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Dolió cuando no valoraste lo que yo trataba de hacer. Yo intenté reparar lo que ellos habían dañado en ti.
Escritor de sueños
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Parecía una locura, es más, era una odisea poder ver el infinito dentro de tus ojos.
–Tehimely Marrufo.
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Nunca te olvides de las personas que estuvieron ahí cuando todos te dieron la espalda.
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La abuela y Dios, Quetzal Noah
Mi abuela de niño me decía que cuando ella muriera me iba a estar cuidando desde el cielo, cuando fui adolescente tuve mis dudas sobre el cielo, después me hice adulto y tuve la entera certeza de que el cielo no existe. ¿Qué cómo lo sé? No lo sé, estoy seguro de que es así, que el verdadero paraíso es morir y no sufrir nuevamente los achaques del cuerpo, las crudas, el temor a las enfermedades, las preocupaciones económicas, el ya no toparse con personas que hacen la vida poco más que soportable. Nunca le quise decir a mi abuela que había dejado de creer en el cielo. Recuerdo que estaba en la cama enferma y le preguntaba si podía hacer algo por ella y me pedía que sacara un libro de un cajón que estaba en su cuarto, tenía oraciones para los enfermos, yo lo leía, rezaba el rosario con ella. Y no le decía a la abuela que no creía porque no la quería mortificar, a ella le preocupaba que toda su familia creyera para que pudiésemos reunirnos después de la muerte, para ella la falta de fe era una falta severa a Dios quien siempre nos procuraba, por eso todos teníamos salud y estábamos en un núcleo amoroso, para ella todo eso era la mejor prueba. Los últimos días de mi abuela me puse más triste al pensar que si es que no existe el cielo ya no habrá oportunidad de vernos otra vez, me convenía creer por motivos amorosos, para volver a verla y abrazarla, me ponía tan triste esa incertidumbre, y era tan duro, también pensaba que el día de mi muerte dejaría todos mis recuerdos y con ello todos a los que había amado y de los que había aprendido. Le quería preguntar a mi abuela ¿Si es que existe Dios para que quiere que seamos eternos? Luego pienso en que si Dios existe y nos quiere tanto como yo a mi abuela, a mis papás y mis hermanos, a mí, me gustaría que ese amor fuese eterno y no dejar de verlos. Uno quiere entender a Dios cuando apenas puede entenderse a sí mismo. Una semana después de que la abuela se fue me la encontré en la sala de la casa:
—Usted no esté triste mijito. Yo estoy bien, sí existe el paraíso.
Desperté, tomé el desayuno con mi mamá, le dije creo que la abuela ya está con Dios.
Los cuentos que dejé para después.
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Extraña manía tiene el universo de juntar en una misma persona todo lo que nos gusta.
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No perteneceré al cielo ni al infierno. La otra parte de mi alma se encuentra en el universo, esperando el momento de mi regreso, anhelando que mi estadía en este mundo acabe pronto para por fin volver a ser polvo de estrellas. No soy agua ni viento, tampoco solo un costal de huesos, soy vida, soy arte, soy filosofía, y lo seguiré siendo aún después de mi muerte. Continuaré amando, y seguiré siendo amado a través de recuerdos, que no es mucho, pero es todo lo que puedo dar.
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Tal vez el cielo es la prueba perfecta de que la vida puede volver a ser buena; el cielo siempre vuelve a ser azul después de la tormenta, y aún después de que el sol se oculta, las estrellas salen para seguir iluminándolo.
–RTR.
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Cierra los ojos e imagina esto:
Tu primer beso, tu primer amor, tu primer cumpleaños, tú encontrando al amor de tu vida, tu primer trabajo, tu casa, tu primer hijo, su primera palabra, el primer día de clases, la vida es buena. Te retiras cuando es hora de ti mismo: viaja por todo el mundo de este a oeste. Ver el amanecer en Japón y scubadived en Guatemala. Tienes 92 años y vives en el Gran Cañón. Es tu última noche en la tierra; estás recostado en una roca dura y fría con ella, admirando la inmensa inmensidad del cielo, la vía láctea. Te estás preguntando si estamos solos en el Universo, cierras los ojos. Nunca lo sabrás… tomas el último aliento, y regresas a las estrellas. Buenas noches.
Encontré esto, y quise ponerlo aquí
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