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"Si tuviera que pedir perdón, sería a mí.
Por las veces que me aferré al dolor por tenerle miedo a la felicidad.
Por sujetarme a lo que me hacía daño en vez de soltarlo.
Por no ser libre cuando la jaula estaba abierta.
Por permitir que me amaran cuando quisieran.
Por dar todo de mi y no querer nada a cambio.
Por malgastar mis lágrimas en lo que no lo merecía.
Por recoger las migajas que dejaban en mi camino.
Por no verme, no alzar mi cabeza y quedarme estancada.
Por poner mi vida a un lado y darle prioridad al qué dirán.
Por querer ser escultura en las manos de quienes no son artistas.
Por tenerle miedo al miedo, por mis errores, por mis fracasos, por lo que he vivido y lo que me falta aún por vivir."
#elCaminodelYoSoy
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Arte hecho por Bliss | Autora del texto: Izabelita el 08 de diciembre de 2015. | Me perdono por hacerme pedazos para completar a otros, me perdono por no hacerme caso y tropezar con el mismo obstáculo una y mil veces.
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Gracias por seguir aquí...
Créditos a quién corresponda la ilustración.
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Hay dos cosas que necesitas eliminar si quieres ser feliz
El miedo a un mal futuro
El recuerdo de un mal pasado
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siento que nunca seré capaz de contarle a alguien todo lo que pasa por mi cabeza cuando no estoy bien.
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A la mala aprendí que a veces ser bueno no hace que te amen, hace que te usen.
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Quiero estar sola, y en mi soledad encontrarme de nuevo con Migo misma .
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Yo: ...Por qué yo...
Por qué se que tú puedes...
Atte: Dios
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Mi hombre cactus…
Era un hombre que llevaba en su piel y en su alma las marcas de una infancia sin amor, una vida de aridez emocional.
Desde niño, había aprendido a protegerse del mundo con una armadura de espinas, mostrando un exterior duro y distante.
Ella era frágil, dulce, extremadamente protegida, la orquídea consentida de un dulce jardinero
Y lo vio así, distante, inalcanzable, indomable y sin hacer caso a la sensatez, se propuso conquistarlo, aún cuando cada acercamiento significara una franca posibilidad de ser herida
No fue fácil.
Sin embargo, ella veía más allá de su exterior…
Veía al niño que aún buscaba afecto, al hombre que temía entregarse o ser amado. Nunca aprendió a abrazar, era torpe a la hora de amar,
A medida que el tiempo pasaba, él comenzó a abrirse, dejando que ella descubriera las flores escondidas en su desierto.
En su compañía, él encontró un oasis, un lugar donde podía ser él mismo sin miedo al rechazo.
Ella, lo llamó su “hombre cactus” y se convirtió en el agua que calmaba su sed de cariño, que hidrataba suavizándole las duras espinas, ella lo hacía sentir querido, lo hacía sonreír lo hacía olvidar…
Él había crecido sin caricias ni palabras amables, sin los abrazos que calientan el alma, y de repente una dulce orquídea corrió el riesgo de abrazarlo y el vencido se dejó domar…
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