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Un día de hace unos meses hablaba con Kollen de una de las cosas más fastidiosas de cubrir noticias de guerra. Cuándo se les pregunta por sus vivencias, muchas víctimas de ataques o torturas cuentan no lo que de verdad sintieron, sino lo que creen que espera que digan el interlocutor. Un ejemplo para explicarme: un médico herido mientras atendía a niños en un hospital pediátrico pocas veces dirá que su primer impulso fue huir de la habitación y ponerse a salvo; es mucho más probable que recuerde, sin dar muchos detalles, que lo primero que hizo fue cubrir a sus pequeños pacientes con su cuerpo para protegerlos.
Esta madrugada los rusos han vuelto a atacar Kiev. Poco antes de las cinco y media, porque siempre miro el reloj para escribirlo después en mi crónica, me han despertado una serie de fuertes explosiones. Después de tomarme el café en el Grky he ido en metro a Sviatoshyn, donde habían caído fragmentos de misil. Justo al salir del metro hay una calle de una sola acera paralela a la carretera con pequeños comercios alineados. Muchos de ellos habían sufrido destrozos por la caída de fragmentos de misil. Una de las tiendas afectadas era de una familia de la región de Jersón que escapó en octubre de 2022 de la ocupación rusa. Sin dar la menor muestra de frustración, abatimiento o rabia, María Vasilenko barría los escombros desprendidos del techo y se preparaba para abrir y llamar a una empresa de reparaciones. Con su marido tenían tiendas de electrodomésticos y otros artículos en la aún ocupada Nova Kajovka, en la margen oriental del tramo final del río Dnipró. Sus tiendas de allí ya sufrieron ataques en esta guerra, y ahora vuelve a sufrirlos el negocio que abrieron hace medio año en Kiev.
A María Vasilenko le falta una pierna, y camina sin cojera sobre una prótesis. Le pregunto si está relacionado con la guerra y me dice que no. Fue un cáncer, hace años. Pero me cuenta divertida una anécdota: cuando pasaba los filtros de carretera para cruzar a la Ucrania libre, los soldados rusos le miraban la prótesis y le preguntaban, entre alarmados y curiosos, si había sido militar y la pierna la perdió en la guerra.
El tono jocoso y desprovisto de todo drama es exactamente lo que no se espera de gente que ha perdido tanto en esta guerra. Especialmente en una historia que tiene como protagonistas a los soldados rusos. Esta parte del testimonio de María Vasilenko es todo lo contrario de las respuestas que criticábamos Kollen y yo.
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Segunda clase de hebreo con Yonatan. Compartimos inclinaciones políticas y pasamos una parte de la clase hablando de lo que pasa en Israel. Hoy del sinsentido de las manifestaciones izquierdistas anti-Bibi que culpan al Gobierno de Netanyahu de la reciente ejecución de seis rehenes a manos de Hamás. Su madre es argentina y poeta. Después del 7 de octubre se le han cerrado muchas puertas para publicar en español. Por ser israelí.
Ayer me escribió Mario. Va a hablar en Buenos Aires de los motivos de toda esta hostilidad contra Israel. Me ha preguntado que pienso y estoy tratando de poner algo de orden a mis ideas sobre la cuestión. Posiblemente sea Israel la sublimación del objeto del odio de los antisemitas de siempre. Israel es un judío orgulloso y fuerte y eso les facilita odiarle después de que la monstruosidad del Holocausto hiciera muy difícil seguir odiando al judío como víctima.
Anoche en Drinkarnia. Estaba Ludovic, el chófer francés de la Unión Europea. Es un hombre afable, aparentemente eficaz y discreto. El intendente perfecto. Ayer contaba historias de cuando estuvo en Bangui, haciendo el mismo trabajo.
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Ayer por la tarde, a una hora en que en España aún hay gente comiendo, voy con David y una amiga suya a cenar al Musafir de Jmelnitski. Ella es también americana, pero de padres mexicanos, y habla perfectamente español. Conoció a David en Sudáfrica, en un año de voluntariado, o de estudio, quizá, para jóvenes americanos en el Cabo. Dice que trabajó en su momento para alguien del ANC, para el tesorero, creo, un blanco descendiente de activistas anti-apartheid que es sobrino del que fuera ministro de Turismo, Hanekom. No conozco al que fue su jefe pero sí me acuerdo de Hanekom. Durante sus dos años en Sudáfrica Verónica (como se llama la amiga de David, que llama a David Shoup, Shup, por su apellido, como ya se lo había oído a sus dos amigos rebeldes de Sloviansk) también conoció a Julius Malema. Dice que le pareció una persona horrible, y me pareció natural: cualquier cosa distinta habría sido una gran sorpresa. Yo comparo entonces al siniestro Malema con el carismático, simpático y entrañable Zuma, igual de tóxico políticamente que el que fue su ahijado político pero mucho más humano, inteligente y sensible en lo personal. Y cito, por supuesto, la biografía llena de empatía, anécdotas divertidas y deliciosas y buena voluntad que le escribió (a Zuma) el que fue mi casero y amigo Jeremy Gordin. Recuerdo que una vez en un café de Linden nos decíamos con Jeremy a propósito de nuestra tendencia a disculpar a Zuma que nosotros no odiábamos la corrupción. Quizá por ser yo católico y él judío la veíamos como un pecado venial, a diferencia de los protestantes, que podrían quemar a alguien por llevarse un boli. He escrito 'veíamos' porque a Jeremy le mataron hace algo más de un año los ladrones que entraron a su casa para llevarse el coche. También de ellos habría escrito si aún pudiera con indulgencia, como ya había hecho de los que antes ya le habían entrado a robar.
Del Musafir fuimos caminando a la plaza de San Miguel. Querían en un principio ir al Buenavista, el bar de salsa en el que se juntan los soldados de fortuna colombianos (a diferencia de mercenario, la expresión carece de carga negativa y da a esta gente un aura romántico que en mi opinión se merecen). Pero a Verónica la han invitado a una fiesta en el bar del último piso del Intercontinental, que está al lado, y aunque el código de vestimenta es Smart Casual y yo voy con pantalón corto lo intentamos y logramos entrar sin problemas. El bar y la terraza en forma rectangular de pasillo que lo rodea están llenos de corrillos de ucranianos y extranjeros hablando y bebiendo champán y cócteles. A lo largo de la barra y hasta una de las salidas a la terraza hay un cola bastante larga que apenas se mueve, para pedir copas pagándolas o con el ticket que te dan al comprar la entrada. La mitad de la noche la pasamos en la cola, pero ni a David ni a mí nos importa mucho: ninguno de los dos nos sentimos cómodos en este ambiente. Tiene esa agresividad revestida de falsa amabilidad de las reuniones de extranjeros influyentes en países inferiores al suyo. El mejor momento de la noche es cuando salimos a la calle, los tres aliviados, y vamos caminando a una tienda de bebidas y alimentos que huele a la gasolina del generador que acaban de guardar dentro porque van a cerrar para que yo me compre antes del toque de queda dos botellas de agua.
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Pasa Milei como un huracán por Madrid. En el acto organizado por La Razón, con Rallo de entrevistador y Marhuenda y el de la editorial Deusto de teloneros, se levanta para darle un abrazo Abascal. Los demás ponentes se revuelven incómodos en sus sillas. Milei parece darse cuenta y cuando Rallo le pregunta por las diferencias ideológicas que le separan de Vox empieza con un sentido agradecimiento a Santiago. Cuando yo era un apestado y nadie me quería, viene a decir, Santiago era el único que me abrazaba. Al día siguiente en una entrevista -o en una entrevista que se publicó, o que yo leí, al día siguiente- critica las recetas que aplica Sánchez en España y le reta a un cara a cara que, como deja caer el propio Milei, el peso pluma intelectual Sánchez no aguantaría. Después viene el Viva24, la gran fiesta anual de Vox. Milei es recibido como una estrella de rock. Dice sus pestes argumentadas, probadas y en apuntaladas con datos, del socialismo y también, concretamente, del socialismo español. Se burla de Sánchez por los días que se tomó para pensar y llama a su esposa, a Begoña, corrupta. A las pocas horas sale el ministro español Albares y anuncia la retirada de la embajadora en Argentina haciéndose el compungido. Con palabras graves y altisonantes apela al decoro diplomático y la no injerencia, todo lo que se han saltado Sánchez y su Gobierno cada vez que han atacado a Milei sin mediar provocación desde antes de que el Peluca fuera elegido presidente. Albares exige disculpas públicas a Milei, unas disculpas que no llegarán a juzgar por la actividad de la cuenta no institucional de Milei en X, que bulle de retuits de mensajes que se mofan de Sánchez. También han dicho que no habrá disculpas el vocero del Gobierno argentino Adorni y el ministro del Interior Francos. En palabras de Francos, “pueden esperar tranquilos que no va a haber disculpas”.
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Se cumplen dos años de la invasión rusa y el centro de Kiev está lleno de militares y policías. Hay muchos líderes extranjeros en la ciudad para reafirmar el apoyo de sus países a Ucrania. Publican en las redes sus fotos y mensajes altisonantes que no por ser ciertos resultan menos cargantes. Tienen este tipo de aniversarios algo francamente desagradable de exhibición. De exhibición de belleza moral, de pelotería al homenajeado y de esa vanidad que tanto propician las redes del yo estoy aquí, e incluso del mirad cómo estuve allí. Intento corregir esta sensación con el pensamiento de que peor sería que no vinieran y que nadie se acordara de Ucrania. No es mentira pero tampoco borra la sensación.
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Anoche al volver del bar vi en YouTube una entrevista de Bari Weiss a Sharanski. Ella emocionada por estar en Tel Aviv, ante una audiencia entregada anglófona (como la entrevista) y frente a uno de sus héroes de siempre, que se ha convertido en un buen amigo. Se ve desde el principio la complicidad, el cariño, el respeto y el compromiso total de unos con otros: del público con Sharanski y Weiss, de Sharanski y Weiss con el público y de Weiss y Sharanski entre ellos. La entrevista es del final de este enero. Está hecha en un momento decisivo de la historia de Israel, en plena guerra contra Hamás y unos pocos meses después del peor pogromo desde el nazismo, que fue también la peor debacle de seguridad del Estado desde que se fundó. Weiss -que es judía estadounidense y dejó el New York Times hace unos años por su deriva woke- está evidentemente conmovida por estar con sus hermanos israelíes cuando ellos más lo necesitan, cuando en su país y el resto de Occidente crecen las muestras de abierta hostilidad a Israel y a los judíos con la excusa del sufrimiento del pueblo palestino, de quien se pide la redención después de que haya apoyado masivamente una de las peores atrocidades modernas. El público, que probablemente esté dominado por olim (inmigrantes judíos a Israel) de Estados Unidos, la arropa con entusiasmo. Pocas figuras públicas representan como lo hace ella la comunidad de intereses entre las democracias de EEUU e Israel, amenazadas por males aparentemente distintos que van confluyendo en las manifestaciones por el alto al fuego en Gaza que llenan las calles de Europa y América. Weiss salió del NYT al entender que ya no podía se podía hacer periodismo en un marco definido por una idea woke del mundo como el que impera en el periódico. La defensa de Israel frente a sus enemigos abiertamente genocidas, se está viendo mejor que nunca, era una de las cosas que ya era imposible hacer desde el periódico. Weiss y Sharanski no dejan de mostrarse su admiración mutua. Ella desde la posición de la discípula más joven que no pierde ocasión de mostrar su reverencia al maestro. Y él desde la fuerza del héroe triunfador que se lo jugó todo y ganó. Desde su posición de autoridad moral e influencia se vuelca con quienes considera los suyos con la alegría y el optimismo que le caracteriza. Le vienen, como explica al final, de haber cambiado el "doble pensamiento" que marcó la primera parte de su vida en la Unión Soviética por una libertad interior que no hizo más que reforzarse en los nueve años que pasó (por su empecinamiento a hacer Aliá) en la cárcel. Ese mismo doble pensamiento, dijo Sharanski, está imponiéndose ahora en América de la mano de la ideología woke, que no es más que una regurgitación del marxismo-leninismo que cambia la clase por la raza, la orientación sexual y el sexo y el binomio Palestina-Israel para proponer la misma visión sectaria, limitante y destructiva de la vida y el mundo. Brilló también la claridad de Sharanski al insistir en que Israel debe apoyar a Ucrania. Como se ha visto en la cercanía de Putin a Hamás, es ilusorio pensar en Rusia como algo distinto a un socio destacado en la entente antioccidental y antisemita de la que también es parte destacada Irán.
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Treinta y nueve años que estreno bebiendo y bailando en casa con un exviceministro ucraniano apartado por corrupción, amigo de Andriy. Cuando aún está Andriy, y el Madrid le gana en la tele otra final al Atlético, hablamos como es inevitable del exceso de celo anticorrupción que promueve la UE. No conozco ni me ineteresan los detalles de su caso personal, pero me gusta hacer sentir bien a la gente y no tengo la menor vocación de fiscal. Recuerdo cuando, en los años de Zuma, que al final se revelaron nefastos, le decía lo mismo a Jeremy Gordin, que murió el año pasado asesinado por los ladrones que le entraron en casa a robarle en coche. Nunca me ha molestado demasiado la corrupción, le decía a Jeremy. Mucho menos, en todo caso, que la mentira u otro tipo de trampas como la verdad impostada. Jeremy, que escribió una biografía muy empática de Zuma, de la que después, cuando se vio el desastre que dejó se arrepintió un poco, me decía que a él le pasaba lo mismo. Lo atribuíamos, en pro de la hermandad y sin importarnos mucho si era verdad, a que él era judío y yo soy católico. O a que ninguno de los dos éramos protestantes. Me levanto por la mañana con la felicitación de Alia. Hoy volveré a decirle que puede ser mi mejor regalo.
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Leo, una vez más en The Scroll, que un productor de porno israelí está sufriendo un boicot en el sector porque pidió al ejército de su país que escribiera su nombre en uno de los cohetes que Israel lanza en Gaza contra Hamás. El productor publicó después una fotografía del proyectil con la inscripción 'De Michael Lucas (que así se llama) para Gaza'. (Firmar los proyectiles, con dedicatorias jocosas o agresivas contra el enemigo al que van destinados, es una práctica habitual en las guerras.) De todos los sinsentidos que se producen en torno a Israel, ver objetar a la destrucción de Hamás a gente del porno que sería destruida por Hamás es uno de las más sorprendentes.
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Habla The Scroll, la revista de prensa comentada de Tablet, de la crisis en la frontera sur de EEUU. Más de trescientos mil ilegales han entrado por allí el mes pasado. La cifra alcanza los ocho millones desde que entró la Administración Biden. Sólo dos millones, y podría engañarme porque hablo de memoria, han sido expulsados. La solución que está dando el estado de Texas (republicano) es enviar a los aliens a estados demócratas. Que quienes están por este atropello a la ley y la seguridad y el bienestar de todos paguen el grueso de las consecuencias de estas políticas tiene todo el sentido. La información de The Scroll plantea inevitables preguntas. ¿Por qué tantos Gobiernos progresistas (ya no hacen falta comillas, con lo pervertido que está el término) tienen como prioridad pasarse por el forro las leyes sobre inmigración y fronteras? Injertar a millones de personas no elegidas a menudo de de países cuasi fallidos y violentos en una comunidad es alterar su esencia de manera sustancial e inevitablemente a peor. Como nadie con dos dedos de frente puede ignorarlo, sólo cabe concluir que es algo deliberado. Desde donde yo miro, el decantamiento electoral es sólo la más evidente de las consecuencias.
Estoy en España y voy a tomar al café al Liao Pastel, una franquicia china atendida por exuberantes venezolanas. Leo en el Mediterráneo sobre la liquidación en Beirut del segundo de Hamás (o del Hamás, como le dicen los comentaristas israelíes, traduciendo directamente del hebreo -haJamás- en i24NEWS). Es evidente el disgusto de la redactora, que pone el acento sobre la violación, por parte del dron israelí utilizado en la operación, de la territorialidad libanesa. (Del mismo Líbano que es plataforma para que otro grupo terrorista, Hezbolá, ataque día y sí día también a los civiles israelíes que viven cerca de la frontera). Una vez más, me reconcilia con el periodismo la entrada de The Scroll, que aborda lo ocurrido con las premisas correctas: que es una buena noticia que asesinen a un jefe de la banda de criminales y violadores que es el Hamás. The Scroll menciona también un tuit de Omri Ceren: el jerifalte de Hamás había sido declarado terrorista por EEUU, que ofrecía 5 millones de dólares por información que ayudara a capturarle. Al mismo tiempo, denunciaba Ceren, la Administración Biden paga los sueldos de soldados, policías y demás efectivos de 'seguridad' del Gobierno supuestamente amigo del Líbano, que ofrecía por acción u omisión al terrorista protección y posada. Un ejemplo perfecto de las políticas suicidas y esquizofrénicas de los demócratas.
Mientras en la tele del Liao suena la Tusa, de Karol G y Nicki Minaj. Me transporta a los días de Venezuela.
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Esperar largas horas en la frontera no es comparable con perder la casa o que te hayan matado a un familiar. Pero es una de las consecuencias más humillantes de la invasión criminal rusa de Ucrania. Los ucranianos eran un país europeo normal y civilizado. Trabajaban, vivían en paz y se iban de vacaciones a trabajar o en avión aprovechando los avances del mundo que hemos creado. La canallada de Putin les obliga ahora a hacer todos los desplazamientos por tierra. La presión resultante en las fronteras hace que se formen colas interminables de muchas horas en la que es inevitable reflexionar sobre la trágica banalidad de una guerra caprichosa que no había ningún motivo para empezar. Anoche, poco después de las doce, contestó Alia, precisamente desde la frontera con Polonia. Llevaba ya media tarde en el autobús y aún tenían una veintena de vehículos delante. Seguramente tendrían que hacer noche allí antes de poder pasar a Polonia y continuar por carretera hacia Alemania. Mientras en Kiev sonaban las sirenas seguidas al poco tiempo por explosiones. Hay pisos destruidos por los cascotes de los drones y algunos heridos. Lejos, en el frente, continúa la carnicería.
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El martes por la noche en Podil pasamos por delante de una casa presoviética. Andryi señala el edificio y me explica que aquí vivió, y fue detenida al estallarle el explosivo que preparaba, la joven revolucionaria Fani Kaplan, que sería ejecutada años después por dispararle a Lenin. Busco su nombre en internet y me cautiva, por su intensa sensualidad actual, una de sus fotos.
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Largo paseo por Kiev e impresiona por soviético el distrito de Solomianski, en concreto la zona del Ministerio del Interior. Justo al doblar la esquina está, abandonada pero aún protegida por la policía ucraniana, la embajada de Rusia. Vuelvo a mi barrio por el puente que pasa sobre las vías del tren a la altura del Ministerio de Infraestructura y entro a ver el Barsa-Madrid en un bar. La leña arde -como en la canción de La Pantoja, 'el fuego está encendido la leña arde'- en la chimenea que preside la terraza acristalada. Me hace pensar en la estufa de cáscara de almendra de El Pati, con El Chino siempre cerca bebiendo y contando historias. Juegan en Montjuic, en la Montaña Mágica. Cuántas veces ha sido para mí la muntanya màgica, en catalán. Una a finales de los 90, cuando visité en verano el estadio vestido con la camiseta Nike más bonita que ha llevado Italia. Otra para un concierto de Springsteen, con Pacheco. Y siempre en la imaginación de catalanista que pensaba que estudiaría en Barcelona y se veía subiendo a Montjuic a correr por las tardes. La vida me ha llevado por otros caminos. Llego al descanso y el Barsa va ganando uno a cero. Empata Bellingham de un latigazo inolvidable desde lejos con la derecha y la cámara enfoca a la afición del Madrid. Hay bufandas de peñas y una pancarta, nada menos, que de la Peña Madridista de Cambrils. Alguien lleva también una bandera -sin palo- de un club árabe. Diría, buscando escudos en google, que del Wydad Athletic marroquí o del Club Africain de Túnez.
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Estoy en una cafetería y hay un chico joven con la pierna amputada (por debajo de la rodilla). Él está en la terraza y mira hacia dentro (donde estoy yo) con expresión pacífica. Cruzamos la mirada y la bajo, sintiéndome culpable por no ir, por lo menos, con traje de militar. Me gustaría llevar el pasaporte rojo (los ucranianos son azules) pegado en la frente para excusarme. Juega con los perros de los clientes. Da las gracias "por el excelente café" y se marcha apoyándose en sus muletas. Cuando ha desaparecido el ambiente parece que se relaje. Todos quedamos un poco aliviados.
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Donde ha abierto su embajada Japón empieza un paseo arbolado muy fresco que se eleva, primero sobre Podil y después por encima del río Dnipró, para dar a quien camina unas vistas sobre Kiev inmejorables. Es un lugar ideal para oxigenarse e ir a correr y hacer gimnasia al que nunca voy, por pereza y también por el peso paralizante de la costumbre.
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En Tinder, conozco a N, que habla con orgullo y entusiasmo de sus raíces georgianas y menciona a un bisabuelo arquitecto. Suyos son unos cuantos edificios de Kiev y quiere enseñármelos cuando quedemos. Escribe en inglés que sospecho que pasa por algún corrector y envía mensajes de voz en el ucraniano cantarín, lleno de picos agudos popular entre las chicas de Kiev.
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Y en España, Espinosa abandona Vox, y crecen las voces que hablan de purga a lo liberal en el partido. Buxadé es el malo malísimo y sin duda es menos malo de lo que lo pintan los medios hostiles, que son casi todos, pero también menos bueno de lo que pretende Vox, donde sí parece que se apague toda voz con personalidad que no sea la del jefe Abascal y su lugarteniente Buxa.
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En Ucrania, prosigue la contraofensiva. Periodistas y think tanks hablan de avances tácticos sustanciales, que yo no sé lo que son. Antes de que se diera publicidad a estos avances, algunas crónicas en la prensa de USA describían un ambiente de desesperanza y fatiga. Como siempre en estas cosas, depende de la selección de fuentes. Y, me temo, que del ánimo del periodista. Es agosto y todos estamos cansados, o al menos yo. Por suerte, tengo vacaciones y visita familiar, lo que me permite abstraerme de las noticias de la guerra y el ambiente de movilización cuando más me cansaban. De no haber tenido vacaciones, quizá habría coincidido en el tono con los textos del Post y el Times.
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