el reloj de Greg; 3:00 am.
—Dios, es tarde. Me tengo que ir.
—Sí, están a punto de cerrar. ¿Viniste sola? —le preguntó levantándose de su asiento.
—Uh, sí. Mi amiga esta con aquel chico de allá—señaló hacia el fondo del bar donde no había nadie— bueno estaba—se rio, buscando alrededor con la mirada—creo que se fue con él.
—¿Tienes auto? Si no, puedo llevarte a tu departamento. No es problema.
—No, no. Vivo a sólo unas cuadras de aquí, estaré bien. Gracias. —se levantó de la mesa, colocando la correa de su bolso en el hombro.
—No hay manera que te deje caminar hasta tu casa sola a esta hora. Por favor, realmente no es problema.
Ella suspiró con sus mejillas rosadas, algo que odiaba de sí misma. Siempre avergonzándose de cosas sin importancia.
—Okay, gracias.
Greg hizo un ademán con la mano, indicando a la chica a avanzar fuera del bar primero, al llegar al estacionamiento el chico abrió la puerta del copiloto de su viejo Cutlass café para que la ella subiese. En el camino ambos siguieron la conversación, era simplemente natural y fluida. Greg era carismático y la hacía sentirse cómoda, algo que no era tan común en ella.
—¿Aquí? —preguntó mientras estacionaba el auto, mirando hacia arriba el complejo de departamentos. Ella asintió. —Espera, ¿crees que me puedas dar tu número? Realmente me gustas. Sólo si estas cómoda con ello.
SonriĂł, asintiendo nuevamente.
—Claro, ¿tienes alguna pluma?
Greg comenzĂł a buscar entre los compartimientos del automĂłvil, torpemente aventando al aire, tickets y basura que tenĂ­a guardada.
—¿Sharpie? —se lo enseñó encogiéndose de hombros. Ella mordió su labio inferior, tomó el sharpie y le tomó del brazo para estirarlo escribiéndole en este su número. —Es el número de mi departamento, normalmente trabajo de 8 a 5. Si escuchas una voz masculina, no te asustes que es Eddie contestando el teléfono.
El chico rio.
—Entendido. Te llamaré, en serio.
—Genial.
Ambos se quedaron viendo unos segundos, sin decir nada. No era incomodo. En lo absoluto, pero lo que sea que ambos estuvieran pensando parecĂ­a ser evidente para ellos dos.
—Sé que estamos un poco ebrios, pero…—alzó su mano, colocándola en la nuca de la joven, acariciándole la mandíbula con el pulgar suavemente. —¿Puedo?
Ella asintió relamiéndose los labios. Quizá era el alcohol en su sistema quién respondió o el hecho que no había besado a nadie en meses y verdaderamente anhelaba algo de contacto físico. Lo extrañaba.
Entonces la besĂł, prolongado y suave, ella suspirĂł en su boca.
Pasaron segundos y ninguno parecía querer apartarse, pero dos golpes en la ventana asustaron a ambos, haciéndolos saltar en sus asientos, girando la cabeza hacia la ventana.
Eddie Munson estaba ahí, con un cigarrillo en su mano izquierda mientras la otra estaba apoyada en la ventana del auto de Greg. Su entrecejo fruncido mientras veía a ambos con un sentimiento que su compañera de departamento jamás había visto en él. Parecía estar enojado, pero era diferente al Eddie enojado que conocía.
Ella arrugĂł la frente, apenas iba abrir la puerta cuando Eddie jalĂł de la palanca del auto abriendo la puerta antes que ella.
—Eddie, uh ¿qué haces?
—¿Estás bien? —le preguntó a ella, pero a quien miraba era a Greg sin siquiera parpadear, haciéndolo sentir incomodo.
—Sí, ¿por qué no lo estaría? Eddie él es Greg, es el barman en The Hideout. ¿Lo recuerdas?
La expresiĂłn de Eddie ahora estaba en blanco, pero sus ojos seguĂ­an fijos en Greg.
—No, no lo recuerdo. Jamás lo había visto antes. —le dio el ultimo toque a su cigarrillo y lo aventó al concreto, pisándolo con la punta de sus botas gastadas.
La tensión era evidente, lo que no era evidente era el porqué. Ella rio, nerviosa.
—Oh vamos, Eddie. Greg siempre está ahí.
Eddie sĂłlo se encogiĂł de hombros, haciendo una mueca con los labios.
—Nope, no tengo idea de quien es.
—Yo si te recuerdo Eddie. Tú y tu banda son famosos en el Hideout, son buenos.
—Gracias, viejo. ¿Podemos irnos ya, bonita?
—A-adelántate, yo voy enseguida.
Eddie no dijo nada, miró una vez más a Greg y este le despidió con un movimiento de cabeza, completamente confundido. Ambos vieron como Eddie se alejó, entrando al edificio.
—Es como medio raro, ¿no te parece? No le agrade en lo absoluto.
—Ja. No, no es eso. Eddie es sólo muy sobreprotector conmigo, es como un hermano mayor. Perdón si fue grosero.
—No te preocupes, lo entiendo.
—Bien, de nuevo muchas gracias por traerme hasta aquí—se acercó y beso su mejilla— Esperaré tu llamada.
Greg asintió, sonriéndole.
—Descansa.
Al bajar del cutlass café, una oleada de aire frío golpeó el rostro y cuerpo de la joven, abrazándose a su chaqueta negra entró al edificio. Al llegar a su departamento, Metallica se podía escuchar en un volumen bastante tenue a como Eddie le gustaba escuchar su música.
Estaba fumando de nuevo. Esta vez un porro de marihuana que al juzgar por el pequeño desorden en la mesita del centro acababa de enrollar, sentado en su sillón reclinable mirando al techo como si fuese la cosa más fascinante que había visto.
La joven se recargó en la pared, cruzada de brazos, mirándolo por unos segundos.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó con tono calmado.
—¿A qué te refieres? —le contestó sin importancia, formando una perfecta O de humo que miraba alejarse de su boca.
—¿Por qué fuiste tan grosero con Greg, Eddie? Lleva años trabajando en el Hideout, no sé por qué fingiste no conocerlo.
Eddie por fin la mirĂł, apagando su porro contra la mesa.
—No fingí una mierda. No lo recuerdo, ¿qué se supone que deba hacer? ¿mentir? No es mi puta culpa que su rostro sea completamente olvidable.
La chica arrugó la frente meneando la cabeza, ¿a qué venía todo esto?
—¿Qué? ¿Por qué estás enojado?
—No lo estoy.
—Sí, lo estás. Estás comportándote como un maldito idiota, ¿pasó algo malo con tu cita de hoy? ¿no pudiste acostarte con ella?
LevantĂł una ceja, avanzando unos cuantos pasos hacia Ă©l.
—Já. Oh, me la cogí. —se puso de pie con un aire de superioridad, bajando su mirada a la de ella ya que él era mucho más alto. —El mejor puto sexo que he tenido en meses.
Ella le sonrió, irónicamente claro está.
—Qué bueno. Me alegro por ti. Entonces, ¿por qué estás de tan mal humor?
—No lo estoy y ya me voy a dormir antes de que en serio me ponga de mal humor—se dio media, vuelta dirigiéndose al estéreo y lo apagó. Acto seguido se fue directo a su habitación.
Ella suspirĂł.
—Idiota.
A la mañana siguiente, que era domingo, la chica se levantó con el olor a pancakes que provenía de la cocina. Lo cual era extraño, ella era la única que cocinaba en las mañanas. La chica y Eddie tenían un acuerdo en el que ella preparaba el desayuno y Eddie la cena.
Saltó de la cama y se dirigió a la cocina, donde Eddie en sus pijamas y playera vieja de Dio preparaba una montaña de pancakes. Cantaba a voz baja War Pigs de Black Sabbath, estaba completamente concentrado que no escucho cuando su roomie se sentó en la mesa, observándolo atentamente con una media sonrisa.
 Colocando el último pancake en el plato, se giró con este por fin viendo a su compañera.
—Buenos días.
—Buenos días, ¿por qué estas despierto tan temprano y haciendo el almuerzo? ¿murió alguien?
—Já, eres graciosa—le dijo sarcástico. Sacando de la alacena la miel de maple y dos tenedores y platos, colocando uno frente a ella y uno para él. —Estoy despierto desde las cinco de la mañana.
La chica que se habĂ­a llevado un trozo de pancake a la boca abriĂł los ojos de sobre manera, levantando las cejas.
—¿Problemas para dormir?
Eddie tragó, saliva mirándola fijamente. Estudiando su rostro algo hinchado porque siempre dormía boca abajo, rostro hundido en la almohada, y su cabello hecho un desastre. Un poco de miel de maple sobre los labios rosados que provocaron que Eddie relamiera los suyos.
—No tienes idea. —murmuró con su profunda voz.
—¿Todo bien?
—Sí, no es nada.
Ambos comenzaron a comer en silencio.
Eddie tenía esta angustia dándole vueltas en la cabeza y sabía que, si no decía algo al respecto, no podría dormir tampoco esta noche.
—¿Te gusta? —soltó de repente, deseando haberse mordido la lengua. Ella lo miró extrañada.
—¿Greg? Si, supongo. Es guapo.
—¿Supones? Tu prácticamente te lo ibas a coger en la primera cita.
—Estás exagerando. No era una cita y sólo lo besé una vez.
—Entonces ¿te lo vas a coger en la primera cita?
Se encogiĂł de hombros de nuevo, Eddie amaba el drama.
—Tú siempre lo haces. ¿Por qué estás haciendo un lío enorme sobre esto? No es tu asunto de todos modos.
—Eso es diferente. Tú no eres así, no eres como las chicas que me-
—¿Diferente? —lo interrumpió, cruzándose de brazos— Entonces tu nunca te acostarías con alguien como yo, es lo que estás tratando de decir
—No, ¿qué? No. No es lo que estoy diciendo.
SuspirĂł, harta de esta conversaciĂłn que no iba a ningĂşn lado y no comprendĂ­a.
Se puso de pie, llevando el plato al fregadero.
—Mira Eddie, aprecio que te preocupes por mí y me quieras proteger, pero yo sé lo que hago y mi vida sexual no es algo de tu incumbencia así que, por favor, deja de actuar como mi papá. —Eddie miraba un punto fijo en la mesa, estaba enojado. Sus ojos ardían y no quería que ella lo viera. —Gracias por el desayuno.
Todo el dĂ­a permaneciĂł en silencio el departamento, los domingos eran usualmente para hacer limpieza y lavar ropa. Al caer la noche, Eddie se encontraba en su habitaciĂłn, tendrĂ­an una tocada en otro bar nuevo que apenas hacĂ­a dos semanas habĂ­a abierto en Hawkins.
Mientras arreglaba su cabello con los dedos tratando de controlar el frizz frente al espejo, suspiró mirando la bandana que usaría ese día. La tomó, pensando unos segundos sacudió la cabeza, saliendo de su habitación dirigiéndose a la de su roomie, la puerta estaba abierta. Se colocó en el marco de la puerta, observando cómo se cepillaba el cabello mojado. Acababa de tomar una ducha, vestía su pijama color morado. Al parecer no había notado su presencia.
—Hey—dijo Eddie, sonriendo levemente.
Ella lo mirĂł.
—Hey, wow ¿A dónde vas? Te ves bien—sonrió observando el outfit de Eddie. Llevaba unos jeans negros, con botas militares negras. Una playera de alguna banda que no lograba ver el nombre ya que su chaqueta negra la tapaba.
—Tenemos una tocada en el nuevo bar. Fue de último momento y te iba a invitar, pero como estás enojada conmigo no quise molestarte.
Ella rio, negando con la cabeza.
—No estoy enojada contigo, Eddie.  Además, estoy cansada, la verdad prefiero quedarme a ver la tele.
—Bien, uh…—miró la bandana en su mano, ¿por qué se sentía tan avergonzado?
Ella lo notĂł, estirando el brazo hacia Ă©l.
—Ven aquí. Siéntate en la cama.
Eddie lo hizo, entregándole la bandana. Ella, se posicionó en medio de sus piernas, mordiendo su labio inferior le colocó la bandana, ajustándola detrás de su cabeza, tranquilizando los rebeldes rizos del metalero.
Eddie la miraba con atención, sus ojos, su boca. Era la chica más bonita que había visto, y por eso ese era su apodo.
Su shampoo y loción corporal que siempre usaba después de una ducha se mezclaban, embriagándolo de ella.
—Listo. Te ves muy guapo—le sonrió ampliamente y Eddie sabía que no podría soportarlo más.
La joven se iba a alejar, pero Eddie la tomó de la mano, impidiendo que se fuera. Ella lo miró extrañada, sintiendo el metal de sus anillos apretándole la mano.
La jaló, haciéndola sentarse sobre su regazo, confundida lo miró directamente a los ojos, ambos tan cerca uno del otro que podían sentir sus respiraciones mezclarse. Eddie le miró la boca, quería saciarse de ella. Lo necesitaba.
—Lo siento, pero en serio ya no lo puedo evitar—le dijo sobre sus labios, rozándolos apenas contra los de él. —No puedo
Ella se sentĂ­a como mantequilla sobre Ă©l, era ridĂ­culo lo hermoso que Ă©l era. Sus ojos grandes y oscuros le estaban perforando y sentĂ­a que la vista se le nublarĂ­a en cualquier momento.
Con una mano en la espalda baja de la joven y la otra en su mentón la acercó hacia él hasta unir sus labios, ella jadeó ante la sensación de los carnosos labios de Eddie contra los suyos, sus manos le rodearon el cuello inmediatamente tratando de tenerlo más cerca si eso era posible.
Eddie estaba sorprendido como inmediatamente le respondió el beso, honestamente ella también lo estaba.
Era claro para Ă©l que era algo que ambos querĂ­an desde hace mucho tiempo.
La mano de Eddie se deslizó por la mandíbula de ella hasta tomarla por el cuello, besándola con ímpetu, al mismo tiempo en que deslizaba su lengua dentro de la boca de la chica.
Ella estaba como hipnotizada, simplemente imitando lo que él hacía, siguiéndole el ritmo, dejando que dominara su boca como a él le apeteciera. Eddie colocó sus manos en la cintura de la chica, elevándola para acomodarla, a horcajadas sobre él mirándola de frente se separaron unos segundos, lo único que se podía escuchar eran las pesadas respiraciones de ambos.
—No-no creo que-
—Shh—la calló besándole los labios, haciendo el cabello de la chica hacía atrás, fuera de su rostro. Quería apreciar lo bonita que era. —He querido hacer esto desde hace mucho tiempo—le susurró sobre su boca, atacando sus labios una vez más.
Ella volvió al trance hipnótico que le provocaban los besos de Eddie. Dulces, pero salvajes al mismo tiempo, era demasiado como para poder procesar que estaba besando a su roomie, el chico que la fastidiaba hasta enloquecer, pero al mismo tiempo la hacía reír hasta que le dolía el estómago. Jamás se imaginó estar en esta situación, besándolo sin poder saciarse de él, queriendo sentir sus manos por todo su cuerpo. Lo necesitaba y él podía sentirlo también.
El deseo era mutuo.
Las manos grandes de Eddie comenzaron a acariciarle la espalda, bajando lentamente hasta su trasero, apretándolo hacia él. Ella jadeó en su boca, la nariz de Eddie presionándose contra su mejilla, amasando su trasero. Quería sentir cada parte de su cuerpo. La chica involuntariamente comenzó a mecer sus caderas sobre la entrepierna de Eddie, el bulto en sus pantalones se hacía cada vez más prominente a una velocidad impresionante.
—Mierda—gimió él con voz ronca sobre la chica.
Ella tenía los ojos cerrados, sintiendo como mojaba su ropa interior como hace mucho no lo hacía, tampoco tan rápido y mucho menos con sólo un simple beso.
Ella lo besĂł de nuevo mordiendo su labio inferior y justo cuando las curiosas manos de Eddie exploraban por debajo de la blusa de la chica un fuerte golpe en la puerta principal del departamento hizo sobre saltar a ambos.
Se quedaron viendo a los ojos una vez más, las pupilas dilatadas de Eddie convertían sus ojos en color negro, sus labios hinchados ardían en color rojo al igual que los de ella.
Volvieron a tocar la puerta.
Ella trató de levantarse, colocando sus manos sobre el pecho de Eddie, sintiendo lo acelerado de su corazón, pero él la tomó de la cintura, sentándola de nuevo en su regazo.
—No—murmuró apenas. —Quédate aquí conmigo.
Sonaba casi como una súplica, y es que el chico de cabello rizado temía que su pequeña burbuja donde sólo existían ellos dos y sus ganas de sofocar su deseo, se rompiera en cualquier momento.  
—Te-tengo que ir, es el rentero. Es fin de mes—le susurró apenas, Eddie suspiró, soltándola.
Ella se apresuró a la cocina donde en una azucarera guardaban el pago de la renta, acomodó su cabello y inhaló profundamente abriendo la puerta le sonrió al señor de anteojos y cabello gris.
—Perdón estaba dormida—se excusó.
Entregando el dinero y deseándole una buena noche la joven cerró la puerta, regresando sobre sus pasos hasta estar en el marco de la puerta donde Eddie seguía sentado en la cama, su bandana se había desacomodad debido a la sesión ardiente que acababa de ocurrir apenas hace unos minutos.
—Creo que deberías irte, llegarás tarde. —le dijo tratando de sonreír.
Eddie frunció el ceño. Abrió la boca para decir algo, pero no salió nada de esta.
La chica se acercó a él, tratando de peinar con sus dedos el cabello que ella había alborotado, acomodando su bandana una vez más. Sonrió.
—Estás listo. Buena suerte.
Eddie se puso de pie, admirando el rostro de ella y como sus mejillas aĂşn seguĂ­an rojas.
—Gracias, llegaré tarde así que no me esperes.
—Okay.
Eddie salió de la habitación, molesto claro estaba y es que no lograba comprender lo indiferente que ella podía ser, como su estado de ánimo podía cambiar en segundos.
Los siguientes dos días habían sido realmente tensos, el ego de Eddie estaba herido, para él, ella lo había rechazado y mientras ella quería actuar como si nada hubiese pasado él simplemente no podía. No podía porque después de ese beso, era en lo único que pensaba, como se sentiría poder besar cada centímetro de su cuerpo desnudo, probarla. Como sería cuando estuviera dentro de ella, embistiéndola hasta que su cuerpo se volviese gelatina. Imaginaba su cuerpo sobre él, montándolo, usándolo para su propia satisfacción y eso lo volvía loco. Había imaginado mil escenarios con mil posiciones, sus pensamientos lo consumían mientras ella se sentaba en la sala de estar esmaltando sus uñas de color negro.
El teléfono del departamento comenzó a timbrar, ella arrugó la nariz y miró a Eddie.
—¿Puedes contestar?
Eddie asintió, levantándose de su sillón reclinable.
—¿Hola?
Al escuchar la voz masculina del otro lado de la línea preguntando por su compañera, arrugó la frente.
—Uh, ¿quién la busca?
—Soy Greg, ¿Eddie, cierto? Nos conocimos el otro día.
Eddie querĂ­a colgar en ese momento y pretender que nadie habĂ­a llamado, pero ella estaba atenta a la llamada y aunque quisiese no podĂ­a hacerlo.
—Ah, sí, sí. Greg, espera.
Eddie dio media vuelta, ella ya estaba atrás de él.
—Es tu amigo—murmuró.
Sonrió, tomando el teléfono inmediatamente.
Eddie quería vomitar, regresó a su sillón reclinable, cambiando los canales de televisión mientras escuchaba atentamente la conversación, mirándola de reojo.
—Sí, es perfecto. No, no la he visto—dijo animada—Podemos ordenar de cenar, —algo que dijo el chico hizo que ella carcajeara, irritando aún más al metalero— perfecto entonces te veo a las siete ¡no olvides la cerveza!
La chica se giró sobre su cuerpo, Eddie la miraba con el ceño fruncido sin parpadear.
—¿Qué?
—¿Vas a traer a ese idiota a mi casa? —elevó la voz con tono molesto. —Nah, no va a pasar.
Ella lo mirĂł arrugando la cara.
—Esta también es mi casa, te recuerdo yo pago la mitad de la renta. Además, tú siempre traes chicas aquí y nunca te digo nada. Ni siquiera vas a estar aquí, Eddie. Es martes ¿recuerdas?
—Sí, tienes razón—se puso de pie, caminando hacia su habitación— Sólo asegúrate que él ya no esté aquí cuando regrese, no quiero ver su estúpida cara.
AzotĂł la puerta de su habitaciĂłn como si fuese un adolescente.
—¡Eres un grosero! —gritó para que pudiera escucharla.
Mientras la chica se alistaba para su cita se repetía una y otra vez que esta era una buena idea. Tenía que serlo, quizás esto la ayudaría a olvidar a Eddie Munson. Eddie Munson y sus jodidos labios y ojos de botón y sus manos y la manera tan fácil que la excitaba con tan sólo besarla.
EstarĂ­a mintiendo si decĂ­a que no era en lo Ăşnico que pensaba desde el domingo en la tarde. La escena se repetĂ­a en su cabeza como una cinta de vhs en rewind, y estarĂ­a mintiendo si decĂ­a que no morĂ­a de ganas por cogerse a Eddie Munson.
Era guapo muy guapo y sabía cómo tratar a una chica. Lo había escuchado muchas veces también, había escuchado los gemidos que provenían de su habitación cuando traía chicas al departamento.
Pero también, sabía que eso arruinaría su dinámica por completo, habían sido amigos desde hace cinco años y llevaban dos años siendo roomies. Y sí, no siempre estaban de acuerdo y se sacaban de quicio el uno al otro, pero ella estaba cómoda. Vivir con Eddie era divertido, jamás estaba aburrida y se sentía protegida.
Una vez que habĂ­a terminado su cabello y maquillaje optĂł por un top sin mangas que dejaba ver su escote y unos shorts de mezclilla que le llegaban hasta la lĂ­nea donde empezaba su trasero, algo simple ya que no querĂ­a verse como si lo hubiese intentado demasiado.
Eddie estaba en la habitación de a lado, preparándose también para su show.
Ambos salieron de sus habitaciones al mismo tiempo mirándose de arriba abajo el uno al otro.
Eddie rio, irĂłnico. CaminĂł hacia la sala y ella lo siguiĂł.
—¿Qué?
—Ya sé que te lo quieres coger, pero no seas tan obvia—escupió su veneno, levantando las cejas mirando su escote que ni siquiera era tan revelador. Sólo quería molestarla, tanto como su indiferencia lo molestaba a él.
Honestamente, ella estaba un poco harta de su ironĂ­a. SuspirĂł, colocando sus manos en la cintura.
—Genial, así podemos ir directo a la acción—sonrió—Porque realmente necesito que alguien me coja hasta sacarme los sesos.
Si los ojos de Eddie eran grandes ahora estaban enormes, negĂł con la cabeza como si le hubiesen dicho el peor insulto que existĂ­a.
—Estás loca.
—Y tú eres un hipócrita ¿es un puto crimen querer acostarme con alguien sólo porque soy mujer? Sólo estás celoso y no sabes cómo lidiar con eso así que prefieres escupir tu puto veneno sólo para lastimarme.
Eddie mirĂł al techo sentĂ­a que se asfixiaba en aquel departamento.
—Lo siento es que… es que yo no puedo hacer lo que tú, actuar como si nada hubiera pasado. No puedo. ¿Qué hace tan especial a ese idiota para que quieras acostarte con él y no conmigo?
—No es eso, Eddie… es que lo arruinaría todo, nuestra amistad, nuestra dinámica.
Eddie rio, amargo.
—No arruinaría ni una mierda, lo haría mucho mejor. Dime, —se acercó a ella, ahuecando su rostro en sus manos, el pulgar acariciando su labio inferior—¿No te gustaría? ¿hmm?  ¿ser cogida como se lo merece una chica como tú? Sería como el jodido paraíso aquí, todos los días. Mi boca, donde tú quieras, a la hora que tú quieras. Todo lo que puedo darte, sólo pídelo y es tuyo.
Su aliento a menta y tabaco la estaban embriagando, sentía como sus entrañas eran un lío a cada palabra obscena y casi poética que Eddie le decía. Y es que él, era bueno, demasiado bueno con las palabras.
Estaba a punto de besarla, pero justo como la Ăşltima vez, golpes en la puerta habĂ­a roto la burbuja de nuevo.
—Debe ser Greg, le dije que a las siete.
Eddie asintió, se sentía humillado. Jamás en su vida había rogado por sexo, si bien lo habían rechazado antes, simplemente no le importaba y fijaba su vista en el siguiente objetivo. Pero justo ahora no quería a nadie más, no se le antojaba nadie más.
No podĂ­a comprenderlo.
Tomando su guitarra favorita y las llaves de su van, saliĂł del departamento sin saludar ni despedirse de nadie.
Su presentación no había ido como él hubiese querido, y no había a nadie más quien culpar que él ya que sus compañeros habían estado impecables, pero Eddie tenía la mente ocupada y no podía dejar de pensar que mientras el hacía su solo de guitarra favorito, el maldito de Greg estaba acostándose con la chica que él quería.
Así que esa noche lo abuchearon al no poder dominar ese solo, cosa que jamás había pasado antes.
Sin ánimos de quedarse a tomar un par de cervezas con sus amigos como era costumbre, regresó a su departamento, preparándose mentalmente para verlos, ya que aún no era tan tarde.
Al entrar al departamento, su roomie estaba en pijamas, viendo la televisiĂłn mientras tomaba una cerveza.
Sola, completamente sola.
Eddie colocó su guitarra recargada en la pared, quitándose la bandana de la cabeza y aventándola a la mesa del centro junto con sus llaves.
—¿y tú novio?
Ella rio.
—Greg no es mi novio y ya se fue. Hace un par de horas de hecho.
Eddie frunciĂł las cejas.
—¿Un par de horas? ¿Qué solo duró cinco minutos? —se carcajeó de su propia broma. Ella también lo hizo, negando con la cabeza.
—No tuvimos sexo si es a lo que te refieres, sólo vimos una película.
—Oh.
Eddie dejĂł caer su cuerpo en el sillĂłn reclinable, desorbitado,
—Si—se puso de pie, caminando hacia Eddie, él la miró confundido. Colocando las manos en sus hombros, la chica se sentó a horcajadas sobre su regazo. —No me gusta de esa forma y jamás me acostaría con él sólo para molestarte. No podría hacerlo cuando no puedo dejar de pensar en ti.
Eddie estaba completamente sorprendido, sabía que no le era indiferente, pero ¿que lo admitiera? Pensó que jamás pasaría.
—Disfrutaste hacerme sentir celos—recalcó, colocando sus manos en el trasero de la chica.
Ella rio, asintiendo.
—Fue divertido, no voy a mentir. Te lo merecías, a veces actúas como un idiota. —besó sus labios, apenas.
—¿Ya no tienes miedo?
—Si, lo tengo. Pero son más grandes las ganas que tengo—lo besó y esta vez era ella quien lo dominaba a su antojo, Eddie se lo permitió, dejando caer su cabeza hacía atrás. —Entonces, ¿vas a ser tú el que me coja hasta sacarme los sesos?
Eddie carcajeó, tomándola de la mandíbula para besarla.
—Bonita, estabas haciendo sufrir a mi pene—ella volvió a reír, ese era el Eddie de siempre.
La agarró del trasero con ambas manos, levantándose del sillón, las piernas de la chica rodearon la cintura de Eddie asegurando su cuerpo contra el de él. Entre besos la llevó hasta su habitación decorada con un sinfín de posters de bandas. La arrojó a la cama, quitándose rápidamente la chaqueta y playera, quedando sólo en sus jeans.
Ella por su parte ya se había acomodado sobre las almohadas, Eddie le sonrió, mostrando sus hoyuelos mientras gateaba hasta estar sobre ella, sus rodillas a cada lado de ella, a la altura de las caderas. Se inclinó una vez más para besarla, lento y descuidado, con mucha lengua que era lo único que se podía escuchar.
—He sido un idiota contigo, eso es cierto—susurró sobre su rostro, besándole las mejillas, sus labios recorrieron la mandíbula de la chica hasta llegar a su cuello, donde dejaba besos húmedos a boca abierta. Su mano viajó hasta el elástico de su pijama y metió la mano, acariciando por encima de sus bragas —Necesito compensarte, ¿me dejas?
—Joder, sí. Haz lo que quieras—jadeó dejando caer la cabeza. Una pequeña risa hundida vibró en el pecho de Eddie, marcando un último beso en los labios de la chica, le sacó el pijama junto con las bragas, dejándola expuesta ante él.
Eddie colocó sus manos sobre los muslos suaves de ella, masajeándolos mientras los abría para acomodarse entre estos, besando suavemente sus muslos internos, admirando el pequeño coño.
—Mierda—maldijo con sus ojos fijos en su sexo, dejó un beso en la entrada y con su dedo índice acarició sobre la piel, lentamente, moviendo los pliegues suavemente comenzando a esparcir su excitación—Muy, muy bonito. Estás muy mojada.
—Eddie—jadeo, estaba apoyada sobre sus codos para poder verlo, tenía las mejillas enrojecidas, su respiración era pesada haciendo que sus senos se movieran de arriba abajo. Alzo una mano hacía la melena rebelde del chico, haciendo su flequillo hacía atrás para poder apreciarlo mejor.
—Bonita, déjame ver esas tetas—le pidió mirándola sobre sus espesas pestañas, ella se incorporó quitándose el top rápidamente quedando completamente desnuda ya que no llevaba sostén. Sus senos rebotaron ante el movimiento quedando frente a Eddie, haciéndolo más duro de lo que ya estaba. —Las mejores que he visto—alabó, levantando una mano para apretar uno de sus senos, sintiendo lo suave de su piel, apretando su pezón.
—Eddie, por favor—le suplicó jadeante.
—Oh lo siento, me distraje un poco con esas bellezas—levantó las cejas a lo que ella respondió poniendo los ojos en blanco.
La lengua de Eddie recorrió su entrada, recogiendo su excitación con esta. Haciéndose paso entre los pliegues, saboreando cada centímetro, usando sus labios también, besándolo una y otra vez. Prácticamente le hacía un beso francés a su coño.
—Joder, bebé. Me voy a volver un puto adicto—jadeó con su boca llena, pasando la lengua por su clítoris, succionando el manojo de nervios—Sabe tan jodidamente bien, podría hacer esto todo el día.
La boca experta de Eddie aumentaba su velocidad, su lengua haciendo prácticamente malabares entre los pliegues y el clítoris, haciéndola gemir una y otra vez. Repetía su nombre entre jadeos, colocando ambas manos en su cabello, hundiendo el rostro de Eddie en su coño. Los rizos haciéndole cosquillas en los muslos internos. La risa de Eddie vibró contra su sexo haciéndola temblar. Jamás la habían tratado así, él la estaba haciendo ver las estrellas sin siquiera cerrar los ojos.
—Mierda, mierda—jadeó rápidamente, apretando sus muslos contra él. —Me voy a correr
Eddie la mirĂł, tenĂ­a los labios hinchados de tanto morderlos y lo miraba como si quisiera llorar.
—¿Quieres mis dedos? —dijo frotando con su dedo índice su clítoris.
Negó con la cabeza frenéticamente.
—Sólo tu boca—soltó apenas, Eddie volvió a besar su sexo, llenándose la boca de sus jugos, haciendo un desastre en ella, devorándola como si fuese la última vez que lo haría. La chica gimió tan fuerte que estaba seguro de que los vecinos habían escuchado.
—Mírame—ordenó sobre ella—Quiero que me mires cuando te corras, quiero que veas lo que te estoy haciendo.
Y lo hizo, haciendo a un lado un par de rizos pegados al rostro de Eddie. El metalero regresó toda su atención al manojo de nervios, chupándolo una y otra vez, haciendo el infinito con su lengua sobre este.
—Oh, dios—jadeante y sin poder evitarlo su cuerpo cayó en la cama, corriéndose sobre la boca de su compañero de departamento.
Eddie besó alrededor de la sensible área, ella trataba de regularizar su respiración agitada llevándose las manos a la frente, intentando tranquilizarse. La lengua de Eddie recorrió una vez más su entrada, recogiendo un poco de su jugo.
—¿Cómo… cómo haces eso? —le preguntó cuando logró recobrar su respiración normal, sentándose en la cama mientras Eddie se colocaba sobre ella. Besó la punta de su nariz.
—Práctica supongo—la tomó del cuello, besándola desenfrenadamente. —Te necesito, bebé.
Se desabrochó los jeans, sacando el cinto y aventándolo al suelo. Tomó la pequeña mano de ella y la dirigió dentro de estos, colocándola sobre su pene cubierto por los boxers.
—¿Sientes eso? —susurró, atrapando entre sus dientes el labio jugoso inferior de la chica. Se sentía caliente y duro como roca—Es por ti. Ha estado así por días y todo es tu culpa.
Ella rio, sacando el miembro de su ropa interior, frotándolo. Estaba pesado, duro pero su piel era suave, como si se tratase de acero envuelto en terciopelo. Era grande y grueso, la punta en forma de champiñón de un rosa brillante debido a la sustancia preseminal que yacía en esta. Mientras movía la muñeca de arriba hacia abajo, arrugando y estirando la piel, la respiración de Eddie era cada vez más pesada, mirándola atento. La chica frotó la punta, esparciendo la sustancia transparente en toda la cabeza.
Sin dejar de masturbarlo la chica le besĂł el pecho sobre uno de sus tatuajes, pasĂł por su barbilla hasta llegar a sus labios rellenos, introduciendo su lengua en la boca de Ă©l.
—Te necesito dentro de mi—le susurró. —Por favor
—He soñado con eso. Es por lo que amanezco tan duro en las mañanas—la tomó de la cintura, acomodándola sobre la cama, mientras ella reía.
Eddie le sonrió travieso, amaba hacerla reír. Hundió su rostro en el valle de sus senos, moviendo la cabeza de un lado al otro haciéndole cosquillas con su cabello, besándole ambos pechos.
—Ya cállate y cógeme—lo tomó la cabeza, posicionándolo de nuevo frente a su rostro.
Eddie se deshizo de sus jeans y ropa interior ahora si quedando desnudo al igual que ella, se colocó de rodillas entre sus piernas, levantándolas con los muslos para que rodearan su cintura.
—Mierda—maldijo, acariciando el coño de la chica— Sigues muy mojada.
—Han pasado meses, no me puedes culpar—se defendió a lo que Eddie sonrió, comenzando a bombear su miembro con la mano derecha.
—¿No te tocabas?
—Sí, a veces. En las noches, pero no es lo mismo. Nunca me pude correr como tú lo hiciste.
—Joder, y yo en la habitación de al lado…pude haberte cogido cada maldita noche—dijo indignado, rosando la punta de su pene de arriba abajo sobre el coño brillando en su excitación, jugando con los jugos de ella, empepando su cabeza. —Mira eso, es perfecto.
—Eddie, por favor. Sólo hazlo—rogó, sintiendo su cuerpo vibrar cada vez que Eddie rozaba su sexo con su pene. Eddie era muy vocal, siempre había sido así en todos los ámbitos. Y no le molestaba en lo absoluto, pero ya se estaba desesperando.
—Espera, necesito ir por un condón.
—¡No! —lo detuvo con la mano. — Quiero sentirte completo, quiero sentir cuando te corras dentro de mí.
—Maldita sea, bonita. Lo que tú quieras.
Y estaba feliz que ella se lo hubiese pedido, él también quería sentirla por completo.
Jalándola de las caderas hacía su pelvis, Eddie introdujo lentamente la cabeza de su miembro, con sus cejas fruncidas, sacando su lengua para lamer su labio superior, un gesto característico en él cuando estaba concentrado. La chica jadeó ahogadamente, arrugando la frente cuando intentó introducir más.
—¿Puedo seguir? Aún no está todo adentro.
Maldita sea, ella jamás había estado con alguien de su tamaño.
—Sí, sí…sólo, dame un minuto—inhaló profundamente, asintiendo con la cabeza para que continuara.
Se deslizó por completo, viendo como el coño de la jadeante chica lo había succionado por completo, se quedó inmóvil pero profundo. Sintiendo cada musculo abrazar su miembro.
—¿Me puedo mover?
Ella sĂłlo asintiĂł.
Eddie comenzó a mover sus caderas de atrás hacia adelante y cuando vio que su pene salía y entraba con facilidad después de unos minutos gracias a los jugos de su amante, comenzó a aumentar la velocidad, recorriendo con sus manos el vientre y pechos de la chica hasta llegar a su cuello, apretando sólo un poco.
Sus embestidas eran rápidas y profundas, se podía escuchar el chocar de sus cuerpos, como sus testículos chocaban con el trasero de ella, eso y los gemidos de ambos.
—Me estás tomando muy bien, bebé—jadeó mirando como su pene desaparecía dentro del coño de la chica, cada vez que la penetraba. Sintiendo las paredes de este comprimirse alrededor de su pene. —¿Te vas a correr conmigo?
—S-sí, hazme correr de nuevo.
Eddie sonriĂł, saliendo de ella. ComenzĂł a bombear su pene mientras le besaba el cuello.
—Ponte en cuatro—le susurró al oído y ella obedeció de inmediato.
Eddie masajeó su trasero, dejado un par de besos en este, acomodándose detrás de ella.
Se elevĂł sobre la chica hasta alcanzar su mejilla y se la besĂł.
—Rostro contra la almohada—le ordenó una vez más y lo hizo. El lado derecho del rostro de la chica estaba contra la almohada, sus pechos apenas rozaban la cama mientras su trasero se alzaba en el aire.
Eddie colocó su mano derecha contra la nuca de ella, empujando su cabeza aún más contra la almohada mientras su mano izquierda dirigía su pene a la entrada de la chica. Una vez dentro de ella comenzó de nuevo con sus salvajes embestidas, cogiéndola desde atrás. Sus muslos chocaban con su trasero sin piedad y se combinaban con los jadeos de su amante y eso era como música para sus oídos.
—Mierda, me voy a correr, bonita. —emitió un gemido ronco, mordiendo su labio inferior mientras que tomaba el cabello de la joven en una coleta, estirándolo al mismo ritmo que su vaivén.
La soltĂł, comenzando a frotar con su dedo medio e Ă­ndice justo arriba de donde se conectaban, masajeando en cĂ­rculos su clĂ­toris.
—Córrete conmigo, bebé. Se que puedes—le susurró.
—¡Eddie!
La velocidad de sus caderas aumentaba al igual que la de sus dedos, ambos gimiendo una y otra vez un sinfín de obscenidades, llevándolos al clímax. La chica sintió su orgasmo incluso más intenso que el anterior, al mismo tiempo que sentía a Eddie correrse dentro de ella, caliente y profundo. Llenándola.
El brazo de Eddie le rodeó la cintura levantándola, pegando su espalda contra su pecho.
—Hmm—emitió Eddie, besándole el hombro. —Jodidamente increíble.
La tomó del cabello, jalando su cabeza hacia atrás para poder tener acceso a sus labios, un beso húmedo y descuidado, su lengua atacando la suya. Salió de ella sin moverse de su lugar.
La miró a los ojos, acomodándole un mechón de cabello húmedo debido al sudor, detrás de la oreja.
—¿Viste que bien encajamos? —sonrió, hoyuelos y todo—Es como si tu cuerpo estuviese hecho para mí.
Ella lo miró, frunciendo el ceño, pero sonriendo.
—Estás lleno de mierda.
Eddie carcajeó, negando con la cabeza. Le besó la frente para después brincar fuera de la cama, tomando un cigarrillo y un encendedor de su mesa de noche.
—Por favor, no lo vayas a hacer incómodo entre los dos—arrugó la nariz, buscando en el suelo sus bragas.
Eddie aventĂł el humo de su boca, negando con la cabeza.
—¿Incómodo? Bonita, esto se va a poner mejor—levanto las cejas divertido, mientras se ponía de nuevo los boxers— ¿Quieres una cerveza?
Ella asintiĂł, Eddie le aventĂł a la cara su playera de Dio para que se la pusiera.
El metalero procediĂł a salir de la habitaciĂłn y una vez que estaba en el marco de la puerta, se girĂł hacia ella.
—Por cierto, a la otra te toca chupármela hasta dejarme seco.
La chica puso los ojos en blanco, aventándole una almohada a su lindo rostro.
—Ya cállate, Eddie.
50 notes · View notes