Tumgik
lapizygoma · 5 years
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3 momentos del pensamiento negativo
Cabe considerar antes que todo, que, ya para Aristóteles, con mayor consecuencia que en Platón (quien veía en el pensamiento una suerte de herramienta de abstracción que, dicho de una manera muy general, facilitaba o efectuaba el contacto de lo sensorial con lo conceptual, o de lo material con lo trascendental*), la inteligencia, siendo en suma, el acto o hecho de entender, no solo se sirve de esa función de conexión que pone en relación una cosa o un tema con otros (de lo particular a lo general), sino que otra operación igualmente importante lo conforma: la distinción, el discernimiento.
Que un perro no sea un gato es evidente y obvio: su aspecto, su comportamiento y en últimas el nombre con el que se designa uno u otro, los distingue y separa. Nace la lógica (como ciencia formal). Y el juicio, en su forma más acabada, es en la práctica, el efecto de una negación.
Así pues, distinguir una cosa de otra, es considerar o percibirlas individualmente, condición que a su vez, se cumple solamente en función de un criterio. Que un criterio dado no se cumpla, nos permite juzgar que X es X -entre otras cosas- simple y sencillamente porque X no es Y.
Pero si el intelecto presupone un criterio, al mismo tiempo lo da, porque al distinguir y separar, clasifica y ordena, confrontándose directamente con la realidad.
Es éste justamente el ángulo desde el que aquí se enfocan los siguientes ‘momentos’, pues los 3 tienen en común un cierto tono critico (esto es, basado en un criterio) en lo que se refiere a los esquemas que configuraron o rigieron la época en que se desarrollaron. De modo que se ocupan de aquello que en cuanto que experiencia del mundo o la realidad, la guía o la determina: momento histórico, relación individuo-mundo, modelos cognitivos, sistemas morales, etc; identificándo, analizando y cuestionándoles por extensión.
De los autores aquí considerados, solo será posible ofrecer una visión demasiado parcial, tratándose ante todo de establecer entre uno y otro, puntos de contacto y/o de quiebre :
1) Schopenhauer, el pesimismo y la abnegación.
Si Kant, plenamente consciente del peso y consecuencias que supusieron los aportes de la ilustración (en tanto que revolución de la razón y consagración de la ciencia) puso con su demoledora “Critica de la Razón Pura” un límite a la especulación filosofica y en concreto a los dudosos enunciados de la metafísica. Schopenhauer, lleva este proyecto un paso aún más lejos, o quizás hasta sus últimas consecuencias, al poner en la mira ya no a las condiciones de posibilidad o la capacidad efectiva del saber humanos, sino al origen mismo del pensamiento racional, develando en principio, que es fundamentalmente indisociable de las pulsiones primarias de la voluntad ( entendida como fuerza expresa de la naturaleza en el impulso vital o instintos naturales ), voluntad, que el intelecto solo puede procesar asimilandola como forma pura de la intuición, recabandola plenamente sólo hasta reconocerla en la capacidad de capcion sistemática que distingue al hombre de las demás especies.
Aún cuando nada pudiera parecer más contrastante que la distinción entre el criterio del juicio racional que ordena y organiza, a lado de la fuerza arbitraria que se libera en el instinto, practicamente impuesta como un mandato de la naturaleza, los ciegos embates de la voluntad a la raíz misma del principio de razón, tienen precisamente en el desenvolvimiento -técnicamente- racional de los hombres, su expresión más contradictoria y más enfática cuando la mayor de las veces, obedece a una lógica que para alcanzar un fin o no repara en sus medios, o no tiene ni conoce otro criterio que no sea el de aplicarse maquinalmente hasta el absurdo, la fatiga, o el enajenamiento, saltando sin arbitrio ni jactancia del anhelo al deleite, del interés a la ganancia, del poder al tener.
Así pues, el instrumento con el que el hombre se figura su supuesto dominio sobre la naturaleza, contradiciendolo, revela que es siempre esta última la que lo domina: singularmente movido por el crudo instinto animal aún cuando piensa a la razón como su arma redentora del ámbito de lo “salvaje”.
Con lo turbio y crudo que pueda resultar este esquema-diagnostico , viene de hecho acompanado de un seria apelacion al conocimiento (ya entendido quizás, en un sentido mas amplio) pues que esa espiral sin fondo en que esta inmerso el hombre, pueda llegar a ser un saber pragmatico y objetivo es exponer los fundamentos y el funcionamiento de un escenario en que la vida se desarrolla como una vil y a fin de cuentas, redundante comedia; pero, si exponer las bases es vulnerar la estructura: ese estado de cosas y esa vision del mundo, ese “mundo como voluntad y representación” puede colapsar, pues al traer consigo tal escenario banal y conflictivo, justamente da cuenta de que no hay razonamiento coherente que pueda sostenerlo; y aunque se le impone como un limite a cualquier planteamiento logico posible, agudiza en cambio la conciencia sobre la condición humana en toda su complejidad, y en ese sentido, el reconocimiento de la trivialidad y la miseria al permitirnos confrontar el orden instaurado no menos que ahondar en nuestra propia naturaleza, nos faculta para trascenderlos.
Otra advertencia derivada en semejante perspectiva, es que el supuesto proyecto de civilización occidental, que se funda en la idea de un progreso indeterminado (fuertemente abrazada por la ideología positivista ) condena al mismo tiempo al individuo a un penoso y desgastante ciclo que va de la carencia a la satisfacción consecutivamente, sin mas limite que el goce transitorio del objeto deseado antes de reemplazarlo por otro, de agotarlo siquiera o incluso de obtenerlo en primer lugar.
Con el desarrollo de este planteamiento, Schopenhauer abre una línea de diálogo con conceptos y principios asociados al saber oriental, refiriéndolos abiertamente por momentos aunque asimilandolos en términos de un sistema o tradición occidentales: siendo el mismo discurso racional el que, sirviendose de sus propios medios (el analisis,la objetividad y el pragmátismo) se critica a sí mismo; critica, en cuyo efecto, quizá pueda sanear la tensa relación individuo-mundo, cuyos únicos intentos para solventarla de fondo, parten de un modelo que se restinge al marco de lo religioso, en el cual, bajo la forma de una denuncia a un ámbito profano, toman con el aparato conceptual cristiano una expresión concisa, pero no enteramente manifiesta, pues rechazárlo como un orden viciado y contraponersele promoviendo el desapego por intereses vulgares o la renuncia a los placeres vanos, es propiamente postular la abnegación como vía de superación a lo mundano, y por la misma razón, referir al juicio crítico como un medio crucial a la liberación del espíritu humano
2) Nietzsche, del renegado y el nihilismo
Fiel a la vez que reaccionario a la tradición critica que le precede, Nietzsche es un reformador incomparable del sentido moral. Toma de Kant el ímpetu de la resolución anti-dogmática y de Schopenhauer la vocación liberadora del espíritu. Aunque, donde Schopenhauer solo ve deseo y sufrimiento, Nietzche encuentra los motivos que llevan al ser humano a confrontarse a si mismo, surgiendo la posibilidad de conocerse a fondo y descubrir carácteristicas insospechadas de su constitución como un aspecto determinante a su naturaleza. Asi, explorarse es un proceso que lo lleva primero a intuir cabalmente la singularidad del hombre, tan compleja como viciada, que, para asumirla, se torna indispensable una imperiosa toma de resolución para asumirse como un puente tendido entre los hombres que les lleve a aspirar al perfil del super-hombre: encarnación de una voluntad que se proyecta sin límites para estar a la altura de su propio destino
Por otro lado, mientras que para Kant trascender mas que conllevar a la formulación y el seguimiento de un estricto código moral que dicte el modo afín para desenvolverse en la práctica de acuerdo a la teoría, tal código, es propiamente el fruto que cosecha el individuo que - auto-conscientemente - se realiza; Nietzsche juzga en tal esquema la condena a la mediocridad de los muchos, sometidos a valores y principios ajenos (que son por lo demás, siempre corruptibles mientras no evolucionen), ello entorpece al hombre convirtiendolo en un ser acrítico, puesto que al mermar su facultad pensante, entumece su juicio constringiendole a patrones pre-determinados. Además, frustra ( pero también provoca, y disruptivamente ) las descargas de energía creativa (reprimida) de la que el ser humano goza cuando se expande.
Trascender y transgredir son así dos tonos de la misma nota, ser humano es una aspiración constante y el conflicto nos lleva a reinventarnos. El mal es una fuerza que renueva y depura, de acuerdo a que nuestros impulsos vitales se activan y agudizan ante la adversidad. Lejos de ser un límite prohibido, es el terreno donde se forja el carácter: la dimensión desconocida de nuestro potencial. El mal permite al hombre superarse al incitarlo a conocerse.
Con la articulación de esta inversión de los valores clásicos, queda minado por completo el edificio - intelectual, teológico y moral- occidental, y en esa sacudida que desdibuja márgenes y redefine reglas, "una filosofía reconciliada con la vida”, una estética de la voluntad (el poder?) gana peso y se consolida: es la voluptuosidad, la radical afirmación por la existencia.
3) Heidegger, la negativa existencial
A lo largo de las concepciones anteriormente expuestas, se ha ido definiendo como constante una preocupación por la existencia. Hecho, que por su carácter de creciente tension (ciertamente enfatizado por la agitada circunstancia histórica en que se dio la 2da Guerra Mundial) supone para Heidegger, ya en la misma medida, sea el punto de partida de su reflexión, que la piedra de toque de su planteamiento: dar cuenta de la existencia va más allá de fijarlo por escrito; el modo en que la consciencia de ser se traduce mas bien en un estar siendo, nos invita a abordar la existencia como una experiencia directa, inmediata y continua. Todo lo cual, lo lleva a investigar incluso la pertinencia del lenguaje para tratar el tema.
Este cuestionamiento existencial que arroja “la pregunta por el sentido del ser”, supone pues, la apertura en paralelo de dos líneas de estudio convergentes: siendo una interrogante y un desafío directo para el lenguaje por un lado, y por el otro, el ocuparse de primera mano de un objeto puramente empírico, en específico, de la experiencia del presente.
Bajo esta última hipótesis, pasa a primer plano el devenir cotidiano -el cual comprende todo aquello en lo que regular y solitamente se nos va el tiempo- junto a la previa condición para que pueda en principio darse todo lo que día a día experimentamos, la cual es sin más “estar en el mundo”: hallarse enmedio de un donde, donde nuestro tiempo transcurre.
Es entonces a través del modo cotidiano de desenvolvernos en el mundo que el objeto de nuestra existencia se descubre simple y sencillamente como mera posibilidad de ser, es decir, posibilidad que se actualiza y se comprueba de manera directa e inmediata, justificandose por sí misma como una evidencia irrefutable. Sin embargo, esta supuesta verdad autoevidente, con toda la seguridad que nos concede, se vulnera de golpe con la conciencia de la muerte, pues al no haber nada tangible para hablar con fundamentos sobre ella, como no sea el cadáver u otra materia en descomposición: llana prueba de que sucede; hecho, que nos somete a lo desconocido e indescifrable que la envuelve, minando así el más elemental fundamento existencial en que se apoya la conciencia humana al proyectarse y así, afirmarse a sí misma.
De manera que el hombre, en medio del desconcierto que le produce pensar la muerte, al ver amenazado su mas fundamental noción de la seguridad, una vez tribulado ese íntimo sentido de confianza que alenta a sus capacidades, incapaz de explicársela, la evade, esquiva hasta su sola idea, ocupandose, distraiendose en otras cosas. Como quien angustiado, sólo es capaz de disipar de su ánimo, pero no de su mente, la incuestionable realidad de esa oscura promesa que se cumple tarde o temprano, …huye; ¿de que?: de nada señalable ni de nadie, si a caso de sí mismo. Busca y se refugia en el olvido
En dichas condiciones, nuestro estar en el mundo se convierte más bien en una especie de exilio. Al rehuirle a la muerte, renegamos de nuestro destino, y al negar nuestro propio destino, nos privamos justamente de la posibilidad de ser -o de llegar a ser- más propia en cada caso, más nuestra a cada instante, renunciando a la posibilidad de llevar, de ejercer, de vivir una existencia auténtica y quedando en cambio absorto(s) en la masa anónima del uno: ese modelo genérico, impersonal y homogeneizante donde ninguno es uno (es decir, si mismo) y uno ( es decir, una entidad genérica y abstracta) es ninguno.
Sin embargo, el hombre tiene a la mano la posibilidad de ser si mismo, pues en la angustia se le manifiesta, por medio de ese impulso con que intenta evadirse de la muerte, la irreprimible salida de su ser del estado generalizado de disimulo, distracción e indiferencia en que se desenvuelve el uno.
Bajo esta comprensión, determinado, vuelto hacia su propia muerte (asumiendola, como el hecho seguro e ineludible que es, y que le da un sentido apremiante y decisivo a su tiempo de vida) el hombre se proyecta abriéndose al destino, saliendo a su encuentro en un estado de receptividad y disposición afectiva. En su arrojo, el hombre es a unas con el tiempo y habita con su presencia factica y efectiva el mundo.
Siendo el acto de comprender tan determinante, la misma transmisión del conocimiento como una experiencia en si mismo, se torna decisiva; quizás más que para aprender y saber, para ser y estar; para existir de hecho.
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