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Si no estamos alerta la gente nos obliga de un modo u otro a hacer lo que ellos creen que deberíamos hacer, o bien a ponernos tercos y hacer exactamente lo contrario, por puro despecho.
Ken Kesey
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Un bello lugar con una bella vista, aunque peligroso por la caida
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The Lost Glory
Era un hermoso día de julio, como cada mañana el ama de llaves Eugenia subió las escaleras rumbo a la habitación de Owen para despertarlo. Entro en el cuarto y se acercó a su cama para cerciorarse de que aun dormía, así era. Abrió las cortinas de par en par, los rayos del sol incidieron sobre el rostro del joven, imposibilitándole seguir durmiendo. Poco a poco fue abriendo los ojos, una vez abiertos miraron hacia todas partes hasta que se quedaron fijos en la empleada. Sin desearle los buenos días le pregunto si su madre ya se había levantado, Eugenia no se enojó con esta grosería.
-Buenos días tenga usted también, se��orito.
-¿Qué tiene de buenos? Solo respóndeme lo que te pregunte-dijo con indiferencia el muchacho.
-La señora Enriqueta se levantó hace unos minutos, ahora está abajo desayunando junto con el señorito Sandro.
- Genial se unieron la víbora y el cuervo ¿qué estarán hablando de mí a mis espaldas?
-Si quiere saberlo será mejor que se apresure en bajar, su desayuno lo espera-Owen salto de la cama como un resorte y se fue rumbo al baño, antes de cerrar la puerta le hizo una advertencia a Eugenia-Voy a bañarme, será mejor que no me espíes-sonrió.
-Usted sabe que jamás haría algo como eso, le conozco desde que usaba pañales. Yo misma era quien lo bañaba-respondió seriamente la mujer sin perder la compostura.
-Pero ahora debes estar loca por bañarme otra vez-cerro la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Eugenia solo suspiro-Siempre con sus bromas infantiles, nunca cambiará. Es como un hijo para mí a pesar de ser como es-pensaba mientras arreglaba la cama.
Owen Murder Prince era un hombre que lo tenía todo en la vida: una enorme fortuna en el banco, una empresa a su nombre y una bellísima mansión. Todo herencia que recibió al morir su padre. Era prácticamente un niño cuando este falleció, de un ataque al corazón. Siempre tuvo lo que quiso, todos sus caprichos eran cumplidos sin oposiciones y jamás escucho un no por respuesta a sus demandas, motivo por el cual era un engreído y un orgulloso, el típico riquillo mimado. Veía a los otros como seres insignificantes y le daba poca importancia a sus sentimientos, solo se concentraba en cumplir sus propias ambiciones. Físicamente no era feo pero tampoco una belleza, sin embargo estaba dotado de una elegancia y carisma que lo hacían resaltar por encima de los que eran más guapos que él. Era alto, de cabellos marrones oscuros, sus ojos tan negros como las alas de un cuervo, reflejo de la gran seguridad que sentía hacia sus capacidades, su piel era de color trigo, perfumada con las mejores esencias. Nunca trabajo, ni logro nada por sí mismo, estudio en las mejores escuelas donde consiguió una excelente educación, pero nada más. Lo que más le gustaba era ir a las fiestas y estar envuelto de personas que le lisonjearan. Rodeado constantemente de mujeres hermosas y amigos de su misma posición, todos lo amaban, mejor dicho a su condición monetaria.
Bajo las escaleras y se dirigió rumbo al jardín, donde Eugenia le dijo que estaban desayunando su madre y hermano. Llego todo sonriente, dándole los buenos días a ambos. Su madre correspondió al saludo, mientras que Sandro no hizo el más mínimo intento por disimular que su presencia le era incomoda. Owen antes de tomar asiento les pregunto- ¿Puedo sentarme?, ah, claro que puedo porque esta es mi casa y no vuestra. Ja, ja, ja- se quedó mirándolos sonriente, ellos se mantuvieron en silencio y él se dio a la tarea de romperlo- ¿Y bien, como amanecieron mis dos mejores mantenidos?
-Estamos bien Owen ¿y tú?- le pregunto amablemente Enriqueta, ella se veía más joven de lo que realmente era, tenía 68 años y aparentaba unos 40. Todo gracias a las cirugías y sus tratamientos de belleza, todos pagados por Owen.
-Mejor que nunca, hoy tengo muchas cosas que hacer-respondió Murder.
-¿Cómo cuales hijito?
-Primero que nada la preparación para el estreno de mi nuevo centro nocturno.
-¿Y qué sucede con los otros tres?-pregunto Sandro mientras bebía su café, amargo, como le gustaba.
-Este es diferente a esos.
- ¿En qué? -volvió a la carga.
-Pues, que este es mucho más grande-fue la respuesta que recibió Sandro, una típica del idiota de su hermano.
-Deberías dejar esas excentricidades y hacer algo que realmente sea útil con tu dinero.
-Ya empezó el hermanito ejemplar, yo sé cómo administrar mi dinero. Tal vez tú deberías tratar de conseguir el tuyo-le dijo irritado Owen, no iba a permitir que le diera órdenes.
-Es solo un consejo, Owen, lo tomas o lo dejas. Al final siempre haces lo que quieres-respondió impasible Sandro.
-Claro que voy a hacer lo que me dé la gana, arrimado- el tono insultante usado por su hermano lo molesto, de este modo rompió su paz-No te creas que porque tienes dinero eres mejor que los otros.
-Es precisamente debido a ello que soy mejor que tú y muchos-ambos subieron la voz dando lugar a una pelea verbal que Enriqueta se vio obligada a detener- Basta los dos, no quiero más de sus peleas, no vamos a echar a perder este desayuno en familia.
-Lo que pasa madre, es que está enojado porque mi padre dejo una enorme fortuna, de la cual el no tuvo parte, por ser un bastardo.
-Me voy, si me quedo habrá pelea y no deseo hacerle pasar a mamá por más sufrimiento del que tuvo a manos de tu querido padre- Sandro se levantó del asiento y se retiró sin decir otra palabra.
-Largo-Prince estaba molesto, su relación con su hermano nunca fue de las mejores, sobre todo cuando se enteró de que no eran hijos del mismo padre, era el resultado de una infidelidad de su madre. Por lo tanto se quedó como heredero universal de todos los bienes.
-Hijito mírame-el joven hizo lo que se le ordeno-tu hermano tiene razón.
-Medio hermano-la corrigió.
-Los dos salieron del mismo sitio, aunque no lo quieras son hermanos de madre y eso los une de por vida. Es tiempo de que asientes cabeza y empieces a comportarte como un hombre maduro, ya no eres un niño.
-Deja de sermonearme-el muchacho cruzo los brazos sobre el cuerpo, miraba con cara de desagrado, sus ojos la observaban fijamente sin siquiera pestañear. Esta conversación le era molesta.
-Es la verdad, te pasas todo el tiempo maltratando a las personas, subestimándolas. Es hora de que cambies, no solo con Sandro sino también con los demás. Es que, hasta con Eugenia que prácticamente te crio eres desagradable.
-No la escuchado quejarse-la respuesta seca de su hijo no la hizo desistir.
- Es debido a que te quiere, si tú fueras un poco más amable…
-Calla, cierra el pico de una vez, golfa. Tu solo eres una mantenida, sino fuera por mi estarías en la calle de la amargura- Enriqueta ofendida en lo más hondo de su ser se levantó de la mesa, estaba indignada por el maltrato del que había sido objeto. Ese comportamiento de su hijo menor fue inesperado para ella a pesar de saber el tipo de personalidad que tenía. Con lágrimas en los ojos y voz triste le hablo- ¿Qué pasaría Owen si un día te levantas y ya no eres el mismo hombre de siempre? Si ya no tienes tu dinero para ayudarte ¿Qué sucederá cuando ya no poseas tu riqueza y solo seas uno más del montón? No deseo estar en tu lugar cuando eso pase-la señora se marchó dejándolo boquiabierto. Se quedó pensativo por varios minutos.
Esa noche por primera vez en mucho tiempo no se fue de juerga, no tenía ánimos de salir y se quedó en casa. Ceno solo como otras veces, ni Enriqueta, ni Sandro bajaron a acompañarlo. La mesa era larga y enorme, sobre ella había toda clase de manjares, pero Owen carecía de apetito. Se retiró sin siquiera tocar la comida. Entro en su habitación y se acostó en su cama grande y espaciosa, cubierta por finas sábanas que fueron cambiadas por Eugenia ese mismo día. No tenía sueño, las palabras de su madre rondaban en sus oídos, como si fueran un enjambre de abejas-¿Y si tiene razón y yo debería cambiar? No, ella solo quiere amargarme la vida como lo hizo con mi padre. Por su causa tuve que pasar por un examen de ADN para comprobar si era hijo o no de él, ¿Quién iba a pensar que Sandro, el mayor de los dos era el bastardo? No es nadie para juzgarme, no voy a cambiar, definitivamente no lo haré, ni nadie lo hará. Yo soy Owen Murder Prince y eso jamás voy a ser de otro modo ni en este ni en el otro mundo-los parpados del joven poco a poco se cerraron, hasta quedar totalmente dormido.
Los ojos de Owen empezaron a abrirse, pestañeo tres veces antes de despertarse por completo, en cuanto lo hizo lo primero que vio fue una joven, de blancos cabellos y ojos tan rojos como el rubí. Ella lo saludo de un modo amable, al principio él no le hizo mucho caso, tal vez porque aún estaba adormecido, pero luego de verla bien, su reacción fue la de asustarse. No era la única que lo observaba, a su lado se hallaban una anciana que se sostenía con la ayuda de un viejo bastón, un joven con orejas y cola de lobo, cuyo pelaje era negro azabache. También estaba un hombre alto, que aparentaba unos 45 años de edad, con bigote y cabello rubios, vestía con una túnica roja con un cordón largo que rodeaba su cintura, parecía un mago sacado de esas historias de caballeros y por último un tipo gordo, con cara de pez globo, que usaba ropas verdes. Todos lo miraban fijamente con asombro, por su parte el joven estaba todo asustado y temblaba de miedo- ¿Quiénes son ustedes y que quieren de mí?
-Cálmese héroe, todo va a estar bien-le respondió con dulzura la chica de blanca cabellera.
- ¿Héroe? ¿Están jugando conmigo? Sí, eso debe ser, esto es una broma. Bien, chicos, ya se han divertido riéndose de mí. Ahora llévenme a casa.
-Esta es su casa, héroe-la anciana se acercó a Owen-Este es el lugar al que pertenece. El joven seguía sin entender lo que pasaba, estaba confuso, lo último que recordaba era estar en su cama pensando. Tenía frente a él a personas que jamás en la vida vio y estaba completamente desnudo. La señora mayor le coloco una manta para abrigarlo-Nuestro héroe no debe pasar frio.
-Otra vez con lo mismo-pensó el muchacho, luego en voz alta le dijo a la mujer-Yo no soy un héroe ¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde estoy y por qué me tiene en este sitio?
-Todas sus preguntas serán respondidas, por ahora debe saber que nosotros lo invocamos para ayudarnos.
- ¿Invocado?
-Sí, usted está sobre un círculo mágico-Owen observo el piso, estaba parado sobre el circulo que menciono la señora, no le había mentido. Era un enorme círculo mágico blanco, con símbolos extraños, que no existían en su mundo. No, debía ser un chiste de mal gusto, él era Owen Murder Prince, un joven millonario exitoso, no un héroe de esos. De pronto empezó a recordar las palabras dichas por su madre el día anterior. Se había levantado y ya no era el mismo hombre de antes, ahora sería uno de esos héroes de novelas épicas, que jamás les prestó atención por considerarlas demasiado fantasiosas. Ni siquiera leía comics, no tenía tiempo para eso y tampoco era de esos raros amantes de las novelas ligeras. Esto debía de ser un error.
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