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La paciente invisible
Soy Luciana, una fisioterapeuta que cuenta con su propio consultorio en una pequeña ciudad, en el que disfruto ayudar a mis pacientes a mejorar sus condiciones de vida. Por medio de este blog quiero contar historias que marcan mi carrera y me enseñan cosas desde la profesión.
Esta es la historia particular de Ana, una mujer mayor de aspecto triste, quien un día llegó a mi consultorio a causa de un dolor insporotable generado por artritis reumatoide muy avanzada que la había encerrado en su casa por muchos años y sin importar los tratamientos e intervenciones que se le realizaran, el dolor no cesaba con absolutamente nada.
Me propuse ayudar a Ana a recuperar así fuese en poca medida su autonomía, nuestras primeras sesiones fueron complicadas, a causa de que Ana no quería moverse por miedo al dolor que pudiese sentir pero con paciencia y empatía empecé a realizar su plan de tratamiento totalmente personalizado, haciendo uso de técnicas de terapia manual, ejercicios suaves y calor terapéutico para aliviar el dolor y mejorar su movilidiad articular.
A media que pasaron las semanas, fuimos creando un vínculo especial, yo no solo era su fisioterapeuta, sino también su confidente, ella me contaba sus recuerdos, anhelos y sus más grandes temores, yo me dedicaba a escucharla con atención, para luego darle palabras de aliento. Un día en nuestra sesión semanal, ella se detuvo y mientras me miraba con mirada llorosa y voz temblorosa me dijo: "Luciana, yo siento que tú me ves", "Al mirarme todos ven a una anciana enferma, pero siento que tú si pudes verme". Sus palabras me conmovieron en sobremanera, porque fue en ese momento donde caí en cuenta de que mi trabajo va mucho más allá de recuperación física, en este caso estaba ayudando a Ana a recuperar su identidad y a hacerla sentir que tenía un lugar en el mundo.
Con el tiempo, sus avances físicos y emocionales fueron notables, logró recuperar parte de su movilidad sin sentir dolor, pero lo más importante, recuperó su sonrisa, y de esa mujer con mirada triste que entró a mi consultorio el primer día, no quedó absolutamente nada.
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