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Post 7 - La conclusión es que no hay conclusión
"No hay poesía. No hay corazón. No hay angustia. Es tan solo un negocio”. Con estas palabras Dana Thomas daba fin a su libro Gods and Kings: The rise and fall of Alexander McQueen and John Galliano.
Cuando comencé a escribir en este espacio, buscaba respuestas, me cuestionaba lo mismo una y otra vez y siempre llegaba a la conclusión de que, en el fondo, no las hay. Gods and Kings habla, como su título indica, del auge y la brutal caída de dos de los mejores diseñadores de moda de todos los tiempos, me atrevo a afirmar. Por un lado, está John Galliano, el que fue el niño mimado de B. Arnault en Dior y que fue expulsado de la casa tras varios escándalos públicos. Por otro lado, estaba Alexander McQueen, que se suicidó en 2010 tras una vida sumido en una dura batalla entre sus luces y sombras. Ambos fueron no solo diseñadores, sino verdaderos creadores de sueños sobre la pasarela. Galliano era algo más romántico, McQueen tejía esos sueños inspirándose en ocasiones en lo más feo y desgarrador de la naturaleza humana. Uno podía entender los traumas y sucesos que marcaron su vida a través de sus colecciones. McQueen hacía, bajo mi criterio, algo bello de lo oscuro. Tomaba temas como los brutales asesinatos de Jack the Ripper y creaba unos espectáculos -porque desfiles de moda se queda corto- que inquietaban, que creaban silencios sepultadores o llantos de felicidad. La sangre, la noche, los abusos, las drogas, la avaricia...Todo aquello que conformaba sus oscuros pasaba a convertirse en una expresión de lo bello, en un grito de ayuda, en un manifiesto. Creo que es difícil afirmar que hay belleza en lo feo, es demasiado abstracto . Pero quizás así lo quiso contar McQueen y en esta línea de pensamiento encuentro una curiosa conexión entre su discurso de moda y la cultura griega. Los griegos, pioneros en el tema, hablaron de la perversidad y la fealdad. Me gustaría ahora añadir un texto publicado en el 2008 en la web del diario Semana y que dice así acerca de la mitología griega:
“Su mitología es un vasto catálogo de crueldades: Tántalo cuece a su hijo Pélope y se lo ofrece en un banquete a los dioses, Agamenón sacrifica a su hija Ifigenia para aplacar la ira divina, Atreo ofrece la carne de sus hijos a su hermano Tiestes. Seres bellos que realizan acciones 'feamente' atroces. Y seres que violan las leyes de las formas naturales: las Sirenas, pajarracos rapaces (distintas a las hermosas mujeres con cola de pez inventadas por una tradición posterior); la Esfinge, de rostro humano en un cuerpo de león; el Minotauro, con cabeza de toro en un cuerpo humano. Tersites, un personaje que aparece en La Ilíada era bizco, cojo y sus hombros encorvados se le juntaban en el pecho. Tenía, además, la cabeza puntiaguda y el pelo escaso. Su repugnancia física -y también moral- fue sin embargo representada bellamente por Homero. Los griegos no negaron la fealdad: la conjuraron. Descubrieron que se podía imitar bellamente las cosas feas, "un principio que sería universalmente aceptado a lo largo de los siglos".
Quizás no sea la mejor comparativa, pero sí hayo cierta coherencia en esta idea. En ocasiones, lo bello puede ser derivado de lo feo y viceversa. Por tanto, quizás sea posible que en lo feo haya algo de belleza y en lo bello siempre pueda haber un lado feo, o quizás lo feo solo puede disfrazarse para ser bello...De nuevo, mis cuestiones no encuentran respuesta porque simplemente no la hay. Pero sí he llegado a una conclusión acerca de lo que para mí es bello y que guarda coherencia con el primer post del blog. Considero bello aquello que me emociona, aquello que me deja pensando y aquello que me invita a la contemplación. Hace años en una exposición tomé una fotografía a una cita de Ingres sobre el arte. El otro día volví a verla y me gustaría incluirla en esta conclusión:
El elogio de la sombra no me ha abandonado desde que entendí la percepción japonesa sobre la luz, los retratos del padre de Avedon me dan paz y me ponen los pelos de punta al mismo tiempo, ver una película de Wes Anderson siempre me hace sonreír y nunca olvidaré como el Busto de Nefertiti o el Nacimiento de Venus me hicieron llorar. Cuando terminé Gods and Kings también lloré. Y qué especial es todo eso que percibo como bello y que, para otro, puede ser tremendamente horrible.
Tiene que haber poesía, tiene que haber corazón y, quizás, algo de angustia.
‘Angels and Demons’ - la colección póstuma de Alexander McQueen.
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Algo vacío
Post 6
Allá en octubre -digo esto como si hubieran pasado demasiados años de por medio- tuvimos una clase de cine y moda con David. En ella hablamos de conceptos interesantes, sobre las modas que se generan a raíz de ciertas películas c��lebres, de cánones y de lo desastroso pero necesario que es olvidar. En esa clase me di cuenta de que la moda es la cosa vacía que mas me llena en esta vida. Y hablaría de todos los huecos que cubre pero no estoy escribiendo este post para auto analizarme psicológicamente. La moda para mí no es arte, coincido con Rafa Rodríguez, fabuloso periodista y profesor. La moda no es arte, le sangren a quién le sangren los ojos al leer esto, la moda tiene un fin práctico, no es un Mondrian, por ejemplo. Pero aunque la moda no sea arte encuentro un pequeño hilo conector entre ambas, al menos a nivel personal. Justo esta mañana Alberto Moreno escribía en su columna de opinión dominguera lo siguiente: “No todo lo que hacemos en la vida tiene que tener un fin productivo a largo plazo. Es el fundamento mismo de la belleza, que no es útil pero sí necesaria”. Pues bueno, algo así con la moda y el arte, si hablamos del arte como belleza claro. La vida se me hace más llevadera porque hay cosas bellas en ella, cada cual que identifique esas cosas como mejor le convenga. En mi caso, a la hora de escoger a qué dedicarme, hasta el arte, que me ha salvado de tantas, pasó un poquito a segundo plano para dejar paso a ‘esa cosa tan frívola que es la moda’. Y yo ahora lo pienso y digo: cómo es esto posible. Yo, persona a la que le llama la atención casi todo en esta vida, que escogí periodismo porque es una carrera que toca de todo (historia, economía, sociología...), curiosa por naturaleza, voy y siempre vuelvo al mismo lugar y me complico la vida, porque fácil trabajar en esto no es. Y no tengo respuesta aún, amo la moda como amo el arte y como amo la disciplina del cine.
Bien, con David repasamos y aprendimos cosas como que el mítico trench de Burberry se popularizó en los 40 a raíz de Casablanca, pero también que como humanos somos un poco incapaces de generar tendencias del todo nuevas, siempre tiene que haber algo de pasado en aquello que hacemos. Bloom hablaba del canon y de cómo este es acumulativo, las prendas tienen cierta memoria. También del arte de escoger, de tomar todo ese canon y descodificar y hacernos a nosotros mismos (espero no estar equivocándome con nada de esto). Todo este rollo lo suelto para decir que, a pesar de no tener aún una respuesta clara a mis elecciones, en esa clase de David reflexioné sobre lo innecesariamente necesaria que es la moda, que al final todo lo que me gusta en la vida está conectado. Y si no, que me diga alguien por qué Schiaparelli se llevaba bien con los cubistas o por qué un dandy se distinguía del resto por su traje de estirado. Vestir nos hace, entonces ese vacío se carga de significación.
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Post 5 - Avedon: lo profundo del paso del tiempo.
Uno de mis fotógrafos de moda favoritos es sin duda Tim Walker, la clase de documentación de la semana pasada hizo que se me encendiera una bombilla al escuchar de nuevo su nombre, que habitaba en mi cabeza pero había quedado algo enterrado con el tiempo. Creo que su fotografía es uno de los motivos por los que este mundo, el de la moda, me captó. Las imágenes de Tim Walker son un cuento, quedas atrapado observándolas y entonces sueñas. Muy onírico él. Walker trabajó primero como freelance en Londres y más tarde apareció en su camino el protagonista del post de hoy: Richard Avedon. Tim fue asistente de otro mago de la fotografía al cual le removía por dentro la gran inquietud del paso del tiempo. Un extenso y claro ejemplo de ello es su serie In the american west 1979 – 1984. Avedon se encargó en ese trabajo de desmentir el sueño americano que, como ya todos sabemos desde hace tiempo, queda lejos de la cruda realidad. Tim Walker crea sueños y evasión, Avedon nos sumerge en las profundidades de la psicología del fotografiado. Este es el motor de sus retratos en los que los protagonistas posan “derrotados” sobre un inmaculado fondo blanco. La clave no era ni más ni menos que el tiempo. Sus sesiones podían alargarse hasta cuatro horas y la imagen resultante era la de un retratado al que le afloraba en su mirada lo real de su ser, su psique.
Avedon pensaba en la muerte, ello requiere reflexionar sobre lo que la precede: la vejez. Su inquietud por la arruga queda reflejada en sus retratos descontextualizados en los que personas viejas posaban sin maquillaje. Publicó un libro llamado Portraits (1976) que finaliza con 7 fotografías en las que muestra de forma gradual el envejecimiento de su padre. En la última de esta serie y ese libro, Jacob Israel Avedon aparece tumbado, fundido en la luz del momento, más cercano al fin que nunca.
Aparte de todo esto, Avedon es quizás más conocido por los fashion insiders a raíz de sus fotografías de moda, que danzaron por publicaciones de renombre como Vogue o Harper’s Bazaar. En ellas, su lente captaba la elegancia y dinamismo de la mujer moderna que en el s.xx frecuentaba los bistros parisinos y las calles de Nueva York, luciendo los looks evocadores del glamour y la High Life. Avedon tenía también ese registro onírico, distanciado de la reflexividad de sus retratos. Esas imágenes, en las que modelos normativas posaban riendo, brincando en el aire y creando figuras con el movimiento de sus vestidos, eran planeadas. No había accidente, por así decirlo, pero causaban y causan admiración.
Dovima con elefantes es mítica, una imagen preciosa sostenida por una elegancia y técnica propias del ojo de Avedon. Los retratos de su padre me recuerdan al concepto griego de Kalon, lo bello es lo verdadero. Me gustan, tienen una profundidad tremenda, creo que me pararía un rato a contemplarlos (esto si no me equivoco se asocia a Kant, la contemplación/admiración). Avedon aproxima la belleza en su obra de formas muy distintas.
Me gustaría terminar con lo que para mí es el ejemplo definitivo, si no lo son ya los anteriores. Cuando pensamos en Marilyn se nos vienen a la mente muchas imágenes. Si se nos pregunta por fotografías suyas seguro que todos recordamos un rostro sonriente, a veces serio pero glamuroso y respondiendo al gesto típico y neutro de la fotografía de moda. Mi imagen favorita de Marilyn la hizo Avedon, en ella no posa, no sonríe. En ella Marilyn y Avedon nos cuentan algo más, una historia diferente.
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Post 4 - Apuntes sobre la belleza
-“La belleza perfecta realizada en un cuerpo, en-carnada, aparece inquietante, por ser universalizada y estilizada…” (Simmel, 1906). Hace unos años conocí a un chico con los ojos más bonitos que había visto nunca, o al menos así decidió subrayarlo mi recuerdo. Eran azules, parecían de cristal, ojos de gato. Un día fui a verle, me esperaba en el umbral de la puerta de su casa y me di entonces cuenta, al verle ahí de pie, de que sus ojos me daban miedo.
-Yūgen: “Una conciencia del universo que desencadena sentimientos demasiado profundos y misteriosos para las palabras”.
-La moda de ahora no es como la de antes, ni siquiera las copias. Uno ve los vestidos en Maria Antonieta de Coppola y queda fascinado, pero nada que ver con ir al ROM (Royal Ontario Museum) a ver una de las pocas piezas que se conservan del extravagante armario de la monarca francesa. El vestido solo puede estar expuesto a la luz durante ciertos periodos de tiempo debido a su fragilidad. El pasado tiene mucho que contar, es irrepetible.
-La experiencia de comer puede ser bella, depende de a luz con la que se vea y en qué plato se sirva la comida. Lo que precede al bocado es importante, los sentidos previos al gusto juegan un papel crucial. Tanizaki así lo afirmaba, hablando de como la cocina japonesa “no se come sino que se mira”. Lo explica a través del Yokan, un dulce gelatinoso tÍpico de Japón. Me permito una cita algo extensa pero de la cual no quiero prescindir:
“Coloquemos ahora sobre una bandeja de dulces lacada esa armonía coloreada que es un yokan, sumerjámoslo en una sombra tal que apenas se pueda distinguir su color, se volverá mucho mas propicio a la contemplación. Y cuando por fin nos llevemos a la boca esa materia fresca y lisa, sentiremos fundirse en la punta de la lengua algo así como un parcela de la oscuridad de la sala, solidificada en una masa azucarada, y a ese yokan, que en realidad es bastante insípido, le encontraremos una extraña profundidad que realza su gusto” (1933: p. 37-38).
Toda esta experiencia implica en sí la belleza, porque invita a la contemplación.
-La Niké de Samotracia es bella porque está incompleta. A algunos les puede parecer que ese es justo su defecto, le faltan partes y como seres simples que somos necesitamos entender todo lo que vemos, de hecho muchos habrán tratado de completarla en su imaginación. La Victoria viene que ni pintada para hablar del Wabi-Sabi, un término japonés que responde a una visión estética que nos habla de la belleza de la imperfección. Pero debo señalar que menos mal que esta estatua no perdió las alas, si las hubiera perdido otra cosa sería.
-Hay cuadros de arte moderno considerados un verdadero tesoro, mi toxic trait es creer que yo misma podría hacerlos. De hecho, estoy completamente segura de que sí, lo que pasa es que no tengo un apellido de artista. ¿Quién me haría caso si me pusiera a hacer pinceladas gordas y negras sobre una pared blanca? Nadie.
-Kintsugi: La práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Así, al poner de manifiesto su transformación, las cicatrices embellecen el objeto.
En el fondo nadie sabe qué es la belleza.
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Post 3
¿Es lo bello lo natural?
Leyendo a Lipovetsky llamó mi atención la referencia que el autor hace a Baudelaire, en concreto un pequeño extracto de El pintor de la vida moderna (1863). Se trata del ensayo “El elogio al maquillaje”, que viene formar parte de una obra en la que Baudelaire reflexiona acerca de las tensiones suscitadas por la vida moderna en asuntos como lo son el ámbito social, el arte y, el que más me interesa e impulsa este post: la estética.
Tras varias lecturas creo haber comprendido las ideas de Baudelaire. Este viene a afirmar que lo natural no responde a lo bello, llegando a incriminar por completo los impulsos naturales propios del ser humano. En las siguientes líneas cito partes de este escrito bastante representativas de la idea principal:
“(...)y veremos que lo natural nada nos aporta o casi nada, es decir, ella obliga al hombre a dormir, a beber, comer y garantizarle protección –para bien o para mal– contra las hostilidades del ambiente. Esto hace que ponga al hombre atentando contra su semblante, comiéndolo, secuestrándolo, torturándolo; pues tan pronto como sorteamos el orden de las necesidades y de los deseos, entramos en el lujo y los placeres, y vemos así que la naturaleza no puede sino aconsejarnos en el crimen. Es esta infalible naturaleza la que ha creado el parricidio, la antropofagia y mil otras abominaciones que el pudor y la delicadeza nos impide nombrar. Esta filosofía –que habla de lo bueno- es la misma religión que nos ordena alimentar a los parientes pobres y enfermos. Lo natural (que no es otra cosa que la voz de nuestro interés) nos pide lo inoportuno. Pasemos revista, analicemos todo lo que es natural, todas las acciones y los deseos del hombre naturalmente puro, y no encontrarán nada que no sea horrible.”
“Todo aquello que es bello y noble es resultado de la razón y el cálculo. El crimen, en el cual el animal humano extrae el gusto a través del vientre materno, es originariamente natural. La virtud, al contrario, es artificial, sobrenatural. El mal se realiza sin esfuerzo, naturalmente, por fatalidad; el bien es siempre producto de un arte.”
Resulta interesante como Baudelaire viene a contradecir uno de los principales discursos que observamos en los últimos tiempos con respecto a lo bello: el elogio de esa inner beauty, de los supuestos defectos, de lo más puro y natural del ser y, sobre todo, su aceptación. Una aceptación disfrazada por el greenwashing y las invitaciones al consumo superficiales.
Baudelaire pasa después a elogiar, consecuentemente, el maquillaje. Si lo natural, lo terrenal, no queda sujeto a un concepto de lo bello, responderá a ello lo artificioso, lo ideal perseguido por el ser humano para quedar satisfecho con la insuficiencia de lo mundano. Esto quiere decir que lo artificioso colabora en la tarea de elevar lo natural a lo bello.
“Así, si comprendemos bien, la pintura paisajista no debería estar empeñándose en ese objeto vulgar, vergonzoso imitando lo bello natural y rivalizar con la juventud. Por otra parte, observamos que el artificio no embellece la fealdad y no podría servir más que a la belleza. ¿Quién osaría asignarle al arte la estéril función de imitar a la naturaleza? El maquillaje no es para esconder o evitar ser descubierto; por el contrario, quizás es ostentar, sino con afección, al menos con una especie de candor.”
Baudelaire propone un debate interesante que cuestiona a los más puristas. La asociación de lo bello a lo natural implica apartar de la ecuación un elemento como lo es el maquillaje, pues este oculta la verdad y lo verdadero es lo bueno. Baudelaire, en cambio, atribuye a lo artificioso el mérito de contribuir a la verdadera belleza, elevando lo natural a una categoría superior, hacia lo sublime.
Personalmente sigo considerando que lo bello es complicado y responde a la subjetividad. Creo en los términos medios, me es difícil atribuir un principio ��nico y universal para hacer referencia o categorizar a lo bello. Me resulta bella una mujer con y sin maquillaje. En los tiempos en los que vivimos para muchos la mujer es realmente bella sin maquillaje, pero, para muchos otros, es el maquillaje el que embellece. Lo que sí opino es que la noción de belleza que cada uno posee es fruto del paso del tiempo y por este del paso de numerosas imágenes que han conformado un conjunto que establece determinados estándares de belleza. Hay algo bello en lo puro, pero también en lo artificioso. El ser humano crea belleza, el ser humano ha dictado y dictará lo que es bello.
El paso de la laguna Estigia, Joachim Patinir (1520-1524).
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Post 2
La belleza es subjetiva, a pesar de que de forma universal se den ciertos cánones, estos principios no se sostienen sólidamente por el hecho de que la percepción de belleza reside de forma distinta en cada individuo. Todos cargan con una mochila cuya cremallera cuesta cerrar y rebosa de la herencia de ideales de belleza que nos han sido transmitidos en función de nuestro background , configurado por la huella que han ido dejando todas las culturas y generaciones pasadas.
En este post me gustaría hablar de lo que supone la belleza, hablando de ella a nivel tangible y en cierto sentido despertando su connotación, en la cultura japonesa. Las fronteras geográficas conforman barreras para lo relacionado al gusto. El canon de belleza occidental difiere en gran medida del asiático, lo que acostumbran a asociar como bello en Europa puede suponer motivo de horror y escándalo para un japonés. Una obra que refleja los peculiares gustos de los japoneses en todos los ámbitos de la vida susceptibles a lo estético es El elogio de la sombra (1933), un ensayo de Junichiro Tanizaki, uno de los autores más relevantes del S.XX en Japón. El elogio de la sombra (1933) viene a contraponer el estruendo de la luz y el brillo europeos y los juegos del claro-oscuro del objeto japonés. Para ellos, la belleza no supone una sustancia en sí, sino el resultado del juego de la sombra con los diferentes objetos. Esta idea queda reflejada en este ensayo de Tanizaki, cuyas líneas recaen en cierto punto en las siguientes palabras: “Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra”. Esta declaración da cabida a entender la profundidad que adquiere para el japonés aquello que no se ve y que queda enterrado en la sombra del olvido. El relucir occidental no hace más por tanto que camuflar la belleza que reside, para el japonés, en el paso del tiempo y el misterio de la sombra. Esto aplica a muchos aspectos, desde la gastronomía, pasando por la arquitectura y desembocando incluso en la práctica teatral. Uno de los muchos ejemplos que Tanizaki utiliza para explicar las tendencias de la estética japonesa es la consulta del dentista. ¿Por qué es tan común el desagrado que genera acudir al dentista? Cuando pensamos en ese espacio hay ciertas características que automaticamente resurgen en el plano mental. Luces blancas [tan blancas que llegan a ser molestas], objetos plateados resplandecientes, paredes y suelos recubiertos con las tonalidades más frías que pueda haber…Todo ello queda lejos y ajeno de la calidez y tranquilidad que pueden aportar otro tipo de espacios, como una estancia iluminada por luz natural y filtrada por los shōji*. Los ejemplos son infinitos, pero todos velan por el refinamiento que solo el paso del tiempo deja en las superficies de los objetos. Podría hablarse quizás de lo orgánico frente a lo artificial, de la conformidad del japonés tradicional con los límites frente a la búsqueda del excentrismo.
Andre 3000 y Kate Moss por Mario Sorrenti. Revista Rolling Stone, Noviembre de 2004.
La reflexión de Tanizaki invita, valga la redundancia, a reflexionar. En concreto acerca de las discontinuidades sujetas al concepto de lo bello en la misma dimensión temporal. Vuelvo entonces a mencionar esos muros que constituyen las fronteras. El concepto de belleza no solo está sujeto al cambio de los tiempos, los espacios juegan un papel crucial. Y a su vez podemos pensar en un ciclo sin fin dentro de cada uno de los espacios: todo vuelve, todo se regenera. Como indicaba Harold Bloom, vivimos presos de la memoria, del recuerdo de aquello que en algún punto nos supuso agradable, nos despertó algo y lo metimos deliberadamente en la caja de lo bello. Todo esto me lleva a la emoción, a la tranquilidad que un ciudadano de Kioto de corte tradicional siente al entrar en su casa al mas puro estilo japonés, quizás algo sobrio o apagado para algunos occidentales (o incluso para algunos japoneses). Sin embargo, las luces y sombras de ambos conviven bajo la esfera de lo bello y, como decía Platón, “lo bello es dificil”. Lo bello es de cada uno de nosotros.
*Se denomina Shōji a un tipo de puerta tradicional propio de la arquitectura japonesa. Sirve como divisor de habitaciones y consiste en papel japonés traslucido.
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Post 1
Cuando me es preguntado acerca del concepto de belleza, como suele suceder con términos tan cotidianos y complejos a la vez, la cosa se me atraganta. ¿Qué es la belleza? Lo primero que se me ocurre es aquello que estimula, esas cosas que hacen de la vida algo más llevadero. Lo bonito quizás. Y entonces inundan mi cabeza las palabras de Vivian Gornick en Apegos feroces (1987), la piel de gallina al ver La Primavera de Botticelli por primera vez en Florencia o las lágrimas que me causó el Busto de Nefertiti en Berlín. También pienso en The French Dispatch, la última película de Wes Anderson y, en concreto, la conversación entre Nescaffier y Wright. Una carta de amor bien escrita, solo puedo agradecer a Anderson el haberla deliberado de esa manera tan suya. Pero también pienso en miradas, fotografías, saludos, gestos, silencios…La lista es tan infinita que aburriría a cualquiera que la estuviera leyendo.
Creo que lo bello está escondido en aquellos lugares, sonidos y palabras en los que mi mente decide posarse unos instantes. Y me cambian, por muy insignificante que ese proceso sea. Es coherente conformarse con saber apreciarlo, lo bello digo. Y confío en ello, la madurez derivada del tiempo siempre me lo ha demostrado.
¿Qué es la belleza? Encuentro belleza en todo, me es complicado definirlo con exactitud, pero solo puedo estar agradecida por percibirla, sea lo que sea y espero, en algún momento, poder expresar un significado algo más preciso. Aunque el hecho de que sea complejo ya habla por sí solo.
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