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La ciclotimia del Ser

Soy en los extremos. Del monstruo al cascabel.

Ilustración: Nico Claisse @nicoclaisse en Instagram

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Nosotros y los Otros

Bajo del auto un minuto a comprar un shampoo en el minimercado. La noche está rara, de verdad. Hay una sensación en el aire de primavera pero en verdad está bastante frío. Húmedo y frío. En la puerta del minimercado veo a un viejo parado, como haciendo guardia. Lleva puesto un sobretodo de espalda ancha y una boina. No puedo evitar verlo. En una mano sostiene una bolsa de plástico en una actitud digna del Doctor Chapatín. Paso a su lado, entro al súper y sumo a mi compra una mortadela y un paquete de galletas marineras. Al salir, descubro que él se alejó unos metros de la puerta. Entonces lo veo de espaldas a mí, apoyado contra la pared de una casa y balbuceando algo solo. Le entrego la mortadela y las galletas, que él toma en sus manos como si se tratara de un lingote de oro.

“Coma algo que hace frío”, le digo, tocándole la hombrera del sobretodo, en un gesto amistoso pero expeditivo, dispuesta a seguir mi marcha hacia el auto. Recién ahí́ noto su mirada: tiene ojos transparentes como el cielo.

“Gracias”, me responde. Sonríe y me pide un beso. Yo retrocedo dos pasos en mi marcha y le ofrezco mi mejilla, que él besa.

“¿Vos sabés quien soy yo?”, me pregunta después de besarme, sosteniendo su mirada clara en la mía. “No”, le digo, mientras me quedo parada a su lado, “¿cómo es su nombre?”

“Soy un extraterrestre”, dispara él.

Mi reacción es espontánea: “Dele mis saludos a su planeta.”

Y él, desde su misma mirada cristalina, agrega: “Te voy a cuidar siempre.”

Yo, que no suelo invocar a ningún ser supremo, le devuelvo la bendición: “Y que Dios lo cuide a usted.”

Camino hasta la esquina algo perpleja. Subo al auto y me largo a llorar aferrada al volante.

A veces los otros se nos aparecen. Están ahí, esperándonos, esperando ser vistos. A veces los vemos y nos ven. ¿Será que también nosotros esperamos ser vistos?

Ilustración: Pablo “Oli” Olivero http://pablolivero.blogspot.com.ar/

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Pureza, armonía y perfección

Sueño con una nevada. No es una nevada cualquiera. Flotan los copos de nieve suspendidos en el aire como gotas de vidrio. Podría tocarlos, pero me quedo mirando cómo flotan, cómo brillan. Son esferas transparentes como el globo ocular de mi gato. Así de cristalinos y misteriosos.

Nuestro Dios Google dice que soñar con nieve se relaciona con los sentimientos más profundos, con el estado emocional de la persona. Que la nieve podría representar sentimientos congelados, que no fluyen como el agua. O bien podría interpretarse como el fin del amor. También dice que soñar con ver nevar y observar la caída de copos de nieve significa pureza, armonía y perfección.

Yo digo que soñar es ser director de cine con presupuesto ilimitado.

Ilustración: Ilya Kuvshinov * https://www.instagram.com/kuvshinov_ilya/ *

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Armadura

Primero te recorre por dentro empujando todo. Y luego sólo brota, a borbotones, con la presión del agua en las cañerías rotas. Es la angustia, que se cuela por todos los rincones, sin pedir permiso, invasiva y avasallante. Tras esa capa siempre viene una oleada de miedos, que te hacen dudar en dar pasos, en dejarte fluir. Miedo que te censura. Miedo que te hace medir tus emociones. Hasta que se construye la coraza, una verdadera armadura medieval que lo cubre todo, tu cuerpo, tu debilidad, y te saca de nuevo al mundo de los mortales que sobreviven al desamor.

Ilustración: Pupé http://pupeilustra.com/

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Virtuosismo alienígena

No sé nada de música clásica. Mi conocimiento se limita, podría decirse, a la cultura general y a unos meses de lecciones de piano a mis 12 años. Sin embargo, me conecto con ella de una manera única. En ocasiones como la de anoche, es grato descubrir que siempre ha estado en mi vida, a través del cine e incluso de los dibujos animados de mi infancia.

 Anoche escuché en vivo la presentación de Fernanda Morello en el CCK. No podría haber mejor nombre para la sala donde tocaba: el Salón de Honor. Es realmente un honor verla tocar. Y digo “verla” porque es deslumbrante ver sus manos bailando sobre el piano.

Verla tocar es ponerle significado al virtuosismo. Primero sonaron Tres gnossienes de Erik Satie que fueron un paseo, un bálsamo para lo que vendría después. Tras el aplauso encendido, Fernanda se transformó en un ser de otro planeta para interpretar Preludios para piano. Segundo libro, L.123, de Claude Debussy. Hay que escuchar la obra para entender de qué hablo. Sus dedos saltaban por el teclado con la velocidad indescriptible de las arañas. Eran manos alienígenas; sus nudillos y dedos parecían desmembrarse, estirarse, crecer y decrecer sobre el teclado.

Lo que sonaba me transportaba en un viaje lisérgico por escaleras de Alfred Hitchcock, por persecuciones de Tom a Jerry, por silencios tensos de Kill Bill y suspensos de Hércules Poirot. Era un viaje escabroso, pero sin miedo. Un viaje por dolores, una travesía inquietante hacia todo aquello que los humanos negamos o nos cuesta transitar.

Cuando culminó su interpretación de Debussy, esta alienígena del virtuosismo nos regaló un bis. Un bis de Edvard Grieg que nos trajo de regreso al mundo dulce de campos verdes en mediodías de sol.

Gracias, Fernanda.