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Aftertaste.
eddie munson x fem!reader
sumario: cuando la roomie de Eddie tiene una cita con el barman de The Hideout, no puede evitar sentirse celoso. Aquél hombre estaba a punto de robarle lo que él más deseaba.
advertencias: 18+, material sexual explĂcito.
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~
Oh, ella estaba enojada.
Realmente estaba muy, muy enojada.
Era notorio a simple vista como sus ojos se hundĂan al mismo tiempo que su entrecejo se fruncĂa.
Era palpable por la vena que resaltaba en su frente que sĂłlo hacĂa acto de presencia en ocasiones sumamente frustrantes. Y esta era una de ellas.
Resoplando con una toalla envuelta en su cuerpo y el cabello escurriendo, tomĂł la botella vacĂa de acondicionador y saliĂł del baño a pasos agigantados hasta estar frente a la puerta adornada con las palabras “Corroded Coffin” con pintura en aerosol barata. Die With Your Boots On de Iron Maiden retumbaba por todo el pequeño departamento proveniente de aquella habitaciĂłn que parecĂa que en cualquier momento derribarĂa esa puerta.
—¡Eddie! —gritó, golpeando con el puño la puerta varias veces, su voz opacada por la música— ¡Eddie, maldito idiota apaga esa mierda! —grito con todo el aire en sus pulmones, golpeando de nuevo con toda esa ira contenida la puerta una y otra vez.
La música paró de golpe, haciendo que la joven de cabello mojado cruzara los brazos, las botas pesadas de Eddie se escucharon en la habitación acercándose. Abrió la puerta de golpe, provocando una pequeña ola de viento que hizo revolotear su melena frizada.
MirĂł a su roomie que parecĂa querĂ©rselo comer con la mirada, sus grandes ojos cafĂ©s la observaron de arriba abajo y cuando estos volvieron a los entreabiertos de ella, una sonrisa se dibujĂł en su rostro, marcando los hoyuelos en sus mejillas.
—Hey, bonita—saludó. Ella puso los ojos en blanco, era odioso. Él y su perfecta sonrisa lo eran.
—Has estado usando mi acondicionador extra hidratante—lanzĂł la botella vacĂa contra su pecho. —¡te lo acabaste!
—¡Auch! —exagerĂł una mueca de dolor, sobando su pecho. —SĂ, es que esa mierda deja mi cabello muy suave. Las chicas lo aman. —levantĂł las cejas, ampliando su sonrisa como si supiera algo que ella no.
La chica suspirĂł negando con la cabeza, apretĂł el nudo que amarraba la toalla a su cuerpo desnudo contra su pecho mientras que con la otra mano le apuntĂł con el dedo Ăndice hacia el pecho, avanzando un paso hacĂa Ă©l.
—Quiero que vayas al supermercado en este momento y me compres uno nuevo. ¿Entendiste?
Eddie sacudiĂł su melena rizada, haciendo un saludo militar.
—Si, señora. —ambos se quedaron en silencio unos segundos, inmóviles. —Por cierto, ¿Saldrás esta noche? Porque traeré a una chica y tú sabes, va a ser ruidosa. —arrugó la nariz, haciendo puchero.
Ella suspirĂł.
Ser roomie de Eddie Munson no era particularmente una tarea fácil, si bien era un buen chico, divertido, responsable con su parte de la renta y para sorpresa de ambos, buen cocinero, tambiĂ©n tenĂa mil defectos. DespuĂ©s de todo era un hombre de 21 años, siempre dejaba la pasta dental abierta, jamás bajaba la tapa del inodoro, dejaba colillas de cigarro por toda el departamento y su ruidosa mĂşsica hacĂa que los vecinos del edificio llenaran el buzĂłn de quejas semanalmente. Â
Pero la parte más desagradable para la joven de 20 años era el sin fin de mujeres que desfilaban por el pequeño departamento.
Eddie Munson era atractivo, de ojos grandes y oscuros que podĂan descifrar cada pensamiento encriptado en ti con tan sĂłlo sostener la mirada unos segundos, adornados con pestañas rizadas y espesas. Labios gruesos y rosados de donde salĂan un sinfĂn de tonterĂas que provocaban las más honestas carcajadas de la chica, pero tambiĂ©n frases filosĂłficas que sĂłlo tenĂan sentido para Ă©l mismo.
Su cabello largo y rizado le llegaba a las clavĂculas, añadiendo un despeinado fleco que cubrĂa toda su frente. Sin duda su estilo era peculiar, pero más lo era su innegable carisma y magnetismo algo que era tan natural en Ă©l como respirar.
Incluso cuando la gente lo consideraba “raro” no era necesariamente algo malo, tampoco era difĂcil de comprender su encanto y por quĂ© le era tan fácil conseguir a cualquier chica que quisiese.
Bueno casi cualquier chica.
—¿A qué hora puedo regresar y no encontrar algo que me pueda traumar de por vida?
Eddie soltĂł una carcajada ronca.
—Para que veas que soy muy considerado a la 1 AM ya no estará ella aquĂ.
Ella mordiĂł su labio inferior, insegura a lo que aquel chico de ojos grandes le decĂa. Recordando como apenas hacĂa dos semanas, habĂa entrado al departamento sĂłlo para encontrar a una rubia cabalgando a Eddie en el sillĂłn reclinable perteneciente al metalero, emitiendo los gemidos más exagerados que habĂa escuchado en su vida.
InclinĂł la cabeza hacia un lado.
—PromĂ©telo Munson, no quiero volver a ver lo que vi el otro dĂa.
—Lo juro—puso la mano derecha sobre su pecho mientras elevaba la otra en sĂmbolo de juramento— por Ozzy. Oh, ¡espera!
Dio media vuelta, regresando a su habitación, se escuchaba como buscaba entre los cajones algo. Regresó rápidamente, enseñándole una bolsa ziploc con un poco de hierba.
—Como ofrenda de paz y una disculpa por haberme terminado tu acondicionador—sacudió la bolsa frente al rostro de ella—De la mejor calidad, la mejor mierda en todo Hawkins.
La tomĂł, poniendo los ojos en blanco a lo que Eddie contestĂł de nuevo con una sonrisa.
Sin más que decir, Eddie tomó las llaves de su van y se dirigió al supermercado antes que su roomie le pateara el trasero.
~
—Ese chico de ahĂ se te queda viendo, deberĂas ir con Ă©l—le murmurĂł al oĂdo.
Ella giró su cabeza para ver de quién hablaba su amiga, cuando logró localizar al hombre hizo una mueca de disgusto, regresando su atención a la cerveza que estaba tomando.
—Se ve como de cuarenta, se parece a mi papá.
Su amiga puso los ojos en blanco.
—Bueno entonces si no te interesa iré por él.
—Por favor, adelante—hizo una reverencia con la mano y ambas rieron.
Dejándola sola en la barra de aquel bar, ella comenzaba a arrepentirse de incluso haber venido a The Hideout y no era que le disgustaba el lugar, de hecho, lo frecuentaba bastante ya que era el bar donde Eddie tocaba con su banda cada martes.
Simplemente no estaba de humor, hubiese preferido quedarse en el departamento viendo televisiĂłn, aunque esa no era una opciĂłn, no cuando sabĂa que probablemente Eddie estaba con una chica haciendo cosas que ni siquiera querĂa imaginar.
—¿Quieres otra? —el barman la sacĂł de sus pensamientos volviĂ©ndola a la realidad, levantĂł la mirada para verlo. Era joven, de prominente mandĂbula, cabello negro y ojos verdes.
—Lo siento, ¿Qué?
El chico sonriĂł, señalando la botella vacĂa de Pabst Blue Ribbon que sostenĂa la chica en su mano.
—Oh, sĂ. Por favor.
Él asintió, regresando en segundos con una nueva cerveza, destapándole enfrente de ella. La chica sacó su billetera.
—No, va de mi parte. De hecho, mi turno termina en diez minutos, ¿puedo invitarte un par más y platicar? No quiero ofenderte o hacerte sentir incómoda, pero eres muy bonita.
SonriĂł avergonzada, encogiĂ©ndose de hombros. Él era guapo y no se veĂa viejo como el otro sujeto.
—Seguro, ¿por qué no?
AsintiĂł sonriendo.
~
—Soy Greg, por cierto.
—Vienes muy seguido, Âżcierto? Te he visto varias veces por aquĂ. —dijo despuĂ©s de darle un sorbo a su cerveza.
—SĂ, usualmente estoy aquĂ los martes, para ver tocar a Corroded Coffin.
—Oh, sĂ. Son buenos. No te ves cĂłmo alguien que le guste el metal.
—No me gusta, no mucho. Quizás alguna que otra canción, sólo vengo por Eddie.
—¿El de cabello largo que se cree superior a todos? —arrugĂł la frente, habĂa un ligero tono de broma a lo que ella carcajeĂł asintiendo con la cabeza. —¿Es tu novio?
—No, no. Es mi roomate, compartimos departamento y hemos sido amigos por varios años.
—Ya veo.
Hablaron por un par de horas, de mĂşsica, pelĂculas, futuro laboral. TenĂan bastante en comĂşn, tanto que la sorprendiĂł ya que para ella era difĂcil poder hacer clic con alguien, por eso llevaba tres años soltera, habĂa citas pero no pasaban de una, perdĂa el interĂ©s tan rápido que no habĂa segunda cita.
El tiempo pasó rápido, vio como el bar estaba casi vació, los meseros limpiaban las mesas, se alarmó mirando la hora en el reloj de Greg; 3:00 am.
—Dios, es tarde. Me tengo que ir.
—SĂ, están a punto de cerrar. ÂżViniste sola? —le preguntĂł levantándose de su asiento.
—Uh, sĂ. Mi amiga esta con aquel chico de allá—señalĂł hacia el fondo del bar donde no habĂa nadie— bueno estaba—se rio, buscando alrededor con la mirada—creo que se fue con Ă©l.
—¿Tienes auto? Si no, puedo llevarte a tu departamento. No es problema.
—No, no. Vivo a sĂłlo unas cuadras de aquĂ, estarĂ© bien. Gracias. —se levantĂł de la mesa, colocando la correa de su bolso en el hombro.
—No hay manera que te deje caminar hasta tu casa sola a esta hora. Por favor, realmente no es problema.
Ella suspiró con sus mejillas rosadas, algo que odiaba de sà misma. Siempre avergonzándose de cosas sin importancia.
—Okay, gracias.
Greg hizo un ademán con la mano, indicando a la chica a avanzar fuera del bar primero, al llegar al estacionamiento el chico abriĂł la puerta del copiloto de su viejo Cutlass cafĂ© para que la ella subiese. En el camino ambos siguieron la conversaciĂłn, era simplemente natural y fluida. Greg era carismático y la hacĂa sentirse cĂłmoda, algo que no era tan comĂşn en ella.
—¿Aqu� —preguntó mientras estacionaba el auto, mirando hacia arriba el complejo de departamentos. Ella asintió. —Espera, ¿crees que me puedas dar tu número? Realmente me gustas. Sólo si estas cómoda con ello.
SonriĂł, asintiendo nuevamente.
—Claro, ¿tienes alguna pluma?
Greg comenzĂł a buscar entre los compartimientos del automĂłvil, torpemente aventando al aire, tickets y basura que tenĂa guardada.
—¿Sharpie? —se lo enseñó encogiéndose de hombros. Ella mordió su labio inferior, tomó el sharpie y le tomó del brazo para estirarlo escribiéndole en este su número. —Es el número de mi departamento, normalmente trabajo de 8 a 5. Si escuchas una voz masculina, no te asustes que es Eddie contestando el teléfono.
El chico rio.
—Entendido. Te llamaré, en serio.
—Genial.
Ambos se quedaron viendo unos segundos, sin decir nada. No era incomodo. En lo absoluto, pero lo que sea que ambos estuvieran pensando parecĂa ser evidente para ellos dos.
—SĂ© que estamos un poco ebrios, pero…—alzĂł su mano, colocándola en la nuca de la joven, acariciándole la mandĂbula con el pulgar suavemente. —¿Puedo?
Ella asintiĂł relamiĂ©ndose los labios. Quizá era el alcohol en su sistema quiĂ©n respondiĂł o el hecho que no habĂa besado a nadie en meses y verdaderamente anhelaba algo de contacto fĂsico. Lo extrañaba.
Entonces la besĂł, prolongado y suave, ella suspirĂł en su boca.
Pasaron segundos y ninguno parecĂa querer apartarse, pero dos golpes en la ventana asustaron a ambos, haciĂ©ndolos saltar en sus asientos, girando la cabeza hacia la ventana.
Eddie Munson estaba ahĂ, con un cigarrillo en su mano izquierda mientras la otra estaba apoyada en la ventana del auto de Greg. Su entrecejo fruncido mientras veĂa a ambos con un sentimiento que su compañera de departamento jamás habĂa visto en Ă©l. ParecĂa estar enojado, pero era diferente al Eddie enojado que conocĂa.
Ella arrugĂł la frente, apenas iba abrir la puerta cuando Eddie jalĂł de la palanca del auto abriendo la puerta antes que ella.
—Eddie, uh ¿qué haces?
—¿Estás bien? —le preguntó a ella, pero a quien miraba era a Greg sin siquiera parpadear, haciéndolo sentir incomodo.
—SĂ, Âżpor quĂ© no lo estarĂa? Eddie Ă©l es Greg, es el barman en The Hideout. ÂżLo recuerdas?
La expresiĂłn de Eddie ahora estaba en blanco, pero sus ojos seguĂan fijos en Greg.
—No, no lo recuerdo. Jamás lo habĂa visto antes. —le dio el ultimo toque a su cigarrillo y lo aventĂł al concreto, pisándolo con la punta de sus botas gastadas.
La tensión era evidente, lo que no era evidente era el porqué. Ella rio, nerviosa.
—Oh vamos, Eddie. Greg siempre está ahĂ.
Eddie sĂłlo se encogiĂł de hombros, haciendo una mueca con los labios.
—Nope, no tengo idea de quien es.
—Yo si te recuerdo Eddie. Tú y tu banda son famosos en el Hideout, son buenos.
—Gracias, viejo. ¿Podemos irnos ya, bonita?
—A-adelántate, yo voy enseguida.
Eddie no dijo nada, miró una vez más a Greg y este le despidió con un movimiento de cabeza, completamente confundido. Ambos vieron como Eddie se alejó, entrando al edificio.
—Es como medio raro, ¿no te parece? No le agrade en lo absoluto.
—Ja. No, no es eso. Eddie es sólo muy sobreprotector conmigo, es como un hermano mayor. Perdón si fue grosero.
—No te preocupes, lo entiendo.
—Bien, de nuevo muchas gracias por traerme hasta aquĂ—se acercĂł y beso su mejilla— EsperarĂ© tu llamada.
Greg asintió, sonriéndole.
—Descansa.
Al bajar del cutlass cafĂ©, una oleada de aire frĂo golpeĂł el rostro y cuerpo de la joven, abrazándose a su chaqueta negra entrĂł al edificio. Al llegar a su departamento, Metallica se podĂa escuchar en un volumen bastante tenue a como Eddie le gustaba escuchar su mĂşsica.
Estaba fumando de nuevo. Esta vez un porro de marihuana que al juzgar por el pequeño desorden en la mesita del centro acababa de enrollar, sentado en su sillĂłn reclinable mirando al techo como si fuese la cosa más fascinante que habĂa visto.
La joven se recargó en la pared, cruzada de brazos, mirándolo por unos segundos.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó con tono calmado.
—¿A qué te refieres? —le contestó sin importancia, formando una perfecta O de humo que miraba alejarse de su boca.
—¿Por qué fuiste tan grosero con Greg, Eddie? Lleva años trabajando en el Hideout, no sé por qué fingiste no conocerlo.
Eddie por fin la mirĂł, apagando su porro contra la mesa.
—No fingà una mierda. No lo recuerdo, ¿qué se supone que deba hacer? ¿mentir? No es mi puta culpa que su rostro sea completamente olvidable.
La chica arrugĂł la frente meneando la cabeza, Âża quĂ© venĂa todo esto?
—¿Qué? ¿Por qué estás enojado?
—No lo estoy.
—SĂ, lo estás. Estás comportándote como un maldito idiota, ÂżpasĂł algo malo con tu cita de hoy? Âżno pudiste acostarte con ella?
LevantĂł una ceja, avanzando unos cuantos pasos hacia Ă©l.
—Já. Oh, me la cogĂ. —se puso de pie con un aire de superioridad, bajando su mirada a la de ella ya que Ă©l era mucho más alto. —El mejor puto sexo que he tenido en meses.
Ella le sonrió, irónicamente claro está.
—Qué bueno. Me alegro por ti. Entonces, ¿por qué estás de tan mal humor?
—No lo estoy y ya me voy a dormir antes de que en serio me ponga de mal humor—se dio media, vuelta dirigiéndose al estéreo y lo apagó. Acto seguido se fue directo a su habitación.
Ella suspirĂł.
—Idiota.
A la mañana siguiente, que era domingo, la chica se levantĂł con el olor a pancakes que provenĂa de la cocina. Lo cual era extraño, ella era la Ăşnica que cocinaba en las mañanas. La chica y Eddie tenĂan un acuerdo en el que ella preparaba el desayuno y Eddie la cena.
Saltó de la cama y se dirigió a la cocina, donde Eddie en sus pijamas y playera vieja de Dio preparaba una montaña de pancakes. Cantaba a voz baja War Pigs de Black Sabbath, estaba completamente concentrado que no escucho cuando su roomie se sentó en la mesa, observándolo atentamente con una media sonrisa.
 Colocando el último pancake en el plato, se giró con este por fin viendo a su compañera.
—Buenos dĂas.
—Buenos dĂas, Âżpor quĂ© estas despierto tan temprano y haciendo el almuerzo? ÂżmuriĂł alguien?
—Já, eres graciosa—le dijo sarcástico. Sacando de la alacena la miel de maple y dos tenedores y platos, colocando uno frente a ella y uno para él. —Estoy despierto desde las cinco de la mañana.
La chica que se habĂa llevado un trozo de pancake a la boca abriĂł los ojos de sobre manera, levantando las cejas.
—¿Problemas para dormir?
Eddie tragĂł, saliva mirándola fijamente. Estudiando su rostro algo hinchado porque siempre dormĂa boca abajo, rostro hundido en la almohada, y su cabello hecho un desastre. Un poco de miel de maple sobre los labios rosados que provocaron que Eddie relamiera los suyos.
—No tienes idea. —murmuró con su profunda voz.
—¿Todo bien?
—SĂ, no es nada.
Ambos comenzaron a comer en silencio.
Eddie tenĂa esta angustia dándole vueltas en la cabeza y sabĂa que, si no decĂa algo al respecto, no podrĂa dormir tampoco esta noche.
—¿Te gusta? —soltó de repente, deseando haberse mordido la lengua. Ella lo miró extrañada.
—¿Greg? Si, supongo. Es guapo.
—¿Supones? Tu prácticamente te lo ibas a coger en la primera cita.
—Estás exagerando. No era una cita y sólo lo besé una vez.
—Entonces ¿te lo vas a coger en la primera cita?
Se encogiĂł de hombros de nuevo, Eddie amaba el drama.
—TĂş siempre lo haces. ÂżPor quĂ© estás haciendo un lĂo enorme sobre esto? No es tu asunto de todos modos.
—Eso es diferente. TĂş no eres asĂ, no eres como las chicas que me-
—¿Diferente? —lo interrumpiĂł, cruzándose de brazos— Entonces tu nunca te acostarĂas con alguien como yo, es lo que estás tratando de decir
—No, ¿qué? No. No es lo que estoy diciendo.
SuspirĂł, harta de esta conversaciĂłn que no iba a ningĂşn lado y no comprendĂa.
Se puso de pie, llevando el plato al fregadero.
—Mira Eddie, aprecio que te preocupes por mĂ y me quieras proteger, pero yo sĂ© lo que hago y mi vida sexual no es algo de tu incumbencia asĂ que, por favor, deja de actuar como mi papá. —Eddie miraba un punto fijo en la mesa, estaba enojado. Sus ojos ardĂan y no querĂa que ella lo viera. —Gracias por el desayuno.
Todo el dĂa permaneciĂł en silencio el departamento, los domingos eran usualmente para hacer limpieza y lavar ropa. Al caer la noche, Eddie se encontraba en su habitaciĂłn, tendrĂan una tocada en otro bar nuevo que apenas hacĂa dos semanas habĂa abierto en Hawkins.
Mientras arreglaba su cabello con los dedos tratando de controlar el frizz frente al espejo, suspirĂł mirando la bandana que usarĂa ese dĂa. La tomĂł, pensando unos segundos sacudiĂł la cabeza, saliendo de su habitaciĂłn dirigiĂ©ndose a la de su roomie, la puerta estaba abierta. Se colocĂł en el marco de la puerta, observando cĂłmo se cepillaba el cabello mojado. Acababa de tomar una ducha, vestĂa su pijama color morado. Al parecer no habĂa notado su presencia.
—Hey—dijo Eddie, sonriendo levemente.
Ella lo mirĂł.
—Hey, wow ¿A dónde vas? Te ves bien—sonrió observando el outfit de Eddie. Llevaba unos jeans negros, con botas militares negras. Una playera de alguna banda que no lograba ver el nombre ya que su chaqueta negra la tapaba.
—Tenemos una tocada en el nuevo bar. Fue de último momento y te iba a invitar, pero como estás enojada conmigo no quise molestarte.
Ella rio, negando con la cabeza.
—No estoy enojada contigo, Eddie. Además, estoy cansada, la verdad prefiero quedarme a ver la tele.
—Bien, uh…—mirĂł la bandana en su mano, Âżpor quĂ© se sentĂa tan avergonzado?
Ella lo notĂł, estirando el brazo hacia Ă©l.
—Ven aquĂ. SiĂ©ntate en la cama.
Eddie lo hizo, entregándole la bandana. Ella, se posicionó en medio de sus piernas, mordiendo su labio inferior le colocó la bandana, ajustándola detrás de su cabeza, tranquilizando los rebeldes rizos del metalero.
Eddie la miraba con atenciĂłn, sus ojos, su boca. Era la chica más bonita que habĂa visto, y por eso ese era su apodo.
Su shampoo y loción corporal que siempre usaba después de una ducha se mezclaban, embriagándolo de ella.
—Listo. Te ves muy guapo—le sonriĂł ampliamente y Eddie sabĂa que no podrĂa soportarlo más.
La joven se iba a alejar, pero Eddie la tomó de la mano, impidiendo que se fuera. Ella lo miró extrañada, sintiendo el metal de sus anillos apretándole la mano.
La jalĂł, haciĂ©ndola sentarse sobre su regazo, confundida lo mirĂł directamente a los ojos, ambos tan cerca uno del otro que podĂan sentir sus respiraciones mezclarse. Eddie le mirĂł la boca, querĂa saciarse de ella. Lo necesitaba.
—Lo siento, pero en serio ya no lo puedo evitar—le dijo sobre sus labios, rozándolos apenas contra los de él. —No puedo
Ella se sentĂa como mantequilla sobre Ă©l, era ridĂculo lo hermoso que Ă©l era. Sus ojos grandes y oscuros le estaban perforando y sentĂa que la vista se le nublarĂa en cualquier momento.
Con una mano en la espalda baja de la joven y la otra en su mentón la acercó hacia él hasta unir sus labios, ella jadeó ante la sensación de los carnosos labios de Eddie contra los suyos, sus manos le rodearon el cuello inmediatamente tratando de tenerlo más cerca si eso era posible.
Eddie estaba sorprendido como inmediatamente le respondió el beso, honestamente ella también lo estaba.
Era claro para Ă©l que era algo que ambos querĂan desde hace mucho tiempo.
La mano de Eddie se deslizĂł por la mandĂbula de ella hasta tomarla por el cuello, besándola con Ămpetu, al mismo tiempo en que deslizaba su lengua dentro de la boca de la chica.
Ella estaba como hipnotizada, simplemente imitando lo que Ă©l hacĂa, siguiĂ©ndole el ritmo, dejando que dominara su boca como a Ă©l le apeteciera. Eddie colocĂł sus manos en la cintura de la chica, elevándola para acomodarla, a horcajadas sobre Ă©l mirándola de frente se separaron unos segundos, lo Ăşnico que se podĂa escuchar eran las pesadas respiraciones de ambos.
—No-no creo que-
—Shh—la callĂł besándole los labios, haciendo el cabello de la chica hacĂa atrás, fuera de su rostro. QuerĂa apreciar lo bonita que era. —He querido hacer esto desde hace mucho tiempo—le susurrĂł sobre su boca, atacando sus labios una vez más.
Ella volviĂł al trance hipnĂłtico que le provocaban los besos de Eddie. Dulces, pero salvajes al mismo tiempo, era demasiado como para poder procesar que estaba besando a su roomie, el chico que la fastidiaba hasta enloquecer, pero al mismo tiempo la hacĂa reĂr hasta que le dolĂa el estĂłmago. Jamás se imaginĂł estar en esta situaciĂłn, besándolo sin poder saciarse de Ă©l, queriendo sentir sus manos por todo su cuerpo. Lo necesitaba y Ă©l podĂa sentirlo tambiĂ©n.
El deseo era mutuo.
Las manos grandes de Eddie comenzaron a acariciarle la espalda, bajando lentamente hasta su trasero, apretándolo hacia Ă©l. Ella jadeĂł en su boca, la nariz de Eddie presionándose contra su mejilla, amasando su trasero. QuerĂa sentir cada parte de su cuerpo. La chica involuntariamente comenzĂł a mecer sus caderas sobre la entrepierna de Eddie, el bulto en sus pantalones se hacĂa cada vez más prominente a una velocidad impresionante.
—Mierda—gimió él con voz ronca sobre la chica.
Ella tenĂa los ojos cerrados, sintiendo como mojaba su ropa interior como hace mucho no lo hacĂa, tampoco tan rápido y mucho menos con sĂłlo un simple beso.
Ella lo besĂł de nuevo mordiendo su labio inferior y justo cuando las curiosas manos de Eddie exploraban por debajo de la blusa de la chica un fuerte golpe en la puerta principal del departamento hizo sobre saltar a ambos.
Se quedaron viendo a los ojos una vez más, las pupilas dilatadas de Eddie convertĂan sus ojos en color negro, sus labios hinchados ardĂan en color rojo al igual que los de ella.
Volvieron a tocar la puerta.
Ella trató de levantarse, colocando sus manos sobre el pecho de Eddie, sintiendo lo acelerado de su corazón, pero él la tomó de la cintura, sentándola de nuevo en su regazo.
—No—murmuró apenas. —Quédate aquà conmigo.
Sonaba casi como una sĂşplica, y es que el chico de cabello rizado temĂa que su pequeña burbuja donde sĂłlo existĂan ellos dos y sus ganas de sofocar su deseo, se rompiera en cualquier momento. Â
—Te-tengo que ir, es el rentero. Es fin de mes—le susurró apenas, Eddie suspiró, soltándola.
Ella se apresuró a la cocina donde en una azucarera guardaban el pago de la renta, acomodó su cabello y inhaló profundamente abriendo la puerta le sonrió al señor de anteojos y cabello gris.
—Perdón estaba dormida—se excusó.
Entregando el dinero y deseándole una buena noche la joven cerrĂł la puerta, regresando sobre sus pasos hasta estar en el marco de la puerta donde Eddie seguĂa sentado en la cama, su bandana se habĂa desacomodad debido a la sesiĂłn ardiente que acababa de ocurrir apenas hace unos minutos.
—Creo que deberĂas irte, llegarás tarde. —le dijo tratando de sonreĂr.
Eddie frunció el ceño. Abrió la boca para decir algo, pero no salió nada de esta.
La chica se acercĂł a Ă©l, tratando de peinar con sus dedos el cabello que ella habĂa alborotado, acomodando su bandana una vez más. SonriĂł.
—Estás listo. Buena suerte.
Eddie se puso de pie, admirando el rostro de ella y como sus mejillas aĂşn seguĂan rojas.
—Gracias, llegaré tarde asà que no me esperes.
—Okay.
Eddie saliĂł de la habitaciĂłn, molesto claro estaba y es que no lograba comprender lo indiferente que ella podĂa ser, como su estado de ánimo podĂa cambiar en segundos.
Los siguientes dos dĂas habĂan sido realmente tensos, el ego de Eddie estaba herido, para Ă©l, ella lo habĂa rechazado y mientras ella querĂa actuar como si nada hubiese pasado Ă©l simplemente no podĂa. No podĂa porque despuĂ©s de ese beso, era en lo Ăşnico que pensaba, como se sentirĂa poder besar cada centĂmetro de su cuerpo desnudo, probarla. Como serĂa cuando estuviera dentro de ella, embistiĂ©ndola hasta que su cuerpo se volviese gelatina. Imaginaba su cuerpo sobre Ă©l, montándolo, usándolo para su propia satisfacciĂłn y eso lo volvĂa loco. HabĂa imaginado mil escenarios con mil posiciones, sus pensamientos lo consumĂan mientras ella se sentaba en la sala de estar esmaltando sus uñas de color negro.
El teléfono del departamento comenzó a timbrar, ella arrugó la nariz y miró a Eddie.
—¿Puedes contestar?
Eddie asintió, levantándose de su sillón reclinable.
—¿Hola?
Al escuchar la voz masculina del otro lado de la lĂnea preguntando por su compañera, arrugĂł la frente.
—Uh, ¿quién la busca?
—Soy Greg, ÂżEddie, cierto? Nos conocimos el otro dĂa.
Eddie querĂa colgar en ese momento y pretender que nadie habĂa llamado, pero ella estaba atenta a la llamada y aunque quisiese no podĂa hacerlo.
—Ah, sĂ, sĂ. Greg, espera.
Eddie dio media vuelta, ella ya estaba atrás de él.
—Es tu amigo—murmuró.
Sonrió, tomando el teléfono inmediatamente.
Eddie querĂa vomitar, regresĂł a su sillĂłn reclinable, cambiando los canales de televisiĂłn mientras escuchaba atentamente la conversaciĂłn, mirándola de reojo.
—SĂ, es perfecto. No, no la he visto—dijo animada—Podemos ordenar de cenar, —algo que dijo el chico hizo que ella carcajeara, irritando aĂşn más al metalero— perfecto entonces te veo a las siete ¡no olvides la cerveza!
La chica se giró sobre su cuerpo, Eddie la miraba con el ceño fruncido sin parpadear.
—¿Qué?
—¿Vas a traer a ese idiota a mi casa? —elevó la voz con tono molesto. —Nah, no va a pasar.
Ella lo mirĂł arrugando la cara.
—Esta tambiĂ©n es mi casa, te recuerdo yo pago la mitad de la renta. Además, tĂş siempre traes chicas aquĂ y nunca te digo nada. Ni siquiera vas a estar aquĂ, Eddie. Es martes Âżrecuerdas?
—SĂ, tienes razĂłn—se puso de pie, caminando hacia su habitaciĂłn— SĂłlo asegĂşrate que Ă©l ya no estĂ© aquĂ cuando regrese, no quiero ver su estĂşpida cara.
AzotĂł la puerta de su habitaciĂłn como si fuese un adolescente.
—¡Eres un grosero! —gritó para que pudiera escucharla.
Mientras la chica se alistaba para su cita se repetĂa una y otra vez que esta era una buena idea. TenĂa que serlo, quizás esto la ayudarĂa a olvidar a Eddie Munson. Eddie Munson y sus jodidos labios y ojos de botĂłn y sus manos y la manera tan fácil que la excitaba con tan sĂłlo besarla.
EstarĂa mintiendo si decĂa que no era en lo Ăşnico que pensaba desde el domingo en la tarde. La escena se repetĂa en su cabeza como una cinta de vhs en rewind, y estarĂa mintiendo si decĂa que no morĂa de ganas por cogerse a Eddie Munson.
Era guapo muy guapo y sabĂa cĂłmo tratar a una chica. Lo habĂa escuchado muchas veces tambiĂ©n, habĂa escuchado los gemidos que provenĂan de su habitaciĂłn cuando traĂa chicas al departamento.
Pero tambiĂ©n, sabĂa que eso arruinarĂa su dinámica por completo, habĂan sido amigos desde hace cinco años y llevaban dos años siendo roomies. Y sĂ, no siempre estaban de acuerdo y se sacaban de quicio el uno al otro, pero ella estaba cĂłmoda. Vivir con Eddie era divertido, jamás estaba aburrida y se sentĂa protegida.
Una vez que habĂa terminado su cabello y maquillaje optĂł por un top sin mangas que dejaba ver su escote y unos shorts de mezclilla que le llegaban hasta la lĂnea donde empezaba su trasero, algo simple ya que no querĂa verse como si lo hubiese intentado demasiado.
Eddie estaba en la habitación de a lado, preparándose también para su show.
Ambos salieron de sus habitaciones al mismo tiempo mirándose de arriba abajo el uno al otro.
Eddie rio, irĂłnico. CaminĂł hacia la sala y ella lo siguiĂł.
—¿Qué?
—Ya sĂ© que te lo quieres coger, pero no seas tan obvia—escupiĂł su veneno, levantando las cejas mirando su escote que ni siquiera era tan revelador. SĂłlo querĂa molestarla, tanto como su indiferencia lo molestaba a Ă©l.
Honestamente, ella estaba un poco harta de su ironĂa. SuspirĂł, colocando sus manos en la cintura.
—Genial, asà podemos ir directo a la acción—sonrió—Porque realmente necesito que alguien me coja hasta sacarme los sesos.
Si los ojos de Eddie eran grandes ahora estaban enormes, negĂł con la cabeza como si le hubiesen dicho el peor insulto que existĂa.
—Estás loca.
—Y tú eres un hipócrita ¿es un puto crimen querer acostarme con alguien sólo porque soy mujer? Sólo estás celoso y no sabes cómo lidiar con eso asà que prefieres escupir tu puto veneno sólo para lastimarme.
Eddie mirĂł al techo sentĂa que se asfixiaba en aquel departamento.
—Lo siento es que… es que yo no puedo hacer lo que tú, actuar como si nada hubiera pasado. No puedo. ¿Qué hace tan especial a ese idiota para que quieras acostarte con él y no conmigo?
—No es eso, Eddie… es que lo arruinarĂa todo, nuestra amistad, nuestra dinámica.
Eddie rio, amargo.
—No arruinarĂa ni una mierda, lo harĂa mucho mejor. Dime, —se acercĂł a ella, ahuecando su rostro en sus manos, el pulgar acariciando su labio inferior—¿No te gustarĂa? Âżhmm?  ¿ser cogida como se lo merece una chica como tĂş? SerĂa como el jodido paraĂso aquĂ, todos los dĂas. Mi boca, donde tĂş quieras, a la hora que tĂş quieras. Todo lo que puedo darte, sĂłlo pĂdelo y es tuyo.
Su aliento a menta y tabaco la estaban embriagando, sentĂa como sus entrañas eran un lĂo a cada palabra obscena y casi poĂ©tica que Eddie le decĂa. Y es que Ă©l, era bueno, demasiado bueno con las palabras.
Estaba a punto de besarla, pero justo como la Ăşltima vez, golpes en la puerta habĂa roto la burbuja de nuevo.
—Debe ser Greg, le dije que a las siete.
Eddie asintiĂł, se sentĂa humillado. Jamás en su vida habĂa rogado por sexo, si bien lo habĂan rechazado antes, simplemente no le importaba y fijaba su vista en el siguiente objetivo. Pero justo ahora no querĂa a nadie más, no se le antojaba nadie más.
No podĂa comprenderlo.
Tomando su guitarra favorita y las llaves de su van, saliĂł del departamento sin saludar ni despedirse de nadie.
Su presentaciĂłn no habĂa ido como Ă©l hubiese querido, y no habĂa a nadie más quien culpar que Ă©l ya que sus compañeros habĂan estado impecables, pero Eddie tenĂa la mente ocupada y no podĂa dejar de pensar que mientras el hacĂa su solo de guitarra favorito, el maldito de Greg estaba acostándose con la chica que Ă©l querĂa.
AsĂ que esa noche lo abuchearon al no poder dominar ese solo, cosa que jamás habĂa pasado antes.
Sin ánimos de quedarse a tomar un par de cervezas con sus amigos como era costumbre, regresó a su departamento, preparándose mentalmente para verlos, ya que aún no era tan tarde.
Al entrar al departamento, su roomie estaba en pijamas, viendo la televisiĂłn mientras tomaba una cerveza.
Sola, completamente sola.
Eddie colocó su guitarra recargada en la pared, quitándose la bandana de la cabeza y aventándola a la mesa del centro junto con sus llaves.
—¿y tú novio?
Ella rio.
—Greg no es mi novio y ya se fue. Hace un par de horas de hecho.
Eddie frunciĂł las cejas.
—¿Un par de horas? ¿Qué solo duró cinco minutos? —se carcajeó de su propia broma. Ella también lo hizo, negando con la cabeza.
—No tuvimos sexo si es a lo que te refieres, sĂłlo vimos una pelĂcula.
—Oh.
Eddie dejĂł caer su cuerpo en el sillĂłn reclinable, desorbitado,
—Si—se puso de pie, caminando hacia Eddie, Ă©l la mirĂł confundido. Colocando las manos en sus hombros, la chica se sentĂł a horcajadas sobre su regazo. —No me gusta de esa forma y jamás me acostarĂa con Ă©l sĂłlo para molestarte. No podrĂa hacerlo cuando no puedo dejar de pensar en ti.
Eddie estaba completamente sorprendido, sabĂa que no le era indiferente, pero Âżque lo admitiera? PensĂł que jamás pasarĂa.
—Disfrutaste hacerme sentir celos—recalcó, colocando sus manos en el trasero de la chica.
Ella rio, asintiendo.
—Fue divertido, no voy a mentir. Te lo merecĂas, a veces actĂşas como un idiota. —besĂł sus labios, apenas.
—¿Ya no tienes miedo?
—Si, lo tengo. Pero son más grandes las ganas que tengo—lo besĂł y esta vez era ella quien lo dominaba a su antojo, Eddie se lo permitiĂł, dejando caer su cabeza hacĂa atrás. —Entonces, Âżvas a ser tĂş el que me coja hasta sacarme los sesos?
Eddie carcajeĂł, tomándola de la mandĂbula para besarla.
—Bonita, estabas haciendo sufrir a mi pene—ella volviĂł a reĂr, ese era el Eddie de siempre.
La agarrĂł del trasero con ambas manos, levantándose del sillĂłn, las piernas de la chica rodearon la cintura de Eddie asegurando su cuerpo contra el de Ă©l. Entre besos la llevĂł hasta su habitaciĂłn decorada con un sinfĂn de posters de bandas. La arrojĂł a la cama, quitándose rápidamente la chaqueta y playera, quedando sĂłlo en sus jeans.
Ella por su parte ya se habĂa acomodado sobre las almohadas, Eddie le sonriĂł, mostrando sus hoyuelos mientras gateaba hasta estar sobre ella, sus rodillas a cada lado de ella, a la altura de las caderas. Se inclinĂł una vez más para besarla, lento y descuidado, con mucha lengua que era lo Ăşnico que se podĂa escuchar.
—He sido un idiota contigo, eso es cierto—susurrĂł sobre su rostro, besándole las mejillas, sus labios recorrieron la mandĂbula de la chica hasta llegar a su cuello, donde dejaba besos hĂşmedos a boca abierta. Su mano viajĂł hasta el elástico de su pijama y metiĂł la mano, acariciando por encima de sus bragas —Necesito compensarte, Âżme dejas?
—Joder, sĂ. Haz lo que quieras—jadeĂł dejando caer la cabeza. Una pequeña risa hundida vibrĂł en el pecho de Eddie, marcando un Ăşltimo beso en los labios de la chica, le sacĂł el pijama junto con las bragas, dejándola expuesta ante Ă©l.
Eddie colocĂł sus manos sobre los muslos suaves de ella, masajeándolos mientras los abrĂa para acomodarse entre estos, besando suavemente sus muslos internos, admirando el pequeño coño.
—Mierda—maldijo con sus ojos fijos en su sexo, dejĂł un beso en la entrada y con su dedo Ăndice acariciĂł sobre la piel, lentamente, moviendo los pliegues suavemente comenzando a esparcir su excitaciĂłn—Muy, muy bonito. Estás muy mojada.
—Eddie—jadeo, estaba apoyada sobre sus codos para poder verlo, tenĂa las mejillas enrojecidas, su respiraciĂłn era pesada haciendo que sus senos se movieran de arriba abajo. Alzo una mano hacĂa la melena rebelde del chico, haciendo su flequillo hacĂa atrás para poder apreciarlo mejor.
—Bonita, déjame ver esas tetas—le pidió mirándola sobre sus espesas pestañas, ella se incorporó quitándose el top rápidamente quedando completamente desnuda ya que no llevaba sostén. Sus senos rebotaron ante el movimiento quedando frente a Eddie, haciéndolo más duro de lo que ya estaba. —Las mejores que he visto—alabó, levantando una mano para apretar uno de sus senos, sintiendo lo suave de su piel, apretando su pezón.
—Eddie, por favor—le suplicó jadeante.
—Oh lo siento, me distraje un poco con esas bellezas—levantó las cejas a lo que ella respondió poniendo los ojos en blanco.
La lengua de Eddie recorriĂł su entrada, recogiendo su excitaciĂłn con esta. HaciĂ©ndose paso entre los pliegues, saboreando cada centĂmetro, usando sus labios tambiĂ©n, besándolo una y otra vez. Prácticamente le hacĂa un beso francĂ©s a su coño.
—Joder, bebĂ©. Me voy a volver un puto adicto—jadeĂł con su boca llena, pasando la lengua por su clĂtoris, succionando el manojo de nervios—Sabe tan jodidamente bien, podrĂa hacer esto todo el dĂa.
La boca experta de Eddie aumentaba su velocidad, su lengua haciendo prácticamente malabares entre los pliegues y el clĂtoris, haciĂ©ndola gemir una y otra vez. RepetĂa su nombre entre jadeos, colocando ambas manos en su cabello, hundiendo el rostro de Eddie en su coño. Los rizos haciĂ©ndole cosquillas en los muslos internos. La risa de Eddie vibrĂł contra su sexo haciĂ©ndola temblar. Jamás la habĂan tratado asĂ, Ă©l la estaba haciendo ver las estrellas sin siquiera cerrar los ojos.
—Mierda, mierda—jadeó rápidamente, apretando sus muslos contra él. —Me voy a correr
Eddie la mirĂł, tenĂa los labios hinchados de tanto morderlos y lo miraba como si quisiera llorar.
—¿Quieres mis dedos? —dijo frotando con su dedo Ăndice su clĂtoris.
Negó con la cabeza frenéticamente.
—SĂłlo tu boca—soltĂł apenas, Eddie volviĂł a besar su sexo, llenándose la boca de sus jugos, haciendo un desastre en ella, devorándola como si fuese la Ăşltima vez que lo harĂa. La chica gimiĂł tan fuerte que estaba seguro de que los vecinos habĂan escuchado.
—MĂrame—ordenĂł sobre ella—Quiero que me mires cuando te corras, quiero que veas lo que te estoy haciendo.
Y lo hizo, haciendo a un lado un par de rizos pegados al rostro de Eddie. El metalero regresó toda su atención al manojo de nervios, chupándolo una y otra vez, haciendo el infinito con su lengua sobre este.
—Oh, dios—jadeante y sin poder evitarlo su cuerpo cayó en la cama, corriéndose sobre la boca de su compañero de departamento.
Eddie besó alrededor de la sensible área, ella trataba de regularizar su respiración agitada llevándose las manos a la frente, intentando tranquilizarse. La lengua de Eddie recorrió una vez más su entrada, recogiendo un poco de su jugo.
—¿Cómo… cómo haces eso? —le preguntó cuando logró recobrar su respiración normal, sentándose en la cama mientras Eddie se colocaba sobre ella. Besó la punta de su nariz.
—Práctica supongo—la tomó del cuello, besándola desenfrenadamente. —Te necesito, bebé.
Se desabrochó los jeans, sacando el cinto y aventándolo al suelo. Tomó la pequeña mano de ella y la dirigió dentro de estos, colocándola sobre su pene cubierto por los boxers.
—¿Sientes eso? —susurrĂł, atrapando entre sus dientes el labio jugoso inferior de la chica. Se sentĂa caliente y duro como roca—Es por ti. Ha estado asĂ por dĂas y todo es tu culpa.
Ella rio, sacando el miembro de su ropa interior, frotándolo. Estaba pesado, duro pero su piel era suave, como si se tratase de acero envuelto en terciopelo. Era grande y grueso, la punta en forma de champiñón de un rosa brillante debido a la sustancia preseminal que yacĂa en esta. Mientras movĂa la muñeca de arriba hacia abajo, arrugando y estirando la piel, la respiraciĂłn de Eddie era cada vez más pesada, mirándola atento. La chica frotĂł la punta, esparciendo la sustancia transparente en toda la cabeza.
Sin dejar de masturbarlo la chica le besĂł el pecho sobre uno de sus tatuajes, pasĂł por su barbilla hasta llegar a sus labios rellenos, introduciendo su lengua en la boca de Ă©l.
—Te necesito dentro de mi—le susurró. —Por favor
—He soñado con eso. Es por lo que amanezco tan duro en las mañanas—la tomĂł de la cintura, acomodándola sobre la cama, mientras ella reĂa.
Eddie le sonriĂł travieso, amaba hacerla reĂr. HundiĂł su rostro en el valle de sus senos, moviendo la cabeza de un lado al otro haciĂ©ndole cosquillas con su cabello, besándole ambos pechos.
—Ya cállate y cógeme—lo tomó la cabeza, posicionándolo de nuevo frente a su rostro.
Eddie se deshizo de sus jeans y ropa interior ahora si quedando desnudo al igual que ella, se colocó de rodillas entre sus piernas, levantándolas con los muslos para que rodearan su cintura.
—Mierda—maldijo, acariciando el coño de la chica— Sigues muy mojada.
—Han pasado meses, no me puedes culpar—se defendió a lo que Eddie sonrió, comenzando a bombear su miembro con la mano derecha.
—¿No te tocabas?
—SĂ, a veces. En las noches, pero no es lo mismo. Nunca me pude correr como tĂş lo hiciste.
—Joder, y yo en la habitación de al lado…pude haberte cogido cada maldita noche—dijo indignado, rosando la punta de su pene de arriba abajo sobre el coño brillando en su excitación, jugando con los jugos de ella, empepando su cabeza. —Mira eso, es perfecto.
—Eddie, por favor. SĂłlo hazlo—rogĂł, sintiendo su cuerpo vibrar cada vez que Eddie rozaba su sexo con su pene. Eddie era muy vocal, siempre habĂa sido asĂ en todos los ámbitos. Y no le molestaba en lo absoluto, pero ya se estaba desesperando.
—Espera, necesito ir por un condón.
—¡No! —lo detuvo con la mano. — Quiero sentirte completo, quiero sentir cuando te corras dentro de mĂ.
—Maldita sea, bonita. Lo que tú quieras.
Y estaba feliz que ella se lo hubiese pedido, Ă©l tambiĂ©n querĂa sentirla por completo.
Jalándola de las caderas hacĂa su pelvis, Eddie introdujo lentamente la cabeza de su miembro, con sus cejas fruncidas, sacando su lengua para lamer su labio superior, un gesto caracterĂstico en Ă©l cuando estaba concentrado. La chica jadeĂł ahogadamente, arrugando la frente cuando intentĂł introducir más.
—¿Puedo seguir? Aún no está todo adentro.
Maldita sea, ella jamás habĂa estado con alguien de su tamaño.
—SĂ, sĂ…sĂłlo, dame un minuto—inhalĂł profundamente, asintiendo con la cabeza para que continuara.
Se deslizĂł por completo, viendo como el coño de la jadeante chica lo habĂa succionado por completo, se quedĂł inmĂłvil pero profundo. Sintiendo cada musculo abrazar su miembro.
—¿Me puedo mover?
Ella sĂłlo asintiĂł.
Eddie comenzĂł a mover sus caderas de atrás hacia adelante y cuando vio que su pene salĂa y entraba con facilidad despuĂ©s de unos minutos gracias a los jugos de su amante, comenzĂł a aumentar la velocidad, recorriendo con sus manos el vientre y pechos de la chica hasta llegar a su cuello, apretando sĂłlo un poco.
Sus embestidas eran rápidas y profundas, se podĂa escuchar el chocar de sus cuerpos, como sus testĂculos chocaban con el trasero de ella, eso y los gemidos de ambos.
—Me estás tomando muy bien, bebé—jadeĂł mirando como su pene desaparecĂa dentro del coño de la chica, cada vez que la penetraba. Sintiendo las paredes de este comprimirse alrededor de su pene. —¿Te vas a correr conmigo?
—S-sĂ, hazme correr de nuevo.
Eddie sonriĂł, saliendo de ella. ComenzĂł a bombear su pene mientras le besaba el cuello.
—Ponte en cuatro—le susurrĂł al oĂdo y ella obedeciĂł de inmediato.
Eddie masajeó su trasero, dejado un par de besos en este, acomodándose detrás de ella.
Se elevĂł sobre la chica hasta alcanzar su mejilla y se la besĂł.
—Rostro contra la almohada—le ordenó una vez más y lo hizo. El lado derecho del rostro de la chica estaba contra la almohada, sus pechos apenas rozaban la cama mientras su trasero se alzaba en el aire.
Eddie colocĂł su mano derecha contra la nuca de ella, empujando su cabeza aĂşn más contra la almohada mientras su mano izquierda dirigĂa su pene a la entrada de la chica. Una vez dentro de ella comenzĂł de nuevo con sus salvajes embestidas, cogiĂ©ndola desde atrás. Sus muslos chocaban con su trasero sin piedad y se combinaban con los jadeos de su amante y eso era como mĂşsica para sus oĂdos.
—Mierda, me voy a correr, bonita. —emitió un gemido ronco, mordiendo su labio inferior mientras que tomaba el cabello de la joven en una coleta, estirándolo al mismo ritmo que su vaivén.
La soltĂł, comenzando a frotar con su dedo medio e Ăndice justo arriba de donde se conectaban, masajeando en cĂrculos su clĂtoris.
—Córrete conmigo, bebé. Se que puedes—le susurró.
—¡Eddie!
La velocidad de sus caderas aumentaba al igual que la de sus dedos, ambos gimiendo una y otra vez un sinfĂn de obscenidades, llevándolos al clĂmax. La chica sintiĂł su orgasmo incluso más intenso que el anterior, al mismo tiempo que sentĂa a Eddie correrse dentro de ella, caliente y profundo. Llenándola.
El brazo de Eddie le rodeó la cintura levantándola, pegando su espalda contra su pecho.
—Hmm—emitiĂł Eddie, besándole el hombro. —Jodidamente increĂble.
La tomó del cabello, jalando su cabeza hacia atrás para poder tener acceso a sus labios, un beso húmedo y descuidado, su lengua atacando la suya. Salió de ella sin moverse de su lugar.
La miró a los ojos, acomodándole un mechón de cabello húmedo debido al sudor, detrás de la oreja.
—¿Viste que bien encajamos? —sonriĂł, hoyuelos y todo—Es como si tu cuerpo estuviese hecho para mĂ.
Ella lo miró, frunciendo el ceño, pero sonriendo.
—Estás lleno de mierda.
Eddie carcajeó, negando con la cabeza. Le besó la frente para después brincar fuera de la cama, tomando un cigarrillo y un encendedor de su mesa de noche.
—Por favor, no lo vayas a hacer incómodo entre los dos—arrugó la nariz, buscando en el suelo sus bragas.
Eddie aventĂł el humo de su boca, negando con la cabeza.
—¿IncĂłmodo? Bonita, esto se va a poner mejor—levanto las cejas divertido, mientras se ponĂa de nuevo los boxers— ÂżQuieres una cerveza?
Ella asintiĂł, Eddie le aventĂł a la cara su playera de Dio para que se la pusiera.
El metalero procediĂł a salir de la habitaciĂłn y una vez que estaba en el marco de la puerta, se girĂł hacia ella.
—Por cierto, a la otra te toca chupármela hasta dejarme seco.
La chica puso los ojos en blanco, aventándole una almohada a su lindo rostro.
—Ya cállate, Eddie.
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