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El último texto que te escribí. (Antes de soltarte)
Ya no quiero mirar atrás. Atrás donde están los errores, las heridas y los reproches. Si bien hemos aprendido de ellos, hoy se han convertido en ecos que resuenan incesantes. Quiero soltar, quiero creer y sentir que vamos por un capítulo totalmente nuevo y quiero que tú también lo creas.
Hoy quiero dejar de sentir que me duele el alma si acaso volteo hacia los días grises, porque confío en el brillo y los colores que acompañan los días que vendrán.
Lo sé, al decirlo es inevitable pensarme egoísta, porque sólo tú sabes del daño que te he causado y las cicatrices que aún permanecen, pero por un momento he decidido dejar de pensar en qué fallamos.
Me has preguntado, ¿qué es lo que quiero?, ¿qué me haría realmente feliz? Lo que quiero, no lo tengo del todo claro, pero creo que lo que me hace feliz... eso hasta tú lo sabes.
Me gusta la playa, pero ansío el día en que vea la nieve caer por primera vez. Si se trata de lluvia, prefiero quedarme en casa, a menos que (como en el campamento), pueda disfrutar sin problema de saltar en los charcos y enlodarme. Ya me imagino tu cara de iuj.
Largas caminatas, sobre todo al atardecer, cuando la noche apenas comienza a hacerse presente. Es emocionante pasear sin un rumbo fijo, descubrir nuevos lugares y hacer muchas memorias que no estaban planeadas.
Sin duda, una de mis actividades favoritas es bailar y cantar, o bailar mientras canto. Pero cuando tú me cantas... eso en verdad me vuelve loca.
Me gusta mucho platicar, sobre todo esas charlas que se dan justo antes de dormir, donde me cuentas de la comida que te daba tu abuelita cuando eras pequeño o la historia detrás de la cicatriz que tienes en la frente. Me gusta escuchar sobre tus planes... sólo que a veces me es difícil encontrar mi lugar dentro de ellos.
¿Qué es lo que quiero?, me preguntas. Yo sólo quiero sentirme segura a tu lado, dejar de sentir que quieres irte lejos para estar bien, porque entonces sólo refuerzo la idea de que al estar contigo te hago daño o que no eres feliz a mi lado. Porque por más que lo piense, y te lo he dicho, yo lo único que QUIERO es ESTAR CONTIGO todos los días.
Quiero tomar tu mano hasta que esté arrugadita como pasa, quiero verme reflejada en tus ojos y hacerte sonreír. Quiero conocer a nuestra versión en pequeñito y que le enseñes a jugar baseball, ir a los partidos juntos y comer papitas de chili con carne. Quiero soñar junto contigo y que un día veamos realizado cada uno de esos sueños.
A tres años de haber iniciado nuestra aventura, es triste que el futuro que nos espera parece tan incierto y me angustia tan sólo pensar la posibilidad de no tenerte a mi lado...
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You often feel tired, not because you've done too much but because you've done too little of what lights a fire inside of you.
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He dejado de buscar el amor de mi vida. En estos momentos me es más importante encontrar el lado frío de mis sábanas.
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PLANETA NOSOTROS
Prólogo
NOSOTROS es un mundo apartado de los demás, un lugar lleno de luz cuando todo alrededor padece de oscuridad. Ahí se encuentra consuelo en la intranquilidad, calidez cuando haya frío o frescura en medio del calor sofocante. Yo he memorizado el camino y siempre sabré regresar a ti, mi lugar favorito.
Capítulo UNO
TÚ y YO son dos pequeños planetas que se encontraban en la misma galaxia, cruzando sus órbitas de vez en cuando, bailando sobre las camas, tomados de la mano en ocasiones, cantando en las noches de regreso a casa, extrañándose en la lejanía, sin darse cuenta de la necesidad que tenían el uno por el otro.
Pasaron años hasta que llegó el día en que por fin se encontraron en un beso; ocurrió entonces una gran explosión, ocasionando que la atmósfera de ambos se alterara por completo. La gravedad disminuyó, se elevó la velocidad de los latidos y era muy fácil perder el control al encontrarse en las miradas.
El choque dejó grietas irreparables, suspiros constantes, abrazos ansiosos de ser infinitos. Sólo podrían curarse al fusionar sus corazones en uno sólo y fue así como TÚ y YO se convirtieron en algo mucho más grande, un NOSOTROS.
En NOSOTROS hay amistad. Es aprendizaje, confianza, mostrarse sin máscaras, aceptación, es apoyarse en los mejores y peores momentos y compartir secretos y aventuras que quedan en la memoria por siempre.
Esa amistad es la pieza clave, el tiempo exacto que necesitábamos para merecernos y sin planearlo nos gustamos…
En NOSOTROS hay protección. Es ahí donde me siento segura, es nuestro refugio, cubierto bajo una manta de estrellas que nos permite soñar abrazados durante la noche, con la seguridad de que al abrir los ojos, estaré mirando los tuyos, seguido de un beso que nos haga sonreír.
En NOSOTROS hay decisión. Cada día es una nueva oportunidad para amarnos como nunca antes. TÚ y YO, siempre buscando la forma para que los abrazos sean eternos, las miradas se tiñan de ternura y valorar la luz de aquello que desde un principio nos trajo hasta aquí.
NOSOTROS es libertad. Un lugar único, libre de ser, decir, hacer, reír a carcajadas, tocar, sentir, besar incansablemente, bailar descalzos, cantar, tontear, hasta llorar.
Pero NOSOTROS también es esfuerzo. Porque sé que somos errores y miedos, capaces de lastimarnos, diferencias que nos dejan inciertos ante el futuro, sin embargo, nada es tan catastrófico como visualizar la vida el uno sin el otro. TÚ eres vida para mí.
El tiempo se detiene en un NOSOTROS. Cada segundo es como un regalo, el más precioso. Una vida no basta para cada amanecer que aún nos aguarda, quiero caminar cada rincón del mundo tomados de la mano, aprender de memoria tus lunares, besarte hasta el alma. Una vida para crecer y mejorar, aprender y proponer… no hay prisa TÚ y YO vamos a ser eternos en un NOSOTROS.
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De aparadores y amores
No lo soporto. Recorrer una y otra vez los pasillos con pisos abrillantados, rodeados de un aparador tras otro, con cúmulos interminables de gente que se cruza en mi camino. Entrar en una tienda, mirar de un lado a otro, sin comprar algo que realmente desee, comer en los mismos restaurantes, ¿qué prefieres pizza, hamburguesa, alitas o tal vez sushi? ¿vamos por un café? Siempre es lo mismo. Además son carísimos y a mí ni me gusta el café.
Desde que mi papá se fue de la casa, le he agarrado cierta repulsión a las plazas comerciales. Claro que cuando era pequeña lo disfrutaba muchísimo. Cada ocho días, sin falta, me llevaban a comer, al cine, por un helado y en ocasiones especiales, regresaba a mi casa con una o hasta dos Barbies nuevas.
Poco a poco la rutina comenzó a cansarme, la sorpresa del fin de semana radicaba en el hecho de no saber a qué plaza íbamos a ir. Sería tal vez Perisur, Plaza Universidad, Santa Fe o Satélite. Hasta eso que mi papá le iba variando.
Es muy cagado. Tengo tantas memorias padre e hija dentro de un mall, que yo creo que no es normal. Con decirte que fue en Galerias Plaza de las Estrellas donde conviví con mis hermanos por primera vez. ¡Qué plaza tan más pinche del lado feo de Reforma y esas cosas! Nunca he sido muy buena para ubicarme.
Así como lo oyes, yo me enteré que tenía dos hermanos mayores hasta que cumplí seis años. Fue algo como
—Hay alguien que quiere desearte feliz cumpleaños.— me dijo mi papá, sosteniendo la bocina del teléfono.
Cuando contesté sonó una voz de anciana, era mi abuela, hasta entonces también desconocida. No recuerdo qué fue lo que me dijo, ella siempre tan indiferente y distante.
Sólo tengo grabado un
—Te paso a tus hermanos.— tan seco como su cara.
Hablamos como dos segundos, ¿qué esperaba mi papá?, “Hey, hermanos, grax por la felicitación. Los amo, nunca cambien.” Claro que no. Yo era la ex hija única más confundida del mundo, con mi vestido verde de flores, dos coletas en la cabeza, adornadas por unos preciosos moños blancos y una inmensa cara de “what the fuck?”.
** “Qué le sople, qué le sople” ***
Pocos días después fue la gran reunión. Mi papá fue por mí al kínder, uno de monjitas llamado María Isabel Dondé. ¿Dónde qué o qué? Siempre me sacó de onda el nombre. La verdad estaba en una zona bien feita por el metro Niños Héroes, o sea, la famosa Doctores, donde si la banda no te ubica, debes andar con cuidado.
Por suerte para mí, el barrio me respalda. Digamos que tengo familia de renombre, por los barrios bajos, pero de renombre. Mi bisabuela materna creció en esa colonia, así como mi abuelita y mi mamá. Yo crecí en la Navarte, cerca de ahí, pero en un mundo completamente distinto. Es muy fácil darte cuenta, en cuanto cruzas el Viaducto es realmente significativo, de un lado ves perros callejeros por todos lados y del otro hay perros que usan sudaderas y hasta botitas para la lluvia.
Como era día del niño, yo iba más que soñada con la ropa de calle. Recuerdo que no me bastaban unos jeans y una playerita de Las pistas de Blue o algo por el estilo. Yo le echaba ganitas, pantalón negro de pana, una playera con escote en la espalda, sandalias y hasta unos lentes oscuros, de esos que te daban en las bolsitas de dulces.
Mi papá iba emocionadísimo en el coche.
—Él se llama Ángel y el pequeño de ahí es Patricio—, me dijo mientras me mostraba una foto de unos niños sentados en la fuente de Los Coyotes, en Coyoacán.
Sólo el más alto sonreía genuinamente, el otro se veía como enojado. Llegamos a un conjunto habitacional en la San Rafael, otra zona medio feita, pero que tiene cerca el Ángel y esas calles bonitas.
La puerta se abrió, una señora salió de la mano de dos niños, mis hermanos pues. Su mirada se clavó con la mía y me dio un miedo terrible, casi lloro. Le susurró algo a Patricio, para que él volteara a verme con la misma cara de su madre. Los dos caminaron hacia la camioneta, yo me pasé al asiento justo detrás de mi papá. Era una Windstar blanca, por lo que mis hermanos se sentaron en la parte de hasta atrás.
—Saluden niños. Ella es Katya, su hermana—, les dijo mi papá en cuanto se sentaron y él arrancó. ¿Casual, no?
Ángel se estiro para darme un fuerte abrazo y me regaló una sonrisa que me tranquilizó un poco. No es mi culpa que desde entonces sea mi hermano favorito. Actualmente hasta está casado y es el marido más cariñoso del mundo, es de esas parejas que te hacen creer en el amor. Mientras tanto, Patricio ni siquiera volteó a verme.
Al llegar a la plaza, después del tráfico horrible que se genera en Marina Nacional, mi papá no cabía en su felicidad. Y nosotros tres ahí, con cara de ya me quiero ir. Sobre todo Patricio y yo. Él porque me consideraba la causa del fracaso de su familia feliz y yo porque en esos momentos hubiera preferido ir a la fiesta de cumpleaños de mi amiga Miyuki en el parque de los venados.
Todos los del salón iban a ir, o sea, los cool kids. Es cagado porque yo de chiquita era de esas niñas mamonas, de las bonitas y populares. ¡En el kínder! Yo creo que fue por culpa de tantas telenovelas infantiles que veía en el canal dos. Por alguna razón me caían mejor las villanas, como Silvana o Simoneta.
—¿A dónde quieren ir a comer?—, nos dijo mi papá. Con esa misma voz de extrema felicidad, que seguía sin hacerme sentido.
Terminamos yendo a Mc Donald’s. Atascadísimo claro, porque era día del niño.
—Yo quiero la cajita feliz y un helado de vainilla—, dije.
Mi papá terminó pidiendo cajitas felices para todos, hasta para él. Aunque después se compró un hot dog y unos nachos al entrar al cine. Porque claro, no podía faltar una ida al cine, donde vimos Dinosaurio. Cada que la veo recuerdo esa extraña sensación y déjame decirte que no es nada bonita.
Para acabarla de amolar, mi papá pidió que nos tomaran una foto junto a la camioneta, en el estacionamiento, porque había olvidado la cámara en el coche. Y ahí salgo yo, abrazadota de mi papá, con una muequita de lado y con mis lentes chafitas de micas moradas y mariposas en el armazón.
Cuando pasé a quinto de primaria las salidas cada ocho días comenzaron a escasear. A veces nos veíamos cada quince días, cada tres semanas y luego una vez al mes, pero siempre tenía que ser en una plaza. Mientras más escaseaban los encuentros, más grandes iban siendo los regalos, cualquier juguete que quisiera, ropa, zapatos, etcétera.
Mi primer celular costó casi cinco meses sin vernos. Mis amigas ya tenían uno, para tomarse fotos en el espejo del baño de la escuela, jugar viborita y llenarlo con miles de temas e imágenes de perritos o de Zac Efron. Obviamente necesitaba uno en mi vida. Mi papá me llevó a una nueva plaza, de esas Outlets enormes hasta San Juan de no sé dónde. Te digo que no soy buena para ubicarme, pero es por Mundo E, ¿eso se sigue considerando ciudad?, creo que ya es provincia.
La plaza esta estaba enorme, con decirte que hasta te regalaban un mapa en la entrada. Íbamos los mismos cuatro, más mi mamá, quien junto a mi papá, intentó durante muchos años crear algo que era realmente imposible, la dichosa happy family. Los años le dieron a Patricio una barba increíble a sus apenas dieciséis años, pero con la misma actitud del asco. Y yo, once años, igualita, con cara de niña y sin chichis, sólo que más gorda.
Para ese entonces, Ángel y yo ya éramos los más amiguis, me contaba de las chicas con las que salía. Se las llevaba a lugares s��per bonitos en La Roma y Condesa, era un alma fiestera como él solo y yo que moría de ganas por salir de antro con él. Mi hermano no era precisamente guapo, pero es el único que heredó los ojos verdes de mi papá, además que se metió en la política y tenía un pegue increíble.
Una vez me llevó a Colegio Militar, ése que está por la salida a Cuernavaca y yo me sentía en el video de La Incondicional de Luis Miguel. Ambos la pasábamos tan bien, que para mí, Patricio ya era y es, un cero a la izquierda. Después me invitó a conocer a su novia Polette, una chica lindísima que me daba tips de belleza, dietas y otras cosas que me salvaron en mi primer año de secundaria, el Colegio del Valle, en la Del Valle, obviamente. Ojalá se hubiera casado con ella.
La verdad es que la secundaria fue mi época de más pocker face, tuve que crecer de chingadazo, porque por mucho que moría por salir de antro como Ángel, las Barbies seguían siendo mi debilidad. A esa edad ya nadie jugaba con muñecas, aunque Polette sí. En realidad sólo me ayudaba a vestirlas, a acomodar la Casa de los Sueños que me regaló Santa Claus, o sea, mi papá y a veces hasta les hacíamos pequeñas sesiones de fotos en el jardín de su casa.
Polette vivía en una casa increíble en Jardines del Pedregal, uno de mis lugares favoritos de la ciudad. Era como una mega cabaña, con detalles en madera por todos lados, algo entre rústico y moderno. Su papá era general del Estado Mayor Presidencial y su mamá se dedicaba a viajar por Europa cada que podía, era muy raro encontrarla en casa, con excepción de la época navideña, donde pasaba semanas planeando la inmensa decoración. Cada año era algo distinto e increíblemente hermoso, lleno de luces y de esos muñecos inflables que venden en Costco.
Fue ahí donde me enamoré por primera vez. Con casi trece años, castigándome sin comer para bajar de peso, aún sin chichis y con un gusto musical cien por ciento Disney Channel, llegó Carlos Garduño. Ángel, Polette y yo estábamos en la mesa de la cocina, cuando Oscar, hermano de Polette, –quien por cierto era la persona más burlona del mundo y mi mejor amigo–, entró junto a el chico más guapo que hubiera visto jamás.
—¿Qué onda?—, nos saludó Oscar. Polette se paró de un saltó y corrió para abrazar a Carlos. —Carlitos, mira lo enorme que ya estás—, dijo Polette, en un tono extremadamente de tía. —Ángel, él es Carlitos, el hijo de Felipe–, añadió.
—¿Qué tal?—, lo saludó Ángel estrechando su mano.
—Y ella es Kit Kat, mi querida cuñis—, dijo Pol, mientras me abrazaba por la espalda. Carlos me miró y me sonrió. —Hola—. —Hola—, le contesté con voz tímida. Mis mejillas ardían y yo podía sentir como el color rojo me devoraba por la pena.
Obviamente Oscar se burló de mí hasta el cansancio, pero cuando Carlos y yo cruzábamos miradas, algo dentro de mí se encendía, era un sensación increíble que nunca antes había experimentado. No podía cansarme de observar el hermoso verde de sus ojos, justo como el que tanto anhelaba haber heredado de mi papá, por el cual comía todas mis verduras cuando era chiquita. Sólo porque mi mamá inventó que éstas eran capaces de conceder deseos a quien las comía.
Sus cejas, me transportaban a la profundidad de un bosque y por ende a ese peculiar olor a tierra mojada que tanto amo. Tenía una sonrisa perfecta y sus labios parecían tan suaves y rosas, que me daban unas ganas horribles de besarlos. La primera vez que lo hice fue en un cine, tan cliché.
Nuevamente las plazas comerciales siendo parte de mis momentos más importantes. Esa vez estábamos en Reforma 222, un lugar increíble con enormes cristales y todo un nuevo concepto en cuanto a malls. Actualmente es simplemente equis, sin embargo el cine era algo especial, con butacas rojas de piel y donde la sala era prácticamente nuestra. Carlos tomó mi mano, y yo toda mensa la quité por la sorpresa. Al darme cuenta, tomé su mano en seguida, lo cual le ocasionó una pequeña risa, ambos nos vimos por un momento y ¡pum! O sea, que nos besamos, ¿ok?
Salimos aproximadamente siete meses, aún conservo un álbum en Facebook, con toneladas de fotos nuestras editadas a lo Picnic, donde le juraba mi amor eterno. Íbamos a Six Flags, Starbucks, al cine, a la comida rápida o simplemente a dar la vuelta… ¿a dónde más? pues a las plazas. Por suerte no me cortó en una, fue peor. Carlos es un patán de ojos bonitos, que se besó con mi mejor amiga Less, en mi propia fiesta de quince años. Más dramático, imposible.
Pero yo también he roto corazones. Fue en Parque Delta donde bateé a un chavito que estaba loquito por mí. Loquito en serio, trabajaba en un módulo de Virgin Mobile, por donde yo vivo y cuando apenas si lo conocía (tres días), me llegó con flores y un oso de peluche a la puerta de mi casa. Obviamente no le abrí y al día siguiente decidí ir a su trabajo para devolverle las cosas y me dejara en paz de una vez. El pobre no se lo esperaba y me armó toda una escenita de no me dejes y toda la gente viéndome con cara de “eres una mal nacida”. Me sentí horrible y tuve que dejar de ir a Delta por un buen rato.
Actualmente prefiero ir a cualquier lugar menos a una plaza. ¿Para comer? Pues Rappi o un restaurante individual, como los que están en Insurgentes. Incluso amo comprar en línea, ropa, maquillaje, cualquier cosa, los servicios de envío a domicilio son el mejor invento del mundo.
Así que a ti, te puedo aconsejar, ¡no vayas a plazas! Si tienes hijos no pases sus fines de semana en esos horribles lugares. Sal a un parque, conoce lugares escondidos de la ciudad o los típicos puntos turísticos. Date una vuelta por Madero… aunque ahora que lo pienso, Madero ya se ha convertido en un tipo de centro comercial pero al aire libre, lleno de ópticas y bares baratos. Mejor sal de la ciudad, los mall son lo peor y nos están invadiendo cada vez más. Si no me crees, date una vuelta por todo Periférico y dime cuántos cuentas.
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Amor; happy sad
“– Y él es el primero de muchos, bebé.” me dijo Arantxa. Yo lo sé, pero me da miedo. Se siente de la chingada.
Fueron siete días, en los cuales descubrí un tipo de locura que nunca antes había experimentado; se mezcla con culpa y las ganas de que permanecieses a mi lado.
Desesperación. Quiero encontrarte entre toda la multitud, se supone que estaría tomando tu mano, pero estoy sola y muy borracha. Corro sin sentido con el fin de llegar a ti, para estrecharte con todas mis fuerzas y escucharte decir que todo está bien, ya no habrá más dolor.
Algo en mi interior sabe que es demasiado tarde, tú ya estás bailando con alguien más, sonríes y sostienes su mano en mi lugar. Es inevitable, me quedo llorando inútilmente, mientras intento llamarte una vez más, sólo una vez más.
Miedo. Las mañanas a tu lado, tu particular forma de amar mis defectos y manías, los detalles espontáneos, la sensación de saberme protegida estando entre tus brazos; nada de esto volverá y yo sólo puedo observar como se alejan junto contigo.
Soy un trozo de papel que apenas puede mantenerse en pie, me invade la necesidad de tenerte cerca una vez más, que me mires como solías hacerlo y aunque sea demasiado, pedirte que me abraces.
¿Acaso ya todo está perdido? Está vez la decisión está en tus manos, y ahora que todo está dicho, estás listo para tomar tu propio camino, uno distinto al mío.
Enojo. Ella es tu zona de confort, el arma que necesitas para deshacerte de mí y así de fácil desechar todos los recuerdos de nosotros, ésos que no me dejan ni comer o dormir.
Me enoja que no puedo enojarme contigo, porque deseo que no sufras al igual que yo lo hago, sé que fue mi culpa y no puedo exigirte nada… pero, ¡sólo ha pasado una semana y ya es “mi niña número uno, la única e inigualable”!
**BULLSHIT**
Un momento, si puedo enojarme contigo. ¿Eres muy rapidito para querer a alguien a ese grado, no?
Intenté acabar este post con una reflexión positiva, pero el enojo se apoderó de mí y no pude. Ya será para la próxima, donde hable de cosas bonitas.
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Blandita
No hay mejor descripción para una persona como yo. Se le llama “blanditos” a aquéllos que vivimos en un burbujita, repleta de comodidades, donde pocas veces debemos preocuparnos por resolver nuestros problemas, -algunos tan simples como lo es cortarnos las uñas de los pies-, pues siempre hay alguien que lo hará por nosotros.
Dicha burbuja es engañosa e incluso peligrosa, te acostumbra a vivir tan cómoda y libre de preocupaciones, que termina por convertirte en alguien débil, tal vez un poco inútil, berrinchuda e indecisa.
El problema llega un día inesperado. Alguien entra en tu vida y pone toda su confianza para dejar su corazón en tus manos. ¿Cómo vas a cuidar de ese frágil y precioso tesoro, si ni siquiera puedes cuidarte a ti misma? Nadie es capaz de decidir por ti y sólo tienes dos opciones, ¿lo tomas o lo dejas?
Toda la vida la pasas esperando por este momento, mensajes de buenos días, repletos de corazones y changuitos, tomar su mano al caminar, besos en la frente, mirar las estrellas, risas, abrazos, miradas… lo tienes todo, pero es mucho más que eso. ¿Qué vas a hacer para arruinarlo?
Típico: nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde.
Las dudas tontas te carcomen hasta el alma, “¿cuánto más puede durar? no es suficiente, ¿es miedo a lastimarlo? ¿y si algo va mal?…” te ahogas en un vaso de agua, sin siquiera hacérselo saber. Piensas que las diferencias entre ustedes no los harán compatibles y te encuentras al borde del precipicio.
Entonces ya no hay vuelta atrás, es demasiada responsabilidad. Decides huir, sin pensar en todo lo que vas a perder y sin más, lo alejas.
Poco tiempo pasa, pero va muy de prisa como para esperar a que afrontes tus miedos y arregles las cosas. Ahora sabes que lo extrañas, lo amas y quieres que se quede a tu lado… ¡malas noticias!
No todo el mundo es capaz, ni tiene porqué lidiar con una blandita, cumplir así de fácil todos tus caprichos, resolverte la vida para que la burbuja continúe intacta. Él no regresará y lo sepa o no, es lo mejor que puede hacer por ti, pues el dolor que causa con su partida, te hará más fuerte.
A��n así, me abrazas cálidamente hasta que estoy lista para irme, justo como ese primer día, antes de cruzar la calle.
“Anda, a crecer Boo.”
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1.1. Pérdida de la cordura
Simple y fugaz, un beso que pudo ser como cualquiera de mis anteriores desastres, esos que se fueron sin dejar rastro, ¿por qué no lo hiciste así también? La realidad es que algo encontré en ti que vino a sacudirme por completo. Inolvidable.
Te veo, entre toda la multitud, reunidos supuestamente para festejar mi cumpleaños, aunque ellos ni siquiera saben mi nombre, ni yo el suyo. Sólo sé que entre todos esos extraños te elegí... o tal vez tú me elegiste, nunca lo sabré con certeza.
A lo lejos te observo, bailo con mis amigas, tomamos tequila, la noche parece infinita, nos pertenece, reímos a carcajadas sin saber exactamente porqué… me pregunto si me has notado.
La música suena fuerte, el alcohol empieza a hacer efecto, lo sé porque me cuesta muy poco hacer el ridículo. Bailo y salto exageradamente, mientras los tacones altos y la falda que oprime mis piernas casi me hacen caer, pero en ese momento nada de eso importa realmente.
De vez en cuando nuestras miradas se cruzan.
Ahora me encuentro más pendiente de ti, busco llamar tu atención, mientras bailo y de un momento a otro te encuentras a mi lado. Volteo en tu dirección y entonces sucede, en menos de un segundo me atraes hacia ti y nos besamos.
***¡CABUM!, desde ese momento está decidido: Ya valiste madres Abril. Este es el karma que has de pagar, posiblemente por haber sido una perra en tus vidas pasadas y de antemano, por todo lo malo que harás en el futuro.***
Ahora que estás tan cerca de mí, puedo ver tu sonrisa, me encanta. No hay más que perder, así que lo digo:
—Tienes una sonrisa hermosa
Diriges tu mirada hacía mí, para sonreír nuevamente. “¡Que perfecto eres!”, pienso mientras te admiro atentamente.
La noche trascurre lenta, pero nunca es eterna. Todo lo ocurrido, parece ya tan lejano, te vi partir a prisa junto a todos tus amigos, dejando conmigo todos tus fantasmas. No estoy segura si volveré a verte, en mi interior deseo que si... así será.
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Locura, ¿eres tú?
Busco desesperada el deshacerme de esta basura que se acumula casi sin control en mi cabeza, me atormenta, me ilusiona o alucina… ¡maldita sea!, otra vez todo termina relacionado contigo y con el momento en que decidiste llegar a mi vida.
Tienes el poder de hacer conmigo lo que gustes y lo gracioso es que a ti no te interesa. Entonces, ¿por qué continuo guardando un lugar en mi vida, reservado para tu detestable, pero tan deseado ser? Quiero liberarme, pero la idea de desaparecerte por completo me parece aterradora.
Decido vivir excusándote de todo, me repito: “tal vez la próxima vez que lo vea sea diferente”, siembro una leve ilusión de que seremos más cercanos, salgamos, me tomes de la mano, lo que sea…
¡No te rías!, tu sonrisa dejó de ser perfecta, sé que detrás de ella no encontraré nada especial, me has dejado claro lo poco que significo para ti, sin embargo me niego a aceptarlo.
No tengo esperanza alguna que me permita aferrarme a ti, nunca me has dado razones, pero continuo en mi propio juego donde mantengo vivo tu recuerdo. Con una noche que te vea, me basta para pensarte durante cientos de lunas posteriores. Es un ciclo que no puedo parar.
Estoy enferma, en verdad creo que enloquecí. ¿Se considera obsesión?
No sé cómo debo describirte o llamarte. Eres sólo un ideal, creado a partir de una infinita memoria que se repite una y otra vez, en mi mente, mi piel, mis labios…
Eres tú, mi locura.
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