joelbecerrilsj08
Siempre en camino
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joelbecerrilsj08 · 3 years ago
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A un año de mis votos
Hoy cumplo 1 año de haber profesado mis votos perpetuos en la Compañía de Jesús y lo termino con un corazón agradecido. No ha sido un año fácil pero ha estado lleno de mucho aprendizaje.
En este año aprendí que la conversión no se da de una vez y para siempre, sino que es un camino. Es el encuentro vivo con ese Dios Padre y Madre que nos abre al amor. Hoy creo que el amor solo puede vivirse entre la gratitud y la gratuidad. La gratitud nos permite reconocer lo que gratis se nos da y la gratuidad nos permite dar a los otros lo que tenemos. No se puede aprender a amar sino amando, de eso no tengo duda. Y en el camino habrá miles de tropiezos y caídas, pero con san Ignacio de Loyola he aprendiendo que las caídas son un buen momento para dejarse encontrar por el Dios de la Vida. Ese Dios que a pesar de nuestras rebeldías, en la vuelta a casa nos abraza, nos viste, nos calza, nos hace una fiesta y nunca deja de llamarnos: hijos. Por siempre seremos sus hijos.
Este año me permitió saber que la vida no empieza, ni termina en mí. Gracias a los compañeros extranjeros he aprendido a ser amigo, compañero y hermano. A través de ellos, Dios me ha mostrado que el mundo no es sólo como yo lo sueño y lo pienso. Fuera de mi hay un mundo por descubrir y a través del cual puedo dejarme moldear. Han sido las diferentes culturas, maneras de hablar, de pensar, palabras, comidas, juegos, etc., los que me han abierto a un montón de posibilidades nuevas y que me han permitido replantearme varias cosas en mi vida. Las vidas de los otros en la propia vida pueden ser fecundas si nos dejamos tocar y abrazar por ellas.
He aprendido también que no necesito estar de acuerdo con los demás, ni compartir las mismas ideas para amarlos, todos somos parte del mismo sueño de Dios. La vida se va tejiendo en la diferencia, en la diversidad. Somos diferentes hilos que nos vamos tejiendo en la gran urdimbre de Dios, que yo le llamo Vida. Cada uno le vamos dando colores y matices diferentes con lo que somos y tenemos.
Ser compañero de Jesús para mí ha sido abrirme a la novedad, a la incertidumbre, a lo incómodo, a lo universal de la vida. Cuando me he quedado en lo exclusivo y en el centro, pensando que todo tiene que girar en torno a mí, he matado el amor que gratuitamente se me ha dado. Me he lastimado y he lastimado a otros. Este tiempo he podido reconocer con humildad que soy barro, que soy frágil, humano, imperfecto, incongruente, que me equivoco, que puedo ser capaz de lastimar a quienes amo. Sin embargo me siento barro amado, perdonado y llamado a dar vida. Dios me ha permitido mirarme con más amor y ha sido a través de esa mirada que he podido encontrarme dispuesto a darme a los demás con todo lo que soy.
Sin duda, un gran maestro de este año fue el Covid, el cual tocó a mi puerta a principios de diciembre. Me permitió sentir mi propia vulnerabilidad y fragilidad, no sentirme ajeno al mundo. Durante este tiempo pude saberme sostenido y amado por muchos. El amor sana a través de los otros. Tuve también la oportunidad de estar acompañando a nuestros hermanos mayores que se contagiaron cuando el Covid tocó las puertas de nuestra enfermería. Aprendí a apostar por lo que a nuestros ojos está perdido y en ello descubrí que Jesús es donde más apuesta, en donde más podemos sentir su amor y su fuerza que sostienen. Recordé que lo que a nuestros ojos puede ser un rotundo fracaso para él es éxito. Dios siempre con sus lógicas distintas a las nuestras. Hoy los 6 jesuitas contagiados no están con nosotros pero estoy seguro que desde allá, con el buen Jesús, nos acompañan.
Puedo decir también que la vida religiosa no se sostiene sin oración y sin comunidad. Es ahí donde la vida cobra sentido. En los momentos que he descuidado esa parte todo comienza a tambalearse, se pierde el norte, el centro, el para qué de nuestra existencia. En la oración nos encontramos a solas con el buen Dios que en el silencio tiene mucho que decirnos. La comunidad es la que nos sostiene en tiempos difíciles y con quienes compartirnos las alegrías cotidianas. Donde aprendemos a aceptarnos en las diferencias, a conspirar y soñar juntos. Donde podemos reconocer que todos hemos sido llamados por el buen Dios y que somos parte de su mismo proyecto de amor.
Sin duda que la filosofía ha venido a retarme bastante, muy pocas cosas me han atrapado. Muchas veces me ha resultado difícil e incluso tediosa y más de modo virtual. He aprendido a valorar los esfuerzos de todos por aprender y los de los maestros de enseñar a través de las pantallas. Sigo abierto a aprender y a descubrir en los autores nuevas formas de entender el mundo. La filosofía ha tenido sentido en la medida que la he asumido como misión y cómo preparación para mejor amar y servir a los otros.
Otro de mis más grandes aprendizajes tiene que ver con la amistad. No podría entender mi vida sin amigos. Para mí, la amistad es uno de los vínculos más sagrados que existen. Lo único que puede sostenerlo es el amor, nada lo ata. Agradezco que Dios durante este tiempo haya llenado mi vida con más rostros, que hoy puedo llamar amigos. Algunos ya no están cerca pero he aprendido a caminar en la distancia con ellos. La amistad es un gran sostén de mi vida. Con los amigos he podido experimentar que puedo ser yo y crecer junto con otros.
Por último agradezco la vida de Ivan, Rubén y Luis, con quienes he compartido la alegría de caminar de cerquita y con quienes comparto esta fecha tan especial. Dios ha sido bueno con nosotros, llegamos siendo 4 y ahora somos somos 5, Brett es ahora parte de nuestra generación. Que el buen Dios siga sosteniendo nuestro sí por siempre. Gracias por su oración sincera y cuenten con la mía.
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