Tumgik
mundoenpalabras12 · 8 months
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Janaina y el monstruo
Janaina caminaba por el bosque hacía días. Tenía solo un poco de agua y algunas semillas. Tenía hambre y mucho miedo. Necesitaba encontrar a sus amigos que podrían ayudarle a sobrevivir en la selva.
No era religiosa pero varias veces oró a dios para que pudiera salir de aquella situación. Sin tener a nadie excepto a si misma, confiaba que dios le ayudaría a escapar de todo aquel sufrimiento. Para sobrevivir, buscaba frutas en los árboles y intentaba pescar algunos peces en el río.
Todo empezó cuando tuvo que huir de su tribu para no murir. Ella había matado a su abuela y por eso querían venganza. Después de lo que hizo, querían matarla a todo cuesto. Para evitarlo, empezó a correr y se vio lejos de todos que conocía.
Para protegerse de los animales feroces, dormía en los árboles e intentaba despertarse muy temprano. Afortunadamente, nada le pasó. Pero aún así tenía miedo. Mucho miedo. Y para eso oraba cada vez más.
Una noche – más o menos una semana después de haber huido de su tribu – oyó una voz que decía:
-- Como puedo ayudarte, Janaina?
Miró hacia abajo y vio un ser bastante raro. La mitad más arriba de su cuerpo era una mujer joven y bella. La mitad de abajo era un caballo rojo con solo tres patas. Con un poco de miedo, dijo:
-- Por favor, qué deseas?
-- yo que te lo pregunto. Tú me llamaste.
Aún con un poco de miedo, janaina dijo:
-- quiero salir de acá. Y quiero volver a mi familia.
-- No podrás salir de este lugar si no cumples con un deseo.
Janaina dijo:
-- Haré cualquier cosa para salir de aquí. Solo dime: qué hago?
El monstruo dijo:
--Para despertar de este sueño solo debes tocar tu nariz y decir en voz alta "Nana kutuma catowa he ti namanoko"
Y entonces Janaina lo dijo, y en ese momento despertó de ese sueño profundo en su casa en el 8vo piso de un edificio en New York. Todo había sido un pesadilla, o es lo que ella había creído. Porque quizás aún seguía en un sueño profundo del que nunca pudo salir.
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mundoenpalabras12 · 9 months
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Cuando estés lejos
Cuando estés lejos
Cuando estés lejos
Acuérdate de tu tierra
De donde vienes
Y donde naciste
Sé que no estarás más aquí
Y también sé que no volverás
Pero acuérdate del viento
Del agua y del aire
Acuérdate de la sierra
De la noche y del mar
Acuérdate del humo
Y de las montañas y bosques
Cuando estés lejos
Esos serán solo recuerdos
De un día que no volverá más
Por eso, te pido, hijo mío
Cuando te vayas
No te olvides de donde vienes
Porque aún lejos
Tu corazón aún pertenece a tu hogar
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mundoenpalabras12 · 10 months
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Bosque de las hadas
En el bosque de las hadas
Donde hay nieve
Puedes mirar hacia abajo
Y no verás nada además del hielo
Allá vive una bruja
Con tres ojos, cuatro bocas y dos cabezas
Que transforma en piedra
Todos que la miran
Allá también vive una serpiente negra
Que mata a cualquiera que llega
Y no te olvides del monstro sin piernas
Que ataca a todos
Allá en el bosque de las hadas
Donde hay nieve
Puedes mirar hacia abajo
Y no verás nada además del hielo
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mundoenpalabras12 · 10 months
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El pueblo en el medio de la nada
En aquel pueblo las cosas eran tan pequeñas que solo los niños más chicos podían tocarlas. Era un pueblo en el medio de la nada.
Vale recordarse que eso fue hace mucho tiempo. Ahora ese pueblo no existe más y en su lugar solo hay una ciudad con miles de habitantes. Así, yo sé de ese pueblo debido a mi abuela que vivió ahí cuando chica antes de mudarse a la capital.
Y nadie sabía de la existencia de ese pueblo. En la ciudad y en los lugares ahí cerca, todos pensaban que en aquella isla no había nada además de arena blanca y pequeños árboles, lo que no era verdad, obviamente.
Mi abuela me cuenta de ese pueblo con nostalgia. Es un lugar que ya no existe y nunca más existirá tan facilmente. Y como símbolo de un pasado que nunca volverá, intento contarles esa historia del pueblo en el medio de la nada.
A princípio, aquel pueblo no tenía nada de demasiado. Solo había algunas casas de ladrillo y decenas de personas que luchaban para sobrevivir con lo poco que tenían. Pero si miras más adentro, verás grandes secretos que escondía aquel pueblo.
Uno de los secretos era la existencia de una bruja que adivinaba el futuro y miraba dentro del alma de cada persona. Otro era la presencia de un pozo de los deseos donde, poniendo una moneda, podías pedir lo que quieras, aunque nadie estaba seguro si realmente lo lograría. Tambíen había un perrito que hablaba como si fuera gente.
Era un pueblo muy pobre. La mayoría de la gente vivía de la agricultura y de la pecuaria. A veces pescaban y cazaban pero no siempre había animales y peces. Por eso, algunas personas también salían de casa para buscar trabajo en la ciudad más cerca que se quedaba a una hora a pie y 10 minutos a caballo.
Mi abuela era aún una niña cuando vivía en aquel pueblo en el medio de la nada. Tuvo una infancia feliz sin internet, celulares o computadoras. Bailaba todas las noches y se despertaba muy temprano para jugar con los perros que vivían cerca. Se bañaba en el río y caminaba por las estrechas calles de su pueblo cantal cantando y divertiendose.
Sin embargo, cuando llegó a su adolescencia, mi abuela tuvo que casarse. Como era costumbre de aquella época, las chicas se casaban muy temprano y generalmente no escogían a sus esposos. Entonces, mi bisabuela dijo a mi abuela que debería salir de aquel pueblo para conocer a su futuro esposo. Era un chico mayor que venía de la ciudad grande y tenía mucho dinero. Él y mi abuela se encontrarían antes pero el casamiento ya estaba decidido por sus familias.
Mi abuela, que solo tenía trece años en la época, se puso a llorar. No quería salir de su pueblo. Pero no hubo qué hacer. Tuvo que salir de su pueblo natal y se fue a vivir con su esposo en una ciudad grande. Sin embargo, las memorias que mantuvo de su infancia seguieron vivas y hasta hoy mi abuela se recuerda con mucha felicidad y nostalgia los tiempos que vivió en aquel pueblo en el medio de la nada. Hoy, ya en el siglo 21, yo pienso en ese lugar que solo existe en la memoria de las personas mayores. Y me acuerdo de lo que decía mi abuela. Seguramente, espero que, en otras vidas, yo pueda visitar ese pueblo.
***
Yo pensaba que ese pueblo no existía más. Pero estaba muy engañado. Me di cuenta que él aún existía cuando visité a mi abuela en su casa. Le pregunté si aquella historia era verdadera y ella me dijo que sí y que allá aún viven muchas personas.
El pueblo se quedaba muy al sur de Argentina y estaba aislado de todos. Era una región muy fría y en el invierno había nieve. Oyendo las historias de mi abuela, estaba cada vez más curioso para visitar aquel lugar y más o menos el 15 de agosto, cerca de la navidad, decidí irme. Pedí consejos a mi abuela y ella me dijo que no tenía que preocuparme porque allá nadie me haría ningún mal. Así, salí de Buenos Aires y tomé un avión para el pueblo en el medio de la nada.
Llegué a las ocho de la noche en aquella ciudad cerca de Chile y paré en un hotel para descansar. Allá, había nieve y la región estaba muy fría en aquel invierno. Era una ciudad de unos diez mil habitantes donde no había mucho qué hacer. Pero allá llegaban muchos turistas que iban a subir en las montañas o caminar en los bosques.
El pueblo se quedaba ahí cerca pero no sabía adonde. Pregunté al mesero en el hotel pero dijo que tampoco no lo sabía. Entonces aquel día aproveché para conocer a la ciudad y para tener un poco más de contacto con la naturaleza. Pronto iría visitar el pueblo de mi abuela.
Me quedé así unos tres días en la ciudad cuando empecé a aburrirme. Allá no había nada qué hacer. Entonces, alquilé un auto y salí a conocer los alredores de aquella región aislada para finalmente poder encontrar al pueblo de mis antepasados.
Tomé el auto y visité varios ríos, lagos y bosques de aquella región de la Patagonia. Llegué incluso a ir a las montañas y miré hacia al alto. Era una región muy bonita. Estaba casi desistiendo de conocer el Pueblo en el Medio de la Nada cuando vi una casa en las montañas. Parecía ser algo raro pero subí ahí para ver lo que era.
Dejé mi coche al lado de la montaña y empecé a caminar hacia arriba a pie. Estaba frío pero me puse unos guantes y un abrigo para poder aguantarme el clima. Así, caminé más o menos una hora y llegué a la casita arriba de la montaña. Tenía mucho miedo.
Golpée la puerta y escuché una voz gruesa de un hombre que dijo:
— Puedes entrar.
Así que abri la puerta, me quedé sorpreso con lo que vi. Era una casita pequeña y sencilla con solamente una habitación. Había una cama, algunos cuadros en la pared y una cocina. Y todo era hecho de madera.
El hombre parecía tener unos 50 años. Tenía una barba blanca y vestía una ropa muy formal a pesar del lugar pobre donde vivía. Le miré y le dije.
— Hola, estoy buscando el pueblo donde vivió mi abuela. Me dijo que se queda aquí cerca.
— Como se llama tu abuela?
— Gertrudes.
Cuando dije eso, la expresión del hombre se cambió completamente y él sonreió.
— Sí, la conozco. Fue ella quien destruyó el pueblo.
— Como así?
— Entra, chico. Déjame contarte una historia.
Entré en la casa y me senté en una de las mesas mientras el hombre me daba unas galletas.
— Ese pueblo aún existe pero no es más como antes. Y se queda aquí cerca. La cuestión es que tienes que tener autorización para entrar. No dejan cualquiera entrar.
— Y como tú sabes de eso?
— Yo ya fui parte de ese pueblo. Antes de mudarme a esa casa a causa de lo que hizo tu abuela.
Así que dijo eso, la voz del hombre se quedó más aguda y triste.
— Era el abril de 1958 y tu abuela fue casarse con un hombre mayor que conoció en la ciudad. Y ella le invitó a conocer el pueblo. Así que él lo hizo, él robó todo lo que teníamos y aún destruyó nuestras cosechas. Eso hizo con que tuviéramos que escondernos y ir a un lugar más lejos.
— Por qué él lo hizo?
— No sé. Yo también me lo pregunto. Pero desde que ese hombre vino a conocer nuestro pueblo, todo que teníamos se acabó.
No entendí muy bien lo que decía el hombre pero por alguna razón creí en sus palabras. Algo me dijo que él decía la verdad.
— Pero si tú aún quieres conocer ese pueblo, puedes caminar por unos 30 quilómetros hasta el norte. Ahí está el pueblo o a menos lo que restó de él.
Agradecí al hombre, descendí de la montaña y tomé mi carro. Volví a la ciudad y cené muy rapidamente. Me preparé, entonces, para irme al pueblo de acuerdo con lo que me dijo el hombre pero antes envié un mensaje a mi abuela que dijo: “por favor, no te vayas a ese pueblo. Quédate en casa”. No escuché sus palabras y decidí irme a visitar el pueblo como me había propuesto.
Entonces, tomé un poco de comida y conducí hasta el lugar que mencionó el hombre. Llegué allá y vi un niño de unos tres años que jugaba con una pelota. Le pregunté si aquí era el pueblo. Él dijo que sí.
— Pero no entres — dijo — Vas a arrepentirse.
Y así que dijo eso, desapareció como si nunca hubiera existido. Pero no escuché a sus palabras y entré. Dejé mi auto ahí cerca y fui caminando.
Así que llegué en aquel pueblo, vi que nada ya era como antes. Solo había unas casas abandonadas y un pequeño auto en un garaje. No había nadie. Así, entré en una de aquellas casas y vi una estantería con libros llenos de polvo. Entré en aquel cenario que más se parecía con una escena de guerra y noté un billete escrito encima de la mesa. Allí decía:
— Aquí estaba el pueblo en el medio de la nada. Hoy ya hay nada.
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mundoenpalabras12 · 10 months
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La vida es
La vida es una hoja presa en un arbol tropical Fuerte, rigida y brillante Lentamente se va cayendo Y es olvidada en un mar verde
La vida es una hoja cayendo al suelo Frágil, suave y ligera Lentamente pierde su fuerza Y es olvidada en el piso
La vida es una hoja muerta en el suelo Fea, seca y triste Lentamente se muere Y es olvidada en un mar de hojas sin vida
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