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Las Erinias. | Acto cero, primera parte.

En la mitología griega, las Erinias son personificaciones femeninas de la venganza que perseguían a los culpables de ciertos crímenes. También se las llamaba Euménides, antífrasis utilizada para evitar su ira cuando se pronunciaba su verdadero nombre. Según la tradición, este nombre se habría empleado por primera vez tras la absolución de Orestes por el Areópago, y más tarde se usó para aludir al lado benigno de las Erinias.

En Atenas también se utilizaba eufemísticamente la perífrasis ‘venerables diosas’. Asimismo se aludía a ellas como ‘diosas ctónicas’, y se les aplicaba el epíteto Praxídiceas, ‘ejecutoras de las leyes’. En la mitología romana se les conoce como Furias.

Según cuenta la leyenda, las Erinias son hijas de la Zagreo y Ramnusia, salvo, en instancia, la más pequeña. Tan sólo ella fue adoptada bajo el yugo de sus hermanas, frente al desamparo y el miedo floreciente en el pecho de la madre biológica de la criatura.

Son tres, y nunca tienden a separarse, aunque así las veas.

Alecto (‘la implacable’), que castiga los delitos morales. Escondida bajo el nombre de Allana Meriott, hija de Davina Valtoria y Athan Eloy, fue entregada con cinco años al amparo de La Dalia Escarlata y la unión de las Erinias, cuenta con veinte años de edad. Apodada la “Reina de Corazones Negros” en el mundo de los delitos de guante blanco, experta en el juego del póker; dona el dinero robado a los niños necesitados, a los distintos refugios para mujeres creados por La Dalia alrededor del mundo, y a todo aquel que lo necesite, actuando como un Robin Hood. Maltratada en ocasiones por su padre bilógico, incluso, violada por un maleante contratado por el progenitor; el mismo no acabó con buena fortuna. Padece un irrefutable odio al tacto más allá de sus manos, causa de los traumas del pasado. Astuta, callada, agresiva, calculadora y observadora; es, de lejos, la más peligrosa de las tres.

Megera (‘la celosa’), que castiga los delitos de infidelidad. Hija de Evangeline Villorde y Athan Eloy, hermana de sangre de Tisífone, se econde bajo el nombre de Calio Meriott, cuenta con 34 años. Trabaja para su padre, en su empresa, como segunda CEO. La relación con sus hermanas pende de una cuerda floja aparentemente, debido a varios altercados del pasado, y a que ella se ha “posicionado a favor de su padre”. También ha sido castigada por su padre, durante años fue encerrada durante horas en un tonel lleno de agua sin cabida  de aire. Detrás de esa inocencia y sumisión hay una lengua afilada casi tanto como sus cuchillos, y cuando menos te lo esperas, ataca. Que no te engañen sus palabras dulces, su tono meloso y sus ojos de cervatillo.

Tisífone (‘la vengadora del asesinato’), que castiga los delitos de sangre. Escondida bajo el nombre de Neera Meriott, cuenta con 30 años.  Empleada del Moulin Rogue, donde tiende a encontrar a los culpables de los delitos, para, posteriormente, vengarse de ellos; también como espía, logrando infiltrarse en grupos para nada agradables (mafias, minas que explotan a personas, sectas, etcétera). Su padre la castigaba siendo una infante mediante el empleo de un látigo que impactaba directo en su espalda, razón por la cual esconde la misma bajo capas de ropa, también alejó a su hijo de ella cuando el infante tenía apenas tres años, asesinándolo posteriormente. Altanera, demasiado astuta, se meterá debajo de tu piel para conseguir lo que busca, seductora a más no poder, y sin tapujos; sabe jugar sus cartas demasiado bien.

Se representa a estas hórridas deidades vengadoras como genios femeninos con serpientes enroscadas en sus muñecas, portando látigos y antorchas, y con sangre manando de sus ojos en lugar de lágrimas. 

Las Erinias son fuerzas primitivas anteriores a los dioses olímpicos, por lo que no se someten a la autoridad de Zeus. Son las encargadas de castigar los crímenes durante la vida de sus autores materiales, y no más tarde. No obstante, siendo su campo de acción ilimitado, si el autor del crimen muere lo perseguirán hasta el inframundo. Justas pero sin piedad, ningún rezo ni sacrificio puede conmoverlas ni impedir que lleven a cabo su tarea. Rechazan las circunstancias atenuantes y castigan todas las ofensas contra la sociedad y la naturaleza, como el perjurio, la violación de los ritos de hospitalidad y, sobre todo, los crímenes o asesinatos contra la familia. En épocas antiguas se creía que los seres humanos no podían ni debían castigar tan horribles crímenes, correspondiendo a las Erinias perseguir al desterrado asesino del fallecido en venganza, hostigándole hasta hacerle enloquecer. La tortura solo cesaba si el criminal encontraba a alguien que le purificase de sus crímenes.

Atormentan a los que hacen el mal, persiguiéndolos incansablemente hasta volverlos locos. En un sentido más amplio, las Erinias representan la rectitud de las cosas dentro del orden establecido, protectoras del cosmos frente al caos.

Gracias a un maleficio lanzado por Verónica Bergman, tras su reencarnación, teniendo vagos recuerdos, que se asemejan más a un dejà-vu, de su vida anterior. Del mismo modo, y habiendo otra deidad en juego, suelen realizar ciertos trabajos para la dios Eris, aunque al final del día no pertenecen a nadie y trabajan por libre.

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Acto cero, tercera parte.

El primer verso brota sin el más mínimo pudor asemejando su sonido a una canción de los Rolling, la puerta aventura su cierra acompañada de un grácil ruido seco, al fondo, el vinilo reproduce debidamente su papel. Un corazón desbocado, osa a recordar sin permiso previo. Escuece el alma, arden los ojos, la mente calla, el corazón exige piedad. Escuchas el silencio ensordecer la estancia, roto por el estallido de un llanto infantil, al fondo, un vaso se rompe. Ya no eres tú, es ella. El último verso se funde en una miscelánea colorida con el llanto, el telón baja permitiendo a los espectadores deshacerse de la mascara, acaba contra la pared; san/gre recorre la estancia. El niño mu/ere, se ha alimentado de cristales.

Llegas a la hora justa, pero tarde; ya me he marchado.

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Acto cero, segunda parte.

Las generaciones hablan diciendo que es más fácil atrapar a un mentiroso que a un cojo, ¿dónde está, si no pues, su eterno castigo? Se enfrenta diariamente a tu mirada sin tapujo alguno ofreciendo el elixir verbal que buscas, el confort de unos brazos que no mereces, el antídoto ante una enfermedad que tú mismo has encargado expandir a toda la población. Escuchas el tono miel de sus palabras y la crees, necio tú, has caído en la red de sus engaños. Tan sólo accediendo al recoveco más oscuro de su mente, a la aorta que guarda todos sus secretos, tan sólo entonces, serás capaz de haber hallado la verdad.

La aparente inocencia, al igual que la belleza, es un arma de doble filo que puedo suponer haber aprendido a limar sin llegar a rasguñarme durante años.

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Acto cero, primera parte.

Pusilánime sentimiento que creces en su pecho sin ápice de vergüenza, clava sus garras en la espina dorsal haciéndola escupir un brebaje que sabe a palabras basadas en ponzoña, letales más que cualquier otra arma padecida por el hombre. Engatusada a labrar una curvatura labial socarrona, un álter ego que se funde con el propio logrando, finalmente, ilustrar el reflejo en los ojos de Narciso. Arrogancia y estupidez a partes iguales, la racionalidad se ve sometida a actuar con pura negligencia por culpa suya. La función se completa tan sólo en el momento que las luces parpadean con vida, a lo lejos una exclamación atorada en una tráquea ajena. El acompañante yace en el suelo, casto de pulsaciones.

Te llamaré valentía, no me quedan agallas para buscarte otro nombre.

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¡Feliz 8 de Marzo, foto con algo morado!

Mi función de hoy ha consistido en viajar a Kenia y estar con las mujeres más desfavorecidas oyendo sus historias y ofreciendo apoyo. Siempre me ha gustado pensar que soy una mujer fuerte, y que poco puede hacerme mostrar el más mínimo signo de debilidad; pero hoy he llorado, he llorado por la emoción de las barbaridades que han sufrido ellas, y por lo fuertes y libres que se mostraban. Porque las mujeres no necesitamos ser valientes, necesitamos ser libres.

Me gustaría decir que comencé a abrir los ojos por todas las mujeres que han influido mi vida. Mi abuela Persefone, según tengo entendido, bajo esa armadura de espinas y guerra que ella misma creó a su alrededor, sufrió una vida (no hablemos de un rapto y sus consecuentes violaciones) poco agradable; tampoco mencionemos su color de piel, al intentar inflirtarse en sociedad, recibiendo más piedras que "buenos días". Mi tía Macaria, de nuevo, mujer de color, fue maltratada por la Inquisición, sufrió como esclava, y se mantuvo bajo el régimen que estuvo implantado en la década de los sesenta en América contra los negros. Mi madre, Hécate , ha sufrido una vida pisando cabezas, hombres basados en un régimen prehistórico de pensamiento y unas actitudes opresoras, para demostrar y llegar a un punto donde nadie puede destronarla. Mis hermanas, a su manera, impla/cables e incallabes, demostrando siempre que somos nosotras quiénes sujetamos el mundo, si no, se hundiría.

Ellas sólo son un motivo más para seguir luchando.

Pero decidme; ¿qué hay de esas mujeres que viven en países tercermundistas dependiendo de los hombres sin voz ni voto? ¿Las niñas vendidas con ocho años para casarse con hombres de cincuenta y algo? ¿Las niñas y mujeres raptadas y enviadas al mercado ne/gro o a prostíbulos? ¿Las que son asesinadas diariamente? ¿Las que no pueden hacer nada porque si no su vida se convierte en un calvario?

No os engañéis, las que tenemos el privilegio de luchar diariamente no lo hacemos solo en nuestro nombre. Lo hacemos en el nombre de las que iniciaron el primer grito de guerra, las que dijeron "se acabó", las que ya no están, las que están y las que estarán. Porque unidas, somos imparables.

Me gustaría dar las gracias a mi padre por todo el mal/trato que me ha hecho sufrir. Por dejarme secuelas y no poder ser tocada más allá de las manos. Por destrozar mi inocencia de raíz. Me gustaría dar las gracias al imbécil que se me cruzó hace años en la callé y me dejó tirada, vio/lada y al borde de la muerte. Las gracias porque me habéis destrozado, pero habéis aumentado la potencia de mi grito, de mis ganas de luchar. La venganza se sirve en un plato frío, y mi nombre no es Alecto por nada.

Así que dime, ¿vas a venir tú aquí a decirme qué hacer y qué no? ¿No ves que soy mujer, y que ni necesito armas para defenderme, ni tu opinión de mierda para seguir con mi vida?

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¿Cómo es la casa de vuestros personajes?

| Me gusta pensar que las casas reflejan perfectamente a mis personajes, así que aprovecho, y doy una breve explicación.

— Allana vive en un pequeño ático de una habitación, con baño y cocina, sin salón en Londres. Barato, cálido, resguarda del frío y se caería a trozos si no fuera porque la griega está a loro de que todo esté en perfectas condiciones. Le quitas ese ático y te quita la vida, porque es Allana, y es así de agradable.

— Neera... Neera es más bien nómada. La casa de la fotografía es de su único establecimiento fijo a las afueras de Toronto. Por lo demás, suele vivir (como ahora, que está en África) en bungalows con lo justo y necesario para poder mantenerse y ser una persona decente diariamente.

— Calio es un mundo aparte. Tiene una poco modesta poco pequeña poco humilde mansión. Ahí residen ella y los cuatro sirvientes que tiene. Está tan sola como su padre (por qué será), pero la casa que no falte. ¿Localización? Nueva York. Y tiene otro apartamento en el Upper East Side para cuando se aburre de la vida alejada de la ciudad. |

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E r i n y e s.

we are the splashing of sticky red

shuddering in the darkness. we are the voices that call from the roots of swaying trees. we are the chill wind in your bones. we are the cold fingers crawling underneath your skin.

can you hear us now?

good.

we are v e n g e a n c e. we are spite. we do not forgive. and we never, ever forget.