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Jamás haría algo como aquello por joder a su hermano, las cosas se habían dado por sí solas y tanto Kristoff como Enid las habían llevado mucho más allá. Su súplica se escuchó más como una orden lo que lo hizo medio sonreír viéndole pícaramente. Ambos escaparían y él no tenía problema en hacerlo. — Esta bien, pero si nos marchamos juntos permaneceremos de la misma forma. —Sabía que una vez bajaran las escaleras se podrían encontrar con cualquier personas de por medio así que tenía que pensar con la cabeza fría. El bailarín se mantuvo unos segundo callado pensando, pero tenía que estar seguro de lo que harías. — Cariño, ¿realmente estas segura de hacer esto? —Inquirió con seriedad, él estaba enamorado y no había dudas de querer marcharse de allí.

En unos inicios Enid creía eso, que solo se había enredado con ella para joderle más la vida a Ezekiel, sin embargo con el tiempo se dio cuenta que era diferente, que en realidad el chico si la quería. “Solo lo pensé al inicio… creí que solo querías joder más a Ezekiel.” Le confesó mientras se encogía de hombros y esbozaba una sonrisa triste. “Pero luego me di cuenta que no.” Y apreciaba mucho aquello, saber que no era el juguete de Kristoff. “Lo que te estoy pidiendo Kris, es que me saques de aquí.” Le suplicó, mas tarde se encargaría de enfrentar a su novio; lo único que deseaba ahora era largarse de aquella cena familiar. “Por favor…” Suplicó. 

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Catherine colocó los narcisos en un jarrón de cristal haciéndole compañía a las flores del día. Luego preparó ligeramente dos copas de vino y mientras caminaba dirigiéndose a ella escuchó su cuestionamiento. — Así es, un regalo que definitivamente ha sido uno de los más importantes en mi vida. Me lo regalo mi madre. — Al llegar a Jodie observó la pintura con una gran sonrisa recordando el momento y luego tendió su copa para que la tomara. — Me sorprendes, no imagine que conocieras sobre ella. — Comentó acercándose unos pasos más a la joven. — No tengo la menor idea de que lo estamos haciendo pero esta de mi admitir que ese beso de la tarde me ha dejado pensando mucho. Me gustó, Jodie. — Confesó mirándole con detenimiento.

Una pequeña risita nerviosa salió de sus labios al escucharla y se encogió de hombros ligeramente — No quería llegar con las manos vacías — comentó antes de entrar en la sala de estar del recinto, observando los detalles elegantes que decoraban el lugar — Que elegante — comentó vagamente, volviendo la vista hacia los cuadros que adornaban una de las paredes. — ¿Los relojes de Dalí? — cuestionó la castaña con curiosidad una vez que llegó a la pintura. Dalí era su pintor favorito y estaba un tanto sorprendida de encontrar una de sus obras en casa de la pelirroja.

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Negó con su cabeza ante el cuestionamiento de la rojiza, sabía perfectamente que Donna solo estaba bromeando, pero jamás sentiría nervios por Harvey, al contrario, las ganas de golpearlo en aquel entonces decían presente. Patrick se acercó cuando la fémina se quejó por su pequeño dolor y frente a ella le abrazo acariciando su espalda con delicadeza. — ¿Te encuentras bien? — Susurró viéndole directamente sin dejar pasar sus palabras. — Digamos que preparo unos excelentes vasos de agua con hielo que están para que me beses toda la noche. — Bromeó en un tono seductor. — ¿Qué dices? ¿Te gusta la idea? — 

Esa confesiónla sorprendió un poco, voltio y empezó a caminar al revés para verlo y sonreírle,-“de verdad? Estas seguro que no era por ver a Harvey?”- bromeo solo paraacabar de pegarse con la encimera de la cocina, -“Ay!,”- frunció el ceño, sobándosela espalda, para la próxima tenía que poner más atención pues eso si había dolido.-“Con que bajaremos los cupcakes? Bueno, eso te pregunto a ti, que es lo quetienes para bajarlos? Y no te preocupes que el único que me a devorar eres tú,yo tengo mucho cuidado con mi comida. Además, por eso se lavan las sabanas.”-

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Damián seco aquellas lagrimas que recorrían por sus mejillas con sus pulgares, jamás le había visto tan dañada y ya él estaba lo suficiente preocupado pensando lo peor. El masculino guardó silencio, no quería interrumpirla, quería darle espacio para que se expresara y no se sintiera presionada aunque internamente su desespero decía presente. — No digas eso. — Susurró para luego ser sorprendido con aquel abrazo. Este la aferró a él sintiéndose roto viéndole de aquella manera. Necesitaba hacerla sentir segura con el pero aquello que dijo al final lo hizo cerrar sus párpados apretándola mucho más fuerte. No sabía que decir, no podía imaginar cómo se sentía ella en ese momento, había conocido al hombre y aunque no había sido un padre ocupado con ella ambos se llevaban bien. — Lo siento mucho, cariño. — Musitó con voz entrecortada. — No sé lo que sientes en este momento, pero estoy aquí. Suelta todo ese dolor, no quiero verte así. —

          Tenía la mirada gacha, con la atención fija en el juego que hacía con sus dedos cuando le escuchó. Esas dos palabras que tanto movían al mundo y que a ella le caían como balde agua fría en ese momento. No lo esperaba, honestamente, que él pudiera sentir lo mismo aún, a pesar del tiempo y del daño que ella le había causado al irse como lo había hecho meses atrás. Tragó saliva y levantó el rostro, perdiéndose en su mirada, no sabía que decir o que hacer. “Yo…” Murmuró, cerrando los ojos ante el contacto de sus manos con su piel, suspiró hondo y negó, dejando que las lágrimas cayeran por sus mejillas. “No te merezco, nunca lo hice.” Limpió sus mejillas y parpadeó. “Lo siento… Mucho.” Eliminó la distancia y se lanzó a sus brazos, abrazándolo con fuerza, eso era lo que necesitaba en ese momento. De lo demás, podrían hablar más tarde cuando ella tuviera la mente más clara.  Tras un par de minutos en silencio, la ojiazul soltó poco antes de que los sollozos la invadieran de nuevo. “Mi padre murió.”

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Musa A es la típica vecina que todas las noches llega con un hombre diferente. Musa B un hombre casado que se frecuenta con Musa A en ocasiones en el elevador viendo las escenas sensuales que continúan alimentando su mente llevándolo a obsesionarse con la fémina. Un día ambos se encuentran en elevador y Musa A lo invita a su departamento y esté dispuesto a serle infiel a su mujer amargada y que se la pasa en el trabajo, acepta. En plena acción el marido de Musa A llega y este tiene que hacerse pasar por un familiar y pasar la noche escuchando como la mujer tiene sexo salvaje desde el sofá. Pasan un lapso de días y la esposa de Musa B le pide hablar confesando que Musa A es amiga suya y fue enviada para que lo sedujera con el fin de salvar su matrimonio sin saber que ahora la llama de la pasión entre ambos se prendería ocasionando esa aventura que nunca se dio entre ellos.

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Vincent ladeo su cabeza manteniendo su seriedad cuando respondió de aquella manera. — Tampoco te lo estoy pidiendo. —Espetó soltando la servilleta de tela sobre la mesa pero sus siguientes cuestionamientos lo desencajaron un poco sin mostrarse nervioso, realmente no lo estaba, solo estaba molesto por la situación. — Soy abogado, ¿lo olvidas? —Respondió soltando un pequeño suspiro. — Por favor, ¿satisfecha por qué? ¿Por pensar que era una conquista y arruinarme la noche? —Se acercó a ella mirándole de pies a cabeza con la misma sonrisa cínica. — Que poco te conformas, Isabelle. —Susurró viéndole detenidamente. 

La muchacha no entendía nada de lo que le había dicho la señora a Vincent, la verdad es que nunca entendía nada de la vida del chico y eso fue uno de los principales motivos por el cual su relación nunca funcionó. “No te pediré perdón.” Le respondió con amargura en su voz, aunque estuviera en ese momento más intrigada que enojada. “¿De qué negocio habla? ¿En qué andas metido? Ahora si que confirmo mi teoría de que  eres la persona más extraña que pude haber conocido.” Rodó sus ojos soltando un suspiro. “Yo feliz me voy, ya hice lo que quería y estoy completamente satisfecha.” Una sonrisa cínica apareció en sus labios. 

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La belleza de Francesca no era comparada con aquellas jovencitas que acostumbraba a llevar a la cama. Estar ahí justo con una mujer que le doblegaba su edad era algo que nunca había imaginado, ¿pero cómo negarse a tanta sensualidad. — No creo, estoy seguro que estás acostumbrada a escuchar mejores cosas. —Sí, estaba un tanto asustado de no sorprenderla o hacerle sentir como toda una mujer. Brayden conocía a su marido por tal razón sabia lo galán y caballeroso que podía ser con ella.

Este se mantuvo tranquilo mientras la dama ordenaba como toda una mujer experimentada en la buena bebida. — ¿Si? Estoy seguro que un vino rosado recorriendo tu cuerpo debe tener buen gusto. —No podía quedarse callado ante aquella imagen que llegó a su cabeza.

Una sonrisa parca que escapó de su labios. Qué curioso que Brayden llamara “su mejor momento” a lo que ella comenzaba a considerar el infierno en la tierra; las peleas con su marido no cesaban, se había acostado con el mejor de sus amigos, y ahora con el hijo de una de sus amigas… Queen of disaster. —Eso es muy dulce. - contestó al fin y con una sonrisa, no iba a ser grosera con él, menos cuando se esmeraba en hacerle aquel cumplido. 

Una risa más honesta y parsimónica hizo eco en el breve espacio entre ellos, si su madre lo escuchara hablar así… Con un ademán llamó al mesero y le ordenó una botella de vino rosado, cuando el hombre se fue ella volvió la mirada al chico de nuevo. — Es lo mejor para degustar el postre… - claro, ella también estaba coqueteando.

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Alexey colocó sus manos sobre la espalda baja de la fémina atrayéndola más a él, estaba perdidamente enamorado de ella como un adolescente, si, era su jefa que por más que intentara ocultar su romance al final terminaba cediendo a los encanto del masculino. — ¿Por qué preguntas? Sabes perfectamente que mi respuesta es un sí. —Sonrió tiernamente mientras besaba los labios de la rubia fugazmente. — Te veo en unas horas, prometo que todo termine rápido y paso por el, ¿te parece? —

No pudo evitar reírse de él, no por malvada, sino, rendida ante lo ingenuo y tierno que él podía llegar a ser sin siquiera proponérselo. Las manos de Anelisse pasaron de su pecho a su nuca para abrazarlo así mientras lo observaba. Médico, padre y modelo… la fantasía completa. Si que tenía suerte. — Con juguetes preescolares me refiero al pequeño Jeremiah. - le sonrió. — Así que… entonces ¿Vienen a mi casa?

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Caleb sonrió de manera coqueta, ella tenía razón, ambos eran como la pareja perfecta donde quiera que se paraban capturaban todas las miradas. — ¿Para qué mentir? Me fascina ser el hombre más envidiado. —Contestó mientras caminaban por entre las personas para salir de allí. Ya afuera este pidió su auto en el valet parking. — ¿Dónde quieres ir? Por mi te llevaría a casa pero no creo aguantarme las ganas. —Le molestó aunque en el fondo estaba en lo cierto.

Llevó una mano a sus hebras doradas sólo para acomodarlas, en aquel lugar nada era lo que parecía, absolutamente nada. Ni las intenciones de Caleb, eso lo tenía claro. La pregunta de él la tomó por sorpresa, pero no se permitió verse descolocada. — Quería que me dejaran en paz para poder irme, no busco nada, Caleb, no hoy. - agregó con tono serio que se esfumó por su comentario. — ¡Por favor! No mientas. Te encanta que todos te miren, sobre todo cuando tienes lo que ellos no.

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Observó cómo buscaba a su novio entre las personas, era obvio que estuviera alerta pero a la vez era como si estuviera ocultándose de algo malo cuando realmente solo se encontraban charlando. — No creo que te odie más por denunciar a su hijo, igual su orgullo siempre ha sido tu noviecito. —Respondió para luego tomar de su vaso. Douglas no estaba muy lejano a sus palabras, la preferencia por Killian siempre había sido muy obvia, sin embargo el moreno nunca prestó atención a esa preferencia, era bastante independiente como para andar quejándose de su madre. Para cuando la fémina le cuestionó este sonrió, bastante típico en su hermano y su madre vivir bajo el lente y la fama sin importar a quien se llevaran de por medio. — Digamos que llega un momento que te acostumbras, igual me da lo mismo, no soporto que saquen mis fotos en el internet ¿pero qué puedo hacer? Soy un Ackermann, solo que médico y que ha salido con algunas famosas. —

Se paró de puntas un momento, sólo para encontrar a su novio justo donde lo había dejado pero con más compañía, lo mejor era no acercarse, no quería parecer una loca posesiva y menos con gente a la que desconocía, así que su mejor decisión fue sentarse al fin junto a Douglas. Ladeó el rostro para mirar a Douglas con la ceja bien alta, incrédula de sus palabras. — Si, bueno, resulta que me tenté el corazón. - admitió. — No quiero darle más motivos a tu madre para odiarme. - comentó como si esa fuera la razón, pero la verdad era que no quería hacer escándalos, seguramente los medios estarían a la expectativa de cualquier cosa y lo que menos quería era darles de qué hablar. Las palabras de él y el tono que empleó no pasaron desapercibidos para Noelle, quién lo miró intrigada. — Yo nunca estuve bajo los reflectores, los odio y odio que me sigan…  ¿Y tú? Supongo que debe ser difícil para ti vivir teniendo… la familia que tienes.

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Zach medio sonrió ante su pregunta, jamás la metería en problemas ya igual el caso estaba perdido por ese día y no había nada esperar que continuar al día siguiente desde el punto de partida del hombre. — Sería una buena opción tener una compañera de trabajo. —Comentó con una sonrisa, ya estaban encerrados en el elevador y no había otra opción. — ¿Cómo te llamas? —

Me temo que sería demasiado rápido como paradarte su dirección a menos de que hayan quedado en algo… ya sabes a lo que merefiero—comento con una sonrisaburlona, no creía que fuera su amigo si no que había algo más, se rio por su aclaración—¿ayudarte a espía? Eso sería genial…. Siemprey cuando me salves si me meto en problemas

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Mantener una relación con el traumatólogo en ocasiones era un poco complicado pero no imposible. Su relación con él y con su hija Alice era bastante amplia, gozaba mucho de la presencia de la pequeña y aunque no se había visualizado teniendo una relación con un padre soltero pues Cole lo había logrado. — ¿Solos? Primero tenemos que dormir a Alice, imagino que la niñera debe andar volviéndose ternura. —Dijo mirando ligeramente sus labios con coquetería. — Vamos, es mejor mantenerte alejado de los celos. —Lo molestó acomodando el cuello de su camisa.

Claro que lo pienso pero con tanta cámara alrededora veces siento que te comparto con medio mundo—Pocas veces lograba que le tranquilizaran deaquella manera pero esta vez lo había hecho con precisión, acerco nuevamente surostro al de la rubia y dejo un beso en su frente—deberíamos irnos de aquí, vamos a mi departamento donde podemos estarsolos ¿sí?

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Así eran ambos, llenos de pasión y complicidad, por eso y muchas cosas más estaba decidida en querer ser su mujer. Esta apretó sus labios en una sonrisa coqueta mientras Elijah comenzó a jugar con su blusa. — Soy una inocente mujer, eres tú el que siempre anda de pervertido. — Susurró jugando con sus cabellos sosteniéndole la mirada. Para cuando su prometido elimino su blusa esta mordió su labio inferior, ese hombre la ponía jodidamente caliente. — ¡Argh! ¿Por qué haces las cosas tan complicadas para mí? — Sonrió llevando sus manos al botón del pantalón del masculino para desabotonarlo.

Una ligera sonrisa salió de sus labios al escuchar la inocencia de Rebekah, quién obviamente estaba jugando. “Tu me pones así y mucho más.” Le susurró al oído para luego morder el lóbulo de la mujer; sus manos ascendieron hasta su cadera comenzando a juguetear con la tela de la blusa de su prometida. “Oh vamos, ¿hoy piensas jugar a la inocente?” Le preguntó coqueto, mirándola a los ojos con cierta ternura. “Está bien mi amor, voy a mostrarte en que quiero que nos entretengamos.” Dicho aquello dejo de jugar con la tela de la blusa para luego con un ágil movimiento deshacerse de ella. 

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La siguió con la mirada escuchando lo que tenía que decir pero Reagan continuó sus pasos detrás suyo escuchándole con mejor cercanía. — Donna, sabes perfectamente que no me gusta que dudes de ti. — Comentó con total seriedad pero sin dejar de estar feliz de que se estaba dando la oportunidad de asistir e intentarlo. — No importa si no pasas la audición, como quiera estaré orgullosa de ti, además, conozco tu talento así que desde hoy cruzare los dedos para que todo salga bien. — Se sentía culpable de haberle tratado tan mal así que se acercó esta vez a la rojiza. — Lo siento, siento mucho tratarte mal, solo… pensé cosas. — Admitió.

Donna se encogióde hombros y camino de nuevo para la cocina, -“la audición es en dos días…..”- empezó,parándole ahí no queriendo admitir lo siguiente. Pero era más fácil cuando noestaba enfrente de Reagan, -“Voy a ir a la audición, claro, pero pues, quiensabe cómo me valla,” le contesto mientras sacaba la comida para calentarla. –“Talvez no me lo den, tal vez fracase, y por ese no te dije nada,”- finalmente admitió.–“No quería que supieras por si no me lo dan, prefería llegar a casa con lasnoticias que me habían dado el papel…..”- quería que Reagan estuviera orgullosade ella, y la verdad era que seguía insegura en su talento para la actuación.  

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Cuando miró al hombre este transformó su rostro en uno normal haciendo quedar mal a Kristoff. ¿Acaso ella tenía razón? De seguro ser celoso le estaba haciendo ver cosas pero fue en ese momento que el hombre retomó su rostro un tanto malvado. — ¿Y eso que tiene que ver, Donna? — Susurró algo molestó. — Estar comprometido no impide pensar cosas. — Este giró su cuerpo ignorando al otro porque si no iría tras del a golpearle y no quería causarle problemas a la rojiza. — ¿Es obligatorio que vayas? — Inquirió serio.

Donna no le gustaba salir en esos viajes, pero lo bueno era que era rara la vez que necesitaba hacerlo. -“a mi tampoco me agrada pero es solo por el trabajo. Y regreso ese mismo día, no es como si me voy a quedar la noche aya. Y el es solo un colega, hemos trabajado juntos ya por años.”- dijo en voz baja y tocándole la mejilla para hacer que el la mirara a ella y no a su colega. -“ademas, el tiene prometida. Estas viendo cosas que no.”- le dijo al mismo tiempo que alzaba la cabeza para ver a Mike, quien sonrío amablemente y realmente Donna no veía lo que Kristoff decía.

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El masculino humedeció sus labios para luego morder el infeior. — ¿El bebé? Claro, como no puede defenderse. Deja que sea grande, te acusare con él. — La molestó en una pequeña risa. Para el nunca existía un no por respuesta, al contrario, siempre le gustaba que tanto Narea como su hija se sintieran felices. Cuando escuchó su próximo pedido este negó dándose por vencido y dirigiéndose a la cocina, este preparo dos tazas con leche y chocolate, una caliente y la otra fría para que elle eligiera el que gustase en ese momento. Al regresar llevaba ambas tazas juntas mientras encima el plato con las galletas. — Perfecto, les haré compañía, un coma diabético a esta hora de la noche. — Dijo tomando asiento a su lado. — ¿Cuál quieres? Hay una fría y la otra caliente. —

   ❝Demasiado, diría yo.❞ A ella no le preocupaba eso, cuando tuvo a IVANNAH la pequeña era inquieta, y en la noche solo se dedicaba a dormir, ya sabía lidiar con bebés así. Disfrutó el beso de su pareja, por unos segundos. Le encantaban esas demostraciones de amor.    ❝¿Pensado? ¿Cómo es eso? Él bebé pide, yo no.❞ Lo último dijo, hablándole a su vientre, un leve movimiento sintió. ❝Ella deja, sabe que su hermanito pide siempre OREOS, y también con leche de chocolate, ¿sí?❞ Le pidió, con una puchero en sus labios. Demostrando la faceta tierna que tenía con él.

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Sonrió traviesamente listo para lo que tenía en mente. Sabía perfectamente lo que despertaba en ella y aunque aquello parecía y era un juego tampoco ocultaría lo que entre ellos pasaba. — ¿A mi merced? — Inquirió en un susurro mientras acercaba sus labios a su cuello dejando una línea de besos hasta ubicarse en la comisura de sus labios viéndole con detenimiento. Estaban en un elevador lo que en cualquier momento las puertas metálicas abrirían. — ¿Por qué tan dispuesta, Freya Kentver? — Le agradaba llamarle por su nombre.

        ‹ Estaba segura de que él era consciente de lo que lograba despertar en ella. Era imposible ocultarlo. Se sobresaltó, no esperaba aquel movimiento y buscó zafar sus manos sin éxito alguno. Contuvo la respiración, parecía que el aire encerrado en el elevador se había vuelto denso. Giró ligeramente la cabeza para ubicar las orbes contrarias que estaban peligrosamente muy cerca de ella y murmuró: “Estoy a tu merced.” ›