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Ig.uncafeconletras.

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Por mi salud mental, juro no volver a insistirle a una persona que se nota que no quiere nada.

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Nunca, nunca, nunca, nunca, nuuuunca quiero volver a sentir que estoy rogando por una mínima atención.

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Estoy tirada en un suelo frío, hay agua por todos lados, me siento para tratar de no ahogarme. No sería capaz de acabar con mi vida pero tampoco tengo la voluntad de salvarme.

Ya estoy en la profundidad, llena de agua hasta el último cabello y mi agonía empieza pero no tengo fuerzas para llegar arriba.

Me estoy muriendo y nadie puede verlo.

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Él era poesía, de esa que lees aún sabiendo que acabarás con el corazón roto.

— Babi PM.

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No hay sentimiento más feo que obligarse a dejar de querer a alguien

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y si me das un pequeño beso en la frente y me dices que me quieres? 

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“A veces esperamos tanto, queremos tanto, deseamos tanto algo, que llega un momento en el que ya no podemos más, en el que simplemente lo dejamos ir, y nos sentimos liberados, ya no queremos ese beso, esa muestra de amor, esa propuesta, esa visita, esa disculpa, simplemente decimos: “ya no más” y decidimos soltar ese peso, decidimos seguir adelante y ya no esperar nada de nadie, soltamos aquello que nunca llegó, pero ya no nos duele ni nos quema, ya no más.”

— Bárbara Giselle Hrra

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“Breve, pero demoledor, el instante en el que comprendes que con amar no alcanza.”

— Realidades (chica-con-alma)

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(9 de diciembre de 2019) Cundía el velo de la oscuridad sobre la escultura de mi pensamiento y en su reflejo mi mirada delataba la soledad que ungía mi lacrimosa mejilla:

¿Por qué nunca tuve las suficientes fuerzas que algún ser querido volviese del pasado por mí? ¿Por qué jamás fui el “no puedo dejarlo” sino fácilmente el olvidado y prohibido de todo círculo afectuoso? Me intrigaba mil veces saber el porqué de mis fracasados intentos de construir un amigo, una compañera, una alma que me aceptase como yo aceptaba incondicionalmente los demonios de cada quien. Le lloraba al cielo y a la luna las noches más innecesarias, porque no hice mal alguno como para merecer el rechazo eterno. Me abracé del viento húmedo de las madrugadas, mientras mis pulmones se lastimaban por su alérgica condición. ¡No importaba! Nada dolía más que ver el espejo de mi alma empobrecida y flagelada. Insulté a la vida, negué mi bondad, maldije mi nobleza. Miré a Dios con desdén. No había que buscar razones, entendí que algunos nacieron para recibir de la vida todo lo que esta ofreciese, y yo era ese huérfano, era parte del equilibrio. Tragué mis lágrimas hacia dentro de mi pecho enredado, aceptando con hidalguía: “Está bien. Si así lo deseas, me dedicaré a servir y a dar, pero nunca me ilusionaré, porque sé mi final en cada despedida”. Sonreí, pese a las cuchilladas del alma, los ojos enrojecidos y la voz partida, aunque toda la vida quise sentirme querido, formar parte de un hogar, sabía que jamás pasaría. Mi misión era otra y lo mutuo no era para mí, por mucho que osaba cambiar ese destino, las personas me lo confirmaban; la vida, Dios, y mis sueños me lo repetían. Sonará dramático, pero no, la verdad arde, pero sana.

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Releo lo que escribí cuando prometí borrarte de mi piel y me hace feliz y me causa nostalgia, después de tanto tiempo vernos y asegurarme que lo que tuvimos fue un amor seguro pero frágil. Puedo decir con plenitud que nos amábamos y vaya amor, tuvo de todo, en cada risa, lágrima, pelea, bloqueo mental, en todo hubo amor. Después de unos años, tu amor me hinca un poquito el pecho y mi cintura se pone a extrañar tus manos, mi lengua duerme y mis ojos lloran por lo que en un momento fue.

-Muriendx