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Un vecino vio el fogonazo y oyó la detonación; pero, como todo permaneció en calma, no averiguó qué había sucedido.
A las seis de la mañana del siguiente día entró el criado en la alcoba con una luz y vio a su amo tendido, bañado en sangre y con una pistola. Le llamó y no consiguió respuesta. Quiso levantarle y vio que todavía respiraba. Corrió a avisar al médico y a Alberto. Cuando Carlota oyó la puerta, un temblor convulsivo se apoderó de su cuerpo. Despertó a su marido y se levantaron. El criado, entre llantos y sollozos, les dio la fatal noticia; Carlota cayó desmayada a los pies de su esposo.
[Las penas del joven Werther] - Después de las 11
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¡Ay! ¡Cuánto te he amado, desde el momento primero de verte! Desde ese momento comprendí que llenarías vida… Haz que entierren el lazo conmigo... Me lo diste el día de mi cumpleaños y lo he guardado como una reliquia santa. ¡Ah! Nunca sospeché que aquel principio llevaría a este final. Ten calma, te lo suplico, no desesperes... Están cargadas… Oigo las 12… ¡Que sea lo que tenga que ser! Carlota… Carlota… ¡Adiós! ¡Adiós!
[Las penas del joven Werther] - Después de las 11
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“Está decidido, Carlota: quiero morir y te lo informo sin ninguna intención romántica, con la cabeza tranquila, el mismo día en que te veré por última vez. “Cuando leas estas líneas, amada Carlota, yacerán en la tumba los despojos del desdichado que en los últimos momentos de su vida, no encuentra placer más dulce que el de hablar contigo en la mente. He pasado una noche terrible; con todo, ha sido benéfica, porque me ha ayudado a resolverme. ¡Quiero morir!
[Las penas del joven Werther] - 20 de diciembre de 1772
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Anoche, temo decirlo, la tenía entre mis brazos, fuertemente estrechada contra mi corazón; sus labios expresaban palabras de cariño, interrumpidas por un millón de besos, y mis ojos se embriagaban con la dicha que brotaba de los suyos. ¿Soy culpable, Dios mío, por recordar tan dichoso y por desear soñar lo mismo? ¡Carlota! ¡Carlota! Hace una semana que mis sentidos se han trastornado; ya no tengo fuerzas ni para pensar; mis ojos se llenan de lágrimas. No estoy bien en ningún lugar y, no obstante, estoy en todas partes. No espero nada, nada deseo. ¿No sería mejor que partiera?
[Las penas del joven Werther] - 14 de diciembre de 1772
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¿Qué es esto, mi amigo? Estoy asustado de mí. El amor que ella me inspira, ¿no es el más puro, el más santo y el más fraternal de los amores? ¿He cobijado en lo más hondo de mi alma un deseo culpable?
[Las penas del joven Werther] - 14 de diciembre de 1772
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Su imagen me persigue: que duerma o que vele, ella sola llena toda mi alma. Cuando cierro los ojos, en el cerebro, donde se halla la potencia de la vista, distingo con claridad sus ojos negros.
[Las penas del joven Werther] - 06 de diciembre de 1772
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Al dirigir mis ruegos a Dios, no puedo evitar decir: “¡Consérvamela!”
[Las penas del joven Werther] - 22 de noviembre de 1772
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Carlota no ve ni sabe que prepara ella misma un veneno mortal para los dos y yo apuro con fuerza la copa fatal que me ofrece.
[Las penas del joven Werther] - 21 de noviembre de 1772
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Amigo mío, aquí me tienes en un estado en que esta mujer hace de mí lo que quiere.
[Las penas del joven Werther] - 08 de noviembre de 1772
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Sólo Dios sabe cuántas veces he dormido con el deseo y la esperanza de no despertar. Y al siguiente día, abro los ojos, vuelvo a ver la luz solar y siento de nuevo el peso de la miseria.
¡Ah! Si yo fuera un caprichoso, podría descargar en el mal tiempo, en una tercera persona, en una empresa fracasada, la culpa de mi disgusto y el insoportable fondo de mi desolación sólo pasaría sobre mí a medias. Por desgracia, comprendo que la culpa es sólo mía. ¡La culpa! No.
Este corazón está muerto ahora, cerrado a todas las sensaciones; mis ojos están secos y mis acerbos dolores, que no tienen salida, llenan de prematuras arrugas mi frente. ¡Cuánto sufro!
Ahí esta el hombre inmóvil; árido, frente a su Dios, siendo un pozo vacío, una cisterna, cuyas piedras se han roto con la sequía. Muchas veces me he arrodillado para pedir lágrimas al Señor. Pero, ¡ay!, Dios no concede la lluvia ni el sol a nuestros ruegos importunos. ¿Por qué aquel tiempo, cuyo recuerdo me mata, era para mí tan feliz? Porque entonces yo esperaba confiado que el cielo no me olvidaría y recogería las delicias con que me embriagaba, en un corazón lleno de reconocimiento.
[Las penas del joven Werther] - 03 de noviembre de 1772
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Más de cien veces he estado cerca de arrojarme a su cuello. Sólo Dios sabe lo que me cuesta mirar y remirar tantos encantos, sin atreverme a extender mis brazos hacia ella. Apoderarse de lo que se ofrece a nuestra mirada y nos impresiona, ¿no es un instinto natural del hombre? ¿No echa mano el niño a todo cuanto le agrada? ¡Y yo!
[Las penas del joven Werther] - 30 de octubre de 1772
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¡Siento tantas cosas… y mi pasión por ella devora todo! ¡Tantas cosas! Y sin ella, todo se reduce a nada.
[Las penas del joven Werther] - 27 de octubre de 1772
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Es cosas de rasgarse el pecho y romperse la cabeza el considerar lo poco que valemos unos para otros. ¡Ay de mí! Nadie me dará el amor, la alegría, el placer de las felicidades que no siento dentro de mí.
[Las penas del joven Werther] - 27 de octubre de 1772
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¡Ay de mí! ¡Este vacío, horrible vacío que siente mi alma! Muchas veces me digo: “Si pudiera tan sólo un momento estrecharla contra mi pecho, todo este vacío quedaría cubierto”.
[Las penas del joven Werther] - 19 de octubre de 1772
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Me es suficiente ver sus ojos negros para ser feliz.
[Las penas del joven Werther] - 10 de octubre de 1772
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