Last Seen Blogs
williammorgan45
The Fastests Gunsliger
yubisin
ub
theamazingdevils
courage, dear heart
robotatron
r o b o t a t r o n
quaple-network
Quaple
Photo
George Seferis, tr. by Edmund Keeley, from Collected Poems; “The Return of the Exile,”
26K notes
·
View notes
Photo
Teapot And Lid (Russia), late 19th century; Manufactured by Kuznetsoff Pottery (Russia); enameled and gilt porcelain
4K notes
·
View notes
Text
despedida en año nuevo
Por qué será que algunos recuerdos se evaporan apenas desapareciendo en el aire, y otros quedan inyectados a uno, tatuados, indelebles, o soldado a la mente en el minuto cero de lo que pareciera haber sido una lobotomía? Me acuerdo poco y nada de ese 31. Fue la segunda y última Navidad juntos. Las luces parpadeaban de ventana en ventana, la noche estaba negrísima y helada, las estrellas estaban tan cerca que parecía que nos querían besar. Me habías dicho que no me preocupara por la cena, te encargaste de comprar un champagne y de abrir esa botella de vino que dejamos. A lo nuestro sí que no le dimos oportunidad de que mejorara con el tiempo. Pero el vino estaba riquísimo. Vos pasaste la tarde releyendo a Pessoa mientras yo había ido a ponerme más rubia. “Quiero esa fragilidad de las rubias”, te dije. Y te mandé una foto con los papelitos de las mechas puestas. Vos te reíste y me dijiste que qué linda. Recuerdo que esa noche estaba melancólica, incluso llegué a preguntarme qué sucedería si alguna vez nos separáramos, si seríamos capaces de enviarnos un mensaje de ‘feliz año’ después de las doce. También pensé si esto, si lo nuestro, que parecía obra del destino, servía o no como historia para mi próximo libro. Con vos no puedo ser objetiva. “Seamos un libro” me habías dicho apenas volviste. Creo que más que un deseo, fue lectura del futuro, una predicción. Mientras te escribo lo recuerdo con lujo de detalles. Habíamos puesto una playlist de canciones ochenteras felices que incluían Celebration y 100 Pure Love, que armamos la noche anterior en la sala de espera del aeropuerto. Esperamos las doce en el balcón y después de ensayar unos pasos, nos besamos bajo los fuegos artificiales. ¿Por qué recuerdo que fue amor? Porque nos regalamos exactamente el mismo libro, Amor líquido de Bauman. Y seguramente si revisáramos a ambos libros tendrían subrayados los mismos fragmentos. Esos en los que nos hallamos y que de algún modo nos pertenecen. No importa cuan cerca o lejos estemos. Mientras estés en mi mente, siempre estás por volver.
2 notes
·
View notes
Text
mi lugar favorito
no sé por qué me gusta tanto el aire
que se respira en esta piedra del río
la realidad es esta y no la vemos
es como un cometa que pasa
nunca se sabe a qué velocidad
cincuenta millones de meteoritos caen a la tierra
en un año
así llegaron todas estas piedras
a formar piscinas y jacuzzis burbujeantes
se acomodaron tranquilas, desteñidas y suavecitas
esperándonos cuando caiga el sol
a las tres de la tarde
mi mente es una charco paradisíaco
un cohete que va hasta tu terraza
desde aquí se puede escuchar
cómo se ríen
los perritos que nos miran del otro lado
los humos en la garganta
encienden el peligro y el pudor
¿y si nos quedamos flotando en
alguna dimensión sobre esta ciudad de pinos?
solo una buena siesta
funciona para aminorar el descenso
con tus manos sostienes las paredes
pero espérame en ese árbol y quédate ahí
te voy a dar tres besos
y un exceso de orquídeas
luz arco iris y agua de cascada desde arriba
todo el río duerme para nosotros
nos arrulla
mientras el desasociego y la nostalgia
se enroscan despacito entre mis pies
y creo: mi destino como una llovizna de sol infinita
mi lugar favorito.
3 notes
·
View notes
Text
caída libre
Siempre he pensado que cuando te mueres debes sentir algo peculiar, algo distinto. No creo que sea un sentimiento similar a algo existente. Algo, no tengo idea qué porque aún no me morí, va a dejar claro que es el final, una máxima instantánea ‘ Sí, está pasando’. Y adiós. Lo sabes y apenas eres consciente de que se acabó. ¿Cómo será? Se me ocurre algo parecido a cuando todo se te va de control y quieres seguir alimentando el viaje sin volver a una realidad que masomenos no existe, como un bajón de presión y pierdes el sentido, buscas donde apoyarte mientras lentamente es un desmayo donde no tienes idea de qué lado está qué cosa y tu respiración se acelera al igual que los escalofríos y la palidez de la piel. El cuerpo sí sabe, y va para abajo, para el único lugar para donde puede ir porque hay reglas, hay leyes, las cosas se caen todo el tiempo, no vuelan, no flotan y somos cosas. Ya sé, es repetitivo. Lo que se va de control se rompe y no queda igual nunca, se muere. Esta cuestión, regresa, llega a la esquina, gira, acelera y otra vez me llega derechita a mis pulmones. Se va de control y se pudre con el tiempo, me ahoga. Así debe ser cuando te mueres, cosas extravagantes que le suceden al cuerpo, cosas que nunca habías sentido porque el cuerpo nunca se te había apagado. Ojalá fueran bonitas. Explosiones, fuegos pirotécnicos por dentro, no sé. Que uno se muera bien. Pero yo quisiera entender, ¿Por qué? Va y luego no va más. Es así. Pasa todo el tiempo y les pasa a todos. Me pregunto si tal vez el amor es una cosa que se puede armar una, dos o tres veces y si fallas, después ya se rompe para siempre. Algo adentro tuyo se desfigura, se adultera. Ya sabes lo que sucede. Y cuando reconoces lo que sucede pierdes algo que es necesario. ¿Y entonces? Entonces pruebas igual, una y otra y otra vez. Pero después de un rato, ya sabes. Y juegas sabiendo que no se gana nunca, que más acá o más allá se rompe todo siempre. Y no está mal jugar, está bien. Pero ya perdiste algo que era importante. Y con cada vez pierdes más y más. Y, para mí, cuando perdiste suficiente asombro, cuando ya no te da ni para arrancar porque no crees nada ni nadie te sorprende, porque ya no sientes ni una conmoción mínima, porque la montaña del ahora te aplastó, ahí te mueres.
1 note
·
View note
Text
detox inconstante
El médico me dice que estoy comiendo o durmiendo mal. Estás en un desnivel con tu cuerpo, me dice. No te des tanto placer o date menos, me dice. Es tipo El lobo de Wall Street, es aunque no quiera. Le pregunto si ve todo lo que hago, desayunar avena, tomar agua, comer manzanas verdes, comerme un perrito los domingos, sí, me dice. No escuches música antes de dormir, cuando estés llorando llama a alguien, llora con alguien, no tomes tanta agua.
No le inyectés
razón a todo
solo para usar un montón de palabras
que nunca usás.
Muy pocas certezas tengo ahorita, pero si cambio la forma de sentarme y no abuso de mi columna, es que me estoy empezando a enamorar de algo. Descruzar las piernas puede ser síntoma de no encontrarme muy cómoda, más bien encalambrada. Da igual, hace rato no me siento bien en una silla.
Tener flashes constantes de estar lejos, fantasear con viajar, maquinar la angustia de querer estudiar y no poder, aprender a doblar la ropa, cocinar mejor que mamá. Extrañar el fantasma, lo que fui, sobre todo extrañar el fantasma y pensar en por qué se fue. Y de dónde me fui yo. Y qué hago aquí ahorita.
Tomar la lección, solo tomarla y no aprenderla aún, y acostarse con una canción en la cabeza, tipo esa de Nicolas Jaar
que dice que te acordaste de él cuando viste a otro,
que ahora no se acuerda de nada,
de nada de nada
y lo escuchás en loop
hasta quedarme dormida.
1 note
·
View note
Text
más in que dependent
Por más que hubiese querido irme de casa, ahora me alejaban cientos de kilómetros y ese querer se estaba haciendo real, mientras abría la puerta del que sería de ahora en adelante, mi hogar. Me hizo bien sentir que estaba sola de verdad.
Llegué a Medellín el 12 de marzo y lo primero que hice fue buscar un supermercado. Ahí empezó la aventura. Tenía calculado el presupuesto desde el primer momento, pasajes del metro, frutas y verduras, y si sobraba algo, unas cervezas no estaban nada mal en la canasta no familiar de mi nevera. Empecé a caminar y compré lo que quise en la cantidad que quise. No miré precios ni mucho menos calidades, agarré con libertad los distintos productos en exposición. Café, alcohol, manzanas verdes, harinas varias. Fue un gran “Just do it” gastronómico. El primer síntoma de relajo y libertad en este limbo llamado ‘Miss Independent’. Estaba sola, y no me importaba ninguna opinión que no fuera la mía.
Esa misma noche, mientras cenaba mi sopa de camarones de microondas, se me salieron las lagrimas mientras le confesaba mis secretos más profundos a mi nueva casa y las maletas se desempacaban, cual niña de 13 años que va a la iglesia y le confiesa al cura que se masturba, en busca del ‘Yo te absuelvo de todo pecado’. No había juicios ni consejos, ni un ‘deja de llorar’. Eran lagrimas de ser capaz y de no creer que estaba ahí, parada en mi nave espacial, en mi nuevo todo, donde todas las mañanas iba a abrir los ojos y yo sería mis buenos días.
Es curioso que estando lejos del confort me haya sentido más libre que en mi propia casa. Y al mismo tiempo, no era necesario irme hasta el primer mundo para haber disfrutado del momento “soledad y flash introspectivo”. Era en la comodidad de mi hogar donde me la pasaba convenciéndome de que hacía lo que me gustaba, cuándo, cómo y con quienes me gustaba, pero uno o catorce ríos no eran suficiente. Nunca ha sido suficiente nada.
No es cuestión de pasarme la vida de aquí para allá, aunque bien quisiera hacerlo. Creo que la increíble capacidad que tengo de escucharme a mí misma no tiene mucho que ver con mi ubicación geográfica, aunque a veces sea más elemental creer que sí -y sentirme optimista cuando decido salir a pasear en bici en lugar de encerrarme a ver cualquier documental de ovnis o de repetir capítulos viejos de series indelebles , como si eso fuese lo mejor que hago por mí en un día normal de la semana-. Hoy pienso que irme lejos de casa me ayudó a sentirme mejor ahora que estoy relativamente cerca de todo lo que quiero.
Quizás mi miedo a la soledad desapareció e hizo que concentrara tanto mi energía en priorizar mi opinión frente a las cosas que quiero hacer, que el temor a sentirme sola se transformó en un disfrutar constante de mi creatividad. Es ahí donde probablemente deba encontrar el equilibrio entre todo lo que quiero y lo que puedo llegar a tener. Empezar a prestarle más atención al deseo propio. Identificar qué estoy haciendo por el invisible temor a quedarme sola. Nunca creí que la respuesta a todo ésto iba a comenzar a desarrollarse justamente en soledad y alejada de todo lo que cuidé con tanto empeño.
1 note
·
View note