Aquí es el lugar donde guardo todos mis secretos, no textos divertidos, para esto está mi blogger (el cual muchos ya no visitan). Aquí están mis profundos sentimientos o pensamientos, o tristezas y alegrías, y cosas así. No están para que alguien las lea así como así, la persona que se atreve a leer estas estupideces debe entender que Maar es una chica algo confundida, sacada, tonta y orgullosa, y que no toda su vida es fácil, solo una pequeña parte de ella.
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En algún momento
En algún momento
las espinas podían tocarme
y yo no sentía ningún dolor.
Era capaz de ver el sol
aunque el día estuviera nublado.
Podía ver color en esto
que hoy es negro y blanco.
Podía escuchar a los pájaros cantar
en este mismo lugar
donde hoy solo oigo silencio.
En algún momento
estas lágrimas no sabían amargas
y la oscuridad no guardaba maldad.
La luna nos podía ver
bailar divertidos,
pero hoy me pregunto
si acaso
nos extrañará.
En algún momento
tuvieron sentido
todas estas palabras
que hoy son solo murmullo
de un recuerdo lejano
de algo que ya no es.
Hoy yace entre mis manos
un corazón vacío
apagado
sin pulso
que en algún momento
supo
arder de amor.
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No reconocerías mi voz
Si un curioso te parara
y con ingenuidad te preguntara
cómo se escucha mi voz
¿qué le dirías?
Pasé estos últimos años
creyendo que significaría algo
y sin embargo
en mis noches más sinceras
reconozco que
solo fui un polvo
en la inmensidad de tu paisaje.
No reconocerías mi sombra;
mi silueta no te movería
un pelo
porque no sabrías
a que fantasma dolorido
pertenecería.
No sabés cómo suena mi voz
cuando le canta al amor
ni sabrías cómo saben mis lágrimas
llenas de dolor.
No escucharías las mil y una historias
que ellas llevan en su interior.
Ignoras por completo
de dónde vengo
y a dónde voy.
Para vos sería
tan solo un viajero en el tiempo
que un día se perdió.
A quién observas desde lejos.
Desconoces cómo empecé
a plasmar mis penas
en lápiz y papel.
No sabés qué canción
me eriza la piel.
Que siento lo que vos.
Que veo lo que vos.
Jamás lo conocerías.
Y a mí que me adorna
el manto de la ¿?*palabra que no me acuerdo*
en tu vida.
Es un chiste sin gracia
cómo mi voz
mi presencia
mi silueta
mi mirada
no harían que te quedaras
y serían totalmente transparentes
porque no serías capaz
de diferenciarlas
de toda esta gente.
Es un chiste sin gracia
porque cada detalle tuyo
me lo memoricé hasta el cansancio
y lo tengo acá
guardado.
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mi voz no le cantará nunca al amor
Amargo.
Mi voz no le cantará nunca al amor
por mucho que me esfuerce.
No podré ver más que ruina
en este corazón.
Mis manos no tienen la delicadeza
para acariciar
elemento tan frágil.
Nunca conoceré la calma
que puede habitar en otra persona.
Nunca me quedaré tranquila
al escuchar una voz
ni moriré por una caricia
porque yo no le cantaré al amor.
Mi risa no se alineará
al unísono
con otra
ni pensará en la suerte divina.
No tendré fechas,
solo números vacíos y
miraré por la ventana
los pájaros cantar unidos
por los caprichos del tiempo
que insiste en castigarme.
No sabré cómo sonreírle
a las bienvenidas
porque no esperaré
a nadie
porque no le cantaré al amor.
No sabré saborear
la sorpresa con ternura impregnada
porque no le cantaré al amor
porque no le conozco.
Otra vez miraré por la ventana
y luego mi plato vacío
y luego la silla fantasmal
y luego mi mano fría
(y vacía)
y me preguntaré porqué
hasta las personas más crueles
se reflejan en ojos que mueren
por ellos
y saborean el cariño.
Poco importa ya
porque mi voz
no puede
(no es que no quiera)
cantarle al amor.
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El flaco
Ese flaco.
Resalta erguido como un roble
en el abundante bosque.
Lo veo desde acá.
Porque el flaco es fuerte e imponente,
audaz e inteligente.
El flaco tiene suerte.
Se abre paso entre el mar
y cuando todos los ven pasar
no pueden creer que el flaco sea real.
Porque el flaco es carismático,
sonríe,
bromea,
sabe lidiar con las mariposas
y no teme enfrentarse ante los miedos ni la vergüenza
que lo enfrentan.
El flaco es simple:
cuando algo le molesta,
lo tira a un lado
y en su mente nunca existió.
Nunca sirvió.
Cuando hizo uso
una primera vez,
ya no le sirve,
lo desecha
y según él
nunca lo vio.
El flaco creció en un jardín dorado
con espinas de gomas
y depredadores que no fueron depredadores
hasta que él se convirtió en uno de ellos.
Pero ¿qué importa?
Porque el flaco supo cómo moverse
en las peripecias de la vida
y cuando se topó con la mediocridad,
el flaco no lo dudó.
Él no estaba hecho para eso.
Al flaco nunca lo vieron fracasar,
o eso me cuentan.
¿Cómo lo hace?
Su truco en realidad yace
en esconder los fracasos
en un cofre dorado
en el fondo del mar.
Tan profundo que ya ni se ve,
ni se siente,
ni se huele.
El flaco.
La impunidad lo abraza.
La multitud lo ama.
El amor ha sido caritativo con él
y él ha sido caritativo con el amor
porque a decir verdad,
quién no se moriría por una caricia del flaco.
Y yo,
que he visto lo peor del flaco,
que el flaco ha posado sus dedos sobre mi piel
para convertirme en lo más miserable,
que he visto las debilidades en su ser,
que lo he visto caer,
que lo convertí por una noche en el trapo usado que ahora yo soy,
solo puedo matarme con mis lágrimas
porque nadie escuchará mi dolor,
están encandilados por la luz
que ese flaco
un día me robó.
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Reviviendote
Han pasado noches y días.
Las hojas fueron despedidas
cayendo divertidas en el suelo.
El tiempo ha corrido sin ningún temor
por las paredes de mi habitación
que ya no son mías.
Todos crecieron,
todos hicieron su vida.
Menos yo.
Me cuesta creer que,
cuando un instante nos atraviesa,
empieza una carrera en el tiempo
para esfumarse para siempre.
No volverá.
Un tren que no pasará por la misma estación.
Un beso que no se dará con la misma pasión.
Irrepetible.
Pero yo sigo viéndote.
Sigo viéndote esperándome al final del pasillo.
Sigo viéndote comiéndome con tus ojos.
Sigo viéndote acercándote a mí,
interesándote por mí,
queriéndome a mí.
Sigo viéndote abandonándome en medio de la madrugada.
Me cuesta creer que,
cuando ese instante me atravesó,
se perdió en la eternidad
para no volver a mí nunca más.
Me cuesta creerlo
porque yo he vivido en él
durante todo este tiempo.
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Sola
He vivido penurias
tal como se viven pandemias.
He derramado lágrimas
que podrían confundirse con
hermosas cascadas cristalinas.
He lidiado con problemas
y bailado con ellos hasta cansarme.
¿Cómo podría importarme?
Me he enfrentado a multitudes.
He ido a la guerra desarmada.
He bailado desnuda
y he batallado expuesta.
Me he enfrentado a los peores miedos
y a las risas más sinceras,
y mantuve mi cara de piedra
sin ninguna secuela.
¿Cómo podría importarme?
Entonces cómo.
¿Cómo podría importarme
y cuánto podría dolerme
tu ausencia?
¿Cuánto podría herirme
tu indiferencia?
¿Cómo podría vencerme
que tus labios hoy besen a otra
y tus teamos se escapen con fácilidad
cuando las miras a los ojos azules
(mucho más bonitos que los míos)?
¿Podría vencerme realmente
esa lucha incansable
para conseguir un mísero te quiero
en boca de desconocidos?
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Todo lo que me gustaría ser
Hace tiempo que no siento más que furia,
más que celos
de cada vida que comparte dos segundos con la tuya.
Hace tiempo la rabia me ahorca
y no puedo hacer más que morirme
de la envidia, de la bronca,
de las ganas de ser.
Ser el alivio en la picazón,
la rosa que crece en tierra infertil,
la fruta que no envejece con el tiempo.
Ser esa mano suave que te acaricia las espinas
y ser, también, ese dejo de esperanza que te quita el enojo.
Hace tiempo no hago más que pensar
y desear
y querer ser y estar
porque no puedo hacer otra más que conformarme
con verte a través de la ventana
muriéndome por esas que quiero ser
y no puedo.
Eso que quiero ser y no me dejas.
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Sola
Es una noche de viernes mojada,
el agua recorre mis mejillas
y no sé si son lágrimas o es la lluvia.
Estoy sola;
me puse lencería bonita,
me perfume bonita,
me peiné bonita
solo para que alguien a través de la pantalla
pudiera contemplarme
y pudiera desearme
y quererme
aunque sea por unos cortos dos minutos.
Yo sé que estás ahí.
La noche de viernes mojada,
la pasó sola en una lencería
que recibí en mi cumpleaños.
Me gusta, me hace ver bonita
para mí.
Para mis ojos.
Para mi gusto.
Para nadie más.
Tantos años anhelando mi soledad,
tantos años presumiendo ser independiente
que hoy derramo lágrimas de manera desconsolada
esperando que alguien las recoja
y les importe
y las abrace
y me las devuelva.
Tantos años presumiendo ser
una amante de la soledad.
Hoy tirada en el sueldo y bebiendo vino
yo solo sé que estoy yo y solo yo
aguantándome.
Que estoy yo y solo yo
sufriendo por mí,
bancándome este desprecio,
yo contra el mundo.
Pero desearía una vez
tan solo una vez
que alguien se pusiera en mis zapatos.
Y no lidiar con este desprecio que todos ejercen sobre mí.
Y no lidiar con esas palabras crueles,
con esa concepción de dirección y determinación
que ellos tienen sobre mí.
Quisiera alguna vez que la empatía ajena y yo
seamos compatibles.
Que alguien pregunte cómo estoy
y se interese por cómo soy
y que vea que no soy una mala persona.
Quizás es que hoy
un viernes en la madrugada mojada
por mis lágrimas desconsoladas
o por la lluvia descontrolada
me cansé de la soledad.
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¿Qué pude haber hecho?
Pasaron varios años desde que nos vimos por última vez. Todavía seguís en mi mente. En todo este tiempo no hubo ni un solo día dónde no te haya pensado, ni un solo día en el cual no quisiera estar a tu lado. Ni un solo día dónde pudiera dejar mi mente en blanco, paz, dejar de pensar y de sentir celos por cada persona que te tiene en su vida. Porque te quiero, y te quiero acá. Y ahora.
Pasaron varios meses, demasiado, ya ni los puedo contar, desde que te vi. Desde que te acaricie. Desde que toqué tu piel y dormí a tu lado. Y aunque vos no me quieras, aunque quieras negarlo, para mí fue especial. No porque haya sido de los mejores momentos, sino porque sé que a partir de entonces no me ibas a dejar. Quise una oportunidad, la busqué, para conocerte mejor y para que te quedaras conmigo. Estoy dispuesta a la autocrítica, a que me digas qué cosa puedo mejorar. Pero parece que para vos nada es suficiente y entonces me dejas preguntándome qué pude haber hecho para que hoy no me quieras ver ni en figurita. Qué.
En mi mente aún sigo creando escenarios dónde vos no me hablas ni me respondes ni me das un gramo de atención porque me querés mucho. Pienso. En el fondo sé que es mentira. Tampoco pensar en eso me tranquiliza. Nada me tranquiliza. Cuánto más me dejas fuera de tu vida más enloquezco. Me iría a pique con cada persona que te rodea solo porque no soy una de ellas.
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Ingenuidad
Busco en el diccionario qué es la ingenuidad. La verdad esperaba encontrar una foto mía, pero no. En reemplazo hay una frase con palabras chuecas que estoy casi segura (con un poco de imaginación) de que si las desordenas, se dibuja mi cara.
Internet me dice que la ingenuidad es una cualidad que se usa para describir esa característica del ser humano inocente, crédulo. Y yo mientras más busco, más comienzo a dudar que esto sea completamente ingenuo. Quizás un poco de egocentrismo. Ambas, claro está.
Hubo un punto límite. En realidad varios. Varias veces me encontré en esta encrucijada, este borde del abismo, que ya no sé qué hacer. Quiero dejar de pensarte, seguir adelante y a la vez no me resigno a soltar. Como si significaras algo bueno. Varias veces, numerosas veces, incontables hasta diría yo. Pero no lo hago. Uno de esos puntos límites fue donde decidí que saldría de las sombras y me haría ver, me haría presente porque estaba cuasi segura de que vos aún no estabas a mi lado porque yo te tiré para atrás. Ignorando, claro está, las ochocientas y dos veces que vos simplemente pasaste por encima mío como si yo fuera un espectro, una neblina o un humo proveniente del incendio más impetuoso que jamás se haya podido causar en un bosque de mil hectáreas. Hasta puedo decir que al hacerlo te nutriste de una seguridad que reforzó tu ego.
Lo sé porque esa seguridad que ganaste me la sacaste a mí.
Igual a ver, tampoco hablo de mí como si fuera la mina más segura del mundo. Siempre me caractericé por ser contradictoria en mi personalidad, en mis actitudes. Y un día tenía una seguridad admirable y otras estaba enterrada en veinte pozos con mil cadenas. Pero desde día que estoy bajo tierra. A veces me disfrazo entonces me invento historias, un millón diría. La mitad son teorías locas de porqué me desprecias, apelando a mi único recurso para mantenerme en paz: te da vergüenza. La otra mitad se tratan de fantasías donde yo estoy feliz, radiante y con vos al lado. Dejo una pequeña migaja para la verdad, pero mi justificación es que es demasiado dolorosa para enfrentarla. O también es porque de aceptarla me quedaría completamente aburrida. No encuentro nada interesante en otras personas ni en otras cosas, solo en vos. Y no lo valoras.
Me extendí, demasiado diría yo. Pero había cosas qué aclarar. Peco de mala persona o de mentirosa (¿en este caso sería lo mismo?) si solo dijera que te sigo buscando después de todo este tiempo porque creo con total inocencia de que, de aparecerme, vos correrías hacia mí. Por eso esta vez, y solo por hoy, no voy a echarle la culpa a las fantasías ni a mi egocentrismo, ni siquiera a mi (in)seguridad.
Te puedo asegurar que hoy estoy pecando de ingenua.
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Arte
Aunque me conformo con verte desde lejos y no de la mejor manera, porque me odias y desprecias, no querés ni verme ni escuchar mi nombre. Aunque me conformo con fantasías inútiles y entrego mi tiempo como forma de pago para ver una película en la que ambos seamos felices juntos. Cuando termina la filmografía me quedo vacía como una serie terminada, preguntándome por qué yo no. Aunque seas música para mis oídos porque sos lo que siempre busqué, lo que siempre quise. La viva representación del arte. Aunque no me quieras ver ni pintada.
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El día en que te encontré
Siempre fui amante de los atardeceres, pero mi verdadera pasión son los amaneceres. Amo el desayuno y la merienda, pero ambas cosas me provocan sensaciones diferentes. Amo esas sensaciones, pero son diferentes y si algo me enseñó la vida ─y terapia─ es que no están mal las diferencias. El café con leche sabe diferente cuando lo tomo a la mañana que cuando lo tomo a la noche. Me gusta, pero son diferentes. El sol calienta distinto cuando recién sale a cuando se está escondiendo. Me gustan las dos cosas por igual, pero son... vos sabés, diferentes. Mis manos abrazan la taza y yo decido que es un momento perfecto para mirar el gran ventanal a mi costado izquierdo. Le pego un sorbo mientras veo el sol saliente entre los árboles pelados de una mañana de invierno. Esas mañanas me encantan. Las que son frías con sol, que te hacen abrigarte y amar el contacto con una brisa calientita. Suena muy poeta o cursi, o ambas, pero es lo que más me gusta. Será mi naturaleza. Nadie hasta ahora me había podido acompañar. Otra cosa que amo: mis amigos. Y cuando desayuno o meriendo junto a ellos debo admitir que se arma la ecuación perfecta. No reniego de mi soledad, me gusta casi con la misma intensidad hacerlo sola. De hecho lo estoy haciendo en este momento. Pego otro sorbo y sonrío. Sonrío porque el sol está saliendo, porque un rayo me acaricia la mejilla izquierda, porque el café con leche está rico y sentada en un bar a las ocho de la mañana sabe más que delicioso. Sonrío. Ésta postal soñada de repente se rompe. Totalmente por sorpresa. Por incomodidad. Por algo que atraviesa como una flecha. Rápido, tirante, casi violento. No puedo sentir otras cosas más que eso, porque de repente siento como toda tranquilidad en mí se esfuma. Ya no lo estoy disfrutando, no sé por qué. No sé qué es. Entonces levanto la mirada y comienzo a buscar entre toda la confitería del barrio de Palermo esperando encontrar una respuesta, algo que me diga qué carajos es esto. Y entre poca gente lo veo. Su mirada. La última vez que lo vi fue hace cinco años. Nos despedimos una mañana ─fría y con el sol bien radiante apenas asomándose─ como ésta. Nos dijimos «adiós» a través de nuestros ojos. Una despedida fría pero con aires divertidos, desconozco si sabíamos que no nos volveríamos a ver. En estos días, en estas semanas, de cierta cantidad exorbitante que no sé con claridad, jamás se nos ocurrió volver a mantener contacto. Y admito que varios momentos paré mi vida sorpresivamente solo para preguntarme si vos me pensabas, si te acordabas de mí. Hubieron momentos de incertidumbre y hasta espacios en donde imaginé que nos volveríamos a ver, que nos cruzaríamos de vuelta, que cruzaríamos palabras y por dentro sonreiríamos como la primera vez. Hoy. El día que nos volvímos a ver. Ese flechazo violento, rápido, certero: su mirada. Le doy un sorbo al café. Estas mañanas son mis preferidas.
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Problemática
Desde hace tiempo que una problemática se poso sobre mí como si fuera una nube gris en un día nublado. No me la puedo sacar de encima, mucho menos alejar. Se metió en mí como una garrapata por alimentar. Y me trajo problemas. Y me trajo decesos. Me trajo caídas, tristezas e incertidubre certera. Me veo al espejo y solo me veo a mí. Incapaz de ver al otro, a veces incapaz de sentir. Incapaz de centrarme en las flores o en el mar azul agitado. Incapaz de ver y cuidar al que tengo al lado. Ya no me siento con gente ni le hablo ni le sonrío. Ya no me interesa lo que le pase al que tengo al lado mío. Solo centro mis ojos en el presente frío en lo que soy yo y en lo que me pasa a mí. Incapaz de sentir. Ya no hablo con nadie. Les paso por lado. Les ignoro. Mientras, deseo algo que me empuje que me invite a seguir. Que me saque a bailar en este baile de amigos compañeros que me van a ayudar a sobrepasar la vida o la carrera o el trabajo o la adultez. No quiero hacer nada que no sea pensar en tener una vida mejor. Mis energías puestas en esto no sé cómo fue que pasó. Ya no hago esas cosas que solía hacer. Ni siquiera puedo fingir interés.
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más de cien días
Me duele la garganta. Son las cuatro de la mañana. Casi las cinco. Llevo más de cien días pensando en vos y todavía no me acostumbro a la idea de que te tengo que soltar. Me escapo de mi vida para pensar, soy un desastre. Soy un desastre en mi vida y en mis pensamientos también. No sé si es el encierro o que ya no estés. Me mantengo cuerda por quién sabe qué, aunque a veces dudo. Más de cien días pasaron. Muchas cosas en el medio. Me cuesta admitir lo rápido que ha volado el tiempo. No sé qué pasó, a dónde se fue. No sé en qué punto empecé a perder. Más de cien días que no sé. Mi tiempo se detuvo el día de tu partida. Dejé de creer.
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recuerdos en la habitación
Hola. ¿Volverías a vernos en esa habitación? ¿Volverías a visitarnos un rato más? ¿Volverías a esa noche de amor? ¿Volverías para hacerlo mejor? ¿Volverías para que todo suene diferente? Para que de verdad sintamos esa pasión y nos besemos con más cariño, y podamos hacerlo distinto. ¿Volverías porque crees que puedo ser otra? ¿Volverías así me conocieras? ¿Volverías para saber mis inquietudes? ¿O simplemente me dejarías atrás?
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Preguntas
En medio de esta revolución decidí tomarme un descanso de vos. No del todo, pues nunca desapareces. Pero dejar de pensarte un poco. El cielo tiene otro color. Las heridas que producían tanto dolor salieron a la luz. Las mujeres dejaron de callar. Pero yo soy mujer y la luz me tocó. Se posó sobre mi cabeza y me hizo pensar en lo que yo creía una certeza. El recuerdo de tu piel no me deja continuar, pues me ha dejado dudas que hoy me comienzo a preguntar porque la oscuridad nos abandonó aunque sea solo por hoy. ¿Qué pasó aquella noche? Cuando me lo pregunté, callé. Cuando me lo pregunté, dudé. Cuando me lo pregunté, escapé. Que yo soy la culpable. Que no es lo que yo pensaba. Que quizás el por qué te quiero acá no es porque me conquistaste. Y hoy sé con seguridad qué es aquello que causaste. Sigo teniendo dudas, pero hoy sé por qué estás acá. Porqué no me digno a soltar. Pasará mucho tiempo hasta que me animé a hablar. Tal vez este recuerdo jamás verá la luz. Tus amigos no sabrán de lo que te animaste a arruinar. se sentarán con vos como si fueras un hombre más. Pero no me dejaré abandonar. Nunca más. Me lo he prometido. Por eso voy a callar. Y aunque no escriba en palabras explícitas, ni te mande el escrache a tu puerta sigo esperando que me des respuestas. Sigo preguntándome si sabés la magnitud, si no te genera inquietud, si contaré la forma en la que una vez vos me abusaste.
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Desearía
Desearía que esta vez hubiera sido diferente para mí. Desearía haber tenido un suelo más sólido, un alma con la que compartir. Desearía que esta vez haya otro sentimiento en la puerta, algo que me hiciera sentir despierta, viva y mejor. Desearía que no fueras uno más. Desearía que no fueras así como sos. Admito que empecé a confiar y no supero que ha sido suficiente por hoy. Yo sabía, yo sabía que esto pasaría. Yo sabía, yo sabía a lo que jugarías. Intenté seguir la línea, intenté arriesgarme más. Pero fue un viaje de ida y ya no puedo regresar. Algo en mí despertó, quizás son las ganas de amar. Algo en vos no prosperó, quizás solo era para besar. Desearía que fueras diferente. Desearía que te convirtieras en alguien mejor. Desearía que no te mezclaras en toda la gente y que no pudiera desearte lo peor. Dios mío. Me odio por pensar diferente, por en el fondo creerte. Me odio por todo lo que pasé y por todo lo que voy a perder. Al final no sé si el problema era yo o sos vos. Probablemente el problema éramos los dos.
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