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Anoche me vi a mi misma en el cielo.
Como fragmentos de un sueño que relucen en mi mente completamente despierta, consciente.
A veces me veo a mí misma, lejos de mi propio cuerpo. Me veo pasar de vez en cuando entre la multitud y algunas veces chocamos hombros e intercambiamos cierta mirada. La yo que no es yo me mira con desdén.
¿Seré ella? ¿O es que yo no soy yo?
A veces le temo. A veces voy tras ella. Puedo sentir como me mira, a donde quiera que vaya. Mi valentía se hace poca cuando pienso que soy yo quien habita un cuerpo prestado. Porque no lo siento mío, porque ella es más yo que yo misma.
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Siempre que camino me tambaleo. Miro las caras que he visto toda mi vida y juraría que no reconozco ninguna. Soy parte de una puesta en escena. Estoy rodeada de actores, que no son buenos, que nunca me ceden la palabra. Me siento tan sola, tan desconsolada. Nadie escucha, nadie sabe.
Nadie sabe que soy buena en muchas cosas, porque no soy la mejor.
Nadie conoce este miedo a aquello que constantemente me observa, y yo de pie en proscenio me vuelvo comediante, entrelazo palabras que no tienen sentido o suelto un monólogo que cada día encarna a un personaje distinto. Soy muchas caras, haciendo muecas que no controlo. Soy distintas voces, que provocan un eco que nunca se escucha. Pero nunca doy ni recibo réplica, solo soy yo, mirando butacas que se llenan de siluetas que muy de vez en cuando me resultan familiares.
Soy una mala actriz, porque no dejo nunca el personaje. Me ahogo en realidades que nunca existen, que me consumen y me confunden. Nunca percibo la escenografía a mis espaldas, hasta que cae por su propia cuenta.
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Mejoré, pero olvidé cómo empeorar.
Mejoré, pero estoy completamente perdida, completamente aislada y completamente sola.
¿Qué es ser peor? ¿Lo que solía ser era peor? Yo me sentía bien.
Estoy mejor, pero nada tiene sentido, no hay dirección y no hay camino. No hay voz, no tengo piernas ni dicción. Lo mejor tenía que llegar pero no llegó, aún así yo soy mejor.
Me curé, pero yo no quiero ser curada. Enferma, tampoco quiero estarlo. No quiero estar, no quiero ser. No quiero hablar, avanzar ni retroceder.
Yo solo quería mejorar. ¿Mejorar qué?
Mejorar lo que soy, pero ya no sé quién soy. ¿Quién mejoró? ¿Ayudé a alguien a ser mejor? ¿Quién soy? ¿Mejor es mejor?
Mejoré. ¿Mejoré?
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Guardé para ti mi canción favorita. Me enamoré de ella desde antes de haberte conocido. La conservé en secreto, por meses y años, la canturreaba a escondidas para no sentirme sola, consolándome con la idea de que esa canción le pertenecería a alguien más aparte de mi. Te regalé mi canción favorita, pero decidiste nunca escucharla. Existe en un recuerdo que es solamente mío. Pero ya no puedo usarla, porque en mis ojos te pertenecerá siempre a ti. Entonces, cuando un extraño llegue a mi vida, ¿Dónde iré a encontrar yo una nueva canción favorita?
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Llevo un rato viajando en este tren, lo suficiente como para haber olvidado mi destino. Estoy sentada, completamente inmóvil, mirando a través de la ventana los destellos de luz que emergen de la obscuridad entre una estación y otra. No puedo recordar cuando fue la ultima vez que el tren paró, comienzo a alterarme. He perdido la noción del tiempo, las puertas permanecen cerradas, siendo la única cosa que me separa de esa profunda e interminable obscuridad. La tenue luz del vagón es lo único que me permite observar mi reflejo en el vidrio del tren, suficiente como para no olvidar mi propia cara, pero llevo tanto tiempo a bordo que comienzo a cuestionar la identidad de la persona que miro en el reflejo. Estoy completamente sola con una extraña sensación de compañía, pero miro a todos lados y soy la única persona a bordo de este tren. Ya no recuerdo quiénes fueron las últimas personas con las que hablé antes de subir, pero puedo escuchar sus voces. Los escucho llamarme, pero no contesto porque no puedo recordar sus nombres, ni siquiera el mío. “Estoy soñando”, pienso. Pero aún si despertara, ¿Cómo sabría que soy mi verdadera yo?
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He guardado durante años una pequeña copa, que se llena de agua y a veces se derrama. Camino lentamente por tu jardín, puedo sentir el pasto rozando mis pantorrillas y las gotas de agua derramándose de mi pequeña copa. La llevo para regar las flores que ahí se encuentran, pero a veces no crecen. Riego ese jardín incansablemente, paso horas sentada esperando a que los tulipanes florezcan y los colibríes se acerquen, pero me quedo sola y ellos nunca llegan. Planto mil tipos de semillas, pero siempre crecen las mismas hierbas, le hago compañía a las flores y platico con ellas, pero jamás me escuchan. He guardado la misma copa por años, le he tomado tanto cariño que no pienso cambiarla. Cuando la lleno de agua, camino a pasitos para no regar otras plantas que no sean las tuyas, pero al llegar el agua casi siempre se evapora y te encuentro a ti, plantando en tu jardín flores que no son mías, que yo no traje. Mi copa ha comenzado a quebrarse, intento convencerme de que simplemente es muy vieja y se desgasta inevitablemente con el paso del tiempo, pero no quiero dejarla porque es bonita y la he cuidado con tanto amor que dentro de la copa si han florecido unas cuantas margaritas. Quizá mi pequeña copa no lleva suficiente agua para que tu jardín florezca, tal vez es que no le hablo con suficiente cariño a las plantas, quizá mis manos se cansaron de sentir el lodo o quizá simplemente yo no fui hecha para sembrar flores.
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Puedo llegar a amar de una manera en la que sé que jamás seré amada
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No estoy lista para dejar esta vida porque no estoy lista para decirle adiós a mi gato
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No sé por qué estoy donde estoy, pero sé perfectamente por qué ya no estoy donde estaba
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