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Ángeles, fantasmas y algo más ... (6)
Ya como profesional me encontraba laborando en la ciudad de Medellín para una multinacional, pero tenía como base Bogotá. En una de mis venidas a Bogotá, tenia como encargo buscar un libro y para ello tenía que ir a una librería en especial. Al estar en el sitio, observé que en una cartelera había un anuncio de una conferencia acerca de la hipnosis regresiva, una terapia de amplio uso para calmar fobias, miedos y similares, la cual me llamaba la atención.
Al participar en la conferencia y después de algunos ejercicios dirigidos por el conferencista, según él, yo era candidato una “A” para hacer la demostración respectiva de la terapia. Accedí, pero con el temor de no poder ser hipnotizado, quizás por el miedo que sentía a salir del evento ladrando o maullando o algo por el estilo (risa nerviosa). La sensación del 3, 2, 1 y sentir ese letargo entre dos “mundos” fue increíble. Como la idea era regresar en mi pasado para resolver asuntos pendientes, en un comienzo la experiencia me llevo hasta el momento de mi primer “ataque de asma” a los 3 o 4 años de edad, después a un estado que para mí era el ser un feto, en el vientre de mi madre; es allí cuando vinieron a mi mente recuerdos de situaciones entre mis padres, los cuales corroboré después con mi madre. A continuación, el conferencista me pidió ir mas atrás a lo que respondí, que cómo, si soy un feto, hasta donde puedo ir? A lo que el conferencista respondió “hasta el momento en que debas ir “. En ese momento se puso ante mi una escena como sacada de la película “Salvando al soldado Ryan”, es allí donde me veo en una barcaza de desembarco, durante los primeros días de junio de 1944, si, durante el famoso día D, ahí entendí muchas cosas.
En esa situación, al ver mi reflejo en el agua, descubrí que era una persona de raza negra, casi “morado”; en esa barcaza, éramos todos de ese color, exceptuando al teniente que iba adelante. Inmediatamente se abrió la puerta de la barcaza, para nuestro desembarco, una ráfaga de ametralladora hirió a muchos de los ocupantes, incluyéndome, cayendo muy mal herido a las gélidas aguas y enredándome con alambre de púas que reposaban en el fondo. En mi afán de salir de allí, me enredaba más y más, hasta que empecé a sentir muchísimo frio, el frío de las aguas, el frío de la muerte.
En el desespero de saber que moría, el conferencista en el afán de tranquilizarme, me enfatizó que eso era un episodio vivido y me pidió ir a un sitio tranquilo, ahí se me vino a la mente Lérida, lugar de residencia de mis primos sobrevivientes; pero al saber que allí no estaba mi tío, quise ir a la casa de mi madre en La Dorada, a casi 100km de distancia, pero algo me impulsaba a retornar a Lérida, así sucedió en varias ocasiones, hasta que por el desespero y la ansiedad que me embargaba; todo cambio, el ambiente se torno nublado, colmado por una densa neblina y del fondo de ese paisaje entre gris y blanco, surgieron mi tío y muchos de mis familiares; familiares que habían desaparecido en Armero, él me abrazó en el mas espléndido abrazo que he sentido hasta el día de hoy, me comentó que todos estaban bien y que le dijera a sus hijos, mis primos, que ese día se solucionarían los problemas con los “muchachos” (así le decían a la guerrilla que operaba en la zona de Lérida – Líbano).
Ya tranquilo, el conferencista me sacó de ese estado de hipnosis, del cual no quería salir, por la alegría de ver a mis familiares y saberlos bien.
Después de la conferencia, salí raudo a llamar a mis primos y contarles lo que había vivido. En un comienzo estuvieron incrédulos, pero después de contarles los detalles contenidos en las palabras de mi tío, se sorprendieron y me creyeron, nos fundimos en un gran abrazo en la distancia, por los recuerdos que teníamos de tan grandes seres humanos que eran nuestros familiares.
Ese día se terminaron mis problemas con el frío (ahora me dicen que me proteja más del frío, ando en Bogotá - clima frío todo el año, como si fuera tierra caliente) al entender su origen y cerré mi estado de duelo por la desaparición de mis familiares, 11 años después, mi vida es más tranquila
Siempre he creído en ángeles, fantasmas y algo más …
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Ángeles, fantasmas y algo más ... (5)
.. pero, iba solo!
A mediados de los años 80’s del siglo pasado, cuando al puente sobre la Autopista Norte sobre la calle 134 le llamaban el segundo puente, estaba visitando a mi novia y creía que me tocaría quedarme esa noche por allá. ¿Por qué? Porque en ese tiempo, después de las 10 pm ya no había transporte por la Autopista Norte; mucho menos por la calle 100, nada que me acercara al colegio CAFAM y desde allí caminar hasta mi casa en el barrio Bosque Popular, cerca de la Av. Rojas. Como había mucha gente en el apartamento, no me fue posible quedarme y debí salir, después de la media noche, caminando a la autopista y de allí seguir la ruta Autopista, calle 100, Av. 68, Colegio Cafam y bajar al Bosque Popular.
Cuando, ya casi a las 3 am, iba por la Av. 68 a la altura de CAFAM de la Floresta, paso a mi lado un amigo en su carro, me saludo y continuo su viaje. ¡Continuó su viaje, siguió su viaje…! Me puse furioso y a la altura de la Av. 68 con Calle 68, donde actualmente hay un Alkosto decidí cambiar la ruta, giré hacia el occidente y entre por el barrio La Estrada, hasta llegar a mi casa, casi a las 4 am.
Algunos días después me volví a encontrar con mi amigo, al cual le llamé la atención. Pero él disculpándose me dijo que “nos había visto tan contentos que prefirió seguir adelante …” y que, además, gracias a Dios no me había llevado, porque a la altura de la sede de la Cruz Roja, sobre la Av 68, un carro lo golpeó, llevando la peor parte el lado derecho de su carro …
Yo, iba solo.
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Ángeles, fantasmas y algo más ... (4)
Ya en la universidad, las tragedias de Armero y del Palacio de Justicia me dejaron recuerdos imborrables, para siempre. Durante esa semana del 6 al 14 de noviembre de 1985, satanás orondo se paseo.
Muchos familiares se fueron, muchos amigos también, pero la esperanza de un futuro mejor permitió salir adelante en mis estudios y en mi vida personal
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Ángeles, fantasmas y algo más ... (3)
De mis primeros viajes a Bogotá, no recuerdo mucho, excepto mi gusto por el sector de la Candelaria, quizás porque por esas calles deambulaban mis héroes, entre ellos Policarpa Salavarrieta .
Quizás por la tradición oral de fantasmas en sus recintos y el misterio que rodea a su historia
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Ángeles, fantasmas y algo más ... (2)
Cerca de los 6 años, mi abuelo falleció. Su partida no la sentí, sino hasta ya en mi adolescencia, porque después de haberse ido, lo seguía sintiendo muy cerca, tan cerca que para mí él estaba siempre a mi lado, compartiendo mis juegos, mis aventuras. Hasta lo veía, aun cuando nunca me pregunté porque siempre con la misma ropa, la ropa con la que iba a la finca, ropa de trabajo. De un momento a otro ya no lo sentí más, quizás, supo que era el momento de irse con su familia.
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Ángeles, fantasmas y algo más ... (1)
Nota: Si bien lo aquí expresado es de mi completa autoría, las imágenes mostradas pueden estar sujetas a derechos de autor.
El ser humano durante su transcurrir por la eternidad del tiempo, ha estado interesado en el más allá o mejor, en que hay después de la muerte, el alma, el espíritu, el limbo entre lo terreno y lo divino.
Mi nombre es Gabriel, ésta es mi historia, una historia de lo que puede estar más allá de nuestra comprensión, es mi historia y mi relación con ángeles, fantasmas y algo más…
Desde mi infancia, he sido cercano a “fenómenos paranormales”, cercanía con espíritus, a través de mitos y leyendas de la tradición oral del pueblo en el que residía, una pequeña población al norte del Tolima, Lérida (Lleida) con una configuración de a lo sumo 9 x 4 manzanas. Pueblo de vocación agrícola y que garantizaba el desfile de trabajadores hacia el campo a oficiar sus labores y al caer la tarde, de regreso a sus hogares.
En las noches, era frecuente escuchar historias de almas en pena, espíritus del campo, doncellas malditas o desventuradas por su trágico pasar por la vida, espíritus de los ríos, custodios de tesoros indígenas. Todas esas historias, reales para muchos campesinos, alimentaban mi imaginario.
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