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“Estoy terriblemente solo. Te necesito. No puedo defenderme más contra tu ausencia y mi soledad. Es una claudicación, naturalmente. ¿Qué quieres?: la neurosis, tú, el tiempo… Te esperaré a las 4 de la tarde en el lugar de siempre. ¡Cualquier día de éstos! Mañana, el lunes, el martes… yo estaré allí aguardándote, creyendo. La lluvia me empujó al correo. ¡Está lloviendo a cántaros! Y sobre mi corazón, a cántaros, tú. Ven. Te espero. Ven…”
— Cartas a Chepita, Jaime Sabines
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“Chepita, amorcito, ¿por qué no estás aquí? No tuviera yo que hacer cartas; no pasara casi todo el día disgustado; te pudiera abrazar y besar, y platicar, y pelearme contigo, y reconciliarnos luego; así posiblemente hasta tuviera yo otra novia; así me gustarían las miradas de las otras mujeres; estaría satisfecho con sus provocaciones; aceptaría sus mudas invitaciones, con pasajes prohibidos, al amor; me sentiría yo completo, íntegro; bastante para todas y no tan poco para una.”
— Cartas a Chepita, Jaime Sabines
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“Julio 14, 1949 Chepita linda: Hace 3 o 4 días te escribí y aún no he vuelto a recibir carta tuya, pero eso no importa para escribirte hoy. En realidad no tengo mucho que contarte, y un examen que tengo hoy en la noche me aflige y apresura. Sin embargo, mañana hacen dos años de estar juntos y quería recordártelo. Quiero decirte que te quiero, que estoy contento contigo, que me siento satisfecho de ti. Me siento orgulloso de llamarte mi novia, mi mujer, la mía. No puedo arrepentirme de quererte. Sé que eres limpia y noble. Y sé que tu amor no me traiciona. Me gustas por linda y por buena. Y por saber quererme. Yo sé que en ti puedo descansar mi corazón. Sé que, como mi brazo, no puedes alejarte. Eres como mi brazo, como mi corazón. Ahora te deseo y te quiero, pero no me aflige ni la distancia, ni el amor. Pasarán estos meses y estarás de nuevo a mi lado; pasarán todas las ausencias que nos esperen en la vida, y siempre estarás a mi lado, no podremos dejar de estar juntos; yo bebiendo de ti todo el amor que necesito, y tú encontrando en mí todas las fuerzas que te faltan. Somos necesarios uno al otro; eso es todo. Ambos nos damos vida; y fuera de los dos toda intención se frustra. Debemos aceptarlo así y alegrarnos de ello. Yo, de veras, me alegro. Me alegro de ti y de quererte. Es posible que te haya hecho daño muchas veces. Es posible que aún te haga más mal. Pero quiero pedirte que todo lo perdones. Yo siempre he querido estar seguro de que me quieres como soy, y entonces me he propuesto ser como soy. Nada me ha detenido. Nada podría tampoco hacerme falso, distinto. Muchas veces me he puesto a pensar en aquello de Neruda: “amor que quiere libertarse para volver a amar”. A mí me ha pasado muchas veces, siempre me pasa. Quiero quererte libremente, yo mismo. Todo lo que trata de detener mi amor, de hacerlo otro, de encerrarlo, ya sea una fórmula social, una caricia cerrada, o una costumbre, todo eso me mortifica y me hace huir. Pero tú sabes ya la clave del regreso: tu humildad, tu fe. Tú misma. No lo olvides. Sabes bien que mientras tú seas tú yo seré tuyo. Que giro alrededor de ti, que sólo en ti he encontrado paz y alegría. Y que muchas veces me voy, sólo porque quiero volver. Que estés guapa y linda. Y que en este segundo aniversario me quieras tanto, casi tanto como te quiero yo.”
— Jaime Sabines | Cartas a Chepita
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“Quiero ser en ti, sin división posible, como eres en mí, indivisible. Quiero ser tu verdad, nuestra verdad. Que no hayan dudas ya, vacilaciones. Que nos sepamos el uno del otro, a través de todo, más allá de todas las circunstancias, de todos los accidentes, en esencia, uno del otro, tuyo y mía, sin tiempo, sin distancia. Quiero ser eso que deseas, eso que ya no deseas, tu presencia en ti misma, yo, lo nuestro, lo tuyo y lo mío, lo de los dos, sin diferencia, mutuo, estricto”
— Cartas a Chepita, Jaime Sabines
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Los que se quieren más son los que no han acabado de descubrirse, los que nunca acabarán. El día que sepas a ciencia cierta como soy y qué soy, estaré perdido.
Jaime Sabines | Los amorosos, Cartas a Chepita.
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“Algunas personas son simplemente intolerantes, buscan alguien a quien odiar.”
— John Verdon, Controlaré tus sueños
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Se que entre tus “no quiero nada con nadie” hay un “me lastimaron”, pero no te preocupes pequeña que la vida se trata de eso, de no querer nada con nadie y que en el momento que menos lo esperes verás que siempre hubo alguien esperando por ti.
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“Ya no te culpo la demora, no te condeno la ausencia, no le lloro a tu sombra, no beso tus huellas. Ya no me visto de tristeza, ni oculto mi sonrisa por miedo a la vergüenza; ya no me pesa la culpa ni me dejo llevar por mi cordura, ya no. Ahora soy capaz de mirarme al espejo sin maldecirme, puedo vestir esa ropa que nunca pensé que usaría y hasta me siento en el cuerpo de otro. Siempre amé esa sensación, querida Nadie: la de estar lo más lejos posible de mí mismo.”
— Tiempo y paciencia | Heber Snc Nur
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“La distancia también está en el silencio.”
— Heber Snc Nur
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“Te vi primero en un libro, quizá por eso los escribo, para no perderte, para encontrarte siempre…”
— Heber Snc Nur
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Fue tal vez un viernes sin número, de un mes sin estaciones. Te conocí y desde entonces los días siguientes ya no fueron comunes.
Heber Snc Nur
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😓😓😓
“Conseguí robarle una sonrisa al tipo raro que me miraba desde el otro lado. ¿Habría tenido un buen día? No lo sé, sólo me compadecí. Le hablé un poco para romper el hielo, solté unos cuantos chistes y, de hecho, me devolvió esa sonrisa agradecida, que parece que no le mostraba a cualquiera. Le pregunté dónde vive ahora, a qué se dedica, si ha conseguido enamorarse, si sus planes todavía siguen en pie. No ha dicho muchas cosas, sólo un «bien» tan sincero como la sonrisa de un condenado a muerte. Ahora que lo pienso, su voz tenía un tono fúnebre y las circunstancias en que lo había encontrado tampoco fueron del todo alentadoras. Hacía tiempo que no lo veía, siempre hemos hablado como desconocidos ocasionales, a veces en un auto, a veces en una peluquería y ahora lo había encontrado en el ascensor de la empresa, al final del día, cuando bajaba de la oficina hacia la salida. No es de hablar mucho y siempre soy yo el que tiene que iniciar la conversación. Lo que más me inquieta de él son sus ojos, cansados y turbios, como si siempre estuviera mirando al pasado. Ojos grises, como ese broche en forma de ángel que lleva en la solapa, y que por lo menos brilla. No traía corbata y, a primera impresión, cualquiera hubiera dicho que ha pasado todo el día agitado, corriendo de un lado a otro, por lo desaliñado que estaba. Luego de unos minutos, el ascensor se detuvo y subió una señora con unos papeles; la saludé cordialmente, presionó un botón y el ascensor reanudó la marcha al primer piso. Durante el resto del trayecto, el tipo y yo no cruzamos una sola palabra. Supuse que, dada su reserva, prefería hablar a solas, así que aguardé paciente hasta que el ascensor nuevamente se detuvo y tuvimos que salir. Al cruzar el umbral, sin embargo, di un mal paso y tropecé. La señora que había subido al ascensor acudió a mí y me ayudó a incorporarme. «¿Se hizo daño?», preguntó. Negué y le ofrecí una sonrisa despreocupada. Cuando me volví para despedirme de aquel tipo, vi al ascensor completamente vacío. «¿Adónde fue?», le pregunté a la señora. «¿Quién?», preguntó a su vez. «El que venía con nosotros». Me miró confundida. Las puertas del ascensor se cerraron lentamente, mientras yo miraba a ambos lados del pasillo, completamente desierto. «Tenga», dijo la señora. Me volví a mirarla y extendí mi mano para recibir lo que quería darme. Entonces lo reconocí: el broche gris con forma de ángel. «Se le cayó de la solapa cuando tropezó», dijo la señora, antes de marcharse por el pasillo con dirección a la salida. Debe haberse confundido, pensé. Qué ingenua. Ese broche era del tipo raro que había venido con nosotros en el ascensor, ¿cómo es que no se había dado cuenta?”
— Heber Snc Nur
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“Los funcionarios no funcionan. Los políticos hablan pero no dicen. Los votantes votan pero no eligen. Los medios de información desinforman. Los centros de enseñanzas enseñan a ignorar. Los jueces condenan a las víctimas. Los militares están en guerra contra sus compatriotas. Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos. Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan. Es más libre el dinero que la gente. La gente está al servicio de las cosas.”
—
Eduardo Galeano.
El libro de los abrazos.
El sistema/1.
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