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La bestia le había robado el corazón. El príncipe no sabía que lo tenía.

La maldición de los reinos, Erya

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Alegaba que no todos los humanos eran crueles y malvados, que aquellos que lo hicieron solo buscaban credibilidad y notoriedad delante de su raza. Le costaba creer que un mundo que hacía cosas tan maravillosas y admirables como eran los navíos y los libros fuera cruel y despiadado.

La maldición de los reinos, Erya

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La magia es un amanecer, es una rosa en flor, es el canto de una sirena, un camino de baldosas amarillas, las páginas de un libro o mirar al horizonte e imaginar lo que en él se esconde.

La maldición de los reinos, Erya.

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En la misma situación que Matilda, la mayoría de los niños se hubieran echado a llorar. Ella no lo hizo. Se quedó muy tranquila, pálida y pensativa. Sabía que ni llorando, ni enfadándose, conseguiría nada.

Matilda, Roald Dahl

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Los padres, en lugar de alabarla, la llamaban parlanchina y le reñían severamente, diciéndole que las niñas pequeñas debían ser vistas pero no oídas.

Matilda, Roald Dahl

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Matilda era ambas cosas, pero, sobre todo, brillante.

Matilda, Roald Dahl

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Así seguimos, golpeándonos, barcas contracorriente, devueltos sin cesar al pasado.

El Gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald

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Tom y Daisy eran personas desconsideradas. Destrozaban cosas y personas y luego se refugiaban detrás de su dinero o de su inmensa desconsideración, o de lo que los unía, fuera lo que fuera, y dejaban que otros limpiaran la suciedad que ellos dejaban…

El Gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald

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La vida vuelve a empezar cuando refresca en otoño.

El Gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald

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Todo el mundo se cree poseedor de por lo menos una de las virtudes cardinales. La mía es esta: soy una de las pocas personas honradas que he conocido en mi vida.

El Gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald.

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No juzgar es motivo de esperanza infinita. Todavía creo que perdería algo si olvidara que, como sugería mi padre con cierto esnobismo, y como con cierto esnobismo repito ahora, el más elemental sentido de la decencia se reparte desigualmente al nacer.

El Gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald.

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«Antes de criticar a nadie», me dijo, «recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has tenido tú».

El Gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald

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Sonrió, pero el recuerdo era demasiado doloroso, y le rasgaba por dentro, como si estuviese hecho de cristal.

Promesas Crueles, Rebecca Ross

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Pronto estaría casado con una chica que no tenía ningún interés en él, cuyo corazón pertenecía a otro, y jamás sabría lo que era sentirse amado por ella.

Rivales Divinos, Rebecca Ross.

[letradodeluz]

Te reconocería en cualquier sitio.

Rivales Divinos, Rebecca Ross.

[letradodeluz]

Mientras tanto, espero que encuentres tu lugar, dondequiera que estés. Incluso en el silencio, espero que encuentres las palabras que necesitas compartir.

Rivales Divinos, Rebecca Ross.

[letradodeluz]

—Ni siquiera son mis hermanas de sangre, pero yo las escogí. Y ese tipo de amor dura para siempre.

Rivales Divinos, Rebecca Ross.