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indiaalsur · 5 years
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Sobre sanar heridas:
Herida // Nombre Femenino. Lesión, normalmente sangrante, que se produce en los tejidos exteriores del cuerpo como consecuencia de un corte, un disparo, un roce, etc.
Herida accidental, autoinfligida, cicatriz, dolor crónico, herida de muerte. Nosotros agendábamos encuentros, aunque siempre nos estábamos yendo. Un corte no alcanza, no sangra. Los dos tuvimos que aprender a gotear, arruinarlo todo. Dejar el lugar tan sucio para que nadie más lo pudiese pisar. Para reconstruir, en este territorio hay que embarrarse. Nunca más volvió a ser fácil. Fuimos grandes consumistas, lo agotamos todo y aún así terminamos pobres. Extinguimos tierra fértil. Acá no crece nada más. 'Ya no puedo darte nada más' dije. Había vaciado lo poco que quedaba en años de desencuentro. Una erosión feroz hasta el deterioro, sin posibilidad de revés.
Un adiós que se extiende, casi resuena en 'hasta luego'; y, sin embargo, los dos esperamos el disparo. Una lesión, normalmente sangrante. Las consecuencias. Ya no pido que te quedes, aunque estemos sentados los dos llorando frente a frente. Ahora entendemos. Tantas cosas. Unas que el tiempo no anula. Vos repitiendo que llegaste tarde. Que te hubiese gustado que…
Que si hubieses hecho tal…
Que hay cosas que podrían haber sido diferentes; y acá estamos, las decisiones que tomamos nos tuvieron esta noche sentados los dos llorando frente a frente. Hay heridas que no sé de qué modo sanar. ‘Oles a vos’ te dije mientras nos abrazábamos. Y vos me contestaste que ya no venden más tu perfume, el que solías usar desde que te conozco. ‘El tuyo tampoco lo venden más’ agregaste, 'también pregunté por tu perfume', el que yo uso desde que te conozco. Nuevas versiones, no las nuestras. Hay heridas que no sé soltar.
No te puedo soltar. Y vos me repetís que te gusto igual, que no importa lo que haga, lo que altere, lo que me ponga o como me desvista, lo que diga, lo que calle o lo que grite, lo que te cuente o lo que me guarde… 'Me gustas igual', 'No siento que eso vaya a cambiar'. Y ojalá me hayas creído todas las veces que insistí en tratar de rehacer, pero acá por ahora no crece nada más. • • ¿Quién mierda inventó las despedidas?
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indiaalsur · 5 years
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Sobre estados de magnificencia:
Me gustan las palabras, componerlas, armar una hilera infinita, descifrarlas y volverlas a codificar dentro del discurso. Me gusta aprender nuevas, otras formas de decir lo mismo, aunque no exactamente del mismo modo. Disfruto de escucharlas en un otro, comprender los silencios y qué momento particular elige para dar pausa, tomar una bocanada de aire y continuar. Cuando no acertamos con las palabras justas, asimilando el hecho de lo indecible. Las que motivan un encuentro, palabras-abrazo, palabras-besos. Las que hablan sobre el deseo, las que remiten a las pasiones. Las que decimos a extraños y las palabras del discurso cotidiano. Las que son de todos y aquellas que en cambio son solo nuestras. Palabras-clandestinas.
Las que llegan no se sabe cómo, y una vez pronunciadas, nos pertenecen, repitiendolas sólo a unos pocos.
Hoy pensé en la palabra 'magnificencia', que entre otras acepciones figura 'la libertad o generosidad en dar lo que se posee sin esperar nada a cambio'.
Las palabras que nos dan voz, y en las que nos reconocemos.
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indiaalsur · 5 years
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Puertas que no son tal.
No nos hacía ruido volver a retomar. Cedemos a estos encuentros por ningún motivo particular salvo la peculiaridad de la intermitencia que siempre poseen. Un vínculo entre dos que a veces recordaban dar una señal de vida, que en silencio aplaudían buscando, más porque eran ellos mismos los que estaban perdidos. ‘Yo no sé que es el afecto’ dijiste mientras pagabas la cuenta, un encuentro pendiente entre vos y yo que cumplia su rol de ser la excusa. También pensé en eso. A mí nunca me supieron amar y sin embargo, no desisto de querer. Los espacios en los que me habitaron otros se vacían una y otra vez, pero nadie más podría volver a ocuparlos. Quizás el amor es hacer lugar para las ausencias que sabemos que se sucederán, o salvaguardar el espacio para las presencias que retoman. Una inmaterialidad que no puede nada. El amor es un padre, una madre que te odia, otros que te adoptan. El desprecio por algo que nunca fue ni será tuyo. Todas las veces que nos repetimos con encanto, un catálogo de nombres que de a ratos se configuran en orden cronológico, y otras se disponen alfabéticamente. Las formas en la que nos tocaron, nos recorrieron y leyeron la piel. Las que nos dieron vuelta a golpes. En las que nos hirieron el ego con verdad. Tal vez el afecto se parezca a este momento, un encuentro en una esquina mientras vemos pasar rápido el tráfico. La estúpida compañía. Los cuerpos que se rozan, las risas. El vacío. El tráfico que evita los silencios entre nosotros que no conocemos maneras de comenzar una conversación. No hay nada más. Solo estás discontinuidades afectivas y reconocernos tan sólos estando el uno al lado del otro.
No sé qué es el afecto, pero seguro tampoco es esto.
No quise contarte que pensé en escribir de vos, pero creo que lo supiste cuando dijiste que me leías.
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indiaalsur · 6 years
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Reciclaje de textos.
Me acuerdo cómo me sostuviste la mano, o quizás tendríamos que ser más honestos, decir cómo sin permiso te tomé de la mano en un descuido tuyo, aprovechando un cruce acelerado de encuentro entre avenidas. A veces me pregunto, si es que al final me van a terminar sobrando los dedos para contar a quienes vagaron conmigo sosteniéndome de la mano por calles que el tiempo olvidó. Qué comportamiento arcaico, agarrarnos las manos como si nos fuéramos a separar con el viento, capaces de desorientarnos hasta perdernos en el mar de todas las personas, que caminan unos segundos a nuestro lado para después sobrepasarnos sin más; como si yo fuese tuya, o como si vos mío. Qué pertenencia efímera la de entrelazarse con el cuerpo. Y de haber sabido, de haber sabido que eso era todo el roce de piel que se nos iba a conceder en aquel momento... Te encontré mucho después, en un festejo por mi cumpleaños. Quién miró primero a quién... no tuviste piedad, ni siquiera pareció importante la obsesión de unos ojos que no resuelven a bajar la mirada (aunque sea por pudor o respeto), de quien observa y contempla hasta la fatiga de la plena vigilia. Qué ganas de decírtelo todo, de contarte mi historia de vida, desde el primer recuerdo hasta este encuentro, de que me cuentes la tuya, de saber de vos, de aprehenderte entero; las cosas verdaderamente excepcionales suceden entre dos que aciertan, coinciden y se descubren; de pensar que no me va a alcanzar la vida para todo eso; de experimentar una angustia tal, por comprender por primera vez que el tiempo es finito, que hoy existen conmigo muchas cosas que sobreviven a vos, que tres temporadas fueron lo suficiente y tan poca cosa; de que a veces, de que quizás, todo lo que lloré después fue el amor que se me iba por los ojos. Las cicatrices que nos dejamos hacer, los permisos tácitamente otorgados… las cicatrices, cómo se borran; dónde se revocan los privilegios que sólo a mí deberían de pertenecer. Tuvimos otras oportunidades, claro. Varias veces transitamos los mismos espacios. Algunos meses de desayunos sencillos en el balcón de aquel departamento donde discutimos sobre las nuevas ideas que nos habíamos formado del mundo, los libros que leímos, la política y los valores en los que creíamos -y que al parecer seguían siendo los mismos-, sobre vínculos, la profesión, el desquite y el afecto; y otra vez sin avisar, con la facilidad y la prudencia molesta que caracteriza al poco cuidado, nos apagamos. Nunca supimos aprender a despedirnos. Hubo veces que no fueron ni el deleite de dos noches. Arder y sofocar. Entre ciclos y lapsos de tiempo ambiguos y tan indeterminados como todos los lugares donde viviste, todas las casas en las que te conocí, en medio del desorden de alguien que parecía temerle al arraigo. Tan ilegible hasta el encanto entonces, como lo sos ahora. Casualmente, aceptaba tu iniciativa, a pesar de la sospecha por volvernos nuevamente desconocidos. Recorrimos librerías, tomamos cafés endulzados con azúcar de caña, me narraste las imágenes que habías construido de todo lo que te rodeaba, los viajes emprendidos, los que quedarán por hacer, las rutas que con tanta necesidad y apuro volveríamos a recorrer. Las palabras que no supimos conjugar para el otro, los secretos que nos guardamos y que son sólo nuestros. El contacto, los cuerpos y las ganas, y luego otra vez, la distancia. También los encuentros pospuestos, el ir y venir entre las sugerencias de qué ver, qué leer, qué recorrer y qué visitar. Fracasamos en creer que teníamos tiempo de ser prolijos, de soldar aquello que parecía atado con alambres, aunque realmente la junta fuese impecable. Dos que no supieron arriesgar cuando era debido. Nos liquidamos en unos minutos de lo que imaginamos por un momento sería una despedida entre amigos que, en verdad, buscaban rehuir siempre del título. Quedarán todas las citas al pie de página de memorias compartidas, aunque inconclusas, de un relato que aún no sabemos muy bien cómo terminar. De algún modo supiste sustentar una constancia, prolongar un puente entre los espacios que compartimos y que fueron tan nuestros como de otros antes de que siquiera existiera un nosotros. Desentendidos como lo éramos del recelo, nos elevábamos para luego desplomarnos y destruirnos en el anhelo por el contacto con el otro, por querer sentir todavía sin poder precisar qué. Las horas que pasamos echados buscándonos, alcanzándonos en una cama como si de eso se tratase nuestro trabajo, como si de ello se pudiese vivir. Me acuerdo cuando te dije que con querer algo no alcanza para nada, el afecto no nos sobra, sino que nos falta por todos lados. Y sin embargo vamos por ahí, con cierta fascinación por coleccionar historias de vida que no son la nuestra, afligidos mucho tiempo después por no tener a quien repetirlas. Tal vez sean los secretos que nos guardamos, y que son sólo nuestros.
Las cosas verdaderamente excepcionales suceden entre dos que aciertan, coinciden y se descubren.
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indiaalsur · 6 years
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Compartimos un viaje en tren. Vos fuiste el único que lo abordó en alguna de esas estaciones que también son un-no-lugar, y casi como si estuvieses errando, con la intención de quién busca cruzar la calle, te tomaste un momento para mirar a ambos lados.
A veces los libros reúnen personas, como una bienvenida que no se nombra en voz alta. Una acogida. Dos que se encuentran en las vueltas de página, en la bajada del renglón. Un capítulo que se sigue.
Entonces, te acomodaste cerca de quién también leía. De reojo observaste como se movía su boca, la forma en que descubría y acertaba para sí las palabras; y por un momento deseaste saber leer ese balbuceo discreto. Compartir. Compartir esa afonía en apariencia que abstrae el todo, inclusive el trayecto completo de un tren.
Dos libros partidos al medio, con los rastros trazados de las lecturas y las relecturas, de los lectores de ahora nosotros, de los futuros que vendrán. Dos que se desconocen, y sin embargo se funden, se contemplan en simultáneo a cada sangría que significa un respiro ante un nuevo párrafo. Tomar aire y levantar la mirada.
Sostenidos por el mismo barandal, surge la improvisación de un tanteo inconsciente, un reflejo impulsivo por el otro, y las pieles se rozan. Bajan la guardia, la custodia de la lectura se interrumpe frente al contacto, unas manos que no se ciernen entre sí aspirando a morir de deseo. Dos que abandonan a las letras impresas y en el recreo que acaban de proclamar juegan a rozar piel. Las puntas de los dedos rivalizan por ocupar el espacio físico del otro como una distracción infantil, donde la única regla del juego parece ser no cruzar miradas.
Quien leía se bajó cinco estaciones después, otra estación un-no-lugar. Y vos, mucho tiempo después, extrañamente ya no recordas el libro que sostenías aquella vez, sólo las puntas de los dedos rivalizandose como distracción infantil entre dos que no comparten en realidad nada.
Un capítulo que se sigue, o que acaba de comenzar.
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indiaalsur · 6 years
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[Instrucciones para subir una escalera.] Ojalá volvamos a escribir sobre lo verdaderamente simple. Sucede que... Lo verdaderamente simple es, a su vez, verdaderamente complejo.
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indiaalsur · 6 years
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En invierno no uso guantes, tampoco tengo paraguas para los días de lluvia. Esta última condición está dada porque ningún paraguas que yo haya adquirido ha sobrevivido a mí una temporada completa. Entre la inevitabilidad de perderlo casi todo y comprar un nuevo paraguas, desistí de la segunda. Pero nunca tuve la posibilidad de perder guantes, nunca uso. Me doy el lujo de disfrutar del frío. Digo 'el lujo' porque pertenezco a la clase social que sabe que no pasa frío por necesidad sino porque quiere. Entonces lo disfruto. La helada de la mañana, la conocida 'escarcha' por alguien que vivió la mayor parte de su vida en el conurbano. Ver el contorno desdibujado del aliento a medida que respiro. El entumecimiento, y esa sensación de dejar de sentir que lo acompaña, poco a poco. Nunca estamos más vivos que cuando sentimos el clima con el cuerpo.
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indiaalsur · 6 years
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"Vos llegas acá pensando que el mundo tiene esta forma (dibuja un círculo en la hoja) y te encontrás con que en realidad el mundo también puede ser así (y dibuja un cuadrado). Ahora, una vez que ustedes entienden que el mundo puede ser tanto esto (el círculo), como esto (el cuadrado), también pueden comprender que el mundo puede no ser ni esto ni aquello, sino otro completamente distinto (y dibuja el triángulo). Esto no quiere decir que después ustedes no puedan elegir volver al círculo, a lo que seguramente no van a volver es a creer que el círculo sigue siendo la única forma de pensar al mundo."
 El lunes pasado aprendí mucho más en cinco minutos entre ocho líneas en un papel que en el total de los años que vengo cursando Arquitectura.
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indiaalsur · 6 years
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Diario de viajes. Parte II. Esta semana conocí a Miguel y a Ruben. Miguel me llevó desde Monte Grande hasta Caballito. Enseguida le pregunté de dónde era, de Perú, dijo. A Miguel le gusta conversar, me lo hizo saber. Empezamos hablando de viajes, le comenté que no conocía Perú pero que me encantaría. Miguel hizo de esa hora de viaje un relato reducido de lo que había sido su vida y el recorrido de Lima a destino final, Monte Grande, zona sur del conurbano. Los países que había visitado, Francia, Marruecos, España, Portugal, durante los años que trabajó en un crucero. Cómo su madre decidió venir a Buenos Aires después de que se vieran obligados a cerrar las puertas del restaurante que tenían en Lima. Su decisión de venir hasta acá a ayudarla y comenzar a estudiar ciencias de la educación mientras no deja de trabajar todos los días. Sus proyectos, ahorrar para seguir viajando que es lo que más disfruta. Le hago saber que en eso coincidimos. Y su deseo de recrear lo que dejaron en Perú y devolverle a su madre el restaurante de comida peruana acá en Buenos Aires.
Rubén se sentó a mi lado en la estación Banfield. "¿De qué es eso?", "Sintra, es un tipo de pvc que se usa para hacer maquetas. Estudio arquitectura". Él creyó que era un lienzo. Rubén estudió Bellas Artes en la Escuela Superior Manuel Belgrano. En el 68 (según recuerda) ganó el premio que otorgaba el Instituto Ditella. Vivió en Francia durante dos años, en España, e Italia entre sus veinte y treinta años. Trabajó en un estudio de diseño hasta el momento de su jubilación. Su madre fue diseñadora de indumentaria quien producía en Buenos Aires para exportar a Italia, y quién se sorprendió el día que Rubén con un diseño de mallas ganó tanto como para comprarse veinte lotes en Luis Guillón y su primer auto cero kilómetro en el transcurso de solamente cuatro meses. Me dice que a sus setenta no se arrepiente de nada, que sólo extraña el dibujo y manejar su auto, ambas actividades que abandonó hace unos años cuando la diabetes le arruinó la vista. Que aproveche, porque los años pasan sin darnos cuenta. Rubén me hace acordar a m abuelo cuando se ríe de la vida. Aunque esto último no se lo dije.
Solano Benitez, arquitecto latinoamericano, radica su hacer proyectual en la acción de conversar, de "dar vueltas juntos" según la etimología de la palabra. Si hay algo que aprendí a disfrutar sobremanera es de las conversaciones con desconocidos, a saber preguntar cuando entendemos tácitamente que el otro, y nosotros también, necesitamos ser oidos.
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indiaalsur · 6 years
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Las manos me olían a lavandina. Me di cuenta en el tren, que todavía la llevada impregnada en la piel. La lavandina es de esos productos que no se borra enseguida. Por mi parte, siempre lo disfruté. Me gusta el olor a lavandina como así también el de la nafta y el del ajo recién cortado aunque no pueda definir bien porqué. Mientras inconscientemente me llevaba las manos a la cara y con cada respiración: lavandina de lavanda; recordé un charla a la que asistí el año pasado donde Bruno -lo único que recuerdo de Bruno es su nombre y el círculo rojo que llevaba tatuado en el brazo izquierdo ¿O era el derecho?- nombraba a una tercera persona, uno de sus estudiantes, quien para un trabajo final había presentado una instalación que emanaba olor a lavandina, todo el estudio impregnado de lavandina de lavanda. Su razón es la misma que la mía, el olor a lavandina le recordaba a su madre que de tanto limpiar llevaba la lavandina impregnada en la piel. Mamá sólo usa un perfume cuando sale, desde que tengo memoria siempre fue el mismo. Ese perfume para mí, no tiene marca, no tiene otra identidad que ser el perfume de mamá. Tal vez es por eso que yo también elegí conscientemente mi propio perfume y siempre es y será el mismo. Sin embargo, en mi casa el olor a lavandina es una constante, las manos de mamá llevan ese aroma más que el perfume, su perfume, que elige para salir. Me llevo, una vez más, las manos a la cara, respiro, mamá también es lavandina de lavanda.
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indiaalsur · 6 years
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El miércoles salí de trabajar y me crucé con Matías en la esquina de Malabia y Costa Rica. Matías que me paró con las dos manos al tono de 'piba, ¿Tenés un segundo? ¿Te puedo mostrar algo? No te voy a robar, ni nada. No pienses eso.' Y claro que pensé en eso y con el rabillo del ojo pensaba donde correr llegado el caso, pero simultáneamente también le contesté 'sí, mostrame'. Matías estaba vendiendo pañuelitos descartables, le quedaban los últimos cuatro. 1 x 15, 2 x 20. Me pide disculpas si es que me asusté, le miento, le digo que no. Me hace saber lo exhausto que está por trabajar todo el día, 'vos me entendés, ¿no?' 'Sí, claro'. Aunque no, si algo está claro es que no lo entiendo, con Matías puedo empatizar pero no al punto del entendimiento, porque no sé lo que es pasar un día sin comer o pasar verdadero frío, caminar sin rumbo fijo, pedir o vender en la calle. Hablamos un rato, me contó de Valentín y Agustina, sus dos hijos; que se iba a acordar de mi si es que nos volvíamos a cruzar, le dije que yo estaba segura de no olvidarlo. 1 x 15, 2 x 20. Me llevé los cuatro últimos que le quedaban. Me pregunta si me puede saludar antes de irse, y nos dimos un abrazo - a esa altura no sabría decir quien de los dos más lo necesitaba - y nos estrechamos la mano. Me dijo que le gustaba mucho mi perfume. La verdad es que yo no llevaba ningún perfume ese día, lo que Matías percibió fue un deje a la crema que uso todas las mañanas después de la ducha, algo que nadie nunca nota. En mi bolso llevo cuatro paquetes de pañuelitos descartables, uno por quince, dos por veinte.
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indiaalsur · 6 years
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"No te preocupes, la próxima devolves el favor", me dijo la persona que hoy pagó por mí el colectivo cuando intenté devolverle el costo del viaje. Se lo agradecí mientras le sonreía, un poco porque me había gustado (como cuando nos miramos entre dos desconocidos intuyendo algo que está ahí pero que no sabemos bien qué es), otro poco porque me quedé pensando en la forma en que eligió las palabras 'la próxima devolves el favor', no se refería a él, a su persona, sino que lo hiciera por alguien más, que le regalase el favor a otro desconocido 'No, deja. La próxima me devolves el favor pagándole a alguien más', le acabo de responder a la piba que, también como yo hoy más temprano, quiso devolverme el costo del viaje en subte. Ojalá el prologo imaginario de la historia de mí vida, de todas las historias de nuestras vidas, comience con la lista de favores que supimos regalar al otro.
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indiaalsur · 6 years
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Te quiero por todos lados. Decírselo a alguien y que lo entienda como más le guste.
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indiaalsur · 6 years
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Y porque también me quiero, me quiero con esas mismas ganas con las que a veces no me quiero ni un poco.
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indiaalsur · 6 years
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El tercero de siete. Tobias es el tercero de siete hermanos. Vive acá nomás de Retiro. La cantidad de años que hace que Tobias pide en el tren es la misma que lleva yendo al colegio. Todavía le quedan unos años para terminar la primaria. La realidad de Tobias me da vuelta la cara de un golpe tan fuerte que después de nuestra breve charla me largo a llorar en cuanto deja vagón. Se sentó conmigo en un viaje entre estación y estación llegando a Ciudad Universitaria, nos deseamos buenos días, me sonríe, se ríe, se levanta y se va. A mi jamás me faltó nada y Tobias es el tercero de siete hermanos que tiene que crecer de repente y a las apuradas.
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indiaalsur · 6 years
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#wanderlust #travelling #trip
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indiaalsur · 6 years
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Los comienzos. El contacto. Las ganas. El rito. El tiempo. Las distancias. La luz. Las sombras. Los cuerpos. El contacto. Las ganas. El rito. El (des)tiempo. La piel. El disparo. El final. Ahora, ¿A dónde? Quizás...
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