BITÁCORA DE DUELO Y SANACIÓN. Deseo encontrar tanto placer en las cosas como cuando era niña.
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A Diego.
Después de escribirte una carta que jamás saldrá de las hojas en las que nacieron, llorar cada vez que recordaba y te sentía en mi pecho, y de comer unos taquitos junto con los wuandis y mi amigo más incondicional, me di cuenta.
Entre árboles que alguna vez su sombra nos abrazó. Externando lo que sentía, entre lágrimas que brotaban de lo más profundo de mi corazón, el mismo que un día te amó, pude aceptar lo mucho que te extraño, que te quiero. Pero lo más importante, es que acepté que vales la pena.
Vales la pena, Diego.
Vales todas las penas que he estado sintiendo desde que decidiste que ya no querías estar aquí. Vales cada lágrima, cada ensayo que te he escrito, cada canción que te he dedicado sin tú saberlo (aunque ni las guardas). Vales cada viaje en carro en el que se me hacía chiquito el corazón al saber que ya no iba a recorrer esos caminos contigo. Vales esa llorada en el carro cuando pasé por Den a la terminal de tu casa y vales el pedazo de corazón que dejé ahí mismo. Vales todos estos meses de pensar y pensar, de sanar y sanar. Vales todas las cartas que te escribí cuando estaba contigo, todos los besos que te regalé y los que tenía guardados para ti. Vales que Madrid tenga tu nombre entre sus letras, que el chocolate me sepa a ti y que esos atardeceres tengan tus ojos. Vale muchísimo el vacío que sentí, si puedo saber que nuestro beso de Barcelona existió, valió mi escapada y valió que me encontraras. Vales muchísimo la pena. Todo esto que estaba en mi pecho y murió, vales todos los duelos que he tenido que pasar. Vales todo el dolor que recorrió y sigue recorriendo de vez en cuando todo mi cuerpo. Vales que te haya dado tanto tiempo de mi vida, todos los días que pasamos juntes, todos y cada uno de los segundos que te regalé, porque así lo quería. Vales todas las veces que te escogí, por sobre todas las cosas, aunque ahora sé que no estuvo del todo bien. Valió la pena que dejara de lado mis juicios y me gustara Skrillex, valió la pena acercarme y apropiarme de el estilo musical que me regalaste. Vales por completo todo el tiempo y cariño que puse en cada uno de los regalos que te di, en tus cumpleaños, en navidad, en nuestros aniversarios, en los días en los que se me antojaba darte algo. Vales todas esas noches en las que llegaba a las 3 am a mi casa y no me importaba tragarme el regaño de mis papás. Vales todo Diego, vales todo lo que te di. Vales todos tus apodos. Vales que le tenga tanto cariño a "Beni" y que extrañe tantísimo decírtelo. Vales todo el amor que sentí por ti, absolutamente todo, lo vales al mil por ciento. Vales lo mucho que te defendí con mis amigues. Por supuesto que esta pena vale por todos esos momentos de escuchar tu risa, tu hermosa risa, que todos los días extraño. Vales toda la pena. Vales que la mayoría de mis canciones me recuerden a ti, que a veces llore a escondidas en lugares públicos. Vales todas las sesiones con la psicóloga tratando de entenderte. Vales todo lo que mejoré por ti, vales todo lo que hice por ti. Vales toda la pena. Vales la pena, y que nadie te haga sentir o pensar lo contrario. Vales la pena para tener excepciones, como el mundo de excepciones que hice contigo. Vales que alguien te cuide tantísimo como yo lo hice o traté de hacer, vales todo lo que hice por ti. El disco, las canciones, las cartas, los viajes, los planes, las películas, los libros, los escritos, el piano, las voice notes, las fotos, las desveladas, las tareas. Vales todas las notas que están debajo de mi ventana recordándome el camino que debo/quiero seguir. Vales esa noche que la lloré completa después de ver nuestro video de aniversario un año después de que te lo di, lo vales. Valió la pena enamorarme perdidamente de ti. Valió la pena darte todo lo que tenía, y que siempre te di lo mejor de mí. Valió la pena amarte, y lo sigo haciendo y lo sigue valiendo. Vales la pena Diego.
Vales mi pena, Diego.
Me tardé en entenderlo y aún más en aceptarlo. Casi seis meses para aceptarlo. Bastante tiempo. Aún cuando todo el mundo me dice que no, la verdad es que no son muy amables contigo. Pero no los culpo, tú tampoco lo fuiste con ellxs. A la mayoría de mis amigues no les caías bien y hasta una que otra persona (que te sorprendería) me dicen que, no, que no lo vales. Y tal vez ese fue mi error, me lo dijeron tantas veces, lo vi tanto en tantísimos tiktoks que sentía que si decía lo contrario iba a decepcionar a todas esas personas, que iría en contra de lo que había estado queriendo creer. Pero hoy ya no pude, saqué, en diez horas de llanto y de escribir, lo que no había sacado en todo este tiempo, y sentí tantísimo lo que tenía que sentir, que ya no me importó absolutamente nada lo que pensaran los demás, hasta te puse un tweet, cosa que había hecho ya desde hace rato. Hoy defendí tu recuerdo.
Hoy acepto y te digo que vales toda la pena Diego, y es tan liberador aceptarlo. Que todo esto no es en vano, jamás fue ni será en vano. Claro que lxs demás te juzgan desde la cara que les mostraste, y por eso se me hacía tan injusto yo juzgarte de la misma manera. Porque yo te conocí. Mucho, muy dentro. Me dejaste entrar a tu entrañas, a tu humanidad, a tu vulnerabilidad. Pocas, muchas, varias veces. Pero lo hice. Te conocía hasta la médula, y con una cara yo ya sabía qué estabas pensando, por eso yo ya sabía desde hace rato, que ya no me querías. Te lo dije, ya sabía a qué íbamos, qué me ibas a decir. Jamás pude identificar el momento en que decidiste que ya no más, pero creo que fue después de tu cumpleaños, que lo lamento, y fue irónico porque justo de eso estaba hablando con Daira ese día, y mira. Así que yo no te puedo juzgar igual que todes, no puedo, no es justo. Ni para ti, ni mucho menos para lo que sentí y vivió tanto tiempo debajo de mi pecho. No le puedo hacer eso a mi amor, ni a ti, que hace tiempo que ya no lo eres. Y tal vez es duro leer esto, pero sabemos los dos, que solo leerás si quieres, si estás aquí, es porque tú quieres. Ni siquiera te juzgo desde el lugar en el que me dejaste, porque ese ya no sé si existe, y esa Karen, de verdad que se murió por muchas que pasaron después de que te diste la media vuelta. Espero que tengas tu foto favorita de ella, bien guardada, porque ya no existe, hasta yo sé que se murió, e igual me duele e igual pasé por un duelo aún más feo que este, pero creo que mereces saberlo.
Te juzgo desde el lugar en el que me encuentro. Un poquito más viva, después de morir. Un poquito más centrada, menos dolorida, tantito dolida, pero siempre respetando. Hoy sé, o tengo más idea, realmente quién fuiste y qué hiciste. Que no podría decir que te quitó el encanto el hecho de ya no estar ciegamente enamorada, pero sí te bajé del pedestal. Y como bien dicen "Yo no te perdí, vos te caíste solo" y sí, tú te bajaste solito. Te juzgo, siento, desde el mejor el lugar en que lo puedo hacer, si es que puedo. Que me estoy atribuyendo demasiado, pero así soy.
Hoy, 20 de abril de 2021, sé que vales la pena, Diego. Y espero que lo sepas, y te lo guardes bien profundo, para que jamás se te olvide, que no mereces menos de lo que yo te di, jamás, y no es por nada, pero te di mucho, y lo sabes. Sabes que di lo mejor, o por lo menos traté, crecí, evolucioné, te cuidé, lo mejor que pude, y no mereces menos de alguien. No mereces menos que lo mejor de alguien. Recordalo siempre. Siempre siempre, que si te encuentro en el futuro me gustaría saber que estás recibiendo lo mejor, no menos. Jamás menos. Vales la pena, mucho. Vales mi pena, vales mi amor y vales todo lo que te di. Sabes que sí.
Y así como tú vales, y así como hoy te di tu valía. Yo me la doy a mí.
Porque yo también valgo toda la pena Diego. Soy maravillosa, soy feliz, soy alegría, soy libertad. Soy amor, en toda la extensión de la palabra. Soy fuego, soy aries, soy increíble. Soy guapísima, soy sexy, soy bailadora. Valgo toda la puta pena del mundo. La valgo Diego, y no sé si lo sepas, y pensarás, como siempre lo hiciste, que tal vez exagero, pero es lo que siento y me vale madres hoy lo que pienses, pero siento que no me diste la -pena- que merecía, pero quién soy yo para juzgar, pero sí soy mucho para sentir. Valgo toda la pena. Y si sentí tú no me la diste, la valía (porque la pena sí que me la diste), yo me la doy sola. Yo me doy la valía que no pudiste darme, en este espacio, retórico, hiriente, silencioso, de seis meses. Yo me la doy, tranquilo. Siento que eso me faltaba de ti, no necesitaba tu perdón, ni tu cierre (porque siento que tuvimos uno bonito). Sí necesitaba una buena felicitación, eso sí, pero por lo menos lo hiciste, porque era lo mínimo que merecía, y lo hiciste.
Yo valgo la pena Diego, toda la pena. Y no sé cómo le hiciste, ni qué hiciste, y ya sabes a qué me refiero, pero pues cada quién. Y no estoy diciendo que me sufras veinte años, no. Me refiero a que valgo toda la pena también, la pena que da después de dar todo por una persona, de amarla hasta el hueso, saber que diste todo, y después ver cómo otro camino. Y no hablo de ser suficiente, pero sí de dar lo mejor. Yo merezco lo mejor, y perdón si parezco una arrogante de mierda, pero ya a estas alturas me vale madres, no sabes todo lo que he perdido, de verdad que no sabes, y estoy aquí, dándome lo que no pudiste darme, ni lo que yo pude darme por mucho tiempo. No es reclamo, cómo iba a pedírtelo, si ni siquiera sabía que me faltaba. Pero hoy ya sé, y aunque no disminuye todo lo que siento por ti, me da más herramientas para hacer lo que llevo mucho tiempo queriendo hacer.
Valgo toda la pena, así como toda la gente que te quiere, sé bueno y gentil.
Valgo toda la pena, y todo el amor y todo el disfrute. Y lo sabes, y ahora yo lo sé. Y merezco todo eso, solamente lo mejor, no migajas, no el bare minimum, no esa felicitación, no ese trato, no esos mensajes de año nuevo, no lo seens, sabes que merezco más. Lo sabes. No merezco esto Diego, y como dice la canción, "Tal vez sí, pero no lo quiero, así que me voy".
Hoy te escribí, en esas letras en las nubes, que tal vez, no tenía que dejar que te fueras, porque ese lugar es tuyo, lo construí para ti, es como si te corriera de tu propia casa. Y no quiero borrarte de mi vida, ni de mi instagram, ni mucho menos de mi corazón, porque te amé y lo que se hace con amor, marca, y a mí me marcaste mucho. No quiero hacer como si jamás hubiéramos estado juntes, ni como si jamás te hubiera amado, porque si hoy vienes, sé que te recibiría con un gran abrazo y claro que con un beso. No quiero echarte de tu casa, de la que te hice, y menos si no quiero que te vayas. Pero entonces, la que se tiene que ir, soy yo.
Y no sé cómo lo haré, pero voy preparando mi salida hace tiempo, bien dicen que el que mucho se despide, es porque no quiere irse, y sí. Pero, cada vez me dan más ganas, de dejarte donde perteneces, de que no te metas en mis pláticas de café, que te quedes en la cama que te corresponde, en tus labios, en tus canciones, en tu lugar. Por eso te lo hice. Ya no estás aquí, ni en este tiempo. Quiero hacer que la idea que tengo de ti, se quede en ese día que te fuiste, en la selva, como náufrago.
Agradezco todo lo vivido y espero que me haya explicado bien, de lo que te quiero decir.
Y estoy feliz, me siento orgullosa de por fin darme cuenta, de lo que valgo, y que ya no me das eso. Algún día me lo diste, pero hoy ya no, y está bien, eso pasa cuando las personas se van. El Diego de hoy, ya no me da nada. Y yo merezco mucho, mucho mucho más, que la nada. Ni siquiera tendría que estar diciendo esto, pero así me pasa, ya no quiero obviar nada.
Así que me voy, poco a poco, de la casa que hice para los dos, donde tú ya no estás, físicamente, pero que en mí sigue. Me voy, me despido, fue un gustazo. Un verdadero gustazo. El mejor que he tenido en mi vida, hasta ahora, no te voy a mentir. Un gusto, haber sido tu compañera PAEA, cuánto nos dió ese programa. Sé que tal vez regrese de vez en cuando, y que, esta no será la última carta que te escribo, pero sí que habrá un antes y un después de estas letras.
Recuerda siempre que vales toda la pena, todo el amor y todo lo mejor que alguien puede ser capaz de dar. Mereces eso, mereces saberlo y mereces que se te de.
Y para recordarte, yo también lo valgo, y espero que lo sepas, lo menos que espero. Un poco cruda esta carta, pero me cansé un poco de tocar todo con guantes, de guardarte tanta consideración, de callarme tanto, de no ser honesta, ni contigo, ni conmigo.
Así que te quedas en tu casa Diego, disfruta, que la hice para ti.
Te amo mucho, te quiero mucho y también te extraño mucho.
Gracias por todo, de verdad, todo lo que me diste y le aportaste a mi vida, y aún sigo aprendiendo de ti. Gracias gracias gracias. Toda la vida te estaré agradecida.
Que te vaya muy bien, y la verdad sí espero que nos encontremos en un futuro, un poco más -sanadxs- (hablo por mí, si quieres jaja) y podamos reconocernos, como lo que somos, ni más, ni menos.
Pongo una pequeña parte de un escrito que ha estado dando y dando vueltas en mi cabeza:
"Yo sé que no vas a volver. Lo sé. Pero vos, que tuviste la suerte de quedar afuera, decime cómo carajo se sale de acá."
Y el -acá-, es donde estoy en este momento, que como puedo, voy descubriendo cómo hacerle. Si tienes algún tip, que igual y sí, pásamelo.
Me despido.
No será ni la primera, ni la última vez que lo haga, pero esta vez se siente diferente.
Adiós Diego, vales todo esto que estoy sintiendo. Recuérdalo.
Te quiero y te amo.
Pd. Ya sé a qué se refería la de Lovely de Billie con Khalid, y es un lugar muy oscuro, que duele mucho, de frustración, así me sentí estos días. Gracias por esas pláticas en tu coche.
Karen.
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“Entonces los ánimos le abandonaron, y pareció desinflarse. Su cuerpo se hundió en esa postura que adoptan desde siempre todos los hombres que se hallan abrumados por sus pensamientos. Era el tronco de un árbol talado; un sapo en una peña; una lechuza cubierta por el follaje en una rama. La vivificante llama de la humanidad lo había abandonado de repente.”
— La hija de Robert Poste, Stella Gibbons.
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La historia de Phillis Wheatley
"Ella fue llamada Phillis, porque así se llamaba el barco que la trajo, y Wheatley, que era el nombre del mercader que la compró. Había nacido en Senegal. En Boston, los esclavistas la pusieron en venta:
"¡Tiene siete años! ¡Será una buena yegua!", decían ellos.
Fue palpada, desnuda, por muchas manos.
A los trece años, ya escribía poemas en una lengua que no era la suya. Nadie creía que ella fuera la autora. A los veinte años, Phillis fue interrogada por un tribunal de dieciocho ilustrados caballeros con toga y peluca.
Tuvo que recitar textos de Virgilio y Milton y algunos mensajes de la Biblia, y también tuvo que jurar que los poemas que había escrito no eran plagiados. Desde una silla, rindió su largo examen, hasta que el tribunal la aceptó: era mujer, era negra, era esclava, pero era poeta.".
Phillis Wheatley, fue la primera escritora afroamericana en publicar un libro en los Estados Unidos.
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