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“Las campanas de la iglesia están sonando,
anunciando que el año viejo se va...
La alegría del año nuevo viene ya.
Los abrazos se confunden sin cesar.
Las campanas de la iglesia están sonando,
la alegría del año nuevo viene ya.
Los abrazos se confunden sin cesar.
Las campanas de la iglesia están sonando...”
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Pues creo que hay un error si se parte de una dicotomía entre lo "real" y lo "irreal". Diría que el término real es ambiguo y carece de los matices necesarios para ponderar su propio significado. Podríamos hablar de materialidad física a un nivel de partículas, y aún así encontraríamos una dificultad para distinguir las sutilezas de los diferentes espectros que existen en el campo de la cuántica. Incluso encontraríamos discordancias entre las teorías que pretenden encontrar una conexión entre la teoría de La Relatividad de Einstein, y las teorías subatómicas. Pero esto no deja más que en evidencia la insatisfacción que genera la ciencia ante las preguntas ambiciosas del ser humano: qué es y qué no es. Más bien habría que plantearse si la necesidad, casi patológica, del ser humano consiste realmente en cuestionarse la "significancia" de las cosas, y no en si realmente este está dispuesto a recibir una negativa ante tales preguntas. Una concepción de la realidad diferente a la del "sentido" o el "significado" (ambos sinónimos en este caso), como lo es la idea de una cuarta o quinta dimensión. Simplemente una concepción que abraza posibilidades que quizás no podamos alcanzar o superar como especie.
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yo estoy del lado de los desgastados, de los que tienen dignidad y lloran. no en cambio estoy alejado de los cobardes que se sienten mal en las conversaciones cotidianas.
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Las conversaciones eran así, yo era aceptado por mi servidumbre entre los sirvientes, y mi contribución era esa, mis aspiraciones eran esas: servir y servir hasta hartarme. ¡Morirme agachando la cabeza! Temiendo un final abrupto sin honores.
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Admito que me gusta ver el trabajo de gente mediocre. ¡Yo también me identifico con ellos! Aunque quizás ellos no admitirían con tanta soltura, con tanto espíritu liberador, su gran amor por la intrascendencia y el fracaso.
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Es una cuestión de aceptar quién eres y cuál es el sentido de todo esto.
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Pero
necesito terminar esto. Antes que hacerlo, terminarlo.
Ha sido un largo recorrido desde que me vi en la más absoluta miseria.
He leído miseria y he pensado que hay más dolor en la mente, que en el cuerpo. Que las heridas no sólo son el recuerdo sino también las decisiones que uno toma, o por ejemplo los sentimientos que nunca se van. La rabia, el dolor. Tengo un sentimiento y lo protegeré hasta que él me devuelva el favor.
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Hemos capitalizado hasta la última gota de humanidad. Hace unos meses yo también dejé de pensar, y dejé de amarme. Estoy pensando ahora que no basta con una justificación guillotinezca. Quizás los franceses no sean tan malos después de todo. Los alemanes se dejaron llevar por el idealismo de tipos como Kant y Hegel y acabaron adorando a Hitler, los españoles idolatraron tanto al Quijote que hoy sólo les queda reírse de sí mismos.
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El trabajo es el trabajo. Uno suple el tiempo por capital, y esa es la esencia de todo.
Aún soy una persona con rabia. No tolero que las personas estúpidas sean jefes de nada. La meritocracia, o el dinero de grandes fortunas, en manos de personas estúpidas con un gran culto a la acumulación de bienes.
Estoy siendo razonable si digo que mi rabia proviene de lo que han hecho conmigo, y de lo que le han hecho al mundo.
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Todo lo humano es lenguaje.
El ser humano no hace más que vivir determinados contextos históricos (lenguaje), identidades (lenguaje), movimientos culturales (lenguaje).
¿Y por qué nos limitamos a decir que todo lo humano es lenguaje? ¿No sería igualmente apropiado decir que la realidad es propiedad del lenguaje?
El lenguaje existe en la medida en la que el ser humano lo usa como herramienta para describir la realidad. Es decir, la realidad existe al margen del relato que el ser humano pueda hacer a partir de ella. Pero es esta descripción de la realidad lo único inteligible para el ser humano, nada más.
Lo que existe es una interpretación del caos molecular y cósmico, a una escala limitada, concreta, e influenciada por los síntomas de la mortalidad animal. Los datos estadísticos y los resultados ensayísticos necesitan también una interpretación. Es así como el cerebro humano se convierte en un simple intérprete, imaginativo y metódico, pero siempre presuponiendo un motivo para la existencia. No existe tal motivo.
La búsqueda de un fin para la inteligencia es una quimera. La inteligencia no puede existir sin encerrar la paradoja de la imperfección, ya que el conflicto proviene de la ineficiencia del cerebro reptiliano, de su incapacidad para concebir una metafísica compuesta.
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