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"Rechazo."
Una confesión inoportuna.
Somethin' Stupid - Frank Sinatra
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"-Apestas a alcohol, ¿estuviste bebiendo?"
Preguntó, pero fue más una reprimenda. Kento estaba preocupado. Pero ante todo, estaba molesto. -Molesto por tu imprudencia, claro.- Pudiste ver la desaprobación en su mirada, algo a lo que, a ese punto, ya estabas acostumbrada.
Habías creído que sería una gran idea adentrarte en un bar y tomar alcohol hasta que tu conciencia se sintiera nublada y difusa. Pues querías borrar todos los sentimientos que él te provocaba, querías culparlo de todo, incluso de tu estado deplorable, pero simplemente no podías. No eras capaz.
"Estaba en un bar, ¿qué querías que hiciera?, ¿que tomara un té?"
Respondiste con cierta hostilidad. -¿Cómo no hacerlo? Después de todo, él fue quien te sacó a rastras de ese lugar-. El clima era gélido fuera, pero no pensaste protestar en voz alta; para ello, tendrías que tragarte el orgullo y, en ese momento, no estabas en posición de hacerlo.
"Cuida ese tono." Nanami advirtió. Pero, aún con su ceño fruncido y actitud autoritaria, tomó tu bufanda y la envolvió bien sobre tu cuello. Podía estar molesto, pero jamás te dejaría morir de hipotermia. -Él nunca sería tan negligente-.
"Sí, papá." Dijiste con un tono sarcástico, ganándote una mirada llena de reproches de su parte.
Sus manos bajaron suavemente desde tu cuello hasta tu pecho, abrochando con cuidado cada uno de los botones de tu abrigo.
"Puedes quejarte si así lo deseas, pero es mi deber cuidar de ti." Su tono fue bajo, pero el recordatorio fuerte, pues era una promesa que le había hecho a su difunto amigo bastante tiempo atrás.
Finalmente, sus ojos se posaron en tu expresión avergonzada. Su rostro, ahora relajado, aún mostraba ápices de una ligera preocupación, reflejando algo parecido a una duda.
Él parecía querer decir algo más, o quizás no.
Aprovechando la cercanía de sus rostros, tus ojos recorrieron sus facciones, encontrando pequeñas imperfecciones y huellas de cansancio que sus años como oficinista se habían encargado de grabar.
Y, por el otro lado, él también observó a detalle cada una de tus expresiones. O al menos lo intentó, pues sus ojos no podían encontrar otro lugar que no fueran tus labios.
"Nanami..."
Todos esos años de abstinencia le habían comenzado a pasar factura y cada vez le era más difícil mantenerse cuerdo.
"Déjame llevarte a casa." Suspiró exasperado, frustrado por no poderse permitir ir más allá, pues tenía que mantenerse firme, no podía dudar.
"Nanami-"
Suspiraste, sin estar completamente segura de saber si podrías terminar lo que estabas por comenzar. Pero ya no podías reprimir tus emociones más y tenias que dejarlo salir de algún modo.
Sentiste una presión en el pecho, pues la confesión qué estuviste guardando durante años por fin salía a la luz.
"Te amo."
Pero no hubo respuesta alguna.
El miedo y la vergüenza comenzaron a adentrarse y encontrar su lugar entre tus entrañas.
"Estás borracha."
Eso fue lo único que obtuviste de respuesta. -Fue increíblemente humillante-.
"¿Disculpa?"
Cualquier rastro de alcohol que pudo haber corrido por tu sangre se esfumó al instante. Sentiste tu ego herido, una herida tan profunda que probablemente tardaría años en sanar.
"Te llevaré a casa."
Él no acaba de... pensaste. ¿De verdad?
Él trató de tomar tu brazo, pero rápidamente retrocediste. Frunció el ceño ligeramente, como si tú estuvieras complicando demasiado las cosas.
Intentó dar un paso, pero tú retrocediste dos.
"No-"
Y de pronto hubo un silencio. Uno tan grande como el nudo que se formaba en tu garganta.
"¿No te gusto?"
Dejaste que tu pregunta flotara en el denso ambiente, sin saber que tus palabras solo provocaban que la corbata de Kento se estrechara más alrededor de su cuello.
"Esa no es la cuestión."
Respondió Nanami, tratando de no perder los estribos frente a ti. Toda esta conversación era tan inoportuna, pero era el resultado de tantos años de contener lo inevitable.
"¿Entonces qué es?"
Frunciste el ceño y tragaste duro. Sentías tu garganta a carne viva, como si estuvieras tratando de tragar vidrios rotos.
"Soy un adulto."
¿Creés que soy una niña?, ¿qué no tengo derecho a amarte?, ¿qué no soy lo suficientemente madura para ti?- Todos esos pensamientos eran un diluvio en tu mente. Te estabas ahogando.
"¿Crees que soy infantil?"
Niegalo.
Querías gritar.
Dime que me equivoco.
Pero él no lo hizo.
En tu estómago se formó un nudo ante el insulto. Él llamó tu nombre, pero tú ya te encontrabas caminando lejos de él.
Grito tu nombre una vez, quizás más. Pero no hubo pasos detrás de ti.
Él no entendio bien el por qué estabas tan molesta. Después de todo, no era la primera vez que discutían, pero para ti esta vez no fue como las demás, pues sus pasos no sonaron detrás tuyo.
Vamos, suplicaste. Buscame.
Pero él impecable silencio detrás tuya fue respuesta suficiente.
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"Si conoces el deseo de mi corazón, porfavor vuelve a mi."
...
Como la lluvia qué caía, él se encontraba llorando.
Pues habías dicho que lo amabas con el corazón de una buena amiga, y que ese cariño jamas se disiparia.
Él odio tanto esas palabras, pues ese sentimiento era tan ligero para ti, pero pesaba tanto para él.
Eran tan doloroso que, en ese momento, fuiste testigo de como la inquebrantable fachada de Gojo fue capaz de desmoronarse por completo.
Y no fue hasta entonces, que él hizo algo que ni en un millón de años hubieras esperado que hiciera. Se arrodillo. Satoru Gojo, el más fuerte, se había arrodillado ante ti, aferrandose pateticamente a ti, rogandote qué no huyeras, solo por esta vez.
Porfavor...
Quizás fueron sus sentimientos los que te hicieron pasar un mal rato, pero él seguia estando dispuesto a esperarte hasta que te sintieras comoda, podía incluso mantenerse alejado hasta entonces, si eso significaba qué no lo dejarías.
Porqué tu despedida lo estaba matando lentamente, y te resentiria una y otra vez por tu decisión. Por el capricho de no amarlo.
...
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