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metene1 · 2 years ago
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Rincón de historias
Hola! Soy Metene. Me gustan los libros e historias de fantasía, miedo, misterio, acción y ciencia ficción. Soy alegre y muy activa aunque algo distraída. Espero les guste el fruto de mi imaginación.
REALIDAD El celular de Alex sonó mientras iba caminando por las calles de la ciudad. <<Advertencia>> decía el título de la notificación. Frunció el ceño al ver el nombre del usuario; ya estaba harto de que le siguieran acosando de esa manera. No se acordaba para qué lo querían contactar tan desesperadamente pero sí el rechazo que le causaban, por lo que decidió eliminar el mensaje sin siquiera leerlo. Ese día se encontraba de buen humor. Iba vestido con la ropa más elegante que podía, se había peinado con gel y llevaba una cantidad considerable de dinero en su cartera. Se estaba dirigiendo al restaurante La Boheme para encontrarse con Miriam.
– ¿No tendrá algo que regalarme? – preguntó un hombre, vestido en harapos, sentado en una esquina de la calle.
– Aléjese de mí. – contestó con repudio.
– Por favor, si no pago pronto me borrarán la cuenta…– rogó el señor.
– No es mi problema. – le interrumpió Alex de manera cortante.
Sabía que estaba mal la manera en la que  le hablaba, pero no podía controlarlo. No era nada personal, simplemente no podía soportar todo lo que las personas como él representaban. Inútiles tirados en la calle como  basura, miserables… Le dejaban un mal sabor de boca. Sin embargo, no dejaría que eso, ni nada más le afectará, no hoy. Al fin, después de semanas de coqueteo entre él y Miriam, habían decidió dar el siguiente paso. Era por eso que se dirigía a uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad.
Finalmente llegó al restaurante y tiempo después también Miriam. La saludó con un beso y un abrazo y se dirigieron a la mesa. Después de pedir la comida, Miriam notó las vendas en su mano.
–¿Qué te pasó?
–Oh, no es nada. Sin querer me corté con un cuchillo. – contestó quitándole importancia–. Y si te soy sincero, no duele.
Siguieron conversando amenamente, pero algo andaba mal. Conforme pasaba el tiempo, Alex parecía sentirse peor y peor, era como una urgencia que parecía no tener origen.
– ¿Estás bien? – le preguntó su compañera notando la incomodidad.
– Sí, estoy bien. Solo tengo un poco de hambre, pero sigue con lo que me estabas diciendo, por favor.
Entonces, como si lo hubieran invocado, llegó el mesero para servirles la comida.
– Mira qué coincidencia. – le dijo Miriam. – Se ve delicioso. – exclamó cuando vio su plato.
– Sí que se ve, aunque no sé si lo digo por el hambre. Pareciera que no he comido en días. – Bromeó.
Alex empezó a comer y poco a poco lo fue haciendo con más premura. Entonces lo notó. Los sabores inundaban su boca, era delicioso, pero en cuanto lo tragaba era como si no hubiera comido nada. No importaba cuánto comiera, su estómago no aliviaba su hambre.
– Alex ¿Qué te pasa? – preguntó preocupada pero él no le contestó; solo seguía metiéndose comida en la boca como si de un animal salvaje se tratara, aunque mucha diferencia no parecía haber. – Alex si este es algún tipo de broma, no es graciosa. – se quejó con tono severo.
Entonces su alrededor se empezó a desvanecer. “¡Alex!” Escuchó a Miriam gritar. 
Todo se había desvanecido, todo excepto el hoyo en su estómago. Permaneció a oscuras por unos segundos hasta que una luz apareció frente a sus ojos. <<Apago automático. La salud del jugador se encuentra comprometida>> Fue así que lo recordó todo. Se sacó los lentes de realidad virtual y observó su alrededor con horror. Estaba en un cuarto sucio, desordenado, descuidado… Pero eso no era lo importante para él, así que se paró bruscamente, provocando que se mareara y casi cayera al suelo. Salió de su cuarto a los oscuros pasillos del edificio abandonado en el que vivía y de camino a la cocina, si es que así se le podía llamar, se encontró con un grupo de personas alborotadas. Una señora se encontraba llorando en el suelo desconsolada. Parecía que alguien más había sufrido una sobredosis.
– Necesitamos que por favor se calme, esto es por su bien. – le dijo un hombre pulcro y vestido de blanco mientras intentaba inmovilizarla.
– ¡Mentirosos! – dijo sacudiendo su cuerpo con violencia – ¡Regrésenmelo, es mío!¡Tengo que regresar!
– Lo lamentó, no podemos permitirlo. – dijo una chica de blanco. – Primero debe ser tratada, su vida se encuentra en riesgo. Necesitamos que se mantenga en el mundo real por un tiempo, por favor entiéndalo.
– ¡No!¡Este no es mi mundo real! – dijo intentando alcanzar los lentes que tenía otro hombre vestido de blanco. – ¿Cuál es la diferencia? ¡Si todo lo que tengo está ahí; mi casa, mi dinero! – dijo sollozando. – Aquí no tengo nada. Aquí no soy feliz.
Alex apresuró el paso para alejarse de la escena y pronto llegó a la “cocina”. Abrió cajas, y buscó entre los periódicos pero no encontró nada. Se estaba empezando a desesperar. Si no comía no podría volver a ingresar. Entonces vio el bote de basura. Corrió hacia él y buscó l con esperanza, pero no encontró nada; solo restos de papeles y vidrio. Pateó el basurero frustrado y por la fuerza cayó al piso junto con el bote que había vaciado su contenido por doquier. Entonces pudo ver una bolsa café que se encontraba oculta detrás del bote. Agarró la bolsa, la abrió y pudo ver un sándwich. Bingo. No tardó mucho en darle la primera mordida y tampoco en acabárselo. No era suficiente para calmar su hambre pero sí para jugar, así que ya todo estaba resuelto. Dejó la bolsa en el suelo y se dispuso a irse pero en cuanto puso una mano en el suelo para pararse se cortó con un vidrio.
– ¡Auch! – se quejó quitando la mano enseguida.
Dolía…
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DULCE HOGAR Había un monstruo en su casa. Quería desgarrarla con sus uñas y masticarla con sus dientes. Quedarse con él significaba vivir con miedo pues cualquier movimiento en falso podría provocar su furia. La obediencia era necesaria para sobrevivir; si él le decía que corriera, no paraba hasta que le dijera, si le decía que se callara, ni un sonido debía articular y si le decía que se desnudara, así debía de ser. Y cuando la noche caía la inundaba la incertidumbre de sí ese día la visitaría para olerla, saborearla y tocarla.
Pero ya no más, ese nublado día había acumulado el valor suficiente para escaparse. Si lograba cruzar el bosque hasta llegar al pueblo estaría a salvo. Apenas había corrido unos minutos por el arbolado cuando escuchó unos alaridos atrás suyo… Era él. Ya se había dado cuenta de su ausencia y estaba furioso. Un escalofrío recorrió su espalda y sin dudarlo aceleró. Cada vez se escuchaba más cerca y sin importar qué tan rápido iba él seguía acercándose a una velocidad constante. 
– ¡No te dejaré ir! – le gritaba. – ¡No importa qué tan rápido corras, te alcanzaré!
Entonces un relámpago iluminó el cielo anunciando la llegada de la lluvia y la tierra bajo sus pies se volvió lodo.
– ¡Ahí estás! – escuchó ella demasiado cerca. Así que volteó hacia atrás. Ahí estaba él, estirando sus garras para atraparla. La había alcanzado. Ella pisó con más fuerza para impulsarse pero su pie resbaló con el lodo. Cayó y giró por el suelo. Se intentó parar lo más rápido que pudo pero el monstruo la agarró del tobillo y la jaló hacía él.
–¡Ah! – Ella enterró sus dedos en la tierra como si de garras se trataran pero no era rival para la fuerza de la bestia, así que agitó las manos desesperada por agarrarse de algo y encontró una piedra.
– ¿Creíste que podrías…?– no pudo terminar la frase por el golpe que ella le propinó con la piedra. El monstruo la soltó gritando del dolor y ella no tardó en salir corriendo.
¿Qué debía hacer? ¿Seguía corriendo? La atraparía ¿Y si escalaba un árbol? No le daría tiempo ¿Esconderse? Estaba anocheciendo y con la tormenta apenas y había luz solar. Podía funcionar.
– ¡Dalila, regresa aquí! – lo escuchó vociferar.
Se desvió del camino, no podía dejar que él supiera a dónde se dirigía, y en cuanto se alejó lo suficiente se ocultó detrás de unos arbustos. Intentó regular su respiración y entonces él llegó a donde ella estaba y…pasó de largo. No la había visto ¿verdad? Esperó un rato en su escondite pero él no regresó ¡Lo había engañado! El alivio se instaló en su pecho, el cual no tardó en ser reemplazado por preocupación, ahora tenía que seguir.
Fue de regreso a donde se había caído, con rapidez y cautela retomó el camino hacia el pueblo. Ya había oscurecido por completo y apenas podía ver por dónde iba. De la nada, Dalila se volvió consciente de todos los sonidos a su alrededor; desde el movimiento de las hojas con el aire hasta el más leve crujir de los árboles. Era aterrador, se imaginaba que cada sonido la advertía de la llegada del monstruo. Por la histeria corrió más rápido y cuando creía que se iba a volver loca pudo ver unas pequeñas luces al final del camino. El pueblo, ya casi había llegado a él ¡Solo un poco más y sería libre! Entonces sintió cómo su mano era jalada hacia atrás.
– Te atrapé. – Se burló de la bestia mientras la tiraba al piso.
–¡No! ¡Ayuda! – gritó esperando que algún pueblerino la escuchara pero no hubo respuesta. – ¡Alguien! ¡Quien sea!
– ¡Quédate callada! – le gritó. Un fuerte dolor se instaló en su cabeza y el mundo le empezó a dar vueltas. La había golpeado.
– Ayuda… – apenas logró susurrar pero no serviría de nada.
El silencio fue su única respuesta. Nadie la escuchaba y nadie la ayudaría.
– Regresemos a casa.
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UNA GRAN FIESTA
No sabes qué haces aquí. Desde que te dieron la bienvenida con sus sonrisas chapadas en amabilidad te arrepentiste.
– Que bueno que has venido. – Te había dicho la anfitriona cuando llegaste.
– Gracias a ti por invitarme. – contestaste amablemente.
>>Mentirosa<<
Después te dirigiste resignada al grupo de chicas y chicos que reían y cuchicheaban con sus lenguas bifurcadas. Todas las chicas vistiendo miméticamente; con ropa digna de una fiesta, pero incluso así de arregladas, tú eres capaz de ver sus escamas de muchas. Las conversaciones que se llevaban a cabo estaban lejos de ser interesantes; por un lado, se observaba el descaro de las niñas al hablar de fiestas a las que no te habían invitado y por el otro, la conversación era por completo insulsa y ajena para ti. Como era costumbre, esta se basaba por completo en chismes y prejuicios, y te mareabas por la mención de todos esos nombres de personas a las que desconocías. Lo único que lograba despertar interés en ti era saber qué es lo que habían hecho los desdichados susodichos para haber indignado a tus compañeras de esa manera, y cuánto de lo que escuchabas era verdad y cuánto una versión distorsionada convenientemente para ellas. Aún así, debido a tu ignorancia y desinterés sobre los temas de conversación, tú no tenías nada para aportar; por lo tanto, no hablabas con nadie y nadie hablaba contigo.
Es por esto que te limitaste a sonreírle a quien te miraba e intentar matar el tiempo con la botana que se encontraba en el centro de la mesa y las divagaciones que tu cerebro te ofrecía. Y aunque esto era una buena distracción, no era suficiente para escapar del hecho de que te encuentrabas rodeada de personas y aún así estabas sola. Entonces te das cuenta que algunos voltean a verte entre risitas ¿Ahora qué pasa? ¿Acaso tenía algo? Bajas la mirada pero no encuentras nada malo; tu blusa blanca está impoluta y el listón negro de esta se encuentra arreglado en un lindo moño.
– Parece una aeromoza o peor, una sirvienta. – lograste escuchar.
Te remueves incómoda en tu asiento mientras intentas disimular la ansiedad que poco a poco te va envolviendo hasta sofocarte. Entonces un escalofrío recorrió tu espalda por el frío y por inercia cruzaste tus brazos.
Te removiste incómoda en tu asiento y te decidiste a checar la hora en tu teléfono. Te decepcionaste en cuanto viste que solo habían pasado 15 min ¿Qué ibas a hacer en todo el tiempo que te quedaba por delante? No querías pasar tu viernes por la noche así, como un fantasma. No querías sentirte sola, no estabas en la escuela.
>> Tu culpa por cobarde, habla.<<
¿Pero de qué ibas a hablar tú con ellos? No coincidían en nada; solo harías más incómoda la situación.
>>No seas tan egocéntrica ¿Acaso crees que tú podrías decir algo más interesante?<<
– ¡Valentina, ya llegaste!
Las exclamaciones te sacaron de tus pensamientos. Dirigiste tu vista hacía las chicas que fueron a saludar con emoción y halagos a la susodicha. Una risita se escapa de tus labios; era irónico cómo recibían tan cálidamente a la misma chica a la que habían destrozado con sus palabras, por la espalda, hace tan solo unos días. 
>>Son unas mentirosas, unas falsas e hipócritas. No las soporto.<<
Respiras profundo para calmarte, no debías pensar así; si no ¿Qué te haría diferente a ellas?
>>No lo eres<<
– ¿Cómo estás? – te hablan a un lado y te sorprendes al ver que era Rebeca.
– Rebe – le llamas con el apodo que le habías dado hace años, cuando ella todavía no se había alejado de su pequeño grupo, cuando aún era tu amiga. – Bien ¿y tú? – preguntas ocultando tu intriga.
– Bien ¿Qué te parece la fiesta?
– Está bien. – contestaste sin saber qué más decir. No le dirías la verdad, hace mucho que ya no confiabas en ella.
– Algo aburrida ¿no?
– ¿Tú crees?. – respondes algo divertida por su afirmación.
– Vienes de tus clases de tiro con arco ¿No? Recuerdo que tomabas clases. – Te dijo.
– Sí – >>¿Se acordaba?<<
– Qué padre. – dijo en un tono extraño. A pesar de sus palabras no parecía haber un interés verdadero. O puede que Rebeca solo estuviera algo incómoda por no saber cómo comenzar la conversación ¿No? Después de todo lo que pasó sería normal sentirse extraño.
La verdad es que te habías emocionado levemente de que te hablara. Ella había sido tu amiga desde primaria pero hace tiempo que se había distanciado de ti para acercarse más a las “líderes del rebaño”, cómo le gustaba llamarlas, y su relación se había tensionado bastante, si es que aún había una. 
– Oye
– ¿Qué pasa, Rebe?
– ¿Ya hiciste la tarea de matemáticas?
Una fuerte punzada de dolor ataca tu pecho ¡Sí que se había vuelto una sinvergüenza y parece que tú una estúpida! Debiste de haberlo visto venir pero por un momento tuviste la esperanza de… 
No tiene caso, ahora Rebeca era una de “ellas” ¿Qué necesidad tenía de hablar contigo si no era para pedirte algo? Estabas segura que a ella ya no le importaba ninguno de los momentos que pasaron. Pensabas que ya te había quedado más claro que nunca, que Rebe solo pensaba en ella misma pero parecía ser que no lo había entendido. 
>>No seas tan ilusa<<
Por lo menos tenías como consuelo que aunque ella era aceptada, estaba tan sola como tú o incluso más.
– La verdad. Es que no me dio tiempo de hacerlo y…
Te desconectaste. Tu mente dejó de prestarle atención a Rebeca y huyendo le puso atención a otra conversación.
“No sé cómo Valentina pudo hacer algo así”
“¿Quién se cree?”
Volteas hacia Valentina. Ahora es que  te das cuenta de que, cuando llegaste, una de las personas de las que hablaron no era ningún extraño, sino ella. 
>> Eso le pasa por llevarse con serpientes<<
Y parecía que a algunos de sus compañeros no les había importado que hubiera llegado a la fiesta y continuaron su conversación con una supuesta discreción. Mientras, Valentina bajaba la mirada incómoda pues las amigas que la habían recibido solo se reían al escuchar los comentarios. Las náuseas te invadieron ¿Por qué Valentina se quedaba callada? Querías gritarle que las callara, que les echara en cara que sabía todo lo que habían hecho y que les dijera hasta de lo que se iban a morir ¿Por qué se dejaba pisotear de esa manera? ¿Acaso no veía que era patético? Qué importaba si ellas se enojaban con ella, de todas maneras no eran sus amigas.
>>¿Por qué no lo haces tú?<<
>>¿Por qué no vas y les reclamas por haber ensuciado tu banca con pegamento y comida? ¿O por haber hablado mal de ti con los niños? ¡Vamos! Si eres tan valiente ve y hazlo. Reclámale a Rebeca por haberlas cambiado a ti y a Ivanna y Martha por las más falsas del salón<<
No, es que tú no podías quejarte sobre las relaciones que ella mantiene y las que no.
>>Pues que al menos te dé una explicación de porqué te dejó de la nada ¡Oh! ¿porque mejor no le reclamas por robarte la cartera que te regaló tu mamá?<<
No hay pruebas de que haya sido ella.
>>Era la única que vio en dónde la guardabas ¡Claro que fue ella! ¡Vamos, utiliza el cerebro si no ¿cómo puedes indignarte de que luego te traten como retrasada?!<<
– Entonces ¿Será que me la puedas pasar?
>>No le des nada, no se lo merece. Si tanto necesita ayuda, que se la pida a sus nuevas amigas<<
– No la he hecho. – contestaste como excusa.
>>Mentirosa, dile la verdad<<
– Oh, entiendo. Entonces ¿Será que me la puedas pasar cuando la hagas? Es que no entendí el tema. – Parecía que su segundo lenguaje era el de las mentiras.
>>No<<
Tal vez deberías?
>>¡No quieres, no lo hagas. Dí que  no, NO!<<
– Sí – dijiste sonriéndole.
>>Hipócrita<<
–Genial, gracias. – Dijo y apenas se esperó unos segundos para irse de tu lado.
>>Quita esa maldita sonrisa<<
Solo fuiste amable, no habías hecho nada malo.
>> ¿En qué mundo ser la esclava de una descarada es ser amable? <<
– Ay. – Te quejas agitando tu mano. Te habías separado la una uña de la piel. Te habías estado hurgando las uñas y no te diste cuenta. Era una mala costumbre que estabas intentando eliminar pero habían veces que no eras consciente de ello hasta que era demasiado tarde. Te paraste y te dirigiste al baño irritada. Te estabas sacando de quicio a ti misma, era ridículo. Abriste la llave, te echaste agua en la cara y pasaste tus manos con agresividad. Tú no eras la esclava de nadie, obviamente no se la ibas a pasar. Solo le dijiste que sí para que te dejará en paz.
>> Entonces eres una mentirosa<<
– No lo soy – susurraste con rabia mientras caminabas por el baño.
Le habías mentido pero es que… ¿Qué otra opción tenía? Si no le sonreías tú serías la grosera, si le reclamabas serías la dramática o la inculpadora, si le negabas la tarea, Rebeca te tacharía de egoísta. Ya tenías suficiente de qué preocuparte como para avivar las llamas. En cambio, si seguía siendo amable, tal vez ellas cambiarían su actitud. Solo era cuestión de tiempo, pues tarde o temprano tendría que madurar ¿no?
>> Deja de ponerte excusas. Hasta crees que ellas te tratarán diferente. Ya has intentado integrarte pero no lo lograste y no sólo porque ellas no te dejen sino porque NO QUIERES. Mejor di la verdad, las odias.<<
Te sientas en el escusado para  intentar calmarte. Estabas equivocada; es verdad que las cosas han sido complicadas con tu salón pero tampoco les deseabas el mal. No eres mala persona.
>> Las odias por sus aires de superioridad sin sentido.<<
No es cierto.
>>No soportas sus estúpidos comentarios<<
No es verdad.
>> Ni sus sonrisas falsas ni su educación barata. Cada vez que ves sus hipócritas caras te dan ganas de arrancárselas como las máscaras que son. Podrás mentirles a todos con tu sonrisa y silencio pero nunca a ti misma.<<
¡De acuerdo! Las odiabas con tanta rabia que te quemaba por dentro, incluso sabiendo que no estaba bien… Las repudias tanto que dolía porque sabes… sabes que eres peor. Siempre has tenido la ilusión de mirarlos con desprecio pero les sonreías, la necesidad de callarlas cuando abren sus bocas para escupir veneno pero callas y escuchas. No había nadie más mentiroso e hipócrita que tú en ese cuarto. Y por eso te odiabas. Tal vez por eso estaba viviendo ese infierno, se lo merecía. Algo habrá hecho para que pasara todo lo qué pasó ¿no?
– Bienvenidas. – Desde el baño eres capaz de escuchar como le abren la puerta a alguien.
– Gracias – escuchaste a dos conocidas voces contestar al unísono.
Te apresuraste a salir y en cuanto las viste la tormenta que se había desatado en tu interior se disipó.
– ¡Martha, Ivanna! – gritaste eufórica sin importarte las miradas de los demás. Ellas te contestaron con la misma energía y corriste a abrazarlas.
– Ay, qué bonita camisa.
– Gracias. – contestaste tímida. – Ustedes también se ven muy bien.
– ¿Hace cuanto que llegaste? – Te pregunto Ivanna. – Es raro que hayas llegado primero.
– Hace como 40 min.
– ¡¿Qué?! ¿Tú llegando temprano a una fiesta? Eso no se ve todos los días.
– ¿Entonces estuviste sola todo este tiempo?
– Bueno, Rebeca me habló para pedirme la tarea.
– Ay qué horror, más descarada no se puede ser. – Se irritó Martha.
– Pobre de ti ¿Y qué le dijiste?–.
Dudaste por un segundo pero al final te decidiste por la verdad.
– Que sí. – Te quejas bajando la cabeza derrotada.
– No se la mandes, da igual. – Te dijo Martha quitándole importancia al asunto con la mano.
– Tienes que aprender a decir no. – Te dijo Ivanna riendo.
– Ay, calla que tú eres el burro hablando de orejas. – le contesta Martha con una sonrisa burlona.
– ¡Oye! – exclama “indignada”.
De repente te diste cuenta que el cuarto se volvía cálido y la estridente música era opacada por la risa de tus amigas. Volviste a respirar con normalidad y tus manos se quedaron quietas.
– ¡Ay! Pero no saben cómo las extrañé estos 40 min. – confiesas abrazándolas.
Ahora todo estaba bien. Ya no te importaba lo que dijeran los demás, sus miradas ni actitudes. Habían llegado tus amigas y con ellas el silencio en su mente. La fiesta había empezado para ustedes y nadie más podría arruinarlo, ni siquiera tú.
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GUERRA
– ¡Reúnan todo su coraje y luchen orgullosos!
– No – susurraron a su lado.
– ¡Por nuestra nación y la de nuestros hijos!
– ¡Por la nación! – gritó al unísono con el resto de soldados.
– ¡Vayan a sus escuadrones y mucha suerte soldados! ¡Les tendremos preparado un festín de victoria para cuando regresen!
Gritos de entusiasmo fueron la respuesta a esa promesa.
– No quiero morir. – susurro trémulo un soldado al lado de Yákov. Este lo volteó a ver con lástima y luego con asombro al ver que era un chico que parecía tener 18 años. Ahora entendía el porqué de aquella actitud tan característica de los bisoños.
– No des por perdida una batalla que no ha comenzado. – recitó las palabras que le decía a su hijo cuando se quería rendir. – Mira la seguridad de todos, vamos a destruir esa maldita base.
El chico lo volteó a ver con los ojos desorbitados, causando que un escalofrío recorra la espalda de Yákov.
– No entiendes. – niega desesperado. – No hay manera de que los podamos vencer. Somos el tercer batallón que mandan. – susurró aterrado. –  Nos están enviando a morir.
¿El tercer batallón? ¿De dónde había sacado eso?
– ¿De que estás… – No le pudo terminar de preguntar Yákov.
– Ustedes dos, ¡A sus escuadrones! No hay tiempo que perder. – les gritó el cabo primero por lo que se apresuraron a ir a sus puestos.
Horas después, Yákov y su escuadrón se encontraban dentro de la ciudad donde se ocultaba la base enemiga; moviéndose sigilosos entre las sombras y resquicios de los edificios. 
No había nadie en la ciudad, la guerra había convertido lo que era un lugar rebosante de vida en una tierra estéril y polvorienta; era una ciudad exánime. Yákov se encontraba en la retaguardia mientras Mike y otros 3 de sus compañeros se habían adelantado, tomando el papel de exploradores. Mike tenía 31 años de edad, 2 años menos que Yákov, con un cabello rizado y unos ojos azabache oscuro que hacían juego con el color de  sus ojos. Al igual que Yákov, Mike tenía una esposa e hijos, de quienes solían hablar siempre que se acordaban de ellos; lo rico que cocinaba Matilde, la esposa de Mike, o sobre cómo Elena y Gabriel buscaban a su padre, Yákov, para jugar al avión. Tal vez era por esto que Mike, durante ese año y medio de guerra, se había convertido en la persona más cercana a él entre todos los soldados, o puede que en realidad fuera por haber vivido tantas adversidades juntos. Lo cierto era que él ignoraba por completo cuáles eran las causas reales pues al final de todo, lo único que realmente le importaba era el vínculo que habían creado.
Gran parte del trecho había sido silencioso hasta que escuchó un grito de Mike.
– ¡Hey, vengan aquí! – gritó. – ¡Hay un niño!
¿Un niño? Pero si hace tiempo que la ciudad había sido evacuada. Corrió a donde lo llamaron y se sorprendió al ver al infante que sollozaba de cuclillas, en medio de la calle. Vestía un suéter café y un gorro de lana de ocho canales que cubría su cabello y rostro, pero lo que más le preocupó a Yákov fue ver la sangre que manchaba su ropa y manos.
– ¿Está herido? –  preguntó Yákov al instante.
– Hey, niño responde ¿estás herido?¿Dónde están tus padres? – Le preguntó Mike, acercándose lentamente.
A pesar de la amabilidad con la que colmó su voz, el niño salió corriendo hacia un callejón sin salida.
– ¡Espera! –  le gritó casi rogando Mike.
En cambio, Yákov miró a sus alrededores nervioso. Se habían puesto al descubierto y para variar estaban haciendo mucho ruido. Si querían ayudar al niño tenían que ser cuidadosos de no revelar su posición al enemigo.
– Mike, baja la voz. Es un callejón sin salida así que no irá a ninguna parte.
– Tienes razón, perdón. – Se disculpó. 
– No creen que sería mejor seguir con la misión. – Opinó Owen.
– ¿Y dejar al niño aquí? ¡¿Acaso estás loco?!.– Le contestó otro compañero.
– Tampoco es que pudiéramos hacer mucho. Sería más peligroso llevarlo con nosotros. – Respondió comprensiblemente Owen.
– Sí,  pero tampoco lo podemos dejar aquí. – remarcó Mike.
Por unos momentos todos se quedaron callados pensando en una solución.
– Ustedes 4 adelántense, – dijo señalando a 4 de los 8 hombres de su escuadrón.– Nosotros nos quedaremos para llevarlo a un lugar seguro pero cercano y así, cuando termine la batalla lo podremos ir a buscar. Luego los alcanzaremos.
Los susodichos se retiraron, dejando a Yákov, Mike, Owen y William con el niño.
Mike se acercó al niño y se puso de cuclillas a su lado. – No te vamos a hacer daño, te lo prometo. Por favor, déjanos ayudarte, es peligroso estar aquí afuera.
¡BANG!
Se escuchó seguido de unos gritos a la distancia. La batalla había empezado.
– ¡Maldita sea! ¡Hay que sacarte de aquí!–. Desesperado, Mike cargó al niño entre sus brazos y se dispuso a irse.
– Vamos al sur y ocultémoslo en algún edificio, yo haré de explorador. – dijo Yákov adelantándose y señalando a su derecha. – Hay que correr, no tenemos mucho tiempo.
– De acuer.. – fue lo único que pudo pronunciar Mike antes de ser interrumpido por un estruendo.
Yákov miró hacia atrás solo para encontrar a Mike tirado en el suelo ¿Qué acababa de pasar?
–¿Mike? – lo llamó al igual que el resto de sus compañeros desconcertados. No había escuchado ningún disparo más que de los que se encontraban en la lejanía.
Owen se acercó a su amigo.
– ¡Qué diablos! – gritó Owen poniendo sus manos en el cuello de Mike.
– ¡Owen! – le alertó William para que esquivara la puñalada que el niño le propinaba con una navaja.
– ¡Ah! – Gritó Owen cuando el niño le atravesó la garganta.
Yákov estaba pasmado, no podía creer lo que estaba viendo, no entendía lo que estaba sucediendo. En cambio, William se abalanzó contra el niño y lo empujó lejos. 
– ¡Yákov, retén a ese maldito engendró!– le gritó William mientras intentaba parar el sangrado de sus compañeros con sus temblorosas manos. Podía escuchar los intentos desesperados de Mike y Owen por inhalar aire sin ahogarse con su propia sangre, causándole un escalofrío. Fue entonces que reaccionó y corrió a someter al niño. Este se retorció con una fuerza improvisada de un infante en cuanto lo intentó contener boca arriba, contra el suelo. La gorra se le había caído y ahora podía observar bien sus facciones. Lo primero que llamó su atención fue su pelo blanco como la nieve pero lo que lo aterró fueron sus ojos rojos, eran ojos aciagos. Una marca maldita. Ese no era un niño normal, era un engendro. Entonces las palabras del chico de 18 años aparecieron en su mente como truenos en un día soleado. Por eso nadie habría regresado de la misión.
¡BANG! ¡BANG!
Se volvió a escuchar pero esta vez en el mismo lugar y acompañado de un dolor intenso en el estómago y en el muslo. Yákov miró incrédulo su panza. El engendro había logrado agarrar su arma  y lo empujó con fuerza tirándolo sin mucho esfuerzo a un lado. Horrorizado observó cómo éste levantaba el arma y lo apuntaba directo en la cabeza.
– ¡No! – Gritó William mientras, por la espalda, le daba un golpe en la cabeza al niño con su arma. Este cayó tendido al suelo. William pasó él brazo de Yákov por sus hombros  y lo ayudó a pararse.
– ¡Ay! – Se quejó del dolor Yákov.
– Tenemos que ocultarnos. – Dijo con la mirada aún perdida. – Pelear así sería un suicidio.
– Gracias.
Apenas habían dado unos pasos cuando volvió a sonar ese maldito sonido ¡BANG! A su rostro le cayeron gotas y William se azotó contra el suelo, llevándoselo  consigo en el proceso. 
– ¡Ah! – gritó al ver el rostro de William. Le faltaba una parte de la frente, sangre escurría de su boca y nariz, y se le había ponchando un ojo. El asco lo hizo retorcer,  la bilis subió por su esófago y vomitó.
Intentó pararse para correr pero apenas dio saltos antes de volver a caer al suelo. Miró a su alrededor desesperado por encontrar una salida y vio un reflejo en una ventana de los edificios de alrededor entonces vio una silueta que salía corriendo. Entonces lo entendió todo, realmente los habían enviado a morir. Habían sido una carnada para descubrir el as que le daba la victoria al enemigo. La persona de allá arriba no lo ayudaría, iría a reportar lo sucedido al general.
– No. – Yákov gateó desesperado por alejarse del niño de pelo blanco, ignorando el dolor del muslo, y de sus manos y rodillas que se cortaban con los escombros del suelo. No podía morir ahí. Tenía una esposa, unos hijos que cuidar, una familia que quería volver a ver. Su pie chocó contra algo, giró la cabeza y la adrenalina le recorrió el cuerpo cuando vio el arma de William. Se abalanzó sobre ella y le disparan al niño.
¡BANG!¡BANG! El niño volvió a caer y se retorció en el suelo del dolor. Entonces noto lo silenciosa que se había vuelto la ciudad. El eco de los disparos que hizo era lo único que se podía escuchar o al menos así fue hasta que Yákov dejó caer su arma atónito ¿Que acababa de hacer?
– No fue a propósito – Justificó mirando a la nada mientras escuchaba los sollozos del niño. Los ojos de Yákov se volvieron cristalinos. – Yo solo quería defenderme. – Dijo agarrándose la cabeza por el remordimiento lo corroía.
El niño se puso de rodillas con las manitas en su estómago para luego pararse. Tenía la punta de la nariz y mejillas enrojecidas, y lágrimas caían de sus ojos. No le había pasado nada. Una mezcla rara entre alivio  y decepción lo invadió. El niño recogió el arma que había dejado caer y le volvió a apuntar a su cabeza. Yákov no hizo nada; permaneció en silencio mientras las lágrimas empapaban su rostro, aterrado por lo que había hecho más que por su destino.
– Perdón –Le pidió  a Dios, al niño, y a su hijo por haber intentado cometer el peor de los pecados. Esta vez  decidió enfrentarse con valentía a su castigo;  tal vez era mejor así, era consciente de lo que había hecho.  Ya no sabía cómo podría volver a mirar a los ojos a sus hijos. El engendro había sido él.
¡BANG!
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MICRORELATO
FUTURO
Es en ese fugaz momento, en el que te vuelves consciente de que tu vida está por cambiar por completo, que una melancolía prematura te invade, anunciando la llegada de un porvenir.
 Se te eriza la piel, tu alrededor parece congelarse o ¿Será que pierdes interés en él? Sin importar la respuesta lo cierto es que te sumerges en tus divagaciones intentando predecir el futuro , si tú corazón se estruja en el intento, cómo evitarlo; pero sin importar que tan creativo, poderoso o inteligente seas no encontrarás manera y muy en lo profundo eres consciente de la terrible verdad:
No sabes la hora ni la fecha pero sí que es inevitable. Ahora no solo la melancolía, también la desesperación te irrumpe y perturba. Es el cambio de lo que es a lo que era y de lo que será a lo contemporáneo lo que te espera. No importa si es una persona, cosa, lugar, o incluso tú mismo, nada permanecerá igual; todo se moverá inesperadamente, cambiará forma de tal manera que a veces ni los reconocerás y al final, tarde o temprano, fenecerá. 
No importa cómo si gritas o te pones de rodillas a rogar, si te alivia o te destruye, el tiempo tiene que ser cruelmente justo con todos y tú no eres la excepción.
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MICROCUENTO
– ¡Vamos Aaron, ya comenzó la batalla!
Aaron se quejó mientras se paraba de su asiento y exhaló el humo de su cigarro antes de caminar. Todos a su alrededor se apresuraban a agarrar sus armas; corrían hacia el campo de batalla, hacia sus muertes y él los seguía, o al menos eso intentaba. Se sentía muy pesado, cada paso era como un maratón. 
– ¡Aaron, espabila! – le gritaban a la lejanía. – Que cr… aces? – la voz se mezcló entre los gritos y explosiones del exterior. – Apu…
Eran demasiados los sonidos que se aglutinaban hasta formar un enigma irresoluble. SEntonces sus pies se despegaron del suelo ¿Estaba flotando? El dolor de chocar contra el suelo le respondió.
No sólo eran los sonidos, las luces y sombras también se mezclaban, todo estaba borroso.
– ¡Hagan lo que sea pero él saldrá a pelear! – Apenas pudo entender.
Entonces, le ardió la muñeca y por reflejo apretó los dedos. Una inyección. Entre la bruma y su cabello blanco vio unos ojos escarlata observándolo desde arriba; Dalila. Entonces recordó cuando se encontraron en una noche de insomnio.
“¿No te has dado cuenta o te da igual?”  Le preguntó iniciando la conversación, no de la mejor manera. Ésta  lo había sacado de quicio pero por alguna razón las palabras de su hermana se grabaron en su mente. “Eres su marioneta y tú adicción son sus cuerdas”, “Te aventarías a una misión suicida si estuvieras suficientemente desesperado” No podía recordarlo pero ¿Siempre había sido así de patético?¿Cuándo fue la última vez que no se sentía cansado?…
“Véngate de ellos siendo libre. Yo te ayudaré si tú me ayudas” dijo antes de curar la herida de Aarón con su sangre e irse.
Entonces la pesadez desapareció, era como revivir. Ya estaba haciendo efecto. Se sentó de golpe y miró a su alrededor. La niebla mental había desaparecido, ahora todo estaba claro otra vez.
– Guarda esto muchacho. – Le ordenó Markus dándole una caja de cigarros.
– Ya tengo.
– No – Se rió – estos son especiales. – sonrió malicioso. – Utilízalo en cuanto el efecto se esté disipando. No te quiero tirado en medio del campo ¿Entendido? – dijo mirándolo severamente a los ojos.
– Sí. – Le dijo Aaron sosteniéndole la mirada mientras agarraba el paquete.
– ¡Perfecto! Entonces no hay tiempo que perder.
Aarón se dirigió a la batalla determinado a ganar pero no la guerra sino su libertad. Ya era momento de cortar sus cuerdas.
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MINIFICCIÓN
ADIÓS
Entró al cementerio, se limpió las lágrimas y dejó las flores sobre su tumba.
SUEÑO
Mi cabeza se menea,
Mi juicio se estropea,
la tentación prohibida
Me seduce con destreza
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POESÍA
Entre versos y estrofas 
Métricas y rimas
Mi cerebro se enreda
Y sin disimulo alguno
Evidencia su poca destreza
Los sentimientos abundan
Las ideas me colman
Lo complicado resulta
En escribirlo con belleza
Busco por mar y tierra
Por debajo de las piedras
Hasta en la casa de mi abuela
Pero las rimas son más escurridizas
Que mi atención en la escuela
Lo sufro pero admiro
Lo lloro pero disfruto
He intento escribirlo
En regocijante martirio
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PERSEVERANCIA
A la fría luna le hablo
Revelando mi eterno deseo
Mi eterno sufrimiento
¿Por qué no soy suficiente?
Mis rodillas me duelen
De tanto caer y rogar
Si tan solo tuviera la fuerza
De resistir y vencer
Pero sin importar qué
Reúno la valentía 
Recojo el coraje restante
Y lista para una paliza más
Con la esperanza espero
Que el fracaso de ayer
Sea una victoria hoy
¿Por qué seguir?
¿Por qué resistir? Por qué
Sé dónde pararme
Sé qué hacer y
Sé qué no hay peor derrota
Que la batalla cedida
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