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Yo no vine aquí a cortarme el pelo. Vine a cerrar un ciclo. Si, señor peluquero, pásame la del 0. En fin, me corté el pelo. Comí con padre en el Savoy, opina más o menos lo mismo que todos: que es momento de salir adelante.
Le confesé lo que escribo en mis libretas, las ideas que tengo respecto a la novela policíaca y cómo escribirla. Mi padre es un hombre brillante pero escéptico, siempre que puedo asombrarlo de alguna forma, me guardo una satisfacción secreta y leve. Le ha gustado el caso.
Y tomé algunas fotos. No tomo fotografías como un fotógrafo, no soy fotógrafo. No sé nada de cámaras. Simplemente tengo una Polaroid. Y siento como si estuviera conectada a mi pecho y que mi corazón pudiera disparar. Pienso que las fotos Polaroid son lo más cercano a poder retratar un sueño o un instante, pero de una manera menos articulada y racional que un poema. Por eso hablo de sueños.
Es difícil trabajar siempre. Escribir siempre ha sido una tarea que me requiere de un esfuerzo monumental. Lo poco que he publicado ha sido sobre todo para no quedar mal con quienes me encargan textos, a aquellos que me ponen fechas límites les debo la triste, efímera y corta obra mía.
Tengo que releer un libro buenísimo que trata sobre cosas horribles. No estoy de humor para leer cosas horribles, estoy de humor más bien para contemplar el ocaso. Pero tengo que hacer mi trabajo. Y tengo que escribir la primera Nouvelle de A. M.
Le llamo nouvelle porque no será una novela, no tendrá esa extensión. Sé muy bien que soy un escritor fragmentario y de respiración corta, no pienso ser capaz de sostener una narración que rebase las 90 cuartillas. Por eso me sienta tan bien escribir relatos; sin embargo, al tratarse del primero, debo no solo narrar el caso y su resolución, también tengo la tarea (tan delicada) de introducir, de presentar, al personaje principal y el espacio que habita. Menuda tarea.
Estoy haciendo un esfuerzo enormemente consciente por no caer en lo que podríamos llamar autocompasión. Me parece un hábito miserable. Sin embargo, de lo que viví este último año no puedo simplemente olvidarme. Tengo que curarme. La palabra ‘rehabilitación’ no me parece un término exagerado. A momentos pienso en eso, luego recuerdo que con un poco de paciencia la belleza de la vida vuelve a parpadear y brilla. Y que todo es como las olas. Y escribir es urgente. Escribir es urgente. No me canso de decirlo. Escribir es muy urgente. El tiempo se acaba.
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No puedo evitar que lo que llega me llegue. Y me llegan a la mente fragmentos de canciones, de tontas canciones. Que entre más tontas, más verdad encierran por su ausencia de pudor: ‘como el poeta que decide trabajar en un banco…’ Siempre me gustó La Oreja de Van Gogh (Athena, quien ya no importa, una vez cuando era un muchacho me cantó una canción entera de ellos en la oreja, en susurros mientras amanecía después de una fiesta) y no me sorprendió enterarme de que el poeta Rafael Berrio, antes de su fallecimiento (que perdida tan horrible) antes de publicar discos como solista, escribió algunas letras de esa banda de pop.
Como el poeta que decide trabajar en un banco, me pasé la tarde ávido de aire puro. O de aire de mi habitación pero con hojas y con la libertad de escribir la historia (la primera) de mi saga detectivesca. Ya sé el nombre del detective: sus iniciales son A. M.
Sé el caso. Conozco al culpable. Y conozco sus motivos. Más, no puedo revelar. Hoy mientras releía el libro de ensayos «Como escribir relatos policiacos» de G. K. Chesterton, publicado por Acantilado; me encontré con frases que no puedo sino interpretar como señales. En su ensayo, ‘El Detective Divino’ hay un párrafo que culmina con la frase no hay nada de heroico en amar después de haber sido engañado.
Lo sentí como un golpe seco en el pecho. Mejor dicho, en la garganta. Estoy a unos meses de cumplir 30 años. He pasado ya por bastante y creo que conozco algunos trucos. Es momento de empezar, sino es ahora ¿cuando? Leo a Eckhart Tolle. Escribir es ahora. Todo no puede suceder sino ahora. El pasado no existe y el futuro no existe, solo tengo la conciencia de que existe la finitud de mi cuerpo y de mis manos que escriben y de mi mente que imagina mundos y personas que no existen, que imagina crímenes y sus resoluciones. Puede que la vida sea sencilla, depende por donde se mire. A veces creo que ya no entiendo cómo funciona el mundo. Tal vez no hay tal cosa como poder entender el mundo. Solo la experiencia existe, la experiencia que a posteriori se explica con la suma de conocimientos que tenemos sobre la experiencia.
Palabras. Palabras. Palabras.
Amo la vida, quisiera vivirla como un Dios. Sin el cansancio humano, ni el hambre ni el aburrimiento ni los deseos carnales. Ni el tic toc tic toc del reloj.
Absurdas añoranzas. Haré mi trabajo.
Soy un hombre de Occidente, de la estirpe de Homero. Solo me importa cantar mi historia antes de desaparecer completamente. Trabajo y lo que implica me espera. Esfuerzo, locura, recreo. Imaginación y coraje. Determinación.
I’m ready, my lord.
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Tengo una libreta roja donde estoy escribiendo las notas para mi novela de detectives. Pero entre párrafo y párrafo tengo que escribir cosas como “para los fines de mi novela de ficción…” porque me da miedo que alguien la lea y piense que soy un puto asesino en serie o algo así. O sea porque escribo listas de “Razones para matar” o listas de tipos de crímenes organizados por crueldad, etc.
No dejo de pensar en la garrapata. No quiero decir que la extraño, es simplemente que no logro entender porque actuó como actuó. Y entonces se me ocurren mil hipótesis y reflexiones. Es una obsesión entender cómo pudo ser así. Lo reconozco. Y le doy vueltas y vueltas y trato de entender. Me siento tentado a ofrecerle dinero con tal de que me diga la verdad, de saber que hay en su cabeza. Tal es mi obsesión. Y pienso que es normal. Después de la segunda guerra mundial surgió la Escuela de Frankfurt. Gente que se dedicaba a pensar día y noche, intentando descifrar ¿qué coños paso para que ocurriera este genocidio? También lo dicen en Matrix: nadie se pregunta cómo funciona algo hasta que se rompe.
Y pienso: coño, tengo tantas ideas al respecto, tantas reflexiones en torno a la garrapata que podría escribir un libro. Y claro que descarto la idea de inmediato porque sería un libro formalmente aburrido y poco original. En cambio, pienso que puedo usar todas estas hipótesis que tengo para crear la historia romántica del detective de mi novela. Es muy importante que en las novelas de detectives haya romances: porque son una distracción. Y si escribes novelas de detectives, tú lo que quieres como escritor es mantener al lector distraído, desviar su atención para que cuando llegues con la resolución del caso el efecto dramático sea lo más potente y poderoso posible.
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Supongo que no tengo que hablar más de mi ‘trepidante’ vida sentimental. Supongo que la entrada anterior es self explanatory. Sin embargo, su publicación llamó la atención de algunas personas cercanas a quien de ahora en adelante me referiré como “la garrapata”.
Una amiga de la garrapata por WhatsApp me envió mensajes amenazandome y una cuenta anónima en twitter me empezó a mandar DMs. O sea me da igual, lo único que me parece relevante es que esa gente cree que por insultar sin usar ‘groserías’ son algo así como seres iluminados. No se, los mensajes pasivo agresivos en verdad me sacan de quicio. Es hipocresía en su estado más puro. Quiero decir: no solo me estás atacando, sino que ni siquiera tienes los putos huevos de hacerlo de frente, de decir lo que quieres decir. Quieres hacerme sentir que soy el malo de la película por andar cantando verdades. El de twitter me dijo “suerte, hermano, te quiero’’ intercalado con ataques pasivo agresivos. Dios ¿en qué momento las personas se volvieron así? Hubiera preferido que los secuaces de la garrapata me esperaran con navajas afuera de mi domicilio. Al menos sería anecdótico. No como el tener que tratar con falsos cristianos. Es un síntoma de la decadencia de nuestros tiempos: el querer ser todo a la vez pero no pagar el precio. Querer ser violento pero hacerlo de forma pasiva agresiva porque también quieres aparentar ser ‘asertivo’ o como sea que le llamen los psicólogos a ese lugar donde se refugian los cobardes hoy en día.
Estoy cansado, pero no me arrepiento de nada. Bueno, tal vez de haber regalado algunas pertenecías a la garrapata. Pero que voy a hacer. Así soy yo. Además dicen que el sexo más caro es el gratis. Anyway.
Hollywood ha destruido demasiados corazones. Pero hey, that’s life isn’t it? Me refiero en concreto a la película ‘Whatever Works’ de Woody Allen. O sea yo sentí que esa era mi vida y ahora me doy cuenta que en realidad estaba viviendo algo más parecido a ‘Misery’
De cualquier forma, a partir de cierta edad las rupturas se vuelven un tedio más que una desgracia. No sé. Es como darte cuenta que llevas tres recibos de luz sin pagar y ahora tienes que ver de dónde sacas el dinero. Una dolor de huevos.
He aprendido de los veteranos de guerra que no debo sentir auto compasión y que es mejor contar mis bendiciones. Aunque la verdad es que a ratos me siento atravesando el mismo shock que pienso deben sentir aquellos seres que de pronto salen de una secta y entienden que no solo no encontraron la salvación, sino que casi se pierden así mismos en un proceso de sistemático maltrato psicológico y abuso. Es en verdad siniestro. Y te sientes tonto y te avergüenzas de haberte dejado robar, engañar. Pero al menos pudiste salir a tiempo y creo que los daños causados son reversibles. Quiero decir; perdí tiempo, energía y dinero. Pero soy consciente de que tuve mala suerte, de que me topé con un ser humano excepcionalmente siniestro pero que la mayoría de las mujeres no son asi. Tampoco he dejado de creer en el amor ni en el resplando del alma humana. Claro que me duele haber sido traicionado y usado, no me da vergüenza admitirlo. Soy humano, tengo sentimientos. Pero al mismo tiempo siento por primera vez en varios meses una especie de libertad mental que había perdido sin darme cuenta. El vivir sin reproches, sin vejaciones pasivo agresivas. Es liberador no depender emocionalmente de una persona en la que no se puede confiar. La verdad es difícil de asimilar pero al menos ya no me paso el rato intentando descifrar que es mentira y que es verdad. De críticas a mi forma de vestir, a mis opiniones, de groserías. De manipulación y gaslighting. También es un alivio la cuestión monetaria, librarme del estrés de complacer los apetitos de un parásito. En fin, es bueno ser libre de nuevo. Libre para conocer a otras personas, pienso que es más que probable conocer a alguien a quien pueda amar de verdad.
Sé que nadie está leyendo esto y por primera vez en mi vida no tener lectores se siente como un verdadero alivio. Me gusta tener un blog secreto. En fin, no creo que la garrapata vuelva a aparecerse en mi vida así que supongo que mis siguientes entradas van a tocar temas más interesantes. Aunque mis obsesiones actuales en realidad son muy pocas: fotos Polaroid, literatura detectivesca y un par de poetas romanos.
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No espero una audiencia ni nada por el estilo. Sè que al escribir esto estoy prácticamente gritando en una isla desierta. No me importa. Houellebecq decía que hay que escribir en donde sea, con tal de por lo menos asegurar un reconocimiento póstumo. No voy a decir que soy un artista porque es más que evidente y porque trae mala suerte; pero para efectos de expresarme como quiero en este párrafo al menos debo decir que “como artista”; la originalidad es sin duda la cualidad que sin duda estimo menos importante. Quiero decir: ser original es que algo que no me interesa ni busco. Lo digo porque la razón de estar aquí en TUMBLR es básicamente porque quiero imitar a Roger Wolfe, que escribe en TUMBLR y escribe diario. Y aunque solo tengo un solo libro de él, es el autor de uno de los versos nunca olvidaré: «Mi corazón es una cabaña helada en el fondo del infierno»
En fin, también como diría Morente:
‘Yo no cantaba pa que me escucharan ni porque mi voz fuera buena’
Lo cierto es que en lapsos de tiempo muy breves me suceden cosas dignas de ser contadas. Mi a veces tormentosa relación con Valeria me ha llevado a buscar una transformación interior u termine leyendo un libro con el que estoy fascinado y que siempre pensé que era una chorrada: El Poder del Ahora de Eckhart Tolle. Me está cambiando la puta vida. Lo he subrayado con todos los colores. Y me digo a mi mismo las frases que he leído en ese libro: «Me perdono por no estar en paz», «Todas las formas se disuelven» , «El ego es la mente no observada cuando usted no está presente como la conciencia testigo»… En fin, se pueden hacer una idea. En realidad no busco ser feliz, simplemente no sufrir por tonto. Me gustó tanto el libro que se lo regalé a Sussie y a Valeria y se lo recomiendo a todo el mundo.
También me compré una Polaroid. En concreto el modelo de gama media (Polaroid Now +). Sabía que sería bonito y que me satisfacería tener un objeto tan hermoso. Pero jamás imaginé que me fuera a enganchar tanto. Todo el día pienso en composiciones. En juntar dinero para comprar cartuchos. La otra noche soñé que trabajaba vendiendo helados y cada vez que mi jefe se distraía me escapaba a la acera de enfrente a “La tienda de cámaras Polaroid”. Es una gran prueba para mi. Porque el 50 o 60 por ciento de las fotos que tomo salen mal. Y eso es bueno, me ayuda a desarrollar mi tolerancia a la frustración. Pero al mismo tiempo considero cada foto velada un desafío.
En fin, tras meses de espera hoy llegó mi charm de Nick Cave (una mano roja diseñada por él) Amo las joyas y amo a Nick Cave. Lo único bueno de haber vivido en ese sitio aborrecible que fue Montreal es que me pude ver su exposición ‘Stranger than Kindness’. No me gusta el merchandising en general, pero me gusta la faceta de Nick Cave como artesano. Me recuerda un poco a William Morris.
Hoy se publicó un artículo mío sobre mis nuevos libros preferidos: las novelas de detectives de Robert Galbraith. He sentido una vergüenza horrible al ver que está lleno de errores de edición, uno pensaría que una revista que cobra suscripción tendría un corrector de estilo. Pero en fin. Estoy contento de haber manifestado un homenaje, por torpe que haya sido, a Robert fuckin Galbraith.
En fin, muchas cosas están pasando. Siento una necesidad de escribir asiduamente. Seguramente diario. Y seguramente aquí. Así que ya habrá tiempo de dar más explicaciones o lo que sea que estoy haciendo.
R.
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El fin de los días de Sol en pleno verano.
Son las 10:10
Hace mucho calor, ya no me molesta. Hace unos años escribí en mi diario: cada verano es peor que el anterior. Al siguiente verano llegó el covid y con el covid la desolación, el desasosiego, la locura. Me dio una depresión psicótica, me tuvieron que internar. El siguiente verano lo pase en otro país, un país que yo me lo imaginaba como un bosque en un suave invierno perpetuo. Resultó que Montreal era un pedazo de mierda. Resultó que el calor era peor que aquí. Porque allá era muy húmedo, la temperatura altisima. El sol blanco, ominoso, me enloquecía. Amanecía a las cinco y oscurecía a las nueve. Por las persianas se colaba una luz cegadora que me privaba de lo único que ahí me quedaba: el reposo, el sueño, el descanso de ser.
Este verano ha sido difícil, no ha estado exento de adversidades. Pero este es el verano en que fui a la cineteca, con la madre de Valeria y con Valeria, por supuesto. Ha sido el verano en que me emborrache casi a diario con Pelayo y con Pola. Ha sido el verano en que le retiré el habla a mi psiquiatra. Le dije: No eres tú, soy yo. Podemo seguir siendo amigos.
A Pelayo algo le paso, que no pienso decir. Las cosas entre nosotros se pausaron, el cariño y la locura se confundieron, se abrió una grieta. Y me fui a vivir con Sol, una pintora que me acogió de manera hospitalaria. Más que hospitalaria, fraternal. La vi, la veo como una hermana. Una hermana mayor. Como Pelayo, que a mi me confundió con su hermano menor. Su hermano menor que murió y que tenía problemas similares a los míos. El suicidio es un asesinato colectivo. Si Dios existe, está con los suicidas. A veces pienso: los mejores ya se fueron.
Viví con Sol dos meses. Al final los días con Sol fueron oscuros. Hoy me desperté y vi dos cuadros, colgados en la pared junto a mi cama. Los colgó de noche, pensé. Me voy a volver loco, esto es un mensaje siciliano, me mira sentada con una navaja mientras yo duermo, voy a enloquecer, pensé. Hasta los paranoicos tienen enemigos y la peor pesadilla del paranoico es confirmar. Al final resultó que los había colgado antes en el día, mientras yo no estaba. Pero ese malentendido resultó en mi expulsión prematura de su pequeño reino oscuro. Pelayo me llamó para tranquilizarme. Anita, mi mejor amiga, la incondicional fue por mi. Me ayudó a calmarme. Carajo, hasta me ayudó a doblar mi ropa. Federico El Grande, el bondadoso; ese guapo y carismático sujeto con él que compartí la adolescencia me mandó las llaves de su departamento. Me dijo, puedes comer lo que quieras, agarra mi almohada.
Y aquí estoy, mexicano escribiendo, acalorado en un piso de lava, efímero. Sin miedo al futuro, abrazando al destino, abrazándolo hasta clavarle las uñas en la espalda. Y le digo al destino: a donde quiera que vayas, tú vas conmigo. Ya no tengo miedo, yo soy la ballena blanca. Muchas cosas he visto, muchas cosas me han pasado y gracias a Dios, muchas otras he esquivado.
Escribo esto, sin dirección ni sentido: solo compromiso. Estoy acabando esta entrada ¿Que hare despues? Beber otra cerveza, terminar la carpeta que le quiero hacer llegar a Cami. Una diseñadora talentosa amiga de Vale a la que le otorgó la noble tarea de realizar mi ex libris.
Tomarme mis pastillas. Leer Fe, Esperanza y Carnicería de Nick Cave.
Y si mañana, amanecemos, ya veremos lo que haremos.
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