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Historias para cada paso
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Gustavo: Un libro de historias con pies.
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Paso por paso, si se pone atención a los detalles de un pasaje como Junín, se encuentra una persona con sonrisa color sol y con ojos tan alegres como el cielo. Se encuentra allí,sentado en algunos trapos de diferentes colores, en el piso, con un pie encajado en el otro, con ropa que parece harapos por las manchas que la cubren, el amor a su trabajo.Con su sonrisa desencajada y con oleos a su alrededor recibe a sus clientes, espátula en mano e historias del tiempo pasado, preguntando colores favoritos y mostrando sus pinturas, conversaciones para el alma.“Que mi Dios me dé la bendición para mantener mi corazón con alegría” repetía mientras pintaba con una espátula, mostrando antes de decir su nombre lo que él llamaba magia cromática. 
Gustavo Hernán Pérez, un pintor con pasos en toda Antioquia y con amigos en cada esquina, trabaja hace año y medio en el pasaje de Junín. Magia para él es su trabajo, lo define: “Mi trabajo en papel es un proceso evolutivo único de una realidad plástica en el valle de la aburra”.Se denomina autodidacta, ya que nunca deja de aprender. Estudia arte, todos los días,embruja a sus compradores hablando de artistas y pinturas del antes y ahora, como mencionaba a Gerard Ritter, uno de los más grandes pintores abstraccionistas del planeta, lo cual también pinta en sus obras, abstracción. Gustavo vive de lo que pinta, él lo denomina como causa y efecto: “como tú seas con la gente, ella será contigo”. Vende papeles con su arte y también cuadros, todo sentado en este mismo lugar. En parte de su recorrido fue icono por 3 años en el Jardín Botánico hasta que la directora del jardín los sacó “como si fueran delincuentes”,así que tuvo que hincarse de rodillas y asesorarse espiritual y judicialmente.
El tiempo y los espacios transitorios lo llevaron a vivir dentro de la Universidad Católica Luis Amigó hace 30 años, cuando era un albergue para estudiantes con los terciarios capuchinos. Él salía a los pueblos de Antioquia a pintar con los dedos y con espátula. Por eso sus aliados son en la mayoría en el ámbito religioso, como el Padre Juan Diego Ruiz, quien tiene su oficina decorada con obra abstracta y religiosa de Gustavo y Monseñor Ricardo Tobón a quién le vendió 3 abstractos.Mientras pasaba la gente vistiendo el pasaje de color amarillo, por un partido que transcurría en los televisores de los locales alrededor de nosotros, estábamos allí,sentados.
El en sus trapos, con la cabeza de vez en cuando para arriba mirando rostros, y nosotros en el piso mirando sus manos embarradas de pintura, con un trapo igual de pintado que su ropa de limpiar su espátula, la cual se ve desgastada y querida; y sus ojos, enmarcados en unas gafas empañadas y redondas, cubiertos por la sombra de una gorra con los colores hippies, por lo que no pudimos percibir exactamente el color delos mismos, pero no hizo falta... hablaban más que las historias que nos iba contando a medida que pasaba el tiempo. 
Un hombre de cabello negro y sonrisa amplia, bajo de estatura y con barriga prominente se detuvo a nuestro lado mientras pedía disculpas:
- ¿Sera que ustedes me pueden disculpar? Que pena con ustedes.
- Tranquilo
- Urbano, ¿Que maneja usted en urbano? ¿Tenes por ahí foticos?
- ¿De que?
- Urbano. Ósea las calles.
- Soy capaz de pintártelo, me las entregas. En la asamblea departamental hay una obra mía, geométrica cromática de la alpujarra con el Doctor Antonio Úsuga .Allá te dejan entrar y te dejan mirar la obra. Esa me quedo preciosa.
- ¿Sí?
- La pinte hace dos años.
- ¿Una pintura así de ese tamaño que precio tiene más o menos? – Señala uno delos cuadros –
- Ah, pero esto es abstracción monocromática
- No si, pero un cuadro más o menos así de ese tamaño
- Ah, pero me das dos días para hacerlo y me pasas una foto
- ¡Claro! 
Con la pintura en la mano, Gustavo empezó a involucrar a dicho señor a la conversación con nosotras, ahí me di cuenta de que era un libro de historias con pies.
- Cuando espacio público, tuve problemas aquí con ellos y toda la asamblea entro a protegerme. Yo iba a hablar ante la asamblea departamental, pero en ese momento estaba muy sensible y no fui capaz de hablar ante ellos. Pero yo si soy capaz de hablar delante de un público, solo que estaba en un estado de hipersensibilidad que no.
- Super, super.
- Entonces el diputado me dijo: Tranquilo Gustavo. Me abrazo y me dio un tinto. -Todos rieron –
- Excelente.- Llévate esta obra pa’ tu casa, tiene un poema. – Mostrando el cuadro que todavía tenía en la mano – Si me lees el poema que tiene por detrás te hago un regalo.
- ¿Si que?
- Si me lees el poema. Ah la camándula no, la camándula no la vendo.
- ¿Qué precio tiene esto?
- $150.000. Pero mira el nivel técnico que he alcanzado en el tiempo. Mira amigo– le dice mientras pinta con la espátula y le pregunta su color favorito –
- El amarillo.
- Es un pájaro obregoniano. ¿Sabes por que los artistas merecemos tanto el apoyo de la empresa privada, del estado y de la iglesia?
- ¿Por qué?
- Porque representamos cultura. Si me lees ese poema te regalo eso – le muestra el papel acabado de pintar con el pájaro obregoniano entre risas – Ah si fue capaz,la letra mía es legible. 
Mientras el señor apreciaba la hoja, Gustavo me dice que su nombre artístico es San Martel, que también era seudónimo de un artista religioso y me cuenta: “La evolución mía ha sido la abstracción cromática, en la abstracción hay un contenido de espiritualidad. Porque lo único que nos salva en este momento es, que nuevamente la humanidad, tenga los ojos puestos en el firmamento, a la luz de Dios y a la luz del azul, azul del cielo. Por eso yo soy muy azul”. 
Luego se paró en un sitio donde no podía escuchar bien las palabras que articulaba en su conversación con aquel hombre, solo percibí que negociaron un cuadro, que le dio $10.000 a Gustavo y que prometió traerle pantalones porque tenía los suyos llenos de pintura, le dijo su nombre, el cual era Erney y se fue, prometiendo volver esa misma semana. 
Culmino diciéndonos “Por donde camine encuentro lo que necesito, la plata no lo es todo, pero hace mucha falta. Yo creo que en medio de tanta drogadicción y dolor que hay entre la juventud, lo único que realmente puede sensibilizar a las generaciones actuales es la poesía, el arte, el deporte y el conocimiento. Si se basan en esos principios a la luz de Dios, otra vez resplandecerán los ancestros a los que nosotros realmente pertenecemos y le debemos una reverencia.
Los padres y los abuelos, personas insignes por medio de la naturaleza, porque todos provenimos desangre campesina. Tenemos que admitir que todos somos pueblerinos, amantes de la tierra y que ella es bendita”. Luego nos dio una bendición, nos sonrió y nos miró alejarnos entre todas las camisetas amarillas del pasaje. 
Lina Maria Martinez
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Un salto al olvido
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¿A dónde van los sentimientos que se le tienen a una persona cuando ésta debe partir sin previo aviso? ¿En dónde se pueden guardar? ¿Existirá un baúl que contenga sentimientos estrenados, emociones consumidas por la mitad y otras tantas por sentir?
Suena el despertador y Joaquín se encuentra en medio de una habitación, de paredes de color almendra, que debido a la humedad su tono se ha ido deteriorando. Mira la mesa de noche en busca del portaretrato que contiene la fotografía de Regina, su amada, y deja escapar un suspiro. Se levanta y se dirige al baño, se moja las manos y las pasa por su rostro mientras se queda detallando sus ojos en el espejo. Mira el tamaño de los inquilinos canosos que conforman su barba, repite con tristeza el nombre de aquella mujer que tanto ha amado durante los últimos 30 años de su vida, va a la cocina en busca de café para acompañar el mismo periódico que ha leído desde hace tres semanas atrás.
Va hasta la página 10 para centrarse en el artículo sobre Cómo enamorar a una mujer. Levanta la taza de café y toma un sorbo, lo retiene como si intentara descifrar qué compuestos tiene. Traga con delicadeza y suelta una lagrima por su ojo derecho, tira las hojas sueltas, se viste con las primeras prendas que encuentra, toma el bastón gastado de madera que su amada le dejó y sale a caminar con la esperanza de hallar a Regina, de entregarle los abrazos que tiene embargados, de robarle una sonrisa que adorne ese rostro pálido y cansado, ése que lo hizo enamorarse de ella.
Camina varias cuadras hacia el occidente. Las calles las nota más anchas, más largas, más complejas para transitar. Se detiene en una esquina y saca de su mochila un bolígrafo y un trozo de papel en el que escribe una nota apoyándose en su rodilla. La guarda en el bolsillo de su camisa para entregarla a aquella mujer cruel que lo ha dejado, que se ha ido, que ha acabado con un mundo de fantasía construido en su interior sin una razón -para él- coherente.
Saca su móvil y se da cuenta de que ha desgastado la suela de sus zapatos durante cuatro horas. Levanta la mirada, esa mirada triste, agobiada, ausente, con la que ha cargado desde la partida de Regina, y se da cuenta de que está en la estación Suramericana. Compra una cerveza y bebe un poco, se dirige a la señora que lo atiende.
-Si no tiene del cigarrillo que mi amada consumía, no me de nada. -Le dice- -Señor, sólo tengo PielRoja. -¡Usted sí sabe! No hay inconveniente si lo enciende, aunque si ella se entera tendríamos tanto usted como yo muchos problemas.
Toma el cigarrillo, se lo lleva a la boca y exhala el humo por la nariz. Sus zapatos están a punto de romperse, a su pantalón no le cabe un pegote más de lo sucio que está, su camisa parece un viejo mantel de cuadros recortado por un niño de primaria. Sus ojos separados a una distancia poco considerable van botando recuerdos transparentes que corren por sus arrugas, por sus flacos y peludos cachetes, por sus grandes poros.
Lo miro desde lejos. Camina de un lado para otro como si estuviera repasando las huellas hechas por alguien más, o por el mismo. Al parecer se sabe de memoria las medidas de las baldosas, da un paso, da dos, da tres y se detiene, bebe un poco de cerveza, sigue caminando y se recuesta en una pared. Introduce su mano en el bolsillo trasero y saca una fotografía arrugada, tipo documento, la repasa con su pulgar izquierdo y la besa, mira al cielo y repite: -”Regina ¿algún día vas a entender cuánto te amo? Regina, Regina, Regina, te extraño Regina”.
Siento ganas de acercarme y preguntarle qué le sucede, qué puedo hacer por él. Pero a la vez me digo: No puedo traer a Regina, si ella no está es porque él hizo que ella se alejara. Me ocupo de mis asuntos y prefiero no ver lo que hace por miedo a que se sienta incómodo, pero se me torna imposible. Tomo mi bolso, me le acerco y lo saludo. -Hola ¿necesita algo? -Sonríe y dentro de mí presiento su respuesta- -Necesito acabar con mi vida. -Responde con un tono melancólico que me deja estupefacta- -No sé si sea muy metida, pero ¿cómo piensa hacerlo?
Él se aleja de mí y va cantando entre los dientes:
“Y una promesa ante Dios que es imposible olvidar. Y vos podés curarme, curarme tanta herida, salvándome la vida, con sólo amarme más.”
Lo hace con tanto gusto que la curiosidad me invade. Digito las palabras que escuché en el navegador y me entero que es un tango de Alfredo de Angelis titulado Entre tu amor y mi amor. No lo culpo, entiendo que no es un buen momento. Sin embargo, establezco una persecución con mis pupilas, siento la necesidad de sentir lo que él, quiero que se desnude ante mí, que me entregue una porción de todo aquello que lo está consumiendo, quiero que me note, que confíe y pueda sentir menos carga de la que ya siente, más optimismo, menos ganas de acabar con su vida.
Las personas pasan por su lado lanzando comentarios dañinos, no comprenden que el hombre está pasando por una crisis emocional. El objetivo de los demás no es sentarse a hablar en esa tarde fría de septiembre con un hombre viejo, es juzgarlo desde lo que hace, lo ven caminar en círculos como si fuera una especia de ritual, como si empleando los tres pies que tiene, Regina decidiera aparecer. La gente se ríe mientras yo más me convenzo que tiene la apariencia de Julio Cortázar, el escritor argentino.
Karen Álvarez
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Sol de Oriente
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En Enciso, Sol de Oriente y El 13 de Noviembre, las condiciones de vida son realmente diferentes a lo que muchos conocemos.
Enciso-Sol de oriente -las busetas azules- son las encargadas del transporte para esta área de Medellín; me costó bastante dar con ellas. Son pocos los pasajeros, pero la ruta es necesaria. El ascenso, inmediatamente, es notorio, pues el nororiente de la ciudad presume con imponentes montañas.
A medida que se avanza se ve más lejos el centro y se tiene más cerca la realidad de la gente. Casas de madera, techos de zinc y plástico; equipos a alto volumen; y muchas motos que decoran la ausencia de otras comodidades. Mientras el bus hacía su trayecto me dedique a mirar por la ventana, realmente no sabía dónde quedaba mi lugar de destino. Estaba en manos del chofer a quién confié la dirección o, más bien, el lugar al que pretendía llegar: La Uva Sol de Oriente.
De tiempo estaba bien, tendría parte de la mañana y toda la tarde para llegar –pensé, algo sarcástico, por la lentitud del conductor-. Finalmente, vi un letrero de la Fundación EPM que decía Uva La libertad, y por evitar el mal genio de quién ya les hable anteriormente, me abstuve de preguntar pero ya tenía claro que mi visita no sería solo a una Uva.
Dos cuadras después llegué a Sol de Oriente una de las Uvas más grandes de la ciudad. El bus siguió su ascenso casi imposible por la inclinación del lugar, mientras yo me dispuse a ingresar a la Uva.
Sol de Oriente
Me dirigí primero a la parte superior para ver cómo se divisaba la ciudad desde allí, cuando vi la cancha sintética, deduje que Sol de Oriente pertenecía al INDER. Aproximadamente treinta niños jugaban al futbol, en cuánto yo miraba la ciudad, el llamado valle el cual se puede ver casi en su totalidad desde allí, no sé cómo hacían para concentrarse en su juego si para mí era difícil dejar de apreciar la ciudad, quizá por la costumbre, el paisaje ya no sorprende, solo acompaña.
Las Uvas son un proyecto cuya intención es brindar espacios a las comunidades, aptos para prácticas deportivas, culturales y educativas. En el caso de EPM en los lugares dónde tiene algunas de sus instalaciones y el INDER como proyecto independiente. Mientras les hablo de mi recorrido por Sol de Oriente y ahora La libertad, les iré contando más sobre el proyecto.
La afluencia dentro de la Uva era poca, aunque si se escuchaban los gritos infantiles desde la ludoteca y el aula de baile, las aulas de audiovisuales, ejercicio, teatro y otras estaban vacías y las fuentes de agua en el momento no estaban activas, el ambiente era algo solitario, ni las luces estaban prendidas, ¿será por aquello de no malgastar la energía? Sol de oriente se perdía en el paisaje, era como un acompañante más del frio y la altura del lugar. Salí por la entrada secundaria y vi que dos cuadras más abajo la alegría hacía un eco fuerte contra el escenario en que me encontraba, el contexto que se veía era totalmente distinto.
Recordé que esas dos cuadras más abajo, conducían a La Libertad la Uva de la Fundación EPM.
Descender no es fácil, la altura hace su trabajo. Quizá mi mal estado físico me pasaba cuenta de cobro, respirar no era lo mismo. Nada fácil. El trayecto de las dos cuadras en bajada, estuvo lleno de hechos que huelen a gente, a barrio. Los gritos entre los vecinos, la pareja de novios en pleno cortejo (exagero un poco), los parceros de la moto, los perros sin rumbo, el pito de la buseta que baja al centro y uno que otro burro atravesado en el camino.
La Libertad
Dos tanques cubiertos con plantas colgantes dan la bienvenida en La Libertad, el suelo en hierba y el lodo de la lluvia anuncian el cuidado a tener a la hora de caminar. Niños por montones ahora sí, jóvenes en las terrazas con sus bicicletas, niños mojados y enérgicos en medio de chorros de agua y la música de fondo, género urbano creo que era… ameniza la tarde dentro de la Uva.
Caminar por ella no es posible, sin percibir las dificultades económicas del lugar. Niños descalzos y con poca ropa que no lamentan sus dificultades y aprovechan todo momento para divertirse. Es ahí donde se entiende que “cultura”, es un concepto subjetivo dentro de las comunidades, cada lugar vive y se expresa según la oportunidad que tenga.
El patio de la casa, “el solar” se quedan pequeños ante La Libertad, pues al verla se ha convertido prácticamente en el patio de por los menos 10 casas de madera, elementos reutilizados, plástico y otros que se tornan paradójicos al ver básicamente en la sala de una de las casas el letrero “Wifi gratis”.
Definitivamente La Libertad más que una Uva cultural se ha convertido en un distractor fundamental para la realidad que marca el entorno de este lugar. Los niños se asombran con los computadores y los libros, hacen fila ordenadamente por jugar un video juego o tener el beneficio de prestar un libro.
Las mamás de los pequeños reposan en troncos de árboles dispuestos como asientos viendo jugar a sus hijos o conversando entre ellas. Hasta hay cabida para el vendedor de bolis, ese que se lleva el producido de los niños que invierten sus 100 pesos en un dulce frio para chupar.
Me dispuse a esperar el bus para el centro y ni para que les cuento más, ya les conté como fue el ascenso.
Edison Ferney Henao
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Como tenga que ser
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Él era un poco extraño, un poco llevado de su parecer. A simple vista se le notaban las cicatrices y las mañas de una vida manejada por sí mismo, por el amor y la incertidumbre del destino.
2010, tal vez mayo, o quizás agosto. Era un jueves más del año en el que se cargaba el ladrillo del cansancio rutinario. Un poco destruidas, con un deje de dramatismo en las miradas; cigarro y cerveza parecía ser lo correcto aquella noche.
Era una esquina del centro de Medellín donde todos pasan, todos miran, todos hablan y tal vez de donde todos tienen una historia que contar. Mojada por la lluvia, sumida en el humo que expulsan bocas insaciables mientras interpretaban letras de rock y metal, era el espacio adecuado para liberar unas cuantas tristezas.
Cada quién lleva su estilo, su mirada y su actitud como le parezca conveniente llevarlo. A él le gustaba llevar su vida así, como tuviera que ser. Con títulos de medicina, con saberes calificados y con la seguridad de que su único techo sería el cielo nocturno.
Vestía ropas negras algo gastadas y un poco sucias. Cabello ondulado a medio cortar despeinado alrededor de su cara. La cual no producía ni temor ni confianza. -“Parce, me gusta mucho su actitud”- dijo mientras señalaba unos bolsos cargados de cuadernos tirados en los charcos que la lluvia había dejado.
Por razones que solo fuerzas mayores podrían explicar conoció una mujer. Ella tenía problemas que él pensó podía solucionar, pero como no fue así, decidió acompañarla. Y juntos empezaron a llevar su vida, quizás un poco perdida del rumbo que él había planeado, pero ahora ese rumbo tenía compañía y era todo lo que necesitaba y así no se sentía miserable.
-“Mi negrita me hizo esta cicatriz porque estaba toda loca porque le quemé doscientos mil pesos que se iba a hueler” la mostró como un trofeo, esa era la prueba de su amor, o lo que él creía era amor. Amenazó a su amor, amenazó a su negrita con que si ella se iba a poner muy loca, él se iba a enloquecer el triple. & así pareció ser porque mientras miraba perdido las luces de la noche, echó un rezo y se largó.
No se necesitaba explicación, no se necesitaba buscar tema de conversación. El resto de la noche se habló de amor. ¿Sería amor lo que tenían ellos dos? sino, ¿qué más podía ser? Se pensó en el amor como esa fuerza renovadora y destructora, lo que nos levanta de una gran caída o lo que nos conduce a ella. Es una fuerte pasión y una violenta guerra.
Amor para entender, amor para reconocer, amor para acompañar, para tender una mano.
¿Podría haber otra vida para aquel sujeto sin conocer a esa mujer? tal vez sí, nadie lo sabría, ni tampoco esta historia.
Maria Isabel Moreno Muñoz
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